Capítulo XXV: Rectificar.


Era sábado muy temprano por la mañana. La luz que se colaba por la ventana aún no era la suficiente para iluminar aquella fría y oscura habitación. En un día cualquiera, sería el momento idóneo para seguir durmiendo, acurrucada entre sábanas junto al hombre con el que había estado viviendo los últimos meses, pero no era un día cualquiera, y dormir era lo que menos había podido hacer desde que ese mismo hombre dejó la casa aquel viernes por la noche.

Había esperado a que volviera más tarde, pero no pasó. Tampoco pudo comunicarse con él, pues en el momento en que marcó, se percató de que había dejado su celular en la sala. Con el pasar de las horas, empezó a preocuparse ¿No pensaba volver?, ¿tan enfadado estaba?

Durante el día decidió llamar a Inuyasha, intentando hallar alguna pista.

—¿Dices que se fue ayer y no ha vuelto aún? —preguntó el joven de cabellos plateados desde el otro lado de la bocina.

—No, y dejó su celular, por lo que no puedo comunicarme con él —mencionó nerviosa —. Estoy muy preocupada. No puede conducir, así que no se llevó las llaves del auto, pero tampoco pudo llamar al señor Jaken. No sé a dónde fue o en donde pasó la noche, ¿y si algo le sucedió?

—Calma —respondió rápidamente. Lo último que hacía falta era que Rin entrara en algún tipo de colapso nervioso —. Ha de estar en el hotel de la compañía.

—¿Hotel? —Rascó su cabeza un tanto confundida —. No creo, tampoco se llevó su cartera.

—No le hace falta. La empresa de papá tiene convenio con un hotel cercano a las oficinas, no muy lejos del departamento. Son cosas de negocios. Hay habitaciones reservadas para el personal importante, y su uso se carga a la cuenta de la compañía —explicó brevemente —. Es muy probable que Sesshomaru haya ido allá.

—Quisiera ir a buscarlo. Necesito saber que está bien.

Su tono de voz inquieto, preocupó a Inuyasha.

—Rin —la llamó —, conozco a Sesshomaru y creo que lo mejor es que lo dejes.

—¿Qué dices?

—Ninguno de los dos está en condiciones de discutir ahora. Si vas a buscarlo, terminarán peor. —Ella se mantuvo callada, cavilando sus palabras —. Deja que se le pase, te aseguro que volverá cuando se sienta mejor.

Rin suspiró tras varios segundos de silencio. Tenía que enfriar su cabeza, no podía actuar de forma desesperada, no de nuevo. Si él necesitaba tiempo, ella le daría tiempo y también lo tomaría para sí. Para reflexionar sobre lo que pasó.

—¿Podrías al menos confirmar si está en el hotel? —preguntó respirando profundamente —, necesito saber que está bien.

Inuyasha accedió, y tras esto colgó la llamada, confirmándole varios minutos más tarde que aunque no había podido hablar con él directamente, el recepcionista le confirmó que en efecto, estaba en el hotel. Solo debía esperar.

...

La tarde del sábado pasó lenta y pesada. Las niñas habían estado muy cabizbajas luego de la acalorada discusión. Habían oído todo y eso de alguna forma las hizo sentirse culpables, algo que Rin negó de todas las formas posibles.

—Pero si nosotras no hubiéramos cambiado con él, tal vez no se habría ido —dijo Towa sollozando.

—No digas eso, mi amor —expresó suavemente, limpiando dos pequeñas lágrimas que salían de sus preciosos ojos —. La discusión que tuvimos Sesshomaru y yo fue una diferencia de opinión, pero ya verán que pronto volverá.

—¿Qué pasa si no lo hace? —cuestionó la niña —. Será por nuestra culpa.

—¡Claro que no! —habló rápidamente cuando las lágrimas empezaron a correr en las mejillas de ambas niñas —. Towa, Setsuna, ustedes no tienen la culpa de nada. Sesshomaru no se fue porque ustedes tomaron distancia, lo hizo porque yo decidí que nos iríamos sin hablarlo con él. Ustedes no tienen nada que ver con eso.

Hubo un silencio prolongado de parte de las pequeñas.

—Yo no quería irme...

Rin volteó hacia Setsuna, sorprendida de escucharla hablar.

—Yo tampoco —agregó Towa.

—¿No? —Era la primera vez que reparaba en lo que las niñas querían, y era todo lo contrario a lo que ella pensaba, lo que ella creía que sería mejor —. Yo pensé que querían volver a casa.

—Él dijo que esta era nuestra casa —respondió la mayor.

La mujer suspiró, sintiéndose como tonta.

— Es cierto...—espetó cabizbaja. Deseaba tanto que todo saliera bien, y terminó arruinándolo sin querer. Siempre actuaba por su cuenta, haciendo lo que creía conveniente, suponiendo la opinión de los demás. Tanto que esperaba que Sesshomaru cambiara de actitud, y al final, ella también tenía que cambiar. Tenía que dejar de huir, de buscar siempre una zona segura, de escuchar a los demás aunque fuera difícil afrontar la realidad.
Años atrás se fue pensando lo mismo que ese viernes:

"Lo hago porque es lo mejor para todos".

Y terminó cometiendo uno de los errores más grandes de su vida. La principal razón por la que tenía ese problema. Esta vez no volvería a suceder, ella no lo permitiría.

Miró a sus pequeñas con una sonrisa en el rostro y acarició sus mejillas.

—Estoy segura de que el señor Sesshomaru volverá pronto...

...

Ese día había pasado lento. Llegó a casa con esa tranquilidad que venía sintiendo desde hace un tiempo, y terminó yéndose lleno de ira y dolor. Tal vez no fue la mejor reacción, pero necesitaba un respiro, si no se alejaba inmediatamente, explotaría... O quizás, esa fue su forma de explotar. De todas formas, luego de estar todo el día en esa habitación de hotel y de prohibir cualquier visita o llamada, finalmente decidió volver. Había pensado quedarse un día más, pero no tenía nada consigo, ni ropa, ni su celular, ni mucho menos sus documentos. Era una suerte que el recepcionista lo conociera bien y no necesitara mostrar su identificación para obtener la habitación en la que se había quedado.

La noche empezó a caer, haciéndose el cielo cada vez más oscuro. Salió del hotel a eso de las 9:45 pm y caminó lentamente a su edificio. No tenía prisa, tampoco ganas. Cada paso que daba le generaba una sensación de vacío en el pecho. Quizá podría buscar a Rin el domingo y hablar con ella, pero realmente... ¿Su vida volvería a ser la misma?¿De qué serviría si nada había cambiado?

Llegó a su departamento pasadas las 10 de la noche. El lugar estaba oscuro y ya no se veían las maletas en la sala. Se habían ido.
Colocó sus llaves en la mesa de entrada, ahí estaba su celular y su cartera, prácticamente intactos. Encendió la luz para obtener un poco de claridad y para su sorpresa, logró escuchar la puerta de su habitación. Al voltear vio a Rin salir a la sala. Ella seguía ahí.

—Sesshomaru... —expresó con voz quebradiza. Sus ojos de pronto se empañaron y sin pensarlo más, corrió a abrazarlo con todas sus fuerzas—. ¡Al fin, has vuelto! —Él no correspondió, pero tampoco se apartó. Se encontraba cansado y confundido a la vez —. Estaba preocupada por ti. — Levantó su rostro y lo miró conmocionada, esperando tener una respuesta de su parte, pero a cambio obtuvo otra pregunta.

—¿Por qué sigues aquí? —preguntó serio. —. Ya deberías estar en tu casa.

—¡No me iré! —Ella frunció el ceño, dándole una mirada decidida —. Al menos no hasta que hablemos... Cometí un error y creo que debemos conversar antes de actuar apresuradamente.

Por primera vez en mucho tiempo Sesshomaru sonrió, pero no era una sonrisa agradable, sino más bien de esas que intimidaban con solo verlas.

—Ahora sí quieres conversar.

—Sí —afirmó certera —. Tenías razón, erré, y mucho. No debí haber decidido por mi cuenta, no debí de asumir que lo que hacía era la mejor opción. Creí que al tener buenas intenciones, cualquiera que fuera mi decisión, estaría bien, porque de todas formas siempre quise lo mejor para todos, pero ahora entiendo que… mi manera de actuar no es la correcta. —Bajó la mirada un tanto apenada, como si el darse cuenta de ello le significara vergüenza. Tomó una bocanada de aire y volvió a verlo con notable determinación —. Sesshomaru, quiero hacer las cosas bien. No quiero irme de tu lado y las niñas tampoco. Lamento haberte hecho creer que sí, y lamento no haberte tomado en cuenta. Te prometo que no volverá a pasar.

Pero en lugar de sentarse a conversar, en lugar de decirle que aceptaba esas disculpas, Sesshomaru tomó a Rin suavemente de los hombros y la alejó de él.

—Voy a ducharme y luego dormiré. Mañana hablaremos...

—Pero... —Habría querido continuar, pero el hombre pasó de ella directo a su habitación. No estaba bien, nada lo estaba. Él seguía dolido y no parecía tener ganas de arreglar las cosas, no en ese momento. Esa noche fue la más incómoda de todas. Estaba aliviada de que estuviera en casa, deseaba abrazarlo y acurrucarse en su pecho, pero él mantenía una distancia especialmente marcada en aquella cama, que le dejaba claro que por el momento no la quería cerca, al menos no de forma afectuosa. Se sentía triste por su reacción, pero podía entenderlo. Esperaría hasta el siguiente día para que pudieran conversar con tranquilidad. Lo bueno es que no fue a dormir al sofá.

O eso creyó…

A altas horas de la noche, cuando las calles se sentían completamente silenciosas y el único sonido que se podía percibir era el de algún auto o moto que pasaba de vez en cuando por esos lares, Sesshomaru se levantó de la cama y abandonó la habitación. Rin, que no había podido dormir, se dio la vuelta al escucharlo salir. Decidió esperar, pero el tiempo pasaba y nada que volvía. Tal vez realmente no quería dormir en la misma cama que ella. ¿Tan enfadado estaba? Le dolió pensar que las cosas no pudieran tener solución, y con ese pensamiento se acostó de espaldas a la puerta y dejó salir unas cuantas lágrimas, intentando recuperar algo de sueño, sin éxito alguno.

El hombre de cabellera plateada, por su parte, tampoco había conseguido dormir nada, por lo que a diferencia de lo que Rin pensaba, decidió levantarse a tomar un vaso de agua. Tal vez eso le ayudaría, o causaría que quisiera ir al baño en unas horas. Cualquier cosa sería mejor que estar ahí acostado dándole vueltas a la cabeza, junto a la mujer de la que deseaba alejarse y al mismo tiempo, abrazar con todas sus fuerzas.

Mientras se servía escuchó unos pequeños pasos que se dirigían hacia la cocina. Al levantar la mirada, vio a Setsuna asomada en la entrada.

—Volviste... —dijo ella algo sorprendida.

—Setsuna, ¿qué haces despierta?

Ella se encogió de hombros y bajó la mirada, agarrándose la pijama con sus puñitos, mientras se tambaleaba de un lado a otro.

—Es que... me desperté y... escuché ruido en la cocina —Titubeó nerviosa. Luego levantó la mirada, aún dubitativa —. ¿Puedo tomar algo?

Tras unos segundos de silencio absoluto, Sesshomaru asintió y Setsuna caminó hacia él, quien la cargó unos instantes para subirla, no a la silla, sino a la mesa.

—¿Qué quieres tomar? —preguntó yendo hacia la nevera.

—Mami siempre me da leche tibia cuando no puedo dormir.

Él buscó la bebida con su mirada y la sacó. Sirvió un vaso y lo metió al microondas, para posteriormente dárselo a la niña, no sin antes asegurarse de que no estaba hirviendo, no quería que ahora lo odiara por quemarle la lengua.

—¡Gracias! —dijo moviendo sus piernitas con cierta emoción, llevando el vaso a sus labios.

—Dormirás luego de que termines —sentenció él con la mirada serena de siempre.

Luego de un par de sorbos, ella bajó su bebida y se le quedó mirando un rato, algo que llamó su atención.

—¿Qué pasa? —preguntó.

Ella seguía moviendo sus piernas, esta vez, más nerviosa que emocionada

—¿Vas a volver a irte?

La pregunta lo desconcertó un poco. No quería que sus problemas con Rin le preocuparan, pero tal parece que era inevitable.

—Setsuna, no te preocupes por esas cosas —respondió simplemente, llevando su propio vaso de agua a lavar —. Termina de tomarte eso, tienes que dormir.

Esa respuesta no la hizo sentirse segura en lo absoluto, y si Sesshomaru no estuviera lavando su vaso, lo habría notado.

—¿Es por mi culpa verdad? —Sesshomaru volteó ante la pregunta, un tanto confundido —. Te fuiste porque yo no quería hablarte.

El hombre dejó inmediatamente lo que estaba haciendo y caminó hacia su dirección. Pudo ver pequeñas lágrimas asomarse en esos preciosos ojos al tiempo que su naricita empezaba a moquear.

—Basta, Setsuna. —Las lágrimas empezaron a caer, pero él se encargó de limpiarlas —. Lo que pasó entre Rin y yo fue solo una discusión que no tiene nada que ver contigo, ni con Towa.

—Mami dijo eso, pero yo escuché cuando pelearon y... —Sus palabras fueron interrumpidas por el llanto ahogado que ya no podía seguir reteniendo. Bajó la cara y rompió a llorar —. ¡Yo no quería que te fueras!

Ante esta confesión, Sesshomaru, sin siquiera pensarlo mucho, le quitó el vaso para dejarlo sobre la mesa y la cargó, permitiéndole que se desahogara completamente en su hombro, mientras le daba pequeñas palmaditas en su espalda. Por suerte, la cocina no estaba cerca de los cuartos, así que no despertarían a nadie con ese llanto desesperado.

—Setsuna —habló cuando sintió que ella empezó a calmarse —, escúchame bien. No puedo prometerte que Rin y yo no volveremos a discutir. Tampoco sé cuánto durará nuestra relación, pero si algún día nos separamos, debes entender que no tendrá que ver ni contigo, ni con Towa, e independientemente de lo que pase, yo seguiré ahí para las tres, ¿lo entiendes?

Ella no dijo nada, solo guardó silencio, moqueando cada tantos segundos. Escondiendo su rostro en su hombro.

—Setsuna —insistió —¿lo entiendes?

Quería que le quedara claro que no las iba a dejar, y que no debía tener inseguridad; él siempre estaría, de alguna forma, a su lado.
La niña asintió quedamente, negándose a dar la cara. Poco a poco los sollozos cesaron y solo podía escucharla moquear una que otra vez.

—¿Estás más tranquila? —preguntó con suavidad, y cuando la sintió asentir, la bajó —. Muy bien. Es hora de que regreses a dormir. Mañana hablaremos mejor.

Pero antes de retirarse a acompañarla a su cuarto, ella lo jaló tímidamente del pantalón.

—Aún no tengo sueño —dijo mirando hacia el piso.

Él suspiró al ver que el vaso de leche no había funcionado, pero sabía exactamente lo que podía hacer para que ella se durmiera. Al menos eso esperaba, sino tendría que ir a buscar a Rin.

Se dirigió a la sala pidiéndole que lo siguiera. Ahí estaba su tablet. Por suerte nadie la había tocado en su ausencia y la batería estaba intacta. Se sentó en el sillón y la invitó.

—Ven. Dejaré que juegues un rato antes de dormir.

Pudo sentir como la cara de la niña cambió completamente, al tiempo que daba pasos apresurados para sentarse junto a él. Maldita tablet y su poder de convencimiento.

Ella empezó a jugar moviendo sus piernitas emocionada.

¿Cómo era posible que a esas horas de la noche y después de haber llorado tanto, esa niña aceptara jugar como si fuera el mejor momento de su día?

Niños, pensó cerrando sus ojos y esperando que, como de costumbre, la pequeña se durmiera jugando.

Setsuna lo miró de reojo y nerviosamente preguntó:

—¿Tú no quieres jugar? Towa siempre juega conmigo...

El hombre suspiró y no le quedó otra más que aceptar. Era sencillo, solo debían de hacer combinaciones de colores en un tablero de caramelos y joyas. Conocía ese juego, Rin lo había instalado cuando estaban en la casa de la playa y era extrañamente adicta a él. Por lo visto no era la única. Aunque Setsuna no era tan rápida para ver las combinaciones, sí que entendía el juego a la perfección, pero tal y como lo predijo, poco a poco empezó a tardarse más y más entre jugadas, hasta que la sintió recostarse de él. Sus ojos aún abiertos, pero rindiéndose ante el arrollador sueño que, una vez liberado su estrés, la estaba invadiendo. Sesshomaru entonces empezó a indicarle algunas jugadas, solo mientras ella terminaba de caer, hasta que finalmente lo hizo. Su cuerpo se relajó completamente, permitiendo que él le quitara la tablet de las manos para así poder cargarla y llevarla a su habitación; estaba completamente rendida. Rin podría tener sus métodos para dormirla, pero él también tenía los suyos, claro que para ello necesitaba la ayuda de cierto aparato con juegos.

La ciencia ha avanzado tanto para esto.

En el cuarto Towa seguía durmiendo profundamente, así que con cuidado acostó a Setsuna a su lado y no pudo evitar acariciar las cabezas de ambas, algo que ni por asomo habría hecho meses atrás. Realmente las quería, y estaba seguro de que podía dar la vida por ellas.

Antes de que alguna de sus acciones las hiciera despertar, decidió retirarse a la terraza. Necesitaba respirar un poco del aire nocturno, antes de volver a la cama.
En el silencio de la noche pensó un poco en su situación. Cuando llegó a ese apartamento, seguía sintiendo algo de resquemor. A pesar de haber enfriado su cabeza lo suficiente, no se sentía en la capacidad de hablar con Rin. Quería dejar la conversación de lo que sucedería para el siguiente día, pero ahora se cuestionaba si realmente era necesario ser tan radical. Sí, la actitud de Rin lo había hecho sentir traicionado, una vez más. La última vez, ella se fue, pero esta vez no, esta vez ella estaba dispuesta a quedarse y conversar. Las cosas sí han cambiado después de todo.

No tenían que volver a empezar, solo corregir lo que habían hecho mal. El estar con Setsuna en ese momento, le hizo recapacitar en ese aspecto. No valía la pena dejar todo lo que amaba por una discusión. Sí, Rin erró, eso era un hecho que ella misma reconoció, pero él tampoco estaba actuando de la mejor manera. Tal vez el fantasma de los miedos de su pasado aún permanecía ahí, diciéndole que huyera, que no volviera a pasar por lo mismo, pero la realidad es que no podía esconderse siempre de las decepciones, no podía abandonarlo todo por una discusión. Él quería seguir ahí, y si bien, de todas formas, tenía que hablar con Rin, para Sesshomaru estaba claro, que no quería dejarla ir de nuevo. Si ella decidió no huir, entonces él tampoco lo haría.

Por su parte Rin se había resignado a que Sesshomaru volviera. Para ella estaba claro que no quería estar ahí. Trató de dormir, pero le era imposible, sentía que, una vez más, lo había arruinado todo. Para su sorpresa, la puerta de la habitación sonó y poco tiempo después la cama se hundió cuando un cuerpo grande y pálido se sentó en ella.

Rin decidió hacerse la dormida para no causar incomodidad, no quería que volviera a irse, quería que al menos pudiera dormir cómodo en su propia cama, pero nuevamente fue sorprendida, cuando una mano la abrazó suavemente por la espalda.

Sintió aquel cuerpo fornido pegarse a ella, mientras el aire caliente de su aliento acariciaba la piel de su descubierto cuello. Sin poder aguantarlo más, se dio la vuelta y ocultó rápidamente su rostro en su pecho.

—Creí que dormías —expresó algo sorprendido.

—Lo siento mucho —dijo ella de golpe, dejando caer sus lágrimas, una a una. Como si hubiera estado reteniéndolas toda esa noche —. Fui una tonta y en serio me arrepiento. No quiero que se acabe por un error mío, perdóname.

Sesshomaru quedó perplejo ante aquellas palabras. Podía sentir el dolor de Rin como suyo propio, por suerte sus deseos eran los mismos. Gentilmente, la separó un poco, elevando su mentón con extrema delicadeza.

Su nariz roja y sus pestañas humedecidas, permitiendo que con un parpadeo cayeran más lágrimas de esos gentiles y nublados ojos. Con la yema de sus dedos, las apartó con máxima suavidad, como si tuviera miedo de espantarla. Esas lágrimas solo deberían estar en momentos de felicidad.

—Sería capaz de matar al idiota que te ha hecho llorar —cerró momentáneamente sus ojos y confesó —, pero soy demasiado egoísta como para privarme de no volverte a ver.

Rin abrió sus ojos ante dichas palabras.

—Eso sonó bastante cursi —dijo sincera mientras nuevamente aquella yema secaba más lágrimas que escapaban sin haber sido llamadas, y una mirada acusatoria le reclamaba por arruinar el momento —. ¿No estas enfadado? —preguntó cual niña pequeña esperando un regaño.

—No... Ya no —aclaró —. Ya pasó.

—¿Entonces, no vas a irte?

—Creo que olvidas que esta es mi casa —respondió casi como una burla, lo cual la hizo sonrojar, escondiéndose nuevamente en su pecho.

—Sabes a lo que me refiero...

Sesshomaru en lugar de responder empezó a depositar sutiles besos en su cuello, causando que se estremeciera con cada pequeño contacto y echando instintivamente la cabeza hacia atrás, como incitándolo a continuar.

—Sesshomaru —lo llamó extasiada, esperando tener una respuesta, pero él no hacía nada más que provocar esas dulces cosquillas que empezaban a humedecer su intimidad —. S- Sesshomaru... —volvió a intentar, pero esta vez sus labios tocaron los suyos, tal vez queriendo que guardara silencio.

Poco a poco empezó a corresponder, como si la pregunta perdiera relevancia o más bien, como si la estuviera respondiendo. Era claro, sus sentimientos eran los mismos. Cuando ella cayó en cuenta de esto, sus lágrimas volvieron a brotar y al momento de tomar aire, rompió a llorar.

—Te amo... Te amo mucho —sollozó contra sus labios.

—Lo sé... —respondió a modo de burla, pero con una mirada que no hacía más que corresponder a su confesión.

—Qué arrogante eres. —Inmediatamente y sin siquiera dejarla seguir hablando, Sesshomaru volvió a plantarle un beso, esta vez uno más necesitado. La deseaba, ahí y ahora, y Rin, habiendo entendido sus sentimientos, se dejó llevar sin más. Bien dicen que el sexo de reconciliación es de los mejores, y sin lugar a dudas así fue. Esa noche era como si hubieran estado años separados. Sin poderse tocar, acariciar, amar. La necesidad de uno por el otro era demasiada y pudo notarse en cada tacto, cada beso, cada estocada. Si bien esos dos días fueron una entera pesadilla, la paz que reinaba en ellos ahora era indescriptible.

Ambos quedaron completamente exhaustos, especialmente Sesshomaru, que finalmente había perdido ese horrible dolor de cabeza que lo había estado atormentando en el hotel. Luego de una ducha, en la que aprovecharon para disfrutar un rato más, ambos cayeron rendidos en aquella suave y cómoda cama.

—Sé que siempre digo esto, pero... Estuviste increíble —confesó la mujer que yacía acurrucada en su pecho, recibiendo sutiles caricias en sus mejillas ya sonrojadas.

Sesshomaru no hizo más que soltar una pequeña risa por la nariz. Es verdad, Rin siempre decía lo mismo, desde la primera vez, y aunque sonara repetitivo, sabía que lo decía porque así lo sentía.
Poco a poco las caricias por parte de él empezaron a disminuir, Rin ya tenía sus ojos cerrados, dispuesta a dejarse llevar al mundo de los sueños, hasta que...

—Te amo. —Lo escuchó decir.

Fue tanta la sorpresa, que a pesar del gran cansancio, ella abrió sus ojos y levantó la mirada, pero las caricias ya habían cesado y el hombre yacía completamente dormido.

Conmovida por tales palabras, se estiró levemente y depositó un beso en su quijada. Ella también sabía que la amaba y no era necesario que lo dijera, de hecho ni siquiera esperaba que lo hiciera, pero tenía que admitir que oírlo se sentía fenomenal. Tal vez él ni siquiera lo había hecho del todo consciente, pero de todas maneras, ella guardaría ese momento eternamente en sus recuerdos.

Los parpados volvieron a pesarle, y finalmente todo se volvió oscuro.

...

La mañana había empezado hace ya un largo rato, aunque él aún se sentía lo suficientemente cansado como para dejar su cómoda cama. Hasta que sintió un pequeño toque en su mejilla que lo despertó algo confuso. Volteó la cabeza, buscando la fuente que llamaba su atención y reconoció dos pequeños rostros angelicales. Setsuna en el fondo, y Towa, quien había hecho contacto, más cerca.

—Hola —habló mientras terminaba de enfocar la vista, para escuchar a Towa decirle algo sonriente.

—¡Bienvenido de vuelta!


Debo confesar que me gustó mucho escribir este capítulo, en especial el pequeño momento entre Setsuna y Sesshomaru. Bendita sea la tablet jajaja.

Gracias por sus reviews, nos vemos en el próximo capítulo!