Los personajes son de S. M., la trama es de mi autoría.
Una mujer sin corazón
de la saga La vida de ellas
X Sobre cómo una tercera cita ocurre
Angielizz (Anbeth Coro)
Agradecimientos a: Rosiichita, Seirene Oz, Adriu, Terewee, Narraly
No es como en el porno. Tampoco es como en los libros eróticos que he leído en internet. Es… diferente.
—¿Estás bien? —al menos es lo suficientemente paciente para esperar a que el dolor sea soportable. Pero es como si mi piel ardiera de manera dolorosa intentando adaptarse a ese cuerpo extraño en mi interior. Ni siquiera me atrevo a hablar. Esto es lo que quiero. Él es lo que quiero. Froto mi cara contra la sabana para quitar las lágrimas.
—Sólo un segundo —mi voz parece más un quejido, no un gemido lleno de placer ni un jadeo por perder la respiración, un quejido para ahogar el dolor.
Un siglo debería pedirle. Sale de mí y me da la vuelta dejando recargada ahora mi espalda contra el colchón. Me mira de frente y me besa, un beso impaciente y con movimientos rápidos. Intento seguirle el ritmo. Abre mis piernas y vuelve a posicionarse sobre mí. Venga, Alice. Esto es lo que quieres. Tengo que repetirme para sonreír seductora.
—Eres tan sexi —dice Peter y una risa breve aparece en mi garganta hasta que se transforma en un jadeo ahogado cuando vuelve a entrar en mí, aunque mi cuerpo está apretado y seco luchando contra la tensión y el cuerpo de Peter—. Tan sexi —murmura en mi cuello.
Ojala me hubiera dicho que era hermosa, que nunca había estado con alguien como yo, que me amaba o alguna mentira así. Sin embargo, me mostró lo sexi que era al igual que lo harían todos los hombres con los que estaría después.
El año pasado había estado aquí. Jasper me había pedido ayuda para buscar dónde hacer su cena de cumpleaños. ¿Recuerdas que he dicho antes que mi hermano y sus amigos tienen una tradición ridícula en la que el cumpleañero despilfarra? Pues el cumpleañero más comprometido entre todos es Jasper. Lo que no debería resultar extraño porque era un verdadero organizador perfeccionista. Así que se tomaba tan en serio su trabajo de anfitrión que hacía una exhaustiva búsqueda de restaurantes antes de dar a conocer su plan.
No como James y Edward que elegían el lugar popular del momento y de lo único que tenían que preocuparse era que tuviera cinco estrellas en las redes sociales y que el menú contara con los precios elevados que la tradición requería.
Pero Jasper era diferente a ellos, a él le gustaba planear y se divertía con todo eso. Como fuera. El año anterior estuve aquí porque Jasper me pidió ayuda para planear su cumpleaños, él tenía muy poco tiempo con su agenda ocupada de clientes y proyectos como para buscar referencias y todo eso, así que me hizo hacer una lista de restaurantes y entre los cinco mejores fuimos a conocerlos.
Amé este lugar con sólo llegar. Y todavía puedo recordar lo que le dije entonces:
—No es tan popular, pero es perfecto, ¿no? Bueno, tal vez es más como el restaurante al que traes a una chica que quieres impresionar, aunque la relación que tienes con James casi lo amerita —se rio de mi mal chiste.
Hace un año Jasper estaba en una relación formal, al menos ese día que salimos sí porque un par de días después su noviazgo terminó abruptamente, por eso cuando vinimos aquí a comer todo fue risas y tonterías de nuestra parte sin ninguna extraña pretensión.
—Deberías conseguir una cita aquí —me dijo entonces mientras miraba con muy mal fingido desinterés a su platillo.
—No tengo citas, Jasper. Ya lo sabes.
—Pues deberías tenerlas, Alice —y sus ojos negros se clavaron en los míos.
Miré el menú que había aun sobre la mesa y señalé los precios. No es que yo no pudiera costearlos, de hecho no tenía conflicto ni me impresionaban los precios pero había una realidad en un menú con precios tan elevados:
—¿De verdad crees que alguien iba a invitarme a venir aquí? Los tipos con los que he salido a veces ni siquiera pagan mis tragos.
Su mirada se endureció al igual que su quijada. Y sabía que estaba por venir un sermón.
—Eso no tendría porque ser así.
—Pero así me gusta, Jasper.
—Es sólo porque no sabes lo que quieres.
Ni siquiera me molesté en ese momento, ni con su comentario ni con su expresión, tomé el comentario y lo lancé a la pila de consejos ignorados mientras le cambiaba de tema para continuar con nuestro ambiente de risas y bromas.
Y un año más tarde aquí estábamos. Por mucho que me había gustado el restaurante después de esa comida no regresé, porque era realmente el tipo de lugar al que traes a una chica o al que vienes acompañada por un hombre dispuesto no sólo a pagar una cena sino a bailar contigo, porque el restaurante tenía una pista de baile en el centro, entre las flores y un kiosko donde un grupo tocaba música en vivo. Menos mal había decidido elegir un vestido con características similares a los que Jasper había elegido para mí.
—A nombre de Alice y Jasper —dijo él dándole nuestros nombres al chico frente a la puerta. El joven ni siquiera revisó la libreta de reservaciones como si supiera quiénes eramos.
—Señor, ¿cancelo el resto de reservaciones? —apreté mis labios para no reír.
—Lo agradecería —dijo Jasper todo formal sin mostrarse avergonzado. ¿De verdad había hecho tantas reservaciones?
El joven de la entrada hizo una seña y mágicamente apareció un mesero vestido todo de blanco con camisa guayabera.
—Les presento a Tomás, el será su mesero esta noche.
—Acompañenme.
Y entonces entramos a este restaurante que me había impresionado desde la primera vez que lo conocí. La mayoría de la construcción era de ladrillo, después de entrar por una corta recepción con una salita de colores llamativos y figuras extrañas había unas puertas de cristal que daban a un patio interior.
Ahí estaban las mesas. Mesas rectangulares con manteles de cuadros y floreros altos muy a lo mexicano, había también mesas circulares pequeñas para cuatro personas con velas rojas como centro de mesa y el cuero rojo de la mesa haciendo choque de colores sin dejar de parecerme hermoso.
Había dos filas de mesas, ambas filas se seguían entre sí como un círculo alrededor de lo que era la pista de baile. Había velas también en las paredes, colgantes de acero del techo como decorativo, pero la mayor decoración interna eran las propias bugambilias que formaban un tercer circulo más pequeño para dejar bien definido donde estaba el lugar para bailar. Ahí ya había algunas parejas.
Y entendí entonces que si hubiese venido con cualquier otro tipo de vestimenta me habría sentido no acorde a la oportunidad de ir junto a la temática.
Cuando llegamos a nuestra mesa, circular y pequeña, el joven que nos acompañaba nos entregó un menú de bebidas.
—¿Quiere que avise en cocina que preparen su cena? —preguntó el joven mientras Jasper movía la silla para mí, yo apenas estaba tomando asiento y no pude evitar fruncir el ceño porque aún no habíamos ordenado. Le di vueltas al menú pero aquí sólo había listas de nombres de botellas y bebidas.
—Tuve que ordenar anticipado y pagar para que pudieran hacer todas esas reservaciones —explicó Jasper y luego se apresuró a añadir mirando al mesero— ¿podría traerme el menú? —y una vez que el joven se alejó volvió a decir Jasper como si conmigo debiera andarse con pincitas— obviamente puedes ordenar algo más.
Asentí, porque yo era quisquillosa con la comida y no iba a dejar que una mala elección arruinara esta cena.
¡Bien! Ya no quería que esto fuera un fracaso. ¿Algún problema? Este lugar era hermoso como para arruinarlo con niñerías. Y el hecho de que Jasper hubiese recordado lo mucho que me gustó la primera vez que estuve aquí había terminado por hacerme ceder por completo. Que esto le pasaría a cualquiera.
Miré hacia las otras mesas, la mayoría eran mesas con dos personas. Por supuesto. Había algunas de grupos de amigos y otras de familias, pero no había ninguna mesa con una joven sola, por eso nunca volví.
Pero aquí estábamos de nuevo, casi un año después.
El mesero me entregó el menú y me puse a buscar algo interesante. Mientras tanto Jasper revisaba el menú de bebidas.
—¿Quieres elegir el vino? —ofreció Jasper y negué con mi cabeza. Yo no tenía idea de cuál era la diferencia entre vinos rosados, blancos o tintos. El alcohol tenía una exclusiva función: emborrachar, y yo de él sólo sabía identificar cuando estaba sobria, divertida, a punto de emborracharme, cuando era el último trago antes de caer borracha y cuando realmente estaba borracha. Fin.
—No creo que sea buena idea tomar alcohol —dije sin levantar la vista, sin querer decirle que esperaba que si decidíamos dormir juntos no fuera el alcohol un motivante para hacer eso. Además, no es que quisiera comparar pero ya bastante malo era saber que James no recordaba esa incestuosa única vez juntos, para añadir a Jasper a los hombres que no recordaban haberme follado—. Quiero éste —señalé el menú mostrándole al mesero lo que quería: Filete ribeye de 400 gramos con verduras al vapor y gravy.
El mesero miró de mí a Jasper antes de asentir tensamente.
—¿Ocurre algo? —¿acaso me había pasado demasiado con lo que Jasper había pagado?, supuse que ese era el problema así que me apresuré a añadir el siguiente comentario porque no iba a permitir que una cantidad de dinero estropeara tan pronto nuestra tercera cita. ¡Ya lo sé! Mi plan había cambiado. Deja de juzgarme—. Pagaré la diferencia —aunque no tenía idea de cómo considerando que mi diminuto bolso sólo tenía espacio para la llave de mi apartamento, mi celular y mi identificación, aunque era obvio que pude haber metido una tarjeta pero no pensé que eso fuera a ser un inconveniente—, elegiré algo más.
Agarré el menú de nuevo, pero Jasper fue más rápido y me lo arrebató.
—¿Hay algun problema con su orden? —preguntó Jasper dirigiéndose al mesero.
—No, señor. Todo está bien. Es solo que ella está ordenando lo mismo que usted pidió para la señorita.
¿No es terrible cuando te das cuenta de lo predecible que en realidad eres? Jasper tenía una grande sonrisa de idiota satisfecho consigo mismo y yo un rabioso sonrojo.
—Será eso y queremos una jarra de agua de fresa —dijo él entregándole el menú al mesero y no pude evitar alegrarme porque hubiese decidido pasar del alcohol sin hacer mayores comentarios.
—Su cena estará lista en aproximadamente treinta y cinco minutos, les invitamos a hacer uso de nuestra pista de baile mientras esperan —y sin añadir más se marchó.
—Es como la tercera sorpresa de la noche, ¿no crees? —dijo Jasper refiriéndose a mi elección de cena, al hecho de sorprenderme con no llevarme a comer sushi y a sorprenderme con este restaurante.
—Soy predecible —dije encogiéndome de hombros.
—Yo diría que eres lo opuesto a predecible.
Pero como si quisiera el destino contradecir las palabras de Jasper regresó el mesero con las entradas: cuatro diferentes salsas en elegantes platos pequeños de porcelana acompañados de totopos.
Verás. Algunas mujeres sienten debilidad por las flores, otras por los dulces, los postres, el chocolate, los regalos costosos. Yo tenía debilidad por el picante y la comida.
En cuanto el mesero se retiró le lancé una mirada a Jasper que decía ni se te ocurra reírte.
—Voy a cambiar de hábitos después de hoy. Lo juro —sentencié refiriéndome a lo predecible que me había vuelto para todos. Aunque él obviamente no podía dejar pasar una para molestarme.
—Muy buena idea, comienza con esa tontería de salir con idiotas.
—¿Quieres que duerma o no contigo? Porque pareces sugerir lo contrario —dije acida y mezquina, pero él solo sonrío sin mostrarse ofendido. Porque como ya he dicho antes Jasper tenía el don para volver mis insultos en niñerías.
—¿Te han dicho que tienes un talento nato para responder? En milisegundos armas un insulto inteligente.
—Es que soy inteligente, todo lo que diga debe ser así.
—¿Lo ves? —puse los ojos en blancos mientras mordía mi labio inferior para contener una replica veloz. Agarré un totopo y lo hundí en la salsa roja antes de llevarlo a mi boca para tener algo en lo que tener entretenida a mis dientes en lugar de morder a Jasper con comentarios.
El mesero regresó con una jarra de agua, luego nos sirvió en los vasos de cristal que ya estaban en la mesa y cuando se marchó le pregunté a Jasper:
—¿Habías regresado aquí después de esa vez? —negó con su cabeza.
—¿Tú?
Esperé a que él se llevara el vaso de agua a los labios antes de responder.
—Sí, tengo planes de dormir con todos los meseros —conseguí hacer que tosiera en respuesta, no pude evitar la risa aunque a mi favor le ofrecí mi servilleta de tela mientras cambiaba de silla para sentarme a su lado y darle un par de golpecitos en la espalda hasta que pudo respirar con normalidad, la voz de Rose se repitió en mi cabeza: Eres mala, Alice.
—Entonces —aclaró su garganta antes de seguir hablando, aun luchando con su anterior ahogo— ¿podrías conseguirnos un descuento, no?
Me reí de nuevo. Aunque mi risa se detuvo cuando Jasper puso su mano en mi rostro para enviar detrás de mi oreja mi mechón rebelde de cabello. Me quedé quieta bajo sus manos deseando que se acercara un poquito más y me besara por tercera vez. Que sí. Llevaba la cuenta. Patética.
—¿Sin corazones ni flores? —su pregunta es retórica porque sin esperar respuesta continua—, incluso si resultas ser terrible en la cama —abro la boca indignada—, deberías elevar tus filtros. Te mereces a alguien que se esmere por ti —¿acaso todo lo estaba haciendo para darme una extraña lección de cómo debía ser tratada? No lo creía, Jasper no era tan dedicado en eso de salirse con la suya y querer cambiar al mundo. Pero decidí quedarme con lo más seguro de todo lo que dijo.
—Yo no soy mala en la cama —su sonrisa le hacía mostrar los hoyuelos de sus mejillas.
—¿Y eres buena bailando? —pregunta apuntando con su mentón hacia la pista. Y sin esperar respuesta de mi parte, Jasper se pone de pie estirando su mano hacia mí. Sacudo mi cabeza—Venga, Alice. Sólo un baile, sin repetir.
Idiota, pienso aunque no dejo de sonreír. Me levanto y lo agarro del brazo caminando hasta el centro de la pista. Con qué planea molestarme con esto hoy. Bien.
—Sin repetir.
Mientras giramos en nuestro lugar no puedo evitar preguntarme si Jasper será malo en algo. Parece un bailarin sacado de un grupo de profesionales.
—¿Cómo es que sabes bailar? —pregunto aprovechando que me tiene sujeta con su mano en mi espalda pegándome a su cuerpo. Sonríe sin responder mientras agarra mi mano derecha y me hace dar tres vueltas en mi sitio antes de volverme a atrapar.
—Clases de baile.
—¿Aprendiste a bailar esta semana?
Niega con su cabeza, vuelve a darme una vuelta, pero ahora cuando me atrapa quedo mirando hacia el resto de bailarines con él a mi espalda, su mano va a mi cadera y otra a mi abdomen. Su mentón se recarga contra mi cuello.
—Sé bailar desde niño. Cinco hermanas —es todo lo que dice y yo entiendo a lo que se refiere.
—Pareces del tipo con dos pies izquierdos —tal vez eso lo pensaba porque sus lentes lo hacían ver medio nerd y tenía muchos prejuicios estúpidos al respecto, aunque hoy no trae los lentes sino las lentillas y me parece todo menos un chico antisocial. Deja un beso en mi cuello y en respuesta, sólo para recordarle que quien tiene el control aquí soy yo, pego mi trasero contra su entrepierna.
—Alice —su voz es una advertencia que decido ignorar mientras sigo meneando mis caderas contra él al ritmo de la música— estás jugando con fuego.
—Sé jugar con fuego.
¿Verdad que sí?
Después de eso nos dedicamos a reír y bailar, que para eso ambos éramos buenos. Noté cuándo la primera canción terminó, pero como él no hizo intento de volver a la mesa seguimos bailando, dando vueltas y cambiando de ritmo cuando así lo requirió la música y entonces entendí que habíamos pasado de la segunda a la tercera canción.
Y yo que soy hormonal y adicta al sexo sólo tenía grandes deseos de que él volviera a poner sus labios en mi cuello por lo menos, pero Jasper era uno de esos tipos muy decentes o de esos idiotas que se hacen desear y no volvió a poner sus labios en ninguna parte de mi cuerpo.
Por eso cuando Jasper señaló hacia nuestra mesa donde estaba el mesero poniendo la cena, me alegré. Porque estaba segura que si nos hubiésemos quedado una canción más habría sido yo quien se habría lanzado a él.
Mientras comíamos estuvimos platicadores y risueños hasta que tuve que preguntar algo que había comenzado a picarme en la cabeza con gran curiosidad:
—Si no hubieras arruinado la segunda cita, ¿a dónde me habrías llevado? —era un tema peligroso porque nuestra segunda cita fue un fracaso y en general todo lo del miércoles, pero podía andarme por la línea delgada de lo seguro.
—Vas a arrepentirte de haber cancelado esa cita si te lo digo ahora —sonaba seguro y tranquilo así que insistí.
—Por favor —pero no responde—, pongamos a prueba tu capacidad de planear citas.
—Soy un organizador compulsivo, Alice —me encojo de hombros y le ruedo los ojos porque es demasiado orgulloso de sí mismo, si existiera un club de fans de él seguramente sería él mismo la persona a cargo.
Y mientras lo dice saca su celular y comienza a mover la pantalla hasta que da con lo que sea que esté buscando. Me lo muestra, su correo electrónico. Una confirmación de una reservación. ¿Iba a llevarme a un hotel? Hotel Golden & Spa. Levanto una ceja mientras agarro el celular para leer el resto de la cotización.
Mierda.
La risa de Jasper me parece aun más detestable que el hecho de que haya arruinado lo que pudo ser una perfecta segunda cita.
—¿Un día en el spa?
—Una tarde en el spa —me corrige. Hago zoom a la cotización que aparece ahí. Era un spa con absolutamente todo lo pensable. Circuito Spa, masaje con piedras calientes, masaje relajante, acupultura, masaje facial y de pies, cena tres tiempos. Le lanzo una mirada llena de enojo fingido a Jasper.
¿A esto se refería con llegar a segunda base? Miro la imagen de la mujer desnuda con una sábana blanca encima mientras alguien le pone las manos encima para darle un masaje. Maldita sea. Vuelvo a mirarlo.
—¿Y qué hiciste con la reservación?
Seguramente la uso en alguna otra chica a la que quería impresionar. Paso con fuerza el nudo en mi garganta. No me importa. Es tan libre como yo de hacer lo que le venga en gana.
—Ya lo había pagado —se encoge de hombros. Mi sonrisa quiere caerse, aunque me obligo a sostenerla. Claro, llevarme a mí o cualquier otra chica no es gran diferencia. Me siento un poco mejor por no haber ido yo, es más, pobre mujer que tuvo que usurpar ese lugar sin saber que era el platillo número dos de la tarde.
—¿Y añadiste postre a la cena? —pregunto cambiando de tema.
—Se lo di a Rose —mis ojos no pueden evitar abrirse con sorpresa y un segundo después lanzarle dagas con los ojos.
—Rose está casada con Emmet.
Se ríe esta vez en respuesta mientras yo lo miro con seriedad, considerando entre llamar a Emmet para que le dé una paliza o no.
—Claro que está casada con Emmet. ¿Con quién más iba a ir ella?
—¿Dices que mientras yo me quejaba de tu idiotez con ella, ella estaba pasándoselo relindo en un spa?
—¿A qué hora le llamaste?
—A las siete.
Pone una fingida cara de drama que me consigue sacar una sonrisa.
—Me temo que ahí estaba ella.
—¿Sobornaste a Rose para ponerla de tu lado?
Se encoge de hombros con ahora una falsa cara inocente. Pero evade la respuesta. Rose iba a pagármelas más tarde, eso seguro.
—Admitelo, Alice, te habría gustado nuestra cita si hubieras aceptado.
Me encogí de hombros.
—Lo siento, pero incluso si me hubieras dicho a donde planeabas llevarme no habría aceptado salir contigo. Cruzaste una línea importante.
Pico con mi tenedor verduras y me las llevo a la boca mientras mantengo la mirada en las parejas que bailan en la pista.
—Te prometo que jamás volveré a decir ninguna estupidez como esa.
—No a excepción que quieras morir —intento quitar la tensión con un comentario gracioso y falso amenazante. Lo último que necesito es mostrarle que sus palabras tocaron fibras sensibles en mi interior.
—¿Habías vuelto aquí? —y mientras lo dice deja el vaso de agua sobre la mesa, no puedo evitar sonreír burlona.
—No, aquí no vuelves sola.
Y luego pregunto algo que me ha rondando desde que llegamos al restaurante:
—¿Por qué no elegiste este lugar para tu cumpleaños el año pasado?
—Supongo que por lo mismo. Sandy y yo habíamos terminado, Victoria estaba fuera de la ciudad y James también iba a estar solo, y Edward estaba teniendo roces con Heidi en esas fechas. Así que no era un momento para venir a un restaurante con baile y música en vivo. Fuimos a jugar Paintball y juegos extremos —que envidia.
—¿Y por qué yo nunca he sido invitada a esos cumpleaños si también somos amigos?
—Ya te lo dijo Edward antes, sólo somos nosotros y nuestra parejas. ¿Alguna otra pregunta? —Mierda, qué predecible, Alice.
—¿Recuerdas el nombre de todas tus exnovias? —evado.
—Sí —y sé que no miente— ¿por qué no iba a recordarlos? No recuerdo el nombre de todas las mujeres con las que he dormido, aunque es seguro que las reconocería. ¿Algo más? —sonríe sabiendo que eso no es lo que me interesa saber.
—¿Y tú eres quien termina siempre? —¿pero qué mierda pasaba conmigo?
—¿A dónde va todo este interrogatorio? —pregunta evadiendo mi pregunta, aunque sin perder la sonrisa. Sus ojos me escanean como si pudiera leerme e intento mantenerme inexpresiva.
—Responde.
—Supongo que cuando no es algo como mudanzas a otras ciudades o cosas parecidas, yo soy quien termina.
—¿Por qué?
—No lo sé, solo no eramos compatibles. ¿Hay una pregunta que quieras hacerme en realidad? —Jasper tenía un límite de paciencia.
—¿Por qué terminaste con Sandy?
Abre y cierra la boca, pero no responde. Sandy era su novia hace un año, pero dos días después de nuestra comida aquí ellos habían terminado aunque antes de eso él parecía muy enamorado de ella.
Mi mano va a su rodilla.
—Responde.
—¿Realmente te gusta jugar con fuego, no?
—Y soy buena en eso —digo con seguridad y una sonrisa.
—Voy a usar mi derecho a guardar silencio hasta que no tenga un abogado.
—¡Por favor! —me quejo sabiendo que estaba muy cerca de escuchar la respuesta, pero no insisto porque sé que se mantendrá firme en eso de callar.
Se ríe de mí y cuando miro su plato y el mío me doy cuenta que ambos terminamos de cenar. Miro a la pista de baile pero no se me antoja volver a bailar tampoco.
—¿Quieres pedir postre? —ofrece.
—¿Pediste algo antes? —niega con su cabeza.
Niego con mi cabeza.
—¿Y que te ha parecido nuestra tercera cita? —pregunta acercando de nuevo su mano hacia mí para acomodar mi mechón tras la oreja, venga si había considerado deshacerme de él ahora planeo mantener siempre ese mechón con el mismo largo si él va a… ¿qué digo? Él no va a siempre enviar ese mechón tras mi oreja. Esta es nuestra última cita. Porque así me gusta, me recuerdo.
—Estupenda —la palabra se siente en mis labios como un insulto y él se ríe en respuesta.
—¿Jamás vas a superar eso, cierto? —pues no, porque yo no habría catalogado a nuestra primera cita así. Me encojo de hombros.
—No sé de qué hablas —agarro otro totopo y más salsa. Aunque para este punto y tras la cena ya sólo queda salsa de chile de árbol ahí, por lo que apenas introduzco la punta de mi totopo, pero no me lo llevo a los labios.
La mano de Jasper no se ha retirado de mi rostro de hecho tiene sujeta mi mejilla y hace círculos con sus pulgares en mi piel, me recorre por toda mi quijada hasta el mentón y luego sube a mis labios dando un par de toquecitos. Y yo tengo que resistir el impulso de morderlo, chupar y besar esa pequeña parte de él.
—Tenemos dos estupendas y una terrible, pero aun así no estás obligada a nada, Alice.
Ruedo los ojos. Claro. Con él siempre tengo que dejar expuesto todo, si voy con él a su apartamento será mi elección. Ahora tengo que elegir entre pasar de él o dormir con él, y lo que sea que decida será mi elección. Y una elección requiere reflexión y eso significa que después de pensármelo por una semana y tres citas decidí dormir con él. Eso debe regocijarle mucho. Pero no voy a darle el gusto.
—¿Pedimos la cuenta? —digo en cambio sin responder.
—Sólo tengo que pagar el agua —levanta el brazo y a los segundos llega Tomas, nuestro mesero con una libreta negra con la cuenta. Hay dos pastillas de menta ahí, tomo una de ellas mientras Jasper deja un billete.
—Estuvo deliciosa la cena —le digo cuando al fin el mesero se retira con nuestra propina. Jasper se pone de pie y me ayuda a correr mi silla hacia atrás para que yo pueda salir.
—Deliciosa —dice pero sus ojos se mantienen sobre mí. Asiento. ¿Por qué no me siento tan motivada a seguir nuestra cita? Oh claro, porque esta es nuestra tercera cita. Después de aquí tendremos sexo y entonces no volveremos a repetirlo, porque es como a mí me gusta, aunque por suerte hoy dormí por la tarde y me siento tan fresca y despierta como si fuera mediodía.
—¿Listo para poner a prueba tu autocontrol?
Sostiene mi mano mientras yo tomo mi bolso y después caminamos en silencio hacia la salida. Su automóvil ya está esperándonos ahí frente a las puertas. Cuando abre la puerta del carro gano tiempo con una última petición.
—Dime algo que me haga ir contigo a tu apartamento.
Me suelta y se recarga contra la puerta del pasajero mientras me mira como si estuviese escaneando mi reacción futura.
—No me gusta el sexo por lástima, Alice.
—No es sexo por lástima. Solo di algo.
Acerca su mano a mi rostro y manda detrás de mi oreja el mechón rebelde. Sin embargo, deja su mano alrededor de mi rostro, pasando su pulgar por el contorno de mi cara.
—¿Sabes cuánto tiempo llevo detrás de ti?
Paso saliva antes de sonreír.
—¿Algunos meses?
Mira mis ojos, niega lentamente y luego me da una sonrisa que es capaz de detener el tráfico de la ciudad más poblada del mundo.
—Algunos años.
¿No he dicho antes que Jasper es un hombre tramposo?
¿Te gustaría leer un capítulo especial narrado por Jasper? De ser así dejamelo saber, porque tengo uno listo para subir pero me gustaría saber si preferirías que solo fuera narrado por Alice sin capítulos especiales de Jasper.
Dejame saber que te ha parecido esta tercera cita.
Este es el segundo libro de la saga La vida de ellas. La primera parte puedes encontrarla en mi perfil: Una dama de burdel.
Cada libro cuenta la historia de sus diferentes personajes femeninos, así que son independientes entre sí.
No olvides dejar tu comentario y seguir esta historia.
