Disclaimer: Esta historia y sus personajes no me pertenecen. La historia es de WitchyGirl99 y los personajes son de Rumiko Takahashi, yo únicamente traduzco.

Una suerte de hermosura

(Estrellas)

Inuyasha miró a Kagome mientras dormía, sintiendo su respiración constante al inhalar y exhalar. Tenía una suerte de hermosura, pero no podía decir realmente cuál. Su cerebro se negaba a reconocer ninguna.

Suspirando, miró alrededor del ascensor, sin sorprenderse de lo poco que le gustaba. Había cuatro paredes, contra una de las cuales estaba apoyado. El techo no era exactamente entretenido tampoco. Los botones brillaban tenuemente y el altavoz estaba en silencio. Se preguntó, no por primera vez, qué demonios estaba pasando.

Inuyasha no era particularmente religioso. Ni siquiera era la clase de persona que creyese en la intervención divina o en el destino. Las cosas simplemente pasaban. La mierda pasaba sin más.

Cuando se quedó fuera de su hogar, había pasado porque sí. Su padre había echado el cerrojo y se había asegurado de que no pudiese entrar. Cuando Sesshomaru y él trabajaron y tuvieron una empresa juntos, a pesar de que Inuyasha siempre supo que nunca sería el perfecto, había ocurrido sin más. Así que, ¿y si su padre estaba ligeramente confundido con todo aquello de la copropiedad? Sesshomaru necesitaba un socio y, aunque Inuyasha no era exactamente amigo suyo, no tenía a nadie más cercano. De hecho, Sesshomaru no conocía a nadie aparte de aquellos con quienes trabajaba.

Era a menudo el chiste con el que Inuyasha empezaba cada vez que las cosas se calentaban entre ellos.

¿Qué problema hay, Sesshomaru? ¿Sigues siendo virgen?

Sesshomaru normalmente tenía una réplica ocurrente que devolverle.

Para ser sincero, Inuyasha todavía creía que su hermano era virgen. Lo más cerca que había visto a su hermano de «intimar» con otra persona era estar de pie a un milímetro más cerca de aquella mujer. Aquello tal vez había pasado una vez.

Pero sin importar lo que hiciera Sesshomaru con su falta de vida sexual, o sin importar lo que hiciera Inuyasha con la suya, que era abundante, la vida seguía. Inuyasha siempre estaría de acuerdo con aquella sola afirmación. Lo que pasaba, pasaba. Amén.

Pero entonces estuvo ella. ¿Qué demonios se suponía que debía hacer con ella?

Y aquí estaba todo el fiasco de quedarse atrapados. Los ascensores no dejaban de funcionar sin más. El mantenimiento se hacía a menudo, maldita sea. Él lo sabía. Veía los precios de cada maldita factura.

¿Con qué estaba soñando Kagome? Inuyasha giró la cabeza para mirar a la mujer con la que estaba atrapado. Su cabeza estaba apoyada contra la pared, inclinada hacia él. Era increíble que estuviera siquiera en aquella posición, para empezar. Si hubiera sido él, se habría caído al suelo hacía mucho.

—¿Quién demonios eres? —susurró, solo porque sintió que la pregunta era adecuada. No estaba esperando una respuesta.

… Hasta que obtuvo una.

La cabeza de Kagome se deslizó lentamente por la pared, cayendo hasta descansar sobre su hombro.

Y aquello… bueno, Inuyasha tenía que contemplarlo. Primero, no tenía nada más que hacer. Segundo, acababa de hacerle a la mujer durmiente una pregunta y su respuesta llegó en la forma de acercamiento físico. Entonces, ¿era una señal? ¿Eran estos los fuertes poderes del destino jugueteando con sus dedos encima de él y jugando con él como si fuera una marioneta? Aunque Inuyasha se encogió al pensarlo, solo el peso de ella contra él le hizo preguntárselo.

Olía bien: a aire fresco y a vainilla. Si giraba muy ligeramente la cabeza, su pelo negro le haría cosquillas en la cara. Cada parte de esto se sentía bien. Cada aliento que daba lo notaba mejor, como si solo estuviera esperando a que se quedase dormida sobre él para comprender lo que necesitaba en realidad.

De nuevo, Inuyasha tuvo que preguntárselo. Si de verdad existía el destino, ¿qué aspecto tendría una señal? ¿Habría una señal como tal que le dijese que girase a la izquierda y tomase la calle Cielo o a la derecha y tomase la avenida Infierno? ¿Brillaría en neón y le gritaría como una alarma si la ignoraba?

¿O serían pequeñas cosas como el viento soplando contra su rostro o las estrellas haciéndole guiños en la noche? ¿Cómo demonios iba a ver la señal, cómo iba a entender al destino, si de verdad estaba allí?

Soltó otro largo suspiro, dándose cuenta de que lo apretado de su jaula lo estaba volviendo literalmente loco. Tenía que pensar en otra cosa. Inuyasha giró la cabeza de nuevo hacia Kagome y respiró hondo. Cuando ella soltó un pequeño gemido y se movió, vaciló y escuchó.

—Deseo —murmuró ella, frotando la nariz contra su hombro y derritiéndose una vez más contra él.

Inuyasha sonrió un poco. Esta mujer era definitivamente algo que no se esperaba. No estaba seguro de si era algo malo o algo bueno, pero Kagome Higurashi no iba a irse de su mente en un futuro próximo. Cuando salieran del ascensor, la raptaría e irían a comer. Aunque fuera la última vez.

Un gemido bajo salió de la garganta de Kagome y de repente su calidez se apartó cuando se incorporó.

—¿Qu…?

—Eh, estás despierta —declaró Inuyasha, estirándose para enderezarla un poco. Parecía como si fuera a volver a caerse sobre él en cualquier momento.

Kagome frunció el ceño, mirando alrededor del ascensor antes de gruñir.

—Seguimos aquí.

—Seguimos aquí —repitió él, suspirando—. No he tenido noticias de Kouga y asumo que Miroku sigue fuera con Sango, ya que no ha vuelto a informar.

—Probablemente esté disfrutando de su cita tomando café con Sango —murmuró Kagome, incorporándose—. O eso espero.

—¿Quién dijo que fuera una cita? —preguntó Inuyasha, arqueando una ceja—. Sango es demasiado buena para él. Es el mayor mujeriego que conozco.

Riéndose un poco, Kagome se encogió de hombros y cerró los ojos.

—Cuando te gusta alguien, no siempre te gusta por las razones correctas. —Su voz era extraña, hueca, como si le hubieran arrebatado algo. Se preguntó qué había deseado en su sueño.

—¿Dormiste bien? —preguntó Inuyasha.

Kagome se encogió de hombros, sin responder realmente.

—¿Alguna vez te das una vuelta por el ayer?

Inuyasha no estaba muy seguro de qué significaba eso.