Resumen: Mirabel fue elegida por la magia como la sucesora de la abuela Alma, pero también por un viejo enemigo de los Madrigal para saldar cuentas pendientes.

Notas:

1) Los personajes no me pertenecen. Los personajes de Encanto son propiedad de quien tenga los derechos (¿Disney?)

2) Este fic fue realizado sin fines de lucro, solo por diversión.

SUCESIÓN

CAPITULO 10

Habitación de la abuela

Días después

Mirabel se había olvidado del asunto de Isabela pronto, y esa mañana se dirigió a sus lecciones con su abuela después de desayunar con cuidado de no cruzar el patio, ya que estaba cayendo una lluvia torrencial fría que amenazaba con tornarse en una nevada. La boda de Dolores y Mariano era en menos de una semana, y Pepa la estaba planeando junto con la señora Guzmán. Sobra decir que su tía estaba muy estresada.

Para ese día, Mirabel ya había terminado los nuevos atuendos de Amelia, y había tenido que crearle una ruana para mantenerse tibia durante las nevadas que Pepa había causado en esos días por su estrés por la boda, además de un vestido para que pudiera asistir a la fiesta si es que se sentía bien para ello.

Mirabel llegó a la habitación de la abuela y llamó a la puerta.

-Pasa- escuchó decir.

Cuando entró, vio a su abuela mirando pensativa a la vela en la ventana, lo que hizo que ella borrara su sonrisa.

-¿Abuela?¿Sucede algo malo?- preguntó Mirabel.

-No, no sucede nada malo- dijo su abuela volviendo hacia ella y sonriéndole- es solo que a veces me olvido un poco de lo grandes que están todos ustedes. Dolores a punto de casarse entre… otras cosas-

La muchacha sonrió. No conocía la sensación que la abuela tenía. Para ella, Dolores siempre había sido igual, más grande que ella y mucho más madura, pero entendía que seguramente su abuela no se había acostumbrado aún a que sus nietos no eran niños pequeños.

Al ver a su abuela sentarse en la orilla de la cama, Mirabel se apresuró a hacer lo mismo.

-¿Qué veremos hoy?- preguntó.

La abuela suspiró y comenzó a acariciar su cabello.

-Hay un tema del que quiero hablar contigo, que no tiene nada que ver con la magia pero creo que es de lo más importante para ti- dijo Alma poniendo una mano sobre su hombro- después de lo que pasó con tu abuelo, yo nunca tuve la oportunidad de compartir el milagro con nadie más que con mis hijos. No sé que pasará cuando tú vayas a cargar con esta responsabilidad por completo, y no puedo darte un consejo al respecto. Lo que sí puedo decirte es lo que les dije a tu mamá y tu tía cuando tenían tu edad, y después a Isabela, Dolores y Luisa-

La muchacha no sabía a qué iba todo eso, pero asintió automáticamente. No era la primera persona que mencionaba eso. Isabela la había interrogado sobre Matías y Ricardo (y había tenido una pelea con ella de la que no quería acordarse), y también Camilo le había preguntado si ya tenía un novio y no le había dicho, ofendido creyendo que iba a responderle que sí.

-Mija, es muy importante que elijas bien a la persona con la que quieres pasar tu vida- continuó la abuela- no solo porque es importante que el milagro esté protegido de caer en las manos equivocadas y nadie vaya a abusar de su poder, sino porque tu felicidad debe ser lo más importante para ti. No te voy a decir a quién elegir, no cometeré el mismo error que con Isabela, solo te puedo decir que en tu corazón sabrás quien es la persona correcta, con la que puedas ser la maravillosa chica que eres-

-Gracias, abuela- dijo la joven sonriendo mientras la abrazaba con una sonrisa- te prometo que lo tomaré en cuenta-

Alma apoyó su cabeza sobre la de su nieta y sonrió.

Al terminar la sesión con su abuela, Mirabel se quedó pensando en lo que le había dicho y, sin querer, pensó en la pelea que había tenido con su hermana mayor, cada vez más segura de que había metido la pata al reaccionar de esa manera con Isabela. Era evidente que ella estaba preocupada.

No era como que se fuera a casar pronto, pero comenzó a meditar lo que le había dicho su abuela. ¿Quién protegería el milagro junto a ella y la haría feliz? Se sentía más cómoda con Matías, pero Ricardo era más guapo y aceleraba su corazón más. A Matías lo conocía de toda la vida, del otro chico apenas sabía un poco.

Sin saber la respuesta a su dilema, la muchacha gruñó revolviéndose el cabello. Ya lo averiguaría más tarde, de todos modos en ese momento no tenía que tomar una decisión.

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Plaza del pueblo

Esa tarde

Mirabel acompañó a su abuela a la iglesia a asegurarse de que tanto la ceremonia de la boda de Dolores y Mariano como las cosas para fiesta en la plaza estuvieran listas para el día de la boda. Al verlas salir de casita, Bruno se ofreció a acompañarlas también, aunque la mayor parte del camino iba cabizbajo detrás de ella y llevaba la capucha de su ruana puesta.

Cuando llegaron a la plaza principal, la abuela entró a la iglesia mientras que Bruno y Mirabel la esperaron fuera. Ya hacía varias semanas en las que Bruno no pasaba tiempo con su sobrina favorita porque siempre estaba ocupada, y quería aprovechar la oportunidad de hacerlo a pesar de que se sentía muy ansioso por estar en público después de tanto tiempo. Siempre se había sentido más a gusto en casita.

-Lamento mucho no haber podido ayudarte más, tío- dijo Mirabel de pronto.

-¿De qué hablas, mariposita?- dijo Bruno sin tener idea de porqué había dicho eso.

-De tus ratanovelas- dijo ella con una expresión culpable- cuando regresamos a casita te prometí ayudarte con todo lo de tus novelas, pero no he podido hacer mucho-

-Ah- dijo su tío relajándose un poco- no tienes porqué lamentarlo. Has estado muy ocupada con tus lecciones con tu abuela, con lo de Amelia y con… otras cosas- dijo Bruno sin especificar en lo último.

-Tío, no sé que…- comenzó a decir, pero alguien más la interrumpió.

-¡Mirabel!- los dos se volvieron para notar que Matías iba pasando por ahí, aún con su pesado delantal de herrero puesto y con un paño a manera de venda en una de sus manos. Y para Mirabel no pasó desapercibido que por primera vez en mucho tiempo no la había llamado Miri como siempre, que era algo que hasta Bruno sabía muy bien. Tenía una expresión extraña en su rostro, pero Bruno no sabía que era.

-Mati, ¿qué te pasó?- dijo Mirabel visiblemente preocupada por él, pero también un poco extrañada por el hecho de que el muchacho no la hubiera llamado como siempre. No era solamente que se sentía extrañada, sino también parecía un poco dolida por ello.

-Me quemé en la forja…- dijo Matías alzando los hombros sin querer elaborar. Ahora Bruno entendía porqué se veía extraño, el joven estaba apretando los dientes de dolor- ¿tienes idea de dónde está la señora Julieta? La estaba buscando y no está en casa-

-Mamá dijo que iba a estar repartiendo comida en el puente del arroyo- dijo ella. Matías asintió y dio media vuelta para irse, pero Mirabel tomó el brazo del muchacho antes de que lo hiciera- Mati, ¿quieres que te acompañe?-

Matías pareció sorprendido por ese ofrecimiento y comenzó a sacudir la cabeza, pero no alcanzó a negarse en voz alta porque nuevamente fueron interrumpidos por otro muchacho, uno de los que venían de fuera del Encanto. Bruno no conocía su nombre pero era un joven alto con ojos oscuros.

Al verlo llegar, Matías se quedó como congelado viendo al otro chico poner una mano en el hombro de Mirabel y empujándola suavemente hacia un lado, haciéndola soltar al primer chico. Bruno entrecerró los ojos: al parecer ninguno de los dos se había dado cuenta de su presencia.

-Mirabel, no imaginaba encontrarte aquí justo cuando más tenía ganas de verte- sonrió el muchacho, lo que causó que ella se sonrojara un poco y le devolviera una sonrisa nerviosa por un momento, y Bruno observó que esa no era una sonrisa sincera de su sobrina.

-Hola Ricardo, dame un momento- dijo ella antes de volver su atención a Matías, pero nuevamente otro joven interrumpió su atención llamándola del otro lado de la plaza.

-Señorita Mirabel, ¿tiene un momento? Solo quiero hacerle una pregunta- dijo el tercero, a quien Bruno reconoció como el chico con el mismo apellido que el hombre que había tratado de raptar a Julieta cuando eran adolescentes. El hombre mayor frunció el entrecejo al verlo, pero Mirabel no pareció darse cuenta de ello.

-Eh… un momento- dijo Mirabel regresando nuevamente su vista a Matías, extendiendo una mano hacia él como si quisiera tomar su brazo de nuevo pero se detuvo antes de hacerlo- ¿estás seguro, Mati? No me molesta acompañarte-

Matías dudó un momento pero volvió a sacudir la cabeza.

-No es necesario. Te lo agradezco, Mirabel- dijo Matías en un tono distante.

Ahí estaba otra vez, no había usado el apodo que tenía para ella. Bruno no sabía porqué el muchacho hacía eso o se negaba a que lo acompañara cuando en el pasado habría estado más que feliz con esa oferta. ¿Había pasado algo de lo que él no estaba enterado? No parecía porque Mirabel también parecía muy extrañada por ello.

-Mati, ¿hay algo que…?- comenzó a preguntar ella.

-¡Mirabel!¡Te necesito aquí dentro!- escucharon decir a la abuela desde el interior de la iglesia, y la aludida les dirigió una expresión de disculpa a todos los presentes antes de apresurarse a su lado.

-¡Voy, abuela!- exclamó antes de entrar.

Bruno vio a los tres jóvenes darle la espalda y volverse hacia la puerta donde Mirabel había desaparecido, y sintió un horrible escalofrío al recordar su visión. No duró mucho tiempo así porque, Matías se fue rumbo al arroyo a buscar a Julieta para que curara su mano y los otros dos se fueron por caminos opuestos.

Aquello hizo a Bruno caer en cuenta de que tenía que no podía seguir perdiendo más tiempo deseando que no pasara nada malo; le gustara o no tenía que mostrarle esa visión a su sobrina.

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Comedor de casita

Más tarde

Mirabel apenas había probado bocado durante la comida esa tarde. No sabía porqué le había molestado tanto el hecho de que Matías no la hubiera llamado Miri y que no hubiera querido su compañía al buscar a su madre. ¿Acaso ella había hecho algo malo o lo había ofendido de alguna manera? Se repetía mentalmente que en ese momento Matías tenía mucho dolor por su quemadura y por eso parecía más distante pero… ¿por qué se sentía tan feo su negativa?

Se puso una mano en el pecho e hizo un puchero. Hasta le dolía el pecho al pensar en que quizá Matías ya no la quería.

-¿Te sientes bien, Mirabel? Has estado muy seria desde que regresaste de acompañar a tu abuela- le preguntó Amelia preocupada.

-Estoy bien, solo no tengo hambre- respondió automáticamente. Amelia no pareció creerle pero no comento nada, pero solo puso una mano en su hombro y se fue tras Camilo sin insistir.

Mirabel se mantuvo en la mesa pensando nuevamente en lo que había pasado, repasando mentalmente lo que había visto y sus últimas interacciones con Matías. No recordaba haber peleado con él o algún otro indicio de que estuviera enojado con ella.

Aún pensaba en ello cuando se dio cuenta de que no era la única persona que se había quedado en la mesa cuando todos se levantaron. Bruno la miraba seriamente sin decir nada, como si estuviera esperando para no interrumpir su tren de pensamiento.

-¿Tío Bruno?-

-Ah, te estaba esperando pero parecías estar en tus pensamientos- dijo Bruno serio, como si supiera que tenía que hacer eso pero al mismo tiempo se resistiera- hay algo que… necesito mostrarte. ¿Podrías acompañarme a mi habitación?-

Preguntándose qué era tan importante como para que su tío le mostrara algo que no quería que viera, Mirabel lo siguió a su torre y los dos se acomodaron en su cueva de visiones. Bruno preparó todo lo necesario para su ritual: hierbas, cerillos, sal y arena.

-¿Vas a tener una visión?- preguntó Mirabel tomando asiento en la arena.

-Así es- dijo Bruno bajando la mirada y ofreciéndole sus manos para que las tomara- es algo que… que debí haberte mostrado hace tiempo. Desde el día en que creaste todas esas casas a la orilla del pueblo…-

Mirabel alzó las cejas pero no cuestionó a su tío en el momento, solo aceptó sus manos y miró el raro espectáculo de color verde a su alrededor que tan pocas veces había tenido el privilegio de ver. Su tío evitaba las visiones como la plaga, y mucho más evitaba mostrarlas a los demás, así que tenía que ser algo muy importante para que quisiera hacerlo. Volvió su atención a la visión.

Vio a su abuela entregándole la vela en la orilla del Encanto, pero Mirabel vio su rostro furioso cuando la tomó, haciéndola brillar como nunca había visto antes, volviendo toda la arena verde de la visión de color amarillo, como la mariposa que había visto en su primera visión. Cuando la luz de la vela regresó a su forma original, Mirabel se vio a sí misma sonreír aliviada.

Lo siguiente que vio fue a un grupo de personas saliendo del Encanto que parecían estar siguiendo a la abuela, quien llevaba la vela, y deteniéndose en el río en que el abuelo Pedro había muerto.

La visión cambió y se vio a sí misma con una sonrisa y luego girarse para darle la espalda y desaparecer tras una puerta de madera que le parecía extrañamente conocida, al mismo tiempo que tres figuras aparecían a sus espalda. Tres muchachos cuyos rostros no podía ver. Los tres se volvieron borrosos, y uno de ellos se acercó para tomar su mano. La segunda figura se acercó a ella, apartó al primero y la envolvió, haciéndola desaparecer.

La joven dejó escapar un pequeño grito el ver eso, y se cubrió la mano con la boca para no hacer ruido ni desconcentrar a su tío.

Finalmente se vio a sí misma en una casa donde nunca había estado antes, de rodillas en el suelo mientras que una figura la tomaba por los hombros. Una pared detrás de ella se rompió, pero la visión terminó y la arena cayó al suelo.

Mirabel se sentía sin aliento mientras que Bruno se llevaba las manos a la cabeza y decía repetidamente "es lo mismo, siempre lo mismo". No sabía por dónde empezar. ¿Un hombre la iba a hacer desaparecer?¿Eso quería decir que le harían daño? ¿Y por qué estaba llorando?

Cuando levantó la mirada vio a su tío Bruno temblando y tirándose de los cabellos. Mirabel se apresuró a detener sus manos para que no se hiciera daño.

-Tío, espera, está bien…-

-Lo siento, mariposita, lo siento…- dijo su tío en voz baja apretando los ojos.

-Tío, está bien. No ha pasado nada de eso aún- dijo ella, tratando de sonar más valiente de lo que se sentía- el futuro se puede cambiar, los dos lo sabemos-

-No debe pasar nada de esto- dijo Bruno seriamente- Mirabel, hoy vi una parte de esa visión en vivo. Te vi dándome la espalda y a tres jóvenes mirándote mientras que te alejabas en el interior de la iglesia…-

Mirabel se quedó helada. Entonces los tres jóvenes de su visión eran… ¿Matías, Ricardo y el chico Marfil? ¿Eso era a lo que su tío se refería con lo que acababa de decir? Y si era así, ¿quién de ellos le haría daño?

Eso era fácil de saber: Adrian Marfil. Él era el nieto del hombre que odiaba a su familia después de todo, y no le sorprendería que intentara vengarse de los Madrigal con ella. Ya sabía que tenía que andar con cuidado de él, pero ahora que sabía eso tendría mucho más cuidado cuando saliera al pueblo sola.

Bruno seguía nervioso a pesar de su gesto, y Mirabel le dio unas palmaditas. Ella no estaba mucho mejor, pero era mejor disimulando su miedo.

-Va a estar bien, tío. A partir de hoy tendré más cuidado cuando esté con ellos, te lo prometo- dijo la joven- no tienes que preocuparte-

Su tío tardó unos momentos, pero se tranquilizó y le sonrió. Mirabel tenía la impresión de que no quería dejarla ir aún, y pronto se dio cuenta porqué: Bruno tiró de su brazo para acercarla a ella y la envolvió en un abrazo un poco incómodo, pero no por ello menos sincero. Su sobrina la abrazó de vuelta con el mismo cariño, y se mantuvieron así por unos momentos.

-Hay algo que quiero pedirte- dijo Bruno en voz baja- cuando tuve esa visión, le prometí a tu madre, a tu tía y a tu abuela que no les diría nada sin importar que fuera buena o mala, sino que solamente actuaría como fuera necesario. Por favor, no les digas nada a ninguna, no quiero que te dejen encerrada en casita, ya tienes muchas preocupaciones en mente como para que agregar esto…-

-Gra…gracias por confiar en mí, tío- dijo Mirabel con una sonrisa, aún sin decidir si eso la hacía sentir mejor o peor.

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Arroyo

Más tarde

Mirabel salió de casita y se dirigió hacia el arroyo para pensar ella sola. Había un lugar cerca del sitio que una vez había compartido con Matías a donde le gustaba desaparecer, así que después de bajar de la torre de Bruno e ignorar las insistentes preguntas de Camilo sobre porqué parecía tan asustada, Mirabel se dirigió a ese lugar.

¡Tenía tantas cosas en la cabeza! La extraña actitud de Matías, los avances de Ricardo, su miedo por Adrian Marfil y encima de todo la visión de Bruno. Sentía la cabeza pesada y necesitaba examinar todo con detenimiento.

La parte de la visión era la más problemática. No podía negar que tenía miedo a pesar de lo valiente que se había portado delante de su tío, pero no podía hacer nada más que estar vigilante y no bajar la guardia, y así quizá nada ocurría.

Y sobre el asunto de Matías, no había nada que pudiera hacer si su amigo había cambiado de opinión sobre cómo se sentía y si él ya no quería verla. No lo culpaba: ella no era nada extraordinario y no sabía porque le gustaba a Matías, pero la sola idea de que no quisiera verla le dolía, así que la desechó. Si él no quería su compañía (nuevamente, eso le dolía), no había nada que pudiera hacer. Lo iba a extrañar más de lo que le gustaría admitir, eso sí, pero quería pensar que sobreviviría.

La muchacha aún estaba pensando en ello cuando de pronto escuchó un ruido cercano en el arroyo, como si alguien estuviera lanzando rocas al agua.

Plop… plop… plop…

Mirabel levantó la vista y se dio cuenta de que no estaba sola. Matías estaba sentado en el suelo dándole la espalda a varios metros de donde estaba ella, y seguramente no la había visto porque había un gran árbol de plátanos con enormes hojas que la ocultaban de su vista. Aún así, se puso de pie con la intención de ir a hablar con él y averiguar lo que había pasado entre ellos, pero dos personas se interpusieron en su camino.

Camilo y Lucía.

-¿Pero qué…?-

-Yo no haría eso si fuera tú, Mira- dijo Camilo seriamente. Tenía mucho tiempo en que no lo veía así, como si estuviera enojado con ella- no después de lo que has estado haciendo-

-¿Qué he estado haciendo?- preguntó ella confundida. Una cosa era que Matías no quisiera verla, pero que Camilo estuviera enojado era raro. Esta vez Lucía fue la que le respondió.

-Mi hermano está convencido de que tú estás de novia con otro, ha decidido que va a dejar de perseguirte y poner algo de espacio entre ustedes dos- le explicó Lucía- dice que no se quiere interponer entre ustedes-

Aquello nuevamente le dolió. No podía creer que estuviera en esa situación, y no quería perder a Matías, aunque solo fuera su amigo.

-Yo… yo no sé de que estás hablando, no estoy… no estoy… no estoy de novia de nadie, ni… enamorada de nadie- dijo Mirabel sinceramente- Mati no tiene que tratarme diferente…-

Camilo y Lucía se miraron entre sí como si no pudieran creer que Mirabel dijera algo tan tonto.

-Mira, ya van dos veces en las que ve a Ricardo acompañarte de regreso a casita abrazado de ti- le explicó Camilo- sé que al menos puedes pensar en cómo se debe sentir Matías después de haber visto eso y puedes dejarlo en paz por ahora-

-Pero…- dijo Mirabel, su corazón casi gritándole que apartara a esos dos que estaba interponiéndose en su camino y se acercara a Matías para arreglar las cosas con él.

-Ya lo superará en el futuro y podrán seguir adelante con sus vidas- dijo Camilo seriamente- por lo pronto déjalo en paz, es evidente que le duele mucho cada vez que te ve-

"¡No!", exclamó la mente de Mirabel. Sabía que estaba en su derecho de hacerlo, pero una horrible sensación de impotencia y opresión en su pecho comenzó a aumentar en su interior pensando en que no quería que Matías siguiera adelante con su vida sin ella. Él era el muchacho que la quería, la protegía y guardaba sus secretos, su mejor amigo a quien jamás podría tolerar perder.

Sus ojos se llenaron de lágrimas al caer en cuenta de ello, y también de ese sentimiento de culpa, aunque no había hecho nada para herirlo pero lo había hecho inconscientemente.

Mirabel abrió los ojos y la boca al caer en cuenta de lo que había sentido: ¡era él! ¡No quería perderlo porque era él! Lo miró de nuevo entre los rostros molestos de su amiga y su primo, viendo su expresión triste y herida, y se sintió horrible de que ella le había hecho eso sin saberlo.

-Yo… yo…- tartamudeó Mirabel con lágrimas en los ojos.

-¿Tú qué?- preguntó Camilo suavizando su expresión al verla llorar, algo que no se esperaba- ¿Mira?-

La joven no respondió, en vez de ello les dio la espalda y se fue corriendo a casita tratando de no llorar hasta que llegara a su habitación. No podía permanecer ahí, y dejó a Camilo y Lucía mirándose preocupados.

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Cocina de casita

Al mismo tiempo

Julieta había estado muy pensativa esos días. Isabela y Camilo le habían referido por separado sus preocupaciones sobre Mirabel y ese muchacho que acababa de llegar al Encanto. Su hija mayor le había dicho que creía que su hermanita estaba enamorada de ese muchacho que parecía mucho mayor que ella y que por alguna razón le daba una mala espina. Y su sobrino le dijo que Mirabel estaba insegura con sus sentimientos y que inconscientemente había herido a Matías.

Ella no solía meterse en esos asuntos, sabía que en esas cuestiones del corazón era mejor esperar a que sus hijas tomaran su decisión. Por eso no había interferido con Isabela cuando ella y Mariano estaban comprometidos (aunque quizá hubiera sido sabio hacerlo) y por eso no había hecho nada hasta ahora, pero cada vez pensaba más que valía la pena decir algo a su niña.

Sabía bien que Mirabel estaba bajo mucha presión entre lo que la abuela, la familia y el Encanto esperaban de ella, aunque la presión no fuera tan grande como la de Isabela hacía un par de años o la de Julieta misma cuando era joven, pero sabía lo mucho que su hija quería que su familia estuviera orgullosa y se esforzaba al máximo, además de que solo era una adolescente.

Encendió la estufa y comenzó sacar los ingredientes para preparar arepas, ya que eso solía ayudarla a pensar las cosas mejor. Sacó la mantequilla para que se templara cuando escuchó un ruidito proveniente de una esquina de la cocina, como un llanto ahogado.

Se asomó en un espacio entre una encimera y la otra para encontrarse a Mirabel ovillada ahí, llorando quedito y cubriéndose la boca con una mano para no hacer ruido. Levantó la vista a su madre con lágrimas en los ojos.

-Ay Mira, ¿qué te pasó?- dijo ella en voz baja- ¿estás lastimada?-

Mirabel sacudió la cabeza sin dejar de sollozar cubriéndose la boca con una mano. Con cuidado Julieta la sacó de ese rincón y se sentó en el suelo para atraerla a su regazo, abrazándola. Por un largo rato la dejó desahogarse, solo abrazándola y acariciando su cabello. Sabía que esa era una de las pocas cosas que su comida no podía curar.

-¿Qué pasó, mi vida?- dijo Julieta después de un largo rato de verla llorar- ¿alguien te hizo daño?-

-No, mami- dijo Mirabel- creo que yo fui la que… me di cuenta que…-

Julieta esperó nuevamente a que su hija se tranquilizara y le contara lo que había pasado, desde toda la responsabilidad sobre sus hombros y lo que el pueblo esperaba de ella, la revelación de que Matias estaba enamorado de ella, el otro muchacho que la buscaba y la conversación con Camilo y Lucía. Al final le confesó que por fin había caído en cuenta de que Matías era el muchacho al que quería y que creía que ya lo había perdido.

-Mira, no tienes porqué sentirte mal por ello- dijo Julieta sin dejar de acariciar su cabello- yo he visto cómo te mira Mati, no va a dejar de quererte así nada más. Y tú no hiciste nada malo. Lo único malo entre ustedes es que no han charlado y han asumido cosas que quizá no son ciertas-

Mirabel levantó la mirada hacia ella abriendo los ojos enormemente y dejando de llorar de pronto, como si jamás se le hubiera ocurrido que ella no había tenido la culpa de lo que otros hicieron.

-¿En serio?-

-Claro, mi vida- dijo Julieta- solo necesitas hablar con Mati, aclarar las cosas y decirle cómo te sientes. Si necesitas más tiempo, díselo, pero también habla con el otro muchacho y dile la verdad-

La joven volvió a abrazarla y Julieta comenzó a frotar su espalda en círculos con cariño haciendo que su hija se sintiera mejor. Apoyó su mejilla en los rizos de Mirabel y las dos se quedaron así un buen rato.

-Todos vemos que te esfuerzas tanto, mi niña, lo estás haciendo mejor de lo que habíamos esperado- dijo Julieta al final- y todos estamos muy orgullosos de ti-

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Patio de casita

Más tarde

Amelia había esperado a Camilo en el patio de casita. A pesar de que al principio estaba aterrorizada de estar ahí y pensaba que todos eran sus enemigos que se volverían contra ella como la gente de su ciudad había hecho con su familia, pero poco a poco fue conociendo a los Madrigal y se convenció de su buen corazón.

Primero Antonio y Mirabel, comenzó a confiar en la muchacha porque era una chica de su edad y venía con el niño pequeño, asumiendo que no tenía malas intenciones. Ella respetó su espacio al inicio y la ayudó prestándole ropa y llevándole de comer. La señora Julieta también, se sentía como su mamá, preocupándose por que coma para que se recupere.

Había comenzado a confiar en los Madrigal cuando Mirabel le dijo que era la cena de compromiso de Dolores y que a pesar de ello cenaría con ella en su habitación. Aquello le pareció algo de lo más extraordinario: su nueva amiga se perdería un evento familiar así solo por ella, para no dejarla cenando sola. El hecho de que su familia hubiera también aceptado eso y prescindido de uno de sus miembros por alguien como ella, que se había portado tan malagradecida con ellos, le era impresionante.

Desde ese día había comenzado a conocer al resto de la familia.

A pesar de que Mirabel era la más cercana a ella en edad, la más interesante de todos le parecía Dolores. Era una joven hermosa, sofisticada y de lo más interesante. Había conocido todo el pueblo del Encanto a través de sus ojos, o mejor dijo, de sus oídos. Sabía exactamente en quien confiar gracias a ella, y era la persona más parecida a sí misma.

Y luego estaba Camilo. Ese muchacho era todo un torbellino, alegre y travieso, que todos los días lograba animarla y no pensar en lo que había pasado con su familia y su hogar. A pesar de que Jaime estaba ahí, el piloto había salido de casita tan pronto como estuvo curado y había tomado residencia en una casa del Encanto, diciendo que ya no volvería a casa. Le gustaba escuchar a Camilo, siempre tenía una historia fantástica que contar, y había visto como todos los niños del pueblo lo adoraban.

Esa tarde, vio a Camilo y a su amiga Lucía llegar un poco tristes a casita. Ella ya sabía la razón, el muchacho le había contado ya todo el drama entre Mirabel y Matías. Amelia sabía que no había nada que hacer, era Mirabel quien tenía que tomar su decisión aunque no les gustara, pero se abstuvo de comentar.

Lucía se fue y Camilo se tiró derrotado en una hamaca.

-Hey- dijo Amelia- ¿no hubo avances con esos dos?-

-No, Mirabel solo nos dejó hablando- dijo Camilo con una expresión triste, pero incorporándose sobre la hamaca.

-El otro día dijiste que me ibas a mostrar algo cuando oscureciera- dijo Amelia sonriendo- ¿podemos ir?-

Camilo se transformó en varias personas antes de caerse de la hamaca de la impresión, pero poniéndose de pie de golpe como si no hubiera pasado nada. La joven se alarmó por un momento, pero la enorme sonrisa del muchacho la tranquilizó.

-Vamos a salir al patio de atrás, ¿está bien?- preguntó Camilo. Amelia asintió y lo acompañó a la puerta.

Los dos rodearon casita y se dirigieron a la orilla de los árboles al sitio donde Matías le había indicado. El sol se acababa de poner y quedaba muy poca luz, pero Camilo le indicó que se sentara en el suelo y él hizo lo mismo. Sin saber que era lo que estaba planeando, Amelia tomó asiento en el suelo y esperó.

-¿Qué estamos…?-

-Shhhhh- le indicó él antes de señalar en los árboles- en cualquier momento-

Amelia esperó pensando en que aquello era raro, nunca había hecho algo así como dejarse caer en el suelo (en la hierba húmeda en todo caso) y solo mirar hacia los árboles como…

-¡OH DIOS MÍO…!- exclamó ella boquiabierta al ver el aire con luciérnagas brillantes volando entre la hierba y los árboles. Los grillos silbaban al mismo tiempo y el aire fresco le agregaba una sensación agradable. Con su grito las luciérnagas se apagaron por un momento, pero volvieron a brillar después de unos segundos de estar en silencio. Ella agregó en un susurro- es hermoso-

-Que bueno que te gustaron, Ame- susurró Camilo sonriendo.

-Nunca había visto algo así en vivo- dijo ella sonriendo y apoyando su cabeza en el hombro de él, respirando hondo- gracias-

Camilo no dijo nada y se quedó inmóvil. Amelia se quedó pensando lo hermoso que era ese lugar a pesar de que no era tan elegante o lujoso como él estaba acostumbrado. Era un sitio seguro y no tenía prisa por regresar.

No pudo ver que Camilo en esos momentos estaba más rojo que un tomate y aguantando las ganas de rodear su espalda con su brazo.

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CONTINUARÁ…

¡Hola a todos! Espero que les esté gustando esta historia. Muchas gracias por seguir leyendo y por sus reviews. Abrazos.

Abby L.