Resumen: Mirabel fue elegida por la magia como la sucesora de la abuela Alma, pero también por un viejo enemigo de los Madrigal para saldar cuentas pendientes.

Notas:

1) Los personajes no me pertenecen. Los personajes de Encanto son propiedad de quien tenga los derechos (¿Disney?)

2) Este fic fue realizado sin fines de lucro, solo por diversión.

SUCESIÓN

CAPITULO 12

Casita

Poco después

Tan pronto como Alma le informó sobre lo sucedido con su hija, Julieta dejó la fiesta y se apresuró a regresar a casita apretando las manos en puños de enojo. Realmente esperaba que Luisa le hubiera roto varios huesos al desgraciado porque ella no estaba dispuesta a curarlo, y deseaba que sufriera tanto como él había hecho sufrir a su niña.

Cuando llegó a la habitación de Mirabel, se encontró a Camilo dormido en el suelo, con su cabeza apoyada en el borde de la cama, y a Luisa sentada en el suelo a unos pasos de la puerta. El ruido hizo que ellos dos se despertaran y levantaran la mirada hacia ella. Con una sonrisa triste les agradeció por cuidar de Mirabel y les pidió que la dejaran con ella. Los dos parecían renuentes a dejarla, pero finalmente la obedecieron y se fueron.

Julieta se sentó en la orilla de la cama y descubrió un poco el rostro de su niña. Sus párpados estaban hinchados por haber llorado, y estaba ovillada sobre su lado derecho, donde Camilo había estado sentado antes de que se durmiera. No pudo evitar acariciar su cabello. ¡Su pobre niña! Ella conocía bien el horror que debió sentir cuando eso ocurrió y odiaba pensar que le había pasado a su pequeña.

Aún pensaba en ello cuando vio que Mirabel comenzó a agitarse en sueños, como si estuviera teniendo una pesadilla. Julieta comenzó a acariciar su cabello tratando de tranquilizarla, pero al ver que no funcionó la agitó suavemente para despertarla. La muchacha dio un respingo y casi dejó escapar un grito al despertar, pero vio a su madre y dejo de moverse.

-Mamá…- dijo sin aliento.

-Shhhh… aquí estoy, mi vida- dijo Julieta aún acariciando su cabello- estabas teniendo una pesadilla-

Mirabel hizo un puchero y se incorporó sentada, abrazando a su madre quien Julieta hizo lo mismo. Respiraba de una manera extraña, como si estuviera a punto de echarse a llorar de nuevo pero no se atrevía, así que su madre comenzó a frotarle la espalda.

-¿Mamá?- escuchó decir de pronto a su hija.

-¿Necesitas algo, Mira?-

-No…yo solo…- dijo Mirabel con la voz quebrada y quedito, como si tuviera miedo de decirlo antes de agregar- creo que… lo que pasó fue mi culpa…-

Julieta sintió un vuelco al escuchar eso. Nuevamente, eso tampoco le sonaba extraño a su propia experiencia y odiaba que su hija sintiera eso. Se separó un poco de ella para poder mirarla a los ojos y tomar sus manos al mismo tiempo.

-Mi vida, nada de lo que te pasó fue tu culpa- dijo Julieta frunciendo el entrecejo. No le gustaba nada escuchar a su hija decir eso- ese horrible hombre te atacó, él es el único culpable-

Mirabel tragó saliva pero su expresión no pareció estar nada convencida de lo que su madre le acabara de decir. Retiró sus manos y se abrazó a sí misma.

-Yo… creo que yo…- dijo Mirabel con un labio tembloroso- mamá, quizá yo no… tal vez yo mandé señales confusas o… hice que pensara que quería…-

-Detente, corazón, espera un momento- dijo Julieta con las manos en los hombros de su hija- tú no eres responsable de lo que nadie más hace. Mirabel, nada fue tu culpa, nada-

La muchacha hizo un puchero y abrazó sus rodillas contra el pecho con más fuerza, sacudiendo la cabeza repetidamente, claramente sin estar convencida de lo que Julieta había dicho.

-Tú… tú no sabes… no entiendes- dijo ella dejando escapar un sollozo. Se cubrió la boca con una mano para no seguir haciendo ese ruido. Aquello le rompió el corazón, ver a su hija de esa manera, y le acomodó los cabellos detrás de su oreja.

-Yo lo entiendo mejor de lo que crees, mi niña- le dijo su madre con cariño sin dejar de acariciar sus cabellos constantemente- a mí… me pasó algo similar una vez-

Vio a Mirabel levantar los ojos hacia ella con una expresión sorprendida. Era evidente que no se había esperando eso, pero Julieta continuó hablando con ella.

-Hace mucho, cuando tenía tu edad, estaba curando personas en la plaza con tus tíos cuando un hombre envió a sus hijos a distraerlos- le explicó a Mirabel- cuando no estaban viendo, él me… tomó de la cintura y me arrastró a la Iglesia. Me dijo que me casaría con él y que asesinaría a toda mi familia. Tuve mucha suerte porque Bruno, Pepa y tu papá me rescataron antes de que me hiciera algo, y tu abuela lo expulsó del Encanto-

Pudo ver el horror en los ojos de Mirabel al escuchar lo que le estaba diciendo pero Julieta continuó.

-Sé como se siente la impotencia de no poder moverte, de querer alejarte antes de que te ponga las manos encima. Y tardé mucho tiempo en entender que yo no había hecho nada para merecer que me pasara eso, que solo había sido ese horrendo hombre que decidió hacerlo. Bruno y Pepa me ayudaron mucho, pero no curé de un día para el otro- dijo Julieta- créeme cuando te digo que no hiciste nada malo-

Mirabel volvió a abrazar a su mamá, ésta no dejó de abrazarla y acariciar sus rizos hasta que sus ojos comenzaron a cerrarse.

-Creo que es hora de dormir para ti, corazón- dijo Julieta- ya tuviste suficiente por un día. ¿Prefieres que mañana te traiga algo de desayunar hasta que te sientas mejor?-

La joven asintió con ojos llorosos mientras volvía a recostarse en la cama. Su madre se apoyó sobre su codo y siguió acariciando su cabello para ayudarla a relajarse.

Pronto Mirabel se quedó dormida, fatigada por la hora y por tanto llorar. Julieta se inclinó para besar su mejilla con cariño mientras que dormía.

x-x-x

La mañana siguiente

Cuando Mirabel despertó se dio cuenta que sus ojos le ardían, y eso la hizo recordar inmediatamente lo que había pasado. Se abrazó a sí misma y apretó los ojos tratando de no pensar en ello. Se sentía tan estúpida. ¿Cómo se le había ocurrido confiar así en un desconocido? Ya se lo habían advertido, no podían estar seguros de que la gente de fuera del Encanto no fuera mala o peligrosa.

"Pero no, tuve que ir y confiar en alguien que no debía", se dijo Mirabel "esto es mi culpa…"

Sintió una mano en su hombro que suavemente la movió. Al volverse, vio a su madre llevando una bandeja con su desayuno.

-Buenos días, corazón. Tu abuela dijo que puedes desayunar aquí, y que hoy no habrá lecciones con ella- dijo Julieta con una leve sonrisa- pero te espera mañana a primera hora-

La muchacha pensó que eso era bueno. No quería tocar la vela mágica ese día, ya que no se creía capaz de controlar sus emociones y podría llegar a fulminar a Ricardo accidentalmente, no que le molestara pero no sería buena imagen para su familia.

-Gracias, mamá- dijo Mirabel incorporándose y mirando su comida sin muchas ganas.

-Come- dijo Julieta en un tono que no admitía réplicas- cuando termines, necesitas darte una ducha y vestirte. Matías dijo que vendría a verte en un rato-

Mirabel abrió los ojos enormemente al escuchar eso. Cierto, ella le había pedido que viniera, ¿por qué se sorprendía? Un volcán comenzó a formarse en el estómago ante la idea de hablar con él. Lo había querido hacer la tarde anterior durante la boda, pero Ricardo lo había arruinado todo.

¿Qué pensaría de ella después de lo que había pasado? Seguramente solo iba a verla porque le tenía lástima por lo que pasó pero ya lo había perdido. La sola idea de Matías caminando por la iglesia de la mano de otra muchacha, así como había visto a Dolores y Mariano el día anterior, la hizo querer vomitar.

Al verla hacer un puchero, Julieta besó su mejilla sin saber qué era lo que estaba pensando.

-Vamos, come y te sentirás mejor- dijo su madre.

Mirabel asintió distraídamente y miró la comida sin muchas ganas, pero su madre tenía razón. Una arepa curaría su jaqueca, el ardor en sus ojos y los moretones que Ricardo le había dejado en las muñecas y en los tobillos mientras la sujetaba. Gruñó en voz baja al tener un recordatorio visible de lo que había pasado y decidió comer al menos para que desaparecieran.

Acercó la arepa a su boca y comió un poco un poco desganada. Cuando ya hubo comido la mayoría de lo que su madre le llevó, se levantó rápidamente para darse un baño.

Una vez que salió del baño, se secó el cabello con la toalla y se alistó sin muchas ganas y con un poco de nerviosismo. Tenía miedo de ver a Matías después de lo que había pasado, después de lo que ella misma había provocado. Quizá debería decirle a su mamá que no quería verlo, quizá debería esconderse en casita hasta que su vergüenza se le pasara algún día.

Pero Mirabel tampoco quería dejar pasar la oportunidad de verlo. Y su indecisión se tornó pánico cuando alguien llamó a la puerta de su habitación.

-¿Mira?- escuchó la voz de Luisa- Matías está aquí, pregunta si puede verte-

Mirabel respiró hondo para calmarse y miró a su alrededor. Su cuarto no estaba desordenado, ella ya estaba lista y solo le faltaba su broche, así que se puso a buscarlo entre sus cosas antes de recordar que ya la tenía puesto en su cabello.

-¿Mirabel?- preguntó Luisa otra vez.

-Sí, está bien- dijo Mirabel volviendo a respirar hondo- dile que suba por favor-

Luisa pareció dudar, pero segundos después escuchó los pasos alejarse hacia la puerta. Entendía porqué su hermana dudaba: Mirabel nunca había invitado a nadie a subir a su habitación, ni siquiera cuando estaba en el cuarto de niños, y no le gustaba que nadie entrara como lo hacían en su otra habitación.

Mirabel supuso que era ya demasiado tarde como para arrepentirse, Matías ya venía en camino. Volvió a respirar hondo para tranquilizarse y esperó con sus ojos fijos en la puerta.

El muchacho llegó a su habitación unos momentos después, llamando a la puerta con un par de golpecitos dudosos, como si esperaba que se arrepintiera o como si creyera que era un error.

-Adelante- dijo Mirabel tras respirar profundamente por última vez. Su voz salió más quebrada de lo que hubiera querido.

El muchacho abrió la puerta y con una mirada le preguntó si podía pasar, a lo que ella le respondió asintiendo. Vio que él también respiró hondo y cerró la puerta tras de sí, acercándose a ella como si fuera una bomba que estuviera a punto de explotar. A Mirabel le causó gracia eso, ella era la que tenía terror de la conversación que estaba a punto de tener con él, así que actuando más valiente de lo que se sentía, la joven se sentó en la orilla del sofá que tenía en su habitación y puso su mano a su lado para que el muchacho hiciera lo mismo.

-Hey- dijo él en voz baja.

-Hey-

-¿Cómo te encuentras hoy, Miri?- dijo Matías mirándola con preocupación, sus ojos nunca dejando los suyos.

-Yo...- dijo ella dudosa, y bajó la mirada. El muchacho frunció el entrecejo y apretó las manos, esperando pacientemente a que hablara, pero ella sentía una horrible opresión en el pecho al recordar lo que sucedió el día anterior y cómo había arruinado todo que no supo por dónde empezar. ¿Realmente valía la pena confesar sus sentimientos después de lo que había pasado? Seguramente Matías ya no la vería igual.

-¿Supongo que no quieres hablar de eso?- dijo Matías en tono de pregunta cuando Mirabel no respondió.

-No, yo...- dijo ella. Sentía la boca seca y las palabras se negaban a dejar su boca. Quería decirle lo que había planeado desde el día anterior, ya lo había decidido, ¿por qué lo que había pasado lo había hecho más difícil? Dejó caer los hombros en una expresión derrotada- ya no importa... lo arruiné todo-

-No entiendo, ¿qué arruinaste?- quiso saber él.

-Yo me di cuenta... muy tarde... de cómo me sentía- dijo Mirabel. Las palabras se negaban a salir de su boca, pero ella las estaba forzando a salir. ¡Tenía que decírselo!- yo... te iba a decir ayer antes de... eso que pasó-

Matías la miró por un momento antes de extender sus brazos hacia ella, ofreciéndole sus manos. Mirabel las tomó automáticamente y las apretó, aferrándose a ellas. Ese gesto la confundió por un momento, pero le dio seguridad para seguir hablando. Si la odiara no le habría ofrecido las manos, ¿verdad? Y él aún estaba ahí, así que podía hacerlo, podía decirlo.

-Yo quería decirte que... yo no... yo no te veo solo como un amigo- dijo Mirabel comenzando a sentir más segura para decirlo- cuando empezaste a poner espacio entre nosotros, el día en que te quemaste la mano y que no me llamaste Miri… me dolió caer en cuenta de que te estabas alejando de mí. Primero creí que había hecho algo malo, pero después supe que querías poner distancia entre nosotros porque creías que yo…- se interrumpió con un escalofrío, no quería mencionar el nombre de Ricardo en esa conversación. Respiró antes de continuar- me dio cuenta de que no quiero que estemos separados nunca, que es contigo con quien quiero estar. Yo... yo te quiero, Mati. No me había dado cuenta hasta ese momento, pero te quiero...-

El muchacho, quien había parecido serio desde que ello, mostró finalmente una leve sonrisa al escucharla decir eso.

-Yo también te quiero, Miri- dijo Matías en voz baja- a mí también me dolió alejarme de ti, pero no quería interponerme…-

Mirabel miró boquiabierta sin poder creer lo que acababa de escuchar. Estaba segura de que Matías le diría que él ya no sentía lo mismo. De pronto soltó sus manos y casi saltó sobre él antes de que pudiera terminar de hablar, sus brazos rodeando su cuello en un abrazo un poco desesperado. Nuevamente Matías se sorprendió por ello, pero la recibió con una sonrisa aliviada y la abrazó de regreso. Y hubiera seguido abrazándola feliz si no fuera por lo siguiente que dijo ella.

-Perdóname... yo arruiné todo- dijo Mirabel.

-Aún no sé a qué te refieres con eso- le dijo él sin soltarla- pero estoy seguro de que no pudiste haber hecho nada que no se pueda arreglar-

-Lo que pasó anoche con... él- dijo la muchacha- fue mi culpa-

Aquello hizo que Matías se tensara y se separara de ella. Puso sus manos en los hombros de Mirabel y la miró fijamente.

-Escúchame bien, Miri. Nada de lo que pasó fue tu culpa- dijo él mirándola seriamente, incluso parecía ofendido de esa sugerencia.

-Pero… tal vez es cierto que lo que…-

-Yo también escuché la sarta de tonterías que dijo- la interrumpió él- nada de eso es cierto, y estoy seguro que no soy el primero que te lo dice-

Ella lo miró por unos instantes antes de bajar la mirada. Se sentía avergonzada por lo sucedido y entendía porqué Matías no estaba enojado con ella.

-Debí haberte besado cuando tuve la oportunidad- dijo ella más para sí misma que para él.

-No, Miri- dijo Matías sacudiendo la cabeza- ese día tú no estabas segura de tus sentimientos y ninguno de los dos estaba listo. Ya habrá otras oportunidades cuando te sientas lista para ello-

Mirabel tenía los ojos húmedos, pero asintió a lo que Matías le dijo. El joven se relajó un poco y volvió a sonreírle, y ella lo abrazó otra vez. Ya no solo Julieta, sino también Matías le explicaban que no había sido su culpa. Aún no estaban muy convencida, pero si era sincera se sentía mucho mejor ahora.

-Gracias, Mati- dijo ella en un susurro.

-Cuando quieras- le dijo él- ahora, cuando llegué aquí olía a que tu mamá estaba cocinado algo delicioso, supongo que no querrás perdértelo-

Mirabel asintió con una sonrisa pero no lo soltó.

-¿Podemos quedarnos así un poco más?- preguntó ella. Matías no respondió, pero siguió abrazándola hasta que estuvo satisfecha.

x-x-x

Comedor

Más tarde

Camilo vio con alivio cuando Mirabel bajó de su habitación a comer acompañada de Matías. Había temido que hubieran llegado demasiado tarde a quitarle a Ricardo de encima y le hubiera hecho demasiado daño. Pero verla sonreír con normalidad después de la manera en la que la había visto la noche anterior lo llenó de tranquilidad.

Matías se despidió de ella en la entrada del comedor y, tras un rápido saludo a la familia, regresó a su casa. Camilo se sintió agradecido con su mejor amigo por haberla ayudado a salir de su habitación y de volver a sonreír.

Vio a su prima sentarse a la mesa con ellos con normalidad y aún se unió a la conversación con una sonrisa. También su tía Julieta y la abuela parecían aliviadas de ver a Mirabel tan tranquila después de como la habían visto la noche anterior.

Después de comer, vio que Bruno le dijo algo al oído que la hizo sonreír y asentir. Camilo se acercó a ella dudoso, no quería que fuera a recordar lo que había pasado y de nuevo se sintiera mal, pero Mirabel solo le dio un rápido abrazo.

-Gracias por lo que hiciste ayer- dijo Mirabel.

-No es nada, en todo caso fue mi culpa- dijo Camilo- debí haber llegado antes…-

Vio a su prima hacer una mueca que casi era un puchero, pero al parecer se controló y solo rodó los ojos.

-Cami, no había manera en la que pudieras saber que pasaría eso- le dijo ella.

El muchacho dudó unos momentos. En su mente rondaba la memoria de la advertencia de su tío Bruno, quien le había dicho que vigilara a Mirabel cuando estuviera cerca de algún otro muchacho y por eso se había mantenido cerca de ella, pero se había distraído un poco bailando con Amelia y la había perdido de vista lo suficiente para que el sujeto se la llevara aparte.

-Mira, hay algo importante que tienes que saber- dijo Camilo con una expresión culpable- debí decírtelo desde el principio pero… tío Bruno me pidió que te vigilara, porque tuvo una visión. No me dijo de qué, pero me pidió que te cuidara cuando estuvieras cerca de algún muchacho. Creo… creo que vio lo que pasó anoche…-

Mirabel pareció sorprenderse por un momento por la mención de lo que su tío le había pedido hacer, pero no tanto como él hubiera pensado.

-Ah, él ya me explicó el porqué hace unos días- dijo ella con una sonrisa aliviada- vamos, Cami. Hace un día precioso hoy, tía Pepa parece estar de muy buen humor y no podemos perder la oportunidad de tomar el sol en el techo-

Más tranquilo al ver a Mirabel sonreír, Camilo asintió y comenzó a seguirla justo antes de recibir un codazo en las costillas.

-¡Ay!- se quejó él frotándose el costado con una mirada herida hacia su prima- ¿y esto porqué fue?-

-Por ocultarme cosas otra vez- dijo Mirabel sacándole la lengua antes de volverse al balcón- casita, ayúdanos a subir por favor-

Casita obedeció y los dos adolescentes subieron al techo a tomar el sol como les gustaba hacer.

x-x-x

Habitación de Alma

Más tarde

Lamentablemente el buen clima no duró mucho tiempo, porque poco después de comer la abuela reunió nuevamente a sus hijos en su habitación para hablar con ellos y explicó a Pepa y Bruno lo que había pasado. Pronto escucharon un relámpago proveniente del exterior y la lluvia torrencial que la acompañó. La nube de Pepa era negra y no dejaba de relampaguear, y los ojos de Bruno, usualmente cálidos y amables, se habían tornado verdes brillantes y amenazantes.

-¿Y qué es lo que esperas, mamá?- dijo Pepa completamente indignada una vez que Alma terminó de explicarles lo sucedido- ¡expúlsalo del Encanto!-

-Aún no, porque…-

-¿Qué estás esperando?- explotó Bruno de pronto, sus ojos aún brillando- ¿a que la próxima vez que ataque a Mirabel logre hacerle más daño?-

Pepa y Julieta lo miraron sorprendidas, sin estar en desacuerdo con él, porque Bruno nunca había levantado la voz delante de Alma ni la había interrumpido. Cada vez era más evidente que Mirabel era por mucho su favorita después de ese arrebato.

-Bruno…- dijo Pepa sorprendida. Julieta no dijo nada, agradecía el cariño excepcional que le tenía a su hija.

-Estoy de acuerdo contigo, Bruno- dijo la abuela- pero todo el mundo merecemos otra oportunidad. El muchacho no volverá a acercarse a Mirabel…-

-¿Y si lo hace?- dijo Julieta esta vez.

-Estaremos al pendiente de él para que no lo haga- dijo la abuela- Dolores debe estar al pendiente de él todo el tiempo. Y el resto de nosotros intentar acompañarla todo el tiempo o siguiendo de cerca. Camilo siempre está con ella, y no la va a atacar si no está sola-

Los trillizos se miraron sin estar muy convencidos.

-Mamá, no estoy seguro de que sea suficiente…- dijo Bruno.

Pepa vio que su madre no parecía estar segura de querer expulsar al sujeto que atacó a Mirabel, preocupados de que volviera a hacerlo de otra manera, pero también entendía la preocupación de Alma de que la gente podría llegar a ver mal el expulsarlo por eso.

Miró a sus hermanos. Julieta estaba, con justa razón, frunciendo el entrecejo más molesta de lo que la había visto en años. Bruno se mordía el labio no solo molesto sino preocupado y listo para reclamar de nuevo.

-Mirabel estará bien cuidada- dijo la abuela- no solo nada más, sino todos los pobladores podrán estar cuidando de ella. Y ser que cada uno de nosotros podrá usar sus habilidades para ello…- añadió mirando significativamente a Bruno, quien gruñó.

Los tres hermanos salieron de la habitación de la abuela y se miraron. Pepa puso una mano en el hombro de Julieta, pero ésta se la sacudió.

-No voy a curarlo… ni se les ocurra que voy a curar a ese…- dijo una palabra que hizo que Pepa le dijera "¡Julieta!", y Bruno frunció el entrecejo asintiendo seriamente- que atacó a mi hija-

-Nadie espera que lo hagas, Juli, respira- dijo Pepa con una calma que nadie esperaba de ella- yo tampoco pienso que lo que mamá propone sea lo que se merece ese bastardo pero no podemos hacer nada más que cuidar que no se acerque a Mira-

Julieta suspiró y se fue a la cocina sin decir nada y estuvo a punto de irse a la cocina a continuar cocinando cuando su hermano la detuvo tomándola de la mano.

-Julieta, he estado viendo su futuro, y no he visto nada al respecto, pero tampoco vi lo que pasó anoche y también estoy preocupado- dijo él seriamente antes de continuar subiendo hacia su habitación.

-Sí, pero puedes volver a mirar, y advertirnos lo que veas…- dijo Julieta.

-Ustedes me prometieron que…-

-No te preguntaremos- intervino Pepa- solo… si llegas a ver algo que podamos cambiar, adviértenos-

-¿Qué creen las dos que he estado haciendo hasta ahora?- dijo Bruno un poco ofendido por la sugerencia antes de subir a su torre.

x-x-x

Torre de Bruno

Poco después

-Toc…toc…tic… toco madera-

Habían pasado dos horas desde que había hablado con su madre y sus hermanas, y Bruno no se sentía mejor sobre el hecho de que no hubiera otra consecuencia para el hombre que había atacado a Mirabel. Si él dependiera, ya no estaría en el Encanto.

-Toc…toc… toc… toco madera-

Había pasado la tarde caminando en círculos y hablando con sus ratas sobre el asunto que lo tenía preocupado, pero por obvias razones no podían responderle y aliviar sus inquietudes. Bruno sabía que solo había una cosa por hacer, pero tenía miedo de hacerlo.

-No quiero mirar su futuro, no quiero ver que le pase algo malo…- dijo Bruno acariciando la espalda de una de sus ratas mientras pensaba que era lo que iba a hacer- quizá no va a pasar nada y no tengo que mirar… o quizá tengo que preocuparme por que algo malo pase…-

La rata lo miró ladeando la cabeza. Pero Bruno sabía lo que tenía que hacer. Respiró hondo y comenzó a preparar su ritual para tener la visión: su puñado de sal, sus hierbas aromáticas y sus ejercicios de relajación.

"Mirabel estará bien, Mirabel estará bien", pensó repetidamente.

Una vez que estuvo listo, Bruno encendió sus ojos de verde para comenzar con su visión. La arena se tiñó de verde al elevarse en el aire a su alrededor mientras que producía las imágenes que ya había visto tantas veces en el pasado, como cada vez que se asomaba al futuro de Mirabel, pero este vez pidió mirar al futuro de Mirabel con relación a Ricardo.

Era la misma visión que antes, Mirabel haciendo brillar la vela, Mirabel desapareciendo tras la sombra de un hombre y luego llorando en un sitio desconocido. Después vio una imagen de una casa que jamás había visto nunca y creía que no había visto en el Encanto. ¿Era una nueva casa que Mirabel crearía? No pudo pensar en ello porque la visión cambió de pronto y vio a Mirabel de rodillas junto a alguien que parecía estar herido, pero por sus cabellos pudo adivinar que era Camilo.

"Primero Mirabel y ahora Camilo. ¿Por qué está pasando esto?", se preguntó Bruno.

Y finalmente vio a un hombre empujando a Mirabel por el marco de una puerta. Era frustrante que no podía ver de quien se trataba, pero pudo ver detrás de la puerta una fotografía de alguien que Bruno había conocido muy bien: Heriberto Marfil, el hombre que había raptado a Julieta y casi lo había matado a golpes cuando eran adolescentes.

La visión terminó y Bruno tomó la tomó con manos temblorosas, mirando con horror la tabla que se formó delante de sus ojos mostrándole esa última escena. La puso bajo su brazo y desesperadamente buscó madera para tocar.

-Toc…toc…toc…toco madera-

Quizá el peligro para Mirabel no era Ricardo, sino otra persona a quien habían dejado entrar al Encanto al mismo tiempo.

x-x-x

CONTINUARÁ…

¡Hola a todos! Espero que les haya gustado. Por fin Mirabel le dijo a Matías cómo se sentía, aunque hubiera querido hacerlo en mejores circunstancias. Ya tendrán otras oportunidad de ser lindos y cursis juntos. Muchas gracias por seguir leyendo. Abrazos.

Abby L.