Otro cap que es muy reinterpretativo del canon y cuando digo muy digo MUY. Los caps asi suelen ser mis favs so al menos eso.

En un lapso demasiado corto, sentí como toda mi existencia se desbordaba.

Logré ascender a Jonin, sin seducir a nadie claramente porque no soy esa clase de persona. Él me trató como a cualquier persona más, cosa que respeté, porque no quería que tuviera un trato especial conmigo cuando se trataba de mis habilidades. Al poco tiempo Yuki aplicó también, y pudo pasar sin muchos problemas. Yo estaba segura que si todo anduviera normal alguno más de mis amigos hubiera aplicado, pero rápidamente vino la primera crisis política que tuvo que experimentar el régimen de mi enamorado, y me afectó más de lo que debería. Algo sabía yo de que había nubes rojas surcando el cielo nocturno de nuestro desierto, pero no esperaba que trataran de apagar la luz de la luna tan pronto. Debí haber sido más precavida y pensar en el hecho de que la violencia no esperaba a que tu estuvieras preparado, pues esta atacaba, en lo más profundo de tu frágil corazón, sin esperarte.

Fue la peor noche de mi vida. Volvía de hacer compras para la cena de aquella noche, y de alguna forma sentí que algo andaba mal con nuestra aldea. Me atreví a mirar el cielo, y juré ver una mancha blanca, pero cuando intenté aclarar mis ojos, no vi nada. No sabía si estaba a punto de tener un mal viaje o si el golpeteo del viento y la arena estaba impregnando mi piel con el propósito de dejarme seca cual cadáver.

Traté de no pensar en el tema durante el viaje de vuelta y cuando ayudé a mi padre a preparar la comida. Pero el aire de la noche continuaba inquietándome, tanto que mi cuerpo se sentía igual que aquella noche en la que el chico pelirrojo dejó que los instintos del mapache se apoderaran de su cabeza. Y eso claramente me perturbó. Logré cenar con tranquilidad, o al menos con la poca tranquilidad que podía tener sabiendo que algo horrible estaba por pasarme a mí, y a todas las personas que nos rodeaban. Era una corazonada muy fuerte, yo usualmente no las tenía, pero esta estaba por tirar toda mi estabilidad mental por la borda en cuestión de segundos.

No pasó mucho durante la siguiente hora y media, y pudimos cenar como usualmente lo hacíamos. Mi madre se fue a dormir rápidamente, pues no le gustaba dormirse tarde, y mi padre se quedó leyendo en nuestro living. Por mi parte, yo me dirigí a mi habitación, intentando pensar en la idea de dormirme para no pensar más en todo lo que me estaba inquietando en mi interior, y poder sumirme en las paredes oníricas de mi subconsciente. Muy ilusa yo, sin darme cuenta que aquella noche ellas me recibirían con los brazos abiertos, para mostrarme lo peor de mis divagaciones.

De repente, cerca de la media noche, juré sentir algo raro en el aire, era como si la arena del desierto volviera a estar impregnada de extrañas propiedades, como si la sangre humana tratara de manchar sus características naturales. En ese momento que tanto alteró mi sentido del olfato, me levanté de la cama. Acto seguido, el sonido de una explosión alteró totalmente mis tímpanos. Era extraño, porque no se trataba de la primera vez que escuchaba una explosión, pero esta vez era distinto, era como si previera el detonante de muchas cosas malas que le iban a ocurrir a nuestro mundo, dentro de no demasiado tiempo.

Salí a mi balcón, alterada, y miré al cielo. Vi un espectáculo que estaba muy lejos de cualquier cosa que esperase ver mi cabeza alguna vez en el cielo de nuestra aldea. Un enorme redondel de arena, que yo sabía perfectamente a quién pertenecía, estaba librando una batalla contra aquel destello blanco que yo había visto saliendo de hacer las compras para la cena. No llegaba a divisar bien quien era el que comandaba a aquella cosa que parecía un pájaro, parecía un chico rubio, pero si lograba ver los trazos rojos que invadían la capa negra que vestía. Mi psiquis se vio visiblemente alterada al darse cuenta que aquello que había surcado brevemente mi campo de visión no era ningún tipo de alucinación, sino que era una amenaza, que estaba pensando en atacar a una persona que me era muy preciada. Estuve por lanzarme por los techos de mi vecindario para intentar intervenir ante ese tipo ¿Quién se creía que era para andar atacando al chico del que estaba enamorada? Sobre mi cadáver. Pero antes de que mi estupidez adolescente pudiera hacer cualquier cosa, mi padre salió al balcón, visiblemente preocupado por lo que fuera que estuviera pasando en los cielos que nos cubrían a nosotros.

—¡Isu! —exclamó él, mirándome como si su vida dependiera de ello— ¿Estás bien!?

—Papá… —fue lo que pude musitar yo, intentando procesar el shock de que mis corazonadas habían sido ciertas— no sé qué está pasando… el pájaro… explota, y la arena se sume en su…

—¡Isu! Tranquila, no te alteres. Todo va a estar bien.

—¡No! —grité yo, sumida en la desesperación y en mi dramatismo— ¡No va a estar bien! ¡Va a pasar algo muy horrible, lo presiento! ¡Tengo que ir a ayudarlo, tengo que impedir que le hagan daño! —dije intentando lanzarme por los aires, pero mi padre me frenó antes de que hiciera algo, agarrándome con mucha fuerza.

—¡Isu no! ¡No te voy a dejar intervenir! ¡Tienes que entender que su honor como kage está en juego aquí! ¡Si intervienes vas a manchar su honra y lo harás quedar como una persona indefensa!

Cómo se imaginan, a mi yo adolescente no le gustó absolutamente nada escuchar ese reto de parte de mi padre, quien yo sabía perfectamente que no conocía al chico igual que yo.

—¡ME IMPORTA UNA MIERDA SU HONRA! ¡ESTÁ EN PELIGRO Y QUIERO AYUDARLE!

—¡NO LO VAS A HACER! —me gritó él, y yo sabía que cuando me gritaba así era porque había perdido cualquier tipo de paciencia conmigo— ¡Y no solo por lo de su honor! ¡NO VOY A PERMITIR QUE TE LANZES EN UNA MISIÓN SUICIDA CONTRA ESE TIPO! He oído muchos rumores feos sobre esa organización, y no voy a permitir que te arriesgues así en mi presencia.

—¡YO PUEDO DEFENDERME SOLA! —le grité, pues me estaba sintiendo visiblemente subestimada por mi propio padre, y eso no me agradaba mucho, porque si él me subestimaba ¿Quién más iba a dudar en hacerlo?

—¡LO SÉ! —gritó él— ¡PERO SIGUES SIENDO MI HIJA Y VIVES CONMIGO! ¡Y NO QUIERO QUE MUERAS ISU!

Esa última afirmación fue la que logró calmar mi despilfarro de emociones, y me hizo caer en cuenta (parcialmente) de lo que implicaba todo esto. El honor de mi amigo seguía importándome poco en esta pelea, pero mi padre tenía razón en algo, si él cómo líder era incapaz de hacerle frente a este señor, que encima pertenecía a una organización muy compleja de la que ya había escuchado rumores bastante horribles, ¿Quién más iba a poder?

Percibí el aire de mis alrededores. Mi padre dejó de agarrarme con firmeza. Yo simplemente miré al cielo, mientras observaba aquel espectáculo de arena y explosiones, confluir en lo que parecía un cuadro hecho por el artista más disparatado y frenético que podía existir. Era estremecedor, ver de nuevo como la violencia sobrecogía nuestros bellos pero hostiles cielos nocturnos, volviéndolo un espacio ominoso y nocivo para la existencia humana. Empecé a pensar incluso en la idea de que tal vez esa combinación de gases y granos de arena iba a terminar infectando totalmente el aire de nuestra aldea y nos íbamos a morir todos de inanición. Luego una vez nuestros cuerpos estuvieran desfallecidos en el suelo, el rubio tiraría una bomba y esta terminaría de secar toda nuestra agua y nuestros órganos, enterrando los esqueletos bajo los escombros, esperando a que el desierto nos comiera y nadie más nos recordara.

Las lágrimas liberaron el poco líquido que tenía guardado en mi cuerpo. Si era por mi emocionalidad, era capaz de esconderme bajo las sábanas de mi cama, llorando hasta pensar en que un lugar mejor existía en este mundo, y que no tenía que ver a gente que quería pelear por cosas subjetivas. Pero no había nada qué podía hacer en ese momento, más que observar cómo todo estaba al borde de morir. Mi cerebro empezó a hacer mil confabulaciones, pensando en lo que podría pasar si intervenía, pero todo devenía en mi perecimiento. Y yo sabía que, debido a mi trabajo, no debía de tenerle miedo alguno a la muerte, pero mi padre tenía un punto, y no era muy coherente lanzarse de cabeza a la posibilidad de morir. Ya cuando imaginé cómo quedaría mi cuerpo luego de ser aplastada por aquellas bombas, la idea me pareció todavía más horrible.

Sin embargo, como se imaginan, yo no me quería quedar ahí sin hacer nada. Me estaba haciendo mal, mientras lloraba sin emitir sonidos algunos, saber que andaban lastimando al chico al que le dedicaba todos mis amores. Quería hacer algo, incluso si no podía moverme de allí, quería darle su merecido a ese invasor de alguna manera.

Ante mi iniciativa, mi cerebro tuvo una brillante idea. Una idea de la que no tardaría mucho en arrepentirme, porque me dejó afuera de todo lo importante que concierne a este asunto.

Le intenté echar un genjutsu al tipo rubio. Nunca había intentado encajar uno desde tan lejos, pero estaba tan desesperada que, al ser esta la única forma que se me ocurrió para ayudar a mi líder, fue lo que hice.

Al principio parecía que nada había funcionado. Luego sentí como una mirada se estremecía ante mis ojos, y yo también lo hacía en el proceso. De repente, me transporté, lejos del desierto. Todo se veía oscuro, pero difuminado, como si todo fuese una pintura que se corría con mucha facilidad, bastando solo con un toque para difuminar aquel negro aciago que nos cubría. El mapache no se encontraba por ningún lado, y si lo estaba, yo era incapaz de percibirlo. Mi atención estaba totalmente enfocada en el rubio explosivo, y mi objetivo era frenar sus hazañas cuanto antes.

—¿Y tú quién eres? —exclamó el con un tono bastante molesto— ¿Qué rayos quieres?

A mí no me agradaba mucho esa idea de ponerme a tener conversaciones con mis enemigos, sobre todo porque cuando pasaba eso siempre cabía la posibilidad de que me encariñarse con sus causas, y para nada era la idea.

—Que te mueras —fue lo único que pude decirle, pues la verdad no le quería dar más información al invasor explosivo.

—Ya veo— musitó él— ¡Sobre mi cadáver! ¡Antes te enfrentarás a la explosión de mi arte! —dijo, mientras una boca que salía de sus manos tragaba un montón de arcilla, y luego salieron un montón de arañas, que me hubieran parecido tiernas de no saber que eran bombas— ¡HA!

Me las tiró. Esquivé algunas, otras no, pero no me hicieron daño, porque estaba en un mundo que había creado yo, y él no sabía dónde rayos me encontraba, por lo que no podía contrarrestarme. Sentía como mi cara se desfiguraba, mientras yo corría sobre el aire como si debajo de mis pies hubiese un suelo extremadamente sólido. Mi cuerpo perdía y ganaba forma, no quería ni imaginarme lo grotesco que se veía, tanto que agradecí que el mapache no estuviera ahí. Justo cuando sentía que los iris de mis ojos estaban por dejar de ver, a causa de la carne de mi cachete que la consumía, mi brazo, que no paraba de sangrar y cuyas venas salían de los lugares en los que debían estar, al rubio le estampó una ventisca perforante en la cara. Vi cómo el flequillo prominente se le corría, y como la piel abandonaba su cara, tanto que solo quedó un rojo horrible cubriendo sus facciones, mientras sus ojos empezaban a consumirse.

Sin embargo, nada de eso era real, era sólo una sugestión mía para pensar en que eso realmente estaba ocurriendo, que yo era capaz de dejar a alguien sin cara con una simple cortada de viento. Si eso algún día pasaba, esperaba que no dijeran que yo estaba haciendo jutsus prohibidos, porque no quería volverme una criminal.

Pero no tuve tiempo para pensar en eso, porque de repente, su cara se restauró. Él me sonrió con malicia, y volvió a lanzarme sus creaciones de arcillas. Las arañas se pegaron a mi cara y a mi cuerpo, amenazando con despojarme de todos los nutrientes de mi carne. Sin embargo, antes de que pudieran hacerlo, estas se desvanecieron, y la concentración que el rubio dirigía a mí, salió al mundo exterior. Vi cómo de repente, uno de sus brazos desaparecía, mientras una fuerza extraña lo engullía de lleno y lo dejaba totalmente seco.

Lo último que pude percibir de aquel chico rubio, fue el sufrimiento que eso le implicó. Porque después de eso, pasaron demasiadas cosas, que yo dudaba que tuvieran algo que ver con la escena que estaba ocurriendo en el cielo de mi casa.

No tuve ni tiempo a disfrutar del goce de dañar al que estaba maltratando a mi amado, porque al poco tiempo me vi en una cueva. Nunca la había visto, pero podía percibir que había algo raro, pues la vibra que transmitía era todavía más ominosa que la que había sentido esa noche. Había varias sombras, no pude distinguir muy bien la cara de ninguno, porque se veían como borrosas. Sin embargo, se acercó a mí una que tenía unos ojos muy llamativos. Eran violetas y lo rodeaban varios círculos. Fácilmente podían ser los ojos más hermosos que había visto en mi vida. O eso había pensado de no ser porque se amplificaron en todo mi campo de visión, y de repente parecía como si nueve pares de esos ojos me estuvieran mirando. Las paredes de la cueva se cubrieron por el globo ocular violeta, y de repente este habló.

—No sé quién seas tú —musitó una voz grave—, pero no eres bienvenida aquí. No se cómo osas profanar nuestros espacios de purificación. Pero ya que has tenido la osadía de venir aquí bajo tu propia cuenta, está claro que debes estar cargada de dolor… —mencionaba mientras sentía como analizaba todas las partes de mí— En fin, tu sufrimiento no para de crecer ¡Prepárate para someterte a los nueve caminos del dolor! —exclamó el ojo, o lo que sea que fuera.

Y ahí sentí como de la nada, mi cuerpo se acostaba, y nueve estacas se clavaban a lo largo de todo mi cuerpo mientras lo atravesaban. Dos en mis piernas, una en mis genitales, dos atravesaban mi estómago, una mi corazón, una en mi garganta, atravesando toda mi boca, y las otras dos en mis ojos. Ni siquiera tuve tiempo para llorar, porque lo único que sentía en ese momento era el dolor de mil infiernos juntos, mientras mi cuerpo volvía a despojarse de su sangre.

—¡Purga tus sentimientos! ¡Purga tu sufrimiento! ¡Purga tus amores! ¡Acepta el despojo de tus emociones y ve al plano más puro de tu existencia! ¡Gratifica tu vida con el dolor que los otros sufren todos los días! —exclamó la voz de los ojos.

Quería gritar que no podía, que lo único que quería era paz y tranquilidad. Pero mi garganta también estaba atravesada, así que no podía decir nada. Los segundos pasaban como horas, y clamaba internamente por salir de ahí, sin verbalizarlo, pues aquel ente de los ojos violetas no aceptaría que hiciera eso. El dolor continuó consumiéndome, mientras mi cerebro clamaba porque alguien viniera a salvarme, y que además me curara para que mi cuerpo descansara. Sin embargo, la ayuda nunca llegó.

No supe cuánto tiempo me quedé ahí, porque de repente sentí como me alejaba de la mirada del ojo violeta, y las estacas se iban de mi cuerpo. Seguía agujereada y dolida, pero de alguna forma logré pararme. Luego divisé una figura, y allí me encontré a Mika.

—Hola Isu —me dijo ella, que, por alguna extraña razón, tenía la boca cosida de tal forma que parecía que la estaban forzando a sonreír. Si no fuera porque mis genitales estaban severamente dañados, seguramente me hubiera meado encima ante semejante visión horrorosa— ¿Has aceptado tus verdades?

—No… no quiero.

—Sabes perfectamente que si quieres —decía ella mientras se acercaba a mí y me rodeaba con su brazo. Esa no era para nada una acción que yo esperaba de Mika, pero por alguna razón, la estaba haciendo, y cómo se imaginan, eso me perturbaba todavía más— Anhelas todo ese despoje para que la versión más perfecta de ti logre serle eficiente a tu amado. ¡Y él ni siquiera piensa en eso! ¡Está muy ocupado pensando en pelear por su honor! ¿Acaso no sabes qué ser ninja implica no perderse en emociones? ¡¿Qué haces con tu vida Isu?!

—No… ¡Cállate! ¡Tú no eres Mika!

—Tal vez no lo sea, pero soy la versión de Mika que más temes, y estás convencida de que si existo —dijo ella, atravesando los huecos de mis ojos con sus dedos, que estaban manchados de sangre, que además tenía pedazos de piel. De nuevo, si no fuera por el daño que tenía mi garganta, hubiera vomitado en el acto —¡Entrégate a este plano del alma Isu! ¡Así dejarás de sufrir y podrás vivir sin que estas ilusiones te vuelvan a dañar! ¡Es muy fácil! ¡Solo tienes que comerte la mandíbula de Yuki!

Creí que había escuchado mal esa última frase, pero ella ni siquiera me dio tiempo para shockearme, porque acto seguido, con el brazo que no estaba apoyado en mí, agarró de los pelos la cabeza cortada de mi mejor amigo. Este estaba dormido, por suerte, y no se hallaba muy desfigurado, pero ese cuadro fue lo suficientemente horrible como para que mi visión se viera alterada, y mi garganta empezara a dolerme todavía más.

—¡QUÉ LE HICISTE! —grité yo, sobrecogida ante la idea de que mi globo ocular no podía soltar lágrimas ni liberarme de mi angustia.

—No fui yo… fue él —dijo ella aludiendo a algo que no se encontraba presente en la escena. Acto seguido, desplomó la cabeza en el suelo, se agachó, y procedió a cortar la mandíbula de mi mejor amigo, pretendiendo que efectivamente, me la comiera. No quise mirar, y por eso aparté mi mirada a otra parte. Lo que vi ahí, fue todavía peor.

—¡MUAJAJAJAJA! ¡CABEZA DE HUMANO! ¡UNA DELICIA! —gritó una voz, muy ronca y áspera. De repente pude ver como una presencia sanguinaria aparecía, una mucho peor que Mika en su modo asesina. Y era lo último que tenía ganas de ver en esa situación, era el dichoso mapache, totalmente transformado, mirándome con aquellos ojos tan intimidantes que tenía.

Antes de que yo pudiera elegir en sí encarar al mapache o comerme los dientes de mi mejor amigo, el brazo del animal me agarró. Y finalmente me engulló. Sin embargo, mi cuerpo no fue triturado por su mandíbula, sino que de alguna forma sobreviví. Luego caí en una extraña habitación cuadrada, que parecía rodeada por arena. Ahí, apareció la presencia que menos tenía ganas de toparme en toda esta situación. El chico pelirrojo se giró para verme fijamente. Pero sus ojos no eran del celeste usual que tanto me gustaba, sino que eran los ojos del mapache. Me asusté muchísimo, y quise correr, pero su presencia me intimidaba tanto que no me pude mover.

Acto seguido, él se acercó a mí. Creo que nunca se había acercado tanto a mi cuerpo, y por un segundo la parte más irracional de mi creyó que era capaz de besarme y sacarme de mi sufrimiento. Sin embargo, claramente eso no ocurrió. Noté cómo a pesar de que era más bajo que yo, aun así, lograba intimidarme con esos ojos sanguinarios y una mirada que no mostraba ni el más mínimo ápice de empatía por mi persona.

El brazo del mapache consumió la extremidad de mi amado. Me agarró por el cuello y me levantó mientras procedía a ahogarme. Nada de esa sensación me agradaba, y contribuía a sentir que mi garganta se destrozaba todavía más y más. No se le cambió la expresión estoica, y sentía que hasta disfrutaba de tenerme así. Yo solo quería que apareciera su yo amable, pero parecía que, de nuevo, el mapache lo había matado.

Me estaba por quedar sin aire, cuando su otro brazo se consumió por la arena del mapache, y finalmente me habló.

—Vaya inútil —musitó sin mucho interés por mí—. Muere.

Y luego, me arrancó la cabeza de mi cuello, lenta y dolorosamente, partiendo todas las venas que conectaban a mi torso con mi cerebro, terminando por partir en dos mi columna vertebral, y dejarme, efectivamente, sin vida.

Literal después de terminar mi relectura del manga de Naruto ya pienso honestamente que lo que escribo tiene mas sentido que los últimos40 capítulos del manga dios, ni siquiera se si quiero probar esa jarra loca de drogas que Kishimoto seguro consumió al escribir ese final. Kishimoto sos una basura, escribiste un arco tan bizarro y cargado para terminar tu obra que no tengo ni idea de que voy a hacer cuando llegue a ese punto en esta historia.

Fin del rant innecesario que a nadie le importa.

Otra vez terminando los capítulos como el orto, pero me encanta hacerlo jsjs, pero ya van a ver lo que le depara el futuro a la pobre Isu.