MUGEN

Dormir

.

Hemos hecho el amor hace un rato y tú permaneces en el futón, recostado sobre tu espalda, con ambas manos unidas sobre tu estómago. Te observo, tienes los ojos cerrados y la respiración regular, al punto que pareces dormido. La luz que nos da el fuego que danza en el hogar te ilumina la barbilla y el flequillo de pelo se te ha separado en la frente endulzando tus facciones.

—Deberías dormir —dices, de pronto, y doy un suave respingo.

—No tengo sueño —te cuento. Sigues con los ojos cerrados.

—Mañana lo tendrás y andarás de mal humor —adviertes con la voz calma.

—Eso no es verdad —defiendo, casi con un mohín que tú no ves, sin embargo la suave curva de tu sonrisa que dice que lo percibes en mi voz.

—Sí que no es —abres un ojo y giras un poco la cabeza para mirarme—. Del mismo modo que pasó muchas veces en tu tiempo, te quedabas hasta tarde con tus libros y no dormías. Al día siguiente no te aguantabas ni a ti misma.

—No es verdad —intento mantener mi negativa, a pesar de saber que tienes razón.

—Sí lo es, tragué mucha tierra con los conjuros que me lanzabas cuando estabas de mal humor —insistes.

Curiosamente la verdad me duele y la soberbia quiere hacerse parte de la conversación.

—Mi mal humor no tenía nada que ver con los osw

Te has girado por completo hacia mí y pones dos dedos sobre mis labios para evitar lo que he estado a punto de decir.

—Lo siento, a veces me olvido que el conjuro sigue activo —la soberbia remite tan rápido como ha llegado. Tus dedos ahora acarician mis labios, entreabriéndolos, y mantienes la mirada puesta en ese gesto—. Podría quitarte el collar —ofrezco, no es la primera vez que lo hago.

Niegas con un gesto suave de tu cabeza.

—El kotodama no nenju te protege de mí, si me transformo. También me protege a mí de hacerte daño —tu voz se ha vuelto seria de pronto y sé que en tu mente ha aparecido el fantasma del peligro.

—Sigo sin tener sueño —atrapo la punta de tus dedos entre mis labios. Intento traer de vuelta tu atención.

Me miras, el dorado de tus ojos me observa y brilla en comprensión. Sonríes, del modo en que lo haces cuando decides ceder el control a la pasión.

—Habrá que hacer algo —tu voz se vuelve posesiva.

Te acomodas sobre mí y me giró para mirarte directamente. Soportas el peso de tu cuerpo con los brazos extendidos y tus rodillas buscan crear un espacio entre mis piernas que me niego a ceder de inmediato.

—¿No quieres? —la pregunta está obsoleta incluso antes de ser formulada.

—Sí.

—¿Entonces?

—Convénceme.

Manifiesto y tomas el reto. Te inclinas directamente hacia mi pecho y me sé perdida cuando siento tu aliento caliente sobre un pezón y lo tomas en tu boca. Cedo y te escucho sonreír en el instante en que acunas tu sexo entre mis piernas y siento como se va endureciendo poco a poco ante el vaivén de tu cadera.

—Mañana estarás de mal humor —murmuras al acercarte a besar mi cuello.

—Oh, cállate —te exijo, alzando las piernas para rodear tu cintura.

.

N/A

Ellos son inevitables.

Besos

Anyara