La Nueva Emperatriz
Capítulo 32
Al salir de su tienda de campaña aquella mañana, Meiling supo de inmediato que algo allí no estaba bien.
No importaba por dónde mirara, todos los soldados hablaban de lo indiscreto que había resultado ser su emperador, y la envidia que le tenían por haber pasado la noche con una chica tan hermosa como aquella que el nuevo general había llevado a su tienda durante la madrugada.
Una parte de ella la invitó a mantener la calma, a no dejarse llevar por esos comentarios. Shaoran jamás la humillaría de esa manera después de haberle asegurado que no necesitaba de las atenciones de una mujer.
Sí, seguro era mentira. No creía que pudiera caer tan bajo como para meter a una prostituta en el campamento cuando había rechazado su propuesta solo unos días antes.
Retrocedió sobre sus pasos dispuesta a volver a su tienda y calmarse, pero su curiosidad pudo más y se dirigió hacía la de él.
No llamó, no asomó la mirada, no intentó alertarlo de alguna manera de su presencia, y eso fue lo peor que pudo haber hecho.
Ahí estaban ellos, completamente desnudos, durmiendo plácidamente abrigándose uno al otro, con la evidencia en todos lados de lo mucho que habían bebido de su amor mientras ella se moría de frío en aquella mugrosa tienda.
Era un maldito traidor. La había traicionado. Esa maldita mujer… seguro esa maldita mujer lo había engatusado para que durmiera con ella.
Se acercó a la cama ciega de los celos y haló a Sakura del cabello haciéndola despertar abruptamente en medio de un doloroso grito, alertando a Shaoran quien las separó abruptamente mientras escondía a Sakura tras su espalda, y observaba el adorno de cabello que Meiling intentaba clavar en el pecho de ella hacía solo unos instantes.
—Esa horquilla… ¿Cómo conseguiste esa maldita horquilla, Meiling?
Fue lo único que Shaoran alcanzó a preguntar al reconocer la forma de flor de cerezo en la parte superior del objeto.
Vio como la ira de los ojos de ella transmutaba al miedo, al miedo puro de saberse descubierta, y descendiendo de la cama hecho una furia, Shaoran la tomó de los hombros con todas sus fuerzas haciéndola temblar aterrorizada al verlo mirarla con tanto desprecio e indignación.
—Te juro que no es el mismo que usaron para atacar a Akiho, yo… he conservado conmigo el original todo este tiempo.
—¿Quieres decir que sabías que hay una segunda horquilla?¿Tú sabías que ni Sakura ni Tomoyo estaban involucradas en el ataque a tu hermana, y aún así dejaste que las encerraran?
Ella enmudeció ante su pregunta, ante toda la rabia que destilaba de sus ojos ámbar en esos instantes.
Ahora todo cobraba sentido. Ahora todo estaba completamente claro.
Los huesos de los hombros de Meiling empezaron a crujir debido a la manera en que Shaoran los sostenía, haciendo que los gritos de dolor de ella alertaran a los demás soldados, quienes ingresaron a la tienda a toda prisa, encontrándose con un escenario tanto confuso como preocupante.
Shaoran no era consciente de que aún se hallaba desnudo ni que estaba usando tanta fuerza contra ella que iba a romperle los brazos, pero tampoco era como si aquello le importara demasiado.
De repente entendía por qué su interés en que la ayudara a entrenar a Tomoyo ese día, por qué había insistido en meterle esas ideas sobre Touya y Sakura en la cabeza.
Tsubasa, la princesa Akiho, Tomoyo, su tío Eriol, Touya y también Sakura… los que no habían muerto, habían estado a punto de estarlo por su culpa. Esa maldita mujer.
No se lo perdonaría. Jamás le perdonaría que hubiera puesto en peligro la vida de todos ellos por sus malditas estupideces.
—¡Sujétenla! Voy a cortarle la cabeza en este mismo instante —rugió Shaoran mientras tomaba una espada de entre las armas dentro de la tienda, teniendo que detenerse abruptamente al sentir a Sakura tomarlo de la cintura para evitar que avanzara.
Ella aún temblaba. Era obvio que aún estaba aterrada por todo lo sucedido en ese lugar.
—Shaoran, sé que estás molesto, pero esta no es la solución. No tomes una decisión apresurada llevado por la ira.
—¡No quiero tu compasión, maldita arpía! Ni creas que voy a agradecerte que salves mi vida otra vez. —Meiling consiguió soltarse de los guardias y corriendo hacía Shaoran, lo obligó a colocar el filo de su arma en la base de su cuello—. Mátame tú Shaoran, toma mi alma con tu espada y arrebátame tú la vida. Si lo haces estaré conforme. Si lo haces tú, moriré satisfecha.
Escucharla decir aquello con tanta ligereza mientras sus ojos carmesíes brillaban amargó el estómago de Shaoran. Esas eran casi las mismas palabras que le había dicho a Sakura en el despacho de su tío, y aún así, cuando provenían de la boca de Meiling, se escuchaban tan enfermas y trastornadas.
—Átenla y llévenla al calabozo de palacio. La juzgaré correctamente en cuanto vuelva a la capital.
—¡¿Haces todo lo que esa mujerzuela te dice?! ¿Acaso solo eres un títere a la merced de los deseos de los demás? —gritó Meiling mientras los guardias la sujetaban de los brazos, pero a pesar de que intentó forcejear con ellos y liberarse, el dolor que castigaba sus hombros era tan intenso que no tuvo más opción que dejar de resistirse y permitir que la sacaran de allí mientras vociferaba con histeria—: ¡Claro que lo eres! ¡Por eso todo el mundo te engaña! ¡Por eso no puedes ver a tu enemigo aún cuando se ríe en tus propias narices! Te arrepentirás de esto, Shaoran. Te arrepentirás de no haberme matado cuando tuviste la oportunidad.
—No le prestes atención. La necesitamos viva. Hay cosas que solo ella puede decirnos —murmuró Sakura mientras tomaba la mano de Shaoran que en esos momentos temblaba de pura rabia—. Ahora estoy convencida de que esto es más grande de lo que imaginamos. Estoy convencida de que mi abuelo decía la verdad.
—¿Tu abuelo? ¿Te refieres al emperador de Nihon?
Shaoran se giró hacía ella para mirarla, y al notar cómo de inmediato Sakura se teñía de rosa mientras ocultaba la mirada, se apresuró a buscar algo con lo que vestirse, mientras ella en el lado opuesto de la tienda se retiraba la sábana con la que había estado cubierta hasta ese instante, y se colocaba sus propias ropas ya secas.
Parecía mentira que solo unas horas antes habían estado llenos de la más grande dicha mientras bebían fervorosamente de su amor, que hace solo unas horas todas aquellas dificultades parecían tan lejanas.
Meiling era el menor de sus problemas, cada uno de ellos lo sabían.
Alguien más grande que ella debía estar controlándolo todo, seguro alguien mucho más poderoso había estado aprovechándose de su insana obsesión por él para tenderles una trampa.
—¿Dónde viste al emperador de Nihon? ¿Él fue quien te secuestró?
—Algo parecido. —Sakura invitó a Shaoran a sentarse sobre la diminuta cama cuando ambos ya estuvieron vestidos, y trató de explicarle lo mejor posible aquello que ni ella misma acababa de entender a cabalidad—. Según me dijo mi abuelo, él solo intentaba salvarme de alguien que si quería matarme. Al principio no le creí, de hecho, lo traté de forma muy grosera, pero luego él me habló de esto.
—¿La flauta de Touya? —preguntó Shaoran mientras tomaba en sus manos el objeto de jade que había visto mil veces a su amigo tocar.
—Sí. Al parecer hay un mensaje para ti en esa flauta. Creo que es una pista sobre el culpable de todo esto.
Shaoran observó el objeto mientras la veía sacar la segunda flauta, aquella que habían encontrado junto al supuesto cuerpo de Touya, y entendió de inmediato que esa persona también la había copiado para simular la muerte de su amigo.
Para ese punto ya la cabeza de Shaoran daba vueltas. Todos esos sucesos… si la muerte de Touya también era mentira, quería decir que el culpable era...
—El abuelo me dijo que uno de los culpables era el señor Eriol.
Escuchar a Sakura confirmar lo que su mente ya le decía le hizo un agujero en el corazón.
Su tío… ¿su tío era la persona que había estado intentando acabar con todos ellos?
Shaoran se puso de pie abruptamente mientras apretaba el instrumento, sintiendo como Sakura lo tomaba de la mano invitándolo a calmarse.
Aún se hallaba demasiado agitado. Era demasiada información que asimilar para él. Touya, la flauta, su tío… ¿Acaso aquel panorama podría empeorar?
—Shaoran…
—Lo siento. Escucharé todo lo que tengas que decir. Es solo que yo…
—Te lo agradezco. No puedo pedirte nada más. —Shaoran volvió a tomar asiento a su lado al verla sonreírle con condescendencia, pero esta vez mantuvo la mano de Sakura entrelazada con la suya como si buscara en ella fuerzas para continuar escuchando. La castaña no hizo ningún esfuerzo por retirarla. Sabía que en esos momentos él necesitaba aferrarse a algo que sí fuera real—. Mientras leía en la biblioteca, encontré algo muy extraño de cuando el señor Eriol tenía doce años. De hecho, sus registros prácticamente desaparecen desde esa fecha hasta cuándo tiene veintiuno.
—Eso es porque lo creyeron muerto por siete años. Papá y él siempre decían que se reencontraron el año anterior a que lo nombraran emperador, pero el tío Eriol siempre evitaba contar donde estaba antes de eso.
Sakura acarició su mano al notar que aquello era algo que le estaba costando mucho asimilar, y tomando la palabra una vez más, continuó exponiendo ante él todo aquello que había descubierto esos días.
—También leí que el año en que el señor Eriol desapareció, la emperatriz de ese entonces, Xing Huo, dio a luz a un niño, pero fue destituida como tal y enviada de regreso a Nihon junto a sus dos hijos por cometer adulterio. El registro no indica cómo el emperador se dio cuenta de que el recién nacido no era su hijo, pero intuyo que poseía una característica notable, algo que a simple vista le hiciera llegar a esa conclusión. Algo como el color de los ojos, la piel o el cabello. Por eso creo que la clave está en el mensaje que Touya te dejó en la flauta. Aunque no he conseguido descifrar que es. He mirado insistentemente por todos lados de ella y no hallo un grabado ni nada similar.
—No creo que sea necesario buscar algo como eso. Touya no se anda con rodeos cuando se trata de cosas importantes. Si dice que me dejó un mensaje en la flauta, debe ser… —Shaoran tomó el objeto con ambas manos y aplicando todas sus fuerzas contra la flauta, partió en dos el instrumento de jade falso, dejando caer un trozo de papel de su interior que Sakura se apresuró a tomar y leer en voz alta ante la mirada atónita de Shaoran.
"He estado investigando a Eriol por el asunto de mi secuestro cuando era niño, y en el camino he encontrado algo más. Creo que alguien aparte de él está involucrado en no solo eso, si no la muerte de tus padres. Por ahora solo son suposiciones mías, pero si las cosas se descontrolan en mi relativamente corta ausencia, quiero que mantengas vigilado a …"
—¡Emperador! Se está incendiando la parte este del campamento.
—¿Cómo que se está incendiando el…?
Sakura lanzó un grito al ver a aquel soldado golpear a Shaoran en la cabeza tan pronto se giró hacía él, y al ver esos ojos carmesíes mirarla con tanto desprecio y sed de sangre, el corazón de Sakura dejó de latir unos segundos mientras se daba cuenta de que la maldad y la obsesión humana realmente no conocía límites.
—¿Estás seguro de esto, Touya?
—¿Ya te estás arrepintiendo de acompañarme, Yue?
—Por supuesto que no me arrepiento. Mi deber es y siempre será protegerte. Lo que pregunto es si estás seguro de que tu plan funcionará. No importa como lo vea, esto no me parece más que un suicidio.
—Para ser completamente sincero… no lo sé. Solo no quería decirlo frente a mis padres —reconoció Touya para luego fruncir el ceño después de suspirar profundamente, y dejó que se reflejara en su rostro sus verdaderos sentimientos al respecto—. Si Eriol ha pasado los últimos dieciocho años planeando esta venganza, tal vez no haya forma de hacerlo cambiar de opinión. Tal vez ya tiene todo preparado para asesinarme, y lo más probable es que lo logre. Justo por eso me niego a que vengas conmigo. Quédate en Nihon y cuida de Spinel, estoy seguro de que él…
—¿Qué edad tiene ese tal Eriol? —preguntó Yue ignorando por completo la petición de Touya, a lo que este volvió a suspirar resignado sabiendo que no había forma de hacer entrar en razón a ese terco sujeto.
—¿Edad? No lo sé. Hien decía que era su hermano mayor, así que debe tener más de cuarenta y cinco años.
—No puede ser él entonces.
—¿A qué te refieres, Yue?
El rostro del hombre de largo cabello plateado se descompuso mientras detenía su galopar, como si estuviera evocando un recuerdo que prefería haber olvidado.
—Tras ser expulsado del palacio comencé a trabajar en el puerto como sobrecargo de un barco mercante. La mayoría de los que trabajamos para el capitán de ese barco éramos jóvenes rechazados por la sociedad, sin una familia a la cual volver.
—¿Y qué tiene que ver eso con Eriol?
Yue frunció el ceño todavía más.
—Vi cuando el emperador de Nihon escoltó al hijo de Fei Wang al barco… y el chico no podía tener más de quince o dieciséis años.
—Eso no es posible. De ser así, ahora solo tendría… treinta y tres. ¡Son doce años menos que Eriol! No me digas que…
—El niño que acababa de dar a luz la emperatriz Xing Huo tampoco fue asesinado ese día —terminó Yue mientras Touya palidecía.
Eran dos. Su mayor enemigo eran en realidad dos personas.
—Touya, no es que quiera desanimarte, pero si esa es la persona que está detrás de esto… entonces las cosas son peor de las que las imaginas.
El trigueño notó como toda la calma que normalmente irradiaba el cuerpo de Yue desaparecía, y entonces comprendió que su amigo no le estaba diciendo todo lo que sabía al respecto.
Touya guió su caballo en su dirección, y colocó su mano sobre el hombro de Yue. No sabía que tanto había pasado desde que fue raptado, pero si esa persona era tan malvada como para poner a Yue así, entonces se estaban enfrentando a alguien muy peligroso.
—Dime lo que pasa, Yue. Necesito que me cuentes todo lo que sabes de esa persona.
Los ojos del hombre de mirada helada se llenaron de lágrimas mientras sostenía las amarras del animal con excesiva fuerza, y mirando a Touya con una mezcla de ira y desolación dibujada en el rostro se atrevió a decir aquello que tenía atorado entre pecho y espalda, y que le había robado la paz desde aquella fatídica noche.
—Ese maldito… ese maldito hombre… fue quien mató a mi esposa.
Touya palideció ante esa declaración. ¿Matar a la esposa de Yue? ¿Por qué habría de hacer algo como eso?
El trigueño abrió los ojos de par en par al escucharlo contarle el resto de la historia. Ese maldito… jamás pensó que alguien como él pudiera hacer algo así.
—Kaho.
—¿Kaho? No, mi esposa se llamaba Ruby.
—Sé que se llama Ruby. Me refiero a la esposa de Eriol.
Touya comenzó a sentirse inquieto mientras se armaba todo el panorama en su cabeza. Si Ieran estaba viva era probable que Kaho también, y si esa persona tenía al hijo y la esposa de Eriol…
—Cambio de planes, Yue. Quiero que vayas a Nihon y le informes sobre esto al abuelo.
—Espera… ¿viajarás a Liones solo?
—Debo hacerlo. Si voy contigo, esa persona te reconocerá y se dará cuenta de que ya me contaste la verdad. Por eso no puedes acompañarme, deben pensar que sigo engañado para que el plan funcione.
—Pero te matará. ¿De qué sirve hacer esto si mueres?
Touya no contestó. Él tampoco quería morir, pero no había otra manera de resolver aquello.
—Cuando lo compruebes, porque juro que el hermano de Eriol debe estar chantajeándolo, busca a la esposa de Eriol por mar y tierra, mueve las piedras de ser necesario. Cuando la encuentres ven a verme. Voy a liberarla cueste lo que cueste.
Yue hizo que su caballo se colocara en el camino de Touya antes de que este avanzara, sin ser capaz de aceptar todo lo que le estaba planteando.
—Touya… suponiendo que tengas razón y sobrevivas, si él siendo el consejero imperial no ha podido liberarla, ¿qué te hace pensar que tú sí lo harás?
—Porque nadie se cuida de los fantasmas, amigo mío.
El trigueño esbozó una sonrisa taimada mientras movía las amarras de su caballo y emprendía su galope, perdiéndose en el horizonte ante la mirada atónita de Yue quien no entendía las reacciones de ese desquiciado sujeto.
Estaba sonriendo. El maldito sonreía mientras galopaba hacia su muerte. Tal vez por eso era el único que podía derrotarlo, solo alguien igual de desquiciado podía derrotar a alguien como él.
Kurogane no recordaba una ocasión en la que sintiera tanta angustia y desasosiego como esa mañana.
Tal y cómo habían acordado con el consejo, había llegado el día de la boda, y ahora, mientras veía a Tomoyo de pie a su lado, a la vez que el sacerdote realizaba los ritos nupciales, no podía evitar sentir que tenía las horas contadas.
Algo le decía que aquello también era una trampa, que aunque se casara con Tomoyo, esas personas no liberarían a Freya.
Se sentía tan impotente, tan inútil, tan desolado. No podría resistir si ellos la mataban, no podría… no podría seguir con vida si ella hubiera muerto por su ineptitud.
Tomoyo por su parte lucía tan tranquila, tan en paz.
De vez en cuando llevaba su mano hasta su cuello de manera inconsciente y luego sonreía. No entendía nada. Si no fuera porque estaban siendo vigilados constantemente, no hubiera dudado en preguntarle porque no parecía preocupada por todo lo que estaba pasando.
Escuchó al ministro indicar que debían hacer la primera reverencia del ritual, y Tomoyo se giró hacía él con lentitud e inclinó la cabeza en su dirección mientras él la observaba.
Llevaba un enorme tocado de oro en la cabeza con varios adornos del mismo material pendiendo de él, y un velo rojo, lo suficientemente traslúcido como para que él pudiera notar la expresión tan relajada que llevaba, cubría su níveo rostro.
Su vestido también era rojo con bordados dorados y una gran cola, honrando el origen Liones de ambos al usar el traje nupcial característico de la realeza de ese país.
Kurogane hizo su primera reverencia al notar como ella se incorporaba, y pensó en que aunque Tomoyo se veía realmente hermosa ese día, su corazón no se agitaba, ni mucho menos sentía ya atracción alguna por ella.
No podía creer que había pasado tantos años pensando que la amaba. Que se hubiera pasado los últimos años ignorando sus verdaderos sentimientos por Freya.
Ahora los comprendía, ahora no deseaba nada más en el mundo que cumplir su promesa y que la persona que estuviera en ese vestido cuando levantara ese velo fuese Freya, pero con cada segundo que pasaba y cada nueva reverencia que compartían, aquello parecía cada vez más imposible.
Realizó su tercera reverencia sin poder evitar que sus ojos se cristalizaran de frustración al saberse solo un títere de sus enemigos, y girándose en dirección a los presentes, escuchó decir al ministro que la ceremonia había terminado.
Entre los asistentes a aquella boda se hallaban el rey Ashura, Yui, su hermana Akiho y una decena de personas que apenas conocía y cuya opinión no le importaba. Tenía tantas ganas de huir de aquello, quería… quería tomar a Freya y llevársela muy, muy lejos de allí.
Vio a Tomoyo comenzar a avanzar hasta la entrada del recinto con la ayuda de las dos criadas que normalmente servían a Freya en su mansión, y como era costumbre en esas ocasiones, avanzó tras ella a paso mesurado, hasta que un sonido metálico lo hizo llevar la mirada a sus espaldas, y entonces, al ver al que se suponía era el ministro religioso y a más de la mitad de los invitados desenvainar sus espadas mientras sonreían tétricamente, entendió que sus suposiciones eran ciertas.
Aquello era una trampa.
Esos hombres que al igual que el ministro habían salido de entre los presentes y comenzaron a atacar a todos los funcionarios de Celes, no pensaban dejar vivos a uno solo de ellos.
Intentó correr hacía dónde se encontraban Ashura, Yui y Akiho, derribando en el proceso al zorro carmesí que se abalanzó hacía ellos, pero al volver su mirada en dirección a Tomoyo y darse cuenta de que uno de esos malditos ya había asesinado a las dos criadas y la tenía acorralada dispuesto a arrebatarle también la vida, intentó correr en su dirección, siendo rodeado entonces por los demás criminales que habiendo terminado con sus respectivas víctimas se disponían a borrarlos de la existencia.
La situación era crítica. Sin armas para defenderse y con tantos enemigos a su alrededor era imposible salir victoriosos de esa situación.
Pero aun así, Tomoyo lucía tranquila, casi ajena a todo lo que ocurría y el peligro en el que se encontraba.
Un ¡todos abajo!, resonó de los labios de ella con el mayor volumen que su voz se lo permitía, justo cuando una flecha atravesó la sien de su verdugo, y Kurogane sintió como su hermana Akiho lo halaba de la ropa y lo obligaba a arrodillarse en el suelo y cubrirse la cabeza, al mismo tiempo que Tomoyo lo hacía.
El sonido de un torrencial de saetas proviniendo de todas direcciones ensordeció a los que con rostro a tierra, trataban de protegerse de los proyectiles, y uno a uno los zorros presentes que sin entender la señal se habían quedado de pie mientras miraban a todos lados, comenzaron a caer empalados en el suelo, haciendo de aquel lugar un lago de sangre y cuerpos agonizantes.
Una enorme comitiva de hombres vestidos de negro y con el rostro cubierto comenzaron a ingresar al recinto en todas direcciones, ante la mirada confusa de Kurogane, mientras Tomoyo, quien se había acercado casi a gatas hacia ellos, les hacía señas para que salieran por la puerta aprovechando la confusión.
Los recién llegados usaron sus espadas para acabar con la vida de aquellos que las flechas no habían fulminado, y cuando los cinco supervivientes se hallaron fuera de la sala de ceremonia, un hombre vestido como los anteriores y con un arco dorado en la mano, corrió hacia ellos mientras se quitaba la cobertura del rostro, y abrazaba a la amatista que se aferró a su pecho, aliviada de que al fin todo terminara.
Los ojos cafés del recién llegado se deslizaron hasta Kurogane quien se había quedado sin habla al verlo, y dibujando una sonrisa socarrona mientras pasaba su dedo por su cuello en señal de amenaza, besó la frente de Tomoyo mientras la felicitaba por haber sido tan valiente en aquellas peligrosas circunstancias.
—Espero que sepas que esta será la última vez que te dejo hacer algo tan arriesgado.
—No estoy segura de eso. Me gustó todo eso de la adrenalina que implica estar en peligro de muerte, las armas, los planes…
—Tomy…
La amatista soltó una risita al notar lo excesivamente fruncido que estaba el ceño de Touya en esos momentos, y depositando un breve beso en sus labios mientras le prometía que le dejaría a él las cosas peligrosas en lo adelante, volvieron a abrazarse alborozados de estar reunidos otra vez.
Ella había extrañado tanto que la sobreprotegiera, y él que no tuviera miedo alguno de enfrentarse a los peligros con tal de salvaguardar el bienestar de sus seres queridos, que casi no podían resistir las ganas de llorar.
Se separaron sabiendo que aquel no era ni el lugar ni el momento para decirse todo aquello que habían guardado en su corazón en todo ese tiempo separados, y tomando la mano de Tomoyo, Touya se dispuso a guiarlos al carruaje que se encargaría de llevarlos a dónde estarían a salvo temporalmente.
Él por su parte aún debía asegurarse de que no hubiera ningún otro zorro rondando por ahí. Dudaba mucho que Seishiro no hubiera creado un plan b por si las cosas fallaban, sin mencionar que aquella podía ser su única posibilidad de acabar con aquel malvado grupo de una vez por todas.
—Muchas gracias por salvarnos, príncipe Touya. El reino de Celes le estará eternamente agradecido.
—No hay nada que agradecer, rey Ashura. Sin toda su colaboración, este plan no podría haberse llevado a cabo —Touya llevó la mirada hacia Kurogane quien seguía mirándolo ausente como si sintiera que se hallaba frente a un fantasma, y volvió a sonreír con autosuficiencia—. Obviamente también estoy agradecido contigo por cuidar de "mi esposa", pero justo ahora debo pedir que garantices su seguridad por un rato más.
Kurogane asintió mientras tomaba de la mano del trigueño la espada que este le ofrecía, y después de depositar un nuevo beso en los labios de la amatista que evidenciaba en su mirada que no quería separarse nuevamente de él, Touya dio instrucciones a sus hombres para que los llevaran al castillo donde la cuarta parte del ejército Nihon los esperaban para protegerlos.
Kurogane por su parte seguía allí, mirando el filo de la espada completamente aturdido, sin entender absolutamente nada de lo que estaba pasando, pero intuyendo que los demás sí lo sabían de antemano.
Era obvio que Tomoyo ya sabía que Touya estaba vivo y que la idea de seguir con la ceremonia a pesar de saber que era una trampa había sido de ella. Ahora entendía su tranquilidad. Ahora entendía por qué se había tomado todo aquello con tanta calma. Seguro no le había contado de ello para no arriesgarse a que los que lo mantenían vigilado lo escucharan y todo se viniera abajo.
—¿Y qué hay de mi hermana, Kurogane? No está apoyando a las tropas Lionesas, ¿verdad?
Kurogane abrió la boca para contestar la pregunta de Yui, a pesar de lo mucho que le pesaba reconocer que no la había protegido, pero tuvo que detener sus palabras al sentir cómo el carruaje comenzaba a moverse a toda velocidad, y de una forma tan atropellada que los hizo tener que luchar por no caer tendidos en el suelo.
Kurogane asomó la mirada a través de la ventanilla al pensar que los estaban persiguiendo, y que por eso el soldado Nihon que conducía el carruaje había acelerado tan abruptamente, y se dio cuenta de que en realidad el conductor no solo estaba muerto, sino que los caballos se habían alterado tanto ante el sonido de la flecha que lo había asesinado, que terminaron perdiendo el control llevándolos en dirección al bosque donde el carruaje terminaría haciéndose añicos al impactar contra todos aquellos árboles.
—Mierda —murmuró Kurogane mientras se retiraba la parte superior de aquella vestimenta ceremonial en rojo para que su larga cola dejara de estorbarle, y saliendo a través de la ventana a pesar de lo peligroso que era a juzgar por la velocidad a la que se encontraban, intentó treparse por sobre el carruaje y llegar a dónde estaban las riendas.
Era muy difícil, apenas podía sujetarse bien para evitar salir volando.
Continuó luchando contra la fuerza que ejercía el movimiento descontrolado del vehículo mientras avanzaban, y cuando al fin se hubo hallado lo suficientemente cerca, se lanzó hacía el asiento del conductor y haló las amarras del par de animales con todas sus fuerzas.
Se escucharon múltiples quejidos de dolor mientras los cuatro que quedaban en el carruaje se golpeaban contra la madera debido a la manera tan abrupta en la que se detuvieron, pero afortunadamente ninguno se lastimó seriamente.
Kurogane descendió al suelo dispuesto a correr hacía la parte trasera del carruaje, y ayudar a bajar a los que se hallaban dentro.
Lo mejor era seguir solo con los caballos. Así sería más fácil desplazarse y perder al enemigo que evidentemente aún los perseguía.
—Eso estuvo muy bien, Kurogane. Debo reconocer que me sorprendiste.
La voz de Seishiro resonando entre la arboleda mientras aplaudía, hizo que el rostro del mestizo se deformara de la rabia.
—¿Qué es lo que pretendes, Seishiro? Pensé que querías que me casara con Tomoyo.
—Error. Lo que quería era que se realizara la ceremonia en la que te casarías con ella. Era la única forma de reunir a dos princesas de Liones y al príncipe y rey de Celes en el mismo lugar. También se suponía que estarían presentes el emperador y la nueva emperatriz de Liones y la princesa secreta de Celes, pero ya sabes, a veces se presentan algunos imprevistos. Si te sirve de consuelo, ver a tu princesa desnuda a tu lado me hizo tener una mejor idea. Creo que me casaré con ella, la haré mía y luego la mataré. Así me convertiré en el genuino soberano de Celes.
—¡Maldito! Voy a…
—Aun no entiendo porque mi hijo nombrará rey a un tipo tan corriente como tú, pero supongo que hasta las alimañas de tu calibre merecen una recompensa por su trabajo.
Aquella nueva voz irrumpiendo en medio de la discusión, hizo que Kurogane se detuviera antes de abalanzarse hacía el sujeto y mirara al anciano que galopaba hacia ellos en su caballo.
Kurogane lo reconoció de inmediato como el hombre que había atacado a Tomoyo mientras estaba en aquella habitación con Sakura. Aunque escuchar la voz de Ashura decir su nombre le confirmó que tal y cómo él aseguraba, no era uno de los zorros, sino el mismísimo padre del demonio que había orquestado todo aquello.
—Fei-Wang.
—Me alegro que aún me recuerdes, Ashura. ¿Qué te parece el excelente trabajo de mi preciado hijo? No cualquiera puede conquistar los tres reinos más poderosos del continente al mismo tiempo.
—¿Preciado? No creo que a tu "hijo" le haga mucha gracia escucharte decir eso —interrumpió Seishiro mientras caminaba hacia el anciano, haciendo que este frunciera el ceño al escucharlo dirigirse a él como a un igual—. Sabes que solo estás aquí porque él necesitaba alguien que llevara a cabo el asalto a la ceremonia mientras él se encarga de las cosas en Liones. Ya ves que fallaste en lo único que te pidió, así que… no creo que llegues a mañana vivo.
—¡Quienes fallaron fueron ustedes, bastardo! ¿No sé suponía que ese maldito mocoso estaba muerto? ¿Cómo es que Touya atacó a mis hombres hoy?
—No te pongas así, anciano. No te hace bien —susurró Seishiro mientras clavaba su espada en el estómago de Fei-Wang, haciendo que el anciano cayera del caballo mientras escupía sangre.
—¿Qué hiciste, bastardo? ¿Cómo te atreves a atacar a un príncipe?
—Solo cumplo órdenes, anciano. Tu "preciado" hijo, me envió a qué te asesinara en cuanto cumplieras tu misión. Agradece que no le dijera que fallaste y dejo que él lo haga. Te aseguro que no sería tan condescendiente contigo después del horrible padre que fuiste. Descuida, yo lo ayudaré a triunfar como lo he hecho hasta ahora. Ya no necesitará más de ti, ni del odioso de Eriol. Aunque, seamos sinceros. Tampoco es como si realmente necesitara de ninguno de los dos.
—¿A qué te refieres con eso, Seishiro? ¿No eres el hermano de Eriol?
El despiadado hombre se giró hacía Kurogane al escuchar su pregunta, estallando en una carcajada al leer el desconcierto en el rostro del mestizo.
—¿Hermano de Eriol? ¿Aún no lo han descubierto? Ese chico todos los días me sorprende un poco más. En los cuarenta años que tengo, jamás había visto una persona tan malvada y calculadora como él, y eso es mucho decir, porque yo no soy un santo precisamente. —Seishiro limpió una lágrima que se le había escapado de tanto reír—. Me alegro tanto de haberlo reclutado hace casi diez años. Es el mejor zorro carmesí que jamás ha existido. Pero en fin, es una lástima que vayan a morir antes de descubrir quién es realmente. Me hubiera gustado mucho ver su expresión cuando lo supieran.
—¿No me digas que te olvidaste de mi existencia, Seishiro? Pensé que era tu enemigo favorito. Me decepcionas.
Aquella nueva voz junto al galope veloz de un caballo dorado hizo que Seishiro entornara los ojos antes de llevarlos en su dirección. Ahí estaba otra vez ese desgraciado. Definitivamente ese sujeto no quería terminar de morirse.
—Sabes que lo eres, Touya. No hay nadie en el mundo que odie más que a ti. Pienso darte un trato muy especial esta vez, te mandaré al reino de los muertos cruelmente.
—Tendrás que esforzarte entonces, ya he sobrevivido diecinueve veces y me encantaría cumplir la número veinte.
—Oh no, no lo harás otra vez —replicó Kurogane mientras tomaba la espada que Fei-Wang había dejado caer al colapsar y se colocaba al lado del trigueño con la expresión endurecida—. Te ayudaré a matar a este sujeto cueste lo que cueste. Necesito que me diga dónde tiene a Freya.
—¿Hablas de tu noviecita? Ya era hora de que tuvieras una propia.
—¡¿A qué te refieres con una propia?!
—Realmente me decepcionan. Pensé que eran justos y no pelearían dos con un pobre lisiado. Bien, si quieren jugar así esta vez, emparejemos las cosas.
La voz de Seishiro interrumpió la acostumbrada reyerta entre Touya y Kurogane, y casi de inmediato, con solo hacer una señal, varios zorros carmesíes ingresaron a la escena triplicándolos en número.
Nadie más allí tenía nada para defenderse, salvo las tres espadas que tenían en las manos entre Touya y Kurogane, y si bien ellos dos se creían perfectamente capaces de doblegar y neutralizar a todos ellos, teniendo a cuatro personas que proteger mientras peleaban con hombres sin escrúpulos llenos de armas que seguramente estaban envenenadas, sus probabilidades de éxito se reducían a la mitad.
—¡Los quiero bien muertos esta vez! Ya saben que el emperador está de muy mal humor últimamente. Le rebanará el cuello a cualquiera que falle.
—Touya…
—Lo sé, Kurogane. —El trigueño empuñó su espada con ambas manos mientras colocaba su espalda contra la del mestizo—. Demuéstrame que tan fuerte te has vuelto en estos cinco años. Recuerda que yo soy el único que puede derrotarte.
—En tus sueños. Te aseguro que yo seré quien te derrote la próxima vez.
Touya esbozó una sonrisa mientras agradecía en silencio haber contado con él mientras tuvo que ausentarse. Saber que Tomoyo estaba a salvo bajo su cuidado era lo único que le daba fuerzas para seguir con sus planes.
Ambos se prepararon para iniciar la contienda, mientras los hombres, sonriendo con cinismo, se acercaban a ellos sin dejar de mirar a las cuatro personas a sus espaldas que se mantuvieron juntas mientras Ashura y Yui se preparaban para defender a las dos chicas junto a ellos aún fuera con sus manos desnudas.
El potente relincho de un caballo acercándose junto al cabalgar veloz de cientos de hombres galopando desde el norte, hicieron que todos los presentes llevaran la mirada hacia esa dirección, y al ver a la mujer de cabellera azabache que con su espada extendida guiaba al cuantioso grupo en esa dirección, más de uno de los presentes tuvo que parpadear varias veces para asegurarse de estar viendo correctamente.
Los zorros presentes empezaron a correr despavoridos sabiendo que enfrentarse a un ejército con la legendaria Ieran Wang a la cabeza era un suicidio, e incluso Seishiro tuvo que emprender la huida al comprender que su victoria en Celes sería imposible al menos por el momento.
Touya y Kurogane intentaron seguirlo, pero Ieran usó su caballo para obstaculizarles el paso. Aquella no era su batalla. En ese momento los necesitaban en un lugar mucho más importante.
—Mamá, ¿en serio eres tú?
Ieran llevó sus ojos hacia Tomoyo cuyos amatistas en ese momento se habían atiborrado de lágrimas, y sintió un gran pesar por no haberle dicho la verdad a su hija hacía tiempo.
Su pequeña princesa, esa adorable niña que aunque no había estado en su vientre se ganó su corazón desde el primer momento…
Descendió de su caballo solo para regalarle un abrazo. Ese que deseó darle cada día desde que ella llegó a Celes.
Intentó explicarle lo ocurrido, por qué nunca le había dicho nada hasta ese momento, pero Tomoyo negó con la cabeza mientras le sonreía y le aseguraba que le alegraba que estuviera bien.
Ya le había parecido raro que ningún zorro se hubiera acercado nunca a la casa de Freya. Seguro aquellas sombras que las criadas decían ver durante la noche era ella asegurándose de que ningún intruso informara a su jefe de su paradero.
Ieran acarició la mejilla de su hija, limpiando las lágrimas de felicidad que corrían a través de ellas, y miró a los dos hombres a sus espaldas, aquellos en quienes no solo confiaría la vida de su hija una vez más, sino la de su pequeño, lo único que le quedaba de su gran amor.
—¡Maldición! ¿Cómo es posible que dejaran que se la llevaran? ¿Acaso nadie vio nada en este maldito campamento?
Los gritos de Shaoran desde dentro de la tienda de campaña se oían resonando en todo el campamento.
Solo cinco segundos. Solo se distrajo cinco segundos y esa maldita mujer había secuestrado a Sakura.
¿Qué pasó con los guardias a quienes había ordenado llevársela al palacio? ¿Acaso todos en ese campamento en realidad eran sus enemigos?
—¡Shaoran! ¿Estás bien? ¿Qué pasó en el campamento? ¿Cómo… cómo ocurrió todo esto?
El rostro de Yukito, quien se adentró en el campamento a toda prisa, mostraba una preocupación difícil de disimular.
La cantidad de sangre frente a la tienda de Shaoran dejaba claro que alguien había matado a varios guardias allí, sin mencionar que el pañuelo ensangrentado que el castaño sostenía contra su cabeza le indicaba que había sufrido una terrible herida en su ausencia.
—¿Y la señorita Sakura? ¿Estaba contigo cuando ocurrió esto?
—La señorita Meiling la secuestró, señor Yukito. Ella también dejó esto para el emperador —respondió uno de los guardias ante la ausencia de respuesta del castaño, que seguía allí sentado con la cabeza baja perdido en sus meditaciones, a lo que Yukito leyó la nota con el rostro gravemente compungido.
"Si quieres volver a ver a tu mujerzuela, ven solo a la azotea de la torre vestido como Hien. Comprobemos si te sigue queriendo cuando sepa la verdad".
—¡Maldita sea! ¿A qué se supone que está jugando?
—No lo sé. Pero no pienso quedarme aquí hasta averiguarlo —contestó Shaoran al fin mientras fruncía el ceño—. Estos malditos no me han dejado salir a pesar de cuánto se lo he ordenado. Parezco más un prisionero que un emperador.
—Entiendo, con esa herida en la cabeza es natural que quieran que repose. —Yukito llevó la mirada hacía los soldados presentes y les dijo—: Yo me encargaré de escoltar al emperador hasta la torre. Pueden ir varios de ustedes más atrás por si las cosas se complican. Prepárense para cualquier imprevisto.
—¡Sí, señor!
Todos los soldados abandonaron la tienda de inmediato mientras Yukito ayudaba a Shaoran a ponerse de pie, y terminar de colocarse el uniforme de eunuco que había ordenado a sus hombres traer para él.
Ya había pasado más de un mes desde la última vez que usó aquel atuendo, pero la expresión del rostro de Shaoran dejaba claro que presentarse ante Sakura de esa manera y que ella no lo aceptara no era su mayor preocupación.
—No te preocupes, Shaoran. La rescataremos. Si quiere revelarte delante de ella, Meiling no la matará hasta que no vayas. Eso nos deja algo de tiempo.
Shaoran detuvo las manos de Yukito antes de que este le colocara el casco y solo por un par de segundos ambos se sostuvieron la mirada.
Los ojos de Shaoran destilaban rabia, rabia líquida, tanta como lo había visto mostrar en contadas ocasiones, pero soltando sus muñecas mientras suspiraba resignado, dejó que terminara de vestirlo mientras permanecía en silencio.
—Te salvaré Sakura. Te salvaré cueste lo que cueste —murmuró Shaoran unos segundos antes de abandonar la tienda de campaña con Yukito pisándole los talones, mientras una sensación horrible le recorría todo el cuerpo. La sensación atemorizante de estar caminando hacia su propia muerte.
El viaje había sido sumamente angustioso, no importaba qué tan rápido galoparan, el camino de regreso a Liones era demasiado largo.
Desde el momento en que Touya reveló ante todos el nombre del cabecilla de todo aquello, Tomoyo no había dicho ni una sola palabra. Seguro le invadía la misma incredulidad que él sintió cuando lo vio apuntar aquel arco en su dirección mientras lo miraba con aquella expresión tan perversa justo antes de aventarlo por aquel risco.
Menos mal que su capacidad pulmonar era muy buena, y los hombres de Yue se hallaban cerca, esperando el momento ideal para rescatarlo. Uno de sus pulmones había quedado prácticamente inservible luego de permanecer tanto tiempo sumergido en el agua helada, pero había conseguido volver con vida y justo a tiempo para frustrar sus malvados planes.
Aún así necesitaban llegar a Liones cuánto antes, necesitaban… advertir a Shaoran a como diera lugar.
—¿Aún tienes esa marca en el cuello, Tomoyo? Lo siento mucho. Creo que me emocioné de más ese día —reconoció Touya mientras tocaba el lado derecho de su garganta, aquel dónde se alojaba un semi círculo azul verdoso que recordaba perfectamente haberle provocado accidentalmente la noche de su apasionado reencuentro.
—No te disculpes —murmuró ella mientras colocaba su mano sobre la de él, y lo miraba agradecida de que a pesar de las delicadas circunstancias le dejara viajar con él de regreso a Liones—. Esto es lo único que me ha confirmado que lo que pasó ese día era real. En realidad me alegra que haya permanecido hasta el día de hoy.
—Eres realmente rara, pero supongo que eso es una de las cosas que más amo de ti —declaró Touya esbozando una sonrisa mientras se acercaba a sus labios y los besaba fugazmente—. Eres una mujer rara que se ve preciosa vestida de rojo.
Tomoyo sonrió mientras inclinaba la cabeza hacia atrás para poder mirarlo mientras permanecía entre sus brazos en la parte delantera del caballo, y elevando la cabeza para alcanzar sus labios, los saboreó lentamente mientras él reducía la velocidad del caballo.
Kurogane, quien iba galopando solo unos centímetros más atrás de ellos, frunció el ceño al verlos, pero no porque sintiera algún tipo de incomodidad por la relación entre ellos, sino porque verlos juntos le recordaba el hecho de que ni siquiera sabían dónde estaba Freya.
No podía creer que Seishiro hubiera logrado escaparse, aunque Ieran prometió perseguirlo antes de alcanzarlos en Liones, no se sentiría tranquilo hasta que no tuviera noticias de ella.
Sintió como Touya golpeaba su cabeza mientras su caballo volvía a cabalgar a toda velocidad consiguiendo sobrepasarlo, y entonces lo escuchó garantizarle que la salvarían.
—Si es que ella no se salva sola. Ya conoces a Freya, Kurogane. Probablemente ya les dio una paliza a quienes la tenían cautiva.
Kurogane sonrió agradecido por las palabras de Tomoyo mientras recuperaba las esperanzas.
No estaban hablando de una mujer débil, que se dejara asesinar fácilmente. Seguro Freya buscaría la manera de zafarse de ellos, o al menos mantenerse con vida hasta que él la rescatara.
—¡Esperen! Detengan los caballos. No sigan en esa dirección
El trío detuvo abruptamente su galope al escuchar la voz de Kaito acercándose, y al ver al malherido príncipe corriendo hacía a ellos con los dos trozos de la flauta que Touya le había dejado a Sakura, de inmediato supieron que habían llegado muy tarde.
Solo era cuestión de tiempo. El reloj de la muerte había empezado a correr.
A pesar de la imponente oscuridad que los arropaba en esos instantes, Shaoran y Yukito consiguieron abrirse paso a través de aquel pasadizo secreto.
La lámpara que siempre dejaban allí para cualquier eventualidad nocturna no estaba, así que era obvio que alguien ya había tomado aquel camino antes que ellos.
Continuaron moviéndose lentamente sin retirar su mano de la pared rocosa para poder guiarse en medio de toda aquella lobreguez, y así, consiguieron acercarse a la escalera que los llevaría a la habitación superior dentro de la torre.
Shaoran no había dicho palabra alguna en todo el camino, y si bien Yukito intentó plantar conversación en un par de ocasiones, había desistido de ello al notar que él no parecía dispuesto a dirigirle la palabra.
Sabía que estaba preocupado por Sakura y que era natural que eso lo tuviera de muy mal humor, pero ya su actuar tan ensimismado y arisco le estaba resultando exagerado, considerando la buena relación que siempre habían tenido.
—Debiste tratarte esa herida en el rostro antes de acompañarme, Yukito. Parece ser profunda —comentó al fin Shaoran mientras salía a través de la puerta de la habitación, encontrándose con el largo pasillo donde iniciaban las escaleras que los llevarían a la azotea de la torre, luego de ascender cuatro plantas de la misma.
—Ah, esto —murmuró él mientras llevaba la mano a su mejilla—. Solo es un pequeño rasguño que me hicieron cuando rescaté a Nakuru hace rato. Esto no es nada comparado con el alivio que siento al saber que ya está segura en casa.
—Ya veo. Me alegro que así sea.
El silencio volvió a cernirse sobre ellos, pero esta vez debido a lo que encontraron mientras subían a través de las escaleras.
Los cuerpos de Shinya, Keyla y al menos una docena de sirvientas más, se hallaban dispersados en los pasillos.
No tenían heridas visibles pero sí un sarpullido verdoso en todo el cuerpo. Parecían haber sido envenenadas. Alguien las había envenenado antes de que ellos llegaran a ese lugar.
—Hay algo más que siempre he querido preguntarte, Yukito —continuó Shaoran mientras sostenía con fuerza la espada de su costado, apretando los dientes mientras ascendía los últimos peldaños de la escalera.
—¿De qué se trata, Shaoran?
—Es sobre tu pelo… Las personas con ese color de cabello normalmente son ancianos. Es la primera vez que veo a alguien joven con el pelo de ese color, sin mencionar que tus ojos… en este momento no son avellanas sino verdes, ¿sabías? ¿Se trata de algo hereditario?
—No estoy seguro. No conocí a mis padres, así que no sé nada de su apariencia.
—Te puedo creer que no conocieras a tu madre, pero seguro a tu padre si lo conoces muy bien.
Shaoran se giró en dirección a Yukito mientras decía aquello, notando como su rostro siempre calmo perdía la serenidad solo por unos instantes.
La sangre en las venas del castaño hirvió como lava a punto de erupcionar, y desenvainando su espada dispuesto a atacarlo, se preparó para lo que suponía sería una acalorada pelea con el verdadero culpable de todas aquellas desgracias.
Un par de zorros carmesíes atravesaron el pasillo ascendiendo las escaleras en dirección a ellos, pero si bien Shaoran pensó que se unirían a Yukito para asesinarlo, terminaron atacando al desprevenido hombre que apenas pudo usar su espada para evitar caer de rodillas sobre los peldaños, ante el escozor que le produjo aquella enorme cortadura atravesando la mitad de su espalda.
La sangre comenzó a brotar de su herida tiñendo la ropa de Yukito de carmesí, quien, ignorando el dolor que lo castigaba, se giró hacia el par de hombres dispuesto a usar su espada para cerrarles el paso y protegerlo de su ataque.
—Parece que Meiling no está sola, Shaoran. Intentaré retrasar a estos dos. Asegúrate de salvar a la señorita Sakura mientras te alcanzo.
Shaoran vaciló al escucharlo hacerle tal exhortación, sintiendo que en realidad lo estaba engañando de nuevo, pero al fijarse en el tono de su voz y darse cuenta de que apenas podía mantenerse consciente mientras la hemorragia de su espalda se hacía aun más severa con cada mandoble de su espada en contra de sus enemigos, se dio cuenta de que había sido un tonto por siquiera dudar de él. Yukito no podía ser esa persona. Eso… eso no tenía ningún sentido.
—Asegúrate de resistir, vendré a ayudarte tan pronto como pueda.
—Confío en eso, Shaoran. Siempre has sido una persona muy amable.
El castaño entendió que no debía perder más tiempo si quería salvarlos a ambos, y dejando a Yukito con esos dos, terminó de ascender la escalera, sintiendo como el aire helado golpeaba su rostro al tiempo que atravesaba la puerta que lo llevó a la azotea de la torre.
Ahí estaba Sakura, amordazada, amarrada de manos y piernas a una silla con el rostro ensangrentado y el cuerpo lleno de moretones.
Tal vez no la había matado, pero era obvio que Meiling no había perdido el tiempo para vengarse de ella por ser su preferida.
—Así que ya llegaste. Parece que si te importa un poco esta ramera.
—Basta ya de esto Meiling. Devuélveme a Sakura.
Shaoran la siguió con la mirada mientras esta, escoltada por un par de hombres que reconoció por haber sido parte de sus tropas, y ahora exhibir con orgullo la marca en su brazo de los zorros carmesíes, comprendió lo engañado que había estado todo ese tiempo. Ya ni siquiera estaba seguro de si había o no una guerra real, o eso también se lo habían inventado para acorralarlo.
—Por supuesto que lo haré. Una promesa es una promesa, amor mío. Solo deja que te aten. No quiero sorpresas desagradables mientras te muestro qué clase de mujer es la esposa que elegiste.
Sintió como los dos hombres caminaban hacia él, y atándolo a una silla tal y como se hallaba Sakura, lo colocaron justo frente a ella, y una vez aseguraron que no podía escapar, vio a Meiling caminar hacia Sakura con un balde de agua en las manos y derramándoselo encima sin importarle que se congelara, la hizo despertar abruptamente visiblemente aterrada por tantos maltratos.
Parecía haber sufrido muchísimo, toda la sangre que se veía en su ropa le decía que esa desquiciada la había sometido a las más despiadadas torturas.
Sakura apenas podía mirarlo con lo hinchados y amoratados que tenía los ojos, y entonces Shaoran maldijo una y otra vez mientras sus ojos ámbar se cristalizaban de pura impotencia.
¿Por qué? ¿Por qué tenían que hacerla sufrir a ella también?
—Bien, "Hien". Es hora de que veamos si el amor de esta arpía es tan genuino como lo pintas.
Meiling tomó a Sakura del cabello obligándola a mirar en la dirección en la que en ese momento uno de los guardias le retiraba el casco a Shaoran. Ella lo miró unos segundos como si solo fuera un cascarón vacío. Era obvio que estaba demasiado dolorida. Todo aquello era demasiado para su pequeño cuerpo.
—¿Bien, Sakura? ¿Qué piensas de la verdadera identidad de tu noviecito? ¿No es desconcertante saber que la persona a la que odias y a la que amas es exactamente la misma?
—Pienso… —La voz de Sakura sonaba tan rasposa y baja que dejaba claro que había estado gritando por horas mientras Meiling la golpeaba. Shaoran bajó la mirada al sentirla posar sus ojos esmeraldas en él, y si bien pensó que ella le culparía o reprocharía por haberle mentido y hacerle pasar por todo aquello, soltó un profundo gemido al verla sonreírle con dulzura mientras sus esmeraldas se cristalizaban de felicidad—. Estoy muy contenta de que aún vivas, Hien. Sabía…. sabía que mi corazón no me engañaba.
Shaoran sintió tanto dolor en ese momento.
No solo aquellas palabras le confirmaban que ella ya lo sabía, sino que dejaban claro que la insistencia de su tío en que no le dijera la verdad era la prueba de que él en verdad estaba involucrado en aquel engaño.
Había sido tan estúpido.
Confiar en los demás era su debilidad. Él era un inútil porque no podía dejar de confiar en las personas a su alrededor.
—¡Qué estás feliz de que viva! ¿Esa es tu respuesta? ¡¿Acaso intentas burlarte de mí, maldita ramera?!
El rugido de Meiling justo antes de empujar la silla de Sakura al suelo y comenzar a patearla, hizo que Shaoran se removiera en la silla maldiciendo el hecho de no poder tomar su espada y matarla allí.
Sakura ya no tenía fuerzas siquiera para gritar mientras esta la maltrataba, y en el momento en que en su impotencia Shaoran rogaba que alguien viniera y la salvara, una flecha se incrustó en el brazo de Meiling mientras la inconfundible voz de su tío resonaba desde la única puerta a la azotea
—Basta ya, Meiling. No quiero tener que matarte. Huye antes de que él te asesine. Sabes que no te perdonará por haber arruinado sus planes.
—Maldito. ¿Cómo te atreves a aconsejarme a estas alturas? ¡Acaben con él! Quiero que asesinen al maldito de Eriol.
—Parece que aún no entiendes cual es tu papel en todo esto, Meiling. Ellos no son tus sirvientes… son los míos.
La duquesa llevó sus ojos encendidos hacía el sujeto que caminando apaciblemente desde la espalda de Eriol, se acercó a donde estaba ella, llevando la mano a su garganta al sentir que por más que lo intentaba ya no podía respirar.
Uno de los zorros acababa de clavar una daga en su garganta destruyendo su tráquea y aunque luchó por mantenerse en pie por más tiempo, terminó desplomándose en el suelo mientras sentía como se ahogaba con su propia sangre.
El recién llegado se arrodilló frente a ella y arrancándole el cuchillo de la garganta de un solo tirón para que terminara de desangrarse, volvió su mirada a Eriol quien seguía petrificado en su lugar, mientras tal y como temía, la mezcla de miedo y rabia que corría por todo su cuerpo le impedía avanzar en su dirección.
El hombre sonrió mientras sus ojos avellanas cambiaban a verde tal y como ocurría cuando estaba furioso, y levantándose del suelo mientras enfrentaba la mirada de su hermano mayor, un "Yukito" casi inaudible salió de la boca de Sakura justo antes de ver como Shaoran apretaba los dientes mientras se removía en la silla como si quisiera romperla en mil pedazos y lanzarse a atacarlo.
Yukito esbozó una gentil sonrisa mientras acariciaba la cabeza del castaño con su mano ensangrentada y enfrentando los añiles de Eriol quien seguía en su sitio sin siquiera poder avanzar, susurró con voz tétricamente apacible:
—Hola, hermanito.
¿Había dicho que el capítulo anterior era largo? Pues solo porque no había terminado este XD
Pero aunque es el capítulo más largo hasta ahora, confío en que con tantas cosas emocionantes que pasaron, se hayan mantenido pegadas a la pantalla durante todo el capítulo.
¿Cuántas se esperaban que esta fuera la identidad de nuestro villano?
Espero que ninguna. Me esforcé mucho por mantenerlo oculto hasta este capítulo. Aunque como son mis detectives favoritos seguro que ya venían sospechandolo.
¿Sienten que no tiene sentido? ¿Le quedaron un par de lagunas?
Pues la retrospectiva del próximo capítulo les aclarará todas sus preguntas.
Veamos juntos cómo un tipo que parece tan apacible puede ser tan, pero tan malvado.
Buajajaja.
Lo amo. Creo que es el primer villano que realmente disfruto escribir.
Por otro lado, ¡nuestro Touya está vivito y coleando!
Claro, yo jamás podría matar al amor de mi vida.
Meiling tuvo el final que se merecía y todos avanzan a toda prisa intentando salvar a nuestros castaños.
¿Lo lograrán? ¿Nuestro villano se saldrá con la suya?
Solo quedan dos capítulos para averiguarlo.
Gracias por la acompañarme hasta aquí. Confío en que sigan junto a mi hasta el final de esta aventura.
