Capítulo 5

Eran apenas las nueve de la noche y el ambiente se encontraba bastante animado, el humo del tabaco parecía filtrarse por cada poro de la piel de Mikasa, que enfundada en un discreto traje negro similar al que usara las últimas noches, centraba toda su atención en el juego. Hizo girar la ruleta y cinco de los apostadores acertaron al color rojo, pero uno de ellos le acertó al pleno, haciéndola sacar cuentas mentales para entregar las fichas al ganador.

-Apuesto a impar – dijo el cliente que acababa de ganar, poniendo animadamente todas sus fichas sobre la mesa, mientras la chica, tranquila como una esfinge, volvía a girar la ruleta.

-Par. Usted pierde.

El hombre se lamentó en voz alta con alguna grosería ante su cambio de fortuna, y abandonando la sala de juegos se dirigió al bar, confiando en que una copa de buen vino levantara su ánimo.

En el iluminado escenario, Sasha castigaba las teclas del piano con un ritmo alegre y festivo, que era aprovechado por varias parejas en la pista de baile. Con el humo del cigarrillo y el olor a alcohol, las risas de las mujeres abrazadas a los clientes y la algarabía en general, era difícil tener pensamientos pesimistas, más bien se esperaba que el entusiasmo contagiara a todos por igual.

En ese mismo momento, el grupo de jóvenes liderado por Jean Kirshtein hacía ingreso por el iluminado acceso, saludando a dos hombres vestidos con traje de etiqueta que permanecían en la entrada controlando el acceso.

-Este lugar es muy concurrido, el que tiene mejor reputación – dijo Jean apenas estuvieron dentro – es un buen lugar para olvidar las penas – rio dándole un pequeño codazo a Eren.

-Pero… no era necesario – Armin intuía desde hace meses la intención de sus camaradas, pero la dinámica grupal le hacía imposible negarse. Ya antes le había tocado su turno a Eren y antes de él, a Jean.

-Claro que sí, no nos agradezcas Armin. Además, aprovecharemos de tentar a la suerte. Tengo un número al que siempre apuesto… nunca me ha fallado – acotó Jean, buscando animarlos.

-Podemos ir al casino, y si Armin se anima, sólo si él quiere y ve alguna chica que le guste – sonrió Connie, que jamás admitiría delante de sus amigos, que deseaba que su turno llegara pronto.

-Por supuesto. No estamos aquí para obligarte. Sólo relájate y procura divertirte.

-Chicos, apostaré en la ruleta al número dieciocho rojo, veinte negro y… déjame ver…

-Espera Connie, tú no tienes dinero, estás quebrado – lo atajó rápidamente Eren.

-Es cierto, pero vinimos a divertirnos, así que apuesta tú.

-Yo te invito la primera jugada. Más vale que ganes – le animó Marco.

Se habían sentado en una mesa los cinco, con un shop de cerveza cada uno. Connie y Marco no paraban de fumar, aunque todos habrían jurado que este último no fumaba. Seguían atentamente a las vueltas de la ruleta, aunque desde su ubicación tenían la visión reducida por los apostadores que rodeaban la mesa. Pero no perdían de vista a los tipos que, con sus cambios bruscos de humor, no ocultaban al demonio interno del apostador.

-¿Ya vieron a esa chica? – dijo Jean de repente abriendo los ojos y poniéndose de pie – Tengo que apostar. Voy a la mesa de black-jack, le daré una paliza a esa belleza.

-Es un idiota – dijo Eren sin darle importancia – lo molestaremos cuando vuelva derrotado.

-Estos habanos son muy fuertes… - Connie olfateaba su largo puro encendido y antes de terminar la frase, comenzó a toser tan fuerte que los ojos se le volvieron rojos. Se levantó y se sentó, golpeándose el pecho, pero la tos no remitió.

-Marco, no has dicho nada –observó Armin- y ya te tomaste medio litro de cerveza… come algo o terminarás ebrio.

-No… es que… yo… - comenzó a escucharse el tímido chico cuando una muchacha de vestido ceñido en el busto se sentó con ellos, en el lugar que dejara Jean. Los cuatro se quedaron mudos, y ella sonrió, llevando de la mano a Marco hacia la pista de baile.

-Si esta noche Armin no se decide, no todo estará perdido – Connie los siguió con la mirada hasta que se mezclaron con las otras parejas – ella no está mal. ¡Diablos! – dijo envidioso.

-Chicos vengan, esta chica es fabulosa. Tienen que verla – Jean había regresado y parecía muy animado – Armin, puedes venir también, te aseguro que no corres peligro.

Se acercaron los tres a la mesa del juego, olvidándose de Marco, atraídos por la chica de cabello negro que hacía una demostración barajando las cincuenta y dos cartas del naipe. Se miraba las manos, y en ningún momento demostró que los observadores, le alteraran. Muy por el contrario, se tomó el tiempo de barajar de tres maneras diferentes el mazo de cartas y su técnica no dejó de ser impecable.

Aun cuando un tipo gordo y colorado le insinuó que se aprestaba para leer el tarot, produciendo algunas risas entre los apostadores, pareció no escucharlo y su ritmo pausado se mantuvo inalterable.

Recibió las apuestas con igual confianza, mientras que los chicos vieron avergonzados como Jean intentaba llamar su atención, no sólo había realizado la apuesta más alta, sino que cometió algunos errores tontos que terminaron por dejarlo fuera del juego. Mientras permanecía con la vista fija en la croupier, una sonrisa ladina enmarcaba su rostro. Y sólo demudó el gesto cuando la bonita muchacha terminó ganando la mano al resto de los apostadores.

Entonces se dio inicio al número musical que abría con la voz armoniosa de Petra, continuando con las bailarinas que hacían coreografías muy sensuales al estilo de Moulin Rouge. Mientras los caballeros volvían a sus mesas, Mikasa ordenaba el tablero y guardaba las fichas, intentando ignorar el molesto dolor de cabeza que atribuía al olor del tabaco y a la tensión en que se sumía durante el juego.

El número musical duraba entre cuarenta y cincuenta minutos, tiempo más que suficiente para que los caballeros asistentes pudieran concretar un encuentro sexual con las chicas en las habitaciones del segundo piso. Cuando un acalorado Marco regresó a la mesa sin hacer ningún tipo de comentario, se sentó entre ellos, rogando para que ninguno hubiese notado su ausencia.

Cuando Mikasa comenzó a barajar las cartas, los jugadores regresaron. A su derecha quedó Jean, mientras que Armin se puso en frente, al lado de Connie que animaba a Marco, reprochándole su buena suerte. Más lejos estaba Eren, enfocado en los movimientos de la baraja, preguntándose si era la forma de las uñas o las delicadas falanges, que le provocaban una absurda atracción.

No recordaba los pormenores del juego, casi nunca lo hacía, sólo que el primero en perder fue un sujeto de bigotes que pidió una cuarta carta, y las arrojó furioso al quedar fuera. El chico rubio la miraba con atención, no estaba bebido y conocía esa mirada de desconfianza. El chico de cabello rubio oscuro no le quitaba la vista de encima, pero no arriesgaba nada, solo aumentaba la apuesta, quería llegar hasta la última ronda. Y el otro sujeto, el de ojos verdes, solo seguía las jugadas básicas.

No los había visto antes por ahí, serían jugadores amateurs, tal vez solo fueron por una chica para darse un revolcón. Entonces hizo su jugada maestra, tal como le enseñara Hannes. Malditos patanes, pensó con sorna y mirando de frente a Armin, por primera vez en la noche se dirigió verdaderamente a ellos.

-La casa gana – fue todo lo que dijo y sin hacerles mucho caso a sus expresiones admiradas comenzó a guardar las fichas. La noche había terminado, y ella tenía prisa por retirarse.

-Espera, dime tu nombre al menos– pidió Jean, sujetándole el brazo. Ella pareció entonces perder la compostura, cambiando su expresión serena que fue desde el miedo hasta el más completo enojo. Él no se daba por enterado, pensando que ella esperaba ese gesto al menos de su parte.

-Espera, Jean – intervino Eren haciendo que la soltase – no puedes obligarla – Se giró en dirección a la chica, dándole la espalda - Discúlpalo, mi amigo es algo impulsivo, pero no es mala persona. Es solo que, lo has impresionado – vio como el rostro de la chica parecía adoptar una nueva expresión, que no fue capaz de descifrar. Pero seguro, en un lugar más iluminado, la habría visto sonrojarse.

-No se preocupe – dijo ella comenzando a caminar, pero él la siguió.

-Hace unos días estuve aquí, una chica tuvo una emergencia. De casualidad, ¿sabe cómo se encuentra? – dijo de corrido, sintiéndose un maldito hipócrita, porque él mejor que nadie sabía que no le importaba el estado de Mimí. Casi al instante fue consciente que él no era en ningún caso mejor que Kirschtein, a quien solía criticar.

- ¿Es el médico? – dijo con evidente impresión, provocando que el pecho de Eren se inflara de orgullo – ella se ha ido, pero por lo que sabemos ha mejorado su salud, aunque sigue triste por lo sucedido.

- Gracias por decirme… señorita? - inclinó sus ojos y esperó, como solía hacer para conseguir información y esta vez, tampoco falló. Sólo que no fue consciente en ese momento de la ansiedad que le provocaba escuchar su respuesta.

-Mi… Midori.

Entonces ella con una educada inclinación de cabeza se despidió, dirigiéndose rápidamente a la buhardilla para reunirse con Sasha. Los corredores ya se encontraban desiertos, y en algunas habitaciones reposarían dos cuerpos extraños, cansados y tumbados después de la ardiente refriega.