Mil años sin aparecerme por el fandom de Ranma 1/2
Me alegra el corazón estar de vuelta con una historia cortita de mi ship favorito, Ryoga y Ukyo.
Disfruten su lectura
TODOS LOS PERSONAJES PERTENECEN EXCLUSIVAMENTE A RUMIKO TAKAHASHI
"Vidrios rotos"
La oscuridad de la habitación era latente, pero a pesar de estar despiertos a las 2:30 de la madrugada, ninguno quería encender la luz. Sólo se limitaban a sentir sus presencias en ese ambiente tenso, guiándose por las sombras proyectadas gracias al resplandor de la luna llena que se filtraba por la ventana. Siempre era así, siempre hablando y procediendo a oscuras, pues sentir la mirada del otro sobre sí mismos, resultaba en un obstáculo para su propia desinhibición.
Pero justo esa noche, la tensión era tan grande que casi se podía palpar con los dedos. Esa noche era la primera en que ambos dormirían sabiendo que sus corazones permanecerían rotos por algún tiempo, pues aquella boda, la misma que por tanto tiempo había sido pospuesta, se había realizado finalmente, justo después de siete años.
−¿Podemos hablar como adultos por favor? −Ryoga intentó sonar razonable, persiguiendo a la joven en la habitación, mientras ella rodeaba la cama con pasos fuertes. La misma cama en la que tantas veces habían dormido juntos durante esos últimos tres meses.
−No quiero hablar, estoy harta de hablar −respondió ella zafándose bruscamente del agarre del muchacho cuando él intentó tomarla del brazo.
−Ukyo…
−Déjame en paz, Ryoga… por favor −se detuvo al frente de la puerta de la alcoba, dándole la espalda. Colocó su mano en la madera y suspiró con cansancio, no quería voltear para mirarlo, pues aunque la oscuridad evitaba que pudiera verlo a los ojos, ya sentía esa mirada verdosa atravesándole la espalda.
−De nada sirve evadir la realidad, ya no hay nada que hacer, nada más
−Ya lo sé, no es necesario que me lo repitas, yo lo vi con mis propios ojos
−¿Y entonces por qué continuas aferrada a algo imposible? −avanzó un paso y la sujetó de los hombros, obligándola a girar para quedar frente a frente. Vio perfectamente el brillo de una lágrima gruesa que rodaba por el mentón de Ukyo para luego caer al suelo. Ryoga sintió un espasmo en su corazón al ver aquello, pues a pesar de tener ya 23 años, los sentimientos que Ukyo reflejaba, eran igual de intensos como cuando era una adolescente. Sin dudarlo, él se acercó más y la sujetó de la barbilla para alzarle la cara con delicadeza −La última vez que hablamos dijiste que si Ranma era feliz, tu también lo serías, dijiste que estarías con él como su mejor amiga, dijiste…
−¡Me duele, ¿de acuerdo?! −le gritó con frustración y colocó ambas manos sobre el pecho de él, apretando los puños, arrugándole la camiseta, luego bajó el volumen y por fin se atrevió a devolverle la mirada −Me duele mucho aún… ¿Y tu qué?, ¿Me vas a decir que ya superaste tu supuesto amor por Akane?
−No −habló firme y con la verdad, viendo muy fijamente los ojos azules de Ukyo, en ese momento casi negros debido a la amplia dilatación de las pupilas. Ciertamente aquella había sido una tarde dura para Ryoga, sintiendo una derrota más por parte de Ranma, una definitiva −Pero quiero hacerlo, quiero superarlo… Ya estoy cansado de todo esto, ¿tú no?
Ukyo resopló ante la pregunta, ella ciertamente también ya estaba extremadamente harta ante tanta decepción, agotada de tantos años de frustración y de ridículos intentos por evitar algo que terminaría sucediendo tarde o temprano, pues aunque se lo hubiese negado a ella misma, siempre supo que su amor no era ni iba a ser correspondido nunca. Por eso, cuando Ryoga volvió a aparecer en su vida, ella le propuso un trato que al principio le parecía excitante y divertido, un trato que apaciguaría su obsesión con Ranma y que además la distraería un poco del dolor de verlo muy enamorado y casado con otra. Tal vez estaba siendo inmadura, tal vez estaba siendo egoísta, pero Ryoga lo había aceptado alegando que estaba exhausto de ser un eterno trotamundos sin un sitio fijo al cual llegar, pues él también quería salir de aquel agujero de pesimismo y amargura en el que se había sumergido desde el día en el que finalmente se había confesado con Akane y ella lo había rechazado gentilmente. Ambos estaban en la misma posición, ambos con el corazón roto y ambos con un hambre de cariño y compañía que ninguna otra persona podía comprender del todo.
Ella había estado bien así, con Ryoga quedándose con ella en su departamento mientras los dos terminaban la universidad, conviviendo como buenos amigos durante el día y compartiendo la cama en las noches; a veces sólo para dormir o para conversar de cosas triviales hasta altas horas de la madrugada, riendo en voz baja de todo y de nada, siempre compartiendo un dolor mutuo. Los dos aprendieron a llevar una relación sin ataduras de ningún tipo, nada formal pero demasiado íntima, tanto, que a veces el sexo ni siquiera era necesario, sólo bastaban un abrazo y un beso para terminar el día y todo estaba perfecto.
Aun así, Ukyo se sentía desconcertada ante la actitud tan pasiva de Ryoga después a haber presenciado la boda de la joven a quien dijo amar por todos esos años. Se veía deprimido y sus ojos, de ese tono verde-miel tan característico, se mostraron apagados durante toda la ceremonia, por ello era extraño que una vez finalizado el evento y ambos hubiesen vuelto a casa, Ryoga se mostrara tranquilo, realista y maduro, mientras ella estaba sintiendo que el mundo se le venía encima.
−Ukyo −dijo él, sacándola de su ensoñación y acercándose aún más, dejándola totalmente acorralada contra la puerta de la habitación −Siento que la vida puede darme otra oportunidad para ser feliz, para sentirme pleno.
La joven volvió a bajar la mirada, sintiéndose vulnerable y débil ante tanta cercanía. Quería huir, correr lejos y darle un buen motivo a su corazón para acelerarse más de lo que ya estaba.
−Mejor vete ya, no quiero verte
−Tu me pediste que viniera, que me quedara contigo… ¿recuerdas? −sin ningún pudor, Ryoga bajó una mano y la sujeto de la cintura, luego acercó su rostro al de ella y le susurró al oído −¿Quieres que me vaya?
−No me toques −Ukyo habló bajito, sentía un nudo en garganta y sus ojos le ardían al evitar que las lágrimas salieran, aún así, se revolvió incómoda entre los brazos de Ryoga y lo miró ceñuda.
Él lo comprendió, suspiró y se alejó un poco para dejarla tomar aire. La miraba igualmente molesto, tratando de comprenderla, pero a veces ella lo desesperaba demasiado con su terquedad e indecisión.
−Cuando acepté esta rara relación contigo, tuve muchas dudas, pero ambos sabíamos las implicaciones, dejamos muy claras las reglas al inicio, y ahora, bueno… hay algo que me inquieta, algo en lo que no puedo dejar de pensar −habló Ryoga con tono serio y sincero, su mirada era una extraña mezcla de severidad y un deje de esa innata timidez tan suya, la misma que sólo se había logrado mitigar después de las semanas al lado de esa chica −Ukyo, tú me importas…
Era verdad, aquella joven cocinera irónicamente se había vuelto la persona más importante para Ryoga últimamente, y ni siquiera él mismo hubiera podido descifrar en qué exacto momento comenzó a sentirse de esa manera con respecto a ella. Ukyo se había vuelto más importante que Akane, más importante que Akari, pues de forma curiosa, ninguna de las dos anteriores mujeres en su vida, había conseguido llenar total y permanentemente el vacío que él venía cargando en su alma desde hacía mucho, algo que Ukyo sí había conseguido sin esforzarse. Ella sí lo comprendía, ella sí lo escuchaba, con ella sí tenía la química y la confianza suficientes como para ser él mismo, incluso aún con su maldición.
Sin esperar más, nuevamente la atrajo a sus brazos y la besó, igual que cada noche, un beso caliente y húmedo que ella correspondió de principio.
−Ryoga, no…¡No! −Ukyo rompió el beso después de unos segundos, pero él no la dejó alejarse de su abrazo. Sus alientos se interceptaban mutuamente, acelerando el corazón del joven de la pañoleta a niveles desconsiderados, tanto, que no pudo evitar intentarlo de nuevo, pero ésta vez, ella giró el rostro antes de que pudiera atrapar sus labios y le propino un fuerte empujón que finalmente la liberó, para enseguida abrir la puerta y salir a toda velocidad de la alcoba.
Ukyo no dudó y corrió hasta la cocina de su apartamento, el mismo que conectaba con su restaurante escaleras abajo. Sentía que le faltaba el aire y que su corazón se le saldría por la garganta, estaba realmente confundida y alterada, y a pesar de que tenía sus emociones a flor de piel, no sabía exactamente qué hacer o cómo sentirse con respecto a nadie. Lo único que deseaba era estar en paz consigo misma y dejar de cargar con un peso que ya estaba sobrepasándola.
Sin más, se acercó al lavaplatos, y en penumbras buscó un vaso limpio, lo llenó de agua, bebió un par de tragos para calmar un poco su ansiedad y humedecer sus labios después de aquel beso tan anhelante que había recibido. Sus manos temblaban, así que el vaso terminó por resbalarse de sus dedos.
−¡Aahh!
Ryoga permaneció sin moverse cuando Ukyo lo empujó, apretó los puños y echó su cabeza hacia atrás con resignación, ¿acaso realmente lo mejor sería irse y dejarla sanar?, quizá… Pero entonces ¿él cómo podría descifrar aquel sentimiento tan cálido y apasionado que emergía en él cuando la tenía cerca, cuando aspiraba su fresco perfume de limón, cuando se sumergía en esos ojos de océano que lo enloquecían a todas horas?, ¿qué sería lo mejor para ella?, él quería cuidarla, quería protegerla, no podía dejarla sola en esos momentos de inestabilidad.
Sólo cuando escuchó un cristal estrellarse contra el piso y un agudo grito de dolor, fue cuando salió apresurado de la habitación en dirección del sonido.
−¿Ukyo?
Ryoga llegó velozmente a la cocina, encontrándose con una escena que no le gustó. En la oscuridad de la madrugada estaba Ukyo, justo en medio de la cocina, frente a ella, un pequeño charco de agua derramada y varios vidrios rotos por todas partes.
−Quédate ahí −le ordenó ella para que no se acercara al desastre −Solté el vaso sin querer
−Estas sangrando −eso fue lo siguiente que notó al observarla. Ukyo se apoyaba en una sola pierna y tenía el otro pie ligeramente elevado, del cual brotaban gotas de sangre insistentemente, justo de la planta.
−Ryoga, estoy bien −dijo cuando él se acercó con cuidado. Rodeó los cristales pues también estaba descalzo y con suavidad, la alzó en brazos para luego dirigirse hasta el baño.
Al llegar, Ukyo sintió un ligero escalofrío, una ventana estaba abierta y el frío de la noche se colaba entre su ligera y sencilla pijama.
−No te muevas −Ryoga la dejó sentada en el inodoro y alzó su pie lastimado encima de un banquito de ducha, luego encendió la luz, ocasionando que ambos entrecerraran los ojos ante tanta luminosidad luego de andar a oscuras. Fue ahí cuando él pudo verla más claramente, Ukyo tenía los ojos hinchados y vidriosos, y definitivamente no le gustaba aquella visión. Frunció el ceño y se incorporó −¿No tenías un botiquín aquí?
−Segunda repisa −le indicó, nuevamente evadiendo su mirada. Ukyo lo vio abrir el pequeño armario blanco que había en el baño y rebuscar hasta el fondo, todo con la naturalidad y confianza misma de alguien que está en su propia casa, luego se dio cuenta, ¿tanto tiempo se había quedado Ryoga con ella?, ¿él, que tanto desaparecía en sus constantes viajes?, a veces parecía como siempre hubiese sido así, él y ella juntos, cuidándose y apoyándose mutuamente. Pero algo tan bueno, no podía durar para siempre, ella lo sabía, y a esas alturas no podría soportar otra decepción. −No es necesario que hagas esto, ¿sabes?
−Dije que no te movieras −Ryoga rodó los ojos al escucharla, pero no le prestó atención, simplemente tomó el botiquín, se sentó en el banquillo frente a Ukyo, y tomó con cuidado su pie para apoyarlo en su propia rodilla y así poder manipular la herida con más facilidad.
−¡Auch! −se quejó ella cuando el joven comenzó a secar la sangre para luego presionar sobre el corte fuertemente con una gasa esterilizada. No era la gran cosa, pero al ser la planta del pie, la sangre no paraba de salir, haciendo de la escena una carnicería.
−Esto arderá un poco, menos mal que no fue profundo y no necesitarás puntadas −dijo él para advertirle, justo antes de rociar un gran chorro de agua oxigenada sobre la herida. Ukyo tomó una gran bocanada de aire y apretó los puños, pues en efecto le ardió hasta las entrañas, pero era necesario para la desinfección, luego lo observó tomar una nueva gasa para secar y ahora sí comenzar con un vendaje apretado, enseguida hizo un nudo y finalizó colocando una de sus propias pañoletas sobre la venda. −Listo, en unos días estarás bien.
Ryoga se enderezó y le sonrió satisfecho desde su altura, definitivamente el haber viajado tantos años en soledad lo había hecho muy diestro con los primeros auxilios. Después de un momento, le ofreció su mano para ayudarla a levantar. Ukyo la tomó dudosa, cojeó en sus primeros pasos fuera del baño e hizo una mueca, seguro eso sería una molestia los días siguientes.
−¿Te duele? −le preguntó al verla caminar despacio hasta la habitación nuevamente −Tal vez oprimí demasiado la venda −ella negó, y estando nuevamente en penumbras, fue y se sentó en el filo de cama con aire cabizbajo −Ukyo…
−Soy una tonta −susurró finalmente, justo cuando él de igual forma tomó asiento a su lado.
−Cualquiera puede romper un vaso por accidente
−Me refiero a todo esto en lo que terminé involucrándote −lo volteó a ver por fin, con más lágrimas brotando de sus ojos de océano −Supongo que quería un consuelo, quería sentirme acompañada y protegida, no quería quedarme para verlo todo yo sola, el momento en el que Ranma y Akane estuvieran finalmente juntos.
−No es todo tu culpa, quiero decir, yo acepté el trato sabiendo muy bien todo desde el principio, tu nunca me engañaste, siempre fuiste honesta −Ryoga suspiró con pesadez −Quería lo mismo que tu... a veces me sorprendo de cómo la soledad aún llega a calar tan profundo en mi corazón, pero desde que estoy contigo, todo se ha sentido diferente −nuevamente se acercó a su rostro y lo sujetó con ambas manos, limpiándole las lágrimas con sus pulgares −Por eso no quiero irme, aunque entiendo si tu ya no…
−No quiero que te vayas −Ukyo hablaba bajo, sintiéndose verdaderamente reconfortada y querida por primera vez en esa tormentosa madrugada −Yo también he sentido cosas diferentes Ryoga, pero… tengo miedo
−Lo sé, yo también
Sin poder resistirse más y ahora sí sintiéndose más segura, Ukyo se dejó besar nuevamente. Poco a poco, despacio, casi un rose de labios que cada vez se convertía en algo más profundo y duradero. Un beso diferente a los muchos que ya se habían dado a lo largo de esos meses, éste era un beso real y cargado de sentimientos sinceros, uno que invitaba a ambos a ver nuevos horizontes y dejar el pasado atrás.
Ryoga la besó durante un largo rato, aferrándola a su cuerpo como si su vida dependiera de ello. Y sólo cuando el aire les faltó a ambos, se separaron ligeramente, sólo rozando la nariz del otro.
−Hay vidrios rotos por todas partes, debo ir a levantarlos en la mañana −dijo Ukyo, subiendo su mano hasta el cuello de Ryoga, acariciando su cabello en el proceso.
−Yo te ayudaré −Ryoga alzó un poco la cabeza y la besó en la frente, para luego incorporarse y ambos recostarse en la cama, y cuando vio que Ukyo se había quedado finalmente dormida sobre su pecho, le susurró −Juntos arreglaremos todo el desastre.
FIN DEL ONESHOT
De verdad que me siento muy contenta de estar otra vez por aquí. Después de poner en orden mi vida de adulta, puedo decir que por fin he vuelto a tener algo de tiempo y motivación para poder continuar escribiendo historias locas por éstos rumbos. Dejé fics pendientes hace años, espero realmente poder tener la inspiración suficiente para retomarlos.
Mil gracias a todos y ojalá no haya decepcionado demasiado a los lectores de mis historias pasadas.
Por favor, no se vayan sin dejarme al menos un comentario pequeño, extraño recibir sus reviews tan bonitos diciéndome qué piensan; de verdad que Ranma 1/2 es uno de mis animes favoritos y me encantó volver a retomar el fanatismo a ésta pareja que lastimosamente no es canon, caray.
Me despido ya, nuevamente agradeciéndoles su tiempo al pasar a leer.
Hasta pronto. Nabiki-san
