Se pasó todo el fin de semana en la cama, aquejada de un intenso dolor de cabeza que le impedía centrar la vista en cualquier objeto sin sentir unas agujas atravesando su cráneo. Le pasaba siempre que tenía una explosión súbita de poder pero aseguró a sus padres que no había pasado nada, que sólo era estrés por todos los cambios de las últimas semanas.
Al menos había conseguido librarse de las clases ese lunes. Aún podía sentir el tacto de los labios de Eddie sobre los suyos y esa sensación tan intensa como el propio fuego recorriendo sus venas así que era incapaz de verlo y hacer como si nada hubiera ocurrido.
Se tapó la cara con la almohada para ahogar un gemido de frustración. Por norma general siempre deseaba ser normal, no tener esa maldición sobre sus hombros pero los últimos tres días lo ansiaba con un fervor enfermizo. No era justo. ¿Por qué ella? ¿Y por qué el dichoso fuego? Había más elementos, podría ser agua o incluso aire. Aunque seguro que se las habría ingeniado para formar un huracán que se llevase por delante todo el pueblo.
Unos toques la sacaron de sus cavilaciones y se apartó la almohada de forma brusca justo cuando la cabeza de su padre se asomaba por la puerta entreabierta.
-Tienes visita. -¿Visita? ¿Sería…?-Es tu amiga Robin. Estaba preocupada por no verte en clase y ha decidido venir.
¿Robin estaba preocupada por ella? Eso la hizo emocionarse hasta que sus ojos se empañaron. En ninguno de sus hogares anteriores había tenido amigos y mucho menos de los que se inquietaban si no la veían un día.
Parpadeó varias veces rápidamente para despejar la vista ante la mirada tierna de su padre.
-Ahora mismo bajo. –ya se estaba levantando antes de que la puerta se cerrara de nuevo. Se recogió el pelo en un moño rápido para ocultar los enredos provocados por estar varios días sin peinarse y bajó las escaleras de dos en dos.
Su padre estaba sentado en la cocina junto con la inesperada invitada charlando de forma animada de las nuevas películas que se habían estrenado ese mes. Era un apasionado del cine y su amiga trabaja en un videoclub así que tenían material para hablar durante un año o dos, como mínimo.
En cuanto llegó al pie de la escalera ambos se giraron hacia ella y Robin prácticamente saltó del asiento acortando la distancia entra ambas para estudiarla con la mirada y colocar las manos sobre sus hombros, como si quisiera comprobar que seguía entera.
-Tu padre me ha dicho que estás enferma. ¿Qué ha pasado? ¿Algo te ha sentado mal de la cafetería? Tengo la teoría de que el cocinero a veces usa veneno de ratas para librarse de unos cuantos cada año.
-Ey, ey…-colocó sus propias manos sobre los brazos de la nombrada, frenando así su verborrea con una sonrisa divertida. –Estoy bien, sólo una mala jaqueca. Nada de veneno de ratas.
-Esta vez. –replicó Robin entrecerrando los ojos, parecía estar decidiendo si creerla o no.
-Esta vez. –coincidió con una suave sonrisa, siendo liberada de su agarre y señaló las escaleras.-¿Quieres subir a mi habitación? Me siento bastante mejor ya y podemos pasar un rato juntas ya que has venido hasta aquí.
Su padre asintió a ambas cuando lo miraron en una pregunta muda, alzando la mano para indicarles que podían subir sin problema. Por lo general eran cuidadosos con los extraños, no querían que nadie supiera más de la cuenta pero estaba claro que Robin ya lo tenía comiendo de la palma de su mano.
-¿Cómo sabías dónde vivía?
Fue lo primero que preguntó siguiendo con la mirada a su invitada, que se dedicaba a inspeccionar todo lo que veía en su habitación de forma distraída. Parecía que necesitara conocer todos los objetos nuevos que la rodeaban.
-Oh, ha sido fácil. Eddie sabe dónde vive todo el mundo, sólo le he tenido que preguntar. Aunque estaba de un humor particularmente difícil hoy. –alzó la mirada del libro que acababa de sacar en ese momento de la estantería y la fijó en ella, alzando ambas cejas. -¿Sabes a qué se puede deber?
La mención de su nombre le provocó un nudo en el estómago que le hizo sentarse en la cama, o más bien dejarse caer sobre ella.
-¿Por qué iba a saber yo eso? –respondió con un tono más brusco de lo que pretendía. Robin sólo había preguntado por curiosidad, no podía ni llegar a imaginar lo cerca que ambos habían estado del desastre.
-No lo sé pero hoy no ha comido con los demás y lo he encontrado fumando esa mierda que vende en la parte de atrás del instituto. No estaba muy hablador. –dejó el libro de nuevo en su sitio para sentarse a su lado, chocando su hombro con el de ella en un gesto cariñoso que también suavizó su voz. –Puedes contármelo si os habéis peleado. Estaría encantada de rajar las ruedas de su furgoneta, siempre llevo una navaja encima.
-¿Por qué llevas una navaja encima? –era una duda totalmente legítima desde su punto de vista, nunca se había planteado ir armada.
-Este pueblo está maldito, ¿recuerdas? Nunca sabes cuándo vas a tener que defenderte.-respondió con sencillez pero con la seguridad de alguien que había visto demasiadas cosas y que estaba segura de tener que usar esa defensa. Antes de que Bloom pudiera replicar cualquier cosa volvió al tema de más interés para Robin, Eddie. –Además ese no es el tema, estamos hablando de qué le ha afectado tanto al tío que nunca le afecta nada.
¿Podría contarle la verdad? Estaba claro que no toda la verdad, no quería que saliera corriendo, pero sí una parte de ella. Necesitaba hablar con alguien y no era un tema que pudiera sacar a coalición con sus padres.
-Nos besamos. –explicó sencillamente.
Robin se puso de pie de un salto como si algo escondido en la cama le hubiera mordido con una expresión de sorpresa inaudita para después arrodillarse delante de ella apoyando las manos en sus piernas, invadiendo todo su espacio personal.
-Joder. ¿Y cómo fue? ¿Te besó él? ¿Te gustó? ¿Entonces por qué ambos tenéis esa cara de funeral?
Empezó a pensar seriamente que se iba a ver como su única amiga moría asfixiada por su incapacidad de coger aire entre tanta pregunta.
-No, no. Fue...ardiente.
El mejor adjetivo que puedo usar, pensó con amargura.
-Pero, -alzó la mano para frenar la nueva tanda de preguntas que se acumulaban en la boca de Robin.- somos amigos. Apenas acabo de llegar aquí y el año que viene iré a la universidad, si alguna de ellas me admite. No está en mis planes tener una relación y soy un desastre con las relaciones sociales como para tener una amorosa. Me gusta pero no quiero arruinar nuestra amistad cuando se dé cuenta de que no soy lo que él cree o cuando se pase el entusiasmo por ser la chica nueva.
Soltó todo lo que tenía dentro sin apenas hacer una pausa para respirar.
-Bloom…-Robin la miraba con cierta ternura negando con un movimiento de cabeza. –Nunca lo he visto interesado en nadie. Sé que se ha enrollado con algunas animadoras porque ese estilo vuelve loca a las tías de forma inexplicable. Hay que tener mal gusto… –puso los ojos en blanco a la vez que la señalaba como prueba, lo que provocó una risa débil de la pelirroja.
Pero,-continuó- jamás se ha portado así con nadie. Desde el primer día se le ilumina la cara cuando te acercas. Nunca he cruzado más de dos palabras con él antes de que tú llegaras y cuando le pregunté si sabía dónde vivías porque quería ver si estabas bien me la dio en un instante, a pesar de no estar en el mejor estado.
Y tú reaccionas de la misma manera ante él. El primer día que te conocí estabas tensa, como esperando que el techo se cayera sobre tu cabeza en cualquier momento o algo así y en cuanto te gritó en la cafetería esa tensión desapareció. Te hace reír. Te conozco desde hace poco pero no parece que rías a menudo. Os hacéis bien mutuamente.
Y decidas lo que decidas, deberías tener esa conversación con él porque no puedes esconderte en tu habitación para siempre ni esquivarlo durante un año entero.
Era el discurso más profundo que le había escuchado pronunciar. Por lo general Robin siempre estaba soltando algo totalmente inapropiado o haciendo alguna broma pero se dio cuenta de que era una persona madura, que interpretaba muy bien las emociones ajenas. Agarró sus manos y las apretó con cariño, asintiendo a sus palabras.
-Lo haré, mañana hablaré con él, aclararemos todo este gran lío y todo volverá a la normalidad.
Aunque era más fácil decirlo que hacerlo.
A lo largo del día siguiente se dio cuenta de un gran fallo en su plan. Para hablar con Eddie necesitaba verlo y éste había desaparecido por completo del instituto. Para su desesperación, nadie lo había visto, cosa que no extrañaba a sus amigos dado que a veces se saltaba las clases. Generalmente las clases de primera hora porque odiaba madrugar, era más extraño no verlo en todo el día.
Así que allí estaba, de pie delante del aparcamiento al acabar la jornada, intentando encontrar su furgoneta sin éxito.
Uno de los coches pasó justo por delante cuando dejaba los hombros caer en un gesto derrotado. El claxon la hizo saltar sobre sus propios pies y entrecerró los ojos al ver cómo la ventanilla del copiloto se bajaba y aparecía la cabeza de Robin.
-¿Estás esperando a alguien? –preguntó con toda la intención. Sabía que había estado buscándolo todo el día y que no había tenido éxito. Así que negó con un gesto, dejando que el pelo chocara contra su cara. Se sentía frustrada y un poco derrotada. –Vamos, necesitamos una mano en la tienda y si es gratis mucho más.
Eso arrancó una sonrisa de sus labios y se montó en la parte de atrás del coche sin pensarlo demasiado. Le vendría bien hacer algo nuevo por una vez y distraer la mente de su desastroso plan.
-Robin, no puedes obligar a nadie a trabajar gratis.
El conductor estaba regañando a su amiga cuando arrancó de nuevo y le echó un vistazo sobre el hombro con una sonrisa ladeada.
-Soy Steve, perdona a esta caradura, de verdad que no tienes que venir si no quieres.
-¡Ey! No soy una caradura, Halloween se acerca y tenemos que colocar todas esas películas de miedo. -se justificó la ofendida dándole un pequeño golpe en el hombro a Steve. Se notaba que esos dos eran muy cercanos.
-Bloom, encantada y sí que me gustaría ayudaros. Nunca he trabajado en un videoclub. –contestó quitándole peso a la pequeña discusión que había empezado entre los dos. Deslizó la mirada de uno a otro y una duda salió de sus labios antes de procesar la pregunta. -¿Sois pareja o algo así?
Parecía que los acababa de insultar ante la cara de asco que ambos pusieron justo al instante y negaron rotundamente, con un movimiento de cabeza totalmente coordinado.
-Ugh, no. Somos platónicos.
-Con P mayúscula. Además tenemos gustos…diferentes.
-O parecidos según se vea. A ambos nos gustan las chicas. –aclaró su amiga con sencillez, girando la cabeza para observar su reacción ante la confesión. El rostro de Bloom pasó de un gesto confundido a una sonrisa traviesa.
-Ahora entiendo por qué miras tanto a esa pelirroja de la banda. –había pillado a Robin lanzando miradas furtivas a una chica que se sentaba en la mesa de la banda de música durante la comida casi todos los días.
-¿Vickie? ¿Sigues sin hablar con ella? –Steve puso los ojos en blanco. Parecía que había sacado a la luz un tema bastante recurrente entre ellos. –Por favor, Robin, está claro que le gustan los melones.
-¡Steve! –exclamó la susodicha con indignación.
Bloom soltó una carcajada disfrutando de toda la conversación. Esos dos se peleaban como un viejo matrimonio.
-¡Y tú no te rías tanto! –el dedo acusador de Robin se acercó peligrosamente a su cara a pesar de estar en el asiento delantero hasta que la mano de Steve la devolvió a su sitio- ¡Al menos yo no he besado a Eddie Munson!
-¿Munson? ¿El líder del club ese del juego de mesa? ¿El friki Munson? –Steve parecería menos sorprendido si en ese momento le dijera que podía generar fuego con sus manos.
-Yo no…-se justificó Bloom mientras su cara empezaba a adquirir el mismo tono que su pelo. –Fue de repente, sólo somos amigos…
-Creo que eso es una soberana tontería. –replicó Robin, aparentemente satisfecha con que su cara se asimilara a un tomate en ese instante. –Además, he escuchado a las animadoras hablar. No sólo se le da bien tocar la guitarra. Dedos mágicos, nena. –y para darle más precisión a la frase agitó los dedos sobre su cabeza, dejando que Bloom los viera perfectamente.
-Oh dios, Robin, eso es asqueroso. –Steve fingió una arcada como respuesta a la vez que Bloom pensaba seriamente en tirarse del vehículo en marcha.
-Eso lo dices porque tienes miedo de que te robe a tu mejor amigo. Dustin es su mejor amigo. –esto último lo explicó para Bloom que sólo pudo asentir, agradecida de no tener que hablar de Eddie…ni de sus dedos.
Steve y Robin siguieron discutiendo durante el par de minutos que duró el trayecto hasta llegar al lugar donde ambos trabajaban.
Nada más llegar llamó a sus padres desde el teléfono de la tienda para indicarles dónde estaba y asegurarles que después los chicos la llevarían a casa por lo que sus padres no pusieron problema, sólo le dijeron que tuviera cuidado y se divirtiera. Que tuviera amigos era algo nuevo y sus padres intentaban que lo disfrutara al máximo, con una confianza sorprendente en que no perdería el control.
Por suerte para ella el tema de Eddie no volvió a salir dado que todos estuvieron demasiado ocupados. Se notaba en el ambiente que Halloween se acercaba no sólo por el nuevo material sino por la gente que entraba para asegurarse una buena película de miedo a final de mes.
Al acabar la tarde los tres volvieron a montarse en el coche, agotados tras una jornada intensa. Le caía bien Steve, era alguien con quien se podía hablar de cualquier cosa y junto con Robin las risas estaban aseguradas.
-¡Para, para! –el grito de Bloom desde la parte de atrás hizo que el conductor frenara de golpe, haciendo chirriar las ruedas sobre el pavimento. –Tengo que bajarme aquí. –explicó con rapidez.
Acababa de ver a Eddie caminando por la acera a unos metros por delante de ellos y sin pensar demasiado decidió bajarse del coche.
-Eh, eh, eh, ¿estás segura? Es de noche. –la preocupación arrugó la frente de Steve que asomó la cara por la ventana al verla salir rápidamente.
-Déjala, va a estar acompañada y su casa está a cinco minutos. –Robin se inclinó casi por completo sobre Steve para poder sacar la cabeza por la misma ventana y la miró con un brillo cómplice antes de guiñarle un ojo. Realmente esa chica creía que volverían a besarse o algo así. –Llámame cuando llegues a casa.
Bloom asintió un par de veces con rapidez y echó a andar ante la figura que se iba alejando en cuanto el coche arrancó para alejarse en la calle apenas iluminada por farolas.
-¡Eddie!
El nombrado se paró en seco y se volteó ante su voz, viendo cómo la pelirroja se acercaba a él a un paso ligero, casi corriendo. Bajó el cigarro de su boca, expulsando el humo casi en un suspiro, no diciendo una palabra hasta que ambos estuvieron a la misma altura.
-¿Has salido de tu escondite? –el tono cortante del chico no auguraba un buen inicio de conversación pero eso no la desanimó. Ya se esperaba algo así.
-Estaba enferma. Hoy has sido tú el que no ha aparecido. –replicó intentando mantener un tono suave.
-Hoy no me apetecía fingir que me importa el instituto. –argumentó volviendo a llevarse el cigarro a los labios. El olor a marihuana los envolvió lo que provocó que Bloom arrugara la nariz con disgusto. -¿Te molesta que fume?
-Es malo para la salud. –la respuesta fue un poco débil, sabía que era la frase que más de una persona le habría dicho a lo largo de su vida.
Una carcajada amarga le hizo tragar saliva. Nunca imaginó que Eddie pudiese estar en algún estado que no fuera alegre pero parecía que ella había provocado a su lado más amargo.
-¿Sabes lo que es malo? –su mirada se clavó en la de ella, donde pudo ver todo el dolor invadiéndolo. –Que alguien te bese, salga corriendo y no sepas de ella en tres jodidos días.
-No había planeado besarte. Sólo…pasó. Y fue un error, somos amigos. Has sido mi primer amigo aquí y no quiero estropear eso. Me importas, no quiero que nada cambie.
Soltó el aire tras hablar, sin haberse dado cuenta que lo había contenido todo el tiempo. El silencio se instaló entre ellos, poniendo a prueba sus nervios y obligándola a apretar los puños que tenía escondidos en los bolsillos de la chaqueta. Sentía cómo el calor se acumulaba en la yema de sus dedos en respuesta a su ansiedad.
Respira, respira.
-Un error, eh. –respondió por fin. Su tono de voz se volvió afilado y su cuerpo se alejaba cada vez más de ella hasta dar un par de pasos hacia atrás, estableciendo una distancia mayor entre ellos. Al final asintió, fijando la mirada en algún punto sobre el hombre de la chica para evitar mirarla. –Bien, amigos entonces.
Bloom no supo qué responder ante eso. Esperaba una pelea más acalorada o al menos una respuesta más vívida. Pero el tono de Eddie se volvió plano y su rostro una cuidadosa máscara de inexpresión. Antes de poder encontrar las palabras, la figura del chico ya se estaba alejando, dándole la espalda.
Estaba claro que nada volvería a ser como al principio.
