Octubre fue avanzando y una extraña normalidad se instauró en el grupo. Bloom y Robin se seguían sentando en la mesa de Hellfire a la hora de la comida y los chicos las trataban igual que siempre pero todos sabían que algo había pasado entre el líder del club y ella.

Apenas se dirigían algunas frases cortas y no volvió a verlos jugar ninguna campaña. La última semana antes de Halloween Dustin sugirió que las chicas podrían ir a verlos, ya que en Halloween Eddie y su banda tocarían en un bar y no podrían jugar.

-Estamos en una campaña demasiado importante para tener invitadas alrededor, Henderson. –Eddie desestimó la idea sin levantar la mirada de la revista que estaba leyendo.

En ese momento Robin lo fulminó con la mirada y abrió la boca para decirle algo no demasiado agradable pero Bloom la frenó colocando una mano en su pierna y negando levemente con la cabeza, no quería empezar otra pelea. Eso retuvo a la chica que, sin embargo, no dejó de asesinarlo con los ojos los días siguientes.

El lado positivo de todo ello, si es que había alguno, es que Bloom había vuelto a su rutina de ejercicio. Todas las mañanas salía a correr lo que le ayudaba a no gritar de frustración cada vez que coincidían en los pasillos y sólo cruzaban un escueto saludo.

-¿Vas a hacer algo este sábado? –le preguntó Steve la tarde del viernes mientras echaba una mano en la tienda. Ese sábado era Halloween y habían estado hasta arriba de trabajo así que a ella no le importaba ayudar, la mantenía distraída y tanto Steve como Robin se habían convertido rápidamente en amigos cercanos.

-No tengo nada en mente. –respondió con un encogimiento de hombros sin dejar de colocar algunas de las películas en el estante.

-Carver hace una fiesta en su casa y me ha invitado. Deberías venir, divertirte un rato…

-¿Estás invitando a salir a Bloom, Harrington? –la cabeza de Robin apareció por uno de los huecos de la estantería con un gesto de sorpresa en su rostro, interrumpiendo la charla.

-¡No, claro que no! –se apresuró a contestar el aludido. –Pero no creo que quedarse con esa cara de funeral le ayude a superar su movida con el friki de Munson.

-¡Ey! No hace falta insultar. –le regañó Bloom, dejando a un lado su tarea mientras Robin rodeaba la estantería y se acercaba a ambos.

-¿Yo también estoy invitada o sólo quieres una excusa para encandilar a esta pelirroja? –cuestionó la chica rodeando con un brazo los hombros de Bloom en un ademán protector mirando a Steve con ambas cejas alzadas.

-Tú te invitas sola, Robin. Además ya contaba contigo. –alzó ambas manos en gesto de derrota y puso los ojos en blanco antes de decir con cierta incomodidad. –Siempre cuento contigo, pedazo de grano en el culo.

Robin se abalanzó sobre él al grito de "¡qué cosas más bonitas me dices, Harrington!" lo que provocó una carcajada por parte de Bloom

El plan ya estaba sellado. Iría a la primera fiesta de Halloween de su vida.

-Esto es ridículo, Robin. –se quejó por décima vez mientras se miraba en el reflejo de la ventana con las orejas de gato que le había obligado a ponerse.

Estaban en el coche de Steve, de camino a la fiesta y Robin se había encargado de llevar disfraces porque, según ella, Halloween era una sola vez al año. Claro que el concepto de disfraz de Robin y el sus compañeros de viaje estaban muy lejos de ser parecidos.

-Al menos lo tuyo es discreto. –resopló Steve sin dejar de alzar el sombrero de copa que su amiga le había puesto directamente en la cabeza sin posibilidad de opinión.

-Venga ya, estáis perfectos. –se volvió a mirar en el espejo retrovisor con la diadema con forma de cuerno de unicornio que se había colocado y una sonrisa satisfecha se formó en sus labios- Todos los estamos.

Al llegar a la fiesta comprobó, con gran alivio, que no eran los únicos que habían improvisado un disfraz de última hora. Desde cuernos de demonio hasta máscaras fantasmales pasando por disfraces mucho más elaborados. Parecía que todos los alumnos de los últimos cursos estaban allí.

-Toma, bebe algo.

Robin le tendió un vaso de ponche color sangre, cogiendo uno para sí misma. Muy apropiado, pensó mientras lo probaba y el sabor dulce del licor le explotaba en la boca.

-Uhm…no está nada mal. –dictaminó tras unos segundos, dándole otro trago al vaso y escuchando como su amiga se reía ante el comentario.

Un rato después, cuando Robin se excusó para ir detrás de un destello de pelo pelirrojo (Bloom asumió que era Vickie aunque apenas la había visto), Steve la invitó a bailar, lo que hizo que aprendiera dos cosas sobre él: era el alma de la fiesta pero también un horrible bailarín. Aunque ella tampoco era ninguna experta, ambos se movían con movimientos descoordinados, intentando no chocar con nadie más ni tirar sus vasos.

-Aquella rubia de allí no para de mirarte. –le indicó Bloom en la tercera canción, casi teniendo que gritarle en el oído por el volumen de la música.

Steve dirigió la mirada hacia donde le indicó y un brillo travieso atravesó sus ojos antes de encogerse de hombros, aparentando indiferencia.

-Robin ya ha desaparecido por ahí con vete a saber quién, no voy a dejarte sola.

-No me importa. Además saldré a tomar un poco al aire, necesito respirar –replicó, cosa que era cierta. Conforme avanzaba la noche el ambiente estaba más cargado y necesitaba aire fresco. –Nos vemos en una hora en tu coche, intentaré buscar a Robin mientras.

Lo cogió por los hombros y lo empujó hacia la chica rubia que no le quitaba ojo como toda despedida y se giró para buscar la salida más cercana. Por suerte para ella consiguió llegar a la puerta trasera, esquivando a la marea de gente que había dentro, y salió a un espacioso y tranquilo jardín.

Caminó unos cuantos metros para alejarse de las parejas que buscaban los rincones más oscuros para tener un poco de intimidad y se sentó en un banco de piedra, respirando profundamente el aire frío de finales de octubre.

Quizás fuera el alcohol al que no estaba acostumbrada o la sensación de estar viviendo cosas de un adolescente normal y corriente pero se sentía feliz, liviana, como si nada malo ocurriera con ella. Al menos hasta que escuchó una voz conocida a su espalda.

-Así que tú y Harrington, eh. Qué previsible. -el tono de burla de Eddie no pudo esconder el afilado aguijón de celos que desprendió ese comentario.

Bloom se giró hacia su voz, sorprendida de verlo allí. No llevaba ningún disfraz como el resto de invitados, más bien estaba vestido con todo su uniforme de músico metalero. Incluida la chaqueta de cuero y las cadenas que colgaban de sus pantalones.

-Dustin dijo que tenías un concierto. –fue su saludo mirándolo de arriba a abajo sin ser realmente consciente de ello. Tenía que admitir que esa ropa le quedaba tremendamente bien. Pero frunció el ceño, procesando en su cerebro embotado por el alcohol lo que acababa de decirle y se cruzó de brazos en actitud defensiva. –Y Steve y yo no tenemos nada. Al menos él se atreve a dirigirme la palabra. –aclaró con tono cortante.

-Dos borrachos se pelearon y destrozaron el bar. Así que vine aquí para hacer algunos negocios. –explicó, ignorando su respuesta y dándole un trago a la cerveza que llevaba en la mano para después acortar la distancia que había entre ellos, apoyando un pie en el banco donde ella estaba sentada. –No esperaba verte aquí. Menuda sorpresa.

El olor intenso a alcohol y a marihuana hizo que Bloom arrugara ligeramente la nariz, hacía rato que la fiesta había empezado para él, eso estaba claro. Se movió ligeramente, deslizándose un poco a través del banco para separarse ligeramente de él.

-¿También vas a besarlo y salir corriendo? Eso sería un espectáculo digno de ver.-se burló con un tono mordaz que impactó en ella como una bofetada.

Nunca pensó que Eddie pudiera usar un tono tan ácido con nadie. Pero esa fue la gota que colmó el vaso de la paciencia de Bloom. Se levantó del banco, tirando su segundo vaso de ponche y se giró para encararlo, con sólo el mobiliario de jardín separándolos.

-¿Vas a dejar de condenarme por algo que no pude controlar? Te comportas como un niñato mimado. –replicó con un tono casi tan ácido como el del chico.

La risa amarga de él hizo encender aún más su enfado, lo sentía, como una ola adquiriendo altura en su interior.

-¿No pudiste controlar besarme? Vaya, esa excusa nunca me la habían dado. –dio dos pasos atrás, agitando los brazos y afinando su voz en una burlona imitación de la voz de la pelirroja. –Lo siento, Eddie, es que me sacas de control…

-¡ES QUE ME SACAS DE CONTROL!-estalló Bloom fulminándolo con la mirada y notando como unas tímidas llamas emergían de las palmas de sus manos.

Dos segundos. Eso fue lo que tardó en darse cuenta y en que su enfado se esfumara, sustituido por el miedo. Se apresuró a cerrarlas pero Eddie ya se había quedado paralizado, dejando caer la cerveza al suelo, sin despegar la mirada de sus ojos y con el rostro cada vez más blanco.

-Tus ojos…-el tono de confusión rompió el sepulcral silencio que se estableció entre los dos.-…tus manos. Qué cojones…

-Yo…yo no…-empezó a mover la boca pero ninguna palabra salía de ella. Estaba bloqueada, su cerebro se había quedado en blanco. Nunca había perdido el control de esa manera con alguien ajeno a su familia. No debería haber bebido y, desde luego, no debería haber discutido con Munson, era capaz de poner sus nervios de punta.

El miedo se convirtió en pánico. Una enorme bola de demolición apoyada en su pecho que le impedía respirar con normalidad.

-Ey, ey…-Eddie alzó las manos dando un paso cauteloso hacia ella, como si se acercara a un animal salvaje a punto de atacar. –Peters, respira, ¿vale? Coge aire, así…

Eddie cogió aire lentamente esperando que Bloom lo imitara y ésta empezó a reaccionar poco a poco, imitando su respiración casi como una autómata. Pero funcionó. Su cerebro empezó a funcionar otra vez. Joder, qué he hecho…Tenía la tentación de salir corriendo pero, ¿adónde? Steve y Robin aún estaban en la fiesta y tenía que aclarar toda la situación con Eddie antes de que se lo contara a alguien.

¿Podía confiar en él? ¿Podía contarle la verdad? Le miró unos minutos fijamente y el chico no despegó los ojos de los suyos, aún tenía las manos ligeramente alzadas pero más que para protegerse era para indicar que no era ningún peligro. Eso hizo reír a Bloom de forma amarga, la única peligrosa ahí era ella.

La risa hizo fruncir el ceño a Eddie, definitivamente debía pensar que había perdido la cabeza o que era una especie de bruja o monstruo inestable mentalmente.

-¿Puedo mostrarte algo y prometes no contárselo a nadie?-preguntó finalmente la pelirroja.

-Lo juro. –respondió con rapidez, en el tono más solemne que jamás le había escuchado usar.

Bloom cogió aire para soltarle en un suspiro intenso que se llevó consigo las dudas y trazó un plan en su cabeza. Esa noche era demasiado peligroso y con suerte al día siguiente llovería, de acuerdo a las nubes grises que se acercaban y estaban tapando el cielo estrellado. Así sería más fácil solucionar las cosas si se salían de control.

-Mañana por la mañana, nos veremos donde te dedicas a vender drogas al amanecer. –si Eddie estaba sorprendido de que supiera con exactitud sobre su negocio no lo demostró. Desde luego había más cosas por las que sorprenderse.

Eddie respondió con un asentimiento seco y Bloom se dio la vuelta dirigiéndose con paso ligero hacia dentro de la casa para buscar a sus amigos, abrazándose a sí misma para infundirse una seguridad que no tenía.

Para ella la fiesta había acabado.