Sasuke se hallaba oculto en un callejón, había dispuesto a último minuto transformar algunos rasgos de su fisonomía mediante un arte ninja. Realizó ciertas modificaciones alterando el color natural de su cabello, sus ojos y su voz. Con la finalidad de que fuera más difícil detectar alguna semejanza entre sus características y las de su yo más joven. Aunque su versión de 12 años ya no estuviera en la aldea, no iba a arriesgarse a crear algún mal entendido por alguna coincidencia física.
Con discreción el Uchiha asomó su cabeza, vigilando ambos lados de la vía pública, encontrándose que ésta se encontraba sin ningún transeúnte, afortunadamente. Con convicción, emergió completamente del callejón, incorporándose en la calle, agradeciendo internamente la benevolente oportunidad que se le había presentado, ahora podría pasar completamente desapercibido entre la población civil. Nadie vería raro su incorporación en la aldea.
Comenzó a caminar por la amplia avenida residencial, topándose con un ambiente tranquilo, con transeúntes que apenas y reparaban en su presencia.
Luciendo su nueva apariencia física su pelo azabache paso a tener un tono marrón oscuro, conservando su peinado eso sí, no le veía el caso cambiarlo y gastar más energías en ello.
Su ojo derecho lo modificó a un tono azulado. Con el objetivo de ocultar su Rinnegan, improvisó un parche utilizando un pedazo de tela, la cual rasgó de un pañuelo que siempre cargaba en sus viajes.
Había considerado poner más atención a su apariencia, en base a un detalle bastante importante: Naruto Uzumaki. Estaba consciente de que existía la posibilidad de topárselo por casualidad y más valía eliminar cualquier parecido físico. Mientras menos interactuara con el rubio y demás individuos, más se preservaría la integridad del futuro.
Fue tan meticuloso que revisó como lucía su nueva apariencia en la ventana de una casa cercana. Una vez asegurado que nadie lo reconocería, caminó tranquilo por las calles de la aldea, pensó en alguna manera efectiva para poder escabullirse sigilosamente en los archivos de la torre Hokage, saltando a los centinelas, tomar el rollo que contenía la técnica de "Efecto Mariposa" y huir con él.
El plan en teoría debería ser pan comido, ya que con el uso de su Sharingan y Rinnengan era suficiente para quitar del camino a cualquier ninja, pero aún así, cualquier inconveniente podría surgir inesperadamente si iba muy confiado. Bien rezaba el dicho: "Si algo puede salir mal, lo hará".
Por lo que, tomando como punto de partida que no debía dar impresión de alguien sospechoso al acudir al sitio sin ninguna identificación oficial como ninja de Konoha, su bandana no representaba nada si su nombre no estaba en los registros de Konoha. Con la huida del Sasuke Uchiha de 12 años, con certeza la medidas de seguridad se endurecieron.
Lo primero que se le ocurrió fue: fingir ser un ninja con una diligencia secreta e importante, mediante genjutsu engañaría a los guardias y a quien estuviera en la recepción. No le quedaba otra opción más que emplear su habilidad ilusoria, pues la mentira sin este detalle tan importante, era pobre en sí misma.
Luego, meditó rápidamente en los inconvenientes de esta idea, el principal consistía en que únicamente podría ejecutarse en el turno matutino o vespertino. Generalmente los horarios laborales eran muy flexibles en la torre Hokage, debido a que muchos ninjas regresando de sus misiones a lo largo del día, y la mayoría de buscaba a entregar los informes correspondientes, lo más pronto posible. Eso se traducía en potenciales problemas, pues pasaría del sigilo a un asalto, si en un parpadeó comería un error minúsculo.
Sasuke desechó por completo esa estrategia, como quien arruga una hoja de papel y la tira al cesto de la basura, porque el contenido no era el adecuado o correcto. Pero, en seguida tuvo una revelación oportuna en su cerebro.
Se planteó que lo más idóneo en estos casos era deshacerse del mayor número de inconvenientes técnicos y posibles testigos de su camino. Y esto sólo sería posible si elegía la noche para realizar su infiltración, cuando no hubiera tráfico de aldeanos, personal y ninjas en el edificio gubernamental.
Un plan sencillo que el original, pero hasta cierto punto eficaz, pues el control de la situación dependerá de su habilidad para mantener el genjutsu en un pequeño grupo de individuos al mismo tiempo, y extender su duración al máximo. Eso era más factible y menos cansado que intentar cubrir una pequeña multitud.
Por el momento este sería su maniobra principal, no la definitiva, eso dependería del trabajo de campo, análisis del terreno y observación.
De modo que lo más plausible ahora era ir inmediatamente a estudiar las instalaciones y la seguridad de las mismas. Presumía que los ninjas postrados como custodios no debería ser un obstáculo difícil de superar. No obstante, por reciente incidente de la fuga de su yo joven, podría tener que enfrentarse a un incremento de los vigilantes.
No le preocupaba mucho ese detalle, contaba con las capacidades para hacerles frente de manera sigilosa, es más buscaría la manera de llamar la atención entre ellos para tenerlos en un mismo lugar y asestar su genjutsu. Sin embargo, mantendría esa actitud cauta sobre este asunto, pues de su éxito dependía si podría retornar a su propio período de tiempo o no.
Juzgaba que si lograba entrar a la biblioteca con éxito, prácticamente tendría la mitad del problema resuelto. El pergamino de Hashirama Senju era inconfundible, y estaría custodiado por trampas, pero considerando la época donde estaba, se trataría de inconvenientes que cualquier usuario del sharingan las sorteará.
Empero, antes de entrar en acción, era justo y necesario que Sasuke recuperara sus fuerzas comiendo en alguna fonda y descansado en alguna posada. Paso por un lado de un establecimiento de comestibles, deteniendo su paso unos minutos, iba a matar primero el hambre con algunas manzanas, era temprano para ingerir alimentos pesados.
—Escuché que ese niño Uchiha fue el que abandonó la aldea— comentó un hombre de mediana edad, con un bigote peculiar y una yukata ligera, típica de artesanos.
Como era dueño de una tienda de máscaras, su casa y el negocio se ubicaban en el mismo terreno. Estaba saliendo del interior de la casa, reuniéndose con su esposa, la cual se encontraba barriendo la calle.
La mujer se mantuvo haciendo su quehacer, era importante limpiar la vía pública que conducîa a la tienda, pues ella creía firmemente en que el orden y la limpieza eran las claves para elevar las ventas.
Ambos claramente estaban iniciando su jornada laboral, pues el hombre sinceramente no era nada discreto al hablar, después de todo no había motivo para ello.
—Esa noticia no paraban de comentarla en el grupo de colonos—prosiguió el artesano, con esa serenidad típica de los chismosos—Aunque no creo que nadie lo extrañe, digo sólo lo notabamos por la cresta familiar, sino ni nos percataríamos de su presencia.—añadió encogiendo los hombros con indiferencia, la verdad el tema de que ese niño se largara no era una noticia importante a su parecer.
—No es para menos, nadie extraña a los Uchiha por aquí—recordó la mujer de cabellos castaños con cierta molestia, participando por fin en la conversación.
Traer a su mente esos días en que se vivía un ambiente tenso con la policía militar patrullando las calles, los cuales eran impredecibles pues nunca se sabía si te arrestarían por detalles triviales, le traía un mal sabor de boca. Toda la comunidad vivía su día a día con estrés y miedo a ser arrestado.
—Si nadie extraña a individuos que abusaban de su autoridad e intimidaban con su Sharingan a los demás—complementó el hombre con desprecio por este linaje, todavía estaba furioso como lo habían arrestado por simplemente patear a un perro callejero.
Sasuke escuchó atentamente la plática, fingiendo decidir si era adecuado agregar naranjas también a su menú. Verificó la calidad de la mercancía en el puesto de frutas, el cual se ubicaba cerca del establecimiento de comercial.
Mientras pagaba unas manzanas que había elegido, sin perder detalle de las palabras que salían de la boca de aquel comerciante de máscaras. Por su parte el encargado de la frutería, sólo movía la cabeza de forma negativa como si desaprobara la lengua de víbora que se cargaban sus vecinos, a la par que le regresaba algunas monedas como cambio a su cliente, sin percatarse de que el Uchiha estaba prestando más atención a su vecino.
Al mismo tiempo que sus manzanas eran empaquetadas en una bolsa de papel, Sasuke meditó en como había cambiado en estos años, ya no era aquel joven vengador que se enojaba ante la mínima provocación o comentario negativo acerca de los Uchiha. Sin embargo no era de palo, si se molesto por esa actitud de ese arrogante bigote de quinta.
Desde que inició a trabajar bajo la orden directa de Naruto, había aprendido que Konoha estaba llena de bazofias rastreras como esos dos.
Parecían cucarachas que se dedicaban únicamente a reproducirse en sus nidos y hablar a las espaldas de los demás cuando se sentían seguras. Pero que en cuanto veían el peligro acercarse corrían debajo de la primera piedra que encontraban. Para luego salir de su escondite y alabar hipócritamente como héroe a la persona que les salvo el culo, y que irónicamente criticaron con dureza en el pasado.
La prueba clara era: Naruto, en el pasado lo trataron como paria y actualmente le besaban con hipocresía los pies, como si siempre hubieran confiado en sus capacidades y jamás lo hubieran ofendido. No hacía falta ser un genio para concluir que toda esta gentuza habían cambiado de opinión debido a que el Uzumaki ocupaba el puesto de Hokage y era el ninja más fuerte, capaz de lanzarse sin dudar ante la primera amenaza que se acercara a la aldea.
"Esta bien, Sasuke, no puedes obligarlos a cambiar de opinión tan fácilmente. Además me tenían miedo, temían por el Kyubi en mi interior se descontrolara"
Recordó el instante cuando Naruto le mencionó esa frase, ese día estaban en la azotea de la Torre Hokage. Con el manto del Hokage ondeando con el viento y mirando la majestuosa que se veía la aldea. Sasuke sabía que Naruto se tragaba su tristeza de no ser reconocido como siempre soñó por más que se esforzaba. Además, muy en el fondo, el rubio sabía que no actuaban por miedo únicamente, lo hacían con saña para desquitar sus frustraciones personales y laborales con alguien inocente.
—Fue lo mejor que ese tal Sasuke, si así creo que se llamaba ese niño Uchiha, se marchara de la aldea—opinó la mujer con desdén pues pronunció "niño Uchiha" de forma despectiva, haciendo un ademán con la mano, como si estuviera diciendo "chuchu" a un perro callejero.
—Igual pronto será eliminado por los cazarecompensas del libro bingo—señaló el hombre, era bien sabido por todos que los que caían en esa publicación tenían sus días contados.
—La muerte es lo que merece un traidor como él—secundó fatalmente la mujer, sonriendo era increíble como le parecía grato celebrar que un niño fuese castigado sin conocer el contexto.
Sasuke oyó perfectamente sus palabras al aproximarse a su negocio, parloteaban lo bastante alto que cualquier transeúnte se daría cuenta del tema que estaban discutiendo. Sostuvo con fuerza la bolsa de papel que contenía sus manzanas.
Bufó liberando la tensión del momento, caminando rápidamente al lado de la tienda de máscaras, cuyos dueños ni siquiera se percataron de su presencia, persistiendo en sus críticas contra los Uchiha y su último heredero.
Los observó de reojo, pensando en lo patéticos que eran, no valían la pena ni su tiempo y atención, lo más conveniente en ese caso era concentrarse en su misión personal.
—¡Cállense, no tienes derecho de hablar así de Sasuke'tteba!—exclamó con fuerza y determinación una voz jovial.
Sasuke frenó su andar en automático, en cuanto llegó esa advertencia a su oído, dando su corazón un vuelco, identificó rápidamente al dueño de dicha voz.
Dando un giró dramático, descubrió a sus espaldas a un niño rubio con una inconfundible vestimenta: un chándal color naranja con azul en la zona de los hombros y la ese cuello alto de color blanco, combinado con los pantalones color naranja.
No puede ser...* pensó para sus adentros, vaya capricho del destino había sido esto. Encontrarse con su adorado Naruto a primera hora de la mañana. Pero, ¿cómo era posible?
Estaba seguro de que la presencia del pequeño Uzumaki no estaba por los alrededores, así se lo dictó su sentido de ninja sensorial. A lo mejor su chakra estaba tan bajo, que no fue capaz de percibir a la versión infantil de su amor secreto.
Con la fuerte voluntad que lo caracterizaba siempre, Naruto encaró al vendedor de mascaras y a su esposa, quienes veían al Uzumaki con aversión e indiferencia ya que según ellos un monstruo como él lo merecía.
—Habló de quien me plazca, mocoso—replicó con pedantería el comerciante, afrontando sin problema el ataque verbal de esa molestia.
—¡Pues yo no voy a permitir que hables mal de Sasuke ni de su familia, ¿me oíste'ttenayo?!—vociferó Naruto, con fuego en sus ojos azules, los cuales temblaban de coraje.
Gracias a esta pequeña discusión, algunos transeúntes que pasaban por la vía pública se detuvieron a observar la escena. Algunos comenzaron a chismorrear en contra de Naruto apelando a su mal comportamiento en su niñez; otros con sencillez reafirmaban su postura de que alguien debería darle un correctivo más efectivo. Entretanto Sasuke únicamente los oía, acostumbrado a sus típicos comentarios cretinos.
—Cariño—previno la esposa del vendedor, agarrando la manga de su yukata a fin de que se percatara de la situación que se estaba sembrando.
Varias personas se avecinaban en la calle como si esto fuera una especie de espectáculo..
Lo que más le preocupaba a la dueña del establecimiento de venta era la mala publicidad que este escándalo podría producir, ya que no era la primera vez que su esposo tenía un enfrentamiento con el niño demonio.
—Déjame mujer, ya he tenido que lidiar con esta plaga antes, yo me encargo—reconfortó el artesano, palmeando levemente las manos de su esposa para que la soltara, estaba seguro que podía controlar este embrollo.
—¿Plaga? ¡Como te atreves!—reprobó Naruto sin retroceder, alzando sus puños apretados, gesto representativo de cuando algo lo alteraba.
A pesar de que estaba recibiendo como siempre la hostilidad de Konoha, no iba a escapar de esta pelea, nunca iba a renunciar a defender a Sasuke ante otros. Le enojaba que lo estuvieran señalando como un desertor, aunque fuese la verdad. El abandonar Konoha y aliarse con un ninja criminal como Orochimaru, era un asunto considerado como alta traición, no era ingenuo.
La verdad era cruel y dura de aceptar para el Uzumaki. No obstante no tenían derecho de escupir veneno y añadir más injurias a Sasuke y su familia.
Ese tipo de trato tan ofensivo, lastimaba demasiado el corazón de Naruto, destruir la reputación de su mejor amigo en su ausencia con comentarios mordaces, era como si lo estuvieran pisoteando a él.
—¡Ya te había dicho asqueroso que no te acercaras a mi tienda!—contestó el adulto con firmeza apuntando con el dedo al rubio, como si fuera un perro callejero.
—Ni quien quiera ver tu mercancía, viejo de mierda—contratacó con velocidad, tenía muy fresco el recuerdo de la agresión física y verbal cometida por ese vendedor de máscaras años atrás.
Esos ataques estaban grabadas con fuego en su cerebro y corazón. Nunca podría olvidar haber sido señalado de esa manera tan altanera y violenta, y por si fuera poco agredido. En ese entonces recibió todo el abuso pero ahora no se iba a dejar.
—¡¿Cómo me llamaste?!—rugió colérico ante el insulto.
Mientras la discusión continuaba, Sasuke con discreción se escabulló entre la gente, escondiéndose en un callejón cercano. Con toda la atención en Naruto y el vendedor, fue fácil para él que nadie reparara en su ausencia repentina ni en su comportamiento.
Mientras estaba resguardado en esa vialidad solitaria, reflexionó en como debería actuar al respecto, sin duda era la oportunidad perfecta de escapar de escena y no cambiar la historia, sin embargo...
Dio un vistazo rápido al altercado que involucraba a Naruto, viéndolo ahí luchando por su reputación y la del clan Uchiha, solo provocó que Sasuke tuviera una revelación del pasado.
Había visto innumerables veces en el pasado como Naruto fue agredido por situaciones creadas por los aldeanos, no siempre eran por travesuras.
Se vio así mismo con 8 años de edad, reviviendo una escena en donde atestiguó como al Uzumaki, dentro de su tierna infancia, era abofeteado por un aldeano únicamente por acercarse a su hijo con claras intenciones de invitarlo a jugar. En ese tiempo, Sasuke quiso acercarse para ayudarle a levantarse, ya que el golpe fue tan duro que hizo que el rubio perdiera el equilibrio, pero no logró mover ni un músculo por alguna extraña razón, contemplando cómo el rubio se retiraba cabizbajo y triste.
Volviendo al presente, el Uchiha apretó los puños, aquella anécdota triste se superpuso en este panorama tempestuoso. Haber evocado un fantasma del pasado le hizo darse a cuenta que francamente no iba a ignorar este hecho de nuevo, ya no era ese niño cobarde, paralizado por la indecisión de la inmadurez y su orgullo que le impedía acercarse a quienes le importaba. Pensó en algún plan rápido que pudiera ejecutar sin levantar sospechas.
El Uchiha se dio cuenta, desde el primer momento en que pasó al lado de aquella tienda de máscaras, acerca de las identidades de esas dos basuras mediocres que se burlaron del clan Uchiha y lo juzgaron por su partida. Según recordaba era una familia de artesanos que en el día de la ceremonia de Naruto le trajeron regalos desde Suna. Vaya ironía que 20 años antes se los iba a topar tratando de humillar a su futuro Hokage.
El corazón del Uchiha latía con fuerza, sentía ira, el mismo sentimiento que lo invadió cuando supo que por bazofias como estas Itachi se sacrificó. Estaba acostumbrado a que le lanzaran mierda a sus espaldas, porque en una ocasión se enteró que algunos aldeanos protestaban entre susurros que no era correcto que un traidor como él estuviera suelto y que dudaban de la capacidad de juicio de Nanadaime Hokage.
Aceptaba esas murmuraciones negativas debido a que era la verdad, si fue un criminal incluso aceptaría golpes por redención de su pecados, pero eso sí a Naruto no le iban a tocar un pelo en su presencia, mucho menos ahora que era un niño.
No era necesario ser un genio para intuir que está pelea verbal iba a escalar a la violencia, y desgraciadamente el pequeño Uzumaki iba a perder.
Entretanto, Naruto dio un paso adelante hacia el comerciante, ya no era ese niño de 8 años a quienes humillaban con gritos, nadie iba a destruir la reputación de Sasuke con chismes.
—¡Tú, ninguno de esta aldea sabe nada de él, nunca les ha importado nadie más allá de sus propios traseros!—acusó casi desgarrándose la garganta, ese dolor de ser ignorado lo iba a acompañar por el resto de su vida, no sólo estaba defendiendo el honor de su mejor amigo sino también a sí mismo.
—¡No me interesa saber nada de un traidor que lo único que merece es que lo cazen como un perro!—exclamó completamente fuera de si, ya no le importaba de sí estaban hablando de ese niño Uchiha o ese niño Kyubi, para él ambos eran la misma basura.
—¡El verdadero perro aquí eres tú, no, un perro tiene más valía que tú dattebayo! ¡Vendes juguetes a los niños, y le deseas la muerte a uno!—objetó esta vez apuntando con su dedo acusador al artesano.
—¡Tú, mocoso!
El enojado hombre tomó el primer objeto a la mano, una de sus propias máscaras, ya que su intención era arrojarsela a ese paria como la última vez que lo molestó, así callaría su maldita boca de una vez por todas.
Desplazó su mano hacía atrás, sujetando con fuerza la máscara, para darle más impulso a su arma, se veía semejante a un deportista profesional que estaba previo a lanzar una pelota.
Vigilando desde la entrada del callejón, Sasuke inició su plan improvisado, sin perder un segundo hizo el Kage Bushin no Jutsu y procedió a actuar tan veloz como su Rinnengan lo permitiera.
Los aldeanos que se habían reunido a ver el escándalo, continuaron absortos observando la escena, como de costumbre metiches sin remedio y cómplices del abuso.
Sin embargo, un golpe repentino sacó a todos de su trance, una kunai de estrelló contra la máscara de cerámica, haciéndola trizas antes de que fuera proyectada contra la cabeza del rubio.
El agresor entró a un estado de estupefacción total, sus ojos negros empezaron a temblar del terror, ya que unos centímetros menos y aquella arma blanca hubiese atravesado su mano, había sentido ese viento cortante que sólo una arma shinobi desprende.
Un Anbu con una coleta de pelo oscuro, cuyo rostro estaba resguardado con una máscara con rasgos de gato, se reveló como el responsable de interferir en el conflicto vecinal. Su brazo se hallaba en la clásica posición de lanzamiento. Luego de volver a una posición más relajada, preguntó con exigencia a la muchedumbre:
—¡¿Qué esta pasando aquí?!
Todas la miradas fueron atraídas hacia ese shinobi con esa carátula de zorro, un segundo después aparecieron sus compañeros, como los ninjas especialistas que eran fueron tan silenciosos en su arribo que daban el efecto de haber salido de la nada.
Los presentes quedaron atónitos, incluidos los involucrados, ya que cada Anbu se había ubicado en sitios estratégicos para evitar que tanto los provocadores como los espectadores pudieran escapar, incluso estaban en una posición de ataque. Naruto miró sobre su hombro conmocionado de que en un abrir y cerrar de ojos ya tenía a alguien detrás suyo listo para neutralizarlo si intentaba algo.
Por primera vez los habitantes de Konoha experimentaron el miedo y la vergüenza, las expresiones de sus caras se asemejaban a niños pillados en un contexto de bullying a un compañero de clase indefenso. Poco faltaba para que mancharan con orina sus pantalones y faldas.
Esto era algo nunca antes visto, los Anbu se habían metido en un conflicto que involucraba al Jinchuriki del Kyubi, con el fin de evitar que fuera apaleado por un residente local, acorralando hasta a los curiosos.
Comúnmente estos ninjas especialistas se ponían a favor de la población civil, consintiendo que éstos reprendieran como quisieran al rubio.
El Anbu con máscara de zorro exigió de nuevo una explicación ante el mutismo de la turba. Pues estaban más preocupados por salvar sus pellejos, así que no iban a soltar prenda alguna y que estaban aterrorizados de la represalias si esto llegaba a oídos de Godaime Hokage. Era bien sabido que la actual líder empatizaba con Naruto.
Cuando por fin alguien valiente les comentó lo sucedido al líder del escuadrón Anbu, fue que el lenguaje corporal de los anbus cambió a uno más sosegado, bajando la pose ofensiva.
Por su parte el dueño del local de máscaras no se atrevió a abrir la boca, ya que prácticamente fue atrapado con las manos en la masa, cualquier excusa salía sobrando. Una persona que no supiera el contexto real de la pelea lo iba a inciminar como el culpable, es más si iban con el chisme a Tsunade Senju sería una catástrofe.
—Por lo que veo los civiles ahora quieren hacer justicia por propia mano. Vaya—intervino con ironía otro ninja con una careta con rasgos de perro, y cabello blanco hasta los hombros, que aterrizaba al lado del primer Anbu que entró en escena.
—¿Estas bien?—preguntó un Anbu mujer, cuya máscara imitaba los rasgos de un gato. Se había situado al lado de Naruto. Revisando de pies a cabeza el estado físico del niño.
El Uzumaki asintió automáticamente, estaba confundido por "el giro de tuerca" que había dado esta situación.
Escudriñó con detenimiento en busca de una pista que le permitiera saber la identidad de esa kunoichi, la verdad tenía pocos conocidos en esta aldea que no le profesaban repudio, por lo tanto con un pequeño rasgo en su voz o cuerpo, se sentía capaz de reconocerla.
Desafortunadamente poseía un cabello rojo junto con un peinado inusual, su pelo era corto y descuidado en el lado derecho, mientras que en el izquierdo era largo y liso. Jamás había conocido a nadie con esa apariencia en Konoha, tal vez era alguien con quien nunca se topó anteriormente o alguien recién ascendido en el anbu.
—¿Ahora los Anbus debemos actuar como la Policía Militar?—opinó de nuevo el Anbu de pelo blanco con puro sarcasmo, observando a los presentes, añadió:—Bueno no me molestaría, las calles estarían más seguras—lanzó divertido su advertencia, contemplando con gozo como estos tragaban saliva, horrorizados ante la idea.
Luego de cerciorarse que el pequeño Uzumaki estaba sano y salvo, la Anbu pelirroja se encontró con su compañero, el que acababa de manifestar su deseo de sustituir a la policía militar en las calles, y dijo:
—Por primera vez dices algo bueno, estúpido.
—Hasta yo tengo mis momentos—contestó como si le hubiesen dado un cumplido.
Mientras eso dos se reunían con él Anbu de máscara de zorro, el último ninja especialista, de cabello naranja y máscara de oso, se acercó al comerciante y su esposa.
—Le recomiendo que no haga este tipo de espectáculos, pueden ser perjudiciales para su negocio y más importante perturba la paz pública—sugirió, pese a su apariencia fornida, que casi parecía un gigante, el sonido de su voz era calmada y razonable.
—Pero está peste vino a provocarme—se excusó el hombre de bigote de quinta.
—Usted es un adulto y él un niño así que la responsabilidad cae sobre usted, pues debería ser la persona madura aquí—replicó con lógica el ninja de cabello naranja.
—Si no puede controlar su temperamento, mejor tome medicamentos contra la ira, anciano—criticó el Anbu de la máscara de perro, en cuanto vio que su compañero negociaba con ese matrimonio, vino corriendo a "meter su cuchara".
—¡¿Anciano?!—replicó indignado, se tuvo que morder la lengua para no responder con un insulto. No le convenía tampoco hacerlo.
Mientras tanto los aldeanos empezaron a realizar cuchicheos, condenando el actuar de aquel matrimonio. No era un cambio de consciencia en sí, si no que como buena "raza de víboras" se dedicaban a "morderse" unos a otros para lavarse la manos.
—De mal gusto que haya intentado lastimar a Naruto—estimó una mujer que susurraba al vendedor de fruta, el que había atendido a Sasuke minutos antes
—Ya le había lanzado una máscara una vez, el pobre chico tenía 7 años, y lo hizo únicamente porque se detuvo a ver la mercancía—contó otro hombre a sus trabajadores, pues tenía un molino de harina, localizado a unas cuantas casas de la tienda de máscaras.
Los jóvenes empleados del molino alzaron las cejas sorprendidos de que aquel acto hubiera acontecido por una estupidez y más contra un niño pequeñito.
—Si, si recuerdo, yo estuve ahí, se comportó como una bestia—intervino una joven madre en el relato del dueño del molino, confirmando los hechos—No volverás a comprar nada aquí—ordenó a su pequeña hija que sujetaba de la mano.
—Pero mamá...—se quejó la infante.
—Ese hombre es violento, cielo—advirtió la mujer alejándose de la escena después de dedicarle una mirada de condena social al susodicho y su mujer.
Lentamente los espectadores se fueron retirando a sus deberes, el show había terminado y era incómodo seguir ahí pues prácticamente habían sido cómplices de todo. La pareja de artesanos no fueron ciegos ni sordos, escucharon el repudio social que se desató después de la llegada de los anbus. Sin lugar a dudas su ventas se irían en picada y todo por la culpa de ese niño Kyubi que por una extraña razón permanecía ahí.
Naruto se hallaba pensativo, no podía creer que los anbus lo habían defendido, a su manera claro, además de ayudar dispersar a la multitud cuando generalmente ocurría lo contrario o lo entregaban a los aldeanos para que lo castigaran o simplemente ignoraban el incidente. ¿Qué motivo los impulso a actuar así esta vez?
Reflexionando detenidamente sobre este asunto, empezó a sobar su barbilla aa par que concentraba sus ojos azules en un punto como si divagara en su corazón, descuidando el entorno que lo rodeaba.
—Naruto, ¿buscando problemas otra vez?—cuestionó Kakashi posando una mano en el hombro del rubio, provocándole un sobresalto.
Hatake acudió al lugar de los hechos debido a que había oído por algunos peatones de calles adelante, por donde paseaba, que el escandaloso de su alumno había armado un pleito.
—Kakashi-sensei—musitô emergiendo del trance de sus pensamientos.
De repente agarró al rubio del brazo, arrastándolo literalmente hasta donde estaban la pareja de artesanos con los que se peleó verbalmente.
—Discúlpelo—solicitó el ninja que copia empujando la cabeza de Naruto hacía adelante, forzando una reverencia de perdón en contra de la voluntad del gennin.
—¡Suéltame, Kakashi-sensei, yo no me voy a disculpar, no hice nada malo'tteba!—protestó forcejeando y moviendo los brazos, tratando de liberarse del agarre al cual su sensei lo sometía.
—¿Hacer un alboroto no es algo malo?—cuestionó Kakashi de forma acusatoria, levantando una ceja curioso de la respuesta que le iba a dar el rubio.
—No me iba a hacer de la vista gorda mientras decían cosas malas de Sasuke y su familia—justificó su actuar, esforzándose en quitarse de encima la mano pesada del peliplateado.
—Defender a Sasuke no es tu asunto, Naruto. No te metas en líos—exclamó con tono serio como si estuviera regañándolo pero también advirtiéndole que no quería más algaraza.
Entretanto los anbus, que todavía seguían en la calle, detuvieron su reunión, con la crisis fue contenida planeaban dispersarse, hasta que fueron testigos de las palabras y acciones de Kakashi.
—Usted también anciano, pídale disculpas que no se portó nada bien—exhortó con exigencia el Anbu de máscara de perro, gritando desde donde estaba con su escuadrón.
—No se haga la víctima—acusó a los gritos la kunoichi enmascarada, uniéndose a su compañero a la presión social hacia el agresor.—Cuando el que inició la disputa fue usted con sus comentarios mal intencionados.
—Si como sea.—habló con desengano el hombre de bigote de quinta, tomando bruscamente la mano a su mujer, desapareciendo dentro de su hogar.
En cuanto esto pasó, el "Ninja que copia" dejó de obligar a Naruto a inclinarse en señal de perdón. El rubio por su parte masajeó sus hombros, ese movimientos brusco le había dolido, pero más lastimado estaba su orgullo, había sido exhibido por su propio sensei como un provocador y para colmo no lo escuchó y no le importaba en lo absoluto que hicieran añicos la reputación de Sasuke y su familia.
Por una vez en su vida, Naruto Uzumaki concibió pensamientos de odio hacía su sensei. Ni cuando proyectaba ese favoritismo por Sasuke se había sentido tan humillado. Sin que sospechara, Kakashi destruyó en pocos segundos la confianza y cariño que le profesaba. Y eso dolía más que cualquier agresión física que pudiera sufrir.
Podría perdonarlo, eso sin duda, sin embargo nunca olvidaría esto, lo tendría presente por el resto de su vida. Lo guardaría, no para tomar venganza si no para no cometer los mismo errores en el futuro cuando tuviera sus propios aprendices, y también cuando ascendería como Hokage.
Por su parte, Kakashi comprendía hasta cierto punto la indignación de su alumno revoltoso, era un tema delicado para él, después de todo no había pasado mucho tiempo desde que el Uchiha se fugó con Orochimaru. Estaba muy fresco todavía el fracaso por la operación de rescate. Aún así, eso no justificaba que estuviera peleándose verbalmente con cualquier aldeano o ninja que criticara a Sasuke por su mala decisión. Pero, bueno era un niño, que esperar, no entendía cuando ser prudente. Esperaba que tragarse su orgullo, a pesar de que estaba en lo correcto, le enseñara una lección.
Aunque estaba ajeno a los pensamientos negativos que le concedía su alumno, por haberlo obligado a disculparse por una falta que no cometió, dirigió su atención al asunto más importante: la actitud de los Anbu.
Generalmente, los ninjas especialistas no se metían en pleitos callejeros ni mucho menos en defensa de Naruto Uzumaki. Nunca se consideró en la agencia que debían hacer eso, porque era mejor culpar al niño, si se le trataba como un huérfano sin valor ante los demás, se ayudaba a proteger su verdadera identidad como hijo del héroe, Yondaime Hokage.
Con este incidente temía que los aldeanos empezaran a especular acerca de este cambio drástico. Tendría que investigar muy bien a este escuadrón, porque estaban faltando al acuerdo acordado por Sandaime Hokage, todavía recordaba ese lema:
"El Jinchuriki del Kyubi debe ser tratado como un huérfano sin ningún privilegio. No importa el escenario que se presente con la población civil. Sin objeción ni excusa alguna.
De repente, el ninja con máscara de zorro miró de forma disimulada al Hatake. Y sin que Kakashi lo sospechara, dentro de esos dos agujeros que permitían al enmascarado ver el exterior, un par de Sharingan se manifestaron, asemejando a dos carbones encendidos por la ira.
