Al llegar a la residencia, Terry se dirigió a la estancia en la que estuvieron el día de la fiesta blanca y colocó a Candy en el sillón frente a la chimenea. Después, encendió el fuego para que pudiera calentarse.
-Debes cambiarte de ropa o podrías enfermar. Creo que mi madre ha dejado algunas de sus prendas, tal vez puedan servirte.
-¿Ropa de Eleanor Baker? Pero si es una modelo, y mucho más alta que yo.
-En eso tienes razón. No puedo negarte que eres pequeña y que al parecer has subido de peso en estas vacaciones.
-¡Terry! ¡Eres un cretino! - exclamó, cruzando sus brazos.
El joven comenzó a reír.
-Estoy bromeando pecosa. Pero estoy seguro de que algo podrá servirte. Puedes aprovechar este tiempo para secar tu ropa.
-Me parece bien - mencionó ella.
-Ven, te mostraré dónde está la habitación.
Después de subir por unas elegantes, pero ya antiguas escaleras, Terry la llevó al cuarto donde había estado hospedada su madre. Candy pudo ver que efectivamente en uno de los roperos había ropa de la afamada actriz. Así que después de que el joven la dejara en la habitación y le diera también algo para curar su tobillo, eligió las prendas que consideró más apropiadas; un vestido que era más corto que los demás y la misma bata de seda que Terry le había prestado días antes.
Cuando Candy terminó de cambiarse, se dirigió a la chimenea donde antes estaba, puso su ropa cerca del fuego para que pudiera secarse. Se percató de que Terry no se encontraba en ese lugar, así que lo buscó en las habitaciones contiguas, y se dio cuenta de que el joven, estaba frente a las estanterías repletas de las obras de Shakespeare.
Él, en ese momento se encontraba leyendo. Cuando Terry la vio llegar, cerró el libro que tenía en sus manos y le sonrió.
-Veo que también te has cambiado. Y hasta has puesto una venda en tu herida. Ahora me doy cuenta de que en verdad no me necesitabas - dijo ella.
-Como te negaste a ser mi enfermera tuve que curarme solo - respondió Terry, sonriendo con ironía. Después agregó - ¿Cómo está tu pie?
-Mejor, gracias.
-Me alegro.
-Y dime ¿Qué es lo que lees? - preguntó la joven.
-Hamlet - contestó, mostrándole la pasta del libro.
-Oh, es verdad, ya me habías dicho que te gusta la tragedia. Recuerdo que antes leías a Macbeth - recordó, haciendo alusión al momento cuando se encontraron por primera vez durante esas vacaciones, y él le había hablado de su pasión por el teatro.
-Bueno, me gusta Shakespeare, qué te puedo decir - le dijo, encogiendo sus hombros.
-¿Por qué no recitas algo, Terry? Sería genial escuchar algo de Shakespeare - le pidió Candy, con una gran sonrisa.
Aunque acostumbraba a leer solo, y nunca había recitado en compañía de nadie, ya que ella era la única que sabía de su gusto por el teatro y la actuación, no podía negarse a la chica que le había cautivado el corazón.
-¿De qué obra te gustaría? - preguntó él.
-No lo sé, lo que sea está bien para mí. Mejor... ¿por qué no eliges tú?
Después de pensarlo un poco, Terry la miró y formó una sonrisa en sus labios. Guardó el libro que tenía en sus manos y tomó otro de las repisas.
-¿Por qué no recitamos juntos?
-¿Yo? ¿Recitar a Shakespeare? - preguntó ella
-Si.
-Pero es que nunca lo he hecho, además soy pésima para actuar.
Terry sonrió de nuevo.
-No es necesario, lo haremos juntos. Yo te guiaré.
-Entiendo... Está bien, parece divertido. ¿Y qué obra será?
-¿Qué te parece Romeo y Julieta? - preguntó de repente
El corazón de Candy comenzó a agitarse nuevamente al escuchar la obra que Terry había sugerido. Era imposible no recordar el festival de mayo, cuando ella fue de Julieta y él la había besado. Su primer beso, el despertar a emociones para ella desconocidas hasta entonces.
Por su puesto no había sido coincidencia. Terry aprovechó la oportunidad para recordarle ese día tan especial. Cuando le había abierto su corazón y aunque sabía que no había sido de la mejor forma, no se arrepentía.
Candy se había quedado sin habla, mientras él la miraba fijamente con una sonrisa indescriptible en sus labios.
-Ah... Romeo y Julieta. Es un clásico - contestó ella.
-Si gustas podemos recitar algo más - sugirió el joven, al ver su reacción y comenzó a encaminarse a tomar otro libro.
-¡No, no!... está bien. Ese me gusta - le dijo al instante. Entonces Terry se detuvo y regresó a su lado.
-Perfecto... - dijo satisfecho, luego añadió - Supongo que conoces la historia.
-Sí, claro que sí.
-¿Qué parte de la obra te gustaría que recitáramos?
Candy lo pensó un poco.
-¿Qué tal tu parte favorita?
Entonces, Terry, de nuevo lo meditó por unos segundos.
-Bueno, es algo difícil de decidir, pero creo que sé cuál puede ser.
Buscó entre las páginas del libro hasta encontrar la escena que tenía en mente y se lo entregó a Candy.
-Aquí está. Sostenlo para que puedas guiarte en los diálogos.
-Pero ¿y tú? ¿Cómo es que los leerás?
-No te preocupes, lo tengo justo aquí - respondió señalando su cabeza. Entonces Candy sonrió.
-¿Así que lo sabes de memoria? Que engreído eres. Está bien. Empecemos entonces.
Terry, se alejó un poco de ella, para comenzar a recitar la obra, sabía perfectamente que Romeo iniciaba el acto.
Candy pudo notar cómo el rostro del joven cambió, como si se hubiera transformado en otra persona.
...
-¡Qué bien se burla del dolor ajeno quien nunca sintió dolores! ¿Pero qué luz es la que asoma por allí? ¿El sol que sale ya por los balcones de oriente? Sal, hermoso sol, y mata de envidia con tus rayos a la luna, que está pálida y ojeriza porque vence tu hermosura. ¡Pero qué atrevimiento es el mío, si no me dijo nada! Los dos más hermosos luminares del cielo la suplican que les sustituya durante su ausencia. Si sus ojos resplandecieran como astros en el cielo, bastaría su luz para ahogar los restantes como el brillo del sol mata el de una antorcha. ¡Tal torrente de luz brotaría de sus ojos, que haría despertar a las tres aves a medianoche, y entonar su canción como si hubiese venido la aurora!
Terry terminó de hablar, esperando que Candy continuara con sus líneas. Sin embargo, ella había quedado impresionada, al escuchar la manera tan segura con la que él se había expresado.
-Creo que es tu turno, Candy - le dijo con una sonrisa, al ver que la joven seguía viéndolo en silencio.
-¡Ah si! Disculpa - respondió totalmente avergonzada, al darse cuenta de que se había quedado perpleja y él se había dado cuenta.
Entonces, trató de concentrarse y buscó en el libro sus líneas.
-¡Ay de mí!
Él, volvió a sonreír, mientras Candy sentía que moría de pena por la manera en cómo había empezado su participación, sobre todo porque era una frase muy corta. Pero se sentía feliz por escuchar a Terry. Admiraba ver en él la pasión de la que tanto le había hablado.
-¡Habló! Vuelvo a sentir su voz. ¡Ángel de amores que en medio de la noche te me apareces, cual anuncio de los cielos a la atónita vista de los mortales, que deslumbrados le miran traspasar con vuelo rapidísimo las esferas, y mecerse en las alas de las nubes!
Cuando el joven terminó de recitar de nuevo su parte, Candy trató de llenarse de seguridad, imaginando por un momento, que ella también podía convertirse en Julieta.
-¡Romeo, Romeo! ¿Por qué eres tú Romeo? ¿Por qué no reniegas del nombre de tu padre y de tu madre? Y si no tienes valor para tanto, ámame, y no me tendré por Capuleto. No eres tú mi enemigo. Es el nombre de Montesco, que llevas. ¿Y qué quiere decir Montesco? ¿Por qué no tomas otro nombre? La rosa no dejaría de ser rosa, y de esparcir su aroma, aunque se llamase de otro modo. De igual suerte, mi querido Romeo, aunque tuviese otro nombre, conservaría todas las buenas cualidades de su alma. Deja tu nombre, Romeo, y en cambio de tu nombre, toma toda mi alma.
Terry sintió una alegría inexplicable al escuchar a Candy declamar la obra que tanto le apasionaba. Dejando todo de lado, continúo disfrutando del momento que compartían y trató de perderse en la atmósfera que empezaba a inundar el lugar.
-Si de tu palabra me apodero, llámame tu amante, y creeré que me he bautizado de nuevo, y que he perdido el nombre de Romeo.
-¿Y quién eres tú que, en medio de las sombras de la noche, vienes a sorprender mis secretos?
-No sé de cierto mi nombre, porque tú aborreces ese nombre, amada mía, y si yo pudiera, lo arrancaría de mi pecho.
-Pocas palabras son las que aún he oído de esa boca, y sin embargo te reconozco. ¿No eres Romeo? ¿No eres de la familia de los Montescos?
-No seré ni una cosa ni otra, ángel mío, si cualquiera de las dos te enfada.
-¿Cómo has llegado hasta aquí, y para qué? Las paredes de esta puerta son altas y difíciles de escalar, y aquí podrías tropezar con la muerte, siendo quién eres, si alguno de mis parientes te hallase.
-Las paredes salté con las alas que me dio el amor, ante quien no resisten aun los muros de roca. Ni siquiera a tus parientes temo.
-Si te encuentran, te matarán.
-Más homicidas son tus ojos, diosa mía, que las espadas de veinte parientes tuyos. Mírame sin enojos, y mi cuerpo se hará invulnerable.
-Yo daría un mundo porque no te descubrieran.
-De ellos me defiende el velo tenebroso de la noche. Más quiero morir a sus manos, amándome tú, que esquivarlos y salvarme de ellos, cuando me falte tu amor
-¿Y quién te guio aquí?
-El amor que me dijo dónde vivías. De él me aconsejé, él guio mis ojos que yo le había entregado...
-Si el manto de la noche no me cubriera, el rubor de virgen subiría a mis mejillas, recordando las palabras que esta noche me has oído. En vano quisiera corregirlas o desmentirlas ... ¡Resistencias vanas!... ¿Me amas? Sé que me dirás que sí, y que yo lo creeré. Y, sin embargo, podrías faltar a tu juramento, porque dicen que Joven se ríe de los perjuros de los amantes. Si me amas de veras, Romeo, dilo con sinceridad... Mucho te quiero, Montesco, mucho, y...
...
A pesar de que aún no era tiempo de terminar sus líneas, Candy comenzó a sentir cómo se le formaba un nudo en la garganta, el cual le impedía seguir hablando. En su interior sabía que las últimas palabras que había expresado ya no eran las de Julieta, sino de su corazón para el joven que tenía frente a ella. Mirándolo fijamente a los ojos, sentía cómo su respiración se volvía cada vez más agitada.
Terry pudo percatarse de que Candy no lograba terminar su diálogo, y aunque la expresión de la joven no reflejaba confusión y no era aún su turno para hablar, decidió continuar recitando la obra para que ella no se sintiera presionada...
-Te lo juro, amada mía, por los rayos de la luna que platean la copa de estos árboles...
Entonces, Él, supo también, que aquello que había pronunciado reflejaba sus propios sentimientos.
Mirando los tiernos ojos de la joven, expresó con voz dulce y profunda...
-Te lo juro por lo más preciado. Te amo... Tu dulzura ha conquistado mi alma sombría. Tú eres un hermoso rayo de luz en medio de mi oscuridad.
Las palabras de Terry atravesaron el corazón de Candy. El tinte de su voz, el tono suave con que las había dicho, la hicieron vibrar.
Nerviosa, trató de dirigir su vista al libro para buscar lo último que Terry había mencionado, y así, tratar de continuar con su parte, pero no pudo encontrarlo.
Pensó que tal vez, se había perdido entre los párrafos, pero después de revisar un par de veces más y darse cuenta de que Terry, también se había quedado en silencio, levantó su vista hacia él. Entonces comprendió que no eran palabras escritas por Shakespeare las que el joven había expresado.
Terry ¿es acaso lo que tú sientes? se preguntó en su mente.
Sintieron su cuerpo estremecer y su corazón latir apresuradamente, mientras se veían a los ojos.
Él le había confesado lo mucho que la amaba, y lo único que deseaba en esos momentos era expresarle todo lo que sentía. Así que, reuniendo el valor suficiente, se acercó a ella y dijo...
.
-Candy... yo
Sus palabras fueron interrumpidas por un fuerte estruendo que estremeció a ambos. Un rayo había caído cerca de la villa, partiendo un árbol en dos.
Ráfagas de viento vencieron los postigos y la lluvia comenzó a entrar por las ventanas.
Cuando Terry se dio cuenta, se apresuró a cerrarlas. Candy intentó ayudarlo, pero él no lo permitió.
-No te preocupes, podrías mojarte de nuevo. Puedo hacerlo yo solo.
Entonces, ella retrocedió, y Terry, después de unos momentos, terminó de asegurar todo para que la lluvia no entrara nuevamente.
-Listo, ya está. Creo que esta villa necesita algo de mantenimiento.
-Sí, tienes razón - respondió ella, aún sonrojada.
Los dos guardaron silencio por unos segundos. Terry no sabía cómo retomar la conversación y confesarle a Candy lo que sentía por ella. La naturaleza había interrumpido el momento más romántico que habían compartido hasta entonces.
Por su parte, Candy se debatía entre continuar con la escena del libro, o dejar que él terminara aquello que iba a decirle. Pero al darse cuenta de que no hablaba, decidió tomar la iniciativa.
-¡Vaya, Terry! Ahora no podrás negar que has heredado el talento de tu madre. Has dicho maravillosamente los diálogos de la obra.
Él pudo notar que a Candy le temblaba la voz, ahora ella estaba nerviosa e insegura y no quería asustarla. La conocía muy bien y sabía que el momento propicio para confesarle sus sentimientos había terminado; así que pensó que lo mejor sería hablar de otro tema. Se acercó a ella y tomó el libro que sostenía entre sus manos, después, se dirigió a guardarlo en las repisas.
-Tú también lo has hecho muy bien - respondió seriamente.
-No mientas. Digamos que sólo leí las líneas tal cual estaban escritas. Pero tú has recitado todo, sin ni si quiera asomarte un poco a las hojas del libro. Es sorprendente. Ahora si puedes presumirme tu buena memoria.
-Los leo durante los veranos desde que los tengo, así que puedo improvisarlos sin problema - le dijo, mientras caminaba de nuevo hacia ella -¿Por qué no me muestras lo que has aprendido durante las lecciones? - le pidió, refiriéndose a las clases de piano y dejando el tema de lado.
-¡Ah si! No vas a creerlo. Me han felicitado el día de hoy por el avance que he tenido. La hermana y las chicas se dieron cuenta de que ahora domino más el ritmo en las melodías.
-Y les habrás dicho que es gracias a tu adorable maestro particular.
-¿Cómo crees que podría hacerlo? Ya sabes que estrictas son con las reglas, podrían ponerme un castigo.
-No te preocupes, no sería la primera vez.
-¡Terry!
Él, comenzó a reír ante las respuestas de la joven.
-No te molestes, señorita Tarzán. Ahora muéstrame - le pidió con una cautivadora sonrisa.
-Sí - respondió ella, sonriéndole también. Después, se dirigió al lugar donde se encontraba el gran piano y se sentó en el elegante banco.
Comenzó a tocar con entusiasmo. Terry pudo notar que efectivamente, la joven, había tomado en cuenta sus consejos y que había practicado como le había pedido.
Cuando Candy terminó la melodía, Terry empezó a aplaudir.
-Muy bien, vas por buen camino. Sólo necesitas practicar más y cada día lo harás mejor.
-Todo ha sido gracias a ti... Terry - le dijo, espontáneamente.
Ante tal muestra de sinceridad, Terry sonrió y observó sus bellos ojos. Tanta alegría y ternura en una sola persona. Se preguntaba si en verdad merecía eso, ya que nunca se había sentido digno del cariño de nadie. Mientras se miraban fijamente, el joven recordó que quería mostrarle algo, antes de que regresara al colegio.
-No te subestimes, Pecosa - le dijo, acercándose a ella y tocó traviesamente su nariz con su dedo índice - lo estás haciendo muy bien, y, como te has esforzado tanto, te tengo una sorpresa.
-¡¿Una sorpresa?! ¿Para mí? - preguntó, emocionada
Terry le guiñó un ojo y le dedicó una seductora sonrisa.
-Espera aquí, ya vuelvo.
Candy lo vio alejarse y se puso de pie. Después, comenzó a caminar por la habitación esperando que el joven regresara. Se asomó por las ventanas y pudo observar que la lluvia se había calmado un poco.
Suspiró, recordando el momento cuando había recitado junto con Terry la escena de Romeo y Julieta, aquello le había parecido tan romántico. Pero lamentó que inmediatamente después, los truenos interrumpieran su conversación; le parecía, que él iba a confesarle algo. Su corazón comenzó a palpitar apresuradamente al recordar sus ojos y su voz...
En ese instante escuchó de nuevo los pasos del joven.
-No voltees, quédate como estás y cierra los ojos - le pidió él firmemente.
-¿A qué estás jugando Terry? -preguntó, mientras cruzaba los brazos, pero obedeció a lo que le había pedido.
-Tengo entendido que es eso lo que se hace, cuando se quiere sorprender a alguien.
-Está bien. Sólo espero que no sea otra de tus bromas - le advirtió, en la misma posición, y antes de cerrar los ojos, esbozó una sonrisa.
Después de unos segundos, él le habló nuevamente.
-Listo, ya puedes ver.
Candy se dio la vuelta lentamente y sus ojos se abrieron de par en par, al observar lo que el joven había colocado en una mesa cerca de ella.
-¡Terry! ¡Es un fonógrafo! - exclamó, sorprendida.
-Casi... se le parece, pero es algo más reciente. Es un gramófono.
-¿En serio? ¿Cuál es la diferencia?
-Que éste usa un disco para reproducir música. Observa.
El joven, tomó un disco plano que tenía sobre la mesa y lo colocó en el aparato, entonces una alegre música empezó a sonar.
-¡Que bien se oye! Parece magia - exclamó Candy.
-¿Quieres probar tú? - le preguntó él.
-¿Yo?
-Sí, sólo debo quitar este disco y tú pondrás otro, entonces escucharemos una nueva melodía.
-Está bien, no creo que sea tan complicado.
Candy realizó el mismo procedimiento con ayuda de Terry, y unos segundos después, un vals comenzó a sonar, muy parecido a aquel que habían bailado durante el festival de mayo. Ambos recordaron ese momento, así que, se quedaron en silencio observando el disco girar y deleitándose con la música.
-Es magnífico Terry, se oye muy bien.
-Entonces, podemos decir que te ha gustado la sorpresa - afirmó, mientras le dedicaba una sonrisa, ante lo cual, Candy sonrió.
-¡Claro que sí! es como si la misma orquesta del festival estuviera aquí. ¿Cómo lo conseguiste?
-En Londres, antes de venir a Escocia... - guardó silencio uno momento, y ella lo observó, entonces continuó hablando - lo vi y pensé en ti.
El corazón de Candy dio un salto al escuchar lo que él le había confesado y sin poder evitarlo se ruborizó.
-Es decir... pensé que te gustaría... - continuó diciendo
Ella, se alegró en sobremanera al saber que el joven lo había elegido especialmente pensando en ella.
-Me ha gustado mucho, Terry... muchas gracias. - le dijo, con su corazón enternecido, mientras le dedicaba una adorable sonrisa, y él la contemplaba.
Se observaron fijamente por unos momentos, mientras seguían disfrutando al escuchar el hermoso vals. Después de un tiempo, Terry le dijo...
-Señorita ¿me concede este baile? - mientras le extendía la mano como todo un caballero.
Candy recordó, sin duda, el momento en que él dijo las mismas palabras en el festival de mayo. Y, con sus mejillas aún sonrojadas, esbozó una tierna sonrisa, afirmando con su cabeza, mientras tomaba su mano.
Entonces la habitación se convirtió en otra, una nube llena de romanticismo los cubrió totalmente. Terry le mostraba una radiante sonrisa, mientras Candy se reflejaba en su mirada.
Él, la tomaba delicadamente de la cintura, mientras Candy recargaba la mano sobre su firme hombro.
Ninguno de los dos hablaba, sólo se dejaban llevar por el ritmo de la música y se miraban con devoción a los ojos.
Candy pudo ver la dulzura con la que Terry la observaba y le pareció leer en sus ojos como si de nuevo quisiera confesarle algo. Entonces, después de unos segundos, él empezó a bajar la intensidad de sus movimientos, hasta que se detuvo.
Sin dudar, observando la tierna expresión del rostro de la joven, pudo ver que en ella no había más miedo ni dudas. Decidido, miró sus bellos labios y se acercó poco a poco a ellos.
Con su corazón agitado, Candy no pretendía poner objeción, había esperado ese momento tanto como él.
Terry tocó finamente su nariz con la suya y después de dedicarle una mirada llena de amor, comenzó a acariciar sus labios con los suyos, después los besó como si se tratara de un vaso frágil, y sin poder contener todo lo que sentía, abandonó los tiernos besos que le daba y comenzó lentamente a invadir su boca.
A pesar de que todos los besos que Terry le había dado siempre habían sido apasionados, para Candy, éste era totalmente distinto. Una corriente eléctrica comenzó a recorrer todo su interior, disfrutando como él probaba de ella.
Era un beso profundo, pero sin prisa. Arrasador, como un volcán en plena erupción que se lleva todo a su paso. Con su corazón a punto de salir de su pecho, y queriendo entregarse más a lo que sentía, Candy se dejó llevar y comenzó a imitar la manera en que él la besaba. Sus manos se dirigieron al cuello del joven y lo abrazó. Después, abrió un poco más su boca y se deleitó probando del néctar de la boca de Terry.
Entonces, supo que no había vuelta atrás, estaba enamorada, lo amaba como nunca antes había amado a alguien.
La música seguía sonando y el ambiente de ensueño que los envolvía los alejaba cada vez más de la realidad.
Terry pudo sentir como Candy reaccionaba a sus besos.
¿Es acaso verdad? se preguntó él
Ella también lo besaba, correspondía de la misma forma a sus besos.
En ese momento sintió que podía explotar de la felicidad. Por primera vez se sintió amado por quién era y no por el apellido que cargaba sobre sus hombros. Se sintió completo, una nueva persona, capaz de luchar con todo y contra todos, sólo por ella.
Totalmente mareado de la pasión, disfrutando el dulce aroma de la hermosa joven, la acercó más a su cuerpo apretando de su cintura, mientras seguía besándola con devoción. Candy, seguía aferrada a su cuello como si pretendiera fundirse con él.
Para Terry no era suficiente, deseaba más. Con todas las emociones al límite, su cuerpo comenzó a reaccionar: anhelaba abrazarla, tocarla y dejarse llevar por todo lo que sentía.
Él lo sabía, era amor verdadero. Un amor puro, sincero, apasionado y sin reservas. Pero, también sabía que si continuaba bajo ese ritmo, podía asustarla de nuevo y perder todo lo que había ganado. A pesar de ser un chico rebelde, él quería ganarse completamente su corazón. La respetaba y la amaba profundamente.
En ese momento tan íntimo, pudieron sentir como sus almas se conectaban y se volvían una sola. Candy lo había pensado antes, pero en ese dulce y apasionado momento lo confirmó, eran almas gemelas...
El vals llegó a su fin y al mismo tiempo el gran reloj, que se encontraba en la habitación, comenzó a sonar, señalando que a Candy se le había acabado el tiempo.
Entonces, abriendo sus ojos lentamente, la joven se dio cuenta de que la hora para regresar al colegio había terminado. Terry al sentir su reacción, pensó que debido a la intensidad de sus besos la había asustado de nuevo.
-Candy, ¿está todo bien? - preguntó preocupado.
Ella tardó en contestar...
-Sí... sí, es sólo que me he olvidado completamente del tiempo - respondió extasiada por todo lo que sentía.
Terry recordó también, que ella debía regresar al colegio. Se lamentó haberlo olvidado por completo, ya que no deseaba que tuviera problemas.
-No te preocupes, llegaremos pronto.
Al escuchar la voz del joven y mirarlo de nuevo a los ojos, a Candy no le pareció tan mala la idea de no llegar al colegio esa noche. Quedarse al lado de Terry parecía un sueño hecho realidad, se sentía protegida y segura junto a él. Sabía que era una locura, y se avergonzó al pensarlo, pero, si era sincera consigo misma, lo que más deseaba en ese momento era estar a su lado.
-Vamos Candy, debes cambiar tu ropa - le dijo él, mientras le entregaba su vestido.
-Sí - respondió, tratando de controlar sus pensamientos.
La joven se dirigió a la habitación y se cambió rápidamente, después de unos minutos, emprendieron el camino.
Mientras cabalgaban a toda velocidad, iban en silencio, recordando los apasionados besos que habían compartido. Como si hubieran sido llenados por el fuego sentían aún arder sus labios y su piel.
.
Cuando Terry llegó a la puerta del colegio, se dieron cuenta de que estaba completamente cerrada.
-No hemos llegado a tiempo - expresó Candy, preocupada
-No te preocupes, sabes que eso no puede detenerte.
-¿Cómo dices?
-Vamos
Terry se dirigió al lugar donde días atrás ella pretendía salir del colegio para avisarle de los osos que rondaban por el bosque. Entonces Candy comprendió el plan del joven.
-Hemos llegado. No creo que se problema para ti entrar - dijo, sonriéndole.
En ese momento la lluvia comenzó a caer con fuerza nuevamente. Entonces Terry se apresuró a bajar del caballo para ayudarla a descender también.
-Creo que llegó el tiempo de despedirnos. - continuó diciendo cuando estaban frente a frente.
Candy, se había quedado sin palabras. No deseaba decir adiós. Sin embargo, después de unos segundos, susurró.
-Sí...
La lluvia seguía cayendo, mientras se veían a los ojos; y, aunque estaba helada en demasía, ellos sentían su cuerpo en llamas. El mundo de ambos se había transformado por completo después de los momentos que habían compartido. Deseaban expresarse tantas cosas, pero sabían que no había tiempo.
-Gracias por todo - añadió ella.
-Cuídate mucho. Nos vemos en Londres.
Los ojos de Candy comenzaron a nublarse, aún más que el cielo que los cubría. Terry observando la tierna expresión en su rostro, no pudo contenerse más, y acercándose a ella, la abrazó fuertemente; después, besó con ternura su frente.
Un gesto que Candy no esperaba y no supo cómo reaccionar. Entonces, él la soltó y mirándola dulcemente le dijo:
-Candy... Estoy enamorado de ti... te amo.
Ella, sintió su corazón a punto de desbordarse, mirándolo también se mantuvo en silencio...
Terry deseaba que Candy le confesara lo que sentía por él, pero sabía que podría ser demasiado para ella. Después de todo, el hecho de que él sintiera eso, no garantizaba que ella sintiera lo mismo. No quería presionarla, así que pensó que lo mejor sería que entrara lo más pronto posible al colegio.
-Ahora debes irte, la lluvia está helada y lamentaría que enfermaras - finalizó, mientras la soltaba lentamente.
Los labios de Candy estaban sellados, y aunque quería gritarle que ella lo amaba también, sólo asintió, y se dio la vuelta poco a poco. Algo dentro de su corazón empezó a desquebrajarse. Toda la felicidad que momentos atrás la había invadido, comenzó a transformase en una mezcla de tristeza y melancolía.
Terry le ayudó a subir por las ramas del enorme árbol y cuando estaba en lo más alto y se disponía a saltar hacia la barda del colegio, dirigió su vista hacia abajo para verlo por última vez.
Ahí estaba él, T. G.,
... La lluvia acariciaba su perfecto y bello rostro, y él le dedicaba una sincera y encantadora sonrisa.
Ella levantó su mano para volver despedirse y él lo hizo también. Pero antes de saltar y entrar al colegio, en un impulso inesperado, se dio la vuelta y comenzó a descender con rapidez por el mismo árbol que había subido.
Terry se sorprendió al ver que Candy se dirigía de nuevo a donde él estaba; entonces, corrió también hacia ella.
A pesar de que la lluvia hacia más complicado su descenso, la joven llegó en poco tiempo a su lado y se arrojó a sus brazos, abrazándolo fuertemente; de inmediato buscó sus labios y lo besó sin previo aviso.
Terry, sorprendido, respondió con el mismo ímpetu al inesperado beso y la atrajo más hacia él, abrazando su cintura, deleitándose nuevamente en la calidez de su boca.
Y entonces lo supo, ella sentía lo mismo por él...
Después de besarse profunda y apasionadamente durante unos momentos, Candy se apartó un poco y lo miró de nuevo a los ojos. El rostro de la joven, mojado por la lluvia, estaba, además, cubierto por sus lágrimas, la cuales Terry había probado cuando descendieron a sus labios.
-No soportaría pensar que esas lágrimas son por mi culpa - le dijo, e inmediatamente después, volvió a besarla con la misma pasión que lo caracterizaba. Pero esta vez sujetó el rostro de la joven con sus manos y probó de sus labios como si no hubiera un mañana.
Deseando que el tiempo se detuviera para siempre lamentó separarse de su boca, y la soltó lentamente. Candy, aún cubierta de lágrimas, deseaba confesar y gritarle que ella también estaba enamorada de él. Pero en vez de hacerlo, en un instante, se apartó de él, y dándose la vuelta, retomó su carrera hacia el colegio.
Después de subir al árbol, volvió a mirarlo y le dedicó la más hermosa sonrisa que había esbozado en su vida.
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...
Terry, yo también estoy enamorada de ti...
perdóname por habértelo ocultado... Pero te prometo que te lo confesaré... cuando encuentre el valor para hacerlo... sólo espérame...
Se dijo a sí misma, mientras lo miraba, deseando que él pudiera leer sus pensamientos. Sin imaginar que el destino no estaría a su favor en mucho tiempo.
Esa noche, bajo la vehemente lluvia, ambos se hicieron una promesa de amor eterno. Llenos de esperanza imaginaron un futuro juntos.
Mientras Candy corría hacia el colegio y Terry se dirigía a la villa, juraron que nadie podría separarlos. Sin saber que pronto, una sucia trampa lo haría injustamente.
Ninguno de los dos, sabía que el sueño de amarse sin reservas y en plenitud, tendría un alto costo. Porque el amor verdadero nunca ha sido un camino fácil, y pocos logran encontrarlo.
Sin embargo, la intensidad con la que ellos se amaban podría vencer todas las adversidades y las pruebas más duras de sus vidas.
Porque un amor como el de ellos es para siempre.
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Esta bella historia, continua en el capítulo 16 de la segunda parte del libro "Candy Candy la Historia Definitiva".
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Muchas gracias a todos los que han seguido esta historia durante este tiempo. La cual ha nacido de mi loca imaginación.
En ella he puesto una parte de mí, y espero les llene el corazón como lo ha hecho conmigo.
Espero les haya gustado y que haya hecho honor al amor entre la más bella pareja de la historia, Candy y Terry. 💕
Disculpen si hubo un sabor agridulce en este final, la razón, es que está basado totalmente en la novela, por lo que era necesario que así terminara.
Me dará una enorme alegría leer sus comentarios.
Bendiciones y nos leemos pronto... 💜
