Un cambio de actitud
Curiosamente, la tregua sigue en pie. A pesar de las carcajadas de la mesa de Slytherin cuando salía del Gran Comedor, ni Malfoy ni sus amigos se burlan de él ni hacen comentario alguno en las clases que comparten o cuando se cruzan en los pasillos. Sí oye algunas burlas, pues el chisme ha corrido por todo Hogwarts con la rapidez que lo caracteriza, procedentes de los alumnos más mayores de Slytherin o de algunos de los más desagradables de otras casas, como Zacharias Smith, pero Harry puede lidiar con eso, no es la primera vez que ocurre.
Además, han empezado a saludarse cuando se cruzan.
La primera en hacerlo, siendo justos, fue Parkinson. Harry la ha descubierto observándolo con intensidad en un par de ocasiones, como si su cabello oscuro y su cicatriz fueran un secreto a desentrañar. Uno de los días, quizá por educación o cortesía tras habérselo quedado mirando un buen rato durante la comida, la había sorprendido en pleno escrutinio y la chica había asentido en un saludo seco y cortés que Harry había devuelto por inercia. Malfoy lo había visto y, pensando que iba dirigido a él, había levantado las cejas con sorpresa pero, al contrario que con el apretón de manos de disculpa, había movido la cabeza para saludarlo de vuelta.
—Creo que jamás voy a acostumbrarme a esto —masculla Ron, con un gesto de desagrado, cuando se cruzan con el pequeño grupo de Malfoy y tanto este como Harry se saludan silenciosamente.
—¿Preferirías que no lo hiciese? —pregunta Harry, cayendo en la cuenta de que para su amigo no debe ser fácil. Una cosa es una tregua consistente en no insultarse, hechizarse o golpearse, y otra muy distinta saludarte con alguien que, hasta unos meses atrás, podía hacer y hacía de sus vidas un infierno constante.
—¿La verdad? No lo sé. —Se sientan juntos en Defensa contra las Artes Oscuras y Hermione, que está en la mesa de delante, se vuelve hacia ellos, aprovechando que Snape todavía no ha llegado.
—Yo creo que es positivo.
—¿Sí? Pero él te ha llamado muy a menudo… Ya sabes… —Ron ni siquiera es capaz de repetir la palabra, pero mira a su amiga con aire menos susceptible de lo que Harry habría esperado con respecto a ese tema.
—Lo sé. Y su padre fue el responsable de lo del diario, ¿no? —Harry aprieta los dientes. Había olvidado esa parte. O, más bien, la había eliminado de su mente—. Pero… no sé. No ha vuelto a hacerlo últimamente, no parece repetir las mismas consignas de siempre. Está más tranquilo. Prefiero que Harry y él se saluden si eso ayuda a que no me insulten.
—¿Y si él sigue pensando lo mismo de ti? —pregunta Harry con genuina curiosidad—. Aunque no lo diga en voz alta, quiero decir.
—Entonces, al menos podremos acabar el colegio sin que ninguno termine con un maleficio irreversible —contesta la chica, pragmática—. Además, él podría decir lo mismo de nosotros, ¿no?
—¿Qué pensamos que su padre era un mortífago? ¿Que probablemente sigue siéndolo como el Crouch ese que casi nos cuelan en Hogwarts? ¿Qué a lo mejor era de los que estaba en el mundial bajo las máscaras? —pregunta Ron, receloso.
—Eso no tenemos manera de saberlo. Y es cosa de su padre, no de él —dice Hermione, poniendo los ojos en blanco—. Quiero decir que nosotros también lo hemos insultado.
—¡Se lo merecía! —exclama Harry al momento.
—Es posible. Pero no se merecía que nos metiésemos en su sala común a interrogarlo haciéndonos pasar por sus amigos, por ejemplo —susurra Hermione en tono casi inaudible.
—Eso él no lo sabe —gruñe Ron—. Y al final resultó que su padre sí estaba implicado, aunque no pudiese demostrarse.
—Pero nosotros sí. E insisto que no sería justo juzgarle a él por lo que su padre sea o deje de ser.
—¿Por qué lo defiendes, Hermione? —pregunta Harry con curiosidad.
—No lo defiendo. Sólo trato… ¿De racionalizarlo? Además, a ti te gusta, así que trato de comprender por qué.
—¡No me gusta! —protesta Harry, en voz demasiado alta, atrayendo la atención del resto, que los mira con la curiosidad de quien sabe perfectamente de qué están hablando.
—Fred y George dicen que….
—¡Da igual, Ron! —Afortunadamente para Harry, la entrada del profesor Snape en la clase interrumpe la conversación.
Lleva varios días lidiando con eso, además de con la nueva y extraña costumbre de saludar a Malfoy. En cuanto los gemelos pudieron, lo acorralaron en la sala común para interrogarle acerca del efecto del brebaje. Harry había intentado explicarles que no había funcionado correctamente, y que él seguía sin tener una lista, pero ninguno de los dos había tomado en consideración sus palabras, alegando que la poción había hecho su trabajo adecuadamente, aunque no comprendiesen por qué iba a escoger Harry a Malfoy por encima de cualquiera de las chicas bonitas de Hogwarts. O, como había añadido George en tono jocoso, cualquiera de los chicos más lindos que el gesto de desdén continuo del rostro de Malfoy.
Sin embargo, Harry no está de acuerdo con eso. Es verdad que cuando Malfoy está en público o se siente observado por alguien más que sus amigos, pone ese gesto de desagrado constante que, ahora lo sabe tras verla en el mundial, ha sacado de su madre. Pero cuando cree que nadie lo mira, sonríe con sinceridad y alegría y no hay frialdad en sus ojos cuando habla con Nott, Greengrass o con Parkinson. Ni siquiera cuando se dirige a Crabbe o Goyle, que en público siempre trata como personal de servicio. Además, recuerda otra ocasión en la que no tenía ese gesto de desdén. No exactamente igual, al menos.
—En el mundial —dice Harry cuando la clase de Defensa contra las Artes Oscuras termina.
—¿Qué? —pregunta Ron, desconcertado.
—En el mundial, Malfoy nos avisó, ¿recordáis? —Y no lo hizo con desdén; aunque intentase disimularlo, estaba demasiado nervioso para conseguirlo.
—¿Te refieres a cuando se puso a decir que a lo mejor no deberíamos estar allí? ¿Cuándo estábamos escapando de los enmascarados? —Harry asiente, pero Ron no termina de entender su punto.
—Nos avisó —insiste Harry—. Lo recuerdo, no se burló, no nos insultó. De hecho, parecía tranquilo, pero no tenía la expresión que tiene cuando está tranquilo.
—No voy a preguntar cómo sabes qué expresión es esa —masculla Ron mientras caminan por los pasillos.
—Tampoco estaba burlándose, sólo… Nos avisó de que fuéramos a otra parte y nos escondiésemos. Un poco cáusticamente, pero… Y de que su padre estaba entre ellos.
—Dijo que eso es algo que no nos diría —matiza Hermione. Harry, obstinado, niega con la cabeza.
—Si hubiera sido antes… antes de que la situación cambiase, habría sido muy diferente. Se supone que estaban… haciendo cosas horribles a los muggles, pero parecía preocupado por avisarnos de que alejásemos a Hermione.
—No lo sé, Harry —suspira Hermione, negando con la cabeza.
—¡Pensaba que precisamente tú ibas a estar de acuerdo conmigo!
—Simplemente creo que estás dando muchas cosas por supuestas y que ves lo que quieres ver al necesitar justificar el comportamiento de Malfoy porque te gusta, pero…
—¡Malfoy no me gusta! —protesta Harry, frustrado por tener que repetirlo una y otra vez.
—Pero quieres ir al baile con él, ¿no? —Hermione, despiadada, no le permite eludir la pregunta.
—El puñetero brebaje quiere ir al baile con él. Yo ni siquiera lo había pensado —dice Harry, sintiéndose culpable por la mentira que acaba de contar a sus amigos, pero estos no parecen muy convencidos.
—A lo mejor… —Ron, se detiene en medio del pasillo y se frota los ojos con hastío—. A lo mejor deberías hablarlo con él, ¿no?
—¿Qué?
—Sí, hablar con él —repite Ron, como si fuese algo obvio—. Si puedes hablar con él y confirmar que tus suposiciones son ciertas o falsas… Bueno, si resulta que es un capullo que disfruta viendo cómo torturan muggles pues a lo mejor te deja de gustar. —Harry abre la boca para protestar, pero Ron se adelanta—. O simplemente el brebaje dejaría de detectar que quieres ir al baile con él, porque tú nunca querrías ir a un baile con una persona que cree que Hermione es una sangresucia, ¿verdad?
—Por supuesto —asegura Harry, ofendido.
—Eso ha sido muy maduro, Ron. —El chico se sonroja, encogiéndose de hombros, ante el elogio de Hermione—. Tiene razón, Harry. A lo mejor te sientes confundido por esa tregua que dices que establecisteis tácitamente y sólo necesitas aclarar tus sentimientos hacia Malfoy.
—Y si resulta que no es un capullo y que sigues queriendo ir a un baile con él… —Ron suspira dramáticamente—. Bueno, habrá que vivir con ello.
—¡No voy a ir al baile con Malfoy!
—Claro que no. Está claro que él no quiere ir contigo al baile.
—¡Ron! —lo reprende Hermione.
—¿Qué? ¡Es verdad!
—Para empezar, Malfoy no se negó y, para seguir, tienes que tener más tacto, Harry puede sentirse dolido si eres tan brusco al decir que no quiere ir con él.
—Estoy aquí, ¿recordáis? —dice Harry en tono sarcástico, molesto.
—Ay, perdona, Harry. Es sólo… —Por una vez, Hermione no parece saber qué decir, así que se limita a coger la mano de Harry y darle un apretón cariñoso.
—Eh, tío. No pasa nada, podemos ir juntos tú y yo. No como Dean y Seamus —se apresura a aclarar Ron—, sino como amigos que se hacen compañía el uno al otro por no tener pareja. Podemos pasar una buena noche sin necesidad de nadie.
—Por supuesto —asiente Harry, agradecido por la oferta de Ron y por el cambio de tema.
Mientras charlan acerca de lo distraídos que parecen estar Dean y Seamus desde que este último le propuso ir al baile juntos, como una cita, y cuánto van a tardar en darse el primer beso que ambos parecen estar reservando para esa noche, se cruzan con el grupo de Malfoy, que sale del pasaje que sale de las mazmorras. Con un asentimiento de cabeza, Harry lo saluda y el chico rubio hace lo mismo. Cuando ya los han dejado atrás, mientras Hermione y Ron especulan sobre si Dean y Seamus serán la primera pareja oficial de su curso, Harry se vuelve hacia atrás, descubriendo que Malfoy ha hecho lo mismo. Cruzan la mirada durante un par de segundos, hasta que Malfoy aprieta los labios en una especie de sonrisa de compromiso y vuelve a centrarse en lo que sea que Nott está contando.
