Seguimos en el segundo miniuniverso. Y por supuesto que, igual que voy a traer dos veces en este recopilatorio a Ginny, lo voy a hacer con Pansy, porque no puedo negar que son mis sáficas favoritas. Aquí quería dejar un pequeño aviso: hay un poquito de femslash, una mención más que nada, y alusiones a un posible TCA.

Pareja: Astoria Greengrass y Pansy Parkinson.

Prompt: Labial corrido hasta el mentón


Lo primero que pensó fue: "Necesito agua". Eso y que los párpados le pesaban y no conseguía abrir los ojos. Al frotárselos, se dio cuenta de que el problema era que se había ido a dormir sin desmaquillarse, y la máscara de pestañas era en ese momento una masa que le dificultaba el parpadeo. Metió la mano bajo la almohada, donde normalmente dejaba su varita cuando se iba a dormir, pero no encontró más que el camisón que la mañana anterior había dejado cuidadosamente plegado.

— Mierda —masculló, tratando de parpadear para despegar sus pestañas mientras se sentaba en el lateral de la cama despacio.

Consiguió abrir una rendija el ojo derecho. Se levantó y, tropezando y haciendo eses, caminó hasta el cuarto de baño del que disponía su dormitorio. Cuando se vio en el espejo, casi soltó un grito. El labial rojo profundo que había llevado la noche anterior era ahora una larga línea emborronada que le llegaba al mentón y el eyeliner se había convertido en una sombra negra que le hacía parecer un mapache.

— Mierda, Pansy, ¿qué hiciste ayer?

Había bebido, mucho, a juzgar por el latido que sentía detrás de los ojos. Con un suspiro resignado, abrió el armario sobre el lavabo y sacó su maravillosa poción desmaquillante y una dosis de poción para la resaca.

Después de una ducha, se sentía un poco más persona. Arropada con su esponjoso albornoz verde oscuro, salió descalza del baño y se acercó a la cama, secándose el pelo con la toalla. Se detuvo en seco a un par de metros cuando se dio cuenta de que había otra persona en su gran cama, una melena castaña que conocía muy bien destacaba sobre las sábanas blancas. Y su estado de completa desnudez hizo que se soltara a sí misma en un murmullo un montón de insultos en varios idiomas.

*O*

Ginny gemía. Con bastante intensidad, la verdad, porque la práctica hace a la maestra y, en unos meses, Daphne había demostrado que podía aprender a hacer sexo oral igual que había aprendido a volar.

La pelirroja se obligó a abrir los ojos, que había cerrado para disfrutar del momento, y mirar hacia la cabeza rubia entre sus piernas. A su antigua alumna le gustaba que le mirara mientras le lamía y a Ginny le gustaba ver el brillo de esos ojos azules que le miraban con una mezcla de lujuria y cariño.

Un golpe en la puerta del dormitorio fue el único aviso antes de que la puerta se abriera y una de las compañeras de piso de Daphne entrara como un huracán.

— ¡Pansy! —gritaron las dos a la vez.

— ¿Qué demonios hice anoche? —preguntó, ignorando por completo el hecho de que las dos chicas estaban desnudas y evidentemente muy entretenidas.

— ¿Por qué tu hermana está en mi cama? —insistió, mirando a Daphne con cara de espanto, mientras su amiga se resignaba a buscar su camisón entre las sábanas y ponérselo.

— Estabas como una cuba. Dijo que iba a ayudarte a acostarte —contestó su mejor amiga con el ceño fruncido— ¿Qué ha pasado?

— ¡No lo sé! —gritó, agitando los brazos y paseándose nerviosamente por la habitación— Pero está en mi cama… desnuda.

El primer instinto de Daphne al escuchar aquello, fue mirar a Ginny. A pesar de los meses juntas, la inseguridad aún golpeaba a veces. Y no supo interpretar el gesto de la pelirroja.

— ¿Y qué haces aquí, Parkinson? —intervino por fin Ginny, con contundencia.

Pansy la miró perpleja, como si no se lo hubiera planteado.

— Sea lo que sea que pasara, si Astoria se despierta sola lo vas a empeorar —prosiguió, abrazando a Daphne, que se había sentado junto a ella, sorprendida también, por la firmeza de su voz y su capacidad para razonar con Pansy.

En cuanto la puerta se cerró tras la morena, Ginny se giró y la besó, un beso largo y profundo que la dejó sin aliento.

— Me preocupa tu hermana porque es mi amiga, Daph.

— No he dicho nada.

— No hace falta. —La tomó por la cintura y la colocó sobre sus piernas extendidas— ¿Tori nunca te dijo por qué rompimos?

— ¿No fue porque conociste a otra?

Ginny negó con la cabeza y apretó más la sujeción de sus manos.

— Fue porque ella estaba enamorada de otra persona.

Los ojos castaños se clavaron en los azules y le transmitieron porqué estaba preocupada por lo que había pasado la noche anterior. Al darse cuenta, Daphne se llevó la fina mano a la boca.

— ¿Por qué no me lo ha contado?

— Porque Astoria sabe lo importante que es Pansy para ti. Tu hermana te quiere mucho, nena.

Daphne sonrió por el apelativo cariñoso y unió sus frentes.

— ¿Qué vamos a hacer ahora?

— Ellas —recalcó— tienen que hacer algo. Nosotras solo podemos apoyarlas.

— Pero…

Ginny negó con la cabeza y le sujetó la cara con ambas manos.

— Tu hermana y tu mejor amiga, Daphne. No puedes meterte. Hazme caso, lo he vivido con Hermione y Ron.

La rubia suspiró y se abrazó a ella, con fuerza.

— Quizá será mejor que durmamos en tu casa unos días —le dijo, mientras se acercaba a besarla, pero castamente esta vez.

— A mi madre le encantará —sonrió Ginny de lado, haciendo resoplar a Daphne.

Cuando Astoria entreabrió los ojos esa mañana, lo primero que pensó fue "No más vino de elfo, nunca más". Los segundo fue "Tengo que dejar de usar ese suavizante para las sábanas que me recuerda al perfume de Pansy".

Se dio media vuelta en la cama con un suspiro y entonces la vio: sentada en una butaca al otro lado de la cama estaba Pansy, envuelta en una bata oscura. Y fue el momento en el que entró en pánico: estaba desnuda en la cama de Pansy. ¡De Pansy!.

Se tapó como pudo con las sábanas que tenía enrolladas bajo el cuerpo. Morgana, la cara inexpresiva de su compañera de piso hizo que sintiera frío y que una bola de vergüenza se le asentara en el estómago.

— ¿Qué… qué ha pasado?

— Anoche bebimos demasiado.

Astoria se sonrojó.

— Puedes… ¿puedes traerme mi bata? está colgada en mi cuarto detrás de la puerta.

Pansy se limitó a levantarse y salir de la habitación. Astoria ahogó un sollozo, sintiendo el rechazo como un dolor. Parpadeó para librarse de las inoportunas lágrimas cuando escuchó los pasos de su compañera a punto de entrar en la habitación.

— Toma. —Le tendió la bata— Voy a hacer café, ¿quieres?

Negó con la cabeza. Pansy le miró un momento con una ceja levantada y luego salió de la habitación sin decir nada más.

Se puso la bata, con manos temblorosas, y se apresuró a salir de la habitación y encerrarse en la suya. Se metio en la cama y se tapó la cabeza con el nórdico.

— Tori.

La voz de Ginny le hizo sacar la cabeza al cabo de un rato que le pareció larguísimo. Su amiga la miraba con preocupación y sintió la necesidad de volver a esconderse.

— No quiero hablar de ello, Gin.

Escuchó un suspiro y sintió a la pelirroja sentarse en la cama, cerca de uno de sus hombros.

— Tampoco puedes quedarte a vivir allá abajo —le respondió su voz ligeramente ronca.

— ¿Quién lo dice?

— Me temo que mañana tienes que ir a trabajar, cariño.

— Un día aquí no es suficiente, creo que necesito llamar para decir que estoy enferma.

Ginny volvió a suspirar y se levantó. Por un momento Astoria pensó que se marchaba, que la dejaba por imposible, pero no, lo que pasó fue que apartó el nórdico y se metió en la cama y la abrazó.

— Me ha mirado como si fuera una cucaracha —consiguió decirle antes de ponerse a llorar otra vez.

— Cariño…

— Yo no… no puedo salir de aquí y mirarla a la cara. No puedo, Gin.

— Astoria, cielo, lo que le pasa a Pansy es que no sabe gestionarlo, porque eres tú y teme haber jodido vuestra amistad. Es imposible que te haya mirado como estás pensando.

— Estaba sentada ahí, en la butaca, mirándome… y yo estaba desnuda, y ya sé que no soy atractiva, pero…

Los brazos fuertes de su amiga la obligaron a darse la vuelta.

— ¿Pero de verdad vamos a tener otra vez esta conversación? —le preguntó Ginny, levantándole la barbilla para que le mirara, con suavidad— Cariño, está todo aquí —le tocó la sien con el dedo—. Eres maravillosa. Y te repito que lo que le ha pasado a Pansy es que se ha asustado.

Astoria se abrazó a ella y lloró. A Ginny le dolió verla así. Su amiga, su inteligente y cariñosa amiga, tenía un montón de complejos. A sus ojos, no era tan guapa como su hermana ni tan atractiva como Pansy. Su madre se había encargado durante su infancia de recordarle a cada paso que era una niña gordita y de aspecto poco aristocrático y, por mucho que Ginny había tratado durante sus años de amistad de conseguir que se mirara con más cariño, Astoria estaba convencida de que ese era el motivo por el que Pansy, su eterno crush, nunca había mostrado interés en ella.

Así las encontraron Daphne y Pansy unos minutos después, abrazadas, metidas en la cama y con Astoria llorando.

— ¿Pero qué es esto? —preguntó Pansy, cruzando los brazos sobre el pecho, mirando de la cama a Daphne y vuelta.

Daphne no dijo nada, se limitó a acercarse a la cama y sentarse junto a su hermana para masajearle la espalda.

— ¿Qué está pasando? —insistió Pansy, golpeando el suelo de madera con el pie descalzo.

Ginny murmuró algo en el oído de Astoria y se inclinó a besar suavemente a Daphne. Salió de la cama, dejando a la hermana mayor ocupar su lugar, y salió de la habitación, llevando a Pansy del brazo hasta la cocina.

— Desayuna, Parkinson.

— Weasley…

La pelirroja se sentó frente a ella con una taza de café.

— Cuando te he dicho que volvieras a la habitación, ¿no se te ha ocurrido que podías ser amable con ella? Por Morgana, Pansy, ¿no conoces a estas alturas a Astoria y todas sus inseguridades? aunque haya sido un polvo loco que no puedas recordar, es tu amiga y un poco de calor humano te habría costado poco —le soltó, en un murmullo muy cabreado.

— Yo…

— ¿Tú qué? —respondió con un tono un poco agresivo.

— Nunca me había acostado con una amiga. Y no saber qué ha pasado realmente me tiene un poco…

— ¿Bloqueada? —completó Ginny, suavizando el tono.

— No quería hacerle daño.

— No he dicho que lo hayas hecho a posta. Pero Pansy, …

Se calló bruscamente y eso hizo que Pansy se girara hacia la puerta, siguiendo su mirada. Allí estaban las dos hermanas, Daphne con el brazo protector sobre los hombros de su hermana.

— ¿No tienes un alumno esta mañana, Gin? —preguntó la rubia, acompañando a su hermana hasta una silla.

Ginny le miró y asintió. Se levantó, besó la mejilla de Astoria y fue a acabar de vestirse.

— Nos vemos en la cena —le dijo Daphne a su hermana, besándole la otra mejilla.

Al ponerse de nuevo derecha miró a Pansy, con un brillo asesino en los ojos. Y salió tras la pelirroja.

Desayunaron en silencio. Bueno, Pansy desayunó, tardó un rato en darse cuenta de que Astoria solo le daba vueltas a su taza de café.

— Astoria, yo… —dijo por fin, tras limpiarse los labios con la servilleta.

— Lo siento.

Pansy alzó las cejas, sorprendida.

— ¿Qué sientes?

— He hecho que esta situación sea más complicada. Si quieres que me mude…

— ¡Claro que no! —gritó, golpeando la mesa con la mano.

Los ojos de Astoria se cerraron y se aferró más a su taza y a Pansy se le cayó el alma a los pies.

— No quiero que te vayas. Lo que quiero es disculparme porque la que lo ha hecho mal soy yo —habló, suavizando el tono—. Y, Astoria, lamento no recordar lo que pasó ayer, porque seguro que fue increíble porque tú lo eres.

Su amiga le miró por fin, profundamente sonrojada.

— ¿De verdad? —murmuró.

— Claro que sí. ¿Te apetecen tortitas?

Astoria parpadeó, sorprendida por el cambio de tema.

— Son lo mejor para la resaca —le explicó, guiñandole un ojo y poniéndose de pie.

*O*

Aún con buena voluntad, tardaron semanas en quitarse de encima la sensación de incomodidad. Por el mal despertar, y porque con la sobriedad vinieron los recuerdos. Las dos callaron, claro, no era plan de decirle a la otra lo que esos recuerdos removía.

Había otra cosa más, y es que Pansy empezó a ser consciente de que Astoria se saltaba comidas. En varios momentos pensó en comentarlo con Daphne, pero su amiga apenas pasaba por casa y muchas noches se quedaba a dormir en el nuevo apartamento que había comprado Ginevra.

— ¿Quieres ver una película? —le preguntó un viernes por la noche.

Astoria levantó los ojos del libro que leía, sorprendida.

— ¿No vas a salir?

— Na —Hizo un gesto con la mano desestimando la idea de salir de fiesta como hacía cada viernes—. Me apetece una película y comer palomitas.

La televisión y las palomitas eran costumbres que Astoria había aportado a la casa. Era la que más se relacionaba con el mundo muggle, porque formaba parte de un grupo de trabajo conjunto con el gabinete del primer ministro muggle, creado tras la guerra para mejorar las relaciones.

Apartó el libro y se puso de pie para acercarse al mueble donde guardaban los dvd.

— ¿Alguna peli en concreto? —preguntó mientras repasaba los títulos.

— Esa que sale ese actor que se parece a Snape —contestó la morena desde la cocina.

Astoria soltó una risita, a Pansy le gustaba Alan Rickman.

— ¿"Sentido y sensibilidad"?

Pansy apareció de nuevo en el salón con una gran fuente de palomitas y dos refrescos grandes.

— No, no. La que te gusta que salen muchos actores ingleses. Y que cantan en la iglesia.

Ya iba a decirle que los actores de la película de Ang Lee también eran todos ingleses, pero la pista de la iglesia se lo aclaró y sacó de la estantería "Love actually".

La puso en el reproductor y volvió al sofá con el mando en la mano, acurrucándose en la esquina opuesta a la de Pansy. Se tapó con la manta y trató de relajarse. Era una de sus películas favoritas. Porque ella era una romántica sin remedio, como la personaje que estaba enamorada de su compañero de trabajo y no sabía qué hacer para llegar a él, o el que estaba enamorado de la esposa de su mejor amigo.

Pansy dejó a posta la fuente de palomitas entre las dos en el sofá, a sabiendas de que a Astoria le gustaban muchísimo. Pero al cabo de media hora de película, su amiga no había tomado ni una. Suspiró frustrada.

— ¿No quieres palomitas? —preguntó por fin, agitando un poco el gran cuenco.

— No tengo mucho hambre.

— No has cenado.

— He comido mucho.

La morena se pasó las manos por el pelo, frustrada y tomó el cuenco para ponerlo sobre la mesa y acercarse más a Astoria.

— No te creo.

Astoria apretó los labios y tomó el mando para pausar la película.

— Creo que tengo edad para saber si como o no.

— Llevas semanas saltándote comidas —insistió Pansy.

— Eso no es…

— ¡No me digas que no es verdad! te observo, Astoria, y desde aquella noche estás actuando diferente —gritó.

Su amiga hizo ademán de quitarse la manta de encima para levantarse y marcharse, pero Pansy no le dio ocasión y la retuvo con su cuerpo contra el sofá.

— Habla conmigo, Tori, por favor —suplicó.

Recibió un no en forma de movimiento de cabeza y labios más apretados todavía. Con un gruñido de impotencia, le sujetó la cara con una mano para conseguir que le mirara a los ojos.

— Habla conmigo. Y te contaré lo que recuerdo.

Los ojos de Astoria, de un suave tono ámbar con vetas verdes, se abrieron enormes.

— Creía que no recordabas nada —musitó.

— Y yo que confiabas en mí. ¿Hablarías de lo que te pasa con Daphne o con Weasley? ¿Por qué me dejas fuera después de tantos años juntas?

— ¿Tan malo fue? —interrogó, obviando su pregunta— ¿Por eso no me has dicho hasta ahora que lo recordabas?

— ¡Claro que no! —respondió, frustrada.

— ¿Entonces?

— Porque no estoy segura de que tú realmente quisieras.

Lo último que esperaba ante tal confesión fue que Astoria soltara una carcajada. La soltó y se alejó de ella, perpleja, porque de la risa pasó al llanto en menos de un minuto.

— ¿Cómo no iba a querer? contigo lo querría todo, Pansy, cualquier migaja que me dieras. Lo poco que yo recuerdo me avergüenza porque…

— ¿Por qué?

— Porque te besé y fuiste tú la que dijo que era una mala idea y trataste de separarme.

Pansy se frotó los ojos, cansada.

— Nada de esto tiene sentido —masculló.

— Lo siento.

— Deja de disculparte, Astoria, por favor. Dejemos las dos de sentirnos mal por algo que ni tan siquiera recordamos. Yo quiero sentirme bien, quiero quedarme con lo que vuelve a mí en sueños.

— ¿Sueñas conmigo? —preguntó con voz estrangulada.

— Muchas noches sueño que vuelvo a despertarme contigo y hago las cosas bien —le confesó, mirándola directo a los ojos —. Y te beso y te digo lo especial que eres para mí. Y luego tengo ganas de golpear algo cuando te veo irte a la cama sin cenar.

Astoria respiró hondo, tratando de calmarse y se secó la cara con la manga de su suéter.

— Siempre he pensado que yo, que tú no, … que no te resulto atractiva. Escucho en mi cabeza la voz de mi madre una y otra vez diciéndome que si no adelgazaba jamás le gustaría a nadie.

Su amiga no le contestó nada. Se puso de pie, tomó la varita que había dejado sobre la mesa y, con la mandíbula apretada, la emprendió con la vitrina llena de cristalería que había al otro lado del salón, una de las pocas cosas que Mirabelle Greengrass le había dado a sus hijas al independizarse. A Astoria le impresionó la furia en su rostro y la potencia de los hechizos, que redujeron la herencia familiar a polvo.

Más calmada, Pansy se sentó junto a ella en el sofá, le tomó de las manos y clavó en ella sus ojos verdes de nuevo.

— ¿Migajas? te mereces todo, Astoria —le dijo, con gesto vehemente—. Y yo lo único que quiero es estar a la altura de tu inteligencia y tu bondad. Eres absolutamente perfecta a mis ojos y lo único que me ha mantenido todos estos años lejos ha sido que pensaba que seguías enamorada de Weasley. Yo soy la que lo siente por haber sido tan necia y haber permitido que creyeras que tenías que cambiar de alguna manera para gustarme.

Los ojos castaños parpadearon varias veces. Y una gran sonrisa se pintó en el bello rostro antes de que Astoria se acercara hasta hablar sobre sus labios.

— ¿Esto es verdad? ¿No estoy soñando?

Por respuesta, Pansy le puso en la mano en la nuca y la besó con fuerza, bloqueándola de nuevo contra el sofá, pero con un fin muchísimo más placentero.