Licencia: aunque según el canon parece que Narcissa es unos cinco años mayor que Lily, me vais a permitir que las escriba aquí llevándose solo dos, Lily está en quinto curso y Narcissa en séptimo y son respectivamente prefecta y premio anual. Aviso: hay escenas sexuales, suavecitas, y final abierto (por suerte la historia no acaba aquí).

Después de escribir "Silencio" me quedé con las ganas de más de Lily y Severus. Esta historia sería la precuela que presenta a Lily y los dos siguientes OS nos traen a la siguiente generación. ¿Se entiende sin haberlo leído? yo creo que sí. Mis disculpas por los mareos que suponen las continuaciones, pero no puedo resistirme cuando un hilo argumental me llama y en este caso he disfrutado muchísimo de crear considerando que Voldemort no ha existido (aunque sí que existen los prejuicios y algunas arcaicas costumbres sangrepura).

Pareja: Lily Evans y Narcissa Black

Prompt: Yemas de los dedos arrastrándose sobre un omóplato desnudo


Lily Evans entró la última a la reunión. Los demás prefectos de quinto y sexto año ya estaban allí, incluido su compañero, al que sonrió antes de dejarse caer a su lado.

— Pensaba que llegaba tarde —le dijo, casi sin aliento tras cruzar el tren a toda velocidad.

— Faltan los premios anuales —le respondió con calma Remus.

— ¿Sabes quien…?

No llegó a completar la pregunta porque se abrió la puerta del vagón y entraron una chica y un chico de último curso, lo que hizo que el resto de los asistentes guardara silencio. Incluida Lily, que se descubrió a sí misma mirando a la chica con la boca un poco abierta.

— ¿Estamos todos? —preguntó el chico, echando un vistazo a su alrededor— Me presento, soy Robert Killman, de Ravenclaw. Y mi compañera es Narcissa Black, de Slytherin. —La chica rubia saludó a todos con una pequeña sonrisa y un movimiento de cabeza— Somos los premios anuales de este año y os hemos convocado para hablar de vuestras tareas como prefectos.

El premio anual siguió hablando, pero el cerebro de Lily, por una vez, estaba desconectado. Lo único que era capaz de hacer era mirar a la rubia Slytherin y preguntarse qué era esa sensación absurda que sentía cada vez que sonreía.

Por suerte o por desgracia, Narcissa Black hablaba poco, por lo general era su compañero el que se dirigía a los prefectos cuando era necesario. Hasta que, una noche, fue ella la que se presentó en el punto de reunión desde el que se iniciaban las rondas de prefectos, en lugar de Remus.

— Me han avisado de que tu compañero está indispuesto —le explicó a Lily mientras se alineaba a su lado y comenzaban a caminar hacia el pasillo por el que empezaba su parte de la ronda.

La pelirroja solo fue capaz de asentir y caminar, con las manos en los bolsillos de la túnica, mirando a todas partes menos a ella.

— ¿Lily, verdad? —le preguntó con amabilidad Narcissa.

— Sí —contestó, sonando seca porque realmente no sabía de qué hablar con esa muchacha, le intimidaba su belleza, su perfecta dicción e incluso su amabilidad.

— Creo que mi primo Regulus me ha hablado de ti.

— Ahm, puede ser, solemos estudiar juntos, los tres, con Severus.

— Oh, Snape. Muy inteligente, pero poco comunicativo.

— Somos amigos desde primer año —saltó ella, acostumbrada a defender a Severus.

— Eso he oído. ¿Te da mucha guerra Sirius?

Lily no pudo menos que sonreír y tratar de relajarse, Narcissa estaba siendo realmente agradable.

— Él y Potter son insoportables, pero suele ser Remus el que lidia con ellos, tiene más paciencia —confesó en tono confidente.

De refilón vio como la rubia sonreía mientras revisaba visualmente el cruce de pasillos al que habían llegado.

— Mi primo no es mal chico —le dijo al cabo de un par de minutos caminando de nuevo—. Mis tíos son… difíciles.

La guardia se le pasó a Lily rápido y lento a la vez. Cuando sonaron las campanadas de las doce, que marcaban la hora de recogerse a sus respectivas casas, Narcissa se ofreció a acompañarla hacia su sala común.

— No es necesario —protestó Lily, a sabiendas de que luego tendría que cruzar todo el castillo.

— Insisto. Ha sido una charla muy agradable, Lily.

La prefecta de Gryffindor no pudo evitar sonrojarse intensamente, le gustaba muchísimo como sonaba su nombre en sus labios. Y acto seguido tropezar con el primer escalón de la larga escalera móvil. Fueron los reflejos de Narcissa los que la salvaron de completar la humillación acabando de narices contra el suelo.

— ¿Estás bien? —le interrogó, preocupada, sujetándola todavía del brazo.

Lily se preguntaría muchas veces después de ese momento de dónde salió el valor para hacer lo que hizo en ese momento. Quizá de la amabilidad de Narcissa, quizá de la forma en las que las antorchas iluminaban sus increíbles ojos, podría ser que fuera por su perfume o por sus facciones perfectas, el caso fue que se puso un poco de puntillas, para salvar la diferencia de altura, y la besó. Fue un beso corto, apenas una caricia de labios, pero aún así al separarse, le latía el corazón de una manera que… De nuevo sin pensar, se dio la vuelta y corrió hacia su sala común, dejando a su espalda a la premio anual con los ojos como platos, plantada en mitad de un pasillo.

Tres días después, al salir de la biblioteca con Severus, se encontraron de frente con Narcissa, acompañada de otra Sly de su año cuyo nombre ignoraba. Las saludaron con una inclinación de cabeza y siguieron su camino, Severus observando con sospecha el sonrojo de su amiga.

Apenas unos pasos más allá, Lily escuchó la voz de Narcissa llamándola. Se giró despacio, dispuesta a recibir una reprimenda, o incluso a perder puntos para su casa, pero lo que se encontró fue una de sus bonitas sonrisas y una invitación para tomar el té el sábado por la tarde juntas, a la que obviamente no supo decir que no.

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Cuando entró en el pequeño salón de té, lo primero que le llamó la atención fue el silencio. Los Gryffindor eran fieles a Rosmerta y las Tres Escobas era un lugar bastante ruidoso. Se quedó cerca de la puerta, sintiéndose un poco fuera de lugar en el elegante ambiente, pero enseguida una sonrisa acudió a su rostro cuando vio a Narcissa saludándola desde una mesita apartada.

— Hola —saludó, mientras se quitaba el abrigo y los guantes y se sentaba frente a ella, tratando de recordar sus modales—. ¿Llevas mucho esperando?

Narcissa señaló la mesa aún vacía con la mano.

— Lo justo para haber pedido. Regulus me dijo que te gustan los bollos de arándanos.

Lily no pudo evitar sonrojarse por el detalle cuando vio el servicio aparecer sobre la mesa, incluido un platito con tres bollos espolvoreados con azúcar glass y coronados con un arándano, acompañados de otros tres decorados con mermelada rosada.

— Con tu permiso, yo soy más de los de fresa —comentó Narcissa, tomando la tetera para servirle.

— Eres muy amable —se le escapó a Lily.

La rubia se limitó a sonreír y preguntarle si tomaba el té con leche. Merendaron en silencio durante unos minutos, hasta que Narcissa, con voz suave, rompió el hielo.

— Lo de la otra noche… me sorprendió.

— Lo siento —se disculpó Lily, dejando la taza con cuidado—. Bueno, en realidad no me arrepiento.

Por primera vez, la sonrisa en la cara de la otra muchacha no era esa suave y bondadosa que había visto hasta ahora, sino una ladeada que le recordó que era una Black. Y había un brillo diferente en sus ojazos grises.

— Se te da regular lo de pedir disculpas, Lily. Pero me alegra que no te arrepientas.

Los ojos verdes de Lily se abrieron, sorprendidos, y parpadeó un par de veces, mientras tragaba el trozo de bollo que llevaba en la boca.

— ¿No estás molesta entonces?

— Solo sorprendida. Nunca me había besado una chica —respondió divertida, pellizcando con sus largos dedos un trozo de bollo y llevándoselo a la boca.

— Yo tampoco había besado a una chica.

— Entonces me lo voy a tomar como un cumplido. ¿Crees que se repetirá?

Lily se atragantó con el té, sorprendida por la pregunta, y comenzó a toser. Narcissa se levantó, se sentó en la silla más cercana a ella y le acarició la espalda en círculos mientras le tendía un vaso de agua. Cuando dejó de ahogarse, bebió agua y la miró un momento, disfrutando de la cercanía. Así de cerca, y con mejor luz que la de las antorchas, sus ojos tenían matices azules.

— Eres increíblemente bella —murmuró—. Te besaría ahora mismo si no estuviera todo el salón mirando para saber si me ahogo o no.

Narcissa sonrió de lado de nuevo y volvió a su asiento frente a ella. Durante el resto de la merienda hablaron de otras cosas, sobre todo de la escuela. Pero los pies de la premio anual estuvieron todo el tiempo acariciando sus tobillos.

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— ¿Narcissa Black? —preguntó Severus, entre sorprendido y molesto— ¿Desde cuando?

— Desde hace un par de meses —confesó Lily.

— Vaya.

— Necesito tu ayuda.

Severus la miró con una ceja levantada.

— ¿Me lo estás contando para pedirme un favor? eso es bajo, Lily.

— Quiero pasar la noche con ella. Y en Gryffindor no hay intimidad. Ayúdame a entrar en Slytherin.

Su amigo siguió mirándole con el mismo gesto, y los brazos cruzados sobre el pecho además.

— Por favor, Severus. Ella es… me gusta mucho.

Finalmente, su amigo soltó aire por la nariz. Y asintió.

— Tengo ronda. Te veo en la puerta del aula de pociones cuando suene la campana de las doce. Gracias, Sev. —Se puso de puntillas para besarle la mejilla— Te debo una.

Aquella noche, cuando Narcissa llegó de su propia ronda, descubrió con sorpresa que había alguien metida en su cama. Y no se le pasó por alto una pequeña pila de ropa bien plegada sobre la butaca que tenía en una esquina de la habitación.

— Debería castigarte por colarte en mi habitación, Evans —le dijo, sentándose en la cama y pasándole la mano por el pelo.

— ¿Me vas a quitar puntos? —inquirió juguetona.

— Depende.

— ¿De qué? —preguntó, acercándose hasta que sus labios casi se tocaban.

— De lo buena que sea tu excusa.

Lily sonrió y la besó.

— Quiero dormir contigo.

— ¿Y tu pijama?

— Uy. Me olvidé —exclamó, con falsa inocencia.

La sonrisa torcida que Lily adoraba apareció. Narcissa volvió a acariciarle el pelo, enredando los dedos de ambas manos entre la melena pelirroja, y la besó. Pero no un piquito, sino una caricia de lenguas, un mordisqueo de labios, un gemido quedo mientras le estiraba un poquito del pelo. Despacio, se subió sobre ella hasta tenerla tumbada bajo su cuerpo, sin dejar de besarla.

— Eres preciosa, Ciss —le murmuró cuando la rubia dejó de besarla y deslizó sus suaves labios hacia su mandíbula y garganta— Y me encantas.

Los ojos grises brillaron un momento cuando se detuvo y la miró, como si quisiera decirle algo. Pero en lugar de eso, se movió hacia abajo y comenzó a repartir besos alrededor de su clavícula. Lily se abandonó, simplemente disfrutando de sus caricias y sus besos, con los ojos bien abiertos para no perderse nada.

Despacio, Narcissa fue bajando la manta que le cubría hasta descubrir sus pechos. Por un momento se quedó quieta, como asumiendo lo que estaba haciendo.

— ¿Ciss? ¿Quieres que me vista? —le preguntó Lily inquieta, al ver que se incorporaba y se alejaba.

La cabeza rubia negó mientras los finos dedos se deslizaban hacia los botones de su propia túnica y Lily respiró entrecortado cuando empezó a quitarse ropa despacio. La túnica, la corbata, el jersey del uniforme, todo sin dejar de mirarla. Cuando empezó a abrir los botones de la camisa, Lily se incorporó hasta quedar de rodillas.

— Déjame —le dijo, sustituyendo los finos dedos por los suyos, indiferente a que las sábanas se habían deslizado y estaba completamente desnuda.

Narcissa obedeció y colocó sus manos en su cintura, acariciando la piel pecosa. Lily se estremeció, pero siguió con los ojos fijos en la piel lechosa que iba a apareciendo conforme soltaba botones. Soltó aire de golpe cuando apartó la camisa y descubrió los redondos y llenos pechos cubiertos de un sostén blanco con encaje.

— Por dios —musitó, dejando caer los brazos a los lados.

— ¿Estás bien? —se preocupó ahora Narcissa, sin dejar de acariciar su espalda.

— En la vida habría esperado sentirme así en este momento.

— ¿Así de bien?

— Así de increíble —Fue a buscar una de las manos de Narcissa y la colocó sobre su propio pecho, para que pudiera sentir que el corazón le latía como un loco.

Recibió en respuesta un beso y esa mano que había comenzado siendo una caricia sutil, se deslizó hasta acoger completamente uno de sus pechos y apretarlo, haciéndole gemir dentro del beso.

Cayeron sobre el colchón en un revoltijo de extremidades, con Narcissa a medio desvestir, envueltas en jadeos, risas y caricias. En un movimiento atrevido, Lily recorrió con la lengua el borde superior del sostén blanco, mientras trataba de desabrocharlo. Narcissa soltó una alegre carcajada al ver el rostro frustrado de la pelirroja cuando el broche decidió no colaborar.

— Déjame —le dijo entre beso y beso.

La prenda cayó con un susurro de seda sobre la cama y los labios de Lily volvieron a besar sus pechos. Por un momento, la rubia se tensó, haciendo que su compañera levantara los ojos para mirarla.

— No son tan bonitos como los tuyos.

— ¿Disculpa? —preguntó irguiéndose, sin entender.

— Tus… pechos. Son tan rendonditos y perfectos —dijo con timidez, acariciándolos con un solo dedo.

— Ciss, son pequeños, por eso los ves tan redonditos. Los tuyos son fantásticos en ti —le explicó con suavidad, sorprendida de que su diosa particular tuviera inseguridades.

— Nunca había visto a otra mujer desnuda — confesó, abrazándola.

— ¿No? ¿Y tus hermanas? ¿Y las duchas?

— Me educaron para ser muy pudorosa.

— Me alegra haberte motivado para desnudarte, entonces —respondió con una sonrisa pilla, besándola de nuevo.

Narcissa rio dentro del beso y se dejaron caer en el cama. La sensación del piel a piel era una cosa increíble. Pero el momento en el que acarició por primera vez los muslos pálidos por debajo de la falda del uniforme…

— Quiero tocarte, Narcissa.

La rubia se separó un poco para poder mirarla con una ceja alzada, ese gesto que hacían todos los Black que conocía. Con cuidado, posó una mano sobre las braguitas de seda y encaje, a conjunto con el sujetador que ya no estaba, y esperó una reacción. Recibió un asentimiento, a lo que respondió metiendo con cuidado la mano entre la piel y la seda mientras adoraba con su boca uno de los rosados pezones.

En ese momento no sabría decir qué era lo que le calentaba más, si ese pecho, los jadeos y gemidos de Narcissa, que se aferraba fuerte a su espalda, o la humedad que acariciaba con los dedos. Pero a partir de ahí todo fue una espiral ascendente de calor que culminó con la otra muchacha tensándose y soltando un fuerte suspiro, con los ojos cerrados y el rostro sonrojado. Con la respiración agitada también, Lily la soltó para permitirle tumbarse y tumbarse ella a su lado, ambas desnudas sobre la cama medio deshecha. Bueno, Narcissa aún llevaba la falda puesta y las medias en su sitio, las braguitas habían desaparecido un par de minutos antes.

— Lily… —le dijo al cabo de cinco minutitos, girándose hacia ella y acariciándole la cara, deslizando los dedos como plumas hacia abajo hasta que sintió las yemas de sus dedos arrastrándose sobre su omoplato.

— Dime, Ciss.

— Voy a casarme.

Lily se incorporó como un resorte.

— ¿Qué?

— Que voy a casarme, en un año. Mi padre ya lo ha firmado.

— Oh.

Se quedó así, sin saber qué decir. Se sentía como si hubiera escalado una montaña muy alta y hubiera caído desde arriba en picado, estrellándose.

— Lo siento. Realmente me gustas —le dijo con voz suave, todavía acariciándola—. Y quisiera que nos sigamos viendo.

— ¿Hasta fin de curso? ¿Y luego quedarme hecha polvo porque estoy muy colgada de ti? Lo siento — se disculpó Lily, levantándose para vestirse—, pero no.

— Lily…

La pelirroja se giró a mirarla con los ojos verdes brillantes de furia.

— No había estado con nadie —Señaló la cama con el índice extendido— así, como contigo. Nunca me había gustado tanto nadie como para saltarme las normas y mucho menos hacer esto, yo… no, Narcissa, no puedo seguir sintiendo esto pensando que en unos meses será otro quien lo haga.

Y se marchó.