Como expliqué en el OS anterior, esta historia se sitúa en un universo ya creado y es un AU sin Voldemort. Este es largo porque cubre varios momentos de la vida de Tonks. Y varias relaciones, por eso aquí no hay especificación de parejas. Estas parejas responden a las peticiones de diferentes personas; aunque de seguro no era lo que esperabais al pedir, espero que os gusten. Atentes a las fechas.
Prompt: Labios manchados de vino tinto
Verano 1986
Nymphadora Tonks recordaba exactamente el momento en el que descubrió que le gustaban las mujeres: tenía trece años y andaba por Diagon con su padre, acabando de comprar material escolar.
Ted y ella se separaron delante de Flourish y Blotts. Su padre le revolvió el pelo, de color castaño claro como el de él ese día, antes de recordarle que iba a pasarse por la botica para recoger un encargo de su madre de camino a la tienda de calderos, porque el último había sufrido un accidente al final del curso anterior.
Entró a la librería con todos los sentidos alerta. En su primera visita a FyB para comprar textos escolares había tropezado con una estantería y casi muere derribada por un montón de libros de pociones. Bueno, quizá no tanto, pero desde entonces los dependientes la miraban con sospecha.
En realidad, el tropezón de ese día no fue culpa suya, sino de un niño rubio que se cruzó en su camino. Esta vez al menos tuvo reflejos para agarrarse a la librería más cercana y no caerse ella ni tirar nada. Soltó aire y miró hacia abajo al niño que la observaba con curiosidad.
— Tu pelo cambia de color —le dijo, con la cabeza un poco inclinada hacia un lado.
Ella sonrió y se agachó un poco delante de él.
— Me pasa cuando me asusto. ¿De qué color es ahora?
— Verde. Nunca había visto a nadie con el pelo verde.
Nymphadora apretó los ojos un momento y cuando los volvió a abrir, el niño la contemplaba extasiado.
— Wow, ahora es rojo. ¿Puedes ponerlo de otro color?
— ¿Cuál te gustaría?
— Aquí estás —exclamó una voz molesta a su lado.
Se irguió, porque la voz parecía lo suficientemente imperativa como para tener la necesidad de estar bien derecha. Entonces la vio: era alta, rubia e increíblemente hermosa, aunque en ese momento le estuviera frunciendo el ceño al niño.
— Estabas hablando con una señora —respondió el pequeño con un puchero.
La mujer suspiró y se acercó con la mano extendida para que la tomara. Nymphadora los miraba a los dos con los ojos muy abiertos.
— Espero que no te estuviera molestando —le dijo la diosa rubia con su perfecta dicción, prestándole atención por primera vez.
— No, no, para nada —respondió con voz aguda, moviendo la cabeza negativamente.
Entonces ella le sonrió. Y Tonks dio por comenzada su adolescencia cuando su corazón se revolucionó por esa sonrisa.
=O=
Verano 1994
Cada principio de curso y en cada visita a Diagon no podía evitar mirar a todos lados, preguntarse si tendría la suerte de volver a cruzarse con ella. Pero no, nunca. Mientras tanto, en la escuela, dio besos que reforzaron la idea de que lo suyo eran las chicas. Y descubrió después las caricias, los roces y los jadeos a la par que los orgasmos. Cuando llegó a la Academia de aurores tenía claro lo que haría con su vida y que seguiría con los ojos bien abiertos, porque volvería a cruzarse con ella.
Ese día llegó, porque finalmente el mundo mágico no es tan grande. Le tocó trabajar en la final del mundial de Quidditch, en la tribuna de autoridades. Y ahí estaba ella. Habían pasado casi diez años, pero seguía siendo preciosa. Junto a ella, un hombre tan guapo que solo podía ser su marido. Al otro lado, una mujer pelirroja con la que conversaba animadamente. Y en los asientos de delante de ellas, el niño de la librería, que ya no era tan niño, acompañado de un muchacho de tez pálida, nariz un poco grande y una melena oscura y lisa hasta los hombros.
— ¿Quienes son los rubios? —preguntó a su compañero de patrulla, un auror que siempre estaba al tanto de ese tipo de cosas.
El otro auror la miró con una ceja enarcada de sorpresa.
— ¿En serio me lo preguntas?
— Totalmente, James.
— Él es Lucius Malfoy. Es un diplomático francés. ¿De verdad no sabes quien es ella?
— ¿Debería?
— Bueno, hasta donde yo sé es la hermana pequeña de tu madre.
Tonks se quedó mirando al auror Potter con cara de espanto.
— ¿Estás seguro?
— Bastante, porque estudiamos juntos. Bueno, ella es dos años mayor. ¿De verdad no habías visto nunca a Narcissa? ¿Ni en fotos?
— Mi madre no conserva nada del pasado. ¿Son amigos de los Snape?
James sonrió, saludando con la mano a Lily, que le hacía señas en ese momento con la mano.
— El padre de Lucius Malfoy era un mecenas muy conocido, le pagó los estudios de pocionista a Severus y a Regulus. Solía favorecer a gente que sobresalía en la investigación. Según Regulus tienen una relación muy estrecha.
— No te cae bien Malfoy
— Es un estirado. Reg se lleva mejor con él que yo. A Sirius le cae como una patada en el estómago directamente.
— ¿Sirius tiene trato con ella? —preguntó sorprendida.
— Que yo sepa no. Ella suele vivir en Francia. Habrán venido por la final, tiene muy buena relación con el ministro.
No pudo evitar volver a mirarla. Le dolía el corazón. Se sintió estúpida por no haber notado el parecido con su madre. Y más estúpida todavía al pensar que lo que le decepcionaba era que fuera su tía, ignorando el hecho de que estaba felizmente casada y era madre. Aún sin el parentesco, esa mujer estaba claramente fuera de su liga.
Trató de centrarse en el trabajo, estaba allí para cuidar de los invitados del ministro. Conocía a los Snape porque él era el mejor amigo de su tío Regulus y Lily era sanadora, trabajaba en San Mungo en urgencias, le había tocado más de una vez. Ella le caía especialmente bien, tenía fama de no tener pelos en la lengua. Pero en ese momento, viéndola interactuar con Narcissa Malfoy, lo que tuvo fueron celos. Porque era evidente que eran cercanas y Lily Evans tenía la posibilidad de estar junto a ella y tocarle el brazo cuando hablaba.
La llegada del Ministro y un par de secretarios hizo que tuvieran que ponerse en modo auror. Colocados uno a cada lado del palco, se concentraron en el trabajo. Era una época de paz, su presencia allí era sobre todo por si había problemas entre aficionados, los irlandeses y los búlgaros estaban considerados las hinchadas más violentas según la organización.
Respiró tranquila cuando el partido terminó y, tras entregar el trofeo, James se ofreció para escoltar al ministro y sus invitados a la salida. Lo que no esperaba era escuchar la voz de Lily Evans llamándole.
— Aurora Tonks —la llamó, haciéndole señas para que se acercara.
Con los hombros tensos y el corazón golpeando, se acercó a las dos mujeres, acompañadas por los dos adolescentes.
— ¡Eres tú! —oyó que exclamaba el chico rubio, mirándola de nuevo con los ojos muy abiertos— Tienes el pelo verde otra vez.
Tonks sonrió al chico, su primo por lo visto, y volvió su atención a las dos mujeres. Lily le sonreía ampliamente, Narcissa parecía más reticente.
— ¿Cómo estás? —la saludó la pelirroja, amistosa, teniéndole la mano— Hace días que no te veo.
— Supongo que eso implica que bien, sanadora —contestó, estrechando su mano.
— Quería presentarte a alguien, ¿tienes un momento o aún estás trabajando?
— Técnicamente si ustedes se rezagan del grupo del ministro, mi trabajo es acompañarlas a la salida —replicó tratando de sonar amable y profesional a la vez.
— Estupendo entonces. Permíteme que te presente a Narcissa Malfoy...
— Black —corrigió la rubia, tendiéndole la mano—. Es un placer conocerte, sobrina.
Le estrechó la mano, sintiendo que le ardían las mejillas. Con suerte, la mujer pensaría que era por el encuentro familiar.
— El placer es mío, señora.
— Él es mi hijo, Draco —le indicó.
Saludó al chico de nuevo, con una inclinación de cabeza y un discreto guiño cuando cambió su pelo al mismo color rojo fuego que la primera vez que se habían visto.
— No sé si conoces a Harry —intervino Lily, tomando por los hombros al chico que ya era tan alto como ella.
— Nos hemos visto un par de veces en casa de Regulus —recordó, saludándole igualmente con un movimiento de cabeza y una sonrisa.
Miró a su alrededor y se percató de que el palco estaba vacío y los asientos de alrededor también.
— Permítanme que les acompañe a la salida. —Indicó, señalando la puerta con la mano.
Caminaron, los dos chicos delante, bastante juntos, ellas dos detrás hablando bajo, Tonks cerrando la comitiva. En su camino hacia la salida, saludó al pasar a los Weasley, reunidos alrededor del padre y los hermanos pequeños. Sonrió especialmente a Charlie, viejo amigo de la escuela al que apenas veía por su trabajo en el extranjero.
Hicieron una parada también para saludar a una familia, padres y dos chicas, a los que escuchó hablar velozmente con los Malfoy en francés. No pudo evitar que los ojos se le fueran a Narcissa, hasta que escuchó una risa. Se giró y se encontró con los ojos azules de la mayor de las dos muchachas, que reía por algo que Draco le había dicho. Hasta el rostro serio de Harry Snape estaba sonrojado y mostraba una sonrisa bajo el influjo de la chica, que no parecía mucho mayor que ellos.
Tras despedirse de los Malfoy, la familia continuó su camino, pero la muchacha se quedó un poco rezagada, sosteniéndole todavía la mirada a Tonks, con una sonrisa perfecta y un guiño travieso al final.
=O=
Noviembre 1994
Durante los meses siguientes, se preguntaría qué demonios le pasaba con las rubias. Todas las que se cruzaba le parecían por un momento una de las dos que le obsesionaban. Y que le hacían sentir mal también, porque una era su tía y la otra obviamente una niña.
O no. Cuando llegó a Hogwarts con la comitiva del ministro para la primera prueba del Torneo de los tres magos, una de las primeras cosas que vio fue a la chica francesa a punto de enfrentarse a un dragón.
— ¿Tonks? —escuchó a su lado una voz conocida.
Se giró y se encontró con su primo, vestido con el uniforme azul de Beauxbatons. Y obviamente acompañado de su sombra Snape, con uniforme de Ravenclaw y cara de preferir estar en la biblioteca antes que allí.
— Hola, primo —saludó—. Harry.
— ¿Te toca trabajar otra vez? —preguntó curioso.
— Parece que quedo bien en la comitiva del ministro, últimamente me lleva de un lado para otro —le confesó en voz baja, divertida—. ¿Qué te parece Hogwarts?
— Mi madre me ha hablado mucho de él. Y Harry también.
La sonrisa que le dedicó al chico y el sonrojo de la piel pálida le dijeron muchas cosas. Y entendió por qué Draco estaba allí aún siendo joven para poder participar en el torneo.
— Vuestra campeona tiene cara de querer estar en otro sitio en este momento —comentó, mirando el rostro un poco descompuesto de la chica.
— Fleur es más valiente de lo que parece —aseveró el chico con convicción, haciendo que su acompañante lo mirara de refilón, con un asomo de celos en los ojos verdes.
— Ey, Tonks —le saludó otra voz ronca.
Se giró para encontrarse con la gran sonrisa de Charlie Weasley. Y con un abrazo fuerte.
— Me alegro de verte, Weasley.
Y en su interior agradeció la presencia de su amigo sobre todo por Fleur, tenía plena fe en el domador.
Hizo las oportunas presentaciones con los dos adolescentes y disfrutó por un rato del obvio sonrojo de los dos por las maneras llanas y un tanto bruscas del pelirrojo.
Colocada de pie tras el ministro y otros mandamases del ministerio, vio la prueba con el corazón encogido. Eran muy jóvenes, muy locos, porque el honor de una escuela no valía la vida de alguien que era apenas un niño. Siguió con la mirada todo el tiempo a Fleur, impresionada por su capacidad mágica: usó un hechizo para poner en trance a la dragona y poder acercarse sin riesgos. Solo que, seguramente por los nervios, no pensó en que una dragona dormida igualmente puede escupir fuego al respirar. Cuando la dragona, con la cabeza apoyada en las patas delanteras, soltó un involuntario chorro de fuego, el instinto de Tonks fue sacar su varita y echarse hacia delante, porque a Fleur se le incendió la túnica.
Con los dientes apretados y respirando ansiosa, vio como la muchacha lanzaba un aguamenti para apagar el fuego y se acercaba hasta tomar el huevo dorado. Comenzó a respirar mejor cuando la vio correr en dirección a la puerta de entrada al foso.
El comentarista hablaba y hablaba, pero ella no escuchaba, no prestaba atención al chico búlgaro que se enfrentaba a su propio dragón en ese momento. Toda su atención estaba fija en las tiendas que se veían unos metros más allá, en donde había visto desaparecer la cabellera rubia.
— Tonks.
— Tonks.
— ¡Tonks! —le llamó por tercera vez su compañero, sacudiéndola por el hombro.
— Disculpa, dime —respondió, sacudiendo la cabeza para despejarla.
— El ministro quiere que vayas a decirle a los campeones que cuando estén listos vengan aquí para unas fotos.
No contestó, solo asintió, aunque por dentro estuviera saltando de emoción por poder acercarse a ella. Pasó de largo de la tienda en la que Pompfrey atendía a Diggory y la tienda vacía de Krum, que seguía en la arena, y entró con paso más decidido de lo que se sentía a la tienda en la que otra chica de Beauxbatons acompañaba a Fleur.
— ¿Puedo pasar? —preguntó desde el umbral.
Las dos muchachas se miraron, con una pregunta muda la que acompañaba. Vio a Fleur hacerle un gesto discreto con la cabeza y se apartó del umbral cuando la francesa salió silenciosamente.
Fleur se giró más hacia ella y le sonrió. Vio que tenía todavía la túnica quemada y que la compañera había puesto un emplasto para quemaduras en sus manos.
— No he calculado antes de coger el huevo que hacía un momento que había exhalado fuego la dragona sobre él —le explicó al ver que miraba sus manos con el ceño fruncido.
— Vengo a avisarte de que el ministro quiere una foto con los campeones .
— ¿Debo cambiarme de ropa? —preguntó, haciendo ademán de levantarse de la banqueta.
Tonks dio un paso hacia delante, con la mano hacia delante, el gesto internacional de stop.
— Quédate sentada, acabas de pasar por algo... ha sido impresionante, por cierto.
— Gracias, pero ahora me tiemblan las piernas.
— La bajada de adrenalina.
La francesa la miró unos segundos, mordiéndose el labio, y finalmente preguntó.
— ¿Qué eres?
— Una auror —respondió extrañada, señalando su propio uniforme.
— No, no, me refiero a los cambios. Te he visto antes y no estabas igual. Eres la prima de Draco.
— Metamorfomaga —respondió, bastante distraída por el brillo de su pelo plateado a esa corta distancia.
— Ahm. Es interesante.
— Vaya, gracias — contestó desconcertada por el gesto un poco intenso de Fleur, retrocediendo hacia la puerta.
— ¿Te marchas ya? —preguntó la francesa, todavía con ese curioso gesto en la cara.
— Sí, en cuanto el ministro se haga una foto con vosotros tres. Debo ir a avisar a los otros.
— Le gustan esas cosas
Asintió.
— ¿Vendrás a la próxima prueba?
— No sé.
— Espero que sí.
Y se levantó del taburete, la besó en la mejilla y salió de la tienda
=O=
Febrero 1995
Igual se ofreció voluntaria la siguiente vez para ir con el ministro a Hogwarts. Es posible. Un poco. Vamos, que en que su jefe de escuadrón lo nombró ya estaba ella levantando la mano como voluntaria. Pero no se le ocurrió preguntar en qué consistía esta vez la prueba.
— Hemos secuestrado a una persona querida y la hemos atado en el fondo del lago —le dijo Bagman, con una gran sonrisa.
Su compañero tuvo que sujetarla y llevársela al otro extremo de la plataforma de las autoridades porque ella quería hechizarlo. ¿Pero en qué estaba pensando esa gente? No pudo evitar echarle un vistazo a Dumbledore, buscando algún resquicio de preocupación, pero no, la sonrisa de siempre. ¿Qué mierda le pasaba?
Atisbó entre el público, con un mal presentimiento. Vio a Harry, cercano a varios pelirrojos de Gryffindor que eran claramente Weasley, pero Draco no estaba por ningún lado. Y el pequeño Snape se veía claramente inquieto, mucho más de lo que lo había visto otras veces, mirando en todas direcciones.
Los tres campeones entraron al agua. Tenían una hora de tiempo, una hora que Tonks pasó alternando miradas al lago, cuya superficie apenas se movía, y a la tribuna en la que Harry seguía solo, con aspecto de estar cada vez más angustiado.
Quedaban apenas unos minutos cuando varias sirenas sacaron a flote a Fleur, claramente desmayada y herida, y obviamente sin Draco. No lo pensó, se acercó a la orilla y se metió hasta la rodilla en el agua para sacarla, ignorando los susurros a su alrededor. La tumbó sobre la plataforma de madera desde la que se habían metido al agua los campeones y se echó a un lado para dejar paso a Pompfrey, que maldecía entre dientes lo mismo que ella hacía mentalmente: niños haciendo estupideces que los adultos propician.
Cuando se incorporó y dio un paso atrás para dejar sitio a otras personas que rodeaban a la rubia inconsciente, sin separar los ojos de ella, sintió la silenciosa presencia del adolescente Snape a su lado.
— Draco está ahí abajo —le susurró, con la mirada aterrorizada clavada en la superficie del lago, sujetándole de la manga— y nadie está pensando en ir a rescatarlo.
Sintió su angustia. Sintió el tirón de la sangre diciéndole que debía ayudar a su primo, pero sobre todo sintió la angustia que tendría que haber pasado Fleur al no conseguir rescatarlo. Y, de nuevo sin pensarlo, se tiró al lago.
Para ella, fue sencillo, su cuerpo sabía qué transformaciones necesitaba para respirar bajo el agua y nadar más rápido. Ignoró a los otros dos campeones, que subían con sus rescatados como podían, pero no ignoró que ambos llevaban la varita en la mano y presentaban heridas y rasguños.
Ella contaba con la ventaja de la metamorfomagia, pero también con que era una aurora entrenada. No tuvo problemas para lidiar con las criaturas que encontró por el camino, hasta que llegó a donde se encontraba Draco inconsciente. En ese momento sí que se vio rodeada por varios tritones, a los que una sirena aparentemente trataba de ordenar que se retiraran, por lo poco que entendía de su idioma y su lenguaje corporal. Entonces captó que el problema había estado en que el acuerdo al que hubieran llegado con Dumbledore no se había cumplido. Y se enfadó, claro, porque había adolescentes pagando por cosas de adultos, seguramente política. Volvió a maldecir entre dientes y se echó hacia delante, con la varita en la mano, dispuesta a coger a su primo y alejarse de allí lo más rápido posible.
En ese momento pasaron varias cosas: un grupo de sirenas apareció, las mismas que habían llevado a Fleur a la orilla, y comenzó un enfrentamiento con los tritones, todos armados con lanzas; al mismo tiempo, apareció a su lado un profesor al que conocía sobradamente, con la cabeza protegida por un hechizo burbuja, y le hizo señas para que lo siguiera. Dieron un pequeño rodeo y se colocaron tras la estatua a la que estaba atado Draco. Por señas, Lupin le indicó que él distraería a los que peleaban, para alejarlos de allí, mientras ella liberaba al muchacho inconsciente. Y sin esperar a su confirmación, se lanzó varita por delante y empezó a disparar hechizos repulsores para mover al grupo que ya contaba con varios heridos y dejarle a ella vía libre.
Respiró aire puro unos minutos después, indiferente a las voces que llegaban desde la orilla, y nadó rápida hasta la plataforma. Varias manos se tendieron hacia ella para ocuparse de Draco, así que lo que le nació fue preocuparse del que consideraba un tío más y entrar de nuevo al agua para asegurarse de que Remus Lupin volvía esa noche sin una herida a la casa que compartía con su tío Sirius.
Media hora después, estaba sentada en la enfermería de Hogwarts, como tantas veces durante su etapa de estudiante torpe con dos pies izquierdos. Pompfrey se había empeñado en tratarla como a los demás y envolverle en una manta mientras la atiborraba de pociones para entrar en calor. Estaba sentada en una butaca, con una taza de té caliente entre las manos, cuando la puerta de la enfermería se abrió y entraron los dos alumnos de Beauxbatons ya recuperados.
Corrieron hacia ella y la abrazaron cada uno por un lado. Unos pasos por detrás, entró Harry, con una sonrisa tímida.
— Gracias, gracias, gracias —repetía Fleur mientras Draco la liberaba y retrocedía hasta colocarse junto a Harry, tomándole la mano con cuidado.
— No es para tanto — alcanzó a decir, aturdida por el vehemente abrazo, inmovilizada por la manta y la taza que tenía entre las manos —. Lupin llegó a casi a la vez, no le habría pasado nada a Draco.
— Da igual. Lo que has hecho ha sido muy valiente —le contestó la francesa, negándose a deshacer su abrazo.
— Y luego has vuelto para ayudar al profesor Lupin —intervino Harry, con su voz pausada.
— He hecho lo que cualquiera habría hecho en mi lugar —insistió.
— Sí, pero solo vosotros dos os habéis tirado al lago —respondió Draco—. Me han dicho que nuestra directora se ha enzarzado en una discusión con Dumbledore y el resto estaban pendientes de Fleur.
— Lo importante es que los dos estáis bien.
Fleur aflojó un poco el abrazo y la miró con sus ojos azules y de nuevo ese gesto intenso que le había visto en la primera prueba. Algo debieron interpretar los chicos en su lenguaje corporal, que se apresuraron a salir de la enfermería y dejarlas solas.
— Draco es como un hermano pequeño para mí —le dijo, su acento haciéndose más intenso—. Por suerte mis padres no autorizaron a mi hermanita a venir y él ocupó su lugar, habría sido terrible que la hicieran pasar por algo así.
Tonks sintió que no podía despegar la vista de esos ojos tan magnéticos. Y de primeras apenas reaccionó cuando la muchacha se echó hacia delante y la besó con intensidad. Fue necesario que Pompfrey tosiera educadamente desde la puerta de su despacho para que Fleur la liberara, del beso y del abrazo.
La chica se retiró con la barbilla alta y una sonrisa de triunfo, ignorando completamente la mirada desaprobadora de la sanadora, que se acercó a su paciente, le quitó la taza de la mano y luego hizo un gesto que la desconcertó: le tomó de la barbilla para mirarle a los ojos.
— Mmmm —la escuchó mascullar, todavía con ese gesto de molestia.
— Creo que es mejor que me vaya —murmuró Nymphadora, liberándose de la manta.
— Creo que sí — le contestó Pompfrey, comenzando a doblar la manta.
La aurora se puso de pie y caminó hacia la puerta.
— Señorita Tonks —le llamó a sus espaldas la mujer con su tono seco habitual.
— Dígame —preguntó educada, girándose ya bajo el marco de la gran puerta de madera.
— Cuídese de la señorita Delacour.
— ¿Disculpe?
— Evite quedarse con ella a solas. Es una veela y la ha marcado a usted como su presa.
=O=
Otoño 1998
No fue a la tercera prueba. No le hacía gracia la idea de que todo lo que esa muchacha de pelo plateado le inspiraba fuera consecuencia de su influjo veela, así que, terca como solo un Black puede ser, se propuso olvidarla.
Lo consiguió, durante un buen tiempo. Inició una relación con una jugadora de quidditch, la capitana de las Harpies. Gwen era todo lo que le gustaba de una mujer, apasionada, cálida y risueña en la intimidad. Y con el cabello oscuro. Seguramente habría durado más su relación si, una mañana de otoño, no hubiera tenido un tropezón en Diagon.
Realmente no la vio a ella, sino a Bill Weasley. Lo conocía, como al resto de la familia, debido a que su madre y Molly Weasley eran muy amigas. Había tenido más trato con Charlie, pero también había conocido bastante al hermano mayor en la escuela, sobre todo porque en su primer año de prefecto tenía el don de pillarla en todas las travesuras que iniciaba, siguiendo el espíritu de los Merodeadores.
— Ey, Bill — le saludó, levantando el brazo.
Y claro, la coordinación de caminar y levantar el brazo a la vez había días que era excesiva para su torpeza natural y dio un traspiés que casi acaba de morros contra el suelo. Le salvó una mano pálida que la sujetó del hombro.
— Hay cosas que el entrenamiento auror no mejora, Tonks. —Le tomó el pelo el pelirrojo antes de darle un abrazo— ¿Cómo estás? hacía muchísimo que no te veía.
— No sabía que estabas de vuelta en Londres —le respondió, devolviéndole el abrazo con fuerza, los Weasley tenían esa calidez que hacía que quisieras abrazarlos a todos y cada uno.
— Gringotts me tiene ahora de formador. —Señaló hacia un lado, apenas a un par de metros— Déjame que te presente a mi alumna. Fleur, esta es Tonks.
Hasta ese preciso momento, en el que la muchacha dio tres pasos adelante para saludarla, no había sido consciente de su presencia.
— Nos conocemos. Hola, Tonks. Me alegro de verte —le dijo con calidez, teniéndole la mano.
La estrechó, saludándola apenas con una inclinación de cabeza mientras su estómago y sus pulmones se contraían. En cuatro años, Fleur Delacour se había convertido en una mujer de tal belleza, que tuvo que meter las manos en los bolsillos de la túnica y pellizcarse fuertemente en el abdomen para no soltarse a hablar como una cría y decirle todo lo que le hacía sentir verla.
Esa noche, en casa, con Gwen a su lado en la cama, fue consciente de que prácticamente había huido de Diagon, dejando tras ella a Bill con cara de no entender nada, y a Fleur mirándola de esa manera tan intensa que le caracterizaba cuando la conoció.
Los siguientes meses entró en un estado de ansiedad y necesidad de aislamiento que asustó y asombró a sus allegados. Porque cada vez que iba a Diagon, se la encontraba. Después vino el partido de las Harpies en el campo de las Avispas. Esa vez no le había tocado trabajar, y había aprovechado para ir a ver a su novia jugar, tratando de reconectarse con la emoción de verla volar. Ver a Gwen volar, y volar con ella, había sido durante los últimos tres años una de sus actividades favoritas.
Se concentró en ella en cuanto salió al campo. Era absolutamente brillante como jugadora y se sentía afortunada de poder estar ahí, siendo testigo de un gran partido, hasta que una sombra naranja apareció en su campo periférico. Un par de palcos más allá del que el club cedía para los familiares de los jugadores, había uno lleno de cabezas pelirrojas vestidas con los colores de las Avispas. Y una cabeza rubia muy pegada al más alto de los hermanos Weasley, como cada vez que la había visto los últimos meses.
A su lado, escuchó a su acompañante gruñir. Se giró sorprendida, porque era un gruñido bajo de perro molesto.
— ¿Sirius?
Hacía mucho, desde que trabajaban juntos, que no se le ocurría llamarle tío Sirius, porque el otro auror le acusaba de hacerle sentir viejo. Adoraba a su tío, y a su compañero, había crecido muy unida a ellos, algo más que a Regulus y James, seguramente porque Sirius tenía el mismo talante travieso y poco amigo de las reglas que ella.
— ¿Esa es la veela?
Abrió los ojos, sorprendida, porque no recordaba haberle hablado de ella.
— ¿Quién...?
— Poppy avisó a Remus. ¿Bill y ella son muy cercanos?
— Emm, supongo, no sé —respondió, sin acabar de entender el gesto molesto de Sirius—. Cada vez que me la encuentro va con él. Es su formador. Pero, cómo sabes que...
Sirius se giró a mirarla, con el ceño fruncido.
— ¿No lo notas?
— ¿El qué?
— Su encanto veela.
Tonks miró de nuevo a la rubia, que hablaba con Bill. Y de repente se giró y la miró fijamente, poniendo su ya típico gesto intenso.
— Supongo que es el instinto perruno —murmuró Sirius, como explicándose a sí mismo—. Cuando te ha mirado se ha cortado en seco. Es como si necesitara concentrarse para controlarlo. Y está claro que no te hace ningún efecto.
— Yo no he notado nada —confesó, sin dejar de mirarla.
— Benditos genes metamorfos entonces, porque te estaba disparando de una manera que habría tumbado a cualquiera. Y además es directo hacia ti. No creo que lo haga a posta —comentó todavía en un susurro, sin dejar de mirar a la pareja, que en ese momento parecía muy entretenida mirando al campo.
— ¿Crees que soy inmune a su encanto? —preguntó, asombrada.
— Es bastante probable.
Pondría bastante en duda las deducciones de Sirius apenas media hora después, en el servicio de señoras. Estaba lavándose las manos cuando se abrió la puerta y ahí estaba ella. Tonks reaccionó cerrando un momento los ojos antes de respirar hondo.
— Hola —la saludó muy cerca.
— Hola.
— Tu novia está haciendo un gran partido.
Había inquina en el comentario. Y molestia. Y algo de celos. Abrió los ojos con un suspiro y la miró. Relucía, aquella mujer, ya no podía llamarla niña en su cabeza a pesar de la diferencia de edad, tenía luz propia.
— ¿Lo estás disfrutando? ella lo hace todo bien.
Las cejas plateadas se levantaron y el gesto que venía siendo altivo, se convirtió en una mueca de pena que le recordó a la de una niña pequeña.
— Tengo que volver —dijo Tonks, moviéndose para pasarle por un lado.
Pero la rubia fue más rápida y, con una fuerza sorprendente para su apariencia frágil, la cogió del brazo y la llevó contra la pared. No le dijo nada, solo la miró, esta vez sin gesto intenso. O bueno, era intenso, pero de otro tipo más bien "te voy a comer por los pies", justo antes de besarle.
Le costó un esfuerzo considerable no corresponder al beso. Muy considerable, pero tras los párpados cerrados veía la cara de Gwen y la de Bill, así que hizo palanca con las manos para que Fleur la liberara.
— No.
— Tonks... —le murmuró la chica, acercándose de nuevo para besarle.
— He dicho que no, Fleur.
Y la empujó con más fuerza, consiguiendo liberarse y salir del aseo, con el corazón bombeando como si acabara de correr cien metros.
=O=
Vacaciones de pascua 1999
Se dejó convencer por su madre para unirse a una celebración en casa de los Weasley. Lo cierto era que los últimos meses su aislamiento había ido a peor después de romper con Gwen y su madre estaba tan preocupada que le había dicho que sí por no oírla, sin pensar en dónde se metía.
La primera persona que se encontró al salir del flu fue la pequeña Ginny Weasley. Bueno, no tan pequeña, se tuvo que recordar a sí misma cuando la chica la saludó con un abrazo y empezó a contarle emocionada que iba a hacer las pruebas para los Tornados.
Era un día bastante cálido para ser final de marzo, así que habían puesto la mesa en el patio. Salió, todavía con Ginny pegada a ella, contándole en voz baja para que su madre no la oyera, para evitar otra discusión sobre su futuro, sin esperar encontrarse con una mirada azul fija en ella.
Tropezó, para variar, y Ginny la tomó de la cintura para sujetarla. Y no la soltó. De hecho se dio cuenta de que miraba a Fleur con gesto desafiante y una sonrisa ladeada al darse cuenta de que la rubia torcía el gesto.
Puso todo su empeño en ignorarla, aunque era todo el tiempo consciente de su presencia pegada a Bill, y se mantuvo cerca de la pequeña de la familia, dejándose llevar por la revancha que Ginny parecía tener con Fleur.
Debería haberse ido a casa al acabar la comida. Sentía la tensión en el cuello y los hombros y en general se sentía incómoda, pero se dejó llevar por el loco entusiasmo de la joven y sus hermanos, marchando con ellos al pub del pueblo más cercano. Craso error mezclar alcohol con el despecho de Ginny y con su propia necesidad de ignorar a Fleur.
Varias pintas después, con la cabeza poco clara ya, Ginny quiso bailar. Segundo error, porque acabaron en una discoteca, ellas bailando, los gemelos jaleándolas y Fleur mirándolas de un modo muy desaprobador, mientras hablaba con Bill en voz baja.
— ¿Qué le pasa a la rubia contigo? —le preguntó Ginny por fin en un momento que salieron de la pista para ir a pedir una bebida.
— ¿Qué te pasa a ti con ella?
— Que os vi en el baño el día del partido. No me gusta que juegue con mi hermano.
Tonks trató de enfocar el gesto enfadado de la chica.
— ¿Se lo has dicho a Bill?
— No quiero meterme y ser la hermana pequeña celosa.
— Pero me estás usando para hacerla saltar.
Ginny no respondió, se limitó a beberse de un trago el chupito que había pedido.
Y ahí llegó el tercer error: la muchacha, sin cortarse un pelo, la acorraló contra la barra y la besó de una manera que el alcohol y las ganas en el sistema de Tonks hicieron que se le desconectara la conciencia. Fue un milagro que estuviera lo suficientemente consciente como para no desaparecerse allí mismo con ella cuando le agarró del culo con las dos manos. Pero lo hizo igualmente después de detectar un hueco oscuro a unos metros.
Cuando lo pensara al día siguiente, le parecería un milagro también haber llegado a casa de una pieza. Pero curiosamente recordaba muy bien los detalles del sexo, todos los besos que se habían dado apoyadas contra la pared del salón mientras se desnudaban con manos ansiosas. En ese momento no había moralidad que le dijera que conocía a esa chica desde que era un bebé, literalmente. Lo único que sentía era carne firme y suave bajo sus dedos y unas manos fuertes y ásperas que le recordaron a las de Gwen, para nada novatas en acariciar a una mujer.
Dejaron de besarse lo justo para desnudarse y en tres segundos los labios rosados de Ginny estaban prendidos de uno de sus pezones mientras le acariciaba el otro pecho con una mano y con la otra la tomaba por la cintura. La niña no tenía nada de niña e iba a por todas, así que reaccionó. Se liberó, la tomó en brazos, haciendo que Ginny soltara una carcajada sexy, y se la llevó al dormitorio, dispuesta a tomar el control de la situación.
Lo tomó, para alegría de Ginny, con dedicación y empeño suficientes para llevarla al orgasmo con su boca y unos minutos después de nuevo con sus dedos, para luego quedarse dormida como un tronco con la cabeza apoyada en el vientre pecoso.
Ginny apareció en su cocina al día siguiente a mediodía, arrastrando los pies, con una camiseta que le había dejado preparada sobre la cama antes de meterse a darse una ducha y luego irse preparar café, cantidades insanas de cafe negro.
— ¿Buenos días? —saludó la muchacha con bastante incertidumbre.
— ¿Tu primera gran borrachera? —le respondió con una sonrisa cansada, sirviéndole café.
— Pensaba que ya había cubierto ese hito, pero no, esta se lleva el primer puesto.
— Las borracheras en Hogwarts, que tiempos aquellos...
Ginny le miró, dando un largo sorbo de café, antes de empezar a disculparse.
— Lo siento. Lo de anoche se me fue de las manos.
— Se nos fue a las dos, tendría que disculparme yo, que soy la adulta responsable. ¿Quieres contarme por qué acabamos en la cama ayer?
La pelirroja suspiró.
— Quiero aclarar que me has gustado siempre.
— Está bien saberlo.
— Lo de Fleur me sacó de mi casillas.
— Pero Ginny —la interpeló con suavidad, sentándose frente a ella—, realmente ¿en qué te afecta a ti que Fleur juegue conmigo y con tu hermano?
Ginny movió la cabeza con frustración, dejando la taza y frotándose los ojos con fuerza.
— Estoy con alguien. O lo estaba, ya no lo sé. Ella es... increíble. Llevamos juntas un par de años.
— ¿Pero? —preguntó para animarla a seguir.
— Es un año mayor, así que este curso nos hemos visto poco y escrito mucho. Nos vimos en Navidad y todo bien. Pero estas vacaciones...
La chica volvió a frotarse los ojos y sollozó.
— Me dijo hace dos días que iba a casarse.
Sollozó aún más fuerte y Tonks sintió la necesidad de levantarse para consolarla. Lo hizo, movió una silla hasta quedar a su lado y la abrazó por los hombros.
— Lo siento, Gin. ¿Un matrimonio arreglado?
Asintió entre llantos. Solamente una sangrepura se casaría antes de cumplir veinte años. Tonks entendió sin más explicaciones que lo de Fleur había sido una excusa para gestionar su propia pena y frustración. "Esto te pasa por ser débil con una adolescente, Nymphadora" se castigó mentalmente a sí misma con la voz de su madre, mientras la abrazaba más fuerte.
— Habla con ella —le dijo con voz ronca—. Está claro que lo necesitas.
— Se va a casar con un tipo que le dobla la edad con muchas cámaras en Gringotts, Tonks. No puedo competir con eso.
— Pero os queréis, pelirroja. No te rindas sin luchar.
Los brillantes e hinchados ojos castaños se giraron a mirarla.
— ¿Y qué hay de ti y Fleur?
— No es lo mismo.
— Te gusta.
— Es una veela. No sé si lo que siento es real.
— Pues ya sabes: habla con ella.
— ¿Vas a volver mi consejo contra mí? eres una argumentadora dura, Ginny Weasley.
La chica rio y rompió el abrazo.
— ¿Y tu hermano?
— Bueno, igual es el momento de replantearse lo de que una pareja son solo dos.
Tonks se limitó a levantar las cejas y dar un largo sorbo de café, porque quizá Ginny hablaba más para sí misma que para ella.
=O=
Setiembre 1999
Los gemelos Weasley sabían preparar una celebración. Y era su hermana favorita la que acababa de firmar su primer contrato profesional para jugar al quidditch, así que el pub cercano a su tienda en Diagon estaba lleno de gente y la cerveza corría con alegría.
Tonks estaba en una esquina de la barra con su Weasley favorito. Charlie había venido unos días de vacaciones y estaban aprovechando para ponerse al día.
— Le he preguntado a Bill por Fleur —le soltó, llevándose una pinta a los labios.
Su amiga le fulminó con la mirada.
— Se te está poniendo el pelo morado, esto es nuevo.
— Es porque estoy cabreada.
— Dori...
— ¡Qué no me llames así! —le gruñó, golpeándole en el brazo.
— No están juntos. No lo han estado en ningún momento. Lo que mi hermano no entiende, y yo tampoco, es porqué no fuiste tú a hablar con él.
La aurora soltó aire por la nariz con fuerza, un gesto que tenía desde niña y a Charlie siempre le había parecido que le asemejaba a un perrito enfadado.
— No es propio de ti acobardarte, Tonks. Y respecto a lo de mi hermana...
— De eso sí que no voy a hablar contigo. Y mírala, parece muy contenta —señaló con la cabeza a la homenajeada, que hablaba con unos y con otros con una guapa morena sujeta de su mano.
— Juventud, divino tesoro —masculló el domador.
— Charles, tenemos veintiséis años, aún no eres un abuelo, por Merlín —le respondió, golpeando sus hombros mientras paseaba la mirada por el resto del animado grupo.
— Sin embargo, la edad no te hace más sabia —comentó a su espalda una conocida voz con acento francés.
Se giró. Fleur le miraba con los brazos cruzados y un gesto de enfado en su perfecto rostro.
— Hola, Fleur.
No llegó a recibir una respuesta. La rubia se limitó a aferrarla de la muñeca y desaparecerlas a las dos.
Cuando se aparecieron, estaban en un pequeño salón que no conocía, pero no le costó imaginar que era la casa de Fleur.
— ¿Quieres beber algo? —le preguntó la rubia, saliendo del salón.
Tonks la siguió y se la encontró en la cocina, peleándose con una botella de vino.
— Quizá deberíamos hablar sin alcohol de por medio, Fleur.
— Bueno, yo no me voy a ir con una niña por beberme un par de copas de vino.
— Ouch —fue lo único que alcanzó a responder, apoyándose contra la pared con los brazos cruzados sobre el pecho.
— ¿Mereció la pena? —le interrogó Fleur, acercándose con la copa en la mano.
— ¿Qué quieres, Fleur? —contestó, sintiéndose más tensa conforme se le acercaba.
— Ya sabes que no hay nada entre Bill y yo.
Asintió, con la garganta seca cuando la tuvo apenas a medio metro y su olor floral le llenó la nariz.
— Somos amigos, me está ayudando con el trabajo nuevo. Para mi es duro estar aquí, otro idioma, mi familia lejos...
— ¿Por qué estás entonces aquí?
— Porque vine a hacer unas prácticas y me encontré contigo al salir de Gringotts el primer día. Y volví a sentir lo mismo que cada vez que nos hemos cruzado desde el mundial.
— El qué
— Que hueles a casa. Tonks, ya no soy una niña impresionada por ti. No es agradecimiento, no es un capricho ni un ataque de celos aunque me doliera infinito que te fueras con Ginny ese día. Quiero una oportunidad. Por favor.
La súplica le conmovió y arrastró parte de su inseguridad.
— No has salido de mi mente desde el mundial, Fleur. Aún sueño a veces contigo jugándote la vida con ese dragón. ¿La verdad? Me asusta que todo lo que me mueves no sea real.
— Mon soleil—le susurró, acercándose más—, creía que ya te habías dado cuenta de que eres inmune a mi encanto, al menos al que estás pensando. Me he esforzado mucho para no influirte y he acabado por descubrir que no era necesario.
— ¿Qué hacemos entonces?
— Se me ocurren muchas respuestas a esa pregunta —respondió casi sobre sus labios.
Tonks sonrió. Y eliminó la distancia, besando con suavidad los labios manchados de vino tinto. Fleur hizo un sonidito encantador y le echó los brazos al cuello mientras ella la ceñía a su cuerpo poniéndole las manos en la cintura, sintiéndose por fin en casa.
