Marzo 1812
En la temporada social londinense varias parejas se iban formando, pero Caroline Bingley aún seguía sin un adecuado pretendiente. Solo un caballero, que no era un heredero, había demostrado interés, pero Caroline pensaba que podía aspirar a algo mejor que un capitán de barco.
Lo único bueno era que sus esfuerzos habían dado resultado, había logrado cortar por completo la amistad con Jane Bennet y decirle claramente que su hermano se iba a casar con otra. Además, por su poder de persuasión y astucia, Charles se estaba olvidando de Jane Bennet, y el nuevo ángel como era de esperar era su amiga Marianne Tell. Caroline era consciente que en otras circunstancias hubiese esperado que su hermano hiciera un matrimonio con una mujer de una dote mayor, pero dado que había un abismo entre Marianne y Jane, era ahora la principal promotora de esa relación.
El día anterior, sus planes casi se vieron frustrados cuando de lejos vio a Jane Bennet en Hyde Park. Con disimulo logró cambiar de sendero simulando gran interés en un grupo de insípidos arbustos. Por suerte sus compañeros estaban muy entretenidos en una conversación sin importancia que no se percataron de la presencia de Jane.
Todavía estaba intranquila de que su hermano de casualidad la encontrara en la ciudad, o que ella decidiera venir nuevamente a visitarla a su casa. Por suerte había convencido en salir en dos días hacia Scarborough ya que la tía Helen cumplía sesenta años y sus familiares iban a hacer una gran fiesta por la ocasión. Si bien Charles al principio se sorprendió por su petición, ya que ella quería distanciarse lo más posible de sus familiares que aún eran comerciantes, Caroline logró convencerlo de que la tía Helen era la única hermana de su querido padre que aún estaba viva y que siempre había sido muy buena con ellos. Además, le recordó que los Tell volvían en abril a su hacienda y que la misma quedaba solo a veinte millas de la casa de la tía Helen. Desde allí podía perfectamente retomar su 'cortejo' con Marianne.
En los últimos meses, Darcy en contra de su voluntad había pensado y soñado frecuentemente con la Srta. Elizabeth Bennet. Sabía que dicha Srta. no reunía los requisitos para ser su esposa y que era muy probable que no se volvieran a ver.
Su tía Lady Matlock le había recomendado tres señoritas, una de ellas debutante y a las otras dos ya las conocía. Las tres eran bonitas, con excelentes conexiones y una buena dote. Pero lamentablemente, ninguna de ellas despertó su atención, una hablaba todo el tiempo de cosas superfluas, la otra solo asentía con la cabeza y estaba de acuerdo en todo lo que él decía y a la tercera claramente solo le interesaba su fortuna.
Si bien toda su vida había sido un hombre pragmático, y consiente de que se tenía algún día que casar, le resultaba difícil imaginarse pasar el resto de su vida con cualquiera de esas tres mujeres.
Desde el baile en casa de Lord Matlock, se había distanciado de Bingley. Su amigo estaba la mayoría de tiempo con su nuevo 'angel' y le había comentado al pasar que no iba a volver a Netherfield Park ya que Jane se había casado con otro.
Irónicamente, Darcy se sintió aliviado. Más allá de que pensaba que Jane no tenía genuino interés por su amigo, Bingley se había portado muy mal proponiéndole matrimonio y desapareciendo al día siguiente sin preocuparse si dañaba su reputación. Ese tipo de actitud era esperable de Wickham, pero no de Bingley. La única diferencia es que Wickham solo quería aprovecharse de jóvenes ingenuas mientras que Bingley era impulsivo y no media las consecuencias. Además, Bingley era incapaz de tomarse libertades con una señorita…
Después de hablar con su tía y confesar lo que había pasado, sus tíos decidieron que era prudente que se quedara en Londres a vivir con ellos por más tiempo. No era bueno para el espíritu tan abatido y la frágil salud de Jane que volviera a Longbourn a escuchar las quejas de la Sra. Bennet y comentarios sobre el Sr. Bingley.
Una semana más tarde, y para distraer a Jane, su tío invitó a dos de sus principales socios a cenar, uno de ellos era un hombre de mediana edad que iba a venir con su esposa y el otro era el Sr. Thompson, que era viudo, tenía 35 años y una niña de 4 años.
Al prepararse para la cena, mientras se miraba al espejo, Jane vio que en los últimos meses su semblante se había demacrado, sus ojos habían perdido brillo y se notaba en su rostro que había perdido mucho peso. La joven reflejada no era la hermosa Jane de Longbourn, era una mujer amargada que había perdido por completo su esencia.
En ese momento, quizás fue la sorpresa al ver su reflejo, quizás fueron las palabras de su tía o quizás fue porque sintió que era lo correcto, lo cierto es que en ese momento, se prometió a sí misma que iba a hacer un gran esfuerzo por recuperarse y salir adelante por las personas que genuinamente la querían, y también por ella misma. Nunca iba a volver a ser la ingenua Jane de antaño, que era incapaz de pensar mal de alguien, había visto que el mundo no era color de rosa, pero no por eso iba a ser una mujer amargada incapaz de ver las cosas buenas que la rodeaban.
