Como desde que su padre había muerto, un poco más de seis años atrás, Darcy fue recibido en Rosings Park con la misma pregunta que le hacía siempre su tía al menos una vez al día durante toda su estadía, "¿Sobrino no te parece que ya es hora de que cumplas con tu deber y te cases con tu prima Anne?"

Deber, esa era la palabra que estaba ya cansado de escuchar y era la definición de su existencia. Todo en su vida era deber... Deber de cuidar de su hermana, deber de velar por el bienestar de sus inquilinos y de sus sirvientes, deber de visitar a su tía para asegurarse que Rosings sea solvente, deber de casarse y tener un heredero..., esa palabra de cinco letras por momentos lo agobiaba.

Ese año, su primo el Coronel Richard Fitzwilliam, como estaba con licencia del ejército debido a una herida grave que tuvo en batalla, lo había acompañado a Rosings. Por lo menos, con la compañía de Richard, no iba a ser tan tedioso cumplir con su deber en esa ocasión.

La primera noche, durante la cena, para su gran asombro se enteró que la Srta. Elizabeth Bennet estaba en Hunsford visitando a su hermana, la Sra. Collins.

Su tía hizo un recuento muy favorable de las virtudes de la Sra. Collins, declarándola una joven recatada, seria, que escuchaba atenta sus consejos. Según su tía, la Srta. Bennet era demasiado locuaz, con decisiones demasiado firmes para ser una señorita tan joven y a diferencia de su hermana, tenía tendencia a no demostrar en forma adecuada el respeto debido a los de mayor rango. Darcy escuchaba el recuento en silencio, mientras el Coronel hacia preguntas provocativas a su tía y fingía asombro por la 'escandalosa' vida de la familia Bennet.

Después de la tediosa cena, en que Anne se tuvo que retirar antes de terminar ya que su salud en el último año se había deteriorado considerablemente, los dos primos se reunieron en la biblioteca a tomar un brandy...

"Darcy, ahora que escucho el nombre Bennet, la mención de varias hermanas y Hertfordshire me acordé de tu amigo Bingley. Por lo que recuerdo estaba muy 'enamorado' de una Srta. Bennet" el Coronel dijo sarcásticamente, ya que Bingley era muy propenso a enamorarse y así de fácil olvidarse, "tan enamorado que después nunca más volvió a la estancia que todavía tiene alquilada."

"Efectivamente, es la misma familia. Aparentemente el 'amor' no era correspondido ya que por lo visto la Srta. Bennet se casó con otro." Hizo una pausa, y después de pensarlo dos veces decidió no contarle a su primo que Bingley le había propuesto matrimonio antes de irse de Netherfield Park, "Me alegro por ella. El Sr. Collins es el heredero de la hacienda de su padre, y de esa forma la propiedad queda en la familia."

"Bueno, no creo que a Bingley le importe demasiado la noticia, los rumores dicen que está cortejando a la Srta. Tell. Por mi parte, admito que estoy muy curioso de conocer a otro de los tantos ángeles de Bingley." Hizo una pausa y con sarcasmo continuo, "Déjame a adivinar... Es rubia, delgada, de ojos celestes y en tu opinión insípida..."

Darcy asintió con la cabeza, ya que era la opinión que tenía de ella.

"Lo que ya tengo claro, que nuestra querida tía está horrorizada que las cinco hermanas nunca tuvieron una niñera, ni institutriz..."

Darcy suspiro, "Si fuera solo eso… Se horrorizaría más si conociera al resto de la familia. La madre es una mujer vulgar, el padre un hombre indolente y las dos hermanas menores deberían estar aún en la guardería aprendiendo buenos modales."

Richard río divertido, su primo era uno de los hombres más intolerantes que había conocido, y esperaba al día siguiente conocer al 'angel' de Bingley y a su 'impertinente' hermana.

Esa noche, antes de acostarse, Darcy nuevamente, como todas las noches, volvió a pensar en Elizabeth Bennet. No podía creer su suerte, todos estos meses tratando de no pensar en ella, y tenía que encontrarla justo ahora en Rosings. El destino le estaba jugando una mala pasada. A pesar de todas las hermosas, ricas y sofisticadas mujeres que conocía, se sentía profundamente atraído por una mujer que no reunía esas condiciones. Tenía que ser fuerte y no caer en la tentación. Aunque, capaz que si la veía de nuevo su extraña fascinación desaparecería y por fin podría fijarse en otras mujeres...

A la mañana siguiente, enseguida del desayuno, los dos primos fueron hacia la casa parroquial a hacer una visita de cortesía.

Los Collins y Elizabeth estaban terminando de desayunar cuando los dos caballeros fueron anunciados por una de las sirvientas. El Sr. Collins emocionado por la gran distinción de tener tan ilustres invitados se levantó enseguida de la mesa y fue a darles una sincera bienvenida, todo lo contrario, a lo que sentía en ese momento Elizabeth.

Para su frustración, todo pasó muy rápido, y Elizabeth no tuvo tiempo de excusarse e irse a su cuarto alegando una jaqueca. De todos los hombres del mundo, el Sr. Darcy era el segundo que más detestaba...