Durante la primera semana del cortejo, Darcy fue casi todos los días a visitar a Elizabeth. Lamentablemente sabía que tenía que volver a Rosings por unos días ya que su primo se iba a casar con Anne. Lady Catherine le había pedido que revisara el contrato matrimonial y que fuera testigo de la boda.

Dado que quería que Elizabeth conociera su casa, decidió invitar a los Gardiner, junto con las Srtas. Bennet a cenar. Cada día que pasaba, para su sorpresa, se enamoraba aún más de Elizabeth, y estaba casi seguro de que ella también estaba sintiendo lo mismo. La relación con los Gardiner era muy cordial, en especial con la Sra. Gardiner, pero en contrapartida con la Srta. Bennet no había logrado prácticamente entablar una conversación.

Dado que la cena era el día anterior a su partida hacia Rosings, su primo Richard – que con ayuda de su padre había logrado rescindir de su comisión – también fue invitado, ya que se iba a quedar a dormir en la casa de Darcy para poder salir temprano en la mañana.

Si bien los Gardiner aún no habían recibido cartas de sus conocidos y familiares de Derbyshire, el Sr. Gardiner había averiguado que el Sr. Darcy era considerado un hombre honesto y que nunca estuvo envuelto en un escándalo. La Sra. Gardiner que tuvo ocasión de estar más tiempo con el caballero, estaba satisfecha con lo que había visto hasta el momento. La única que aún era reticente era Jane.

Para la cena en casa del Sr. Darcy, aunque había muy poco tiempo, la Sra. Gardiner insistió en que su modista hiciera unos arreglos al mejor vestido de Elizabeth para que pareciera nuevo. Además, le prestó a su sobrina sus mejores joyas para que usara esa noche.

Mientras se vestían para la cena, Jane observaba atentamente a su hermana, y veía que no solo ella había cambiado, también Elizabeth se veía distinta. La gran diferencia era que su hermana se veía cada día más bonita y sus expresivos ojos tenían una luz especial; mientras que ella sentía que estaba perdiendo su belleza.

Jane trataba de sacar de su cabeza los sentimientos negativos, pero le era todavía muy difícil pensar en las cosas buenas de su vida. Desde niña, por todos los elogios sobre su belleza – principalmente promovidos por su madre – se había imaginado que un rico caballero efectivamente se iba a enamorar de ella. Pero la realidad fue muy distinta, y el único hombre que le propuso matrimonio en 23 años fue un embustero. Le estaba costando asimilar la realidad de su situación con lo que siempre imagino que iba a ser su futuro.

Cada vez que veía al Sr. Darcy mirar con tal devoción a su hermana, y las cálidas sonrisas que Elizabeth le dedicaba al caballero, se daba cuenta que era inevitable que en un futuro cercano se casaran. Al principio, genuinamente estaba preocupada de que el Sr. Darcy estuviera jugando con los sentimientos de su hermana, y que además se supiera su secreto. Dado que Elizabeth le había asegurado que el Sr. Darcy iba a cortar relaciones por completo con el Sr. Bingley, en ese aspecto estaba más tranquila. Pero no podía evitar sentir un dejo de celos y envidia de que su hermana iba a tener la vida que siempre ella había soñado iba a ser su destino. Sabía que tenía que luchar contra esos sentimientos, ya que Elizabeth además de ser su hermana, era su mejor amiga, pero le era muy difícil.

Sobre las 6 de la tarde, llegaron al a casa del Sr. Darcy, quién los estaba esperando en la puerta. Se sorprendió gratamente al ver bajar a Elizabeth con un vestido que acentuaba muy bien sus curvas y sus hermosos ojos. Richard miraba divertido la escena, nunca se imaginó que iba a ver a su primo enamorado, y al parecer la Srta. Elizabeth le correspondía. Al ver a la Srta. Bennet dedujo que ella era el 'ángel' de Bingley ya que era muy parecida a las otras jóvenes de las que Bingley estuvo 'enamorado', incluida Marianne Tell.

Enseguida que entraron, Darcy les mostró las principales habitaciones del primer piso de la casa, entre ellas el salón de música donde le pidió a Elizabeth si después de cenar podía tocar el piano, y ella gustosa aceptó.

Cada nueva habitación que veía, Elizabeth quedaba más impresionada con la casa del Sr. Darcy. Sin duda la casa era lujosa, pero no había muebles ostentosos, sino que eran modernos, cómodos y funcionales. Los colores de las paredes y cortinas eran claros y luminosos. Había adornos de porcelana, flores naturales en varios floreros y algunas estatuas de mármol. Sin duda los Darcy tenían un gusto refinado y no eran extravagantes.

Durante la cena, que fue servida en el comedor más pequeño, Darcy se sentó a la cabecera con Elizabeth a su derecha y la Sra. Gardiner a su izquierda. Richard se sentó en la otra cabecera con Jane a su derecha y el Sr. Gardiner a su izquierda.

La cena fue muy amena, Darcy y Elizabeth - sin darse cuenta - conversaron principalmente entre ellos, mientras que en la otra punta Richard le contaba al Sr. Gardiner y a Jane algunas anécdotas divertidas de su vida en el ejército.

Solo hubo un incidente relativamente incómodo que le hizo ver a Elizabeth que su hermana aún no estaba recuperada de su desilusión. Todo empezó con un comentario de Richard…

"No quiero que piensen que soy un cobarde, pero estoy feliz de no tener que volver al frente, en la última batalla fui herido de gravedad y todavía tengo algunas secuelas."

"Es cierto, me había olvidado que mi sobrina dijo que se iba a casar con la Srta. De Bourgh. Se que su prima está muy enferma y que le queda muy poco tiempo de vida."

"Lamentablemente es cierto. Es muy extraña y triste la sensación de casarse sabiendo que en muy poco tiempo uno va a ser viudo."

En ese momento, Jane que había escuchado la conversación con un dejo de fastidio en su voz respondió, "Estoy segura que si su prima no fuera una rica heredera, usted no se casaba con ella. Así que, siento pena por su prima, pero no por usted."

Los ojos de todos los presentes miraron a Jane con diverso grado de asombro y horror. Para salvar la incomoda situación Darcy exclamó en voz más alta de lo necesario. "Srta. Elizabeth, me había prometido que iba a tocar al menos una canción el día de hoy. ¿Les parece ir al salón de música?"

Elizabeth enseguida dijo que si, en pocos minutos estaba sentada en el banco del piano, con Darcy a su lado, tocando la misma partitura que había tocado varios meses atrás en la fiesta en casa de Sir Lucas.

Al despedirse de Elizabeth esa noche, además de besarle la mano, como ya era costumbre, le dijo que le iba a escribir al Sr. Gardiner para mantenerla informada de sus planes. Pensaba volver a Londres enseguida que Richard se casara y terminara sus tareas en Rosings.