Disclaimer: Esta historia no me pertenece, los personajes son de Stephenie Meyer y la autora es fanficsR4nerds, yo sólo traduzco sus maravillosas palabras.

Disclaimer: This story doesn't belong to me, the characters are property of Stephenie Meyer and the author is fanficsR4nerds, I'm just translating her amazing words.


Thank you Ariel for giving me the chance to share your story in another language!

Gracias a Yani por ser mi beta en esta historia.


Veintiséis: Bella

5 de octubre de 2022

Cambridge, Inglaterra

Es un hermoso día de octubre, pero todo en lo que puedo pensar es en que este será mi último Halloween donde puedo acaparar mis dulces. Ya es lo suficientemente malo tener que compartirlos con Edward, ¿y ahora con Engendro?

No estoy muy lejos del apartamento cuando recibo un mensaje de Edward.

Edward:

Salimos temprano de una clase. ¿Estás libre para comer?

Me detengo en la banqueta para escribir mi respuesta.

Bella:

Sí.

De inmediato sé que mi respuesta es demasiado sospechosa y Edward demuestra lo bien que me conoce un segundo después.

Edward:

¿Qué sucede?

Miro mi teléfono, intentando averiguar cómo poner en palabras todo lo que estoy sintiendo. No puedo. No tengo las palabras para estos pensamientos y emociones mezcladas en mí, y sé que la mejor manera de ordenarlos es ir a ver a Edward. Él sabrá antes que yo lo que estoy sintiendo.

Bella:

¿Dónde quieres que nos veamos?

Me responde que en un café a dos calles de donde me encuentro, y voy hacia esa dirección.

Edward está afuera del café cuando llego, y me duele el corazón al ver la preocupación en su cara. Me jala a sus brazos en cuanto estoy lo suficientemente cerca y me hundo en él, respirándolo. Él es mi hogar y empiezo a relajarme de inmediato.

—¿Qué sucede? —pregunta con una mano frotándome la espalda—. ¿Qué dijo el doctor?

Edward intentó zafarse de su clase de esta mañana y al no poder, intentó convencerme de reagendar la cita. Eso tampoco había sido posible, y al final fui sola al doctor. Sabía que le molestaba no haber estado ahí, a pesar de que le aseguré de que todo lo que iba a hacer era confirmar que estaba embarazada para luego quitarme el DIU.

—Tenemos un Engendro —suspiro en su pecho—. Podemos desalojarlo en algún punto durante mayo.

No le estoy viendo la cara, pero siento que sonríe al apretar sus brazos a mi alrededor.

—¿Ya empezaste a redactar la orden de desalojo? —pregunta, riéndose entre dientes. Sonrío en su pecho.

—El doctor pensó que estaba loca —digo, apartándome lo suficiente para verlo a la cara—. Prácticamente podía escucharlo llamándome lunática en su mente.

Edward pone los ojos en blanco.

—Entonces no es el doctor adecuado. Seguiremos buscando a alguien mejor cualificado —me asegura. Me hace sentir mejor y me vuelvo a recargar en su pecho—. ¿Ya llamaste a las chicas?

Vacilo.

—No —digo, separándome de él otra vez—. Todavía no puedo hablar mucho del tema.

Frunce el ceño, pero asiente, parece que lo entiende.

—Bueno. —Se detiene y voltea a ver el café—. Adentro hay unas cuantas personas de mi doctorado. ¿Tienes ánimos de conocerlos?

Miro hacia el café.

—¿Sexy Corin está ahí? —pregunto.

Edward resopla.

—Bella —dice con una advertencia en su voz. Le lanzo una sonrisa y me giro para entrar al café.

Está lleno de gente, pero ubico rápidamente al grupo de Edward ya que los tres voltean a verlo en cuanto entramos. Dos chicos —uno rubio, otro castaño— están sentados junto a una chica con unos gruesos y despeinados rizos rojos. Es jodidamente hermosa, como había predicho. Parece que todos están aquí, excepto por la abuela alemana.

—Bella, ellos son Erick, AJ y Corin —dice Edward cuando nos acercamos a la mesa—. Chicos, esta es mi esposa Bella.

Todos me saludan mientras Edward y yo nos acomodamos en los dos asientos vacíos.

—Es un placer conocerte —dice Erik, inclinándose hacia enfrente.

—Hola. —Les asiento a todos. Me giro hacia Corin, que tiene una sonrisa fácil y relajada en el rostro—. Eres jodidamente preciosa.

Edward se ahoga con una risa al acomodarse en su silla y Corin suelta una brillante carcajada.

—Gracias, igual tú, querida —dice con un guiño. Oh. Oh. Le sonrío al otro lado de Edward.

—Sabes… —empiezo a decir, pero Edward carraspea.

—Bella. —Su tono es una advertencia y le sonrío.

—Ambos creemos que eres supersexy —digo, volteándome hacia Corin. Edward sacude la cabeza, tose de nuevo mientras que Corin nos lanza una sonrisa brillante.

—Pues me siento halagada —dice, ladeando la cabeza—. Son una pareja preciosa. —Su acento no está tan marcado como esperaba ya que es de Escocia, pero está rodando sus erres de una manera casi hipnótica. Me hace sonreír.

Edward gruñe.

—Nena, ¿qué quieres comer? —pregunta, parándose abruptamente. Sonrío.

—¡A ti! —grito cuando empieza a alejarse de la mesa. Veo que encoge los hombros al carcajearse. Me giro de regreso hacia la mesa y noto que los chicos me están mirando con ojos como platos—. Se va a arrepentir de habérmelos presentado.

Corin se ríe.

—¡Pues yo no me arrepiento! —Se echa el cabello sobre un hombro—. Eres justo lo que necesita este viejo pueblo aburrido.

Le sonrío y, por primera vez desde que supe lo del Engendro, empiezo a sentirme como me sentía en casa.