Disclaimer: Esta historia no me pertenece, los personajes son de Stephenie Meyer y la autora es fanficsR4nerds, yo sólo traduzco sus maravillosas palabras.
Disclaimer: This story doesn't belong to me, the characters are property of Stephenie Meyer and the author is fanficsR4nerds, I'm just translating her amazing words.
Thank you Ariel for giving me the chance to share your story in another language!
Gracias a Yani por ser mi beta en esta historia.
Veintiocho: Bella
6 de octubre de 2022
Cambridge, Inglaterra
No me puedo poner cómoda.
Edward y yo estamos pasando una mañana juntos, y ambos estamos intentando trabajar en la cama, pero literalmente todas las posiciones se sienten mal. Siento que tengo que orinar, pero no estoy segura de si me estoy sugestionando al saber que tuve que haber orinado más, o si de verdad tengo que ir. Además de eso, me desperté con bubis que se sienten como si hubieran sido ablandadas por un carnicero maniaco, así que mi humor no es el mejor.
—¿Estás haciendo pucheros?
Miro a Edward que está apoyado en nuestra cabecera con su libro en el regazo. Apenas me mira, así que le saco la lengua. Sonríe, incluso mientras cambia la página de su libro.
—Tengo que hacer pipí —me quejo. Se detiene y me mira.
—¿Pues ve?
Pongo los ojos en blanco.
—No. Estoy calentita, ¿y si mi cuerpo solo está fingiendo?
Me mira.
Le regreso la mirada.
Estoy molesta con él, pero también quiero saltarle encima.
—Nena —dice lentamente—. Solo levántate y ve a hacer pipí.
—¡Pero soy un rollito de canela! —me quejo, apretando más las cobijas a mi alrededor. Suspira.
—Ve a orinar y yo te envolveré otra vez.
Es una oferta intrigante, porque sin duda alguna significa que terminaremos revolcándonos en la cama.
—De acuerdo —digo, quitándome las cobijas de encima. Edward sacude la cabeza mientras yo me dirijo al baño. Hace frío en nuestro apartamento y me estremezco cuando los dedos de mis pies tocan el azulejo del baño.
En cuanto me siento en la taza me doy cuenta de que de verdad necesitaba orinar y me alegro de haberme levantado.
Termino mis asuntos —después de orinar por unos treinta segundos seguidos— luego me lavo las manos antes de regresar a la cama. Edward está bebiendo café y leyendo su libro cuando me meto a la cama. No sé si se las arregla para no derramar su café o no porque me meto debajo de las cobijas.
—¡Tengo frío!
Se ríe y siento que suelta su libro para subir las cobijas sobre mi culo quejumbroso.
—¿Mejor? —pregunta. Asomo la cabeza fuera de las cobijas.
—Sí. —Le beso el codo, el cual es la parte más cercana de él que puedo alcanzar y sonríe. Agarra otra vez su libro mientras yo agarro mi teléfono. Debería estar escribiendo, pero no tengo ganas esta mañana, así que en vez de eso estoy viendo TikTok.
—Oye —digo cuando se me ocurre algo un momento después. Edward me mira—. No le hemos contado a nadie sobre el Engendro.
Edward suelta su libro.
—¿Creí que querías esperar?
Suspiro.
—Mira, si de mí dependiera, nadie lo sabría hasta que apareciéramos ante sus puertas en Navidad o algo así.
Edward se ríe.
—Nena, podemos esperar antes de contarles a todos —dice, sacudiendo la cabeza. Frunzo el ceño.
—Es que quería contarle a Rose, lo que significa que Alice se enterará, lo que significa que tu mamá lo sabrá —digo lentamente. Edward asiente, comprendiéndolo.
—¿A quién le quieres contar primero?
Lo reflexiono un momento. Quiero contarles a las chicas porque las necesito ahora más que nunca. ¿Todavía tengo miedo de hablar con ellas? Sí, más que nunca, pero al menos Rose ha pasado por esta parte de un embarazo antes y tengo preguntas.
Miro a Edward.
—A mi papá —digo al fin—. Luego a tus padres, si estás de acuerdo.
Edward asiente.
—Creo que suena perfecto.
—Después llamaré a las chicas, antes de que tu mamá tenga oportunidad de publicarlo en el Chicago Tribune o algo así.
Edward resopla.
—No me sorprendería de ella.
Me río.
—¿Quieres llamar a tu mamá?
Me pongo seria ante la mención de mi mamá.
—Solo me va a dar un sermón sobre matar el romance en nuestro matrimonio —bufo—. Paso.
Edward frunce el ceño.
—Estoy de acuerdo —dice lentamente. Lo miro. Parece que está intentando encontrar una manera de decirme que de todas formas debería contactarla.
Gruño.
—Bien, también la llamaré. A pesar de que no se lo merece.
Edward estira la mano para darme un apretón en el hombro.
—Creo que es lo mejor.
Suspiro.
—Sí, eso espero.
