Disclaimer: Yu-Gi-Oh! GX no es mío, de otra forma, es casi 100% seguro que al menos la mitad de este fic habría pasado en el canon de una u otra manera.
Capítulo 3
Los primeros pasos hacia una familia
Si bien Camula no tenía experiencia cuidando de niños humanos, mucho menos bebés, sí tenía el dinero y los recursos para encontrar la manera. Además, los vampiros poseían ventajas naturales y sobrenaturales que los hacían superiores a los mortales; no solamente en lo físico, sino también en lo intelectual.
Un vampiro podía «beber» conocimiento de distintas fuentes –libros, periódicos, revistas e, incluso, medios audiovisuales–, al igual que los humanos. Sin embargo, para ellos, el conocimiento fluía desde esos medios casi como si fuera sangre.
Alimentarse bien ayudaba a fortalecer esa capacidad, además de ser en sí mismo una fuente más de conocimiento y aprendizaje.
Camula no sabía si había una razón natural o sobrenatural para ello, el caso era que la sangre guardaba información. (¿Sería eso a lo que los científicos modernos llamaban «memoria genética»?) En especial recuerdos y conocimientos de distintas clases: empírico, científico, o de cualquier otro. No es que si un vampiro bebía la sangre de alguien hasta dejarlo seco automáticamente fuera a aprender todo lo que su víctima sabía. Era más bien como ir a la escuela: el cocimiento se iba acumulando poco a poco, año tras año, y a lo largo de los siglos mientras se mantuviera una alimentación adecuada.
Esa era la razón principal por la que los vampiros eran esnobs en el tema de que sangre bebían cuando se trataba de conseguirla fuera de su Ganado. En el injusto mundo humano, cuanto más poder, influencia y dinero tenía una persona, mayor era el conocimiento al que tenía acceso y, por tanto, al beberla se aprendían más cosas de ella. También, esa fue la razón principal por la que Camula se mantenía en los círculos de la alta sociedad y la aristocracia, aun cuando haberse camuflado entre las masas del vulgo común habría sido más fácil.
(También porque había una correlación directa entre pobreza, la falta de educación, y la superstición que fue el enemigo de su raza. Era más fácil para las personas sin educación creer en las explicaciones sobrenaturales, incluso más en la actualidad, donde los «educados» buscaban siempre ajustar todo a su fría lógica científica.)
Como añadido a eso, Camula tenía la eternidad para aprender sobre lo que quisiera y al ritmo que lo deseara. La diferencia era que ahora no tenía tiempo: sus Crías estaban allí y la necesitaban.
Por fortuna, sus pensamientos también eran más ágiles, de la misma manera que sus reflejos y su velocidad eran mayores. No había terminado siquiera de escuchar la explicación de Mizuchi y Takuma, cuando una parte de su mente ya estaba dos pasos por delante con respecto a lo que debía hacer a continuación. Y, cada vez que surgía información que podría complicar las cosas, de inmediato ideaba mil soluciones nuevas para abordar dichos retos.
Lo primero en lo que pensó, una vez solucionado el asunto de cómo librarlos de consecuencias por el crimen sucedido allí, fue que necesitaba a un pediatra, el mejor de toda la ciudad, incluso del país, si era necesario, que hiciera un chequeo de salud completo de sus crías. Taku y Mizu lo necesitaban más urgentemente. Se notaba a simple vista que estaban desnutridos, aunque no sabía si era porque habían vivido ya mucho tiempo en la calle, o si venía incluso de antes. Por el miedo que habían mostrado ante la perspectiva de ser castigados, y lo que Takuma dejó entrever sobre su abuelo, estaba más inclinada a lo segundo.
Judai, en comparación, era un niño sano. La anciana, su abuela, hizo un buen trabajo cuidando de él. Su único desliz parecía ser el haber acudido a ese barrio de Domino la noche de su fatal destino, sin pensar en las posibles consecuencias para el pequeño Juu si algo salía mal.
No es que Chieko Yuki hubiera podido saber que eso pasaría y actuar para evitarlo. En ese sentido, Camula tenía que admitir que su reproche a la difunta anciana era solamente su amargura. La estaba recriminando por algo que ya no podría ser: una posible explicación a la anomalía que era la existencia de Judai. ¿Era el alma vampírica dentro del bebé algo exclusivo suyo o de toda su familia? ¿Podría haber sido la familia Yuki la clave para hacer resurgir al Clan?
En ese momento, parecía que nunca lo sabría, puesto que ya no quedaba ni un solo Yuki con vida, además de Judai. Cómo aprendió más tarde en los registros públicos de la ciudad, a diferencia de otras familias y clanes de Japón, los Yuki no tenían ramas. Casi como si fuera una maldición, la familia producía una sola heredera cada generación. Siendo ese el caso, parecía un milagro que hubieran sobrevivido a través de la guerra Bochín y dos guerras mundiales. Eso sin hablar que sortearon siglos de epidemias y hambrunas en un mundo en el que –antes de la medicina moderna– ocho de cada diez niños no llegaban a la edad adulta.
Regresando a los sucesos de esa noche en el callejón, el joven abogado Tachibana fue el primero en llegar, únicamente dos minutos antes de que apareciera la policía.
Camula fue precisa al dar su primera instrucción, prescindiendo de toda formalidad:
—Quiero la custodia de los tres niños. Haz lo que sea necesario para conseguirla.
Tachibana se inclinó levemente, asegurando que se ocuparía. Camula decidió que, si de verdad lo conseguía, quizá se plantearía darle un trago de su Sangre. Habían pasado demasiado tiempo desde que había tenido un verdadero rebaño de Ganado. Mirando a sus crías, se dio cuenta de que era hora de comenzar a buscar candidatos adecuados para eso. Sus niños iban a necesitar una fuente de sangre adecuada cuando llegara la hora de que les diera la Sangre para unirse a ella en la Noche Eterna.
Esa primera noche, a Camula no le costó mucho trabajo convencer a los detectives de que sería mejor para todos si los niños fueran con ella a pasar la noche. En una noche fría como esa, y tras haber presenciado algo tan traumático, los niños necesitaban de una cómoda y caliente cama en un hogar de verdad. Además, llevarlos a un lugar en el que se sentirían amenazados, como lo era la estación de policía o un hospital, solo empeoraría las cosas.
Esto último era especialmente cierto para Takuma y Mizuchi. Ellos no confiaban fácilmente en los adultos, como lo demostró lo mucho que lucharon contra los paramédicos que intentaron hacer el chequeo de salud básico. No fue hasta que Mizuchi pareció escuchar a alguien hablar (¿Yubel?, se preguntó Camula.) que por fin se calmaron y les permitieron hacer su trabajo.
Camula estaba segura de que al menos uno de los detectives debía tener hijos propios, ya que ni siquiera tuvo que hacer uso de su Dominio para convencerlos… Al menos no demasiado.
Todavía tuvieron que ir a un hospital para una revisión rutinaria, pero estaban fuera de allí menos de dos horas después.
Cuando arribaron a la antigua casa de los Oshita, eran casi las dos de la mañana. Juu estaba profundamente dormido, tras haber sido alimentado con fórmula para bebé por una de las enfermeras. Taku apenas si se podía mantener despierto, y era únicamente la preocupación por su hermana lo que evitaba que él mismo no se durmiera. Mizu, en cambio, agotada como estaba, ahora era peso muerto en los brazos del abogado Tachibana.
Camula decidió acostar a los niños en su propia cama. No es como si hubiera un lugar más en el cual hacerlo.
Si bien los vampiros tradicionalmente solían dormir en ataúdes, Camula decidió abandonar dicha costumbre en pos de la supervivencia. Llegado al mundo moderno, no se veía cambiando los cómodos colchones y las sábanas de seda por las viejas cajas de madera forradas. Una ventaja adicional era que tendía a llamar menos la atención si no viajaba de un lugar a otro del mundo cargando la caja de un muerto.
Tachibana acordó que se reuniría con ella en unas horas más, y luego se marchó.
Camula permaneció recostada en la cama, con Judai a un lado y Mizuchi apoyando su cabeza sobre su regazo y profundamente dormida.
Takuma se sentó frente a ellos, pretendiendo vigilar, cabeceando cada vez con más frecuencia.
—Takuma, pequeño, necesitas dormir —dijo Camula.
El niño negó con la cabeza.
—¿Estás preocupado por Mizuchi? Les prometí que iba a cuidar de ustedes, ¿recuerdas?
Takuma la miró, evaluando si decía o no la verdad. Camula no estaba segura de que había decidido sobre eso, pues al instante apartó la cabeza.
—Mamá prometió lo mismo… —murmuró, tan bajo que, de no ser por su sentido del oído ultrasensible, Camula no lo habría escuchado.
Por la forma en la que Taku apretó sus puños, y a la vez el dolor que reflejaron sus ojos, Camula supo que, de alguna manera, su madre había roto esa promesa. El dolor abrumador que despedía el niño, tan potente que provocó un estremecimiento a los otros dos niños, era un claro indicio de cómo sucedieron las cosas: ella murió y no pudo cumplir esa promesa.
—Entiendo —dijo Camula con voz suave—. Pero, si vas a proteger a Mizu y a Juu, necesitas descansar.
Camula abrió su corazón por completo para Takuma, sabiendo que este era más que capaz de percibir sus emociones. Por primera vez en siglos, no había soledad, resentimiento o amargura. Por el contrario, era la calidez de la esperanza. El destino le había traído por fin a quienes eran dignos de ser parte de su Familia.
Takuma envió varias miradas indecisas a Camula, en un claro intento por ser disimulado, pero fallando debido a lo cansado que estaba. Finalmente, gateó hasta donde estaba Camula al otro lado de la enorme cama de tamaño Presidential King Size. Cuando llegó allí, se sentó en una posición similar a la flor de loto, todavía dudando de si debía unirse a ellos en su descanso. Esto duró hasta que Mizu abrió levemente los ojos, alzó la cabeza y le sonrió.
—Lo siento —dijo la niña. Takuma la miró con sorpresa, Camula observó el intercambio, expectante—. Olvide decir «buenas noches».
Camula soltó una pequeña carcajada. La verdad, no esperaba que Mizuchi se disculpara por algo tan insignificante como eso.
—Todavía no es de día —dijo Camula—. Así que, buenas noches, Mizu.
La niña asintió.
—Buenas noches, señora, Taku —y volvió a recostarse en el regazo de Camula.
Takuma miró unos segundos más a su hermana, después, tras mirar a Camula, asintió. Murmuró un suave «buenas noches» y luego se recostó junto a su hermana, quien pasó un brazo sobre él, claramente acostumbrada a dormir de esa manera.
Camula acomodó las mantas, asegurándose de que los dos estuvieran cálidos y bien arropados. Luego se quedó allí, contemplando a sus niños, hasta que llegó el amanecer y Judai los despertó con su llanto, exigiendo un cambio de pañal y más fórmula.
De todas formas, estaban tan cansados que, una vez Camula se levantó para tomar al bebé y acomodar una almohada para que descansaran sus cabezas, volvieron a quedarse profundamente dormidos. Una vez Judai se tranquilizó y volvió a dormir, Camula depositó un suave beso en la frente de sus dos niños mayores.
Los miró un rato más desde la puerta, y luego fue a reunirse con el abogado Tachibana. Todavía había muchas cosas que discutir.
- GX -
Los siguientes días al incidente del callejón fueron un circo mediático. Camula sintió deseos de dejar seco a quién filtró todo el asunto a la prensa de la ciudad. Por fortuna, como suele pasar en el mundo moderno, pronto surgió algo más «fresco» a lo que los medios podían sacarle provecho y los dejaron en paz. El crimen en aquel callejón, con todo y sus peculiaridades sobrenaturales, fue relegado a ser solo una nota al pie página, como muchas otras noticias violentas que sucedían día a día en la ciudad y el mundo.
Esto fue tomado por la vampira como otra prueba más de lo absurda e irracional que era la mente de los humanos: eran animales que disfrutaban ver como corría la sangre de su propia especie.
Dejando eso de lado, Camula tenía cosas más importantes de las que ocuparse. Empezando por aprender lo más que pudiera sobre sus crías y ver que el pediatra se ocupara de ellas.
Como Camula ya había anticipado, su pequeño Juu aún no había llegado siquiera a los seis meses de edad. De hecho, tenía menos de tres meses, a pesar de que parecía ser un poco mayor, sobre los cuatro meses. Según el registro civil de la ciudad, había nacido el 31 de agosto, es decir, estaba a la mitad de su segundo mes de vida.
El pediatra estaba sorprendido con el desarrollo de Judai. Si bien tenía un tamaño y peso dentro de lo esperado para un niño de su edad, su desarrollo emocional y motriz era mucho más avanzado de lo que debería. Camula se preguntó si era a causa de su alma de vampiro.
Takuma y Mizuchi eran quienes más cuidados necesitaban. A la desnutrición debía sumar hematomas y fracturas mal sanadas, las cuales se habían acumulado por años. Taku estaba peor en ese aspecto, no solo por ser el mayor, sino porque estaba claro que había hecho todo lo posible para proteger a Mizu de sus abusadores.
Como es natural, se llevó a cabo una investigación sobre sus antecedentes. No fue nada fácil, ni para la policía ni para los investigadores de la firma de abogados que trabajaba para Camula. No había un solo archivo, en hospital u oficina civil de Japón, que tuviera una copia de su acta de nacimiento. Su familia ni siquiera se había tomado la molestia de registrarlos.
A la vampira le habría gustado ir ella misma en busca de esas personas para darles una lección, pero se contuvo y lo dejó a los investigadores y a la policía. Su prioridad debía ser cuidar de sus crías, la venganza vendría más tarde.
Camula consiguió que le confesaran que el apellido de su familia era Saiou y que habían escapado de Kagoshima, la capital de la prefectura del mismo nombre, la cual se ubicaba al norte de ciudad Domino. Takuma aseguraba tener cuatro años, mientras que Mizuchi tenía dos. En una de esas casualidades raras que tiene la vida, ambos nacieron un 12 de octubre; él en 1986 y ella en 1988. Es decir, acababan de cumplir años tan solo una semana atrás.
La madurez que habían mostrado hasta ahora parecía ser producto de haber crecido en un ambiente de abuso. Takuma se vio forzado a madurar pronto para cuidar de su hermana. Incluso así, el pediatra se sorprendió nuevamente del gran desarrollo que tenían los niños.
Por supuesto, en su caso, a diferencia del de Judai, Camula sí que podía decir cuál era el motivo. Aunado a la necesidad de aprender cómo sobrevivir a un entorno hostil, sus capacidades psíquicas los convertían en esponjas de conocimiento. La razón por la que Mizuchi se expresaba tan bien a esa edad era que podía «conectarse» con las mentes de los adultos y, de forma inconsciente, sacar información de ellos.
Camula entendió que su percepción de que podían ver a través de su alma no era del todo incorrecta.
Visto el tema de la salud, quedaba el asunto de donde instalarlos. No podían dormir en la habitación de Camula por siempre. Una visita rápida a una tienda departamental y a una agencia de decoración después, y tenía lo necesario para que dos de las habitaciones de la casa se acondicionaran para ellos. Con el incentivo económico adecuado, a los obreros les tomó tan solo un fin de semana tener el lugar listo y amueblado.
Takuma y Mizuchi no querían separarse, así que por ahora iban a compartir la misma pieza. Aun así, mientras Judai todavía era un bebé pequeño (e incluso un poco después) fue muy común que Camula los encontrara por la mañana «acampando» junto a la cuna del su «hermano pequeño». Debido a esto, se volvió una necesidad mantener dos futones en el armario de la habitación de Juu todo el tiempo.
La contratación de una niñera fue la siguiente necesidad a cubrir en su lista.
Si bien Camula podría aprender la manera correcta de cuidar del pequeño Juu, prefería tener a un ser humano con experiencia ocupándose de eso. O, mejor dicho, un Ghoul: un esclavo vampiro cuya lealtad a ella y sus hijos fuera incondicional.
Mediante el Dominio, los vampiros podían manipular la mente de los humanos de muchas maneras, desde la más leve implantación de ideas, hasta crear verdaderas ilusiones mentales. No obstante, el Dominio eventualmente desaparecía e incluso podía darse el caso que el humano terminará desarrollando resistencia a este. En muy puntuales casos, algunos humanos nacían con inmunidad parcial o total a este, o la adquirían mediante la magia y otros medios esotéricos.
De hecho, Camula estaba segura de que Taku y Mizu desarrollarían inmunidad a esto debido a su gran percepción psíquica. Si eran tan fuertes como ya había anticipado, para influir sobre ellos se necesitaría la fuerza de un vampiro anciano, y ya no había ninguno de ellos rondando por el mundo en esos días. No es que Camula fuera a usar el dominio en ellos. Necesitaba obtener su confianza absoluta, hacer eso la haría perderla por siempre dados sus antecedentes.
Con respecto a la niñera, en primera instancia, Camula tuvo que aceptar que una enfermera asignada por la Agencia de Cuidados Infantiles de Domino se ocupará del pequeño Juu. Mientras, ella solicitó los currículos de niñeras de diversas agencias de la ciudad, incluso nacionales.
La «contratación» de una niñera también obedecía a la necesidad de tener una mejor imagen para el futuro proceso de adopción definitiva.
Si bien Camula tenía los medios para cuidar de los niños, no cambiaba el hecho de que seguía aparentando ser una mujer joven que vivía sola. Obtener una custodia temporal fue fácil debido a la corrupción de la ciudad. Adoptarlos, por otro lado, significaba que el gobierno de la Prefectura de Kagoshima y el gobierno central de Japón iban a interferir.
—La reciente Ley de Adopción Rápida nos da una ventaja —le aseguró el abogado Tachibana—. No obstante, me apena decirlo, pero, señorita Karnstein, su situación como migrante puede ser un impedimento en nuestro caso.
—No soy un multimillonario excéntrico, una cantante famosa o una estrella de Hollywood que busca dar la impresión de ser una mujer altruista al adoptar huérfanos de países extranjeros —replicó ella dejando ver su molestia.
El abogado Tachibana retrocedió un poco, pero aun así respondió lo que le correspondía como su abogado:
—Por supuesto, no digo que lo sea. Sin embargo, Japón no es un país pobre deseoso de deshacerse de una sobrepoblación de niños huérfanos.
No, el problema iba más allá. La desconfianza típica de los japoneses a cualquier extranjero, y el hecho de que era un país en el que los lazos sanguíneos eran lo más importante, eran un impedimento para la adopción de tres niños por parte de una completa extraña. A causa de esto último, muy a pesar de la mejora que significó la Ley de Adopción Rápida, muchas agencias de adopción seguían operando en un sistema que buscaba ganar el mayor provecho posible de la situación; haciendo cosas como pedir «donaciones» de hasta cinco millones de yenes por niño a quienes querían adoptar. Por ley, todo trámite de adopción se hacía mediante una de estas agencias privadas.
Y luego estaba el verdadero prejuicio que podría impedirle a Camula adoptar a los niños: en apariencia, era una mujer de veintiuno años viviendo sola en una enorme casa de un país extranjero, sin familia conocida y sin estar casada. Adoptar en un país en donde cualquier cosa que se saliera de lo considerado socialmente aceptable era mal vista y hasta causa de segregación (sería así incluso aunque fuera japonesa). No por nada, los japoneses tenían un dicho muy famoso: «El clavo que sobresale, se encontrará con el martillo».
—Le di una instrucción, abogado. —Tachibana tembló al escuchar las palabras frías de su cliente. Camula empujó su Dominio sobre la mente del abogado al límite, por un momento tentada a controlarlo por completo, pero al final decidió solamente dar el impulso correspondiente a la dirección que necesitaba—. No me importa cuánto cueste, si tengo que sobornar al mismísimo primer ministro o la mitad de la Dieta, tampoco lo que su sociedad piense sobre mí. Son mis hijos, y quiero que eso quede claro.
Camula podría tomarlos y desaparecer con ellos, si no fuera por el hecho de que Mizu y Taku estaban muy dañados. Necesitaban estabilidad, no volver a rodar por el mundo, aunque fuese al cuidado de su madre, quien además debía ocuparse de un bebé recién nacido. No, por ahora no podía moverse de ciudad Domino.
Tal vez en unos años más eso sería posible, mientras tanto, podía comenzar a buscar un lugar remoto del mundo en el cual mandar a construir un Nido adecuado. El mundo en general se estaba moviendo hacia una visión más cínica con respecto a lo sobrenatural, el vulgo común comenzaba a olvidar las supersticiones y la religión. Tal vez era el mejor momento posible para reconstruir a su Clan. Adquirir tierras en algún sitio alejado en donde nadie la molestaría a ella y a sus hijos, conseguir un rebaño, Ghouls y otra servidumbre… Sí, definitivamente valía la pena.
Camula salió de su reunión con Tachibana con una nueva resolución para hacer eso.
Durante los siguientes días, Camula fue aprendiendo más y más sobre sus crías, y estas, a su vez, de ella.
Tras poco más de una semana bajo el mismo techo, Camula era consciente de que tanto Takuma como Mizuchi sospechaban que ella no era del todo un ser humano. No es que Camula hubiera hecho algo para ocultar ese hecho de ellos. Lo menos que quería era generar una situación de desconfianza que los alejara de ella, aunque tampoco estaba lista para decirles abiertamente lo que era.
Por supuesto, para poder mantener la custodia, Camula tuvo que hacer ciertas concesiones y cambiar algunos de sus hábitos. Como todo miembro del Clan de los Vampiros, no era alguien que disfrutara del sol. Este no la dañaba como creían los humanos gracias a la ficción moderna, pero sí que era molesto; además, al ser depredadores nocturnos, eran mucho más poderosos por la noche. A pesar de eso, Camula cambió sus hábitos de sueño para estar más tiempo despierta durante el día y poder cuidar de sus crías.
Quizá eso fue lo que hizo un poco más difícil para que Takuma aprendiera que era exactamente su nueva cuidadora –Camula esperaba el día en que la palabra «madre» reemplazará dicho término en la mente de Taku–. Tampoco estaba muy segura de que tuviera una idea de lo que era un vampiro de acuerdo al concepto occidental, ya que, si bien Japón adaptó el folclore europeo sobre su raza a su ficción y cultura popular, dudaba que Taku y Mizu hubieran tenido la ocasión de empaparse de esas ideas.
Mizuchi, por otro lado, no parecía tener la misma reticencia de su hermano a aceptarla abiertamente. Así lo dejó ver antes de una de las audiencias con las trabajadoras sociales al preguntar al abogado Tachibana:
—Entonces, si nos portamos bien con esas señoras, ¿la señora Camula se convertirá nuestra mamá?
Camula pasó sus dedos por el largo y brillante cabello de Mizu. El daño que los humanos le causaron tardaría todavía un tiempo más en sanar. Aun así, ahora que estaba libre de la suciedad de la calle y vestía ropa adecuada, parecía una hermosa muñequita. Cuando Camula la veía, era capaz de ver también a la hermosa, orgullosa y poderosa vampira que sería una vez que alcanzara la madurez adecuada para recibir la Sangre. No tenía dudas de que, si su Madre hubiera sobrevivido, estaría más que complacida de que Mizuchi se uniera como un miembro orgulloso de la familia Karnstein; al igual que con respecto a Taku y Judai.
Takuma, por su parte, tenía una elegancia propia. A pesar de su edad, se esforzaba por mostrarse como alguien correcto y de buenos modales. Quizá había aprendido que de ese modo era mucho más fácil que los humanos adultos lo tomaran en serio y, de manera natural, esa elegancia pasó a formar parte de su personalidad. Sus profundos ojos de color púrpura eran agudos como los de un águila, lo cual se complementaba perfectamente con su capacidad para leer a las personas, tanto mediante su lenguaje corporal como por sus pensamientos superficiales.
Además de lo anterior, incluso a su corta edad, Taku estaba mostrando tener los dotes de un verdadero vidente. Esto hizo que Camula se lamentara una vez más por el fatal destino de todo el conocimiento místico y esotérico que su raza tuvo alguna vez. Miles de años de conocimientos habían desaparecido en unas pocas décadas. De haberse conservado al menos una parte de esos saberes, Taku podría haber sacado un gran provecho de ellos.
Su pequeño Juu, en cambio, la aceptó de muy buena gana. Su joven alma de vampiro anhelaba la guía y la protección que únicamente una Madre o un Padre de Sangre podían darle. A falta de una de estas figuras, su alma se vinculó con la de ella de una forma tan intensa que simplemente era perfecta. Camula a veces sentía como si ella misma hubiera dado a luz a esa pequeña fuente de felicidad: su pequeño niño risueño, curioso y deseoso de beberse al mundo.
En realidad, Camula no estaba segura de cómo era posible que tal conexión existiera. Tampoco es que supiera mucho sobre el funcionamiento de las almas de su especie, más allá del instinto propio que unía el alma de cada miembro de una Familia a sus hermanos, padres y demás parientes en la Sangre. Como se dijo antes, Camula era muy joven –tan solo ciento cincuenta años como vampira– cuando su raza cayó. Apenas comenzaba su educación en los caminos de la noche, e incluso a esa edad se la consideraba una niña. Vamos, ni siquiera le dio tiempo a decidir cómo iba a beneficiar al Clan y prepararse para ello.
- GX -
Pasó una semana desde el incidente en el callejón cuando Camula consiguió una niñera adecuada: la señora Tome. Ella era una mujer de mediana edad sin familia, salvo por una sobrina adolescente de quince años de nombre Seiko, quien había hecho de cuidar a niños ajenos su modo de vida. Vivía en Tokio, así que el contacto se dio mediante una agencia de niñeras.
Si bien la señora Tome dudó en tomar el trabajo dado que tendría que mudarse a otra ciudad, aceptó su petición de entrevistarse con ella y llevar a su sobrina.
—Si acepta el empleo, espero que se mude de inmediato —le indicó Camula—. Mis niños y yo necesitamos desesperadamente un poco de ayuda.
Camula era orgullosa, pero también, como todos los vampiros, una experta en la manipulación. Tienes que serlo si pretendes existir engañando a los humanos. Se presentó como una joven vulnerable y altruista, quien aceptó cuidar de tres niños huérfanos para evitarles el sufrimiento de ingresar al sistema frío e impersonal de los orfanatos estatales.
Sabiendo que la manipulación emocional tenía un límite, Camula se valió también de lo que los humanos más apreciaban en los tiempos modernos: la estabilidad económica y el asegurar el futuro de las crías. Por este motivo, ofrecía prestaciones superiores a las que estaba obligada por la ley de Japón, lo que incluía vivienda y facilidades para que su sobrina ingresara a una escuela mucho mejor de la que podía pagar, e incluso una beca universitaria.
Camula aseguró que se atrevía a ofrecer esto porque esperaba que ella se quedará mucho más allá de la infancia temprana de Judai. Después de todo, sus niños necesitaban estabilidad luego de todo por lo que habían pasado en su corta vida.
Incluso con todo eso, no estaba de más un último empujón emocional. Con este fin, decidió acudir a la entrevista llevando al pequeño Juu, a Mizu y a Taku con ella. Bueno, en realidad no era del todo así. Sabiendo lo mucho que les costaba a Mizuchi y Takuma confiar en los adultos, decidió que ellos debían ser partícipes del proceso de selección.
Su instinto no falló. Mizuchi encontró que tanto la señora Tome como Seiko eran personas agradables. Taku, como de costumbre, se mostró un poco reticente, aunque le bastó ver un intercambio de palabras entre Mizu con la mujer y su sobrina para decidir darles una oportunidad.
Si todavía quedaba una duda en la señora Tome respecto a tomar el trabajo, esta desapareció cuando Judai le dedicó una de sus tiernas sonrisas sin dientes. ¿Quién podría resistirse a su pequeño?
Se acordó que la señora Tome y su sobrina iban a mudarse de Tokio a Domino el primer fin de semana de noviembre. A Camula le habría gustado que fuera de inmediato, pero incluso ella no podía acelerar la burocracia que conllevaba un cambio de domicilio tan repentino.
En todo caso, fue bueno que eso se hubiera aplazado. El final de octubre trajo consigo algo que no esperaba: conoció a Yubel en persona.
