Disclaimer: los personajes y el mundo mágico son propiedad de J.K. Yo solo tengo algo de tiempo libre, inspiración desmedida y mucho amor por el fluff.
Notas de la autora: recién estoy notando que ya estamos en julio y esta es la cuarta historia del 2022 después de dos años sin nada de material. Y me siento realmente feliz no solo de haber vuelto a escribir, sino también por el apoyo que me siguen dando. Muchísimas gracias, especialmente a Nessie-sars, Bael y Kimi Roku por dejarme tan lindos reviews. Y bueno, aquí les entrego el desenlace de este two-shot.
Ineffabĭlis
Parte II.
«I had a marvelous time ruinin' everything»
(Me la pasé de maravilla arruinándolo todo)
-The last great american dynasty, Taylor Swift.
La bebida frente a él resplandecía, con hipnóticos destellos en las erráticas burbujas que rebotaban desde el fondo hasta la superficie. La espuma llegaba casi al borde, un olor dulzón y cremoso que invitaba a degustarla.
-Voy a hacer un maldito desastre, Nev. No, no. Voy a hacer el desastre. Será magnífico. Voy a mover cada pieza a donde yo quiera, y dejaré de preguntarme si es una mala decisión. Solo lo haré. Me divertiré arruinando todo lo que he conseguido hasta este momento –alzó el rostro con una sonrisa entusiasta, encontrando una expresión de horrorizado interés en su amigo.
-Estás siendo un tanto extremo, ¿no crees?
-No, creo que es lo que necesito. Lo dijiste, si hay cosas que puedo cambiar o mejorar, ¿por qué no hacerlo?
-Sí, pero también dije que podías considerar ir poco a poco.
-¿Por qué retrasarlo? –Se encogió de hombros, con la adrenalina empezando a invadir cada músculo de su cuerpo–. Hay cosas que por más que lo desee, no puedo cambiar. O no puedo aceptar. Así que no lo haré. Dejaré de pensar en lo que debería tener y voy a ir por ello. Renunciaré al cuartel, conseguiré una linda casa con jardín, me compraré ropa genial y voy a conseguir una cita.
-Harry, te he estado sirviendo cervezas sin alcohol.
-Sí, por más de tres meses. Y estoy más lúcido que nunca.
-Estás hablando de cambiar cada aspecto importante de tu vida –apuntó con calma, infundiendo la contundencia de esos planes en su voz.
-Así es.
-De acuerdo… ¿Qué harás primero?
-Lo haré justo en el orden que dije. Mañana mismo entregaré mi placa. Y luego llamaré a… Susan Bones. Ella trabaja en bienes raíces, ¿no? ¿Hannah tendrá su contacto?
-Esto… sí, puedo decirle que te lo envíe.
-Perfecto, con eso ya tengo dos fases casi cubiertas. ¿Y sabes qué? Cuando complete todo te invitaré a comer en mi nueva casa y traeré de copas aquí a mi nueva conquista.
-¿Una chica rubia? –Harry sonrió misterioso, bebiendo el resto de la cerveza de mantequilla de un trago.
Si hubo una parte fácil de su plan cuatrifásico, fue la primera. Entregar su carta de renuncia, sabiendo que no tendría que volver a hacer tedioso papeleo y misiones aburridas, se sintió como renacer. Se despidió de su jefe con una sonrisa y se sorprendió solo un poco de que le organizaran una cena. Bien, no había marcha atrás con eso. Tomaría unos meses de dispersión y luego buscaría un nuevo plan a nivel profesional.
La segunda fase fue un poco más complicada. Susan era una agente inmobiliaria demasiado buena. Terminó mareado después de su primera reunión de planeación, antes de siquiera empezar a ver propiedades. Fueron dos horas en que disparó una pregunta tras otra. ¿Cuántos dormitorios? ¿Cuántos niveles? ¿Jardín pequeño o grande? ¿Habitación para lechuza? ¿Vecindario mágico, muggle o mixto? ¿Estilo de decoración? ¿Apta para otro tipo de mascotas? ¿Piso de madera o baldosas? Algunas preguntas le parecieron más pertinentes que otras, pero consiguió completar ese interminable cuestionario y arreglaron verse para empezar el tour de propiedades dentro de una semana. Entonces vino otra dificultad. Porque Susan no encontró una ni dos, sino cinco casas que cumplían cada apartado e incluso excedían las expectativas. Cuando por fin tomó una decisión, se enfrentó a un problema inesperado: tenía una casa hermosa, pero nada de muebles decentes. Y no confiaba en sus aptitudes como decorador, así que acudió a la persona con mejor gusto que conocía. Fleur estuvo encantada de acompañarlo de tienda en tienda, encargándose de explicarle cómo combinar texturas, colores y diseños. Cuando eso también estuvo hecho, llegó a la tercera fase: conseguir ropa genial.
Eso también tuvo un inusitado grado de dificultad. En los últimos años, una tienda había ganado prestigio por su buen gusto y excelente calidad. ¿Cuál era el problema? Su propietaria. Sin embargo, volvió a llevarse una agradable sorpresa cuando Pansy Parkinson en persona lo atendió de lo más profesional y atenta. Al parecer, definió de entrada su estilo como una mezcla de urban chic y biker, con toques rocker (lo que en su mundo debía tener sentido). Él solo sabía que entró al probador muchas veces, le dejó una pequeña fortuna y salió de ahí con más bolsas de las que podía cargar. Fue ese el inconveniente detalle que lo hizo tropezar con alguien en la primera esquina al salir de la tienda.
-Uh, lo siento –masculló, sin siquiera poder sacar la varita para recoger sus compras desperdigadas. No obstante, la persona con la que había chocado lo hizo por su cuenta, devolviendo en un instante todo a las bolsas caídas y levitándolas frente a él. Entonces lo vio.
-Pudiste pagar el envío. O solo usar un encantamiento para llevarlas –sugirió con una sonrisa irónica. Harry se quedó petrificado en su lugar, sintiéndose idiota y sin saber qué hacer para remediarlo. No lo había visto desde ese día en el elevador. Había incluso llegado a considerar que estuviera evitándolo, pero Hermione se encargó de comentar (a riesgo de perder su placa) que había estado fuera del país. No sabía si por motivos profesionales o personales, solo sabía que había sido imposible ubicarlo. Y ahí estaba ahora, con el cabello rubio más largo y un estilo de "me puse lo más sencillo que encontré y aun así no puedes evitar mirarme". Y era verdad. Temía ni siquiera haber parpadeado todo ese rato, demasiado enfocado en mantener suficiente aire en sus pulmones.
-Esto… gracias. Creí que podría llevarlas así. Ya sabes que me gusta complicar las cosas –su verborrea consiguió una suave sonrisa, con una ceja alzada que implicaba lo mucho que sabía sobre eso–. Te estuve buscando… Hace unos meses.
-Llevo algún tiempo incomunicado. Pero recibí tu primera carta –se aclaró la garganta, mirando de soslayo a las personas que seguían transitando por la zona. Harry no podría haber prestado atención a nada más aunque hubiese querido–. Disculpas aceptadas. Si es lo que querías oír.
-Ah. Pues… No solo eso –Draco aguardó con el rostro ladeado, sereno y ligeramente lejano como solía ser. El moreno se armó de valor para lo que quería decir–. Me preguntaba si te gustaría, tal vez… ¿Ir a comer conmigo? –Bien, no había sido la invitación llena de confianza y frases memorables que imaginó, pero al menos lo había dicho sin tartamudear. Se merecía mínimo una palmada en la espalda por ese logro. Sin embargo, la reacción del chico frente a él fue todo lo opuesto a lo que esperaba obtener. Tensó la mandíbula, perdiendo su apariencia relajada.
-No necesito ninguna invitación a comer para que me pagues por lo que hice ese día. O por cualquier culpa del pasado –alegó, finalizando con un breve suspiro–. Te dije que está bien, acepto tus disculpas.
-No lo dije por eso.
-¿Entonces? –no le gustaba esa mirada defensiva y cautelosa en los ojos grises. Quería volver a verlos como esa noche hacía casi cinco meses. Quería que volviera a reír junto a él y que le diera más caricias que lo dejaran soñando despierto. Por eso se esforzó por mostrar al Harry seguro de sí mismo y desinhibido a pesar de la sobriedad, aclarando de forma contundente:
-Te estoy pidiendo una cita.
-Tú…
-Lo que dije en esa carta era verdad, Draco. Y no te la envié por compromiso o por remordimiento –aclaró, porque no quería que hubiera más desentendidos entre ambos–. Estoy consciente de que he sido un patán insensible contigo. Y si no es demasiado tarde… Me gustaría que me dieras una oportunidad –el silencio proveniente del rubio lo tenía al borde de un ataque de nervios. ¿Había sido muy directo? ¿Debió buscar su amistad primero? Quizás ya tenía a alguien más. Mierda. Debió investigar eso antes y no quedar como un absoluto idiota–. Está bien si dices que no. Lo entendería y… no volveré a molestarte. No intento presionarte ni nada, pero…
-Harry –nunca le había gustado tanto su nombre como en ese momento. Porque aunque su apariencia seguía siendo reservada, algo en la mirada del rubio se había suavizado lo suficiente para darle esperanza–. Contéstame algo.
-Lo que quieras –una media sonrisa siguió a su rápida respuesta, aunque el Inefable volvió a mostrarse serio cuando finalmente verbalizó dicha duda.
-¿Qué pasó con tu idea de la familia perfecta? Sigo sin ser una chica –había amargura en esa última frase, y Harry volvió a tener el deseo de patear a su versión ebria que había dicho algo tan malditamente hiriente y fuera de lugar. También podía reconocer que esa no era una pregunta sencilla. Era probable que de eso dependiera la respuesta a su propuesta y quizás definiera el rumbo de su relación a partir de ese momento. Era una forma indirecta de catalogar sus intenciones, determinando si su interés sería temporal o duradero.
-Lo perfecto no tiene sentido si no te hace feliz –respondió despacio, porque era algo en lo que había pensado todo ese tiempo. Su visión de una esposa inteligente y graciosa había ido perdiéndose últimamente, siendo reemplazada por…– Y creo que ninguna chica podría hacerme sentir lo mismo que tú con solo una caricia –Draco respiraba de forma contenida, como quien busca esconder el nerviosismo y lo rápido que están yendo sus pensamientos. Sabía reconocer eso por su entrenamiento de auror, lo que inesperadamente le ayudó a mantener la calma mientras aguardaba por una respuesta.
-¿No crees que este es un sitio muy público para decir eso? –Harry dio un vistazo desinteresado a su alrededor, volviendo a centrarse en él casi al instante.
-No veo el inconveniente. Pero si te molesta, puedes asegurarte de que llegue sano y salvo con mis compras. Prometo ofrecerte una charla más coherente esta vez, y una bebida. Nada de alcohol, claro. No he vuelto a beber desde esa noche –Draco rió suave ante la mención de su último encuentro, uno muy caótico y vergonzoso. Sin embargo, aprovechó su propia mención para añadir:- No voy a actuar como si no sucedió, sabes. Ni esa noche ni lo demás. Solo quiero que me permitas demostrarte que soy más que eso.
-La verdad es que… venía a reunirme con Pansy.
-Ah.
-¿Me defenderás ante su furia cuando se dé cuenta que la dejé plantada? –Harry sonrió por primera vez, listo para soltar algún comentario heroico, pero lo cambió a último momento.
-No creo que necesites a alguien que te defienda.
-No, es cierto. Está bien, de camino puedes explicarme ese rumor de que dejaste a los aurores –comprendiendo la pauta que le daba, empezó a andar hacia el punto de aparición más cercano. Todavía cargando a lo muggle la mayor parte de sus compras, mientras Draco levitaba el resto.
-Uh, no es un rumor. Renuncié hace seis semanas.
-Dijiste que lo odiabas. Pero creí que era alguna exageración etílica y que tal vez solo estabas inconforme con algunos aspectos.
-No era ninguna exageración. Ser auror era… Desgastante e insuficiente.
-¿Insuficiente?
-No sé cómo decirlo –se detuvieron en la fila, había dos parejas y un grupo antes que ellos–. No era lo que esperaba. En realidad, muchas cosas en mi vida no eran lo que esperaba.
-Sí, mencionaste algunos ítems más. Entonces, ¿redecoraste? –rió, sorprendido gratamente al sentirse cercano a él y no avergonzado por todo lo ocurrido esa noche.
-Hice algo mejor que eso. Por cierto, ¿me ayudas a sacar mi varita? –una de las adolescentes frente a él lo miró con una sonrisa burlona. Harry sintió el rostro arder por primera vez en mucho tiempo. Draco se abstuvo de comentar algo, pero inquirió con una sonrisa ladeada:
-¿Disculpa?
-Esto… Tengo las manos ocupadas. Y tú estás usando tu varita para levitar el resto de mis cosas. Además, no sabes a dónde vamos.
-No me digas que tienes la varita en… –le dedicó una pequeña sonrisa nerviosa, lo que hizo resoplar al chico–. Es un pésimo lugar para guardarla, sabes. Muy propenso a accidentes. Y muy inconveniente cuando le pides a alguien que la tome por ti.
-¿Asustado, Malfoy? –para su sorpresa y deleite, el rubio se plantó muy cerca de él. Tenía una ceja levantada y una sonrisa desafiante.
-¿Izquierda o derecha?
-Tendrás que averiguarlo –replicó, igual de desafiante. La familia antes que ellos acababa de desaparecer, por lo que era su turno. Pero simplemente no pudo resistirse a coquetear con él.
-Como quieras. –lo tuvo todavía más cerca, mientras llevaba una mano a la parte trasera de sus pantalones. Sus compras eran lo único que le impedía sentir a cabalidad el calor del hombre frente a él. Harry respiró despacio, dejando que la fragancia refrescante y masculina de Draco lo inundara. Para su mala suerte, él alcanzó la varita sin siquiera tocarlo accidentalmente. Aunque no se alejó de inmediato, hablando muy cerca de su oreja para añadir:- Ahora sí que quiero ir contigo. Y me dirás qué diablos pasó en estos meses para que de pronto seas tan desinhibido –tras eso volvió a imponer distancia, entregándole la varita en la mano menos ocupada.
-Sujétate bien –indicó, nada más preocupado por su seguridad. Draco anuló el hechizo de levitación, tomando las bolsas en una mano y usando la otra para rodearlo parcialmente. Harry se sobrepuso a la abrumadora cercanía y se concentró en la ubicación de su nuevo hogar.
Como no podía ser de otra forma, perdió el equilibrio cuando aparecieron en su destino. Para su buena fortuna (y lo decía por más de un motivo), el brazo alrededor de su cintura le dio el soporte necesario para no caer de culo.
-Vaya… Esto es muy diferente –Draco estaba admirando la fachada de su nueva residencia. Y no podía culparlo, él mismo había hecho algo semejante durante toda la primera semana que vivió ahí. Aunque en ese momento sus ojos tenían un único objetivo del que difícilmente se desviarían.
-Bueno… Estaba cansado del aura sombría de Grimmauld place. El olor a humedad, las paredes desiguales… Quería algo luminoso y ventilado. Este es el jardín trasero, en realidad. Estoy en un vecindario mixto así que no puedo aparecer al frente –con cierta dosis de pesar, se alejó un paso de él, indicándole que lo siguiera. Entraron por la puerta corrediza, al mismo tiempo que hacía un descuidado movimiento de varita para abrir las persianas y permitir que la luz se esparciera por toda la estancia desde el ventanal.
Una vez que su exuberante cantidad de bolsas estuvo sobre la mayor parte de la mesa de comedor, Harry se dispuso a servir una de las bebidas que había estado preparando últimamente. Después de todo, era un día caluroso y le había prometido un trago.
-Así que, casa nueva. ¿También un nuevo trabajo?
-Aún no, decidí tomarme unos meses libres, mientras ponía en orden ciertos asuntos.
-¿Te refieres a los demás ítems de la lista? –Harry ignoró la pregunta de momento, concentrándose en agregar unas moras más y unas hojas de hierbabuena al vaso que acababa de rellenar.
-Aquí tienes. ¿Nos quedamos aquí o vamos al jardín?
-Salgamos, hace buen clima –asintió conforme, tomando su propio vaso y siguiéndolo de regreso afuera. La pequeña sala exterior estaba bajo un techado del que colgaban enredaderas con flores blancas y magenta. Había escogido una variedad que brindaba un olor agradable, más no invasivo. Además de aportar belleza y apacibilidad al ambiente.
-Todavía tardé unos meses antes de llegar a decidirlo, en realidad. Siento que llevaba mucho tiempo estancado, yendo entre las quejas y la comodidad. Neville podría decirte mucho sobre eso. Supongo que estaba frustrado, atrapado entre lo que pensaba que debía ser mi vida y lo que en realidad tenía. Pero eso no me estaba llevando a nada.
-¿Así que un día despertaste y decidiste mandarlo todo al diablo? –rió suave ante eso, volviendo a conectar con la mirada del rubio. Parecía genuinamente estar prestando atención, como si escucharlo fuera algo especial.
-Si lo dices así suena algo impulsivo. Y no lo fue en absoluto. Sabía muy bien todo lo que me había estado molestando, pero finalmente tuve el valor de tomar riesgos y hacer los cambios que necesitaba.
-¿Eso incluye un cambio de imagen? Digo, por tu asalto a la tienda de Pansy –se sintió un tanto cohibido de haber sido descubierto en eso, pero asintió–. Trabajo, casa y estilo. Has cubierto casi todo.
-Exacto… casi –Draco dio un generoso trago a su bebida. Cuando la bajó, tenía una suave sonrisa.
-Así que tu propuesta era en serio.
-Totalmente –los ojos del mercurio eran escrutadores de una forma que no lo hacía sentir juzgado pero sí muy expuesto. Aun así le sostuvo la mirada, admirando sin temor el desbordante atractivo del joven frente a él. Sus pestañas claras, los destellos del sol matutino reflejados en su cabello, la afilada y elegante línea de su mandíbula.
-Lo haces de nuevo –fue una reacción inexplicable al acontecer, en que el rubio bajó la mirada y un suave tono rosáceo se manifestó en sus mejillas.
-¿Disculpa?
-Oh, vamos. Esa… mirada. Lo noté también esa noche. Pero estabas ebrio –sabía que debió sentirse avergonzado al haber sido descubierto, pero no pudo evitar una ligera risa.
-Y yo creía que había sido discreto. –bromeó, aunque aprovechó la mención de ese episodio para añadir:- Tengo que confesar, lamento muchas cosas de esa noche. Pero no el haberte llamado.
-Dijiste que había sido tu única opción.
-Lo fuiste. Había estado pensando tantas cosas… Y no sé bien porqué, de pronto solo quería verte a ti.
-¿No lo sabes? –Draco lo retaba con una ceja alzada, y Harry no pudo hacer más que rendirse con una sonrisa.
-Sí, lo sé.
-Te escucho –presionó sutilmente, la comisura de su boca elevándose con maldad–. Creo que me lo debes después de haber cuidado tu trasero intoxicado.
-Yo… Me parece que te lo dije. Todos estos años, ha sido imposible sacarlo de mi cabeza. Y en esos momentos de desesperación es cuando más acudía a ese recuerdo. Porque solo imaginarlo volvía a hacerme sentir tan vivo y… poderoso.
-¿Y alguna vez en todos estos años has considerado cómo fue para mí? –el ritmo de la conversación había sido tan relajado y cercano, que Harry sintió como si un fantasma acabara de atravesarlo. Vio venir reclamos, rencor… Pero la mirada grisácea se mantuvo libre de emociones negativas y acusaciones.
-Pues… Me gustaría saberlo –su respuesta debió ser la indicada, porque Draco esbozó una breve sonrisa y procedió a explicarlo.
-Cómo te dije esa noche, confesar mis sentimientos mientras huíamos de la sala de menesteres fue algo impulsivo, en el calor del momento. Estaba seguro de que moriría. Y supongo que no quería llevarme eso conmigo. Bien… tú no respondiste, pero tampoco esperaba que lo hicieras. Tenías novia, la batalla continuaba… Sinceramente, esperaba que no me hubieras escuchado o que te olvidaras de ello. Y fue lo que creí que había pasado. Hasta que apareciste en el Wizengamot. Por un momento creí que lo hacías por mí –el espectro de la amarga nostalgia acompañó esa parte del relato, haciéndolo desear poder golpear a su versión más joven que había actuado de forma tan egoísta y rastrera–. Entonces mi madre comentó que tenías una deuda de vida con ella. Y me dije "tiene sentido. Ayudarme es parte de ajustar cuentas". Así que no pensé más en ello y acepté esa explicación. Pero entonces me encerraste en ese baño.
-Draco, lo siento…
-No, escúchame –detuvo su pesarosa disculpa, inclinándose y colocando una mano en su rodilla. Eso fue suficiente para callarlo de inmediato y para darle algo nuevo en qué pensar cada noche–. Porque creo que todos estos años piensas que me obligaste a hacerlo. Y no fue así. En realidad… Besarte ese día se sintió como volver a la vida. Fue reafirmar que mis días en Azkaban se convertirían en un recuerdo, y que podría volver a tener cosas buenas. Que tenía un futuro y experiencias por venir. Claro que todo eso se tambaleó cuando me alejaste y te fuiste sin decir nada –el joven intentó retirar el agarre, pero Harry sostuvo su mano antes de que eso fuera posible–. Entonces… –vaciló, tragando saliva pero sin rechazar el contacto–. Fue entonces que pensé que lo habías hecho para humillarme, para burlarte de mi impulsiva confesión. Llegué a imaginar que solo lo usarías para reírte de mí con tus amigos. Me convertiría en una broma, en el idiota que se había esforzado tanto en ocultar sus sentimientos para terminar confesándolos de forma tan abrupta. No obstante, con el tiempo me di cuenta que nadie lo sabía. Y aunque parte de mí estaba aliviada, también me sentí… herido, supongo. ¿Había sido tan irrelevante? O peor, había sido repugnante –de nuevo surgió el impulso de negarlo vehemente, pero Draco meneó la cabeza con una sonrisa apretada. La ligera caricia en sus dedos fue una petición silenciosa de que le permitiera terminar de hablar–. No quise seguir pensando en ello. Y me dije que si tú actuarías como si nunca pasó, yo también lo haría. Estuve aliviado cuando te vi con los aurores, seguro de que nuestros caminos ya nunca se cruzarían. Y tuve razón por años, hasta que decidiste llamar por chimenea a medianoche para pedirme que fuera por ti. A mí, de entre todas las personas –rió un poco, recuperando una expresión irónica y más desenfadada–. La razón me decía que te mandara al diablo y me fuera a dormir. Pero nuestra historia no ha dejado de probarnos que siempre soy impulsivo cuando tú estás por medio. Así que tomé la decisión menos recomendable y fui por ti. Lo que nunca esperé fue que parecerías tan feliz de verme. Y claro, todo lo que dirías… Removiste esos recuerdos. Y cuando volvimos a coincidir en el elevador y actuaste como si nada hubiera sucedido… Sabía que tenía que alejarme de nuevo.
-Por eso te fuiste.
-Tenía motivos laborales, en realidad. Era un viaje que llevaba algún tiempo posponiendo.
-Dijiste que habías recibido mi carta antes de irte.
-Lo hice. Pero no la leí –le ofreció una sonrisa ladeada, en una expresión que se podría catalogar como avergonzada–. No estaba seguro de querer hacerlo. Pero la curiosidad me ganó después de un día difícil en el trabajo. Sentí que era una disculpa sincera, aunque definitiva.
-Eso temía –admitió, acariciando los largos dedos que sostenía en su mano–. Lo siento por eso también. No he sido muy bueno expresándome contigo desde… Desde siempre, supongo. Primero porque te consideraba un crío insoportable, después porque como tan elocuentemente dijiste "estaba muy escondido en el closet" y ahora porque es difícil concentrarme en las palabras cuando lo único que quiero es verte.
-Creo que te equivocas, porque hoy has sido más que bueno con las palabras –el ligero sonrojo había vuelto a aparecer, tintando también la nariz del chico–. Aunque sí que has hecho mucho eso de mirarme… entre otras cosas.
-Uh, ¿te refieres a esto? –Y siendo más intrépido de lo que esperaba, entrelazó sus dedos con los de Draco–. Me gustan tus manos –él lo observó en perplejo silencio unos segundos antes de sucumbir a una risa nerviosa. Harry lo contempló embelesado antes de caer en cuenta del posible doble sentido de sus palabras, removiéndose un tanto azorado.
-Uh, ¿gracias? Ese fue un interesante cumplido. Lo que me recuerda… En Diagon mencionaste mis, eh, caricias. Pero esa noche no tuvimos un acercamiento de ese tipo –alzó mínimamente la ceja, sin llegar a formular la pregunta explícita.
-Me refería a cómo peinaste mi cabello hasta que me quedé dormido.
-Oh.
-Por cierto, no escuché tu respuesta a la última pregunta que te hice –Draco respiró despacio, pero sin llegar a adoptar una postura defensiva o cautelosa.
-No respondí.
-Ah –Harry no sabía si eso era más decepcionante que una posible réplica negativa. Quizás no.
-Podrías preguntarme dentro de unos meses.
-¿Significa que aceptas salir conmigo?
Draco sí que había aceptado salir con él. Pero Harry no había vuelto a preguntar. Primero, porque temía una respuesta decepcionante o evasiva. Después de todo, habían pasado años desde ese momento en la sala de menesteres. Ambos habían cambiado, dejaron de convivir durante mucho tiempo. No podía esperar que esos sentimientos juveniles se mantuvieran intactos. Pero había algo. Lo sabía por el hecho de que Draco hubiera acudido a ayudarlo esa noche. Y también por esa primera cita que llevó a otra, esta a la siguiente y siguió así hasta que dejó de contar. Segundo, porque estaba demasiado enfocado en disfrutar de su tiempo juntos como para siquiera recordar la pregunta. Y finalmente, porque ya no creía que fuera necesario efectuarla. Podía inferir la respuesta hasta en los gestos más sencillos. En la suave sonrisa que le daba Draco cuando lo esperaba fuera del ministerio después de un complicado turno de trabajo, en las ingeniosas bromas interminables que intercambiaban, en la mirada atenta y afectuosa que le daba aunque solo estuviera hablando sobre combinaciones frutales (un pasatiempo que había terminado siendo su nueva ocupación), pero especialmente, y lo que representaba uno de sus momentos favoritos de cada día: cuando le daba caricias suaves y cadenciosas. Como si tuvieran todo el tiempo del mundo, como si nunca se cansara de hacerlo. Había sido más memorable la noche anterior, cuando en medio de una candente sesión de besuqueo le había pedido que llevaran eso a la habitación. Habían llegado hasta ahí a tropezones, riendo y jadeando por igual, mientras dejaban un reguero de ropa y exploraban con descaro el cuerpo del otro. Y Harry había estado febril y tan excitado… Al menos hasta que ambos estuvieron desnudos y Draco empezó a estimularlo. Entonces perdió la erección y simplemente no pudo continuar.
Se había deshecho en disculpas después de eso. Quería cavar una cueva en su jardín e irse a vivir ahí para siempre. Ni siquiera podía mirarlo a los ojos, tampoco lo culparía si se iba en ese momento y lo evitaba por una semana. Fue un momento vergonzoso, humillante… Salvo que Draco no había expresado ni un solo comentario mordaz o hiriente. Tampoco se había marchado. No, lo que hizo fue atraerlo en silencio, darle un beso en la frente y abrazarlo por el resto de la noche. A pesar de que debía estar decepcionado y sexualmente frustrado, para qué negarlo. Él mismo se sentía así, aunque había sido el causante de ese desastre. Las horas habían pasado y el sol iluminaba perezoso la mayor parte de la habitación. Además, por la forma en que el rubio acariciaba su brazo, sabía que también estaba despierto.
-De verdad lamento lo de anoche –dijo suave, haciendo de tripas corazón para mirarlo a los ojos. Los orbes grises eran más cálidos y reconfortantes que el sol de los últimos días de verano.
-Buenos días a ti también.
-Buenos días –Draco sonrió afectado ante su tono contrito, abandonando sus toques distraídos en su brazo para repasar su rostro con dedos pacientes.
-Y deja de disculparte por eso. Siempre, y escúchame bien, siempre debes ser claro sobre lo que quieres y lo que no. Basta con que digas que pare y te aseguro que no insistiré.
-Draco…
-Aunque quisiera saber, ¿hice algo que te molestara? ¿Algo que te incomodó? –La consternación en su expresión y el indicio de un ramalazo de culpa lo hicieron adelantarse y darle un casto beso antes de responder.
-Nada de eso, cariño. Me encanta que me toques y realmente lo estaba disfrutando. Pero de pronto mi mente se llenó de dudas y… no pude salir de ahí.
-¿Qué tipo de dudas? –aunque siguió dándole suaves roces en el rostro y mantuvo un tono sereno, Harry comprendió el trasfondo de esa sencilla pregunta.
-No, no ese tipo de dudas. Sabes que estoy más que enamorado de ti y que quiero esto, pero… –se detuvo, seguro de que se había ruborizado al extremo. Al menos su pareja lo estaba, y debía ser un reflejo parcial de sí mismo. Draco detuvo sus caricias, concentrando solo su ferviente mirada en él.
-¿Más que enamorado? –repitió, lamiéndose los labios de una manera que era increíblemente distractora. Sin embargo, consciente de la importancia de ese momento, volvió a enfocarse en sus ojos, con un leve asentimiento.
-Mucho más –el rubio exhaló despacio, con la boca entreabierta. Harry experimentó el viejo y conocido impulso de patear a su yo del pasado. ¿Cómo había podido rechazar al atractivo y encantador hombre que tenía por novio? La revelación fue abrupta a la vez que sumamente vergonzosa–. Creo que… ¿Volví a meter la cabeza en el closet?
-Oh –cerró los ojos con profunda mortificación ante la reacción asombrada del chico.
-Lo cual es ilógico ahora que lo pienso. Porque soy el idiota que te besó más insistentemente ese día que un reportero nos dijo estupideces. Además, es algo normal entre las parejas. No debería armar un drama al respecto, mucho menos…
-Hey, detente ahí. No tienes que obligarte a hacer algo que no quieres solo porque es "normal entre las parejas" –aunque el tono de Draco era paciente y debió agradecer que fuera tan comprensivo, Harry abrió los ojos indignado y le dio una mirada airada.
-Y tú detente ahí. No me estaba obligando a nada. Al contrario, llevo semanas deseándolo. Quiero estar contigo, quiero ser solo tuyo –terminó en un susurro, sobrepasado por todos los sentimientos que ese hombre despertaba en él y que no siempre podía gestionar apropiadamente. Su chico le brindó una sonrisa tan dulce y amorosa que solo empeoró el caos que había en su interior.
-¿Y acaso no lo eres ya?
-Sí, pero…
-Yo no estoy poniendo peros, amor. No los pongas tú –la voz enronquecida de Draco, el uso de ese mote cariñoso y su cercanía fueron demasiado. Le sorprendía no estar echando humo por las orejas en ese momento–. Aunque tampoco quiero que te confundas. Yo también te deseo muchísimo. En especial cuando actúas como anoche, todo temerario y desinhibido aunque no tienes una maldita idea de lo que estás haciendo –Harry se rindió a una risa nerviosa, mientras su novio lo contemplaba con una sonrisa ladeada. Aunque su expresión de regocijo cesó cuando él sostuvo su mentón, repasando su labio inferior con el pulgar–. Iremos despacio, ¿de acuerdo? Vamos a descubrir poco a poco lo que te gusta. Y solo llegaremos hasta el final cuando estés listo –contuvo el aliento mientras el rubio se montaba sobre él. Sus ágiles y torneadas piernas a cada lado de su cadera, una mano sosteniendo la suya junto a su rostro. Se inclinó despacio, esquivando su boca en el último momento y empezando a esparcir besos calientes por su mandíbula–. Será cuando tú lo pidas. Preferiblemente entre gemidos, diciendo que necesitas que te folle hasta que mi nombre sea lo único en tus labios.
-Draco –jadeó, y su boca fue capturada en un beso voraz y exigente que se llevó toda la amargura remanente de la pasada noche, haciéndolo aferrarse a la firme espalda de su novio. Lo rodeó con una pierna, echando la cabeza atrás cuando su creciente erección se encontró con la del chico. Agradeció no haber seguido su impulso infantil de vestirse tras su encuentro frustrado. Había estado demasiado avergonzado siquiera para hacer eso, pero en ese instante resultó de lo más ventajoso.
-Voy a tocar tu torso, bajaré hasta tu erección y usaremos la fricción para acabar. ¿Está bien? –quería decirle que no debía preguntar, que solo lo hiciera, pero la parte menos abrumada de su cerebro le informó que Draco se estaba asegurando de que él quería eso, de que lo estaba disfrutando. Por eso se esforzó para darle un sí ahogado, a lo que siguió justo lo que el rubio acababa de describir. Y aunque debió estar preparado, cuando esos largos y ágiles dedos juntaron sus erecciones, sintió que caía al vacío a velocidad de vértigo. La polla de su novio se sentía caliente y pulsaba contra la suya. Su mano subía y bajaba en movimientos firmes, al tiempo que acompañaba con certeros embistes de cadera. Supo que estaba perdido, y antes de siquiera decidirlo o pensar en ello, estaba retorciéndose contra él, dando estocadas frenéticas para crear más fricción. El rubio gimió en respuesta, apretando el agarre y dándole ligeros mordiscos en la base del cuello–. Eso es, no te contengas –pidió con la voz aún más enronquecida cuando Harry suprimió un jadeo–. Quiero escucharte. Muéstrame lo mucho que te gusta sentirme –no tuvo forma de negarse a esa pasional y descarada petición, soltando un sonoro gemido cuando Draco volvió a morderlo, una electrificante sensación acentuada por el vaivén entre sus erecciones. Lo estaba enloqueciendo, llevándolo al punto en que saltaría sin mirar abajo.
-Mierda. No puedo más –dijo entre jadeos, jalando algunos mechones rubios para volver a conducirlo hasta su boca. Su novio le dio un beso profundo y húmedo mientras se lo seguía jodiendo con la mano, lo que terminó siendo suficiente para aniquilarlo por completo. Se corrió con violencia, en especial porque Draco no dejó de moverse contra él mientras lo hacía, prolongando su vorágine de placer y desenfreno carnal. Estaba respirando con dificultad cuando percibió más líquido espeso y cálido salpicando hasta su pecho. Sintió que esbozaba una estúpida sonrisa de satisfacción mientras su chico sucumbía al orgasmo, quedándose de momento sobre él. Ni siquiera le molestaba el desastre pegajoso en que se acababan de convertir. Su corazón seguía latiendo frenético contra su pecho, percibía sus extremidades laxas y un agradable calor en la cara. Lo abrazó de nuevo, inclinándose para darle un cariñoso beso en la mejilla–. Eso fue maravilloso –tuvo un breve lapso de duda, seguro de que Draco ya debía haber experimentado encuentros sexuales mucho más candentes y satisfactorios que ese, pero cuando ladeó el rostro tenía las mejillas sonrojadas y una delicada sonrisa complacida.
-Masturbación conjunta, agregada a la lista de las prácticas aceptables.
-Uhm, mejor a la lista de los "Sí, por favor" –su novio rió, los ojos grises reflejando nada más que cercanía y afecto. No sabía qué le encantaba más, si su risa, esa hechizante mirada o el poder llamarlo su novio.
-Esto es prometedor.
-¿Eso crees?
-Así es. Aunque también presiento que terminaré creando un monstruo.
-¿Vas a fingir que eso te molesta?
-En absoluto. Me encanta todo de ti. –Y como si leyera su mente, agregó:- Y hablo realmente de todo. No solo las partes buenas, mucho menos se limita a lo que ve todo el mundo. Estoy enamorado hasta de las partes que tú mismo no toleras –una inmensa sensación de regocijo y plenitud lo invadió como si de un hechizo revitalizante se tratara.
-La verdad es que no es difícil creerlo. Nuestro amor no tuvo un inicio precisamente sencillo o convencional.
-Tampoco hizo falta. Ya sabes lo que dicen, el caos puede ser divertido.
-Sabes que he pensado mucho el por qué no respondiste ese día –hacía algún tiempo que no traía ese tema a colación, pero ambos sabían de lo que estaba hablando–. Y me parece que he llegado a entenderlo. De alguna forma es reconfortante ahora, porque significa que conseguí que te volvieras a enamorar de mí.
-Tienes razón, por supuesto. Te había dejado ir desde hacía algún tiempo. Aunque también… De cierta forma sentí que siempre serías una duda en blanco. Que a pesar de los años volvería a pensar en ello y a preguntarme qué podría haber pasado si hubieras correspondido a mis sentimientos. Ahora que lo digo, supongo que ese fue el verdadero motivo de ir por ti al pub de Neville. Darle una especie de cierre, purgar ese fantasma.
-Pues lo siento mucho por ti, cariño. Porque solo abriste más esa puerta y ya no conseguirás librarte de mí –la sonrisa exultante de su novio denotaba lo poco que le interesaba esa opción.
-Uhm, ¿te refieres a la puerta de tu closet? –Harry aspiró indignado ante esa burlona pregunta, picándole las costillas para que dejara de reírse. Draco por fin rodó al otro lado de la cama, despeinado y sonrosado, siendo la personificación de todos sus deseos.
-Ya, no puedo negarlo. Te bastó una sola caricia para sacarme de ahí.
-Haberlo sabido antes –expresó con aparente hastío, alargando la mano para darle uno de esos toques amorosos y entrañables que lo tenían tan enamorado–. Podrías preguntar ahora, sabes.
-Lo sé. Pero es que también ya sé la respuesta –y tras eso volvió a sus brazos por un beso.
Jamás se cansaría de eso, tampoco de sus manos y de todo lo que ese hombre provocaba en él. Harry había encontrado un amor tan inefable y auténtico que debería estar aterrorizado de perderlo, pero lo que más sentía era agradecimiento y felicidad. Porque Draco no esperaba que fuera perfecto, ni el más poderoso, ni que siempre triunfara en sus proyectos. No. Draco amaba hasta sus momentos de debilidad, sus fallas y sus desaciertos. Por eso no temía volver a arriesgarse en otros aspectos de su vida. No sabiendo que lo tendría a su lado sin importar el resultado, ya fuera para celebrar su éxito o para animarlo después de un fiasco. Y sabía que no había nada más valioso que eso. Muy olvidado había quedado todo lo que alguna vez pensó que necesitaba para ser feliz. No, su vida no era un cuento de hadas con final cliché, seguía haciendo desastres de tanto en tanto. Pero no cambiaría por nada todo lo que tenía.
FIN
Notas finales: con este fic oficialmente me uno al club de Jane Austen de "no esperó que su interés romántico arreglara sus problemas, los arregló él mismo y volvió como un hombre mejor a ofrecer su amor", jajaja. Ya, pero en serio. Sentí que era lo más apropiado para ambos, porque no se trataba de que Draco solucionara sus problemas (aunque sí que fue una inspiración), sino de ese camino de conocerse uno mismo y saber que a veces lo más difícil es dar el primer paso y sentir que estarás en el aire... Pero ahí también hay opciones y muchas barreras solo están en nuestra mente. Uff, como que sigo más inspirada de lo debido.
Muchísimas gracias por haber leído esta historia, espero que la hayan disfrutado tanto como yo. Comentar que al final decidí ir publicando en el orden que escribí los fics, así que la otra semana volveré con mi primer longfic en tres años. Nos leemos pronto.
Allyselle.
