4
Croix y sus nuevos acompañantes tuvieron suerte de encontrar un bus a los minutos. Croix y Josefina —quien mantuvo a Isi en su regazo— se sentaron juntas, mientras que Tito se sentó frente a sus protectoras, al lado de una chica de rasgos asiáticos.
La exbruja esperaba unas vacaciones tranquilas en su viaje por Europa y el estar con gente a la que debía acompañar por obligación le generaba molestia. Se consideraba un cero a la izquierda en cuanto a relaciones sociales y a la única quien mostró su verdadera personalidad fue a su amiga Chariot. De todos modos, notó a la bruja latina dirigir su mirada hacia ella con ansiedad, buscando una forma de iniciar una conversación. Así que la de pelo púrpura dejó a un lado sus ganas de extender su mutismo y tomó la iniciativa:
—Josefina, ¿me permites tu GPS?
Aunque su colega se vio pasmada por la pregunta, de todos modos le entregó el dispositivo sin siquiera cuestionar: era una tarjeta color violeta, con un chip integrado para rastreo satelital, la cual presentaba roturas severas en su alrededor. Acto seguido, Croix lo tapó con sus palmas, donde de ellas se desprendían pequeños cubos negros que se desvanecían en el aire. En solo unos segundos, entregó el GPS a Josefina, la cual quedó maravillada por ver la tarjeta en un impecable estado, como recién fabricada.
—¡Guau! ¡Eres maravillosa, Croix! Si supiese de tecnología, lo hubiese arreglado con mi magia.
—La verdad, tampoco sé cómo funciona la tarjeta. Solo dejo que mi magitrónica se encargue de todo.
—¿Así llamas a tu estilo de magia? Por eso te consideran la máxima exponente de la magia moderna, a pesar de tu expulsión. ¿Y los cubos que desprendieron tus manos tienen algún nombre?
—Los llamo pixeles. Cuando los creé, siempre me recordaban los videojuegos que jugaba en aquel entonces. Amo los videojuegos.
La latina mostró una jovial sonrisa, lo que alegró a la de cabello púrpura. La última continuó:
—Por cierto, Josefina, sobre la chica de Canadá, ¿Intentaste usar magia para hallarla?
—Fue lo primero que hice. Pero jamás la encontré. Era como si hubiese desvanecido por completo del plano físico.
—Oh, ya veo.
—Nunca la hallaron. Y no fue la única, también perdí a otros 2 potenciales inerciadores.
—¿Otros 2?
—Uno en Noruega y otro en Turquía. Me contacté con ambos… y creo que ese fue mi error. Debieron investigarme para hallarlos también.
—¿Tú lo crees así?
—Quisiera que no lo fuese, pero desde la emboscada, ahora sé que me estuvieron vigilando y por eso se adelantaron a mis intenciones.
—¿Qué tanto sabes sobre los inerciadores?
—Un inerciador puede bloquear poder mágico, espiritual e, incluso, síquico. Pero depende de cada persona, quiero averiguar qué rasgos influyen en sus poderes y creo que por fin lo sabré. Tuve suerte en conocer a Tito y que, además, sea un inerciador de telepatía. Gracias a él nos salvamos del mentalista. Mientras esté con nosotros, nos mantendremos a salvo.
Croix volvió a pensar con recelo en el anciano de los ojos dorados:
—Jamás creí que alguien fuese así de poderoso. Me siento horrible de caer tan fácil en su poder.
—También yo… Oye por cierto, ¿Dónde está tu familiar?
—eh… ¿Cómo dices?
—Todas las hechiceras tenemos un familiar, como Isi —dijo mientras acariciaba a su ave.
—Es que… Yo nunca he tenido un familiar. Lo más cercano es una criatura que creo con mis pixeles, al cual llamo Monstruo Pixel.
—¿Sí? ¿Y qué apariencia tiene?
Josefina tomó mayor confianza al dialogar con Croix y ésta deseaba terminar de hablar para seguir viajando en silencio. Así que la exbruja se armó de paciencia para seguir durante un tiempo indeterminado con su colega, quien siempre sacaba un nuevo tema de conversación.
Sin embargo, de pronto apareció un enorme vehículo de color negro a lo lejos, que estaba de costado y bloqueaba la ruta por la cual avanzaban. El conductor se mostró desconcertado y se vio obligado a frenar, llamando la atención de todos, incluidas Croix y Josefina.
—¿Qué ocurre? —se preguntó Josefina.
Tito, quien iba sentado cerca de la ventana, observó desde ahí lo mejor que pudo.
—Un auto negro bloquea el camino.
Croix notó a un hombre alto y una mujer de cabello largo y rubio saliendo del vehículo, ambos vestidos de negro y lentes oscuros. Ambos hicieron un gesto al conductor para pedirle que bajara del bus junto a los demás pasajeros. Aunque dudó un poco, decidió obedecer, a pesar que el control elevaría su tiempo de recorrido.
—Lamento mucho los inconvenientes —dijo el conductor a los pasajeros, en voz alta—, pero unos oficiales nos piden bajar.
—Deben ser solo policías comunes y corrientes —dijo Josefina.
—Mejor tomemos precauciones —dijo Croix.
—Toda la razón —Josefina sacó una botella de vidrio pequeña y se la mostró a su colega—. Bebe esto, Croix. Es una pócima para revertir conjuros.
—Pero… ¿resultará con poderes telepáticos?
—Ah… Eso espero.
De todas formas, Croix tomó la botella y bebió su contenido de una vez, sintiendo una nostalgia por sentir, en su lengua, el amargor de una pócima mágica de nuevo. Josefina hizo lo propio con otra botella y busco otra para dársela a Tito. Pero los pasajeros ya estaban bajando y tuvo que seguir buscando mientras caminaba hasta la bajada.
Luego de bajar, las miradas de las brujas iban hacia todas partes, no obstante, la de Tito se enfocó en la chica que iba sentada a su lado, descubriendo más detalles en ella: era una hermosa joven de piel lisa y rasgos faciales propios de una asiática, cabello negro con flequillos y en cola de caballo, delgada y pequeña, carente de pecho y cintura a los gustos del chico especial, pero su rostro bello fue suficiente para atraer su mirada. Ella cruzó miradas con el chico, quien mostró nerviosismo. La asiática le respondió con un coqueto ojo cerrado y una enorme sonrisa.
Tito estaba embobado por su belleza y Josefina lo notó, mientras aún buscaba la pócima. Le habló con una sonrisa maliciosa:
—¿Así que te gusta esa chica, Tito?
—¿Eh? ¡No-no es lo que piensa, doña Josefa!
—No te distraigas —interrumpió Croix, con total seriedad—, el enemigo puede atacarnos en algún descuido.
Croix observó a los agentes y notó que las observaban a ellas y a Tito con un inusual interés, a pesar de sus lentes puestos. Intuía que también iban tras el inerciador, por lo que se preparó para la batalla. Confiaba que lograría vencerlos con sus habilidades y en silencio para no llamar la atención de los pasajeros. Sin embargo, en su exceso de confianza, apenas pudo percatarse que la chica que atrajo a Tito sacaba algo de su bolso con prisa. Al mirarla, descubrió sus ojos dorados, similares a los que mostró el anciano telépata en su alucinación. Eso le generó un inmediato estado de alerta.
—¡JOSEFINA!
La asiática sacó un arma semiautomática con silenciador, la cual apuntó directo a Tito, quien no alcanzó a reaccionar de la inesperada acción. La fuerza con la que impactó al chico lo llevó a caer al suelo un par de metros. Aquello provocó el grito de algunos pasajeros.
—¡TITO! —gritó la latina, mientras soltaba a Isi para que volase.
Por fortuna, Sintió alivio al ver que Tito estaba bien gracias a Croix, porque ella sacó sus pixeles y rodeó al chico a tiempo. Las balas no llegaron a su cuerpo, aunque no pudieron protegerlo del fuerte empujón a quemarropa.
En ello, los 2 agentes tomaron unas enormes armas similares a bazucas, la mujer disparó un gancho que intentó agarrar al inerciador, pero Josefina logró desviarlo con un hechizo de aire control. Por desgracia, no pudo desviar del todo el cordel adherido al gancho, por lo que Tito sintió el golpe en su pecho y lo alejó aún más de las brujas.
Josefina se preguntó en su mente por qué de pronto los gritos de los pasajeros se detuvieron tan de pronto, pero al observar su alrededor se daría cuenta que todos quedaron paralizados, parecían estatuas vivientes. Al mirar a la asiática, supo que tenía poderes mentales y los usó para detenerlos a todos. Se acercó a Croix y le advirtió:
—¡Lo que faltaba! ¡Primero, un anciano con telepatía, ahora una chica con los mismos poderes!
En ello, Croix recordó los ojos dorados y tuvo un pensamiento:
—Espera, puede que ella y el anciano sean la misma persona.
—¿La misma?
Josefina no pensaba de la misma forma que su colega, pero tampoco tomaba sus frases como descabelladas. Una bruja de academia aprendía hechizos de transformación durante sus primeros años, porque no requerían tanta práctica el dominarlos. Era muy posible que aquel enemigo tuviese sus propios métodos para transformarse, aunque poco pensaba entre tanta confusión. Croix estaba en la misma situación, pero era capaz de mantener la calma y adaptarse a nuevas situaciones con rapidez.
De pronto, ambas notaron como su alrededor se oscurecía y sus cuerpos se paralizaban. Era la misma sensación que Croix sintió en el inicio, supo que caía de nuevo en el dominio del mentalista.
—¡Nos está controlando! —Gritó la exbruja.
—Pero… —se cuestionó Josefina—. ¿Y Tito?
Ambas pudieron notar como los 2 agentes tomaban al chico, un hombro cada uno. Sus pies se arrastraron hasta el auto negro, a varios metros de donde estaba el bus, lo suficiente para que el rango de alcance del inerciador no protegiese a las brujas.
Confiada de una inminente victoria, la chica asiática realizó una indicación con su mano con una risa malévola. A continuación, los pasajeros caminaron como si se tratasen de zombis hasta el autobús, todos se sentaron con absoluta tranquilidad y el conductor encendió el motor. El bus continuó su recorrido original, dejando abajo a los objetivos. Aquel ente poseía la capacidad de mantener en trance a las personas durante un tiempo, el cual se desvanecería y quitaría sus recuerdos, por lo que sus víctimas no tendrían recuerdos de su hipnosis. Eso sucedió cuando se alejaron lo suficiente del lugar, nadie recordó el suceso de la detención.
La de cabello púrpura se sentía inútil mientras observaba como era vencida. No hallaba forma alguna de escapar del poder mental, no obstante, ocurrió una reacción inesperada entre ella y la sicaria. Durante algunos segundos, Croix entró en los pensamientos de su atacante. Se trataba de una habilidad que jamás desarrolló, pero que le recordó la pócima para revertir poderes que Josefina le había dado minutos atrás. Se alegraba que funcionara y la salvara.
El dolor no se hizo esperar en la telépata, quien tocó su sien con su mano izquierda y sintió la obligación de quitar su poder en ambas brujas. Fue en ese entonces cuando la de cabello púrpura le sonrió con cinismo:
—Mi sospecha era cierta, también eres el anciano que nos persiguió en Atenas… Acabo de descubrir tu identidad…
El ente con apariencia de chica asiática miró con sorpresa a Croix.
»Dole S. Melipone.
Un incómodo mutismo se formó entre los presente, el cual desvaneció gracias a la risa de la mentalista, el cual mostró un tono de voz demasiado profundo para ser de una mujer. Eso provocó incomodidad en sus adversarios.
—Vaya, no debí subestimarte, Croix Meridies. Cuando leí tus pensamientos, supe de inmediato quién eras.
La aludida mostró sorpresa:
—Así que tú también me conoces…
—¿Cómo no hacerlo? Te hemos monitoreado desde el incidente de las brujas blancas, a ti y a todos los hechiceros de lo que ustedes llaman la «comunidad mágica».
—¿Qué quieres con el chico?
—Sencillo: terminar con su vida.
—¿Por qué?
—Solo les voy a dar una pequeña información: en estos momentos solo hago tiempo con ustedes, mis agentes se preparan para llevarse al chico ahora mismo y no podrán hacer nada.
El hombre con apariencia de mujer sonreía confiado de su victoria, pero los segundos pasaron y no escuchaba el motor del auto tras de él, solo los aleteos de un ave. Al no escucharlo, el rostro de Melipone borraba su sonrisa y sus ojos abrían cada vez más de la preocupación. Quería desviar su mirada, pero si lo hacía, daba una chance de que alguna de las brujas fuese contra él. Por ello sostenía su pistola con fuerza.
—Sé que no quieres mirar atrás —dijo Josefina—, así que yo te contaré. Resulta que le entregué a mi ave Isi unas esporas que esparció sobre tus agentes y generó un efecto adormecedor, ahora están recostados en el suelo, durmiendo como unos niños. Una pena por Tito, que también recibió el efecto.
En vez de frustrarse, el ente con forma de chica mostró indiferencia.
—Ah, ya veo. ¿Están tras de mí ahora mismo?
—Justo detrás.
Melipone sonrió.
—Gracias.
Por desgracia, Croix entendió las malévolas intenciones de Melipone al realizar tal pregunta. Con esa información, el mentalista dio la media vuelta lo suficiente para apuntar con su pistola y disparar directo a su objetivo, incluso si llegase a matar a alguno de sus compañeros o ambos.
Por suerte, Croix se adelantó al convocar a su monstruo pixel, una criatura oscura de aspecto cubico creado con sus pixeles, con el cual le arrebató el arma justo antes de siquiera disparar. Lo que no se percató fue que soltó una especie de esfera con su otra mano, la cual cayó al suelo, en frente de ambas brujas. Solo Josefina se dio cuenta:
—¡CROIX, CUIDADO!
Se preparaban para una explosión de fuego, pero recibieron un estallido sonoro, se trataba de una bomba de ruido, la cual estresó los oídos de Croix y Josefina y las aturdió. Fue tal el impacto que no pudieron hacer nada cuando Melipone tomó a Tito y lo subió vehículo negro para escapar, dejando abandonados a sus compañeros y a las hechiceras tratando de calmar sus oídos de tan repentino estruendo.
5
Una vez pasados los efectos del reciente ataque, las 2 mujeres se levantaron con dificultad. La frustración en Josefina no se hizo esperar y gritó hacia el cielo:
—¡Maldición!
Croix se sorprendió que una chica tan amena mostrara esa clase de ira y, además, soltase un insulto de tal calibre.
No obstante, ambas vieron a los agentes dormidos en el suelo.
—Josefina, intentemos sacarles toda la información que podamos.
—¡Excelente idea, Croix! —respondió su colega, con una enorme sonrisa.
Croix utilizó sus pixeles para sujetar a ambos agentes de pies y manos, con tal de evitar alguna maniobra engañosa, mientras la bruja latina sacó los lentes a ambos y usó un frasco con un fuerte aroma a vinagre de manzana en su interior. Pasó el frasco bajo la nariz de la mujer y luego en la del hombre. Ambos despertaron y observaron directo a sus captoras, para luego forzar sus brazos e intentar liberarse sin éxito. Ambos miraban con susto.
—¿Qué está pasando? —dijo el hombre, con preocupación.
—Tienen mucho que explicar —les respondió Croix.
—¡Hechizo de la verdad! —gritó Josefina, mientras su mano derecha emitía un brillo azul.
Josefina transmitió la luz en su mano a las cabezas de los agentes, como si se tratase de un foco de luz potente. Al exponerlos lo suficiente, la latina le asintió a su compañera y esta los miró para decir:
—¿Quién es Melipone y desde cuando trabajan para él?
Luego de un incómodo silencio, la mujer dijo:
—¿De quién están hablando? No conocemos a nadie con ese nombre.
Esa respuesta pasmó a las brujas, sobre todo considerando que estaban bajo los efectos del hechizo de la verdad.
—El agente —dijo Josefina—, el que lee mentes.
—¡No conocemos a nadie así! —dijo el hombre, asustado por su estado de debilidad.
—¿Y ustedes quiénes son? —gritó la mujer—. ¿Acaso nos secuestraron? ¡Ayuda!
Ninguna podía creer las respuestas recibidas, más aún con el hechizo de la verdad. Los observaron para ver si estaban protegidos contra hechizos, incluso Croix usó su tótem en busca de poder mágico aplicado. Pero no tenían ningún indicio de protección.
—¿En verdad usaste el hechizo de la verdad, Josefina?
—Por supuesto… y tampoco muestran signos de que lo revirtiesen de alguna forma.
Emitiendo un sonoro suspiro y con sus párpados caídos, Croix usó un hechizo de borrado de memoria, el cual hizo dormir a la pareja. Luego, deshizo los pixeles que los sujetaban.
—Melipone también los hipnotizó… y les quitó su trance para no sacarles información.
Una tensión en la mandíbula se presentó en Josefina, quien depositaba todas sus esperanzas en la posible información de los agentes. Al perder su mejor oportunidad, se hincó y rodeó sus brazos en sus rodillas, ante la mirada pasmada de Croix.
—¡No otra vez! ¡Otro inerciador desaparecerá y no pude hacer nada de nuevo!
Entre los lamentos de Josefina y el intento de Isi en consolarla, Croix se mantuvo racional, aunque con un sentimiento de ira por la humillación recibida, el cual mantenía bajo control.
—Podemos salvarlo si actuamos rápido. Dejé unos pixeles en el vehículo y en Tito, los puedo rastrear sin problemas.
La bruja latina aún no quitaba su mirada triste y la de cabello purpura prosiguió:
»Cuando intentó hipnotizarme, la pócima para revertir conjuros hizo efecto. Pude entrar en sus pensamientos unos segundos y obtuve información que podemos usar a nuestro favor —Josefina llevó su mirada a la de Croix—. Lo principal fue que Melipone, además de telépata, es un cambiaformas; y lo otro fue un nombre que se repetía mucho, aunque no sé de qué se trata: ATOMA.
Aunque parecía cambiar de opinión, la expresión de Josefina volvió a la melancolía de no lograr su meta. Por lo que Croix, dándose ánimos, se dispuso a animarla, incluso sabiendo que se consideraba pésima para tal propósito.
—Vamos, la vida de Tito corre peligro. La comunidad mágica y el mundo debe conocer la existencia de estos seres.
Y finalmente Josefina dijo:
—También debemos exponer a esos telépatas, como el tal Melipone.
Croix mostró una sonrisa a su colega, aunque la última se mantenía en total frustración al sentir que fracasaría en proteger a otro ser especial. En su tristeza, recordó una pregunta que guardaba hace mucho y que pretendía responder, aunque no fuese el momento adecuado:
—Dime algo, Croix… ¿Cómo es la bruja blanca llamada Atsuko Kagari? Sé bien que es la nueva preferida de la maestra Chariot.
—¿Qué? ¿A qué viene esa pregunta ahora? —preguntó Croix, descolocada por una pregunta fuera de aquel contexto.
—Es curiosidad. Por favor, quiero saberlo.
La de cabello púrpura encontró aquel momento inadecuado, además que era reservada, no le gustaba hablar de su vida y menos de las de otras personas. Pero por alguna razón, sentía que debía hacerlo como un favor. Además, por su compromiso en salvar a Tito, sentía que debía entablar una relación de confianza.
—¿Qué puedo decir? En Luna Nova, la llamábamos Akko. Es muy entusiasta, algo ingenua, impulsiva, pero con una determinación que nadie más tiene. En el tiempo que estuve enseñando, fue una de las que más practicaba las artes mágicas. Nunca vi tanta pasión y trabajo duro antes.
—Ya entiendo. Entonces si merecía ser la portadora de la Vara Brillante después de todo.
Croix mostró sorpresa al escuchar aquel nombre, puesto por su amiga hace mucho tiempo.
—¿Le dices «Vara Brillante» al Chaiom Solais? ¿Tanto admiras a Chariot?
—Ella me enseñó muchas cosas que sé ahora. Me dio confianza y de hecho, la admiraba mucho desde ese entonces, aunque claro, la conocía bajo el nombre de Úrsula.
—Claro, su otra identidad… Tú dime algo, si ella se hubiese presentado ante ti como Shiny Chariot, ¿hubieses pensado de la misma forma, suponiendo que su fama anterior era bien conocida?
Josefina enmudeció un momento, mientras observaba a su derecha. Sabía la pésima reputación que Shiny Chariot poseía en ese entonces y comprendía el porqué decidió cambiar de identidad.
—No me habría importado… cómo tampoco le importó a Akko.
Con una sonrisa, la exbruja dijo:
—Ok. No perdamos tiempo, debemos rescatar a Tito ahora mismo.
—¿Pero cómo?
Para fortuna de ambas, un humilde vehículo de color gris oscuro, con todas sus ventanas polarizadas, se acercaba con prisa desde el horizonte. Croix no lo sabía, pero Josefina lo vio y mostró una enorme sonrisa.
—¡El destino nos sonríe, Croix!
—Espera, ¿quién viene?
—Es uno de los transportistas, con el que debía reunirme en Atenas
El vehículo se detuvo en frente de las brujas. La ventana lateral al lado del piloto abrió por completo, mostrando a un hombre de piel morena, calvo y de edad, aunque muy atlético.
—Conque aquí estabas —respondió el conductor—. Que bien que hayas sobrevivido.
—Digo lo mismo, Dembé. Quería llamarte, pero mi teléfono se rompió mientras nos perseguían.
—Mmm... ¿Y el chico?
—Me lo arrebató el tipo que nos atacó —respondió Josefina, con el ceño fruncido.
Ante las palabras, el conductor de tez morena miró hacia su retrovisor en medio.
—Entonces tu corazonada era cierta, Reddington.
Josefina se sorprendió:
—Espera, ¿Reddington está contigo?
—Él sabía que iban tras de tu chico —dijo Dembé, mientras dirigía la mirada hacia Josefina—. Quiso acompañarnos en tu búsqueda, menos mal aún tienes tu GPS a la mano.
Josefina se pasmo, recordó el dispositivo que arregló Croix. Lo tomó de su bolsillo y lo sacó.
—¡Por supuesto! ¡Qué bueno que lo arreglaste, Croix!
En tanto, el conductor miró a la mujer de enorme capa con recelo, mientras ésta levantaba una ceja:
—¿Y ella?
—Es una colega, necesito que esté con nosotros.
—No vendrá.
—Por favor, Dembé. Ella nos salvó de una muerte casi segura.
—No confiaré en una desconocida.
Josefina no dejaba de poner una tierna cara triste, aunque el moreno no se mostraba especialmente afectado.
—¿Dices que también es una bruja? —dijo la voz proveniente del asiento trasero del vehículo.
—Oye, Red —dijo Dembé—, no estarás pensando en…
—¡Así es, Reddington! —interrumpió Josefina—. Una como nunca nadie ha conocido. Croix es la máxima exponente de la magia moderna.
La mujer latina observó a su colega y le guiño un ojo.
—¿Podríamos ir por Tito? —habló Croix, molesta por los halagos—. Aún estamos a tiempo.
Luego de pensarlo la puerta trasera frente a ellas. El pasajero, irreconocible por la poca luz al interior, les dijo:
—Suban, dígannos a dónde fueron.
6
Melipone miraba el espejo retrovisor con desesperación, lo único que deseaba era alejarse lo más lejos posible de sus adversarias y por fin matar a su objetivo, quien lo tenía durmiendo en el asiento del copiloto. Al no tener su fiel pistola con silenciador y alterado por ver su poder anulado por las brujas, solo pensaba en llegar a una zona alejada y terminar su misión de la forma más sutil posible, lo cual generaría dificultad al no contar con su elementos habituales y sentirse obligado a improvisar.
Aquel joven de rasgos griegos abrió sus párpados con lentitud, solo para darse cuenta que un tipo de cabello corto, enorme frente y mirada penetrante, conducía el vehículo. Intentó mover sus manos, pero las tenía amarradas con unas esposas policiales las cuales, a su vez, estaban adheridas a unas cadenas que bajaban hasta sus tobillos, también amarrados. El joven preguntó:
—¡¿Tú quién eres?!
—Despertaste.
La voz le fue inconfundible a Tito, quien lo ratificó al ver los ojos dorados de su secuestrador, mientras éste emitía una sonrisa denigrante.
—Eres el telépata. Te transformaste.
—Ja, eres listo, campeón.
—¿A dónde me llevas?
—A un lugar donde nadie nos moleste. Te dejaré por ahí y yo me iré.
Tito ya comprendía los enormes poderes que su secuestrador poseía.
—¿Por qué? ¿Por qué matas a la gente como yo? ¿Es porque tu poder no funciona conmigo?
Mantuvo su mirada fija en la carretera, para luego observar a su víctima.
—Mis razones no te incumben, amigo. Solo debes saber que hoy será tu último día.
El vehículo llegó a un punto de total vacío, era solo el camino, terrenos baldíos y árboles. Se desvió hacia uno de los enormes espacios, donde se estacionó para dejar al inerciador en el suelo, al cual le quitaría su vida y lo dejaría abandonado. Dejar huellas no le gustaba para nada, pero no tenía opción.
Pero no pasó más de un minuto cuando los espejos retrovisores reflejaron una potente luz amarilla, proveniente de otro auto de color gris. Melipone notó como éste detenía su velocidad para quedar a un costado suyo, sin salirse del camino, por lo cual quedó a unos 4 metros aproximados.
—¿Quién viene a interrumpir?
El asesino sacó una pistola diminuta desde la puerta del copiloto, del tamaño de su palma, con la cual podía disparar balas de un grosor apenas superior a la punta de un lápiz grafito. Por si solas no garantizaban la muerte, pero el telépata estaba entrenado para apunar en zonas vitales que causasen un deceso inmediato a su víctima.
—Si se te ocurre gritar, mataré a esos pasajeros también.
El asesino guardó el arma en su traje y salió para caminar hacia el otro vehículo. La ventana trasera abrió, revelando a un hombre con sombrero de los años 20, lentes de aviador y una sonrisa relajada. Aunque estaba a varios metros de Tito, aun le afectaba su poder y le era imposible leer la mente del visitante.
—Disculpe, noble señor —dijo el pasajero—. Lamento interrumpir su momento de relajo, pero quisiera preguntarle si vamos en el camino correcto hasta Atenas.
—¿Por qué dice que me está interrumpiendo?
—¿Por qué, dice? estamos a kilómetros de algún pueblo. No hay baños ni hoteles, así que imagino que hará algunas… necesidades… aprovechando que no hay gente mirando.
Melipone decidió ignorar eso último y prefirió contestar:
—Me dices que vas a Atenas, ¿verdad? Sigue el camino, llegarás en una hora más o menos.
—Muchas gracias por su ayuda, señor…
—Mi nombre no te incumbe, amigo.
—Como quieras, si alguien pregunta, diles que Reddington habló contigo.
Melipone quedó sorprendido. Había escuchado historias en el bajo mundo de la gente común, sobre un contrabandista muy conocido que otorgaba servicios de armamento, chantaje y limpieza de escenas del crimen, a cualquiera que pudiese contactarlo y por un muy buen precio. El telépata no necesitó de sus poderes para comprobarlo:
—¿Reddington? ¿Raymond Reddington?
—Ah, veo que has escuchado de mí.
—Así es… qué desafortunado…
—Así veo…
Fue ahí que Melipone se alejó un par de metros y apuntó hacia el auto de Reddington con su pequeña pistola, mientras el de lentes se agachó para evitar el impacto. Por fortuna, no logró siquiera disparar debido a que Josefina, quien apareció a su lado izquierdo, usó magia de viento para crear una ráfaga y arrebatarle el arma. Gracias a ello, las brujas, junto con Reddington y Dembé quienes salieron del auto, rodearon a su adversario, quitando toda opción de actuar.
—Gracias por el consejo de hacer tiempo —dijo Josefina, con una sonrisa, mientras Isi se le posaba en su hombro izquierdo.
—Se acabó el juego, Melipone —dijo Croix.
—Levanta tus manos —dijo Dembé, quien sostenía una pistola.
Sin opción aparente, el telépata obedeció y mostró sus manos enguantadas con cuero negro.
—Esperaba verlas de nuevo, par de brujas —dijo Melipone, aun mostrando confianza—. Y trajeron de invitado al famoso Raymond Reddington. No creí que te dedicases a los temas paranormales.
—Es un hobby de medio tiempo —contestó el aludido—. Robin Williams tomó vacaciones para hallar extraterrestres, yo lo hago para ayudar brujas… las reales, no las suegras, cabe aclarar.
—Ja ja, me agrada tu sentido del humor.
—¿Dónde está Tito? —dijo Croix.
—Está en el auto…
El asesino apuntó a su vehículo negro, estirando sus dedos índice y pulgar de una forma extraña. Croix se percató que las yemas de los mismos tenían un llamativo color gris oscuro, tomó alerta al ver que juntó ambos dedos, lo cual provocó una repentina explosión en su propio vehículo, en el cual estaba su objetivo. Esto provocó una onda expansiva que obligó a todos a cubrirse, excepto por Melipone que solo giró su cabeza y dijo:
—Lo lamento, quise decir: «estaba».
—¡TITO! —gritó Josefina, mientras iba tras de él.
Una sonrisa siniestra nació en el rostro del telépata, había recuperado sus poderes mentales de golpe, por lo que intuyó que pudo acabar con su objetivo. Tal vez no terminó su misión de la manera sutil que empleaba, pero había cumplido al fin y al cabo.
—Uh, por fin puedo sentir sus pensamientos fluyendo.
Melipone respiró profundo, estaba en completa libertad de paralizar a sus enemigos cuando él lo quisiese. No obstante, deseaba jugar con ellos, hacerles creer que tenían chance de frenarlo y detenerlos justo al instante.
—Hiciste un desastre —dijo Reddington—, poco profesional de tu parte.
—Me dejaron sin opciones —dijo Melipone, con sentimiento de victoria—. Recurrí a tácticas desesperadas, pero cumplí mi misión y lo demás ya no importa.
—Me queda la duda del porqué persigues a gente con poderes, siendo tú uno de ellos.
—¿Crees que entenderías mis intenciones? ¿Crees que un simple mortal como tú puede comprenderme o entender mis poderes si te lo dijera, Reddington?
—¿Qué poderes?
La risa de Melipone desapareció en un parpadeo al ver un pensamiento de Reddington. Miró de inmediato atrás para ver a Tito, en frente suyo, cubierto de una ira que arrugaba su rostro. Su mirada fulminante le provocó un temblor en sus manos que no sentía desde hace mucho. Descubrió que Croix tenía sus cubos mágicos en el vehículo, el cual no solo lo rastreaba, sino que generaron un escudo protector al inerciador entre el momento que salió del vehículo y poco antes de explotarlo. Cuando intentó matarlo, la magia de Croix lo sacó a tiempo y lo alejó algunos metros más, haciéndole creer que cumplió su objetivo y elevando su confianza hasta el exceso.
—Te lo dije —dijo Croix—: Se acabó el juego.
Melipone estaba por completo airado, ya no tenía cartas para jugar. Fue derrotado.
—¿Creen que van a parar esto cuando me maten? —dijo, mientras bajaba la manga de su muñeca izquierda, revelando un tatuaje de un trébol de 3 hojas—. Hay fuerzas más allá de lo que comprenderían, vendrán más y más y no descansarán hasta que los metahumanos desaparezcan de la Tierra, de una vez por todas.
—¿Metahumanos cómo tú? —Exclamó Josefina.
—Querida, solo trabajo para quien saldrá vencedor de esta guerra.
Antes que Josefina mencionase la palabra «guerra», una luz roja, acompañada de un leve sonido de alarma, provino desde el interior de la manga derecha de Melipone, quien miró con desdén.
—Es hora de irme.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Josefina, con incredulidad.
—Nos volveremos a ver.
De pronto, apareció tras de Melipone una luz blanca enceguecedora y, junto a ella, una silueta humanoide oscura, quien le tocó su hombro derecho.
»Te tardaste.
En un abrir y cerrar de ojos, se desvanecieron la luz y el telépata, dejando desconcertados a sus adversarios, quienes observaron en todas partes, sin hallar resultados.
—¿Cómo escapó? —se preguntó Dembé.
Y por más que intentaron rastrearlo, tanto con magia de Croix y Josefina, como por los aparatos de Reddington y Dembé, no lo volvieron a hallar ese día.
7
Ya era de tarde en el puerto de Gálatas. Sacaron a los «compañeros» de Melipone del maletero y los dejaron dormidos, sentados al interior de un pequeño mercado de pescados. Después que Dembé estacionase el vehículo cerca del muelle, Isi picoteó un papel en la mano de Josefina para recrear el tatuaje de Melipone. Al terminar, se la mostraron a Reddington, quien se sorprendió de la perfección del dibujo.
—¿Te suena de algún lado, Red?
—Para nada —dijo mientras lo sostenía—, pero conozco a gente que podría saber su significado. Deben esperarme.
El hombre de aspecto mafioso usó su celular para sacar una foto y mandarla a un contacto. En tanto, Josefina vio a Croix y se le acercó con una enorme sonrisa.
—Gracias, Croix. Sin ti, no habríamos sobrevivido.
—No tienes por qué —respondió—, de hecho, yo les agradezco. Gracias a ustedes, ahora sé que existe una organización que desea acabar con la comunidad mágica. Debemos prepararnos a toda costa.
Luego de asentir, Josefina dio la media vuelta para subir. Pero no dio un solo paso, quedó pensativa unos segundos.
—Eh, ¿sucede algo, Josefina? —preguntó Croix, extrañada.
Con rapidez, la mujer latina volvió a dar media vuelta para mirar a Croix.
—¿Nos acompañas a Estados Unidos? ¡Tengo tantas cosas que preguntarte! Te puedo alojar en mi grupo de brujos Epuvilu. ¡Quiero saber de ti y tu estadía en Luna Nova! ¡Yo también te contaría mis anécdotas!
La de pelo púrpura se mostró pasmada por el inesperado ofrecimiento, al igual que Tito y Reddington. Aunque no tenía problema en hacer a un lado su viaje de vacaciones, la exbruja tenía un nuevo plan en Grecia.
—Eh, no sé qué decir… No puedo ir ahora, pero agradezco la invitación.
Aunque mantenía su jovial sonrisa, en el fondo, Josefina se mostraba triste.
—Ya veo…
Croix se dio cuenta de su emoción, así que pensó en una forma de consolarla.
—Créanme, si ocurre lo peor, solo contáctenme.
En ello, Croix generó 3 pixeles en su mano y se acercó al grupo, partiendo por Reddington.
—Si sabes nueva información, usa esto para avisarme. Josefina sabe cómo activarlo.
—Tenlo por seguro.
Luego, fue con Tito para darle otro dado:
—Si estas en peligro, Tito, usa esto. Yo te ayudaré.
—Eh… Gracias, señorita Croix.
—Solo dime Croix, Tito —dijo con una sonrisa—. Todavía me cuesta aceptar mi edad.
Y le entregó un último pixel a Josefina:
—Y tú, úsalo si quieres charlar conmigo un día de estos.
La bruja latina le mostró una enorme sonrisa y aunque deseaba abrazarla con toda su fuerza, se contuvo porque aún no consideraba estar en completa confianza. Quien sí recibió el afecto de Croix fue Isi, quien recibió una caricia en su cabeza y lomo.
De pronto, Dembé se le acercó y le mostró las llaves de su vehículo gris oscuro.
—Supongo que necesitarás el auto —le dijo.
—¿Es en serio?
—Es un gesto por tu ayuda. De todos modos, teníamos pensado abandonarlo acá.
La exbruja tomó las llaves solo como un gesto de cortesía, porque no pretendía conducir. Cuando solía vacacionar, prefería evitar el volante.
Todos subieron al barco y Croix se quedó un momento más, para ver cómo se alejaba de la costa. Josefina no resistió más y fue hasta la popa para ver una vez más a la bruja de capa roja:
—¡ADIOS, CROIX! ¡CUÍDATE, AMIGA MÍA!
La de pelo púrpura se pasmó por la enorme muestra de afecto, acompañada de los sonoros cantos de Isi. No era alguien que mostrara sus emociones de forma abierta, pero tampoco quería deberle el gesto. Así que se limitó a levantar y agitar su brazo de un lado a otro, aunque luego de alejarse hasta casi desaparecer en el horizonte, se arrepentía de no haberla acompañado a Estados Unidos. De pronto, sintió la necesidad de sentirse acompañada, por lo que uso su magia para invocar a su monstruo pixel.
—Vamos de paseo —Le dijo Croix a su monstruo pixel, a quien lo trataba como familiar por consejo de Josefina.
Ya habiendo comprobado que estaban seguros en el mar, Croix Meridies decidió regresar en un bus a Atenas, no solo para continuar con sus vacaciones, sino para buscar indicios de Melipone y reunir toda información posible. Usó sus pixeles para monitorear cada rincón del país y tuvo a mano una pócima para revertir su poder telepático, para así protegerse de posibles ataques. Aunque no halló al telépata en los 3 días siguiente, encontró pistas interesantes para Josefina. Después de meditar, decidió tomar una decisión más que radical: romper las reglas de la comunidad mágica y pedir ayuda a una vieja amiga…
Muchas gracias por haber leído mi historia. Esperemos vernos de nuevo. Chao.
