Capítulo Treinta
La Batalla de la Mansión Rosier
Era la víspera de la última batalla de la Segunda Guerra Mágica, estaba cerca la victoria decisiva; quién ganaría y quién sería derrotado. Lord Voldemort, Lady Sartana y sus mortifagos debieron de haber dejado la Mansión Malfoy para ir a Hogwarts, donde sospechaban que Harry Potter se encontraba en el castillo, buscando algo importante.
En una casa de estilo barroco y de tonos oscuros, se encontraban los miembros de la Corte de Atenea, planeando como ir a Hogwarts y ayudar en la batalla que se avecinaba. Algunos no querían tener más problemas con la guerra, pero no les quedaba de otra que continuar. La Mansión Rosier se había vuelto su refugio durante los últimos días, se encontraba casi cerca de Escocia y oculta en el bosque, era un buen escondite.
Pero no podían quedarse ahí mucho tiempo, la batalla se acercaba y tenían el presentimiento de estar presentes. Al anochecer, el grupo decidió salir de la mansión, todos encapuchados y sin separarse de nadie. Habían caminado tan solo 20 minutos cuando sufrieron una emboscada.
Un grupo de mortífagos comandados por Valenzuela los atacó. El grupo de la Corte de Atenea empezaron a batirse a duelo para defenderse; era una batalla feroz y a pesar de ser un grupo pequeño, estaban al mismo nivel de magia que sus atacantes. De los miembros de la Corte, Shauna sorprendió a sus adversarios al tener la habilidad de desviar los hechizos que le lanzaban y regresarles el ataque.
Shauna y María se batían a duelo con Yahir y Antonieta, hechizos de múltiples colores iluminaban el bosque.
— Mira nada más, amor mío — dijo Yahir maliciosamente. — La princesita Shauna ya sabe defenderse y eso que la considere una cobarde.
— No por mucho tiempo, Yahir — dijo Antonieta lanzando otro maleficio que Shauna desvió con un encantamiento protector.
Seguían luchando contra el matrimonio Salazar, aunque empezaban a perder ventaja, ya que María y Shauna eran muy jóvenes y la magia de los esposos Salazar era más poderosa que la de ellas.
— ¡Avada Kedavra!
Un chorro de luz verde salió de la varita de Antonieta e iba directo a Shauna. Rabastan vió la escena y rápidamente se interpuso entre Shauna y Antonieta. El rayo verde golpeó a Rabastan en el pecho y cayó al suelo sin vida.
— ¡Rabastan! ¡No! — gritó Rodolphus mirando a Antonieta con enojo. — ¡Maldita!
El mortifago lanzó otro maleficio hacia Antonieta. La mortifaga lo desvió con despreocupación y se rió maniaticamente. Yahir se unió a la risa hasta que sintió un ardor en la marca tenebrosa, al igual que sus compañeros mortifagos.
— La Dama Oscura nos requiere…. Andando.
Los mortífagos desaparecieron dejando a la Corte de Atenea en el bosque. Rodolphus corrió hacia su hermano menor, tenía una expresión de dolor al verlo sin vida. El mortifago lloró en silencio mientras Bellatrix lo abrazaba. Ella estaba triste por su amigo y porque también hace unas semanas, su madre Druella Black, había muerto a manos de su sobrina Sartana, ella no pudo hacer nada para defenderla.
— Lo siento mucho, Rod.
— Hay que enterrarlo — dijo Rodolphus. — Y luego, esa maldita asesina de Antonieta recibirá lo que merece.
— Lo hará, esto no se va a quedar así — dijo Felicity.
Unos minutos después, Rodolphus había sepultado a su hermano en el cementerio de la Mansión Lestrange y habían lanzando luces como señal de respeto. Después del pequeño homenaje, los miembros de la Corte de Atenea desaparecieron para reaparecer en el bosque que estaba cerca de Hogwarts.
El grupo estaba encapuchado y se mantenían en un punto donde estaban alejados de los demás mortifagos pero cerca para vigilar los movimientos sospechosos de Sartana y los demás mortifagos que estaban con ella. Empezaron a presentir que algo malo iba a ocurrir, que pronto la Dama Oscura daría la estocada final contra Voldemort.
