Disclaimer: Los personajes y la historia no me pertenecen. La historia es de TouchofPixieDust y los personajes son de Rumiko Takahashi, yo únicamente traduzco.
Paso 1: Aroma en capas
«Realza tu feminidad y tienta sus sentidos. Haz que se enamore de ti creando una capa de aroma».
Kagome leyó el artículo.
Luego, releyó el artículo.
La gráfica con todos los diferentes tipos de aromas la dejó confusa, no obstante. Tal vez debería haber prestado más atención en Matemáticas. ¿O sería esto Ciencias? ¿Química, quizás?
Con un suspiro, metió la revista de nuevo en su bolso y siguió mirando con asombro los frascos y recipientes variados que tenía delante. Nunca se había sentido tan perdida… ¡y una vez había caído por un pozo quinientos años hacia el pasado y había aterrizado en el Japón feudal!
Daba gracias porque a su madre no le importase llevarla a comprar perfume. No estaba tan agradecida por la sonrisa cómplice, no obstante.
¿Floral?
¿Afrutado?
¿Silvestre?
¿Cítrico?
¿Almizcleño?
¿Qué ERA el almizcle, en cualquier caso? No sonaba muy agradable. Sonaba como a libros que no se han tocado en años. O a viejos pergaminos.
—Eso es «rancio», no almizcleño.
Kagome se encogió. De verdad que debería aprender a dejar de decir todos sus pensamientos en voz alta.
—El almizcle se creó originalmente incluyendo secreciones de animales como el ciervo almizclero —leyó su madre en su smartphone, un regalo de Kagome y Souta—. También…
—¿Secreciones glandulares?
—Sí, querida, pero también se usaban plantas…
—No, gracias.
—Pero, cariño, huele para asegurarte de que… —Pulverizó un poco del perfume en la mano de Kagome—, eh… ¿te gusta?
—No, gracias. —Kagome alejó la mano de ella, luego se la limpió en la falda.
Su madre sonrió y volvió a colocar el frasco que había cogido del estante.
—¿Qué tal el olor silvestre?
Kagome suspiró y negó con la cabeza.
—Creo que probablemente ya tiene bastante con el olor silvestre. Ya que vive en los árboles la mayor parte del tiempo.
—Oh. Sí, claro. —Tras mirar a su alrededor un momento, dirigió a su hija por un pasillo distinto—. Estos son los aromas más florales. Prueba este.
Kagome estiró la muñeca y dejó que su madre la rociase con perfume. Lo olió, luego arrugó la nariz.
—Uf. Qué fuerte. Me hace doler la nariz.
Su madre lo olió y también arrugó la nariz.
—Tal vez deberíamos pasar a los aromas frutales y cítricos. Son olores agradables.
Kagome siguió a su madre mientras intentaba limpiarse el perfume contra su falda. Toda la tienda tenía un olor penetrante con todos los diferentes aromas. ¡Sobrecarga sensorial!
—¡Oh! ¿Qué tal este? Tiene un olor similar al talco para bebés.
Kagome lo olfateó y frunció el ceño.
—Huele un poco demasiado a talco para bebés.
Su madre volvió a olerlo y sonrió. Roció un poco en el brazo de Kagome.
—Recuerdo cuando eras un bebé y olías así constantemente.
—¡Mamá! ¡Quiero que Inuyasha piense en mí como en una mujer, no como en un bebé!
Su madre olfateó otra vez el perfume y suspiró.
Kagome negó con la cabeza y sonrió. Se estaba divirtiendo. Incluso si no encontraban el aroma que estaba buscando, estaba disfrutando del carácter juguetón que su madre estaba mostrando. Parecía muy perdida en sus recuerdos. Kagome vio que su madre se detenía y se estiraba hacia un frasco bonito.
—Tu padre me regaló un frasco de esto cuando acabábamos de casarnos.
Le tendió el frasco a Kagome. Las lágrimas le escocieron en los ojos mientras sostenía el frasco. Su padre… Abrió el frasco y olfateó.
Y tosió.
Y estornudó.
Luego, se agarró el pecho y se esforzó por respirar.
—¡MADRE!
Su madre se rio y lo recuperó.
—No dije que oliera bien, solo que me lo regaló.
Kagome fulminó con la mirada el ofensivo frasco y lo dejó en su sitio, luego agarró a su madre por el brazo y la condujo a donde estaban esperando los olores más afrutados. No le llevó mucho tiempo encontrar uno que le gustó de verdad. Olía a fresas y a algodón de azúcar.
—Esto dice que haga capas con ellos usando desodorantes con aroma, cremas, lociones, aceites Y perfumes.
Su madre miró el artículo de la revista, luego de nuevo a su hija.
—Bueno… si estás segura… Pero un artículo que estaba leyendo dice que hacer capas va de combinar aromas… —Intentó mostrarle su teléfono a su hija.
Lo intentó.
Kagome, no obstante, se sentía como si hubiera encontrado un preciado tesoro y estaba ocupada reuniendo frascos, botes y tubos. El aroma que le encantaba no lo había solo en perfume y loción, sino también en gel de ducha, crema corporal, hidratante, desodorante, bruma, polvo corporal e ¡incluso en spray para el pelo! Y, como el artículo decía que aplicara aromas en la ropa y en el pelo, además de sobre la piel, ¡necesitaría todos y cada uno de ellos!
Sonriendo indulgentemente, la madre de Kagome pagó las compras. No había muchas ocasiones en las que pudiera pasar tiempo haciendo cosas de chicas con su pequeña. Le hacía feliz ver a Kagome tan animada. ¡Comprar perfume era infinitamente más placentero que sacar las manchas de sangre de su uniforme escolar!
Una vez estuvo de vuelta en su habitación, Kagome abrió sus nuevos envases. Tras leer las instrucciones de un par de artículos, empezó a aplicar los aromas.
Todos.
Antes de que la última gota se asentase sobre su piel, Kagome fue corriendo de la casa al pozo. Tenía que moverse con rapidez antes de que cambiase de idea.
La luz azul la rodeó al saltar al pasado.
—¡Kagome!
—¡Shippo!
Los ojos del kitsune se llenaron de lágrimas. Luego, se puso las manos encima de la nariz.
Luego, sonrió.
Kagome salió del pozo, sorprendida de que Inuyasha no estuviese a la vista. ¿Dónde estaba? Casi siempre la recibía en el pozo. De hecho, se había olvidado de cuánto le costaba salir por sí misma.
—¿Dónde está Inuyasha?
—Iré a buscártelo —se ofreció Shippo alegremente.
Kagome nunca había visto al zorrito correr tan rápido.
Era extraño que Shippo fuera el único que estuviera en el pozo. Y parecía que lo había pillado también por sorpresa. Kagome se olió el brazo con nerviosismo, esperando que el aroma siguiera allí. Odiaría que se desvaneciera antes de que Inuyasha tuviera oportunidad de olerla… y de enamorarse perdidamente de ella.
Respira hondo.
—Cálmate, Kagome —se dijo—. Y sonríe.
Sintió la sonrisa falsa. Fingida.
Bueno, hasta que vio aparecer un par de orejas plateadas. Entonces, su sonrisa fue real. Dos segundos más tarde, se transformó en una sonrisa nerviosa. Para cuando vio el dorado de sus ojos, había entrado un poco en pánico.
—¿Kabobe? —Inuyasha se tapó la nariz y la boca con la manga.
Preocupada, Kagome corrió hasta el hanyou. Gritó de miedo cuando se le desenfocaron los ojos y empezaron a girarle formando espirales justo antes de que se desmayara.
—¡INUYASHA! —Kagome le tocó la cara y luego se giró hacia Shippo—. ¡BUSCA AYUDA!
—Claro.
Kagome levantó la mirada, furiosa ante los sonidos provenientes del pequeño demonio.
—Estás… ¿te estás riendo?
—No, Kagome. Voy de camino a buscar ayuda —dijo entre risas disimuladas mientras se encaminaba hacia la aldea—. ¡OYE, MIROKU! ¡SANGO! ¡TENÉIS QUE VER ESTO!
Aterrada, Kagome se sentó en el suelo, al lado de su amado demonio perro gruñón y colocó suavemente su cabeza en su regazo. Le acarició el pelo y le habló suavemente, le temblaban los dedos. ¿Estaba enfermo? No estaba ni cerca de ser la luna nueva. ¿Había tenido una pelea? ¿Se estaba recuperando de una herida? ¿Le habían lanzado un hechizo?
Las lágrimas bajaron por las mejillas de la miko cuando llegaron finalmente sus amigos. Shippo se detuvo a una buena distancia, luego se subió a un árbol de un salto. Sango y Miroku corrieron hacia su camarada caído… entonces se detuvieron en seco, como si se hubieran encontrado con un escudo invisible.
Miroku estornudó y luego retrocedió un paso. Tras mirar a Sango brevemente, dio entonces otro paso atrás.
—Necesito tus secretos —dijo Sango maravillada—. Has encontrado una forma de mantener a Miroku alejado.
—¿Qué? —preguntó Kagome—. ¿De qué estás…? Mira, Inuyasha necesita ayuda. ¡Podemos hablar de secretos más tarde!
Sango se colocó su máscara cuando se le aguaron los ojos. Luego, se lo pensó mejor y la puso sobre la boca y la nariz de Inuyasha. Kagome esperó con nerviosismo.
—¿Qué crees que le ha pasado? —preguntó Kagome mientras pasaba las puntas de los dedos entre su flequillo. Lo último que se esperaba era que Sango y Miroku estallasen en carcajadas. ¿Qué había ocurrido desde que se había marchado? ¿Estaban TODOS bajo alguna especie de hechizo?
Los ojos dorados se abrieron de golpe.
—¡InuyashaaaaaaaaaAAAAAAAAAAAAAAAhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!
Sosteniendo la máscara contra su cara con una mano, agarró a Kagome con su otro brazo y empezó a volar entre los árboles.
—¿Estás herida? —preguntó con preocupación, su voz estaba ronca y ahogada por el filtro.
—¿Herida?
—No te preocupes —la consoló antes de que sus ojos ardieran de un dorado derretido—, encontraré al monstruo y se lo haré pagar.
—¿Monstruo? ¡Quééééééééééééééééééééééééé!
Kagome se encontró surcando el aire antes de aterrizar en el agua fría como el hielo. Cuando salió a la superficie, seguía gritando.
—¿Te has vuelto loco?
—¿Por dónde se ha ido?
—¿De qué diablos estás hablando?
Inuyasha miró con furia mientras se agachaba e inspeccionaba la zona. Con cuidado, alejó un poco la máscara de su rostro, luego la volvió a poner en su sitio. Vio llegar primero a Shippo y oyó que los dos humanos iban hacia ellos a un paso mucho más lento (y de demasiado buen humor).
—La peste sigue estando ahí…
—¿Peste? —Kagome abrió los ojos como platos.
—El agua no sirve…
Shippo estaba dando saltos de emoción, dando palmadas alegremente y esperando.
¿Peste?
—Quieres… ¿quieres decir que… APESTO?
—Eh…
—¡SIÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉNTATE!
—¿Qué tal el viaje, cariño? ¿A Inuyasha le gustó tu nuevo perfume?
Kagome subió las escaleras dando pisotones tras cerrar la puerta de un portazo, gruñendo y rugiendo.
—¿Qué has dicho sobre narices sensibles, cariño?
Debería haberme echado ramen por todo el cuerpo, suspiró Kagome para sus adentros mientras se lanzaba sobre la cama. Bueno… Era hora de un nuevo plan de ataque.
¡No rendirse nunca!
—¡Banzai!
Ahora bien… ¿dónde estaba aquella revista?
