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Whisper
Draken x Emma
Inglaterra, 1820
Ken Ryuguji aprieta los puños a sus costados. De pronto, no escucha nada mas que el propio torbellino que es su mente en ese momento. En medio de eso, trata de que las palabras previas emitidas por el marqués frente a él se hagan paso entre el caos y logren dilucidar.
Porque necesitaba entender.
—¿Draken?
Escucha la voz de su amigo Manjiro Sano a fondo, llamándolo por aquel apodo, y que logra hacerlo regresar a la realidad.
La cruel realidad.
Porque hace meses él estuvo apunto de casarse con el amor de su vida. Pero de un día para otro, ese hecho se había vuelto una reminiscencia.
—¿Por qué, demonios? — la voz de Ken no suena alterada, pero es la calma de su voz que la hace parecer intimidante y hasta amenazante.
El abuelo Sano detrás de su escritorio lo mira apesadumbrado. Las arrugas en sus cienes y alrededor de su boca marcándose. Y no eran precisamente por los años que ya cargaba encima.
—Ha pasado medio año, Sir. Ryuguji, no quiero...
Ken camina a pasos agigantados hasta llegar al lado del viejo marqués. Sin importarle que sea un aristócrata y podría ordenar una ejecución contra él, lo toma con ambas manos por el cuello de su frac negro y lo zarandea con algo de fuerza.
—¡Escúchame, no puede cancelar la búsqueda de Emma, si los agentes no han encontrado nada es porque aun hay esperanza! — Y eso es lo que Ken Ryuguji quiere creer, lo anhela mas que nada. — No sea egoísta, Emma no le pertenece solo a usted.
—¡Draken basta! — Mikey lo aparta de su abuelo y se coloca en medio de ellos dos. La imagen de su mejor amigo en ese momento le duele por sobre su propio dolor. Porque él también ha perdido a una hermana. Y no quería mas agujeros para el corazón atormentado y viejo de su abuelo.
Ken recula con sus fosas nasales agitándose de la rabia e impotencia que sentía.
—Sir. Ken, yo lo siento — pronuncio el viejo marqués, abatido.
Y Draken comprendió algo en los ojos vidriados del abuelo Sano. Sobre que él no soportaría que la búsqueda de su nieta culminara con ella en un ataúd.
Ignorancia.
El marqués elegía vivir en la ambigua incertidumbre y no con la certeza del estatus de su nieta.
Y es cuando Draken se pregunta si él no prefería lo mismo.
Algo amargo baja por su garganta y sale del asfixiante despacho a por un poco de aire fresco.
Cuando llegó a la arboleda, el aire llegó a sus pulmones y lo hace entender que él no podía dejar a Emma. No así, sin seguir peleando. El debía seguir intentando por sus propios medios.
—Draken...
El rubio miró por sobre su hombro, encontrándose con su Manjiro. Su semblante no era mejor que el de abuelo Sano. O el suyo propio. Pero si algo caracterizaba a Manjiro Sano, era el gran temple que lograba para no romperse frente a los demás.
—¿Tu también te rindes?
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Emma se orilla en un rincón de aquel oscuro y hediendo lugar. No sabe cuanto ha pasado. Pero sea el día que sea. Ella siempre recordará el primer día en que despertó ahí.
Asustada y desorientada. Con una puntada horrible en la cabeza. Y el llanto atorándose en su garganta ante el hecho de que fue secuestrada.
Escuchó pasos acercarse. Emma traga saliva y lleva una mano a su estómago, el cual ruge, porque hacia dos días que no comía nada. Estaba débil y deshidratada. Es cuando escucha pasos acercarse y su cuerpo se tensa, con miedo y ansiedad.
Pero siente un poco de alivio, así no sea correcto, al ver que era el mismo hombre que siempre le había llevaba comida desde que despertó ahí.
Siempre llevaba una mascara, que solo le dejaba visible un ojo blanco.
—Por favor. Si es dinero lo que quieren, mi abuelo les dará la cantidad que deseen por mi libertad — imploró, su voz cansada pero con aun atisbo de esperanza.
Pero el hombre como siempre solo pasó la comida hacia la celda y se marcha.
Emma se arrastra hasta ella. No puede evitar recordar el primer día cuando le llevaron la comida. Ella tuvo miedo de probarla la primera mitad. Fue cuando pudo más y se arriesgo a probar bocado, y ahí supo que, quien fuera que la tuviera ahí encerrada, no planeaba al menos matarla con veneno.
Apretó sus ojos cuando el llanto hizo temblar su cuerpo y del desgastado bolsillo de su falda saco un anillo el cual apretó contra su pecho.
Ken.
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Ken... ayúdame.
Draken se incorpora en la cama agitado y sudado. Al instante pasa una mano por su frente y trata de relajarse, agitando su camisa de dormir en busca de algo de aire.
Traga saliva.
Él juraba haber escuchado la voz de Emma, susurrándole al oído por su ayuda.
Miró hacia la ventana, la luna llena ayudaba a iluminar su alcoba y la fresca brisa de verano que se colaba por la ventana ayudaba a disipar el mal olor de esta.
—Ya estoy loco — susurra a la nada con su voz patosa, tomando del suelo una botella de ron a medio terminar.
Se la empino como si fuera agua. No paso mucho cuando el alcohol hizo su trabajo y lo hizo dormitar. Donde es feliz, ahora, entre sueños. Porque su consciencia lo ayuda a soñar con todos esos momentos que paso con su prometida.
—¿Y si mi hermano Shinichiro nos ve?
Ken se hecho a reír, pero se detuvo para quedar frente a su amor Emma, quien le miraba con igual añoranza.
—Tu hermano anda tan desesperado porque Lady Inui acepte su cortejo, que dudo que se acuerda estos días que tiene dos hermanos menores.— apostilló el rubio.
Emma tomo la otra mano de Ken y las meneo de lado a lado.
—Estoy tan feliz por Shinichiro, luego de años de libertino, finalmente consiguió a una hermosa mujer con quien pasar el resto de su vida.
Ken alzó una ceja.
—Emma, Lady Inui aun no lo acepta.
La joven resopló.
—Pero lo hará, yo me encargaré de que acepte su amor por mi hermano.
Ken negó divertida.
Cuando Emma pensó no podía sorprenderla más esa noche, este la carga en su brazos y corre con ella hacia el pequeño lago que había dentro de la residencia de los Sano en el campo.
Emma grita en los brazos de Ken cuando este finge y juega sobre que la lanzara el lago, pero termina bajándola en risas y acariciando sus mejillas. A su alrededor solo se escuchan los hermosos sonidos nocturnos. Siempre testigos del amor que no puede evitar profesarse.
Siempre tratan de escaparse un rato, sin doncellas o hermanos pululando a alrededor de ellos. Y así poder disfrutar del otro con mas intimidad.
—Aun recuerdo lo nervioso que estaba, el día que te pregunte si me aceptarías cortejarte.
Emma le miró de reojo. Se habían acostado en la grama para observar el cielo cubierto de estrellas.
Ella se acerco a su oído y susurro:
—Tu amor llegó como la lluvia en verano. Tan clara, valida y hermosa. —Y beso su mejilla antes de susurrar meliflua —Te amo Ken.
Draken abrió los ojos y miró hacia el techo de su alcoba con la más profundas de las tristezas.
Las lágrimas bañando sus mejillas.
Emma, ¿donde estás?, pensó.
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—Un año y dos semanas.
Mitsuya Takashi bajó los papeles aun lado y observó a su mejor amigo, quien miraba taciturno hacia la ventana de su despacho.
Ken Ryuguji no era el hombre que una vez fue. Estaba delgado y ojeroso, y la barba de tantas semanas cubría su rostro. También había descuidado la administración de su club. Claro que él empatico, además de socio, había trabajado a gusto por los dos.
Draken y él se habían criado en las calles, donde con un poco de esfuerzo habían logrado montar desde sus cimientos un club de caballeros.
—Draken.
El rubio le miró.
Mitsuya se levantó y caminó hacia su lado con los brazos tras su espalda.
—Esta mañana me llegó una nota de lord Shinichiro.
Ken alzó una ceja.
Hacia medio año que no sabía nada de los Sano, desde que el marqués cancelo al búsqueda de su nieta y sus propios medios tampoco funcionaron. Con su mano libre apretó el brazo de la butaca. El desasosiego lo recorrió de pies a cabeza. Aun era desalentador que en los tres meses en el que contrato a un agente privado este aun no hayan encontrado nada.
El maldito psicópata que la había secuestro había hecho un increíble trabajo en desaparecer a Emma y esconder cualquier cabo suelto.
Pero Ken no quería aun rendirse, por más que muchos le decían que lo hiciera.
Algo, un fallo, en algún momento debía ocurrir del secuestrador.
Porque él lo sentía, todas las noches, a Emma susurrándole al oído que la ayudará.
Y mientras que ella se mantuviera susurrándole, el continuaría en su busca.
—Oh, ¿qué decía? — el rubio agarro una copa con whisky.
—El viejo cayó enfermo, Shinichiro es el nuevo marqués y... quieren verte.
La copa de vidrio resbaló de las manos de Draken y se estrelló contra el suelo.
—Demonios — maldijo el rubio mirando el desastre. Luego miró hacia Mitsuya, como verificando que no había escuchado mal la información vociferada.
No hubo ningún rastro de broma en su amigo. Claro, Mitsuya nunca bromearía con algo así. En realidad, él no supo como reaccionar ante la noticia.
Recordó su pelea con Manjiro aquella noche, cuando el rubio por igual se rindió.
Mitsuya lo supo y coloco una mano en el hombro de su amigo, transmitiéndole apoyo.
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—Bienvenido, Sir Ryuguji.
Lady Akane lo recibió en el vestíbulo con una condescendiente sonrisa la cual hizo sentir un poco incomodo a Ken. Así era en cualquier lugar público al que decía ir.
La gente no podía evitar mirarlo con lastima ante su suceso.
El hombre que perdió todo antes de tenerlo. Habían redactado en el periódico de chismes más popular de londres, hace ya varios meses.
—Mi lady Sano — Ken hizo una reverencia a la marquesa.
—Seguidme, mi esposo le espera.
Mientras seguía a Lady Akane, Draken no pudo evitar pensar que la pareja tampoco había tenido mucha suerte. Porque la tragedia había ocurrido una semana después de su boda, lo cual no dejo disfrutar a la pareja una adecuada luna de miel.
Llegaron al despacho y Shinichiro lo recibió con un abrazo que Ken tardó un poco en responder. En una butaca, Manjiro Sano se encontraba sentado de brazos cruzados y la mirada perdida. El silencio reino en la estancia la cual el marqués se obligó a romper.
—Draken, quiero que sepas que Manjiro tampoco se rindió. — habló Shinichiro captando la atención del mas alto. — Ninguno de nosotros. Pero si lo mantuvimos en secreto fue por nuestro abuelo.
Ken miró a Manjiro de reojo, este le devolvió la mirada.
—Lo sé, yo... fui egoísta y no considere los sentimientos del viejo marqués ante el rapto de su nieta.
—No, fuiste un hombre con temple que no se rindió a la desesperación — contempló Shinichiro. — Tengo entendido que contraste al inspector para el caso.
—¿Cómo saben?
—Sir. Naoto, el cuñado de mi amigo Takemichi, nos habló de ello.
—¿Sir. Naoto?
—Un inspector privado. — aclaró Shinichiro. — Es muy bueno en su trabajo, es a quien hemos contratado, tras Bow Street no lograr nada.
—¿Por qué no lo hicieron antes? — no pudo evitar chirriar Draken.
—Sir. Naoto no se encontraba en Inglaterra.
Manjiro Sano se levantó y caminó hasta ubicarse frente a su viejo amigo.
—Lo siento Ken, yo... — Pero fue sorprendido por un abrazo del mas alto. Los ojos azabache del menor se humedecieron y correspondió al abrazo.
—Emma quisiera que todos tuviéramos unidos — señalo Shinichiro.
La estancia fue interrumpida por Lady Akane, quien ingresó con la mas dulce de las sonrisas y en sus manos llevaba una bandeja con tazas de té.
Draken se separó de Manjiro. Es cuando notó un feo moretón en su mejilla izquierda.
—¿Qué te paso?
—Ken, creo finalmente tenemos una pista — señalo Mikey. El corazón de Draken bombeo con fuerza.
—Sir. Naoto llegará pronto. — comentó el nuevo marqués.
Shinichiro parecía tranquilo, para el que no lo conociera. Porque Ken pudo presenciar como sus pálidas manos temblaban un poco al llevar la taza a sus labios. Lady Akane, su esposa, pareció notarlo aun más, porque le quitó la taza y cariñosamente tomo sus manos y planto en ellas un beso.
Ken sintío un poco de envidia ante la imagen. No pudo evitarlo.
Pero la esperanza había echado raíces y se permitiría disfrutar de ella. Como agua en medio de un desierto.
Luego de un año y un par semanas de vivir en la incertidumbre.
La puerta sonó y el mayordomo de los Sano ingresó, anunciando la llegado del Inspector Tachibana y así, todos a empezar a ejecutar un plan que los llevará mas cerca de Emma.
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Las carcajadas inundaban la estancia y los hombres borrachos golpeaban las mesas con el culo de sus botellas, como en un modo de aplacar el temblor de sus cuerpos.
Todos parecían estar de fiesta.
O casi todos.
Kakucho miraba a su alrededor sin mas ánimos que marcharse de ahí.
—¿Sucede algo Kakucho?— le habló un albino a su lado, y quien era el rey de todos ahí.
El hombre de cabello azabache le dedico su mirada, dejando ver un ojo ciego, así como una cicatriz que cruzaba desde su frente hasta su oreja izquierda.
Su garganta se sintió presionada, pensó que nada bueno saldría de ahí. Pero quizás una parte de él, que aun no había perdido su humanidad, lo hizo aun así hablar. Aun sabiendo las consecuencias que podrían traer sus palabras.
—Izana, sabes que nunca he ido contra ninguno de tus planes, pero ¿hasta cuando tendrás a Emma Sano secuestrada?
Silencio.
Como si alguien hubiera apretado el gatillo, todos en la sala guardaron silencio.
—¿Estás cuestionándome? — La sonrisa no desaparecía del rostro de Izana pero Kakucho quien mas lo conocía sabia que había tocado terreno peligroso. En vista de que no habló, él albino dejo la botella sobre la mesa y se inclinó hasta quien consideraba su ciervo mas leal. — ¡Responde! — Su grito hizo sobresaltar a todos los demás subordinados. Pero no a Kakucho, quien estaba acostumbrado a esos cambios de humor.
—Puede que Kakucho se quiera follar a la perra — habló uno y todos rieron, en busca de suavizar el ambiente.
—Sino estuviera cubierta de toda esa suciedad, pensaría lo mismo. Era una belleza cuando frecuentaba los salones.
—Parece que a Kakucho no le molesta poner la semilla en la situación que sea.
Mas carcajadas.
—¡Silencio estúpidos! — volvió a gritar Izana sin dejar de mirar a Kakucho, quien se encontraba serio — ¡Y ahora lárguense!— Kakucho no se movió, porque sabía que la orden no había sido dirigida a él.
Estando ahora solos, Izana se levantó y camino hasta la ventana mas cercana.
—¿Qué ha pasado hace un momento? — ordenó saber.
Kakucho no se levantó, sino que paso una mano por su cabello antes de asumir su actitud y seguir haciéndole frente. Era extraño llevarle la contra a Izana, nunca lo había hecho. Siempre había acatado sus ordenes sin pensar si eran correctos o incorrectos.
Pero un año y más llevándole la comida a aquella criatura... No sabía realmente, solo algo en él que quizás nunca sabría explicar, ni tampoco quería.
—Emma Sano no es la puta de Karen.
El rostro de Izana se desfiguró con un rictus de enojo.
—Dime algo que no sepa, Kakucho.
—Estas pagando con la hija lo que la madre hizo contigo, y tu familia.
—¿A que se debe esta desobediencia? — Izana volvió a caminar hacia Kakucho. Ambos amigos desconociéndose por primera vez en tantos años. —Nunca lo pensé de ti, Kakucho.
—No te estoy desobediencia, solo intento hacerte ver que la venganza no te traerá nada bueno. — Kakucho se levantó e izana, aunque no lo diría y mostraría en su gestos corporales, tuvo miedo que su ciervo mas leal lo traicionara. — Izana, dejemos Inglaterra y regresemos a Francia.
Izana se giró y pateo su silla con todas sus fuerzas.
—¡YO SOY TU REY! — gritó, mas alto que nunca. Su rostro demostrando que no había lugar para hacerle entrar en razón. —¡Harás lo que yo diga! — Y sacó su pistola y lo apuntó, por primera vez en su vida, apunto y amenazó a su ciervo mas leal.
Kakucho no se amedrentó, pero tampoco siguió hablando.
No si quería hacer las cosas bien.
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Emma ya no se preguntaba nada.
Simplemente cerraba los ojos y dejaba que los rostros de sus hermanos y abuelo aparecieran en su mente abrazándola. Pero sobre todo, había días que solo dejaba que la sonrisa de su amado y el susurro de las promesas que se hicieron bajo la luz de luna, la mantuvieran con la serenidad suficiente para no sucumbir a la desesperación.
¿Seguiría esperando por ella?
El corazón destrozado de Emma deseaba que si, pero ¿no sería ser egoísta? Ella no quería ser egoísta, porque ¿había posibilidades de salir de ahí?
Escuchó pasos acercarse y supuso que se trabaja del hombre del ojos ciego.
Kakucho apareció detrás de la rejas con una bandeja de comida. Se la dejó en la celda y Emma esperó se marchará y así comer, pero no lo hizo, cosa que la extraño.
—Come.
Era la primera en mucho tiempo que escuchaba su voz. O una voz que no fueran sus pensamientos.
Y no supo si por eso se creyó así misma que la gruesa voz de aquel hombre era amable.
Sabiendo que no moriría envenenada se arrastro hasta la bandeja y se sorprendió de ver mas que gachas de avena y agua. Su boca se hizo agua al punto que babeo un poco y avergonzada carraspeo y tomo una cuchara para comer.
—También te traje esto — y paso un balde de agua. Emma le miró agradecida, no era la primera vez que le daba un balde para quitarse un poco el hedor, al menos del entre sus piernas.
—¿Por qué de repente? — le cuestiona, ya recuperado un poco más las fuerzas con aquella comida que considero lo mas cercano a un banquete.
Kakucho supo se refería el porque le estaba hablando.
—No es correcto — fue su simple respuesta y Emma no presionó.
El hombre del ojo ciego se levantó.
—¿Puedo saber tu nombre? — Preguntó Emma.
Kakucho inspiró.
—Quizás — Y salio de aquel lugar.
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Una pequeña historia Drakemma, mi estimado es dos partes, quizás tres ✨
