Habían pasado tres días desde la última vez que vieron a Rin.

Por un lado, Sesshomaru estaba tan preocupado como decepcionado, no entendía como de un día para otro dejaba de ir volviendo a su costumbre pasada de abandonar las clases, sin embargo, quería creer que tenía que ser por un motivo de peso para llegar a esto.

Por otra parte, el albino de inmensa paciencia, a pesar de que no había pasado mucho tiempo, no aguantó más el dar aquella "imagen de debilidad" y se quitó el apoyo donde descansaba su brazo escayolado, disimulando la propia escayola con las camisas que solía usar para ir a trabajar, tapando así mismo de las miradas curiosas el regalo de Rin que adornaba su brazo.

Por otro lado, una pelirroja pecosa miraba con atención a su profesor de historia, pero no porque le gustara ni nada por el estilo, sino porque sabía que él había sido una de las últimas personas que habían hablado con Rin antes de su repentina falta de asistencia.

En la mente de Ayame circulaban miles de ideas, de las cuales la que veía más posible era que el último día cuando Rin se quedó para hablar con Sesshomaru, la morena se habría declarado al albino y seguramente este la rechazará con bastante crueldad, haciendo que Rin deje de ir a la universidad y de responder los mensajes y llamadas que le habían estado haciendo las chicas preocupadas por ella.

También se habían acercado a su casa para ver cómo se encontraba, otra posibilidad era que a lo mejor habría tenido un accidente o habría enfermado de golpe y no pudo avisar a nadie, sin embargo, nadie les abrió llegando a parecer que la casa estuviera vacía.

Mientras más tiempo pasaba sin saber de su amiga más alterada se ponía la pelirroja, Kanna y Sango intentaron tranquilizarla porque sabían que de seguir así acabaría enfrentándole a Sesshomaru y pidiéndole explicaciones sobre su teoría, la cual dudaban que fuera cierta.

Habían llegado a conseguir estos dos días atrás que hiciera una locura, hasta el final de la última clase antes del descanso donde Ayame fue a pedirle algo a su profesor de historia.

—Sesshomaru sensei ¿Podría darme un dossier más sobre el proyecto que hay que entregar la próxima semana? Voy a dárselo a Rin para que lo realice—

Pedía la pelirrojo con toda su buena voluntad y estando convencida de que hoy vería Rin.

—¿Acaso es que la señorita Soto va a volver a las clases? —

Preguntaba mirando a s alumna con su aparente tranquilidad y pasividad, aunque en el fondo le interesaba saber si ella sabía algo de la morena.

—¡Claro que va a volver! Nada la va a hacer abandonar la carrera de nuevo, ni siquiera tú—

Respondía rápidamente sin poder evitar decir lo que pensaba para el asombro de su profesor.

—¿A qué te refieres con eso? —

Ignoró la manera en la que le había hablado solo por aquellas últimas palabras, ¿Acaso él tenía la culpa de lo que pasaba?

—Mira ... No sé qué ha pasado, pero sé que tú fuiste el último con el que habló Rin, así que si le has hecho daño de alguna manera ... No te lo perdonaré, aunque seas un profesor—

Mantenía su sinceridad sin importarle lo que pudiera pensar de ella, aunque era cierto que ese hombre imponía y tras ver cómo le había hablado se puso algo nerviosa.

Sesshomaru solo la miraba fijamente con una seriedad que casi llegaba a hacer temblar a su estudiante, era evidente que aquellas niñas no sabían nada, o por lo menos Ayame por decir ese tipo de cosas, aquello le aliviaba y le hacía agradecer a Rin que fuese sincera al decir que no se lo contaría a nadie, pero también le sentía hacer asqueado por esas palabras ya que no pudo evitar pensar que lo estaban comparando con el perro rabioso de Koga.

En ese momento en el que aquel pensamiento de las comparaciones cruzó su mente también lo hizo un mal presentimiento, ¿Qué había sido de Koga en todo este tiempo? ¿Acaso habría vuelto a por Rin y esta no le dijo nada? O ... ¿Acaso había pasado algo mucho peor?

La preocupación del albino se había acentuado mucho más que en estos días atrás, llegando a ser evidente hasta para Ayame, la cual se quedó impresionada sin saber que decir ni siquiera para protestar por no haberle respondido nada sobre lo que pensaba, y antes de poder pronunciarse nuevamente Sesshomaru se le adelantó.

—Ahora no tengo tiempo para este tipo de cosas, si no quieres nada referente al temario ve ya al descanso tengo cosas que hacer, y sobre Rin, yo me ocupare que se ponga al día cuando vuelva—

Finalizaba así aquella conversación sin haber olvidado sobre lo que le había acusado la pelirroja, para así marcharse de la clase con un objetivo marcado, tenía que ver a Rin.

No fue difícil conseguir una excusa con la que salir del centro a esa hora, su accidente ahora sería de utilidad para algo importante, y con motivo de hacerse una revisión se fue sin preocupaciones, el justificante médico que tendría que presentar mañana tampoco era gran problema ya que podía conseguir uno con facilidad a través de unos contactos.

Antes de darse cuenta ya estaba a unos pocos kilómetros de la casa de Rin y aún no había barajado las distintas posibilidades, ¿Qué haría si ya habían regresado sus padres? A lo mejor ella ni siquiera estaría en casa, ¿Cómo explicaría allí su presencia a estas horas de la mañana?

Quizás era un poco tarde para pensar en esas cosas, le angustiaba las diferentes posibilidades de lo que nuevamente podría salir mal o que simplemente no pudiese verla, sin embargo, sus pies se movían solos sin dejarle mucho margen a pensar hasta que estuvo delante de su puerta.

X X X

Escuchó como alguien llamaba a la puerta ¿Quién podría ser? Era muy pronto para que fuera Ayame o alguna de las chicas, por otro lado, era tarde para que fuera el cartero, y sus padres no llamarían a la puerta.

Estaba sentada en el sofá del salón donde había pasado la mayor parte del tiempo estos tres días, era el mismo lugar donde Koga había abusado de ella, pero se quedaba allí para recordar lo débil que había sido, sin embargo, aquello solo era un complemento de todas las cosas que le atormentaban. Echaba de menos a las chicas, pero no tenía el valor de volver a las clases y actuar con normalidad.

Extrañaba la rutina que había conseguido, el ser una chica normal sin problemas más allá de los exámenes, pero, sobre todo quería verlo a él.

Necesitaba verlo, aunque fuese con aquella expresión seria y distante que usaba durante las clases, o aquel lado cooperativo y paciente cuando alguien tenía alguna duda o problema.

Muchas veces se maldecía a sí misma por pensar tanto en él ¿Qué se creía? ¿Qué estaría siempre pendiente de ella? ¿Qué acaso era especial después de aquel día? ¿Qué acaso...?

—Rin abre soy yo ... Se que estás ahí—

Pronunció una voz del otro lado de la puerta que la sacó de la oscuridad de sus pensamientos.

No se podía creer lo que escuchaba, pensaba que era cosa de su imaginación, pero ¿Y si no lo fuera?

Esta duda fue la que hizo que se levantara del sofá y se acercara hasta la puerta de la entrada, estaba dudando entre comprobar o no si su imaginación le había hecho una mala pasada, y antes la duda, su necesidad de verlo la impulsó a abrir la puerta levemente viendo a aquella figura que tanto había anhelado ver.

—S.…Sesshomaru ... ¿Qué haces aquí? —

Tartamudeaba entre la vergüenza de que la viera en ese estado, y el asombro ver verle.

—¿Cómo que qué hago aquí? Déjame pasar Rin—

Le pedía conteniéndose para no empujar la puerta y entrar a la fuerza.

—¡No! Ahora no puedes entrar ... ¡Vete! —

Respondió en contra de sus deseos, ya que la pena era mayor a todo lo demás.

—¿Eso quieres? ¿Qué me vaya? Si me voy ahora no volveré... has roto la promesa que me hiciste y aun así he venido hasta aquí y tú...me pides que me vaya—

Aquellas palabras le habían dolido al albino de manera inexplicable, pero más le dolió ver que había hecho llorar a Rin.

Takeru Sesshomaru, el hombre de hielo, nunca pensó que ser el causante de las lágrimas de Rin le iba a doler tanto.

Aquel imponente hombre había perdido ante una niña, que ahora por más que se negara, tenía que admitir que se había vuelto su debilidad.

La debilidad para un hombre para el que solo existían las cosas lógicas y razonables, y sin embargo aquello escapaba de todo en lo que había basado su vida.

Ahora él también se encontraba envuelto en aquella oscuridad donde Rin había pasado los últimos días, sin embargo, tenía que admitir que la oscuridad nunca fue tan acogedora como ahora.

Se encontraba sentado en el suelo de la entrada, antes había cerrado la puerta para tener ambos intimidad, con la morena en sus bazos mientras esta descansaba sobre su hombro con los ojos cerrados. Sabía que no estaba dormida, pero al menos ya no lloraba, por su parte acariciaba su larga melena mirando hacía un lugar indefinido en aquella oscura casa, no hacía falta que ella le digiera nada, fácilmente él podía adivinar qué había pasado sintiéndose culpable de que tuviera que pasar por aquello.

Sin embargo, no iba a permitir que algo así volviese a ocurrir, ahora la protegería en todo momento.