- Sé que probablemente estarás enojado por saber que he venido, pero te prometo que era necesario…-
Tiempo atrás…
Liz, Como cada día, llegaba corriendo a su primera clase. Nunca había sido alguien demasiado puntual y no estaba como para comenzar a serlo justo ahora. Tocó la puerta dos veces y el profesor abrió con el ceño fruncido. Al igual que sus compañeros, nadie esperaba más de ella. Saludó a sus amigas con la mano y se sentó en el único puesto vacío que quedaba. Normal, ¿no? había llegado cuarenta minutos tarde. Se acomodó y ante la mirada disimulada de todos debido al ruido que emitía, comenzó a sacar sus utensilios.
- ¿Podrías alguna vez en tu vida dejar de ser tan malditamente ruidosa? –
Se giró con el ceño fruncido, pero pronto sus ojos se abrieron al ver quien era la persona que la estaba tratando así. Ken Ryuguji. Su compañero de clase. Le sorprendió de sobremanera su trato pues si bien nunca habían tenido una relación ni cercana ni amistosa, si lo había escuchado interactuando con otras personas y nunca había sido así de grosero.
- ¿Disculpa? – le pregunto, seria. ¿Qué se creía este delincuente tratándola así? –
- Cada vez, cada puto día que tenemos clases llegas tarde – comenzó a decirle, elevando un poco la voz sin darse cuenta- ¿Crees que no nos distraes acaso? ¿O qué no tenemos nada más que hacer que tener que escuchar como "legalmente morena" hace su entrada triunfal? –
A ese punto, toda la clase los estaba mirando, incluido el profesor. La chica se quedó sin palabras, solamente lo miraba asombrada.
- Ken, Elizabet ¿ya saben, ¿no? – El mayor los miró demostrando claramente molestia. No podía creer que unos universitarios aún se comportaran como niños pequeños-
Draken tomó sus cosas y se marchó molesto sin decir nada. Liz por su parte asintió en estado de shock y salió también por donde había entrado. Al ver al su compañero de lejos, su cabeza comenzó a conectar todos los hilos de lo que había pasado y no pudo más que sentir un ataque de rabia.
- ¡Oye! – le gritó, pero él no se inmuto siquiera - ¡TE ESTOY HABLANDO, ESTUPIDO! – está vez si la escuchó y el rostro que tenía al girarse no era el mejor y aún que por dentro la morena quería morir, por fuera seguía firme-
- ¿Qué quieres? – le respondió ya mucho más tranquilo que adentro de la sala-
Elizabet pensó en romperle la nariz o patearle la cara, pero analizó rápidamente la situación y si bien había sido un imbécil, también tenía razón. La irresponsable estaba siendo ella.
- Quería disculparme…- Los nervios comenzaron a comerle el estómago y miró el piso. No sabía bien el porqué, pero así era como estaba reaccionando-
- ¿Eh? – la mirada del chico era confusión total, claramente no esperaba ese tipo de respuesta-
- Lo lamento - alzó el rostro levemente, con las mejillas coloradas y haciendo una mueca con los labios-
- Está bien – el alto se encogió los hombros y decidió seguir su camino, pero ella le tomó la mano, intentando detenerlo-
- ¿Puedo pagarte la molestia invitándote a comer algo? – le dijo, nerviosa y el sonrío-
No tuvo más interacciones con Ken hasta el final del semestre. Si bien tenían algunas clases compartidas, no eran las mismas. Por lo que había logrado averiguar e investigar en las redes sociales, el chico solía ser un delincuente en sus tiempos de adolescente. Había entrado a la universidad gracias a unas becas y estaba estudiando mecánica automotriz. Como era normalidad, en su universidad solían hacer fiestas cuando el semestre terminaba, como una forma de premiar a sus alumnos. Liz no solía ir, pues no le gustaba mucho compartir con otras personas. Prefería ir a emborracharse con sus amigos a algún bar de mala muerte, pero ese día había sido distinto. Por alguna razón, todos estaban dispuestos disfrutar de esta nueva experiencia.
- ¿Cuántos vasos llevas, ya? – Kim, una de sus amigas más cercanas la miró alzando una ceja y negando con la cabeza- te vas a emborrachar demasiado rápido-
- ¡claro que no! – Liz le hizo un gesto con la mano restándole importancia – es más, iré a buscar otra-
Su amiga asintió mientras conversaba con el resto del grupo. La joven caminó directo hacía la barra, divertida y si bien no borracha, algo mareada.
- Un ron cola porfa – le dijo al bartender, el cual asintió sonriendo. Liz llevaba toda la noche pidiendo el mismo trago-
- Pensé que alguien como tu pediría algo más sofisticado- una voz extraña le dijo un poco alto debido a la música de fondo y ella se giró extrañada-
- Oh, Ken, eres tú – se hizo la sorprendida. Sabía perfectamente que el chico estaría ahí. Lo había publicado en sus redes sociales-
- Si – asintió el y se pidió una cerveza- ¿Estás con tus amigas? –
- Yeeeesss –
El bartender le pasó su vaso con cubalibre y la joven le agradeció. Acercó su boca a la pajita y tomó un poco. Al no estar mezclado al cien, provocó una reacción graciosa en la joven, produciéndole una mueca de asco. Ken río ante esto.
- ¿Quieres salir de aquí? – le preguntó como si no fuese gran cosa. Haciéndose el desinteresado-
La chica parpadeo un par de veces. ¿Ken Ryuguji la estaba invitando a salir juntos, ellos solos, con la mirada de todos de la fiesta? Tenía que ser una broma, pero le importaba una mierda.
- ¡claro que sí! – respondió, sin pensarlo dos veces-
No sabía cuanto había tomado hasta que se sorprendió a si misma abrazada al cuerpo del joven, viajando en su moto. Le había resultado extraño al inicio, pero luego comprendió que al chico le gustaban los motores y las cosas mecánicas, así que tenia sentido. Llegaron a una especie de lago, en donde nadaban algunos animales. Liz los miró emocionada mientras Ken solamente le sonreía divertido.
- ¡Que lindooooo! – exclamó conmocionada. Claramente el alcohol la había alterado un poco- ¡Amo los animales! – se apoyó en una especie de baranda, dándole la espalda al chico-
- ¿En serio? – El se acercó y se colocó a su lado, mirando hacía el lago también y como se reflejaba la luna menguante-
- Si – sonrío ella y giró su rostro para mirarlo-
Sin poder evitarlo mordió su labio inferior al tiempo que sonreía. No era de una forma atrevida, ni sexy, más bien era un gesto común en ella. A contraluz de la noche pudo fijarse por primera vez en el rostro de su compañero. Llevaban compartiendo dos años de clases y jamás lo había mirado con atención. Era alto, muy alto. Incluso ella que media un metro setenta era más pequeña que él. Su cuerpo era grande y fibroso. Por lo que podía notar, entrenaba y bastante. Su cabello era rubio, el cual trenzaba dejando un mechón suelto. Liz deseo por un momento, soltarlo y acariciar su cuero cabelludo. Su rostro era convencionalmente atractivo, a pesar de que su ceño siempre estuviera fruncido.
- ¿Por qué me miras tanto? – el rubio le habló mirándola de reojo. Se había dado cuenta de cómo la chica admiraba sus facciones y había decidido mantenerse en silencio hasta que la vio suspirar-
- ¿Eh? No te estaba mirando – la morena se giró rápidamente y volvió a mirar los animales. Sus mejillas ardían de la vergüenza al notar que el sabía lo que había estado haciendo o parte de ello-
Miraron un rato más el lago hasta que Liz no pudo evitarlo y comenzó a hablar. Para sorpresa de ambos se desarrolló bastante bien todo. Él le había contado un poco de su pasado y sobre cómo se había tatuado la sien en su infancia, pero que ahora no estaba a la vista pues la universidad no aceptaba ese tipo de tatuajes. Aun así, una pequeña parte de él se asomaba dejando ver la entrada. Le contó un poco sobre la pandilla en la cual había sido vice capitán, que sus cercanos lo llamaban Draken y que solía admirar mucho al que en ese tiempo solía ser su mejor amigo. pero su relato comenzó a decaer cuando profundizo en la razón por la cual había decidido cambiar de vida. Mantuvieron el silencio por un segundo hasta que se ofreció llevarla al departamento que compartía con sus amigas. Liz, en un atrevimiento cuando estaba en la entrada, intentó besarlo, pero él la rechazo sutilmente. Se despidieron y no volvieron a hablar más.
La próxima vez que la morena supo del rubio, fue luego de la vuelta de vacaciones. Había faltado la primera semana de clases y sus redes sociales se encontraban completamente inactivas. Liz se preguntaba si era debido a su tiempo en la delincuencia. A la mitad de la segunda hora de su clase decidió ir al baño. Había tomado tanta agua que su vejiga iba a explotar. Entró al baño de hombres como siempre pues solía estar más vacío. Orino con tranquilidad y luego salió a lavarse las manos. Casi de una forma programada entró Draken. Su rostro estaba lleno de heridas y se veía cansado. Al mirar a la morocha abrió los ojos sorprendido, pero no dijo nada más.
- Disculpa, disculpa- comentó ella, limpiando los restos de jabón de sus dedos y luego secándose con una toalla de papel- ya me voy, lo juro-
- Está bien – esbozo una sonrisa. Liz no lo sabía, pero era la primera cosa buena que el chico había visto en la semana-
La joven intentó ignorarlo. Sentía vergüenza por lo que había sucedido la última vez que se habían visto, pero sus heridas no la dejaron indiferente. Sin siquiera pensarlo tomó su rostro entre sus manos y apretó los labios de preocupación.
- ¿Qué te ha sucedido, Ken? –
- No es nada – respondió, quitándole las manos de su rostro con cuidado y tocándole la nariz con el dedo índice-
- Ken, no es necesario que hagas esto solo, digo – comenzó a tocarse la falda nerviosa. Por alguna razón el rubio provocaba nervios en su ser- si algún día estás herido y necesitas ayuda, yo podría curarte, eh… tú sabes dónde está mi departamento y no sería una molestia para mi…-
De alguna forma le estaba diciendo indirectamente que quería estar cerca de él. Liz lo sabía, le atraía y estaba haciendo lo que creía correcto para conocerlo mejor.
- realmente necesito orinar, Elizabet ¿podríamos hablar después? – su respuesta fue neutral. Ni muy serio ni muy amable, haciendo que la chica lo mirara decepcionada-
- está bien – refunfuño con los dientes apretados. Realmente lo quería ayudar, pero el muy cabezota no quería cooperar-
El tiempo pasó y decidió olvidarse del extremadamente breve acercamiento que había tenido con Ken Ryuguji y decidió enfocarse en otras cosas, comenzando así, a salir con otro de sus compañeros de clase, cosa que no pasó inadvertida para él.
Liz se terminaba de arreglar el cabello cuando escuchó la puerta sonar. Era un sábado en la noche y el departamento había quedado solo para ella, pues tendría una cita romántica con su futuro novio. Fue a abrir divertida, esperando toparse con él, pero su mandíbula casi se cae al ver que era el mismísimo Draken.
- ¿Dra..draken? – preguntó asombrada. Ni por un millón de razones se lo habría imaginado ahí en su puerta, menos en el estado que se encontraba. Con la nariz sangrando y un moretón en el ojo- ¿Qué te ha pasado? –
- ¿Puedo entrar? – respondió el y ella asintió rápidamente, ayudándolo. Su forma de ser negaba la idea de rechazar a alguien que se encontraba mal-
Lo sentó en el sofá de entrada y le pasó un vaso de agua. Le comentó que debía hacer una llamada y se alejó a su habitación. Marcó a su pareja y le explicó que debían cancelar la cita pues se sentía mal del estómago. Excusándose en que tenía diarrea y no quería verlo así. Era más fácil que explicar que estaba con otro chico. Al cortar la llamada, se miró en el espejo y suspiró antes de salir.
- Disculpa lo que pasó hace un momento – Él la miró sin entender de que estaba hablando y ella se acercó, para explicarle- Te llamé Draken, en mi cabeza ya no eres Ken –
- Oh… - El rubio asintió con el vaso de agua aún intacto en su mano y decidió tomar un poco. No sabía muy bien como empezar las conversaciones-
- ¿Qué ha sucedido? – dijo de pronto ella. Odiaba el silencio entre dos personas. Había crecido siendo maltratada con la ley del hielo, por lo cual no podía mantenerse callada mucho rato-
- He tenido una discusión con un imbécil, pero ya pasó – se encogió de hombros y ella frunció el ceño. Ante esto Draken sonrío e intentó tirar una broma- no te preocupes, hubieses visto como quedó…-
Liz se levantó ante la mirada extraña del joven, para luego acercarse con un botiquín de curación. Se sentó en la mesita de centro, acercándose hacía el. El rubio dejó el vaso de agua de lado y se dejó cuidar por la morena.
Está vez, fue Draken quien la miró por primera vez. Tenía el ceño fruncido producto de la concentración, pero aun así podía ver con claridad sus ojos bajo las pestañas llenas de rímel. Miró sus mejillas, coloradas y los labios pintados con gloss y se dio cuenta de que estaba arreglada. Seguramente arruinó la salida con su novio y a pesar de ser un pensamiento extremadamente egoísta, lo hizo sentir bien.
- Ya está- dijo ella, enderezando su cuerpo y dejando los utensilios de lado. El chico le agradeció con una media sonrisa y ella se levantó a tirar todo a la basura-
Al verla levantar, su cuerpo actuó por sí solo. La tomó del brazo, jalándola hacía él. La chica cayó encima y abrió la boca en una gran o de sorpresa. Draken sabía que a Liz le gustaba y si bien al principio le pareció una idea descabellada, el paso del tiempo fue haciendo que la morocha se colara más y más en su cabeza.
- ¿Qué crees que estás haciendo? – Preguntó con fingida molestia. Por mucho que lo ocultara, El rubio había sido el protagonista de sus fantasías muchísimas veces-
- Lo que debería haber hecho el otro día…- le susurró él comenzando a darle besos en el cuello, mientras la chica solo se dejaba ser-
Liz pensó por un microsegundo en su ligue, pero al tan solo sentir las manos de Ken recorrer sus piernas, su cerebro se fundió como mantequilla en calor. No podía pensar nada más que en el exdelincuente que la hacía sentir tan bien.
Draken suspiró pesadamente, mientras buscaba entre el corto vestido el punto más sensible de la chica. Llevaba una tanga, lo cual hacía mucho más fácil el acceso.
- Ken…- comenzó a gemir ella al sentir como sus dedos tocaban la carne húmeda. Moviendo las caderas hacía adelante y hacía atrás, profundizando las sensaciones-
No fue un proceso muy largo. Los dos estaban calientes desde que habían discutido por primera vez y esto solo era la materialización de meses de contención. Liz comenzó a gemir ruidosamente mientras la masturbaban cada vez con mayor rapidez, logrando un orgasmo en poco minutos.
- Mierda…- le dijo Draken, sacando los dedos de su interior y mirando el excedente que brotaba de ellos- estás muy mojada-
Mantuvo el silencio por unos segundos hasta que pudo recobrar la consciencia. Sin pensarlo metió los dedos en su boca, lamiendo suavemente y poniendo así, dentro de lo posible, más duro al rubio.
- ¿Qué quieres Lizzy? ¿quieres que te folle, pequeña sucia? –
La chica intentó verbalizar sus emociones, pero las palabras no le salían. Solo sabía que al menos por ese momento, estaba dispuesta a ser la muñeca inflable de Ken Ruyguji. Al no recibir respuesta, pero sabiendo que tenía el consentimiento, Draken cambió la posición, dejándola boca abajo del sofá, quedando él arriba. Comenzó a quitarse la ropa, mientras ella le ayudaba en silencio. Tragó hondo al bajar su calzoncillo. Era grande, mucho más grande que el promedio. Tenía las venas marcadas y salía un poco de líquido pre seminal, lo cual indicaba lo ansioso que estaba por follar. Liz acercó su mano con curiosidad y tocando la punta, comenzó a esparcir el líquido, bombeando lentamente. El rubio ahogo un gemido y apoyo ambas manos en el apoyabrazos, arriba de la cabeza de la chica. Moviendo las caderas con rapidez, casi queriendo acabar en un segundo, pero pronto volvió a controlarse. La morena lo entendió y abrió la mesita cerca del sofá, agradeciéndole mentalmente a sus amigas el stock de preservativos que guardaban ahí. Se lo ofreció a Draken y luego de que el se lo pusiera, se metió dos dedos, sacando fluido y lubricando así el miembro del chico.
Ken entró de una sola estocada, sacando suspiros de parte de los dos. Liz le tomó la cara con las manos y junto sus labios. Luego de todo, recién se habían besado al tenerlo dentro de ella. Fue un momento íntimo y cercano, que pronto fue interrumpido al vaivén del rubio.
La relación no duro mucho tiempo. Ambos tenían muchas ganas de coger y el cuerpo solamente liberaba la tensión acumulada. Se corrieron en gemidos ruidosos y luego volvieron a hacerlo en posición de perrito. Dejando a ambos agotados en el sofá. Liz fue la primera en hablar. Su vestido estaba levantado dejando ver todo su cuerpo. Draken por su parte, se encontraba desnudo de cintura para abajo. Un espectáculo singular.
- No puedo creer lo que acabamos de hacer- sonrío ella. Su cuerpo estaba sudoroso, pegajoso y el corazón le latía rápidamente-
- Lo lamento por tu novio – respondió él. Tenía los ojos cerrados, como si hubiese por fin encontrado la paz que tanto tiempo ha anhelado-
- No es mi novio – respondió ella y se levantó de un salto – iré al baño, Draken y si quieres quedarte conmigo, preparé un poco de comida. Si no, la puerta está ahí – dijo señalando la entrada y manteniéndose firme, aún que por dentro solamente quería escuchar una afirmación de parte de él-
El asintió sin responder ninguna palabra y Liz quiso morir, pero siguió su camino firme. Unos minutos después abrió la puerta, esperando con todo su corazón encontrarlo ahí, pero no. el chico se había ido.
Sin escuchar a su cabeza y solo siguiendo su corazón, comenzaron a tener encuentros casuales. A los ojos de la gente, Liz seguía saliendo con uno de sus compañeros y Draken se mantenía soltero, pero la realidad era muy distinta. Cada vez que podían, terminaban cogiendo y esta vez no sería la excepción. Se encontraban en el cuarto piso de su universidad, intentando hacer el menor ruido posible.
- Shhh, silencio – susurraba Draken con los labios en la sien de la chica, mientras la embestía firmemente. Una de sus manos afirmaba su cadera y la otra su cabello-
La puerta del baño de hombres se abrió, lo cual congeló a ambos. Sin hacer ningún movimiento por miedo a ser descubiertos. En un momento de lujuria, el rubio le tapó la boca a la chica y comenzó un vaivén de caderas, tomándola desprevenida, lo cual no duró mucho tiempo, pues la morena lo mordió inconscientemente, conteniendo el placer y colocando los ojos en blanco.
- Mierda, mierda, mierda – gemía el rubio. Preso del placer y la adrenalina de poder ser descubierto- que estrecha estás…-
- Uhhh – reclamaba Liz, bajo su mano. Sintiendo como el chico la destruía cada vez más-
Escucharon como el extraño salía por donde había entrado y sin poder evitarlo, Draken aumento la fuerza, logrando que ambos se corrieran en un segundo.
- No puedo creer que lo hiciéramos así, la verdad- Liz sonreía, mientras se acomodaba el sostén–
- Contigo correría cualquier riesgo – Draken le respondió y se abofeteó mentalmente. Había expuesto más de lo que quería. La morocha lo miró sorprendida- ¿por qué me miras con esa cara? – ante la incomodidad de ser tan abierto, sacó un poco de papel y se lo pasó- mejor límpiate, irás a encontrarte con tu novio llena de mi s..-
- Cállate – al ver su reacción Liz lo calló irritada. Había hecho una confesión bastante conmovedora y la arruinaba para no verse tan vulnerable-
- Liz – se acercó, acorralándola en una esquina del cubículo. El, a diferencia de ella, se encontraba con toda su ropa puesta ya- Nos vemos – le susurró, besándola suavemente en los labios y acariciándole la mejilla-
Y abrió la puerta del baño, desapareciendo. Liz salió con el ceño fruncido. ¿Por qué se hacía esto a sí misma? Era una masoquista y una tonta. Draken no la quería, solo la veía como un receptor de esperma y eso le dolía en el alma. Pero, no podía dejar de pensar en él. Sin siquiera conocerlo a fondo, y solo sabiendo lo que él quería que supiera, se había enamorado hasta los pies. Quizá esa era la razón por la cual no podía parar con esa aventura tan tortuosa.
Luego de limpiarse, salió a lavarse las manos y mientras se secaba empezó a escuchar un ruido extraño proviniendo desde afuera. Abrió la puerta extrañada y lo que encontró la sorprendió de sobremanera.
- ¡LO SABIA! – gritó Hiromi, el que era su novio en el momento- ¡PUTA! –
Liz lo miró sin saber que decir y Draken solo atinó a colocarla detrás de él. Sabía que se había equivocado al engañarlo, pero no merecía que la insultara así, frente a todos. Sus compañeros la miraban sorprendidos. Nadie se imaginaba que hubiese podido pasar eso.
- ¿QUÉ MIERDA HACÍAS CON ESTE MUERTO DE HAMBRE? – volvió a gritarle, más furioso que antes al notar como el rubio la protegía- RESPONDEME –
- Oye ¿por qué le gritas así? – el rubio frunció el ceño. No elevaba la voz, pero si estaba molesto-
El chico lo ignoró. Su rabia estaba concentrada en Elizabet, la cual apretaba el polerón azul de su amante.
- Tranquila, Liz – le susurró él, tomándole la mano-
- Hiromi – le dijo ella, nerviosa, saliendo por un costado- lo lamento, perdón por… - no logro ni decir dos palabras y sintió como un puño le impactaba en la cara-
Lo siguiente que pasó fue demasiado rápido. Sus ojos vieron como Draken le rompía la cara a Hiromi y luego ambos se encontraban en la oficina del decano de la universidad.
- Señor Ken Ryuguji ¿usted entiende la gravedad de lo que acaba de suceder? – El decano lo miraba firmemente, mientras Draken le mantenía la mirada – tendremos que expulsarlo de la universidad y francamente con sus bec…-
- ¡lo lamento! – exclamó Liz, intentando intervenir- ha sido mi culpa, yo… -
- Señorita Kowara. No sea imprudente y no me interrumpa – el mayor la miró molesto. Pero ella solo quería ayudar-
- Señor Murashi, realmente necesito que me escuche – suspiró, mordiéndose el labio y al ver que nadie se oponía, prosiguió – Mi compañero, Ken Ryuguji solamente estaba defendiéndome de mi otro compañero, Hiromi kytzui, el cual me golpeó el rostro debido a un ataque de celos-
- ¿Es eso real, señor Ryuguji? –
- Sí – respondió Él con la mandíbula apretada-
- Entiendo la importancia de las peleas, y sé que está muy mal que dos personas se comporten así, pero ¿qué pasa con el trato hacía mí? El señor Kytzui fue el primero en romper el orden de lo correcto – decía, intentando sonar seria mientras mantenía hielo sobre su ojo-
- Está bien, señorita Kowara – el decano asintió con los labios cerrados y el ceño fruncido- Señor Ryuguji. Entiendo la razón por la cual actúo así y debe saber que en nuestra universidad estamos en contra de todo tipo de agresión física, pero debido a su historial de buen alumno y lo mucho que le ha costado entrar aquí, no lo expulsaremos del centro, ni perderá sus becas, pero tendrá una sanción en su hoja de vida y si se repite, quedará expulsado para siempre ¿quedó claro? –
Draken asintió y Liz sonrío de felicidad. Ambos le agradecieron al Decano y caminaron afuera de la sala. Sin pensarlo dos veces, el rubio la tomó de la cintura y le besó los labios con cariño. Sin poder creerlo ni él. La chica parpadeo unos segundos y envolvió sus brazos alrededor de su cuello, besándolo nuevamente.
- Oye, oye – le respondió él entre besos, evitando el lado dañado- tengo que decirte algo-
- ¿Ahora? – ella se separó frunciendo el ceño ¿por qué siempre tenía que arruinar todo? –
- Es cierto – sonrío y negó con la cabeza- te lo diré después. Es más, hoy te llevaré a una cita-
- ¿Una cita? – lo miró extrañada y luego asintió – Está bien-
- Pasaré por ti a las ocho- le dijo y comenzó a caminar. Debía ir a su clase-
- Draken – lo llamó ella, moviendo la cabeza hacia un lado. Él se giró, expectante- ¡Te quiero! - gritó-
Y él sonrío. Liz hubiese querido haberse mantenido más tiempo ahí. Haberlo abrazado más y haberle dicho en verdad, lo mucho que lo amaba. Pero no lo hizo.
Espero pacientemente hasta que se hicieron las diez de la noche. Su vestido azul ya estaba arrugado y el maquillaje levemente corrido. El sueño y la decepción le habían ganado. ¿Le sorprendió? Realmente no. Sabía que Draken no la quería, él mismo le había contado sobre Emma. La chica que amaba y que lamentablemente había fallecido. Liz no sería nunca nada más que un desliz en este mundo vacío y se odiaba a sí misma por pensar por un segundo que las cosas serian distintas.
Su celular comenzó a sonar. Era él. La morena lo miró un segundo y pensó en rechazarlo, pero ¿y si tenía alguna razón real? ¿si algo había pasado? Un bichito comenzó a comerle la cabeza, así que decidió atender, a pesar de todo. Y así fue.
Llevaba más de cuarenta minutos esperando junto a las chicas del burdel en el hospital. Draken había sido apuñalado en una pelea con una banda criminal y ahora se encontraba en cirugía de emergencia.
Una de las chicas la miró sonriendo y se acercó a ella entregándole una pequeña cartita escriba por Draken. Le explicó que lo había visto escribirla y que cuando salió de su casa, se le quedó. También le dijo que la reconoció pues una vez descubrió al rubio mirando sus fotos en las redes sociales y que con vergüenza le había reconocido que era la chica que le gustaba. Liz acepto la carta y se sentó en uno de los escalones del hospital. La operación se demoraría mucho más tiempo, por lo cual podía leer un poco para calmar la ansiedad del momento.
Ese mismo día Draken pensaba confesarle que esos meses que habían vivido juntos le había traído de vuelta la felicidad y se lo agradecía. Que sin planearlo se había enamorado de ella y que luego del golpe que le habían dado, se dio cuenta de que jamás dejaría que nadie la volviese a dañar. Y como a él le costaba expresar sus sentimientos, los había plasmado en papel. arrugó la carta contra su pecho y cerró los ojos.
Se quedó dormida sin siquiera darse cuenta y despertó al sentir como unos brazos la movían. Era Saoto, la chica del burdel, quién estaba despertándola debido a que la operación había sido un éxito. Adicional, el joven ya podía ver gente.
- Mierda… - murmuró Liz, limpiándose la baba- ¿Cuánto rato dormí? –
- Básicamente toda la noche, hasta a mí me sorprendió- sonrío la chica, generando un hoyuelo en su mejilla derecha- ¿Qué estás esperando? ¡Ve a verlo! –
- ¿En serio? – miró a las demás que estaban ahí. Probablemente por su trabajo no habían podido ir todas las compañeras de Saoto y solo había seis- ¿no les molesta? –
Todas negaron la cabeza y la impulsaron a entrar a la sala, pero aún asi sus nervios estaban a flor de piel. Solo el saber que casi lo perdía hacía que el corazón se le estrujara y el pecho le doliera.
- Sé que probablemente estarás enojado por saber que he venido, pero te prometo que era necesario…- Comenzó diciendo. El rubio, que tenía los ojos cerrados los abrió frunciendo el ceño-
Liz se bajó la mascarilla obligatoria, para que el pudiese reconocerla y entonces al ver como sus ojos brillaban sonrío con alegría. Se acercó abrazando con cuidado y beso su mejilla.
- ¿Qué haces aquí, legalmente morena? – le dijo Draken, con voz carrasposa y notablemente conmocionado, pero sin lágrimas- te echarán cuando se den cuenta que te bajaste la mascarilla…-
- ¿Realmente creíste que podrías escapar de mí? – Elizabeth sonrío. Ambos estaban muy cerca –
- Lo intenté, pero no resultó…- continuo, siguiéndole el juego y le acarició la cabeza, sobre el gorro clínico- ¿Por qué has venido?-
- !Porqué te amo! - le dijo ella-
- Bueno la verdad es que... yo también te amo…- le soltó, casualmente, como si nada y la joven sonrío, con alegría besándolo en los labios con emoción-
Se quedaron así unos segundos, abrazados. Solo escuchando la respiración del otro y como latían sus corazones al unisono. Al final todo había salido mejor de lo planeado.
