Las posibilidades de que el nuevo mundo alcanzara y hasta superara a la antigua "modernidad" eran cada vez más cercanas y evidentes. No sólo en avances científicos, sino en el hecho sin precedentes de que todo el mundo estuviera trabajando en conjunto y armonía, sin conflictos de poder o de intereses. Eso se había logrado gracias al controlado y eficiente proceso de despetrificación de todo el mundo, con un gran trabajo diplomático, y el aliciente de que los países solamente iban a poder participar del innovador proyecto de fundar una ciudad lunar, con la única condición de que no hubiera siquiera un intento egoísta o malintencionado de tomar ventaja o provocar algún daño.

Con Xeno y Senku a la cabeza como los representantes científicos de máxima autoridad gracias a su participación en el proceso de la despetrificación del mundo y los cimientos de las nuevas civilizaciones recuperadas, tarde o temprano los demás científicos o personas influyentes entendían que lo mejor era alinearse a ellos, por el bien del mundo y de toda la sociedad mundial. Y en los casos en que algunos avariciosos estuvieran considerando formas de tomar ventajas o causar revueltas, bastaba una visita de uno de los dos dúos de los más respetados guerreros del mundo de piedra, Stanley y Kohaku, o Tsukasa y Hyoga.

Varios años luego de la misión lunar, los cuatro tenían ocupaciones relacionadas a la defensa del orden local y el progreso conjunto mundial, asegurando la paz. Kohaku y Hyoga eran parte de una nueva fuerza policial que entrenaba tanto a policías como civiles, el lancero se encargaba del personal policial, mientras que Kohaku eligió enseñar defensa personal a todos los interesados. Stan hacía su parte como piloto, no sólo cumpliendo esa función en algunos viajes importantes de los miembros del reino científico, ya que además los protegía como militar, sino que también enseñaba y formaba nuevos pilotos. Tsukasa era el que más se dedicaba a viajar por el mundo, centrándose en las nuevas ciudades reestablecidas, asegurando la seguridad y buena predisposición de colaboración con su imponente presencia y carisma.

Para ese entonces, la relación romántica que había surgido entre Stan y Kohaku luego de su imprevista estadía a solas, a raíz de la tormenta de nieve que un año atrás los había recluido por varios días en la casa de descanso de Xeno, ya no era un secreto. Unos meses más tarde lo habían oficializado públicamente, y medio año después de eso decidieron empezar a convivir en la casa de Stan, ya que era un poco más grande y cómoda que la de ella, y era lo más lógico dado que se visitaban prácticamente todas las noches para dormir juntos. Por ese motivo y por el buen equipo que hacían, además de que ambos habían sido los astronautas de la misión lunar, fue que quedó establecido que ellos serían una de las duplas fijas cuando se requiriera.

Las noticias de que eran pareja, además de sus misiones conjuntas, fue también la comidilla para los reporteros y las revistas de entretenimiento, de las cuales Minami tenía la exclusiva. Los habían llamado "thegoldencouple", la pareja dorada, como una humorada no sólo por lo habilidosos que eran y su historial de exitoso trabajo juntos, sino también porque ambos eran rubios y muy guapos. A ninguno de los dos le importaba mucho lo que dijeran los demás, aunque tenían una naturaleza más discreta y de bajo perfil, por lo que a veces les resultaba un poco molesto atraer ese tipo de atención.

Aprovechaban las misiones simples de "hacer presencia" para volar juntos en la avioneta de Stan, y casi siempre hacer una parada extra de un día para disfrutar a solas. Como la avioneta contaba con un sistema de GPS para ser localizado, se aseguraban de dar tranquilidad a los demás en la base de Japón de esa forma.

En uno de esos viajes, regresando desde una nueva ciudad rusa que progresaba muy rápido, disfrutaban el vuelo en particular, era uno de esos días espléndidos en que el cielo no tenía ni una sola nube, y un buen sol los calentaba con sus rayos de día. Stan era un piloto tan confiado, que por momentos soltaba el mando, solamente controlándolo con los pedales de sus pies, y hasta se animaba a mirar hacia atrás mientras conversaba tranquilamente con Kohaku. La joven confiaba mucho en sus habilidades y odiaba tener puesto el cinturón de seguridad, por lo que se sentaba o recostaba cómodamente en su asiento detrás de él, lamentaba que no hubiera uno a su lado, por lo estrechos que eran esos pequeños aviones.

Sin embargo, esa vez el relajo de ambos les jugó una mala pasada, cuando Kohaku había colgado sus brazos rodeando a su novio por delante, y Stan no dudó en girar la cabeza a un lado para compartir unos besos. Abstraídos de su alrededor, de pronto se sobresaltaron cuando oyeron un repentino golpe en el lado derecho de la avioneta, el piloto al instante identificando lo que había sido.

-Bird strike!

A veces solía suceder que un ave se cruzaba de improvisto en la trayectoria y golpeaba la avioneta, pero esa vez tuvieron la mala suerte que el ave era de buen tamaño, y había rebotado golpeando un motor. Stan maldijo en voz alta cuando vio que lo había averiado, y salía un humo oscuro del mismo, hasta prenderse fuego unos segundos después. Kohaku se asomó contra el vidrio de la ventana con preocupación, sin poder creerlo.

- Stan, ¿qué hacemos? ¡Está prendido fuego!

- Sí, y estas avionetas no están preparadas para volar con un solo motor, así que tenemos un grave problema. No podemos hacer un aterrizaje de emergencia porque estamos en pleno océano, así que caeremos y no hay forma de evitarlo, mierda.

- ¡¿Qué?! –Exclamó, boquiabierta– ¿Y lo dices tan tranquilo?

- No sirve de nada enloquecer, sólo soy realista. Voy a planear y maniobrar lo más posible para acercarnos al primer pedazo de tierra que encontremos.

Kohaku enfocó su prodigiosa vista al frente, mirando con mucha atención por un minuto, hasta que señaló en una dirección.

- ¡Allí hay una isla!

- Yo sólo veo el horizonte, pero te creo, tu vista no está nada mal.

- ¿Llegaremos a tiempo?

- No lo creo, pero no quedará de otra que nadar.

- ¿Qué puedo hacer para ayudar?

- Kohaku, guarda lo más importante de nuestras pertenencias y la manta térmica en uno de los bolsos plásticos inflables de la caja metálica de emergencias, hay un inflador pequeño, úsalo. En esa caja ya hay otro bolso lleno y listo, son herramientas de supervivencia.

- ¡De acuerdo!

La rubia guardó de la forma más compacta y rápida posible las cosas en el bolso, inflando luego ambos mientras Stan continuaba maniobrando la avioneta a pesar de su limitado funcionamiento. Eventualmente alcanzó él también a ver la pequeña isla, aunque en sus cálculos ya estaba sopesando la idea de que iban a tener que nadar entre media y una hora para llegar a la orilla, con la pérdida de altitud se reducía la velocidad. Cuando llegaron a estar apenas a quinientos metros del nivel del mar, Stan se desabrochó el cinturón de seguridad y descubrió el techo de la avioneta, entrecerrando los ojos por el fuerte viento.

- Dame el bolso más pesado. Átate la soga que tiene el suyo en la cintura.

- ¿Qué hacemos ahora?

- Esperar a que el avión caiga lo más posible, y cuando estemos a unos veinte metros, saltaremos. Asegúrate de no soltar el bolso, te ayudará a flotar. Yo te digo cuándo saltar.

Kohaku asintió, nerviosa, con la única tranquilidad que confiaba plenamente en Stan, así como ella era una excelente nadadora. El soldado le tomó la mano, mostrándole una pequeña sonrisa de confianza, a pesar de que podía verse con claridad cómo tenía la mandíbula apretada. El avión estaba nivelado horizontalmente lo más posible, sólo tenían que asegurarse de saltar lo más lejos posible, lo cual no representaba una dificultad para ellos. Flexionaron las rodillas para estabilizarse y preparar el salto, y ante la indicación de Stan, saltaron al agua lo más vertical posible, abrazando el bolso con ambas manos por delante del cuerpo.

Sin embargo, una de las aspas del motor dañado de la avioneta se terminó de soltar con el movimiento, y alcanzó a golpear la pantorrilla de Kohaku, que apenas ahogó el grito por el dolor. El impacto con el agua fría fue muy duro, pero el objeto flotador les salvó de una inmersión más profunda. Ni bien salió a la superficie de nuevo, Stan sacudió la cabeza para quitarse el cabello del rostro, y buscó preocupado a Kohaku con la mirada, había alcanzado a ver el impacto. La encontró a unos pocos metros ya flotando, por lo que nadó hacia ella.

- ¡Kohaku! ¡¿Estás bien?!

- Sí, sólo me golpeó ese metal, creo que me corté.

- ¿Te cortaste? –Preguntó Stan abriendo mucho los ojos– ¿Qué tan profundo? ¿Sangra?

- No te preocupes, es un tajo. No es grave, puedo nadar así, he estado mucho más herida, y...

- ¡No es sólo por eso! Estamos en medio del océano, hay tiburones cerca. Si están a menos de un kilómetro van a oler tu sangre. Por unas gotas no pasaría nada, pero un tajo profundo podría atraerlos... déjame ver.

Kohaku se acomodó en el agua para flotar boca arriba y así poder levantar su pierna, tenía un tajo considerable en su pantorrilla, del cual brotaba sangre, que se iba diluyendo en el mar.

- Esto es malo, y tenemos una media hora de nado hasta llegar a la isla. El agua no ayuda a coagular, así que tardarás más de lo normal en dejar de sangrar. Nada adelante mío, cuanto antes lleguemos a una zona poco profunda, mejor. Yo estaré atento y miraré bajo el agua cada tanto.

- ¿Qué vas a hacer si aparece uno?

- Tengo mi pistola, sólo le dispararé en la cabeza o en los ojos si pretende atacarnos. No perdamos el tiempo hablando, vamos.

Kohaku asintió, y se giró para empezar a nadar. La fuerza y la agilidad de ambos era de gran ayuda en ese momento, y lo único realmente molesto era lo helada que estaba el agua, no pasaba los quince grados de temperatura. Stan se detenía cada tanto, hundiendo la cabeza y mirando bajo la superficie del mar, aunque cada vez era más difícil para él, y soltó un gruñido de molestia.

- ¿Qué sucede? –Preguntó la rubia, que siempre se detenía con él y lo esperaba.

- El agua salada del mar es un infierno para mantener los ojos abiertos, me pican demasiado y no puedo limpiarlos. Tú no te detengas, nada.

Continuaron así otro tramo, hasta que esa última vez que Stan chequeó bajo el agua, sintió el corazón martillarle de adrenalina y alerta cuando vio una silueta gris y larga a unos cincuenta metros de distancia que se acercaba, por la agilidad con la que se movía no tenía dudas que era un tiburón, estuviera allí de casualidad o por la sangre. Sacó la cabeza del agua de inmediato, para alertar a la joven.

- ¡Kohaku, nada lo más rápido que puedas, ahora mismo!

- ¡¿Hay un tiburón que viene hacia aquí?! –Preguntó, un escalofrío recorriéndola, y empezó a nadar, hasta que se detuvo cuando vio que Stan no la acompañaba– ¡¿Qué haces, Stan?! ¡Dispárale para alejarlo y huyamos!

- No puedo. Los disparos bajo el agua no son tan efectivos, el objetivo tiene que estar a menos de tres metros para que le cause algún daño considerable, y estamos hablando de un maldito tiburón.

- ¡¿Tres metros?! –Exclamó, horrorizada– ¡Es demasiado cerca, te atacará!

- ¡Vete, yo me ocupo! –Ordenó, dejando flotar a un lado el bolso.

- ¡Puedo ayudarte a golpearlo! ¡Soy fuerte!

- ¡VETE AHORA MISMO, ES UNA ORDEN! –Rugió Stan, con todo el aire de sus pulmones.

Durante un instante, Kohaku no pudo más que mirarlo con los ojos muy abiertos, sin poder moverse. Nunca antes había oído a Stan gritar así, ni darle una orden de esa forma tan visceral y furiosa. El corazón empezó a latirle muy rápido en cuanto se recuperó de la sorpresa, de pronto sintiendo una ola de miedo al saber que el soldado estaba tan determinado a enfrentarlo él solo, con su vista perjudicada por el picor y si el tiburón atacaba, estaría prácticamente al alcance de su mordida. Sin embargo, la mirada de Stan era muy intimidante y sabía que, si se ponía a discutir, sería peor para los dos, le estaba quitando segundos valiosos de poner la atención en la amenaza. Confiando en él, jadeó con un nudo en la garganta y siguió la orden, nadando más rápido que nunca.

Para colmo, cuando miró brevemente hacia atrás Stan ya se había sumergido, y no alcanzó a oír nada, ni un disparo ni agua salpicando fuerte, nada. Cuánto quisiera tener los oídos tan finos de Ukyo en ese momento, o algún ingenio científico como Senku, se sentía terriblemente impotente ya que sabía que, en el agua, así como había sucedido en la Luna, la fuerza física no servía de nada, la escasa gravedad reducía demasiado la potencia de los golpes, y la velocidad, sus únicas dos ventajas. El ímpetu de su nado fue decreciendo, hasta que se detuvo.

No podía abandonar a Stan, no importaba la orden, si él había resultado golpeado o mordido y lo dejaba solo en medio del océano, de seguro lo estaría condenando a su muerte, si había un tiburón, bien podría haber una docena más. Se detuvo para hundir su cabeza y tratar de mirar bajo el agua, al menos su fina vista podía ser de ayuda allí. Asegurándose primero que no había ningún otro predador cerca de ella, se dedicó a mirar por dónde había venido, quizás alcanzaría a ver a Stan. Era cierto que el agua de mar era muy molesta, pero ella ya estaba más acostumbrada por su vida en la aldea. No perdió un segundo más, y emprendió un rápido nado de regreso, mirando con atención para encontrarse con el soldado. Finalmente, se percató de la figura de Stan nadando por debajo de la superficie del agua, y cuando él también la vio a ella, sobresaltado, salieron los dos a tomar una bocanada de aire.

- ¡Stan! ¡Oh por todos los dioses, qué alivio, estás bien!

- ¡¿Qué haces aquí, Kohaku?! Te dije que nadaras lejos.

- ¿Y el tiburón?

- Le di un disparo no letal y se alejó, entendió.

El alivio de Kohaku fue inmediato, así como una mezcla de nervios y angustia repentina. Lo que menos se esperó Stan a continuación, fue recibir un fuerte cachetazo que le volteó el rostro. Sorprendido y sin entender, la miró boquiabierto, tocándose la mejilla que ardía pese al frío.

- ¡NO SE TE OCURRA NUNCA MÁS VOLVER A DARME UNA ORDEN PARA QUE TE DEJE A TU SUERTE! ¡NUNCA MÁS! ¡¿LO ENTIENDES?!

- Kohaku...

- ¡Pensé que ibas a morir por mi culpa, por protegerme! ¡Ya lo viví una vez, que se sacrificaran por mí, y no quiero que vuelva a pasar! ¡Con nadie, y menos contigo! –Gritó con los ojos aguados por las lágrimas, dejando salir su frustración. ¡Antes que perderte a ti de esa forma, preferiría morir luchando también!

La emocional descarga de Kohaku se detuvo en ese momento, de sorpresa para ella cuando se encontró de pronto fuertemente abrazada por Stan, cuyo corazón se había estrujado al entenderla.

- Y yo no podría vivir si no lo diera todo por protegerte, así que estamos en las mismas. Por lo menos el sacrificio de uno salvaría al otro, ninguno de los dos es ajeno a haberlo hecho antes.

- Si lo hacemos juntos, no haría falta ningún sacrificio. ¿No somos un buen equipo?

Stan asintió, sonriéndole con dulzura, y apoyó su frente contra la de ella.

- Juntos podemos –Suspiró– Perdona, a veces me gana el impulso instintivo de defender, y me olvido de lo fuerte que eres tú también. Pero tienes que saber una cosa, Kohaku.

- ¿Qué?

- Si te digo que puedo manejarlo solo, es porque puedo hacerlo. No soy tan orgulloso como para no pedir ayuda si la situación me supera, no moriría por mi orgullo, menos aun sabiendo que la amenaza podría continuar y lastimar a quién pretendía proteger. Si confías en mí y en las indicaciones u órdenes que te doy, son estratégicamente pensadas para que no se complique la situación por demás, es parte de mi especialidad, por eso era capitán. Debajo del agua no podemos comunicarnos tanto, y un animal que pesa mínimo una tonelada no es para tomárselo a la ligera.

- Está bien, lo entiendo. Perdona, es que la preocupación le ganó a mi cabeza.

- Y tú eres de cabeza caliente de por sí –Acotó Stan, sonriendo.

- Lo sé, no me puedo quedar quieta.

- Bien, ya pasó. Continuemos, falta poco para llegar.

Nadaron el tramo restante, hasta que al fin llegaron a la orilla sin más sorpresas ni accidentes. Entre el alivio y el cansancio, arrojaron los bolsos flotantes a la arena y luego de comprobar que la herida del corte de Kohaku ya había dejado de sangrar, se dejaron caer allí mismo. Al menos el sol de día les daba de lleno y les aportaba algo de calor. Unos minutos después, la rubia se estremeció cuando una brisa fresca sopló, ya se sentía entumecida por el frío mar que había calado profundo en ella, además de la ropa húmeda. Sin dudarlo, se acercó a Stan para acurrucarse contra él, quién con una sonrisa la rodeó con un firme abrazo, entrelazando sus piernas también para estar lo más cerca posible.

- ¿Buscando calor corporal? Me trae buenos recuerdos, nada mal.

- ¡Ja! Sólo que esta vez ya podemos hacerlo de inmediato y sin timidez.

- Lo venimos practicando hace un año, amor –Dijo con un guiño coqueto– Y no sólo cuando hace frío, nos gusta hasta cuando sudamos de calor. Aunque hay algo en común en esta ocasión.

- ¿Qué? –Preguntó divertida, presintiendo alguna broma picante cuando lo veía sonreír de esa forma felina, lo conocía demasiado bien.

- Lo mojada que estás –Susurró con voz acaramelada.

Rieron con picardía juntos, Kohaku empujándole el pecho a modo de broma, no podía creer que incluso en una situación así Stan se divirtiera pensando en esas cosas.

- ¿Y sabes qué sigue ahora? –Continuó, con el mismo tono.

- Dímelo tú, ya que estás tan... creativo.

- Quitarnos la ropa y abrazarnos piel a piel.

- Hmm, lo gracioso es que acertaste totalmente, solo que ahora es para que se sequen nuestras ropas, no soporto más lo frío y pesado que está mi vestido.

Kohaku rodó en dirección contraria y se sentó, para desatar el nudo de la shimenawa en su cintura y sacarse el vestido por la cabeza, quedando en ropa interior.

- Oye, la que eres fría por dentro eres tú, qué manera de cortar la inspiración. ¿Ni un besito? –Reprochó Stan– Nos salvamos de la muerte dos veces en menos de una hora, un poco de cariño no estaría nada mal.

La rubia rodó los ojos, y se acercó sólo para darle un beso en la mejilla, sonriendo con malicia juguetona.

- ¿Es en serio? –Preguntó el soldado, arqueando una ceja con fingida indignación.

- Pediste un besito, no aclaraste dónde.

- Ooh, no juegues con eso, o la próxima vez no habrá lugar a queja si me pongo creativo de verdad.

Se rieron juntos, antes de que Stan se pusiera de pie y empezara a quitarse su ropa ajustada y empapada. A diferencia de Kohaku, él no tuvo problema en quedar completamente desnudo, mientras extendía su ropa en la arena seca, y también echó por allí los bolsos que se habían protegido y mantenidos secos gracias al protector plástico bien sellado. Suspirando aliviado, se quedó parado de frente al sol, apoyando sus manos en sus caderas como solía hacer, dejando que el sol y el aire le secaran un poco el cuerpo de esa forma. Sintió la mirada de su novia, y la miró con una sonrisa arrogante cuando la encontró mirando su entrepierna con el ceño fruncido.

- ¿Qué? Tú te lo perdiste, ahora no hay reclamos.

- ¿Era necesario que te quites todo?

- Mi querida, estamos en una isla seguramente desierta, solos en muchos kilómetros a la redonda, por lo menos por un par de días hasta que vengan a rescatarnos. Y esta vista la tienes todos los días, no sé qué tipo de pudor te retiene de hacer lo mismo, es lo que yo me estoy preguntando.

- Esto es lo normal para mí, así es como me suelo meter al mar a nadar, y nunca me he secado toda desnuda.

- Porque siempre tuviste gente alrededor, como dije. Tanto drama por ver de frente el desayuno americano completo, cuando es parte de tu menú diario, vamos.

- ¿El... qué?

- Si no fuera por el cuidado de proteger mis partes nobles de bichos o de los roces con la arena, te aseguro que andaría así todo el día en una isla como esta. Ahora, prioridades, hay que tapar esa herida que tienes.

Stan caminó hasta los bolsos, sentándose en cuclillas para abrir el que tenía las provisiones para emergencias. Encontró un vendaje limpio y cinta de papel, eso bastaría por el momento. Le pidió a Kohaku que se acercara y subiera la pierna lastimada a su muslo, para poder así vendarla con diestra prolijidad y rapidez. Luego volvió su atención al otro bolso, revisando qué cosas se habían rescatado. Sonrió de oreja a oreja cuando encontró dos paquetes de cigarrillos, cuánto necesitaba fumar uno, aunque iba a tener que racionarlos. Estaba satisfecho con el rápido y acertado criterio de Kohaku, incluso había guardado un cambio de ropa interior extra, un buen detalle, aunque con el resto de la ropa iban a tener que arreglarse con lo que llevaban puesto. De pronto, encontró algo que lo hizo soltar una carcajada, su novia tenía su lado fogoso también.

- ¿De qué te ríes, Stan?

- Te dije que guardaras en el bolso sólo lo más importante de nuestras pertenencias, pero no me esperaba que consideraras así a los condones –Contestó con una sonrisa juguetona, agitando la cajita.

- Ah... Eso... Bueno, no ocupaban mucho espacio, y... –Se explicó Kohaku, sonrojándose.

- No era una queja, me gusta. ¿Así que en momentos tan al límite, estabas pensando que no estaría nada mal seguir disfrutando un poco de intimidad caliente? Luego te quejas de mis bromas...

- Tampoco llegué a pensarlo tanto –Murmuró la rubia, aún más abochornada– Entraba, y ya.

- No sé cuántos días estaremos aquí hasta que nos rescaten, porque no tenemos otra forma segura de salir de esta isla. Podríamos hacer un bote, pero una cosa es navegar por un río, y otra por el océano. Así que, si somos pacientes y esperamos, hay que pasar el tiempo de alguna forma... –Abrió la caja metálica que contenía los condones y los contó– Tenemos casi una docena, nada mal.

- ¡Ja! No escatimas... ¿Una docena? Íbamos a hacer un viaje corto de tres días solamente, Stan.

- Nunca están de más, y puede haber imprevistos que nos demoren la vuelta, no sería la primera vez, ya ves.

- Bueno, ahora a lo importante. Tenemos que recolectar comida y hacer un refugio. ¿Qué vamos a hacer con el agua? No es grande esta isla, y por lo que alcancé a ver desde el avión, no tiene ríos o lagunas.

- Para eso trajimos este otro bolso de herramientas que nos ahorrarán mucho tiempo y trabajo. ¿Te crees que Xeno no iba a preparar el avión un kit "elegante" de supervivencia?

Stan abrió el segundo bolso, y fue sacando su contenido y poniéndolo sobre la arena. Allí había un set de herramientas de acero para cortar y lijar, una linterna con cuatro potentes baterías extra, una brújula, un par de bengalas de humo para rescate, un cargador solar, encendedores, unas puntas de lanzas y arpones para cazar, dos bolsas de dormir térmicas súper compactas, unas botellitas de alcohol, gasa y cinta para cubrir heridas, un par de rollos de soga de varios metros de largo, un purificador de agua portátil, dos vasos y un termo de acero y todo convenientemente plegable, unos paquetes de comida deshidratada y hasta tres juegos de cubiertos completos.

- Hay de todo aquí... –Murmuró asombrada Kohaku.

- Ya lo conoces, no va a complicarse la vida si puede resolverlo con ciencia. Yo me puedo arreglar bien, he tenido entrenamientos de supervivencia en la milicia, pero admito que la practicidad ayuda, y puso cosas útiles.

- Entonces sólo tenemos que ocuparnos de buscar comida... Si no hay ríos, sólo podemos pescar, pero de seguro podemos encontrar hongos, hierbas y alguna planta comestible.

- Cocos también. Las palmeras de cocos nos dan agua, alimento y si extraemos el aceite, puede servir para tratar heridas como tu corte, es antiséptico.

- ¡Genial!

- Mientras se purifica el agua, recorramos primero la isla, a ver qué hay. El peor escenario es que tengamos que sobrevivir a base de pescado, agua y hierbas.

Kohaku hizo una mueca, el "peor escenario" de Stan era a lo que había estado acostumbrada por mucho tiempo en la aldea, en especial durante los crudos inviernos cuando la comida escaseaba. Guardándose el comentario, coincidió después en que lo mejor era esperar un rato a que se secara un poco más la ropa, mientras buscaban ramas para hacer una fogata y ayudar con el proceso. Aprovechando que estaban con poca ropa, volvieron a lanzarse al mar para cazar peces para el almuerzo y la cena, incluso podían conservar algunos ahumados si tenían suerte.

Una hora después hicieron la recorrida por la pequeña isla, confirmando que no estaba habitada por animales que pudieran cazar, ni había ríos o lagos naturales. Encontraron bananos, caña de azúcar, llantén, unos zapallos, lechugas salvajes y moringa, además de algunos hongos comestibles. Luego encontraron un arbusto con unas florecitas amarillas muy bonitas, que Kohaku conocía de vista, y Stan dijo que era "damiana", una planta con propiedades estimulantes. Cuando volvían, prácticamente habiendo recorrido la mitad de la isla, la rubia echó a correr entusiasmada cuando encontró unas plantitas de un pie de altura, con un racimo de pequeñas bolitas de color rojo cada una.

- ¡Qué bonitas! ¿Serán comestible? Nunca las vi antes.

- Sí, aunque lo mejor de esa planta es lo que está debajo de la tierra.

- ¿Eh?

- Es ginseng. La raíz es lo que se suele consumir, tiene muchos beneficios... Y es otra planta de las que activan el cuerpo. Recolectemos varias.

Extrajeron con cuidado la larga y profunda raíz bajo la planta, llevándose media docena. Volvieron con el bolso lleno, además de las manos, con los cocos que Kohaku consiguió trepándose y sacudiendo el árbol. Dejaron todo junto a sus cosas, y como no había animales salvajes, consideraron que por la noche bastaría con descansar en las bolsas de dormir, tampoco estaban en una estación fría ni necesitaban resguardo del viento.

Como la fogata se había apagado, hicieron otra más grande, esa vez para cocinar el almuerzo. Cuando estuvo lista, hicieron unas brochetas con pescado, hongos y zapallo, además de poner a ahumar un par más.

- Sólo queda esperar –Dijo Stan– Me voy a dar un chapuzón al agua para limpiarme. La temperatura de la zona playera es bastante agradable, ahora que nos aclimatamos. ¿Vienes conmigo?

- ¡Claro!

- Entonces hagámoslo divertido. ¿Qué te parece una carrera de nado?

- ¿Me estás desafiando a mí, en una carrera de nado?

- Sí.

- ¿A una guerrera nacida en la aldea del agua?

- Sí.

- ¿Y crees que tienes alguna posibilidad de ganar?

- Por supuesto.

- Stan, ya sé que estuviste petrificado y te perdiste de algunas cosas, pero... Yo le gané a Tsukasa en la carrera de nado para ser astronautas. A Tsukasa, ¿lo entiendes?

- Sí, ¿y qué? Es mucho más alto y pesado que yo, la agilidad fue parte de mi arduo entrenamiento también.

- De verdad no lo entiendes... Como quieras, si no hay forma de convencerte, acepto el reto. Te patearé ese trasero orgulloso que tienes.

- Mujer confiada, nada mal –Se acercó con una sonrisa coqueta– Y sí, estoy orgulloso de mi trasero.

- Eso no fue lo que dije, Stan.

- Estás arisca hoy, ¿eh? Ya vamos a encargarnos de eso luego.

El soldado volvió a desvestirse, dejando la ropa doblada con más prolijidad. Cuando vio que Kohaku seguía con su ropa interior puesta, bastó una mirada burlona para que ella resoplara y se la quitara también, no podía negar que Stan tenía razón en que mojársela en esa ocasión no tenía sentido alguno, si no había nadie más mirando.

- Playa nudista para dos, nada mal –Bromeó el rubio, tomándole la mano, y caminaron juntos para meterse al mar, que en esa orilla era bastante cristalino.

Como no había puntos de referencia, acordaron que la carrera terminaría cuando alguno ganara cinco metros de diferencia con el otro. Se prepararon y empezaron con la indicación de Stan, nadando desde el principio a máxima velocidad y potencia. Kohaku le puso más empeño que nunca, ganarle a su demasiado habilidoso novio en algo no era cosa de todos los días, y se sentiría más dulce la victoria si además él estaba tan confiado de que iba a ganar. Como era de esperar, la rubia no tardó en pasar a llevar ventaja, y unos segundos después empezó a ganar distancia. Quería vencerlo completamente, por lo que siguió con toda su fuerza y energía hasta sacarle no sólo cinco metros de ventaja, sino diez. Se detuvo por su cuenta, dándose vuelta y mirándolo con una sonrisa confiada, volviendo para acercarse a él.

- Te lo dije. Podrás ser bueno en muchas cosas, pero no me vencerás jamás en nado.

- Lo admito, totalmente vencido. Eres toda una sirena.

Regresaron nadando hasta que alcanzaron a hacer pie, y fue cuando Stan la rodeó por la cintura y la jaló hacia él, mostrándole una sonrisa seductora.

- Apenas pasaron unos pocos minutos, tenemos tiempo. ¿No quieres tu merecido premio, mi amor?

- ¡Ja! Estoy empezando a sospechar que esa carrera fue sólo una excusa.

- Si te sirve...

Stan la giró para quedar frente a frente y así besarla. La ventaja era que el agua volvía todo muy ligero y por debajo de la superficie era como moverse en cámara lenta, era una sensación nueva que no quería perderse de probar. Que ambos estuvieran desnudos lo hacía imposiblemente sensual, sólo lamentaba que tuviera que cerrar los ojos y que no pudiera contemplar la vista completa. Empezó a acariciar el curvilíneo cuerpo de su novia, hasta que le pidió que tomara una bocanada de aire, y luego la abrazó para zambullirse juntos bajo el agua. No era tan fácil besarse sin poder respirar, por lo que simplemente unieron sus labios mientras sí se recorrían con tentadoras caricias, giraban y se entregaban a estar suspendidos bajo el agua. Kohaku sonrió y se dispuso a disfrutar de ese original y fogoso momento, a ella no le costaba nada mantener la respiración por varios minutos. Volvieron a emerger del agua poco después, preferían sin dudas los besos normales, en los que sí podían succionar sus labios, jadear y relajarse mientras disfrutaban.

- Quería probar eso –Dijo Stan en voz baja– Además, con la diferencia de poder respirar, así hubiera sido si hubiéramos puesto cariñosos en el cohete.

- Oh, es verdad... Llegamos un poco tarde para eso.

- Quién sabe, quizás no sea el último viaje espacial que hagamos.

- Hmm, pero si mantenemos la cabeza fuera del agua será bastante parecido, ¿verdad?

- Sí, es la idea.

- Y puedo hacer esto fácilmente, mira.

Kohaku se apoyó en los hombros de Stan y dio un salto, rodeando la cintura de él con sus piernas. Le encantaba la sensación de flotar en el agua, por lo que extendió sus brazos y se dejó caer hacia atrás, flotando muy relajada y sonriente mientras solamente se mantenía agarrada a él con sus piernas.

- No tienes idea la hermosa vista que me estás dando, mi amor, nada mal –Dijo Stan con voz casi ronca.

"Hermosa", por no decir terriblemente excitante, ver a esa bellísima mujer desnuda, toda sonriente y confiada, además de rodearlo con sus fuertes piernas y dándole una imagen que sin dudas le hacía acordar a las veces que habían hecho el amor en esa posición. El pensamiento sensual no tardó en despertar su sexo, sabía que no era buena idea hacerlo en medio del mar, pero al menos podían disfrutar de unos buenos besos y caricias. Flexionó sus rodillas para alcanzar a inclinarse sobre ella y le sostuvo la espalda con ambas manos mientras empezaba a besarla desde el abdomen hasta los pechos, en los cuales no se contuvo y fue más apasionado en su forma de besar y succionar la tierna piel.

Kohaku gimió de gusto, entregándose completamente, mientras hundía sus dedos en la cabellera empapada y rubia de su novio. Era un contraste muy interesante el de sentir el agua fresca a la par de los calientes labios de su amado en su piel, hasta que una ola de calor eléctrico en su bajo abdomen la hizo estremecerse, y se aferró a la espalda de él mientras le pedía que se parase derecho. La rubia lo besó profundamente en la boca, y aprovechando la ligereza que tenía en el agua, no lo soltó con sus piernas y empezó a mover sus caderas para provocarlo con el roce, ya había visto y sentido que Stan estaba más que excitado también. Sólo para jugar con picardía, se hizo la distraída mirando alrededor bajo el agua, ganándose la atención alerta de él.

- ¿Qué pasó, te rozó algún pez?

- Sí, me parece que hay una anguila por aquí.

El soldado cayó en la trampa y frunció el ceño, realmente considerándolo con inmediata preocupación, hasta que jadeó cuando Kohaku bajó la mano y rodeó su miembro con una mano, con una sonrisa llena de diablura.

- Aquí está, la atrapé.

- Oh, esa anguila –Rió, aliviado, y negó con la cabeza– Maldita sea, me lo creí.

- Tenías que haber visto tu expresión, te pusiste todo serio.

- Bueno sí, estamos bastante despreocupados, pero esto es el mar –Aclaró, sonrojándose con vergüenza.

- Perdón, no pude resistirme –Dijo la joven con una risilla culpable, ver a Stan avergonzado o tímido con algo era su placer culposo.

- No la sueltes, es una anguila juguetona.

Ya que su novia estaba tan divertida a su costa, decidió darle su merecido de forma sensual, por lo que la agarró del trasero para jalarla mientras se empujaba contra ella, asegurándose de borrarle la sonrisa y convertirla en una expresión boquiabierta al acomodarse para rozar de esa forma su sensible intimidad. Adelantó su cabeza para besarla profundamente, a la par que sus cuerpos se movían de esa forma cadenciosa gracias a la lentitud que les daba el agua. Continuaron entrelazados y calientes de esa forma, hasta que se separaron para jadear y respirar una bocanada de aire. Sabiendo que no podían continuar allí, Stan trató de controlarse y luego de unos besos más castos la hizo soltarse de él de forma delicada, diciéndole que tenían que salir del agua ya. Kohaku, siempre tan transparente con sus ojos aguamarina, evidenció cierta desilusión, pero asintió y empezó a salir delante de él.

Sin embargo, cuando estaban ya caminando con el agua por las pantorrillas, Stan le tomó la mano para detenerla y se pegó a su espalda, apoyando su mano grande sobre la mejilla y cuello de ella para girarle un poco la cabeza y así conectar sus miradas.

- No hay forma de que dejemos eso a medias, lo sabes.

Kohaku asintió, aliviada ya que se había quedado con las ganas, por lo que ronroneó de gusto cuando el rubio le acarició el abdomen y empujó su pelvis hacia adelante, para hacer presión sobre su trasero. Estaba encontrando muy excitante esa urgencia, que ni siquiera llegaran a donde estaban sus cosas, aunque tampoco era que tenían una lona o algo sobre lo cual recostarse. Gimió cuando sintió que Stan se había flexionado para respirar contra su oído, y así quedar a la misma altura para colar su miembro entre los muslos internos de ella, para frotarse un poco de esa forma contra su sexo.

- Cierra bien las piernas, sostenlo ahí.

El soldado se movió así contra ella, mientras le besaba el cuello y serpenteaba sus manos para acariciarle los pechos y el abdomen. Kohaku entrecerró los ojos de puro gusto, pero pronto sentía un fuego interno que no iba a apagarse con esos roces, necesitaba más, y recordaba perfectamente la divina e intensa sensación cuando su novio la llenaba. Separó las piernas y bajó una mano para guiar el grueso miembro a su entrada, cuando Stan se sobresaltó.

- Espera, Kohaku... Estaba haciendo esto porque no tenemos los condones a mano.

- No me importa, te necesito ahora.

- Pero podemos...

- Por favor, quiero sentirte ahora.

Stan no pudo resistirse a ese urgente pedido, y él también estaba pasado de excitación. Si acababa afuera no sería tanto problema, y no iba a negar que no había nada como sentirse piel a piel, no sería la primera vez que lo hacían tampoco, aunque las veces que había pasado se había asegurado de hacerlo en los días más seguros para ella. Asintió, pero antes bajó su mano para acariciarla íntimamente por un breve rato, el agua no era amiga de la lubricación natural, por lo que prefería asegurarse de prepararla así lo suficiente. Cuando la sintió lista, se alineó para entrar en ella, los dos gimiendo sonoramente ante la celestial sensación de fundir sus cuerpos, tan suave y caliente se sentía esa unión.

Empezó suave, pero cuando Kohaku comenzó a moverse a la par como su forma de pedir más, la excitación empezó a descontrolarlo. La agarró por ambas muñecas, una a cada lado, para asegurarse de jalarla y mantenerla cerca mientras la embestía con más pasión. La joven gemía sin contener su voz, entre el alivio y el gozo de al fin sentir lo que quería, la ponía a cien cuando Stan se guardaba el romanticismo y sacaba su lado más salvaje. El hecho de estar haciéndolo en un lugar abierto y natural, completamente a solas, también sumaba para ambos a no tener que preocuparse de nada más que disfrutar el momento.

De tanta intensidad y placer, Kohaku sintió sus rodillas ceder, y dejó su cabeza caer hacia adelante. Flexionó un poco sus rodillas, sabiendo que Stan la sostenía de forma segura, hasta que se sorprendió cuando él también pareció ceder, agarrándola por la cintura, y la presionó hacia abajo para guiarla a apoyar sus manos y rodillas en la arena. Sin embargo, no había sido pensado para descansar, ya que el soldado se aseguró de no salir de ella en ese cambio de posición, y en cuando él también asentó sus rodillas y pies en la arena, continuó embistiéndola con toda su entrega y pasión. Los eróticos gemidos y sonoros de ambos se perdían en el aire, mientras lo único que podían hacer era dejarse llevar cada vez más.

Esa posición era mucho más intensa y profunda para Kohaku, sentía todo de su novio, y quedó boquiabierta a medida que sentía ese volcán de placer empezar a inundar sus sentidos. Para ayudarla, y porque su clímax estaba acercándose rápidamente también, Stan se inclinó para pegar su torso a la espalda de ella, y así tener más cercanía y acceso para acariciarle el clítoris. Los gemidos de la rubia se volvieron más agudos y forzados, abrumada por tanto gozo, hasta que su cuerpo empezó a tensarse y sentirse fuera de su control para liberarse un momento después. Jadeando aliviado, Stan aguantó unos segundos la compresión de su miembro dentro de ella, y apenas pudo moverse sin lastimarla salió y se tocó para acabar, parte de sus fluidos aterrizando sobre el trasero de ella.

También anulado de placer y con una gran sonrisa, Stan se dejó caer hacia atrás, recuperando el aire. Se rió cuando Kohaku no se movía de cómo estaba, y en cuando pudo volver a moverse, se sentó y le palmeó el trasero con cariño.

- Creo que vamos a tener que darnos otro chapuzón para limpiarnos. Pero valió la pena, ¿no crees?

- Sí, creo... –Murmuró la rubia, sonriendo muy complacida.

- No hay como un poco de fuego para relajarnos después del estrés del día, es liberador.

- Hmmm...

Kohaku de pronto levantó la mirada, preocupada mirando la fogata.

- Oye, Stan... Hablando de fuego, creo que la comida se cocinó de más.

- Un poco seco y tostado no pasa nada, fue por una buena causa.

Luego de meterse rápidamente al mar para limpiarse una vez más, se vistieron con sus ropas y empezaron a comer sin quejarse de la comida pasada de cocción. Como no tenían mucho que hacer después, y el cansancio del agitado día empezaba a hacer mella en ambos, se quedaron descansando allí mismo. Cuando empezaba a oscurecer después de la puesta del sol, mientras prendían otra fogata, Kohaku miraba el mar seguidamente, intranquila.

- Stan, ¿cómo sabes que van a venir a rescatarnos aquí?

- Si bien solemos demorarnos en nuestra vuelta al menos uno o dos días después de una misión, esta vez van a percatarse de que no hay señal alguna del avión, eso debería bastar para que se preocupen y aten cabos de que algo nos pasó.

- Pero, ¿cómo sabrán dónde encontrarnos? Si no hay más señal del avión...

- No, pero el registro del GPS queda guardado, marcando la ruta que hicimos. Así que con ver el último punto registrado la búsqueda se acortará bastante, y el primer lugar en el que comprobarán si estamos es en esta isla.

- Hmm, entiendo.

- El único problema es que Xeno y los demás están en este momento en Estados Unidos, por lo cual los mejores aviones y barcos de nuestra flota están allí, y alguien tendrá que hacer todo ese viaje hasta llegar a recatarnos.

- Eso suele tomar un día de viaje, que recuerde. Mañana podrían llegar.

- Podría tomar sólo un día, pero como ya saben de nuestras paradas extra y sería normal que el avión aterrice y se quede quieto... Quizás no se den cuenta hasta mañana, cuando comprueben las coordenadas y vean que el aterrizaje fue en medio del océano.

- Ya veo –Suspiró– No será tan malo, al menos tenemos comida y agua, y no hay amenazas visibles.

- Así es.

Pusieron a asar los pescados ahumados del día, junto a los hongos y el zapallo que quedaban, esa vez asegurándose de comerlos antes de que se quemaran. Con el agua filtrada del día habían llenado el termo de reserva, además de los dos vasos completos, por lo que calmaron su sed con eso, podían dejar el purificador preparando más agua durante la noche. Un rato después de comer, cuando se aseguraron de que la noche estaba tranquila y podrían dormir sin problema, acomodaron sus pertenencias más adentro de la isla por si la marea subía. Prepararon las bolsas de dormir y se metieron dentro, lo más cerca que pudieron. Como estaban en un tiempo primaveral, no hacía mucho frío, sólo el fresco normal de la noche. Al rato, Kohaku resopló, expresando su fastidio con mucha claridad, como un niño queriendo llamar la atención.

- ¿A qué vino ese bufido? –Preguntó Stan divertido.

- No me gusta esta bolsa de dormir –Se quejó.

- No es lo más suave y cómoda, pero no está tan mal.

- Sí, pero no puedo abrazarte por debajo de la manta, duermo mejor cuando puedo hacerlo, me malacostumbré.

- Oh, qué linda eres –Rió suavemente Stan, y se salió un poco de su bolsa para darle un beso– No, es verdad, pero podemos hacer esto.

Estiró su mano para alcanzar la manta térmica que habían dejado cerca, y la extendió para cubrirlos a ambos. Luego se volvió a meter en su bolsa de dormir y se movió como una oruga para acercarse lo más posible a su novia, abriendo el cierre y sacando el brazo por fuera para abrazarla y acercarla a él.

- ¿Mejor? –Preguntó, sonriendo.

- Difícil decir que no, cuando te tomaste la molestia –Respondió, enternecida– Sí, al menos ahora puedo abrazarte también, sin sentir los brazos frescos, gracias.

- Misión cumplida.

- ¿Stan?

- ¿Qué más necesitas?

- Nada, sólo decirte que me siento tranquila contigo, no importa la situación complicada en la que terminemos –Subió una mano para apoyarla en el pecho de él y lo miró a los ojos– Te amor.

Stan entreabrió sus labios con un jadeo de ternura, el corazón siempre se le aceleraba cuando Kohaku se mostraba así de cariñosa también con sus palabras y por propia iniciativa, no solamente correspondiéndole a él, que lo hacía con más frecuencia y facilidad. Le sonrió con dulzura y le dio un largo beso, abrazándola más fuerte después.

- No me molesta naufragar o estar perdido en medio de la nada, mientras esté contigo, mi amor. Donde estés tú, está mi hogar.

Kohaku sonrió, derretida con las siempre cariñosas palabras de su novio. Esa breve declaración mutua los relajó aún más, como para empezar a dar lugar a dejarse llevar por el sueño.

El nuevo día los recibió con el sol iluminándoles el rostro. Se quedaron un rato más remoloneando, hasta que decidieron levantarse, les había hecho muy bien el descanso del día anterior. Para desayunar, comieron los bananos junto a un buen pedazo de los cocos frescos, y una infusión de la damiana, la moringa y el ginseng. Hicieron suficiente como para tener para recalentar durante el día.

- Ya está listo el aceite de coco que dejamos ayer haciéndose –Avisó Stan, revisando la carcasa que habían reservado con el contenido– Servirá para mantener limpia tu herida, y podemos lavarnos los dientes con esto.

- Qué práctico.

- Aprovechemos para cazar los peces del día, y luego te cambio el vendaje, así luego volvemos a recorrer la isla para recolectar más comida.

Siguieron ese plan, tomando un vaso más de la infusión antes de partir, para no tener sed durante la caminata. Hicieron la recorrida por la otra parte de la isla que les había faltado explorar, aunque no encontraron nada nuevo, más que unas bayas y otro tipo de hongos más grandes y carnosos. Llegaron a una zona con arbustos más secos, algunos con peligrosas y largas espinas, definitivamente la otra parte de la isla era más segura. Cuando Kohaku levantó una piedra grande en la base de un árbol, esperando encontrar más hongos detrás, un repentino siseo alertó los reflejos de Stan. Como la rubia se sorprendió y tenía ambas manos sosteniendo la pesada piedra grande, no alcanzó a hacerse a un lado con rapidez, por lo que el soldado saltó contra ella y la abrazó para protegerla mientras caían y rodaban por el piso, al menos a salvo de la amenazante mordida, estarían en graves problemas si la serpiente resultaba ser venenosa.

A causa del fuerte impulso, rodaron un poco de más, acercándose peligrosamente a los arbustos espinosos, por lo cual Stan soltó a Kohaku y la empujó en dirección contraria, protegiéndose rápidamente la cabeza con las manos. Gruñó de dolor cuando él sí se golpeó contra las espinas, ganándose algunos arañazos que le rasgaron la ropa, además de que se le incrustaron varias de las espinas más largas y puntiagudas en el muslo, quebrándose y quedando dentro de su músculo.

- ¡Stan! –Gritó Kohaku, que se había incorporado y ya estaba corriendo hacia él.

- ¿Estás bien, Kohaku? –Preguntó él, con una mueca– ¿No te mordió la serpiente?

- ¿A mí me lo preguntas, cuando tú estás más lastimado?

- Unos raspones no son la gran cosa, estaré bien –Dijo, sentándose, y apretando los dientes al ver las espinas profundamente clavadas en su muslo– Aunque tendré que sacar esto con una pinza o cuchillo, para asegurarme de quitarlas bien y que no se me infecte.

Stan se puso de pie, resistiendo la tentación de tratar de sacarse algunas con las manos, por si se le clavaba alguna espinilla allí también. Volvieron a la orilla donde estaban sus cosas, y allí el rubio se quitó los pantalones y usó la conveniente pequeña pinza que tenía en el set de herramientas, tenía que agradecer la exageración de Xeno en considerar poner una. Empezó a extraer las más grandes, ignorando la sangre que brotaba de los pinchazos. Kohaku lo ayudó con su aguda vista a que se quitara todas, incluso las más pequeñas e inofensivas, y ella se ofreció a remover todas las de su pantalón también, mientras él se echaba el alcohol en las heridas, gruñendo por el intenso ardor. Luego se aplicó una capa del aceite de coco, y lo dejó secar, no necesitaba un vendaje para eso.

Con un humor más pesado, prepararon el almuerzo con los pescados y lo que habían recolectado. Mientras esperaban a que se cocinara, Kohaku se trepó a lo alto de una palmera para mirar al horizonte del océano, tratando de divisar si venía algún barco o avión a rescatarlos, pero no vio nada. Volvió con Stan contándole que no había novedades del rescate, seguramente sería como él suponía, que tardarían un día más en llegar, al menos.

Comieron el almuerzo, terminando la infusión herbal que les quedaba y haciendo más, les había resultado mucho más rica que la simple agua filtrada al disimular su sabor ligeramente salado, y les dio la impresión de que de verdad era revitalizante, les generaba un agradable calor interno. Habían perdido las ganas de seguir caminando por la isla por esa tarde, por lo que se quedaron allí, también sintiendo un poco de hartazgo por el aburrimiento, más allá de la compañía que se hacían.

Por la tarde, comieron otro banano y tomaron más del té, hasta que Kohaku se mostró inquieta. Stan la observó en silencio un rato, ya que ella no decía nada, hasta que se animó a preguntar.

- Kohaku, ¿estás bien?

- Tengo un poco de calor, pero no es un día caluroso. Tampoco me siento mal... No sé cómo explicarlo.

- Déjame ver –Le tocó la frente con su palma, y se tocó la propia también– No tienes fiebre. Aunque ahora que lo dices, yo también me siento un poco acalorado.

- ¿Será por algo que hayamos comido?

- Es posible. Algunas plantas medicinales también pueden tener efecto sobre la circulación sanguínea, el ginseng es un estimulador natural, como te dije. La otra planta que usamos también tenía esas propiedades, quizás se potenció. No lo sé realmente, no soy un cerebrito para estas cosas, sólo lo mínimo para la supervivencia y lo que aprendí estos años, con que no sean venenosas me basta.

- Estoy igual. Chrome es el que conocía todas las hierbas medicinales, y yo aprendí algunas porque se las daba a mi hermana cuando estaba enferma. Oye, ¿y cómo estás de la pierna? ¿Te duele?

- No, ya no. Los pinchazos tardarán un poco más en desinflamarse y cicatrizar, pero nada grave.

- Hmm, tengo una idea. Me ha funcionado con algunas heridas que me hice, las raspaduras y cortes por andar en el bosque no me son ajenos.

- ¿Qué tienes en mente?

- Bájate los pantalones.

- ¿Perdón? –Preguntó Stan, alzando una ceja y sonriendo de forma coqueta– No me cabe duda que me voy a sentir bien si piensas distraerme con eso.

- ¡Stan! ¡No es eso! –Exclamó Kohaku, sonrojada con la sugerente imagen mental– Que te los bajes para que descubras tu pierna lastimada, pervertido.

- Seamos honestos, no es por pervertido, sino que lo primero que uno piensa si tu pareja te pide eso de pronto, es seguramente lo que yo pensé –Se excusó– Veamos qué tienes en mente.

Stan se desabrochó el pantalón y se lo bajó hasta la rodilla, sin dejar de sonreír por el pensamiento inevitablemente excitante, recordando que el día anterior no habían tardado mucho en ponerse calientes. Kohaku se le acercó, mirando con atención la herida, y acercó su rostro un poco más, aunque se detuvo, de pronto dudando y sonrojándose más que antes.

- Te lo advierto, no pienses mal de lo que voy a hacer, es para que cures.

Intrigado, Stan alzó las cejas y asintió. Entendió rápidamente la aclaración de su novia, cuando ella se apoyó en sus rodillas y manos, y bajó la parte delantera del cuerpo para darle una inesperada lamida a la herida. Sus ojos esmeraldas se abrieron mucho, no podía haber imaginado que ella haría algo así, y ciertamente no ayudaba a su picante imaginación el verla en esa posición y haciendo eso. Iba a pedirle una explicación, cuando la joven lo miró de reojo, tampoco podía a pensar de forma inocente al ver su mirada avergonzada y que sus mejillas estaban aún más rojas.

- Ya sé que parece demasiado animal, pero una vez me pregunté por qué los animales se lamían sus heridas, y se me ocurrió que podía ser para curarlas más rápido. Lo probé algunas veces, y de verdad sentí alivio y tuve la impresión que se cicatrizaron antes las mías.

- Oh, ya veo. Tiene sentido. Las heridas de la boca se curan mucho más rápido que las de la piel.

Cuando recibió otra lamida, el soldado se estremeció por una repentina ola de calor en su interior, sumado al hormigueo que ya venía sintiendo, y decidió callar el comentario de que se veía bastante excitante esa inesperada forma de "curarlo". Por algún motivo, ese calor que venía sintiendo antes pareció potenciarse, y tuvo que cerrar los ojos para evitar que su prolífica imaginación sensual hiciera de las suyas, no ayudaba tampoco lo hermosa y deseable que era Kohaku, y menos aún que ese pensamiento acudiera a su mente en ese momento. Tragó duro y se removió incómodo cuando sintió cómo la sangre de su cuerpo empezaba a irrigar su bajo abdomen, el calor intensamente concentrado allí, y bajando un poco más. Si ella ya lo había considerado un pervertido por la broma...

- Kohaku... Ya está bien, gracias –Musitó.

- ¿Te duele?

- No, no precisamente.

- Tampoco es instantáneo, apenas lo hice un par de veces.

Stan dudó si debía avisarle lo que estaba empezando a suceder, no podía decir que fuera del todo involuntario ya que sin dudas encontraba demasiado excitante la imagen y la sensación de la lengua húmeda y caliente de ella sobre su piel, pero la realidad era que tampoco era normal lo rápido que se estaba excitando, ese maldito calor estaba empezando a incendiarlo. Antes de que alcanzara a decir nada, notó que Kohaku titubeó un momento, y miró con disimulo el calzón de él, posiblemente se estaba dando cuenta. Cerró los ojos conteniendo una sonrisa, contaba con que la joven no se burlara tanto, ya no era tan inocente como para no imaginar lo mismo que él, más cuando había sido mencionado durante la broma.

Sin embargo, algo que lo hizo soltar un jadeo y abrir mucho los ojos, fue de pronto sentir un aliento cálido sobre su entrepierna, notable incluso por encima de la ropa interior. Bajó la mirada lentamente, incrédulo, ahogando un gemido de placer cuando la lamida de la rubia se repitió allí. Para lidiar con la sorpresa y asegurarse que no había sido una simple provocación de su novia, bajó la voz a un susurró entre sensual y divertido.

- Kohaku, no es allí donde me lastimé.

- Ya lo sé, pero no puedo evitarlo. Te pusiste así, y yo... No sé, de pronto me dieron ganas, tengo mucho calor por dentro.

- Calor por dentro, ¿eh? –Murmuró Stan, asintiendo– Sí, yo también. Creo que de verdad esas plantas tenían algo para ponernos así.

- Si no te molesta, quiero seguir...

Lo que lo descolocó y potenció su excitación en ese momento, fue la expresión casi de ruego en los ojos de Kohaku, como si de verdad tuviera la necesidad urgente de complacerlo para aliviarse ella, pocas veces la había visto así. ¿Cómo podría llegar a molestarle?, no había forma que eso sucediera. Asintió, dedicando toda su atención a ver lo que ella hacía, encontraba muy erótico ver cómo ella lo satisfacía, y no solía suceder a plena luz del día. El cosquilleo se repitió en anticipación cuando ella le bajó el calzón lo suficiente, entrecerrando los ojos cuando ella empezó a lamerlo ávidamente, como si fuera el más delicioso helado, y dejó salir un gemido gutural cuando sintió el calor y la humedad de estar dentro de su suave boca.

- Oh, Kohaku... –Susurró, era demasiado bueno ver el ímpetu y evidente gusto de su novia por hacer eso, disfrutándolo tanto como él.

La rubia continuó, estaba siendo más apasionada que otras veces, pero parecía gustarle a Stan así, y se animó a hacerlo con más intensidad, entre su mano y toda su boca, hasta que empezó a notar algunos espasmos en el bajo abdomen de su novio.

- Kohaku, detente, o voy a...

- Hazlo –Dijo, mirándolo a los ojos, continuando luego.

- No me digas eso, porque lo voy a hacer de verdad –Replicó Stan con voz ronca– Pero no estaría nada mal que hagamos uso de uno de los condones que tenemos, ya que están...

- Sí, después –Interrumpió la rubia con una sonrisa seductora– Puedes seguir más de una vez, ¿verdad?

- Sí, puedo –Asintió, mirándola intensamente, ya estaba hecho un fuego viviente.

Con ese permiso y el excitante acuerdo de seguir, Stan se relajó y continuó disfrutando. Esa vez estaba resultando de las mejores, benditas plantas o lo que fuera que había puesto a Kohaku así de apasionada, incluso más que antes ya que su objetivo era hacerlo liberarse pronto. El estadounidense empezó a jadear, su miembro palpitando a causa del placer que se avecinaba, y fue prudente para avisarle a su novia que iba a acabar. Esperaba con eso que ella se alejara y terminara el trabajo tocándolo, por lo cual no se esperó cuando recibió la más ardiente y provocadora mirada de su parte, sin alejarse. Eso bastó para alcanzar la cima de su excitación, y gimió sonoramente al ser consumido por el clímax y liberar su descarga dentro de la boca de ella.

Kohaku trató de contener una tos, no estaba acostumbrada a hacer eso y de por sí Stan tenía un tamaño un poco abrumador. Aguantó lo más que pudo, sacándolo de su boca cuando notó que ya había pasado todo, y no pudo evitar toser entonces, recuperando el aire luego. A pesar de estar atontado por el placer, el rubio fue atento, sintiéndose entre culpable y fascinado al mismo tiempo.

- ¿Quieres un poco de agua?

Ante el asentimiento en lugar de la respuesta verbal, Stan se puso de pie para buscar la bebida. Los pantalones y calzones bajos eran una molestia, por lo que se los sacó y los lanzó a un costado. Se apresuró a ir y volver, arrodillándose junto a ella al darle el vaso.

- Aquí tienes. Perdón, y gracias –Dijo con una sonrisita.

Kohaku tomó un par de sorbos, aliviándose con eso, y miró con curiosidad cómo Stan tenía una expresión boquiabierta y muy sonrojada en el rostro.

- ¿Qué pasa? –Preguntó.

- No, nada. Es que acabas de... tragar... todo.

- Ah, sí... ¿Qué otra cosa podía hacer? –Inquirió, confundida– ¿Estuvo mal?

- No, no, nada mal –Musitó, y con una sonrisa se acercó y le dio un rápido beso en los labios– Para otra vez, no tienes que hacer eso si no quieres.

- No lo hice "sin querer". No lo sé, fue un impulso.

- Cuando pienso que no puedes dejar de sorprenderme... Siempre te superas.

Probablemente Stan no iba a olvidarse de eso en toda su vida, e iba a devolverle la gentileza con todo su agradecimiento como se lo merecía esa increíble mujer, su mujer, le gustaba pensar. Anticipando que las cosas iban a ponerse mucho más calientes en los próximos minutos, consideró que lo mejor era buscar un mejor lugar para seguir, definitivamente la arena podía ser de lo más inconveniente y no convenía que se hiciera lugar entre ellos. Se volvió a levantar, extendiendo la manta térmica en la arena, y luego puso por las dudas las dos bolsas de dormir, para que hicieran un decente colchón más seguro. Regresó hasta donde estaba Kohaku, arrodillándose y cargándola en brazos estilo novia, para recostarla cómodamente en la improvisada cama.

- Ahora soy yo el que va a complacerte hasta dejarte sin voz, mi sirenita –Expresó con voz acaramelada, mirándola con ojos llenos de deseo.

Se inclinó sobre ella para empezar a besarle apasionadamente la boca y el cuello, mientras le desataba el nudo de la cuerda que siempre llevaba atada encima de su vestido. No se tardó en quitarle el vestido con un fluido movimiento, para continuar con su sendero de ardientes y húmedos besos por su cuerpo. Sonrió cuando vio que ella no llevaba puesto el sostén, aunque sí las bragas, por lo que se dedicó a besárselos con dedicación, hasta el punto en que Kohaku arqueó su espalda y enterró sus dedos en los cabellos de él. Interrumpió sus continuos besos cuando ella le apoyó sus manos en la mandíbula y lo jaló para besarlo profundamente. Pero Stan le agarró las muñecas, depositando un caballeroso beso en cada una mientras lo miraba a los ojos y le mostraba una sonrisa sensual.

- Déjame ocuparme bien de ti, amor.

Sin dejar de mirarla, volvió a bajar, y un poco más lejos del alcance de las manos de su novia. Le bajó las bragas de una vez, y la agarró por los muslos para tirar de ella y hacerla arrastrarse hacia abajo, mientras la hacía apoyar sus piernas sobre los hombros de él, para impulsarse como un felino predador a su objetivo. La oyó soltar un fuerte jadeo, y sonrió antes de continuar, al menos al principio no tenía la intención de ser delicado, quería demostrarle la pasión salvaje que albergaba por ella. Lamió y mordisqueó la zona íntima sin piedad, y cuando la sintió retorcerse como pez fuera del agua, pareciendo indecisa entre detenerlo y dejarlo seguir, se concentró en succionar su botoncito de placer de forma implacable.

- ¡Dioses, Stan! ¡¿Qué te poseyó?! –Exclamó Kohaku luego de alcanzar a tomar una bocanada de aire como se estuviera ahogando.

- Tú lo hiciste –Se apoyó en sus rodillas y se inclinó sobre ella lo más adelante que pudo, para estar a la altura de rostro, mientras le agarraba una mano y la apoyaba sobre su miembro ya erecto– Y así me pones tú de tanto que me haces desearte. Pero aguanta un poco más, si puedes, quiero disfrutar del mejor manjar de todos los mares.

Kohaku sentía que podía desfallecer con tan ardientes palabras y la actitud de su apasionado novio, aunque más que inhibirse, sentía que su fuego interior aumentaba vorazmente. No pudo articular palabra ni manejar un pensamiento coherente cuando Stan retomó el ritmo anterior, sumando la atrevida acción de acariciar su interior con su lengua. Alternaba entre su clítoris y su entrada de una forma que la estaba enloqueciendo de placer, y no tardó más de un par de minutos en empezar a sentir que su cuerpo entero se entumecía. Cuando pensaba que eso sería todo, Stan se concentró su boca en ese mágico botón de placer, mientras repentinamente introdujo un dedo en ella, seguido de otro, y la acarició de una forma tan excitante como al límite de considerarse brusco, y fue cuando demasiado rápido e intenso el orgasmo arrasó con ella.

En lo que tardó en que su cuerpo terminara de temblar y tener espasmos fuera de su control, el rubio fue a buscar rápidamente un condón, poniéndoselo con cuidado, y volvió para arrodillarse entre las piernas de Kohaku y luego echar buena parte de su peso sobre ella, mientras se ayudaba con una mano para alinearse. Cuando conectó, se fue empujando con decisión y la abrazó cuando entró entero, oyendo una sonora inspiración de su parte. Se movió en un cadencioso y amplio círculo sin salir ni un poco, estando atento a la reacción de su amada. Cuando ella le hundió los dedos en su espalda y dejó salir un gemido ahogado, cambió a empujarse en un vaivén, casi sin separar sus cuerpos por donde no se filtraba ni un rayo de luz de lo pegados que estaban.

Luego de un minuto así, las manos de Kohaku se apoyaron en el pecho de él para empujarlo, y pensó que ella necesitaba un respiro. Se apartó un poco para darle espacio, pero con más fuerza que antes ella volvió a empujarlo hasta sacárselo de encima y hacerlo recostarse boca arriba al lado. La súbita preocupación del soldado por si había sido demasiado dominante no alcanzó a ser pronunciada, cuando la rubia se movió con agilidad para subirse a horcajadas de él, y casi con urgencia le agarró el miembro para ella luego sentarse y hacerlo entrar. Los dos gimieron sonoramente, y en lo que dura un respiro la joven empezó a menear sus caderas de una forma amplia y sinuosa.

Stan le sonrió encantado, había pocas cosas más excitantes que una mujer montándolo con tanta seguridad y sensualidad, y tensó su abdomen para levantar su torso y alcanzar a besarla, mientras le jalaba el cabello desde la cuerda de la coleta para sacársela y dejárselo caer libre y suelto, esa era su visión favorita de ella, en especial cuando estaba toda despeinada por las "luchas" sensuales que tenían frecuentemente, su novia tenía la competencia y la actitud dominante en la sangre también. Esa misma actitud parecía haber despertado en ese momento, cuando ella lo empujó otra vez con más fuerza contra el suelo, y dejó sus manos apoyadas en los pectorales de él no sólo para mantenerlo a raya, sino también para ayudarse con el apoyo e impulso de mover sus caderas de una forma mucho más rápida y urgente, similar a cuando él se embestía en modo salvaje contra ella.

- Oh, por favor, sigue así –Gruñó guturalmente él– Me vas a matar, pero me encanta, diosa...

Si bien Kohaku sentía un delicioso calor en su interior y moverse así estaba estimulando los más sensibles puntos de su intimidad, se envalentonó con el pedido de Stan, por lo que no sólo continuó con el ritmo que estaba llevando, sino que se animó a subir la apuesta un poco más, y se fue inclinando hacia atrás, hasta cambiar sus manos de posición para apoyarlas en los musculosos muslos de su guapísimo novio. Sólo verlo derretirse así bajo ella, todo sonrojado y jadeante, además de los melodiosos y nada tímidos gemidos graves con los que expresaba su placer, la ponían aún más caliente.

Ese cambio de posición tenía un objetivo que sabía que él iba a adorar, aunque también lo iban a excitar más de lo normal. Mantuvo su apoyo sobre una sola mano, mientras llevaba la otra para acariciar y luego apretar un poco los gemelos de él, en un toque poco gentil para lo sensible que era esa parte. Lo oyó jadear y ella también lo hizo cuando él empujó su cadera hacia arriba, llegando a lo más profundo de ella, lo cual la descolocó por un segundo. Lo miró a los ojos, y se estremeció agradablemente cuando vio esos orbes esmeraldas tan ardientes y más oscuros que nunca. Le sonrió con diablura, en ese momento creía que era ella la poseída por algún dios o demonio hedónico, y volvió a repetir el movimiento, obteniendo de él una reacción mínimamente más controlada.

- ¿Decidida a torturarme de la forma más sensual? Ya verás...

- ¡Ja! No "veré" nada, porque no te voy a dejar moverte –Lo provocó, confiada, volviendo a apoyarse sobre el pecho de él.

Rápido, Stan la agarró por las muñecas, y levantó su cabeza para mirarla y sonreírle de una forma tan seductora como peligrosa.

- No, no me dejes levantarme, porque te voy a coger hasta que tus rodillas no puedan sostenerte más, mi amor.

Kohaku quedó momentáneamente boquiabierta ante la sensual y ruda amenaza, Stan nunca antes se había expresado de esa forma para referirse a cuando intimaban. Con el corazón acelerándose más que nunca, de pronto se quedó quieta, y sin dejar de mirarlo hizo a un costado sus manos, dejándolo claramente libre. El que quedó más que sorprendido y también boquiabierto ya que ese gesto a modo de respuesta no había entrado en sus cálculos, fue Stan, que por unos segundos tampoco se movió. Entrecerró los ojos, y bajó el tono de su voz a uno grave.

- Te voy a llevar al límite. Si de verdad quieres eso, quítate de encima de mío.

Sin dejar de mirarse fijamente como dos felinos salvajes a punto de atacarse, Kohaku con lentitud levantó sus caderas para dejarlo salir de ella, y luego se hizo a un lado, sentándose sobre sus pantorrillas. Stan se sentó también, y estiró una mano con la palma hacia arriba, ofreciéndosela para que la rubia apoyara su mano allí, lo cual ella hizo de inmediato. Estaban a un brazo de distancia, por lo cual el soldado la rodeó por la cintura con su otra mano, y la arrastró para ponerla delante de él.

- Cumpliré mi palabra, pero te juro que también te estaré haciendo el amor, no voy a lastimarte.

- Lo sé, confío en ti –Asintió con serenidad, sonriendo para sí misma al confirmar que Stan era gentil con ella aun cuando amenazaba con no tenerle piedad, y se giró para quedar de espaldas a él.

Stan la abrazó por detrás, respirando contra su nuca, luego sus manos fueron deslizándose y acariciando tentadoramente el cuerpo entero de su novia. A continuación, la empujó desde la parte superior de su espalda para guiarla a que bajara esa parte del cuerpo, dejando su trasero en alto. No iba a desperdiciar la oportunidad de jugar un poco, mientras se daba un minuto para bajar su excitación a un nivel más controlable, por lo que le masajeó las nalgas con ambas manos, apretándoselas luego un poco, y se entretuvo con algunas mordidas y besos. Cuando la vio observarlo de reojo y sonreír, acercó su miembro para frotarse un poco, provocándola en anticipación, y luego en un solo embiste entró en ella completamente, haciéndola jadear y aferrarse a la manta.

Lentamente, salió casi por completo, para volver a introducirse de esa misma forma, una y otra vez. Hundió sus dedos en las amplias caderas, y poco a poco fue aumentando el ritmo, hasta que sus embistes se volvieron más cortos y potentes, el sonido de sus cuerpos chocando haciendo eco alrededor. De pronto se detuvo, cubriéndola con su cuerpo, y le susurró cerca.

- Hazlo tú ahora, quiero ver cuánto te gusta sentirme dentro tuyo –Dijo, y volvió a enderezarse.

Kohaku se mordió el labio, las palabras de Stan eran tan sensuales y calientes como sus acciones. Accediendo a la orden, impulsó su cuerpo hacia atrás para chocar contra la entrepierna de él, repitiéndolo algunas veces hasta que lo convirtió a un vaivén más agitado, gimiendo de placer porque en esa posición también lo sentía mucho más profundo y la fricción de cuánto la llenaba era deliciosa.

- Cuánto te gusta esto, nada mal.

- Tú me gustas tanto como para desearte así –Replicó la rubia, mirándolo fogosa.

Nada le gustaba más que cuando Kohaku le retrucaba con algo excitante, eso lo ponía a cien, por lo que volvió a agarrarla con firmeza por las caderas, y empezó a moverse él también, correspondiendo con perfecta sincronía los embistes de ambos, hasta que su potencia empezó a ganar, sin dudar en empujarse hasta el fondo. Sabía que eso era de lo más intenso que podía hacerle, y era a la vez la mejor táctica para aflojarle las rodillas, iba a cumplir su palabra. Los gemidos de Kohaku se volvían cada vez más fuertes y largos mientras él iba ganando velocidad, buscando cambiar el ángulo ligeramente para dar con el punto más sensible dentro de ella.

Cuando lo encontró, ya que la rubia empezó a llamar su nombre entre gemidos y sus piernas se iban abriendo y acomodando involuntariamente para sentir más placer, Stan sonrió y empezó a presionarla más con su peso corporal, hasta que el combo de todo la hizo ceder y recostarse por completo contra la manta. Sin embargo, el rubio no se detuvo allí, sino que siguió aprisionándola de esa forma tan caliente mientras continuaba su entrega hasta volver a hacerla temblar.

- ¡Aaah! –Gimió Kohaku, llevando las manos hacia atrás para apretarle el firme trasero– ¡Sigue así, por favor, Stan! ¡Estoy cerca otra vez! ¡Voy a...!

Sin embargo, a pesar de su casi ruego, el soldado sí se detuvo, aunque sólo para girarla boca arriba, acomodándose rápidamente entre sus piernas y volver a fundirse juntos.

- No pienso perderme la expresión de esa preciosa carita tuya mientras acabas, amor.

Recuperó inmediatamente su vertiginoso ritmo, acomodándose para que su pubis se mantuviera bien presionado y frotándose contra el clítoris de ella, mientras miraba sin perder detalle los ojos de su novia, que poco a poco se volvían más ausentes a medida que el clímax se apoderaba de su consciencia. Él estaba muy cerca también, por lo que disfrutó los últimos segundos hasta que sintió la compresión del interior de su novia alrededor de su miembro, que lo exprimió deliciosamente y lo hizo acabar de forma inmediata e intensa también, quedándose quieto mientras los espasmos se apoderaban de su cuerpo y se liberaba en el condón.

Pero como su excitación había llegado a niveles tan altos y su eyaculación no había alcanzado para calmarla, salió para quitarse el condón, arrojándolo a un lado, y como estaban con las pertenencias cerca, alcanzó la cajita metálica para agarrar otro, poniéndoselo rápidamente. Conocía su cuerpo a la perfección, por lo que sabía que podía seguir con una impecable erección una o hasta dos veces más en esas ocasiones en que lograba superar su período refractario, y a eso mismo se había propuesto cuando Kohaku lo había incitado a continuar más de una vez seguida. La joven todavía seguía jadeando y con la cabeza en las estrellas, cuando Stan la besó con mucha pasión empujando su lengua, y luego la hizo girarse boca abajo otra vez.

- No creo que eso haya sido suficiente para dejar sin fuerza a una mujer como tú, así que continuemos donde estábamos antes.

El soldado se mantuvo arrodillado y se introdujo en ella una vez más, haciéndola soltar un largo gemido, luego la agarró de los muslos con sus grandes manos y le elevó la mitad inferior del cuerpo del suelo, sosteniéndola así en el aire como si fuera una carretilla. Empezó a empujarse vigorosamente una vez más, sólo bajando su intensidad para penetrarla profundamente y mover sus caderas en amplios círculos, iba a asegurarse que ella lo sintiera en cada rincón de su intimidad.

- Oh, dioses, Stan... –Gimió Kohaku, tan excitada por lo bien que su novio la estaba haciendo sentir una y otra vez, que por momentos deseaba que nunca se detuviera, ese hombre era un dios sexual.

Cuando tuvo suficiente con esa posición, la abrazó por la cintura con una mano y apoyó la otra en el suelo, de forma de ayudar a sostenerse mientras la bajaba para recostarla otra vez boca abajo sobre la manta, y él sin salirse quedarse encima de ella. Estar muy juntos y con los cuerpos calientes solapados era lo que más le gustaba, pero ya lo había hecho hacía poco, y quería terminar con su misión de llevarla al límite. Mantuvo el apoyo en el suelo con su mano, agregando luego la otra como formando un puente.

- Cierra bien las piernas, preciosa –Le pidió con voz candente.

En cuanto ella lo hizo, reanudó sus potentes embistes, esa vez aún más salvajes gracias al impulso que le permitía tener ese apoyo. La boca de Kohaku quedó abierta ante tanta intensidad, y no podía evitar acompañar con un sonoro gemido cada empuje de él, eso sí podía considerarse como implacable, y ella ya estaba demasiado sensible luego de haber tenido dos orgasmos. Por más que quisiera apoyar las rodillas para elevar su cuerpo, la fuerza y presión del impacto del cuerpo de Stan contra el de ella se lo impediría, podía saberlo sin intentarlo.

Finalmente, el rubio recostó su cuerpo completo sobre ella y coló sus brazos para abrazarla con fuerza, mientras flexionaba sus piernas para apenas apoyarse un poco en las rodillas. Los movimientos que podía hacer así eran mucho más limitados, pero a la vez mantenerlos profundos de forma constante, bastando pequeños empujes sin despegar sus cuerpos para seguir con su entrega, que estaba llegando nuevamente a su final. Creía que con esa vez sería suficiente, por lo que fue bajando su excitación y energía mental para concentrarse en acabar una última vez, disfrutando de la cercanía y el contacto que tanto le gustaba compartir. Le besó y mordisqueó el cuello con pasión ya que no alcanzaba a conectar sus labios, y Kohaku le rodeó los brazos como pudo, mirándolo de reojo con sus ojos aguamarina llenos de deseo.

- No me mires así, o pensaré que no tuviste suficiente, mi amor –Susurró Stan entre jadeos, con la voz cargada.

- Quiero... Quiero sentirlo todo.

- Más que esto no puedo –Contestó con una sonrisa, no podía ir más profundo que eso.

- Sí que puedes –Insistió, mirándolo con intención.

Tardó en caer en cuenta con lo que Kohaku le estaba pidiendo, y sus ojos esmeralda se abrieron mucho.

- Oh... Oooh... No, no podemos.

- Por favor... Siento que lo necesito, te amo...

A pesar de lo tentador y excitante que le había resultado ese pedido, tuvo que hacer caso omiso. Él también sentía a veces ese llamado instintivo, y cuando alcanzaba esos niveles de deseo y excitación tan altos era difícil de ignorar, también se moría de ganas de completar con toda la unión y la intimidad al vaciarse en ella, sólo en ella. Le costó un infierno negarse en esa ocasión, más cuándo ella dio el tiro de gracia con decirle que lo amaba y que por eso lo quería así. El recuerdo del día anterior y cómo lo habían hecho piel con piel también con pasión urgente no ayudaba, era tan vívido que podía sentirlo. Tragó duro y negó con la cabeza, aunque la sola visualización de recrear en su mente cómo sería bastó para llevar su cuerpo al límite, y recuperó su ímpetu una vez más para terminar por última vez en ese encuentro, abrazándola con fuerza.

Gimió guturalmente y empezó a respirar agitadamente para recuperarse, hasta alcanzar a tener algo de aire para hablar. Se salió de ella y se hizo a un lado para girarla de frente y besarla largamente, entrelazando sus manos mientras la miraba a los ojos.

- Yo también quisiera sentir eso contigo más que en mi imaginación, pero ahora no podemos. Ojalá llegue el día en que no nos preocupen las consecuencias que podía tener eso, suficiente con lo que nos permitimos ayer. Lo entiendes, ¿verdad?

- Sí, lo sé –Suspiró– Perdón, fue más fuerte que yo.

- Y no juegues sucio, es un golpe bajo lo de decirme que me amas al pedirme algo así, me lo pusiste más difícil –Sonrió, para que recuperaran el buen y plácido humor, y bromeó con picardía– Así que te mereces que te haya clavado contra el suelo. ¿Cómo están esas rodillas?

- Débiles –Rió tontamente– No me quiero mover por un rato, pero creo que tampoco podría hacerlo.

- Así me gusta –Asintió, y rió también.

Se sacó el condón y lo lanzó junto al otro, recostándose cómodamente luego, ofreciéndole su brazo como almohada a su novia mientras ella se acurrucaba junto a él. Los dos habían quedado tan agotados, que de buen gusto se echaron una siesta allí mismo, agradeciendo que brisa marina los refrescara un poco.

El descanso duró hasta el anochecer, y se despertaron los dos hambrientos, por lo que prepararon lo pescados para la cena. Kohaku miró con una sonrisa recelosa el té herbal, y le preguntó a Stan si era mejor desecharla y volver a consumir el agua filtrada normal, aunque no fuera tan apetecible.

- No le eches la culpa al té, no es la primera vez que tenemos una racha como esta.

- Ya lo sé, pero esta vez fuimos más atrevidos.

- Las propiedades medicinales son innegables, aunque también agregamos en ese momento lo que llamaría efecto placebo, nos sugestionamos un poco pensando que eso era lo que nos había puesto tan calientes, y excusamos con eso nuestras desinhibiciones.

- Hmm, puede ser –Reconoció sonrojada, al recordar que sí había pensado algo así– ¡Ja! Me haces acordar a Gen cuando tienes esas respuestas tipo mentalistas.

- Un capitán tiene que tener un conocimiento medio de la psiquis humana para planear sus estrategias con eficiencia. Él lo usaba para engañar o motivar a las personas a hacer lo que él planeaba, yo lo hacía para adelantarme a sus estrategias y vencerlos con las mías.

- Habilidad de temer. O de doble filo diría, porque nos ha ayudado a evitar problemas mayores.

- Como todo, no es la herramienta, sino cómo se la use y con qué valores. Ahora, volviendo al té... –Le sonrió de forma seductora– ¿Quieres que probemos mi teoría de que pudo ser efecto placebo?

- ¿Eh? ¿Cómo podemos hacerlo?

- Fácil. No ingerimos más en lo que resta del día, y de mañana, y comparamos luego qué tan calientes nos podemos poner sin "ayuda".

- Oh... –Sonrió juguetona– ¿Te refieres a si podemos superar lo de hoy?

- Es la única forma de comprobarlo. Si no podemos, entonces es verdad que las plantas tuvieron la culpa.

- Eso podría tomar varios intentos.

Stan buscó la cajita de condones, y los contó.

- Tenemos unos ocho o nueve intentos para un día y medio máximo, ya que no creo que tarden más que eso en venir a buscarnos –Y con una sonrisa felina dibujada en el rostro, la provocó– A menos que prefieras quedarte con que es gracias a las plantas, porque todavía estás flojita de las rodillas y tienes miedo de no resistir.

- ¡Ja! ¡No me vas a adjudicar excusas cobardes! ¿Cuándo empezamos?

- Cuando quieras, preciosa.

Stan sonrió con malicia, le divertía lo fácil que caía Kohaku en las provocaciones y ella nunca se negaba a un desafío. Estaba seguro que él podría resistir la maratón sexual, y lo único que esperaba era que los condones también lo hicieran, si se estaban proponiendo superar la fogosidad de la tarde.

Como bien sabían antes de empezar, ninguno se creía realmente que las hierbas medicinales fueran tan determinantes, y los dos estaban bastante orgullosos de su resistente estado físico y su alta energía como para "dejarse vencer" por esa excusa, con lo cual sus encuentros íntimos durante esa noche y buena parte del día siguiente resultaron tan intensos como extenuantes. Cada rincón seguro de la isla fue parte del escenario para poner a prueba la teoría, y el atardecer estaban enredados en una apasionada lucha de amor, cuando Stan reconoció el familiar sonido de un motor de avión a lo lejos, entre tanto silencio natural. El soldado interrumpió el momento para encender rápidamente una bengala y así avisar a sus rescatistas que allí estaban, mientras Kohaku recogía las ropas de ambos. Sin embargo, Stan la arrastró a un lugar menos visible para que acabaran rápidamente lo que habían dejado a medias, la adrenalina y diversión de ser casi encontrados así fue bien aprovechada, y luego se vistieron rápidamente.

Volvieron a ponerse a la vista, fingiendo normalidad y alivio cuando unos minutos después el avión sobrevoló el área. Esperaron a que hiciera la maniobra de aterrizaje, y juntaron todas sus pertenencias para subir al avión y agradecer a sus rescatistas, que los llevaron de vuelta a Japón. Allí se enteraron que Xeno, Senku y los demás habían viajado desde el castillo en Estados Unidos a la base del reino científico en otro vuelo, preocupados por si tenían que armar un plan más grande para el rescate de sus amigos, dispuestos a recorrer mar, tierra y cielo para encontrarlos. Ante tanta urgencia y consideración, la pareja se miró de reojo con una sonrisa tan pícara como culposa, sus amigos no tenían idea que ellos habían estado a salvo y bien relajados, disfrutando de mucha pasión y amor.

Llegaron a su destino unas horas después, siendo recibidos con mucho alivio y festejo, ya que el mensaje de que habían sido encontrados ilesos había llegado antes. Cuando el ánimo general se tranquilizó, Xeno los observó de arriba abajo, asintiendo satisfecho.

- Qué bueno que estén ambos bien, y de seguro se arreglaron con mucha elegancia conociendo lo habilidosos que son, ya que hasta sus ropas se ven bastante limpias y enteras.

Kohaku bajó la mirada, tratando de contener un sonrojo ante la explicación que ella tenía en mente para eso, mientras que Stan asintió como si fuera obvio y sonrió descaradamente. Los demás se fueron dispersando, volviendo a sus tareas, y el científico dijo que se quedarían esa noche para descansar y reponer combustible, y luego volvería a Estados Unidos con los que había vuelto brevemente. Le preguntó a su compatriota si quería acompañarlo, y él rechazó la oferta, excusándose con que le venía bien un buen descanso para reponerse. Sin embargo, cuando Xeno se dio la vuelta para irse, Stan lo llamó y sonrió con diablura.

- Si no te conviertes en tío en los próximos meses después de esto, te sugiero que reserves muy celosamente los derechos intelectuales de los condones que hiciste, son a prueba de fuego, créeme.

Xeno cerró los ojos por un momento, tratando de ignorar la imagen mental de lo que su demasiado directo amigo le había dado a entender, y luego forzó una sonrisa.

- Gracias, lo tendré en cuenta –Respondió.

Stan le palmeó el hombro, guiñándole un ojo con carisma, y se alejó de él. Con una media sonrisa y arqueando una ceja, el científico vio cómo se alejaba, aunque caminaba raro, dando unos pasos más abiertos y largos que otras veces, evitando el roce de su entrepierna y muslos internos.

- ¿Stan? –Preguntó, sin contener la sonrisa burlona, y refirió su pregunta con una evidente mirada a los muslos del soldado.

En lugar de contestar, el rubio sonrió ampliamente y gesticulando con los labios la palabra "paspado".

- Conejillo de indias para probar teorías científicas y psicológicas –Dijo en voz alta, fingiendo mayor seriedad.

Kohaku ahogó una risa ante la expresión curiosa y muy contrariada de Xeno, Stan no había mentido precisamente, y su excusa bien podía considerarse "elegante" para los criterios del científico, si algún día se enteraba de lo que realmente significaba. El rubio, también conteniendo su diversión, le ofreció su mano, la cual ella tomó al instante con una amplia sonrisa.

- ¿Vamos a casa? A disfrutar... un merecido descanso.

- Sí, claro, a descansar.

.

.

.

Buenaaass! Hasta aquí este one-shot (al fin una vez que digo "one-shot" y lo cumplo jaja). Lo gracioso es que no tenía pensado que fuera tan hot, pero bueno, la oportunidad de la isla y ellos solos y calentitos era irresistible. Espero que lo hayan disfrutado, hace tiempo que no los escribía tan picantes y dándose como cajón que no cierra jajaja. Me gustan cuando surgen estas pequeñas historias refrescantes de la ship, tantas posibilidades!

Gracias por leer, apoyar y dar amor, siempre, lo aprecio con todo mi corazón, y disfruto mucho saber cuándo ustedes también pasaron un buen rato leyendo. Próximo, iba a actualizar "Cautivos", pero surgió una idea de otro one-shot de la ship, con romance pero esta vez con mucho drama y "angst", como se suele etiquetar. Va a doler mucho, preparen algo para morder y pañuelitos, pero me pareció interesante la idea, y siempre con la intención de compartir unos mensajes más profundos y reflexivos. Para cortar con tanta dulzura y ricura, y luego sí continuar con todo el amor de los longfics.

En fin, mucho texto jeje, así que les deseo una bonita semana, y hasta la próxima!