¡Saludos lectores! :D
Pues nada, este es mi primer fanfic. Es un Semi-AU, dónde Anya y sus contemporáneos son adolescentes, y algunas que otras cosillas cambiadas por ahí nomás porque si jaja xD
Gracias de antemano por leer y me disculpo por cualquier horror ortográfico o de redacción que puedan encontrar.
Anya suspiró por enésima vez durante la clase de Historia. ¡Ah, que aburrición! En serio que el estudio no era su fuerte, pensaba en ello mientras sostenía un bolígrafo entre la nariz y el respingón labio superior.
Pero le había costado un montón ingresar al Eden College, no solo tuvo que aprenderse de memoria los modales propios que dicta la etiqueta únicamente para una condenada entrevista, sino que también tuvo que estudiar fervientemente para aprobar el examen escrito. Que flojera. Pero lo consiguió.
Y todo gracias a su papi. Que era famoso en el mundo del espionaje por siempre concluir sus misiones sin margen de error. Sonrió al tiempo que veía sin ver la pizarra de enfrente.
Estaba claro para Anya que su padre adoptivo era un súper espía incluso tan genial como Bondman, Anya jamás olvidará como el hombre la rescató de aquellos sujetos que habían irrumpido en el departamento, y la habían utilizado como carnada para atraerlo hacia una trampa.
Salvarla no formaba parte de la misión de Twilight, si Anya hubiera muerto esa tarde, bastaba con buscar a otro adolescente con las características que se requerían para ejecutar la Operación Strix y ya. Sin embargo, alguna fuerza impulsó al espía a arriesgar el cuello con tal de rescatarla. ¿Afecto tal vez? ¿Será que Loid Forger fue capaz de encariñarse de ella en tan poco tiempo?
Anya suponía que si, le gustaba pensar que así era. Después de todo Loid le había armado toda una aventura en su cumpleaños diecisiete (o bueno, quince, pero eso su papi no lo sabía) en aquel parque temático con tal de hacerla feliz ¿No es así?
Soltó una pequeña risotada al recordar la golpiza que le propinó Thorn Princess, su muy querida y dulce mami, al meterse de lleno en (las copas de vino) el papel que le correspondía. Estuvo muy cerca de ser descubierta por el espía, después de todo era una asesina a sangre fría, Pero bueno, de algo tenían que vivir ella y el tío Yuri. Asintió convencida de su propio razonamiento.
¿Y como era posible para ella desentrañar aquellos misterios tan misteriosos que giraban en torno al falso matrimonio de sus padres?
Simple, Anya era telépata, su habilidad tenía sus limitantes, pero era funcional. Gracias a ello ahora tenía unos padres geniales, que aunque en más de una ocasión la habían hecho sudar frío con sus disparatados y siniestros pensamientos (lo ultimo le convenía más a su madre) también le habían hecho sentir una agradable calidez en su pecho, de esas que llenan el alma.
Aunque a veces sentía que su poder la metía en más problemas en vez de sacarla de ellos. Como la vez en que no pudo reprimir sus impulsos asesinos, y con toda el alma darle un puñetazo a Damian Desmond el mismo día en que lo conoció. Aunque su exceso de narcisismo no la enervó inicialmente cómo para mandarlo a volar con su super puño, los insultos hacia su físico y su clase social si que le pudieron.
Aunque no hay mal que por bien no venga. Gracias a que tuvo que mentirle al elegante profesor Henderson con tal de no recibir un Tonitrus Bolt. Ganó una amiga tan valiosa como Becky Blackbell.
Pero ese Sy-on boy es, es tan... pues... ¡Sy-on boy!
Y lo que más le sacaba de quicio de Desmond, a parte de su actitud tan déspota e intransigente, era que no siempre podía leerle la mente.
Cuando eran babosadas sin importancia tipo: "que le habrán puesto sus muy selectos chef gourmet para el almuerzo", ahí sí que podía escarbar en sus pensamientos y fastidiarse con su irremediable snobés. Pero cuando se trataba de pensamientos más profundos, cómo por ejemplo en relación con su familia, aquellos recónditos se tornaban nebulosos e indescifrables.
Era un enigma. Quizás por eso chocaba tanto con Damian, porque no existía aunque sea una pequeña materia gris que le inspirara a simpatizar con él. Para Anya, Sy-on era un ególatra odioso que miraba a todos hacia abajo (en especial a ella) y nada más.
Lo cual hacía aún más difícil acercarse a el en un plano más íntimo porque, esa era su misión después de todo, era su deber como hija ayudar a su padre a concluir Operation Strix con éxito, y de esa forma evitar que estallara una guerra sin sentido.
Era su misión acercarse a Desmond, ganarse su confianza, que le permitiera internarse en su vida.
Era su misión seducir a Damian Desmond.
¿Y como logrará llevarlo a cabo? Bueno, e ahí el dilema. No pudo evitar pasarse una mano por toda la cara con cansancio. Anya no sabía de esas cosas, si, era una adolescente en plena edad de la punzada que incluso fingía ser mayor. Pero eso de seducir a un tipo tan engreído que cree que su popó no apesta ¡Era una misión imposible!
–No. No. Cálmate Anya, tienes que hacerlo por papi y por el mundo, si, así está mejor.
¿Pero porque tenía que ser así? ¿No bastaba con solo hacerse su amiga?
A lo mejor y si, pero eso también estaba difícil de lograr. Desmond era muy selecto con sus amistades, solo los que estaban dispuestos a ponerlo en un pedestal, tenían la oportunidad de respirar el mismo aire que el. Cosa que Anya ni de chiste podría realizar ¿Subirle más el ego? Si hasta a soñado que se lo baja de otro puñetazo. Oh si.
Sonó la campana que indicaba el cambio de hora y la joven no supo ni de que trató la clase. Más tarde le pedirá sus apuntes a Becky para ponerse al día, lo último que necesita es ganarse un Tonitrus por burra.
–¡Anya!
Ah, que oportuna. Pronto llegó hasta su pupitre plantándose frente suyo y escudriñandola con su mirada castaña.
–¿Te encuentras bien? Te he notado muy dispersa últimamente –inquirió Becky cruzando los brazos, mirándola extrañada.
–No es nada, Anya no durmió bien anoche, es todo. –respondió resoplando con cierta desgana.
–¡Ay por dios! ¿Te has quedado mirando anime hasta tarde de nuevo? ¡Ya sabes lo que la falta de sueño le hace a tu piel!
En efecto, Anya lo sabía, tenía un semblante pálido y ojeroso porque las preocupaciones no la dejaban tranquila. Y menos a la hora de irse a la cama, cuando la completa quietud de la noche la empujaba a maquinar y elucubrar, o al menos intentarlo mientras acariciaba el pelaje suavecito de Bond. Tratando de leer la mente del melenudo animal para saber si podía vaticinar lo que sucederá, sin alcanzar a discernir ningún indicio al respecto.
¡Vamos Anya, tu puedes, vamos!
–Bueno ehm, a decir verdad...
¡Dilo, solo dilo!
–¡Hay un chico que le roba el sueño a Anya! –admitió con las mejillas encendidas.
Blackbell abrió grandes los ojos de asombro ante la inesperada confesión de su amiga.
