Diversos Pokémon, pequeños y grandes, anchos y delgados, así como flotantes y caminantes se encontraban bajando del tren mientras que otros llegaban con prisa para no perder su salida. Se podía escuchar cómo algunos se saludaban al verse después de mucho tiempo, otros pedían a sus compañeros que se apresuraran a subir, y algunos otros simplemente seguían su camino en solitario hacia su próximo destino. El sol ya estaba bajando, comenzando a pintar los techos de los edificios con un suave matiz naranja, que en conjunto al murmullo de la gente mostraba un ambiente amigable.
Yun y Celeste se hallaban a la salida de la estación, ambos revisando un enorme mural sobre la pared donde se había dibujado casi a la perfección un mapa de la ciudad de Westice, el sitio al que llegaron de visita. Ambos lo examinaban con detenimiento, analizando los trazados de arriba abajo en búsqueda de algún indicio del paradero de su destino.
Ya había pasado casi una hora desde que habían llegado y sabían que debían visitar la posada de Primarina Lullaby para pasar la noche, pero al no conocer las calles técnicamente se encontraban sin un rumbo fijo. Yun sentía tensión en su cuello por mantener tanto tiempo su mirada hacia arriba, tomándose un tiempo para girar su agitar su cabeza y descansar un poco.
—¿Ya lo encontraste? —le preguntó a Celeste con esperanzas de que así fuera, viendo cómo esta aún seguía ferviente buscando pistas.
—No, aún no —apretando su hueso con ambas manos al sentir la presión de su amigo.
—Creo que deberíamos pedir ayudar —acariciando su garra izquierda con la derecha.
Celeste lo observó de reojo afilando su mirada, como si su comentario la hubiese irritado, volviendo casi de inmediato al mapa y continuar con su búsqueda.
—Solo dame un poco más y te aseguro que podré encontrar la posada.
—Estoy seguro de que si le preguntamos a un guardia nos dirá dónde encontrarla —con tono optimista.
—Y yo estoy segura de poder encontrarla si me das un poco más de tiempo —dijo en tono golpeado, clara señal de que se estaba molestando.
Yun negó despacio con su cabeza acercándose a la pared para recargarse en ella y así descansar un poco, sintiendo cómo la pequeña mochila que llevaba en su espalda se desinflaba con su peso sobre ella. Ese tiempo lo aprovechó para ver al resto de Pokémon que pasaban detrás de ellos, notando cómo algunos miraban hacia ellos con curiosidad y, en escasos momentos, algunos los miraban con extrañeza. Esto lo puso nervioso, quién paseó sus garras por sus brazos acariciando su chamarra llevándolas a su cuello, donde sujetó el borde del gorro que traía puesto para así jalarlo y cubrir más su rostro, de esa forma nadie vería el extraño tono rojizo de su pelaje.
—Solo ignóralos —dijo Celeste, sin apartar la vista del mapa.
—Lo sé, lo sé.
Yun ahora mantenía la mirada baja, solo viendo las patas de los otros Pokémon ir de un lado a otro, siendo un poco más fácil de soportar que el tener que cruzar las miradas con los demás. Esto hasta que se percató que alguien se había detenido justo frente a él, sintiéndose obligado a mirarlo.
Este se trataba de un Magneton, quien se movía con suavidad de arriba abajo al flotar a casi un metro de altura sobre el suelo. Cinco de sus seis imanes giraban despacio sobre su propio eje mientras que el sexto, el izquierdo de sus dos inferiores, llevaba pegado un maletín que parecía estar hecho del mismo metal que su cuerpo. Yun conocía a varios Pokémon de acero, pero nunca se había topado con alguno como este, con quien tenía grandes problemas al detectar sus expresiones al no ver alguna facción en su rostro, si es que así podía llamarlo.
—Parecen estar perdidos, ¿necesitan ayuda? —pudo escuchar una voz aguda y amable proveniente de este Pokémon.
—Sí —respondió Yun casi de inmediato, ya cansado de estar tanto tiempo en el mismo sitio.
—No —dijo la Cubone de forma golpeada, viendo con molestia a su amigo—. No necesitamos ayuda de extraños.
Ambos escucharon una pequeña risa de dicho Pokémon, viendo cómo entrecerró los ojos como si aquello le hubiera causado dicha.
—Mi nombre es Sabia, un gusto en conocerlos —dijo de nuevo con amabilidad.
—Mucho gusto, me llamo Yun —respondió confiado.
—¿Por qué le dices tu nombre? —lo criticó Celeste, presionando la punta de su hueso en el estómago de su amigo.
—Es que se presentó y me pareció grosero no hacerlo —sujetando el hueso de su amiga para que no lo presionara más, bajando un poco su cabeza al sentir que había hecho algo mal.
Celeste soltó un pequeño gruñido al ver la expresión de Yun apartando el hueso para luego ver molesta a Sabia.
—Mi nombre es Celeste —dijo con recelo, señalando al Magneton con su hueso—. Pero reafirmo que no necesitamos de tu ayuda.
—¿Tanto te costaría aceptar un poco de apoyo? —le preguntó Sabia, rotando un poco su cuerpo en el aire para poner dos de sus esferas hacia arriba, para luego girar en sentido contrario y quedar con dos hacia abajo.
Este comentario hizo soltar otro pequeño gruñido a la pequeña.
—Tranquila Celeste, no te molestes —dijo Yun colocando su garra sobre el hombro de ella.
Cuando Yun miró de nuevo a Sabia notó cómo sus tres ojos parecían estar enfocados en él observándolo con detenimiento, sintiendo calosfríos cuando sus miradas se cruzaron. Sabía que el que lo vieran era algo normal, más por el extraño color de su cuerpo que muchos odiaban, algunos parecían despreciarlo, mientras que otros solo lo hacían con curiosidad; pero Sabia era distinta, sin poder percibir alguna emoción de ella, lo cual lo confundía sin saber cómo actuar ante ello. Su única respuesta fue volver a ocultar su rostro con su gorro.
Sin aviso, como si fuera un flash, notaron cómo un resplandor iluminó el cielo por una fracción de segundo y, acto seguido, escucharon un trueno hacer eco en las paredes de las calles y edificios. Todos detienen su paso mirando en varias direcciones sin saber qué es lo que ocurría, hasta que en la distancia una gruesa columna de humo comienza a elevarse entre los edificios hacia el cielo.
—¿Fue una explosión? —se escuchó alguien preguntar.
—¿Es un atentado? —preguntó otro.
Y a partir de ese momento el murmullo de la gente comenzó a subir de volumen al cuestionarse lo que había ocurrido, hasta que poco a poco dejó de ser entendible lo que decían. Algunos se quedaron en su sitio admirando el humo, otros simplemente regresaron a la estación para buscar refugio por si las cosas llegaban a empeorar, y otros se marcharon cuanto antes del lugar.
—¿Deberíamos volver? —preguntó Yun acercándose a Celeste, acariciando con ansias su garra izquierda con la derecha.
—No lo sé —le respondió su amiga, sujetando con ambas manos su hueso al tiempo que veía a su amigo preocupada—. Sabes que no podemos regresar.
Yun no pudo sostener la mirada con su amiga por lo que viró la cabeza, ahora notando la preocupación en el resto de los Pokémon. El único que parecía no haber sido afectado era Sabia, que aún estaba viendo el humo que se alzaba.
—Creo que mi trabajo se ha complicado —se quejó la Magneton, quien giró despacio para dedicarles otra mirada a ellos, mirada que Yun estaba seguro estaba dedicado a él—. Tienen suerte —comentó acercándose al mapa en la pared, elevándose sobre el suelo un para apoyar uno de sus imanes libres sobre la pared—. Si no me equivoco la explosión fue alrededor de esta zona —Yun mantuvo la mirada en ese punto, viendo que se encontraba casi al borde noreste de la ciudad. Después de eso Sabia se movió sin cambiar su altura ahora señalando con su imán una intersección cerca del borde noroeste de la ciudad—. Aquí, la posada Primarina Lullaby está aquí.
—¿En serio? —preguntó Celeste, incrédula.
—Está lejos de la explosión —comentó Yun con una sonrisa y un gran alivio.
—Debo irme, pero fue un placer conocerlos —dijo Sabia bajando su altura de nuevo, cerrando sus ojos lo que Yun interpretó como una sonrisa.
—Gracias por tu ayuda —le dijo el Drilbur con alegría.
—Hasta pronto Yun, Celeste —dijo al tiempo que comenzó a flotar despacio lejos de ellos.
Yun se mantuvo moviendo su garra de lado a lado para despedirse de ella hasta que la perdió de vista entre la gente.
—¿No te parece genial que nos ayudara? —le dijo a su amiga.
Celeste no le hizo caso, manteniendo la mirada en la misma dirección en que Sabia se había marchado, como si aún pudiera verla. Yun miró en la misma dirección en múltiples ocasiones sin poder observar nada, sintiendo que se estaba perdiendo de algo, finalmente escuchando cómo ella murmuró algo que no pudo entender gracias a las voces de los Pokémon que los rodeaban.
—¿Qué dijiste? —le preguntó ladeando la cabeza.
—Hay que irnos antes de que anochezca —le respondió después de negar despacio con su cabeza.
Yun asintió asegurándose que aún traía su pequeña mochila en su espalda, y en cuando notó que Celeste comenzó a caminar este la siguió, alegre de que por fin tenían un camino claro al cual seguir.
