El verano que me enamoré

—Esta es la lista de los niños registrados este verano —la administradora del campamento le tendió una tabla con la hoja impresa. Denki la tomó sin dejar de sonreír y echó una mirada rápida para ver cuántos niños (o bueno, más precisamente adolescentes) eran: diecisiete—, ¿necesitas que te muestre las instalaciones?

Denki negó con la cabeza y amplió su sonrisa.

—No es necesario, me parece que recuerdo todo, Kayama-san.

—Perfecto. Entonces, ven, te presentaré a tus compañeros.

La siguió, mirando a su alrededor confirmando que el campamento de verano Yuei seguía estando tal y como lo recordaba, las cabañas donde dormían los niños por un lado, las de las niñas en el otro, la de los monitores —con habitaciones separadas, la cocina y el comedor — en el centro y…

—¿Qué es esa cabaña de ahí? —Señaló Denki una cabaña —. Esa no estaba cuando yo venía.

Kayama sonrío y respondió con voz orgullosa:

—Oh, esto te va encantar, esa es la cabaña para les niñes no binaries y agénero.

Una oleada de emoción subió por la garganta de Denki y tuvo que reprimir unas cuantas lágrimas ante la sensación tan linda que le provocó la noticia.

—Es maravilloso eso.

—Ah que sí. Fue gracias a ti, en parte, ya era necesario.

Llegaron a la cabaña de los monitores, quienes estaban reunidos en una mesa, revisando el plan de actividades para el día siguiente cuando llegaran los niños.

—Oigan todos, llegó quien faltaba —anunció Kayama y desviaron su atención a la puerta, se acercaron a ellos y empezó a presentarlos—. Te presento a Ochaco Uraraka («¡hola!»), Izuku Midoriya («mucho gusto»), Eijirou Kirishima (chocó su puño contra el de Denki), Bakugou Katsuki («tsk»), que no te engañe su actitud, es uno de los mejores y los niños lo adoran, Tsuyu Asui, Mina Ashido («¡qué onda!») y creo que ya lo conoces, este es…

—Hitoshi —Denki sintió que se le iba el aire al musitar el nombre del chico frente a él. Al tiempo que un torrente de recuerdos llegó a su mente al ver la sonrisa gatuna frente a él.

Ocho años atrás.

Denki llevaba desde los seis yendo a ese campamento y era una de las cosas que más esperaba cada año. De pie frente a la puerta de la cabaña que le habían asignado sentía la emoción acelerarle el corazón mientras pensaba en las actividades que tendría y en los nuevos amigos —esperaba— haría. No eran muchos los que repetían la experiencia, pero algunos sí y esperaba con ansias poder reencontrarse con Mashirao y Kyoka, aunque sabía que ella no estaría ese año en la misma cabaña, pues ahora estaría en la de las niñas. Denki sabía que no debería estar tampoco en la cabaña de los niños, pero no existía una opción y entre estar en la de los niños o la de las niñas, prefería la primera.

Había llegado dos días antes del comienzo del campamento porque sus padres habían pedido un favor con el director del campamento, por lo que le sorprendió descubrir que la cabaña no estaba vacía. En una de las literas, en la parte de abajo, estaba un niño durmiendo, sólo se alcanzaba a ver su mata de cabello morado, pero cuando Denki abrió la puerta alzó la cabeza y sin abrir bien los ojos murmuró:

—No hagas mucho ruido. —Y volvió a quedarse dormido.

Denki se rio bajito y de puntitas se fue a otra de las literas, donde agarró la cama de arriba para poner su mochila y sacar su gameboy. No le apetecía vagar por el lugar, ya lo conocía bien y, además, hacía demasiado calor. Ahí en la cabaña estaba fresquito. Pasó un rato jugando, cuando se dio cuenta el niño ya se había despertado y lo miraba con curiosidad.

—¿Por qué estás aquí? —preguntó al darse cuenta de que lo habían descubierto mirando. Su tono no era grosero, sino de genuina curiosidad, por lo que Denki no se ofendió.

—Me mandaron antes por cosas familiares, ¿y tú?

—Igual.

Denki puso pausa a su juego y lo metió a su mochila.

—Soy Denki Kaminari.

— Hitoshi Shinsou. Un gusto Kaminari-kun.

—¡Ah, no! No me llames así, dime Denki solamente, por favor.

—Ok.

—¿Puedo llamarte, Hitoshi?

—Ok. —Contestó después de un rato en el que Denki comenzó a impacientarse—. Pero no vine aquí a hacer amigos.

—¡¿Entonces a qué viniste?! El punto del campamento es divertirte, hacer amigos, ganar las competencias…

—Eso sí haré. Ganar, digo.

Denki hizo una trompetilla.

—Lo que digas, Hitoshi. Pero haré que seas mi amigo, ya verás.

—Si tú lo dices.

Denki no se le despegó en los días siguientes, ni cuando llegaron las demás personas. Aunque Hitoshi no solía responderle, como no le decía a Denki que pare, seguía tratando de platicar con él. Cuando conseguía alguna respuesta de su parte, es cuando más feliz se ponía. También estar en silencio era cómodo.

Al comenzar formalmente el campamento las cosas fueron un poco diferentes. Para Denki nunca había sido difícil hacer amigos, Ojiro estaba ahí también, pero él seguía prefiriendo el silencio de Hitoshi, y su calma. La ventaja del comienzo de las actividades, además, trajo consigo el tener que trabajar en equipos o parejas. Denki siempre quería trabajar con Hitoshi y después de un «pero más te vale que ganemos» de su parte, no tuvo reparos en que así fuera.

Aún así, Denki no lograba que el chico se abriera un poco. Parecía aceptar su compañía a regañadientes, resignado, y eso de alguna manera le dolía, pues quería que Hitoshi también le contara cosas, quería que se riera con él, que lo buscara para hacer equipo, en vez de al revés.

—¿Por qué no te vas con ellos? —preguntó Hitoshi una tarde durante su hora libre—. Yo voy a dormir.

La mayoría de los niños se habían ido a nadar al río y jugar; Hitoshi, que tenía migraña y quería solo dormir se quedó, y Denki decidió quedarse con él.

—No tengo ganas —fue la respuesta de Denki, que sacó un libro y se quedó leyendo en silencio en su litera, como para hacer entender a Hitoshi que no se quedaba por él, aunque sí lo hiciera.

Pensó que Hitoshi ya se había dormido, pero de pronto lo escuchó hablar.

—No me molestas.

Denki sintió hincharse su corazón de emoción y sonrío.

—¿Somos amigos ya? —preguntó, dejando a un lado el libro para girarse y quedar viendo a Hitoshi.

—No.

La respuesta no hizo que Denki dejara de sonreír, al contrario, celebró con el puño y volvió a agarrar su libro.

De todas las actividades del campamento una de las favoritas de Denki era la carrera de obstáculos en equipo. Era muy hábil y veloz y varios años en el campamento le daban una ventaja. En su equipo estaban Hitoshi, Mashirao y Mezo Shoji, un chico con el que Mashirao pasaba el tiempo dado que Denki estaba con Hitoshi.

Cuando Denki llegó a la meta antes que todos sus competidores, se lanzó a los brazos de Hitoshi eufórico. Quizás fue por la emoción del momento, pero su amigo devolvió el abrazo. Unos segundos después ambos reaccionaron, dándose cuenta de que se había dejado llevar. Hitoshi soltó primero, Denki río y procedió a abrazar a sus otros dos compañeros, un abrazo rápido para disimular y tratar de quitarse la sensación de que todo su cuerpo era eléctrico.

Sólo se distrajo un poco, se desvío del camino para seguir lo que le pareció era un conejo y de pronto se había perdido. Intentó volver por donde creía había llegado, pero no reconocía los árboles y tratando de orientarse dio un paso mal. Su pie se deslizó por la tierra y cayó hacia un lado, se raspó el brazo.

Eso hizo que se sintiera desesperar. Se quedó ahí como estaba, sólo se acomodó un poco y decidió que se quedaría así hasta que lo encontraran, que al cabo no era muy grande el bosque, no entendía ni siquiera cómo podía haberse perdido.

Unas gotas de agua comenzaron a caer, eso hizo que Denki se apresurara a ponerse de pie.

«Debo volver rápido».

Le dolía el pie como si se lo hubiera torcido, pero no le importaba el dolor. Las gotas se iban haciendo más frecuentes y gruesas y Denki no estaba más cerca de encontrar el camino. En eso escuchó la voz de Hitoshi.

—¡Denki!

—¡Aquí estoy! —gritó y cojeo hacia donde venía la voz.

Hitoshi corrió hacia él y pasó un brazo por su espalda para ayudarlo.

—¿Te lastimaste?

—Sí, pise mal.

—Estaba…mos, estábamos preocupados por ti cuando no aparecías. ¿Qué estabas haciendo?

Denki no podía concentrarse, los puntos en su piel donde sentía el contacto de Hitoshi ardían y era hiper-consciente de que básicamente lo estaba cargando. Se sonrojó.

—Persiguiendo un conejo.

Hitoshi se rio.

—¿Eres Alicia o qué?

Denki se rio también, divertido por la referencia. En eso cayó un trueno y Denki brincó, sobresaltándose y pegó su rostro contra el pecho de Hitoshi, para protegerse. Hitoshi frunció el ceño.

—¿Te dan miedo los truenos? Qué ironía, Kaminari.

Denki golpeó suavemente a Hitoshi.

—Ya sé, no te burles.

Hitoshi ayudó a Denki a caminar hasta el cobertizo donde guardaban las balsas, estaba más cerca que la cabaña.

—Esperemos a que acabe la lluvia aquí.

Denki asintió, se tiró al piso y se empezó a sobar el tobillo; cayó otro trueno y se estremeció, abrazando sus rodillas para enterrar su rostro en ellas. Hitoshi se sentó a un lado y comenzó a acariciarle la espalda. Eso lo hizo estremecerse más, aunque no de manera desagradable. Su corazón se aceleró de una forma inexplicable. Dejó de hacerlo y Denki vio por el rabillo del ojo que había sacado un celular.

—Se supone que no tenemos permitido traer eso al campamento.

—Me lo dio Aizawa, por si te encontraba, le estoy avisando que ya te encontré y que vamos a esperar aquí a que pase la lluvia, así no se preocupan los monitores, ni los demás chicos.

—Ah, claro.

Denki sonrió ligeramente, sintiéndose muy culpable por haber ocasionado molestias a tantas personas, pero al mismo tiempo sintiendo un revoloteo agradable en su estómago de saber que se preocuparon, que les importa. La presencia de Hitoshi a su lado lo tranquilizaba y aunque cayeron más rayos le daba menos miedo. Sostenía su mano y así, cada que caía uno solo la apretaba, reconfortándolo.

—¿Ya somos amigos?

Hitoshi sonrió poquito y resopló por la nariz divertido.

—Supongo. —Se encogió de hombros—. Tú ganas.

—¡Ja!

Se quedaron en un silencio cómodo, escuchando la lluvia caer, parecía que iba a amainar pronto, así que Denki pudo relajarse un poco más. Se descubrió pensando que, en realidad, no quería que acabara de llover, porque eso significaría volver a la cabaña, separarse de Hitoshi y dejar de sentir su mano en la suya.

Platicaron de cosas sin sentido, comentando cosas del campamento. Afuera había oscurecido y aunque sonaba que llovía menos, aún se escuchaban las gotas de agua caer. Se quedaron un rato en silencio, cansados, pero al mismo tiempo con los nervios y las emociones a flor de piel como para relajarse completamente.

Denki recargó su cabeza en el hombro de Hitoshi, esperando que se quitara o se quejara, pero no hizo nada de eso. Su corazón latía tan fuerte que podía sentir cómo retumbaba en su pecho.

—Denki

—¿Qué? —giró el rostro para, sin dejar de estar recostado en su hombro, mirarlo a los ojos.

Se le cortó el aliento cuando lo hizo, pues estaba demasiado cerca de sus labios y sus ojos púrpura tenían un brillo especial. Hitoshi tragó saliva y sus labios se separaron ligeramente, olvidando lo que iba a decir. Se inclinó un poco, rozando los labios de Denki.

En ese momento la puerta del cobertizo se abrió. Y ambos saltaron hacia atrás, soltándose de las manos y dejando un espacio entre los dos. Era Aizawa, que junto con Yamada y Kayama, otros monitores, los habían ido a buscar, ya que la lluvia había parado. Quizás por la puerta abierta, pero Denki sintió el frío más intenso como si al separarse se hubiera llevado todo el calor. Hitoshi se paró inmediatamente y salió aceptando una toalla. Denki se tomó su tiempo. El frío iba haciéndose más y más pues su amigo no lo volteó a ver ni siquiera cuando llegaron a la cabaña.

Todos ahí se alegraron de que hubieran regresado y se decepcionaron un poco de que no tuvieran una historia de aventura increíble. Denki notó que Hitoshi no lo miraba a los ojos, se le hizo raro pero lo dejó pasar, y cuando al desearle buenas noches no contestó, pensó que era porque se había dormido.

Después de eso Hitoshi comenzó a evitarlo. Cada que se acercaba sacaba alguna excusa para alejarse, incluso para hacer equipo con otras personas. Eso dolía, muchísimo. Más porque Denki suponía que se debía a que se había dado cuenta de lo que sentía por él y eso le había disgustado.

Trató de ignorar la tristeza, alejarse también para que no fuera tan evidente lo mucho que le lastimaba la distancia y frialdad tan súbita de Hitoshi. Era difícil.

Las noches de fogata solían ser las favoritas de Denki: comer bombones asados, contar historias, cantar. En ese campamento las había disfrutado especialmente porque se sentaba junto a Hitoshi y se deleitaba de ver el reflejo de las llamas en su pupila. Pero esa vez estaban sentados en lados contrarios, tan alejados como era posible. A pesar del fuego, Denki sentía frío.

—Ey, Shinsou, —uno de los otros niños del campamento lo llamó—, ¿por qué tú y Kaminari ya no están unidos de la cadera? ¿Se pelearon o algo?

Denki dejó de batallar con el malvavisco que estaba tratando de meter en la varilla, y puso atención, quería saber la respuesta. Hitoshi sólo se encogió de hombros, sin voltear a verlo.

—Pensé que eran amigos —dijo otro niño.

—No vine a hacer amigos. —Fue toda la respuesta de Hitoshi.

Fue como una cubetada de agua fría. Se paró rápido dejando caer las cosas y se fue de ahí, mientras corría se talló para quitarse las lágrimas. Hubiera preferido que Hitoshi dijera que simplemente se habían peleado, pero no que jamás fueron amigos.

Se metió a la cabaña, agradeciendo el silencio y sin cambiarse se metió a la cama. Abrazó su almohada y dejó que las lágrimas corrieran libremente.

Unos minutos después la puerta de la cabaña se abrió, rechinando. Denki decidió fingir que dormía.

—Denki. —Era Shinsou—. Oye, lo siento, ¿vale? No quería decir eso.

—Vete —dijo Denki sin mirarlo.

—Denki, por favor. Escúchame lo que quiero decirte, es importante.

—Pensé que nuestra amistad era importante, pero resulta que nunca existió, según tú.

—Maldición. Ya sé que sonó a eso, ¿de acuerdo? Es que… Denki, por favor, mírame, ¿ok? —Denki se asomó por arriba de la litera—. Me asusté. El otro día en el cobertizo iba a… hice algo que probablemente te disgustó, me dio miedo que me odiaras así que preferí alejarme.

—Eres un tonto, Hitoshi Shinsou.

—Ya sé, pero de verdad quiero que seas mi amigo, aunque no haya venido a eso.

—No, no por eso. —Denki se bajó de la litera. Hitoshi esperó en silencio, esperando que siguiera hablando—. Eso que ibas a hacer, yo también lo quería, lo quiero.

Los ojos de Hitoshi se abrieron grandes por la sorpresa.

—¿En serio? ¿Quieres que te bese?

Denki asintió y dio un paso al frente para acercarse más a Hitoshi, lentamente, aún con miedo de que resultara todo una broma y se acabara alejando, rodeó su cuello con sus brazos, poniéndose de puntitas. Hitoshi hizo el resto, inclinándose para finalmente besarse.

No dejaron de hacerlo hasta que escucharon las voces del resto de sus compañeros acercarse. Sonrojados se separaron y se miraron sonrientes. No dijeron nada, pues en ese momento entraron los demás, pero se fueron a dormir sabiendo que todo estaba bien entre ellos, mejor que bien.

El dia siguiente era el último del campamento, y Denki fue feliz de que de nuevo eran un equipo. Aunque al mismo tiempo sufría la idea de que se separarían en unas horas. Se escaparon durante la hora de comida, Hitoshi logró robarse unos sandwiches y fruta durante el receso y se fueron a orillas del lago a comer, y a besarse.

—Ojalá pudiera quedarme aquí contigo para siempre —dijo Denki suspirando.

—A mí también me gustaría eso.

—¿En qué prefactura vives?

—En Saitamaken.

—¡Yo igual! Podríamos reunirnos los fines de semana.

Hitoshi miró el cielo y se mordió el labio.

—En realidad… —suspiró con fuerza y miró a Denki—. Mi padre consiguió un trabajo en Estados Unidos, nos iremos en unas semanas, me mandaron aquí para quitarme de en medio mientras empacaban y eso.

Denki sintió que se le partía el corazón.

—Osea que este es el fin.

—¡No! No tiene que serlo. Dame tu teléfono. Vendré a Japón con frecuencia, a visitar a mi abuela. No pienses en eso ahorita, vale —tomó el rostro de Denki y le dio un besito en la nariz—, no cuando apenas empieza.

Luego de las presentaciones se sentaron a comer juntos. Denki no dejaba de mirar a Hitoshi, al otro lado de la mesa. El otro chico notó su mirada y se cambió de lugar para quedar a su lado. Hitoshi extendió la mano, tocando los dedos de Denki por debajo de la mesa, explorando sin dejar de mirarlo a los ojos y le sonríe. Denki sintió su corazón hincharse de todo ese cariño y nostalgia. Y de tristeza…

—Nunca me escribiste —Denki se quejó en voz baja.

—Lo siento. Fue difícil para mí el cambio y… pensé que sería más difícil sabiendo que estábamos lejos. —Denki lloró más fuerte, a Hitoshi ni siquiera le importó que los demás puedan verlos y limpió las lágrimas con su mano, acariciando la mejilla de Denki. Ambos se sonrojaron—. Pensarás que es una tontería, y quizás me odias o has dejado atrás cualquier sentimiento hacia mí, pero yo nunca dejé de pensar en ti. Es muy tarde pero…

Denki sonrío, por fin y giró su mano para entrelazarla.

—No es muy tarde para solucionarlo. Yo tampoco dejé de pensar en ti, Hitoshi. Pero ahorita todos nos están viendo, si no te besaría ahora mismo.

Hitoshi volteó a ver a los demás y, efectivamente, todos los miraban con curiosidad.

—De acuerdo, encuéntrame en la cancha de tiro al arco cuando acabemos de armar los horarios.

Definitivamente ese verano iba a ser el mejor.