Erin Strauss sonreía y saludaba a todo el mundo con el que se cruzaba. Todos la felicitaban por lo bien que estaba saliendo todo, y eso que todavía no había empezado lo mejor de la noche.
Se dirigió rápidamente al backstage, dónde la actividad era frenética. Los estilistas y peluqueros daban los últimos retoques a los modelos, que incómodos y poco acostumbrados a eso, deseaban terminar pronto.
Todo estaba saliendo según lo previsto. El FBI colaboraba con algunas organizaciones, organizando galas benéficas a su favor. Y el director le había pedido que se ocupara de una de ellas. Después de pensarlo mucho, se le ocurrió algo diferente. Y aunque al principio él estaba algo reticente, terminó aceptando.
Antes de que pudiera salir de nuevo, el agente Hotchner se apartó de la peluquera que le retocaba el flequillo en ese momento, y se acercó a ella.
-¡Erin, espera un segundo! -se dio la vuelta al escuchar su voz-. Haz algo para librarme, por favor, de la mujer del director -susurró cerca de su oído para que sólo ella pudiera escucharlo.
-¿Y eso por qué? -levantó las cejas divertida.
-¡Porque me está acosando! -respondió más alto de lo que pretendía. La apartó un poco, para poder hablar con tranquilidad y algo de privacidad-. Lleva persiguiéndome la mitad de la noche, la he pillado mirándome muchas veces, y no me cabe duda, que hará lo que sea para conseguir lo que quiere.
Erin lo miró con una expresión de diversión en la cara, y se mordió el labio para intentar aguantar la risa. Sin embargo, a Hotch no le hizo tanta gracia su expresión.
-¡No te rías! ¡Esto es importante! Eres mi jefa, se supone que debes proteger mi integridad -fue ahí dónde no aguantó más y soltó una carcajada. Una vez dicho, hasta a él le pareció una tontería.
-Aaron, relájate y disfruta de la noche.
-Imposible, cuando estoy seguro que caeré en manos de una depredadora -dijo frunciendo el ceño.
-¿Siempre has sido tan exagerado para todo? Shirley, igual que todos aquí, ha venido a divertirse, y a colaborar con su dinero. Y para eso, estáis vosotros aquí -respondió con voz dulce mientras pasaba un dedo por su mejilla.
-Si consigues librarme de ella, haré lo que quieras. Seré tu esclavo el resto del año -dijo como un último intento.
-Si estamos a Marzo…
-Pues por eso. Me arrepentiré de esto, pero son nueve meses a tu entera disposición. Es que no has visto cómo me ha mirado…-Hotch se estremeció sólo al recordarlo.
-Soy la organizadora, no puedo participar. De todas formas… -posó una mano en su pecho y se acercó a su oído-. A lo mejor no es a Shirley a la única que vuelves loca -sonrió ampliamente, le guiñó un ojo y salió del backstage.
Hotch suspiró frustrado y se dio la vuelta. Buscó con la mirada a la peluquera que lo estaba peinando antes y le indicó con un gesto que ya podía continuar. Si tenía que hacer esto, quería terminar cuanto antes.
Quince minutos después, todo estaba preparado. Strauss se subió al escenario y cuando los aplausos cesaron, comenzó a hablar.
-Buenas noches. Lo primero de todo, quiero daros las gracias a todos por haber venido esta noche. Sin vosotros, esto no podría ser posible -más aplausos. Dio un breve discurso, haciendo que los asistentes soltaran alguna que otra risa y relajando los nervios en el backstage-. Y ahora sí, vamos a empezar.
Detrás del escenario, un agente de contraterrorismo se colocaba nervioso la pajarita. Era el primero en salir.
-Ya sabéis cómo funciona esto: los agentes salen, modelan unos segundos y vosotros tendréis que pujar por ellos. Tendréis la oportunidad de cenar con ellos y pasar una maravillosa noche juntos -los aplausos y gritos de júbilo llenaron la sala-. Y un pequeño recordatorio: las agentes compañeras del mismo equipo que el agente modelo no pueden pujar por él. No sería justo -más gritos, esta vez abucheos.
Strauss esperó unos segundos, hasta que todos volvieran a estar en silencio, y luego comenzó a hablar.
-El primer agente es Peter Marsh, de contraterrorismo. Mide 1,79, le gusta el fútbol, las películas de acción y las charlas con sus amigos. La puja empieza en 50 dólares.
El agente Marsh se paseó lentamente por el escenario mientras ella iba hablando, y luego se quedó quieto en el centro, como habían ensayado. Las mujeres empezaron a pujar, ante la diversión de los hombres de la sala. Al final, la subasta se cerró en 950 dólares.
Morgan, Reid, Rossi y Hotch esperaban pacientemente junto al resto. A Morgan y a Rossi les parecía divertido toda esa situación. A los otros dos agentes de la UAC no les gustaba tanto. Aunque al menos, era por una buena causa.
La subasta de Morgan se cerró en 1.750 dólares, y podía estar contento con la mujer con la que pasaría parte de la noche. Úrsula Andrews era una agente del departamento de cuello blanco, rubia, alta y con cuerpazo. Tal vez pasarían juntos más allá de la cena.
Los agentes fueron saliendo, uno a uno, algunos más contentos que otros. Lo único que les animaba a seguir era que todo eso lo hacían por el cáncer infantil. Todo lo recaudado, iba para una asociación que luchaba contra el cáncer infantil. El FBI a veces colaboraba con buenas causas.
El tiempo fue pasando, y ya sólo quedaban dos agentes. Martin Peterson se retocaba coqueto el flequillo, y Hotch no pudo evitar poner los ojos en blanco al verlo. Era un agente prepotente y presumido, y quedaba demostrado con ese gesto.
Unos diez minutos después, era su turno. Respiró profundamente cuando escuchó la voz de Strauss, y luego salió al escenario. ¡Qué sea lo que dios quiera!, pensó mientras buscaba inconscientemente con la mirada a Shirley Steele.
-Y ahora, el momento que muchas de vosotras estabais esperando -anunció Strauss. El entusiasmo del público femenino fue evidente-. El agente Aaron Hotchner, uno de los elementos más valiosos del FBI. Una persona íntegra, que pone siempre por delante las necesidades de otros a las suyas propias.
Casi no había terminado de hablar, cuando ya habían comenzado a pujar. La cosa estaba reñida, y Hotch pudo ver con horror cómo la mujer del director no parecía dejar que nadie se le adelantara. No hubiera pasado nada si no hubiera sido por ser quien era, y porque sabía que no se le podía negar nada. Estaba seguro que no se conformaría con una simple cena, y no le importarían nada las consecuencias.
Había oído rumores (completamente ciertos) de que Hunter Steele le era infiel cada vez que tenía ocasión, y que ella lo sabía; así que estaba claro que si esa noche ella hiciera lo mismo, lo pasaría por alto. Supuso que eran pactos que hacía la gente con poder, pero él ni se sentía cómodo, ni quería formar parte de eso.
Los minutos pasaron lentamente, y cuando la puja llegó a 2.500 dólares, sólo quedaban dos mujeres que parecían dispuestas a pagar lo que fuera por él. Una era Shirley Steele, la otra una mujer morena y bajita, de rasgos suaves, que a Hotch le sonaba que trabajaba en Recursos Humanos. Se preguntó cuánto estarían dispuestas a gastarse para cenar una noche con él. Se sintió un hombre objeto.
Después de una reñida puja, la subasta para una agradable cena con el agente Hotchner se cerró en 4.100 dólares, siendo esta la cifra más alta de toda la noche. La señora Steele se dio por vencida, y dejó que fuera la otra mujer quien ganara.
Hotch quiso llorar cuando se dio cuenta que se había librado de la mujer del director, aunque enseguida su instinto de supervivencia le dijo que no conocía a la otra mujer y que podría incluso ser peor.
La voz de su jefa lo sacó de sus pensamientos dando las gracias a todos por su participación y anunciando que el total del dinero recaudado esa noche había sido de 81.000 dólares, todo un récord. Recordó a las participantes, que debían esperar en el vestíbulo a que saliera el agente por el que habían pujado, y luego ya podrían irse a uno de los tres restaurantes de la lista. Estaba todo controlado al milímetro.
Los agentes, ya más relajados, hablaban entre ellos detrás del escenario. Debían esperar unos minutos antes de salir. Hotch se apoyó en la pared, agotado. Strauss entró, pasó junto a él y sin apenas pararse, le susurró muy cerca.
-Espera hasta que todos se hayan ido y luego sal.
La vio hablar con algunos agentes de nuevo y luego marcharse. Estaba deseando que se terminara el día e irse a casa.
Esperó unos diez minutos desde que el último agente salió del backstage. Sólo quedaban recogiendo el personal de limpieza y los estilistas despistados. Al salir al pasillo, vio a Strauss con la mujer que había ganado en su subasta.
-Ah Aaron, ya estás aquí. Te presento a Annalise Green, la jefa de Recursos Humanos.
-Encantado -le estrechó la mano. La mujer sonrió y se fijó en que tenía una bonita sonrisa. Era aproximadamente de su edad.
-Annalise ha sido nuestra tapadera -Strauss sonrió abiertamente y él la miró totalmente confundido.
-¿Tapadera? Creí que no podías…
-De ahí la tapadera -se dirigió a la mujer-. Gracias Annalise. Hablamos el Lunes.
-Por supuesto. Que tengáis una buena noche -y con una última sonrisa, los dejó solos.
Él la miró con incredulidad mientras ella escribía en su teléfono. Un instante después, guardó el teléfono en el bolso y sonrió.
-Vámonos, el coche está esperando.
Y se encaminó a la puerta, suponiendo que él iba detrás. Hotch sacudió la cabeza para salir de su estupefacción y la siguió.
Llevaban unos cinco minutos de camino cuando Hotch se decidió a hablar.
-¿Vas a contarme ahora todo lo que has hecho? -Erin lo miró sonriendo.
-Querías que te librara de Shirley ¿no es así? Pues lo he hecho.
-¿Y te has gastado 4.100 dólares para hacerlo? No sabía que tuvieras tanto dinero.
Ella lo miró de reojo, con una mirada que decía que tenía eso y mucho más.
-Aaron, aunque no lo creas, puedo hacerlo sin problema. Eso sí, le dije a Annalise que como mucho llegara a 4.500. Es bueno que Shirley parara antes.
-¿Y si no lo hubiera hecho? Nada de esto habría servido ¿no? -dijo con congoja. Erin sonrió cariñosamente.
-Sabía que pararía. Hunter no parecía demasiado contento, y llegó un momento que no dejaba de hablarle al oído.
-¿Y nadie se dará cuenta que eres tú la que pagas en realidad y no Annalise?
-Tranquilo, está todo bajo control.
Y se volvió hacia la ventanilla. Hotch pensó un momento y luego le tocó suavemente el brazo para llamar su atención. Ella se giró hacia él.
-No te he dado las gracias por esto, por ayudarme.
Ella sonrió levemente y asintió casi imperceptiblemente, luego volvió a mirar por la ventanilla. Hotch se quedó mirando su perfil un momento y luego él también se giró para mirar hacia la calle.
El restaurante en el que iban a cenar, estaba en un hotel de la ciudad. Era uno de los tres que Strauss había incluido en la lista en la que podían escoger donde cenar. Sabía (porque hasta eso lo tenía controlado), que aunque estaba en la lista, nadie lo iba a elegir para cenar. Estaba bastante lejos, y aunque era la agencia la que pagaba las cenas, los otros dos eran mejores. Y si alguien los veía, tenía una excusa preparada.
Hablaron tranquilamente y de cosas triviales durante la cena, y Hotch se pudo relajar por fin. Tanto, que aunque solía beber agua cuando estaba con ella, esa noche se había bebido casi una botella de vino él sólo.
Pudo darse cuenta una vez más de la fuerte personalidad y carácter de Strauss solamente al pagar la cuenta. También denotaba seguridad en sí misma, y eso, en el trabajo que hacían, era muy importante.
Se levantó unos segundos después que ella, y la siguió fuera del restaurante. La miró confuso cuando en el vestíbulo fue directa a los ascensores en vez de a la puerta de la calle.
-Y yo que pensé que iba a librarme -dijo divertido mientras ella sacaba una tarjeta del pequeño bolso de mano.
-Aaron -lo miró con seriedad.
-¿Si?
-Cállate.
Él soltó una risita cuando se abrieron las puertas y salió detrás de ella. Los tacones que llevaba resonaron fuertemente en el suelo y él pensó una vez más en lo poderosa que parecía.
Entró delante de ella, pero apenas había cerrado la puerta, cuando lo empujó contra la pared, reclamando sus labios con avidez.
-Llevo toda la noche queriendo hacer esto -dijo contra sus labios-. Ha sido muy difícil esperar hasta ahora.
-Lo sé. A mí me ha pasado lo mismo -respondió mientras buscaba desesperado la cremallera de su vestido.
Fueron a trompicones hasta la cama, mientras se iban desnudando el uno al otro y apenas sin despegar los labios de la boca del otro. Cayeron sobre la cama, e hicieron el amor con toda la pasión que llevaban dentro y necesitaban desesperadamente compartir entre ellos.
Después de varios meses saliendo en secreto, la pasión del principio seguía presente. Erin era pura vida, un terremoto dentro y fuera de la cama, y eso lo había vuelto loco. Tanto, que se había dado cuenta que se estaba enamorando de ella.
Esa noche había sido una tortura para ellos. Tan cerca uno del otro y sin poder tocarse. Y para él, saber que podía haber tenido que pasar la noche con Shirley Steele estando en una relación con Erin, había sido extremadamente difícil.
Un rato después, yacían desnudos sobre la cama, tapados solamente con la fina sábana. Aaron trazaba patrones sin sentido en el estómago de Erin, haciéndole cosquillas. Tenía los ojos cerrados, pero una expresión de felicidad en su rostro.
-¿Sabes lo que he pensado esta noche? -abrió los ojos y lo miró, instándolo a seguir-. Que serías una magnífica directora. Controlas todo al milímetro, te desenvuelves como nadie entre la gente, tanto que eres capaz de manejarlos a tu antojo sin que se den cuenta. Ahora entiendo porqué se te da tan bien el trabajo de escritorio. Tienes un don natural para tratar con la gente. Serías la mejor directora que el FBI pudiera tener.
Erin se puso de lado y se apoyó en el brazo. Le tocó el pelo con la mano libre. Él pasó a acariciarle el costado.
-¿Eso crees? -señaló divertida. Él asintió-. Y cómo has descubierto que a ti lo que te pone es una mujer poderosa…
-Error -picoteó sus labios-. A mí la que me pone eres tú, no cualquier mujer.
Ella soltó una carcajada y él se enamoró un poquito más si cabe.
-Dime una cosa: lo de esta noche…lo tenías todo planeado desde el principio ¿verdad? No has improvisado nada con Annalise cuando te he hablado del acoso de Shirley Steele.
Erin sonrió con malicia y se sentó sobre él. Lo besó apasionadamente y apoyó sus manos sobre su pecho.
-Aaron, tú mismo lo has dicho antes. Me gusta tenerlo todo bajo control. Y esta noche ha sido divertida, pero…soy un poco celosa ¿sabes? -se acercó a su oído susurrando-. Y te quiero sólo para mi.
Él apartó la melena de su cara y la besó igual que ella había hecho hacía un momento. Erin era una caja de sorpresas, pero tenía razón, había descubierto que le gustaba muchísimo ESA mujer con poder y segura de sí misma.
Fin
