Y mi dicho favorito de hoy: Una raya más al tigre!

Pequeño fic.

Van a ser cuatro capítulos cortos.

Este forma de la serie de Nightmares, espero les agrade.


Flores para She-ra

"La Habitación"


Las flores eran apenas conocidas en la Zona Del Terror, y eso no evitaba que cada cadete conociera su forma general. Las flores eran casi igual de temidas que las princesas, porque las flores eran sinónimo de muerte. De manera literal, aunque nadie supiera cómo ni por qué.

Y se decía que existía una princesa capaz de controlar las flores, que vivía en los Bosques Susurrantes. Los terroríficos, oscuros y desconocidos Bosques Susurrantes. Esta princesa floral era más temida que la misma reina Angella, que era más bien odiada.

Así que las flores eran sólo sinónimo de lo peor, de todo lo desconocido y terrible. Y nada tenía que ver con un castigo: una semana sin comer, aislamiento, correr hasta que salieran ampollas, reventaran y sangraran, para descansar y volver a correr en carne viva, castigos corporales, una incursión en los Bosques Susurrantes. Enfrentarse a un pétalo era tan temido como ser enviado a Isla Bestia.

Los cadetes de la generación de Catra y Adora, habían visto a tres personas diferentes, en momentos distintos, empezar a estornudar y toser para terminar vomitando pétalos.

No se sabría decir qué era lo peor.

El resto de los cadetes de inmediato se alejaban, ni las más directas órdenes eran capaces de hacer volver el orden a las filas de cadetes despavoridos. El pobre diablo se quedaría quieto, en medio de los demás, paralizado, viendo como acababa de convertirse en un paria, con un puñado de pétalos a sus pies.

Como toda enfermedad, inconveniencia o herida dentro de la Horda, era escondida, mantenida en secreto hasta las últimas consecuencias.

Los tres cadetes que se habían ido, habían sido aislados después de su espectáculo de pétalos. Aunque los instructores los tocaban y se acercaban hasta ellos sin miedo, ninguno de los otros cadetes se les querían acercar.

El cadete, el nuevo paria, era llevado lejos y nunca volvía. Algunos decían que era llevado directamente a Isla Bestia, directo al frente, o abandonado en los Bosques Susurrantes.

Era uno de los temas a los que regresaban inevitablemente Catra y Adora cuando todos los demás temas también se agotaban. Por lo menos el miedo a los pétalos siempre era intenso. Era una forma fácil de asustar a Adora.

Incluso había veces en las que la rubia estaba tan estresada por el entrenamiento o las tareas, que para Catra asustarla con una historia de princesas y flores era una manera sencilla de hacer que se olvidara de todo y al final se durmieran, abrazadas.

Una vez Catra realmente lo había echado a perder, no había asistido a uno de los entrenamientos y Shadow Weaver la castigo con cinco días sin comida y sin excusarla de ninguno de sus deberes. Adora había renunciado a la mitad de sus barras para que Catra comiera y al final las dos estaban tan cansadas que eso solo sirvió para que Adora perdiera contra Lonnie. Y por supuesto, sin necesidad de preguntar, Shadow Weaver decidió que Catra era responsable.

—¿Me… llamaste Shadow Weaver?— Estaba temblando pero no acudir a un llamado era mucho peor.

—Adelante, Catra— La voz sedosa no la engañaba —Estoy segura que Adora ha intentado ayudarte de nuevo, y pese a todos mis esfuerzos por evitarlo, lo ha hecho, provocando que no esté concentrada del todo en su entrenamiento— Shadow Weaver apareció frente a Catra desde detrás de la Black Garnet, al lado de su pila de piedra.

Las sombras la rodeaban como fuego enorme y oscuro, haciéndola enorme ante la Catra adolescente.

No había modo de explicar que Catra había rechazado la comida durante 48 horas, pero eso no evitaba nada, porque aunque no comiera nada de Adora, ella tampoco estaba comiendo, en solidaridad. Después de dos días de entrenamiento y quehaceres, su fuerza de voluntad flaqueo. En ese momento, el hambre parecía mucho peor y más grande que Shadow Weaver.

—¡No! No es su culpa. Ella no me ayudo. Yo… atrapé algunos ratones. Adora no tuvo nada que ver— Intentó excusar. Si había algo que Shadow Weaver detestaba tanto como que Adora la ayudara, era que demostrara su parte animal. Por eso le tenía prohibido cazar o comer carne cruda. Catra igual recibiría otro castigo, pero de este modo, al menos Adora no sufriría más consecuencias por la debilidad de la gatita.

—Tus mentiras tontas no importan. La desagradable inclinación de Adora por protegerte no le hará ningún bien, ni a ella ni a ti. Ven conmigo— Las sombras bailaron tétricamente.

Sin poder dejar de tener la cola esponjada y las orejas agachadas, Catra avanzó cuidadosamente hasta la puerta que se había abierto cuando la mujer se acercó a la esquina más oscura y alejada de la gran cámara. Catra sabía que cada panel de metal en los muros, podía ser una puerta y algunas de estas incluso debería llevar a la habitación donde Shadow Weaver dormía. Y al cuarto donde la castigaba en persona si estaba de humor. No sabía si el que no se dirigieran a ese cuarto debía ser bueno o malo.

Esta puerta prometía nuevos horrores.

Catra, abrazándose a sí misma, demasiado asustada de siquiera poner una mueca indolente, entró a la nueva habitación. Un fulgor rojizo emergía de cada arista y juntura en la habitación, que eran muchas, porque la habitación estaba llena de repisas, incluso la pared donde estaba la puerta, todo el espacio restante eran repisas; repisas llenas y llenas de contenedores de cristal, que destellaban desde su interior, y reflejando tenuemente los destellos hasta el infinito entre sí.

Shadow Weaver dejó que sus sombras se desvanecieran y la luz en la habitación ganó fuerza.

Si el pequeño cuerpo de una Catra recién entrada en la adolescencia ya estaba embargado de miedo, se condensó hasta convertirse en puro y primal pánico.

Lo que reposaba dentro de cada contenedor, era el horror mismo vuelto materia, la muerte transformada en objeto y bajo la protección y a disposición de Shadow Weaver: al alcance de sus manos.

La habitación pareció oscurecerse de nuevo, pero solo era la visión de túnel de Catra, que no podía más que ver una flor a la vez.

La luz principal de la habitación era el resplandor rojizo de la Black Garnet, eso lo sabía bien Catra, pero cada flor añadía su propio débil y colorido fulgor. Del blanco al mismo negro, azul, verde, rojo, purpura, rosa. Las flores flotaban a unos centímetros de la base de sus repisas, del tallo les salían unos pequeños hilos extraños y retorcidos, como rayos diminutos congelados. Las flores tenían formas diferentes. Despedían una belleza tétrica y siniestra.

—¿Sabes lo que es esto, Catra?— Preguntó Shadow Weaver con voz firme y aterciopelada, haciendo un gesto que llenaba la habitación.

Catra casi perdía el pelo del susto.

Todo su cuerpo se contrajo en un espasmo doloroso. Tan tensos tenía los músculos, lista para huir o esquivar. Asintió, temblorosa.

—Flo-fl-flo-res— Fue capaz de contestar en un tartamudeo excesivo.

—¿Y sabes de dónde vienen?— El lenguaje corporal de Shadow Weaver indicaba que no la iba a castigar de inmediato. Si contestaba, a lo mejor lograba tenerla tranquila.

—No… Los cadetes… Los otros cadetes dicen que las vomitas y entonces te mueres— Dijo en un susurro.

—Los cadetes mayores inventan historias para asustar a los cadetes más jóvenes, pero tú eres inteligente ¿Verdad? No te creerás eso— Shadow Weaver pocas veces la elogiaba y eso logró calmar un poco a Catra. —Es parcialmente cierto— Dijo deliberadamente —No escupes toda la flor de una vez. Empieza con un solo pétalo, un día de pronto. En unas semanas, o si tienes suerte, en meses, saldrá otro. Y después otro. Cada vez más seguido, hasta que no sea solo uno, serán tres o cuatro, hasta que un día serán demasiados y ya no podrás ocultarlo— Narraba la mujer con frío placer.

Catra podía imaginarse perfectamente a un cadete, estornudando un día cualquiera para descubrir que en su mano o dentro de su casco, un solo pétalo había aparecido, pidiendo que fuera una pesadilla. Muriendo de miedo. Muriendo de verdad. Yendo día tras día, tal vez olvidando al paso de los días, y volver a estornudar, para repetir el ciclo hasta que ya no pudiera pretender. Hasta que no pudiera ocultarlo…

—Cuando alcanzan ese punto— Siguió —Son llevados a aislamiento para ser examinados. Cuando conocemos su estado, son asignados a ciertas labores, que no te incumben— Shadow Weaver se había acercado hasta una flor especialmente grande y hermosa, de un color rojo sangre vivido, envuelta en su delicado fulgor blanco. —Cuando el primer pétalo aparece, todavía hay opciones, pero son muy pocos los que hablan y preguntan, cuando ya son demasiados… La flor crece dentro del pecho, junto al corazón, y sus raíces toman fuerza de éste y los pulmones— Decía mientras señalaba las delgadas ramificaciones con forma de rayo congelado. Hizo una pausa dramática —Una vez ha tomado todo… Mueres. Y esto es todo lo que queda— Las orejas de Catra casi no se le veían de tan apretadas y su cola se había enredado en su propia pierna.

Todas esas flores… docenas y docenas, quizás cientos, en realidad eran soldados y cadetes, que ni siquiera habían caído en gloriosa batalla.

—Hay una opción todavía, después de que son demasiados pétalos… Se realiza una operación para extraer la flor. Es muy riesgosa— Decía Shadow Weaver con aire crítico. —Pero es mejor que ninguna opción ¿No lo crees?— Se inclinó a la altura de Catra, que necesito de todo su autocontrol pero no se movió, y recibió una caricia suave en la mejilla.

—¿Sabes por qué crece la flor en el pecho?— Catra tembló y negó sin poder hablar. —Es una enfermedad, una plaga, que corre entre los rebeldes y sus princesas, con su… amor. Cuando alguien siente amor por alguien más, la flor empieza a crecer. Por eso es importante que no muestren afecto, porque entonces las flores germinan… Si Adora sigue protegiéndote, si haces que siga preocupándose por ti en lugar de permitirle concentrarse en su misión… Tal vez la operación sea muy riesgosa para ella… Pero tú, Catra, eres inteligente ¿Verdad?— Repitió —Nunca amarías a Adora… No quieres morir— Era magistral como con una sola frase la alababa y la hundía, porque tal vez era inteligente, pero era débil. Silenciosas lágrimas caían por las mejillas de quien seguía siendo una niña.

Shadow Weaver todavía tenía su mano fría en la barbilla de Catra.

—Por eso lo más importante para los hordianos es la lealtad— Terminó.

Se deslizó suavemente alrededor de Catra y esta la siguió con la mirada, Shadow Weaver la empujó levemente de un hombro y los pies de Catra se desprendieron del concreto y lejanamente entendió que era hora de irse de ahí, pero apenas se podía mover.

No volvería a hacer que Adora tuviera que protegerla. No dejaría que una flor le creciera en el corazón y se la comiera desde dentro.

Catra se hizo mejor, más solitaria, más arisca, más fría. Pasó sus traumas a solas, en lugares donde ni siquiera Adora podía alcanzarla. Entendió con el tiempo que Shadow Weaver había mentido, del modo más eficiente que conocía, confundiendo la verdad con la mentira. Sabía que no todo era cierto, pero no preguntaría para no llamar la atención. Cubriría su corazón para que ninguna de las dos tuviera que sufrir. Porque de todos modos, Adora era su mejor amiga. Se tenían la una a la otra. Y mientras Catra más se cerraba, Adora más brillaba. Todo estaba bien.

Adora era su amiga. Se tenían la una a la otra, y su lealtad estaba entre ellas y con la Horda. Hasta que ellas llegaran a la cima y no tuvieran que esconderse. Hasta que Catra pudiera contarle los secretos y las medias verdades. Hasta que pudieran ser libres.

Hasta que Catra pudiera decirle a todos que había opciones si hablaban a tiempo. Todo estaba bien.

Todo estaría bien.

Hasta que Adora desapareció y ahora su lealtad estaba con la Rebelión.


N.A.

Listo!

Si les agrada, me encantaría leer su opinión! Y si no, también se reciben críticas :v

P. D.

La actualización de Adora no está llega el domingo y el segundo cap de este, mañana en la noche uwu.

Carpe Diem