Hey. Aquí el segundo cap!

Les agradezco a los que se han dado una vuelta por la historia uwu


Flores para She-ra

"Santuario"


Adora había descubierto tantas cosas en solo unas horas. El mundo entero se le había abierto. Y estaba tan asustada también.

Cuando Bow le puso la flor en la cabeza, gracias a todo su entrenamiento fue capaz de no salir corriendo, pero tiró la flor y la pisoteó, para la consternación de Bow.

—¡No, Adora! ¿Qué haces? Pobrecita, lo siento mucho, amiga flor— Bow sostenía los restos aplastados.

—Pero eso es una.. Flor— Apenas podía decir la palabra. Dijo incrédula. Aparentemente no le pasaba nada a Bow por sostener la flor. Y había más personas con flores en la cabeza y ropa. Nadie parecía sufrir daño alguno.

—Sí, y es de las cosas más bonitas que hay. ¿Por qué hiciste eso?— Le preguntó con ojos llorosos mientras se acercaba Glimmer.

Fue cuando Adora aprendió que las flores en sí mismas no causaban ningún daño. Aunque le seguían causando mucha inquietud. No quería hablar con sus amigos acerca de sus demás problemas en la Horda. Así que cuando le cambiaron la cama de su habitación en Luna Brillante, aprovechó para que se llevaran las flores que adornaban algunos jarrones.

Hasta que llegó a Plumeria.

Se había ofrecido valientemente a ser la guardia de Glimmer y cuidar las provisiones y demás suministros. Tenía cierta curiosidad. ¿Qué tanto sería verdad o mentira acerca de la princesa de las flores, esa que la Horda tanto temía? Encontró que no hacía falta que fuera She-ra para no sentirse amenazada en presencia de la princesa Perfuma, de quien solo recibió elogios y regalos. De todos modos, con tantas flores, se sentía mejor en la piel de una diosa.

—¿Entonces vas a ser She-ra todo el tiempo que estemos en Plumeria?

—Sí, porque Adora no puede hacer esto— Dijo mientras levantaba una de las carretas sin esfuerzo.

No admitiría que lidiaba mejor contra el miedo con la mente de She-ra.

Pronto se demostró que no había sido un error enviar a She-ra a cuidarlos, porque la Horda ya estaba casi sobre el pequeño asentamiento. Adora aprendió más de She-ra y de las princesas en general. Perfuma era toda alegría y positivismo, pero después de la pelea, Adora siguió asociándola con peligro. Esa noche celebraron la victoria en Plumeria. Había otro festival. Representaron gestas épicas de She-ras del pasado para el gozo de Adora. Bow y Glimmer sonreían complacidos de verla mucho más tranquila. Después de cenar, se hicieron diversos grupos, la gente contaba sus propias historias, presumían de sus victorias personales y algunos se preguntaban por qué algunos hordianos habían salido corriendo nada más verlos.

Adora todavía sentía un deje de lealtad hacia sus viejos camaradas, y algo que empezaba a identificar como vergüenza, una emoción que nunca había manejado bien, por lo que no contó el terror que inspiraba Perfuma entre los soldados. Así que se alejó del barullo para rumiar sus diversas emociones. Quizás pudiera golpear algunos árboles y quemar el estrés. Glimmer y Bow estaban muy contentos bailando y disfrutando de otra adición para la Rebelión.

Perfuma estaba revisando todo tranquilamente, le gustaba estar al pendiente de su gente. Notando el desazón de Adora, la siguió hasta perderse detrás de unos árboles. No quería molestar a La She-ra, pero se estaba dirigiendo a un lugar que era mejor dejar tranquilo. Adora se sorprendió de lo callado que se ponía el bosque solamente alejándose unos metros entre los árboles. Se dio cuenta que las ramas formaban una estructura después de unos metros más: una entrada. Se detuvo, insegura.

—¿Te gustaría un ambiente más tranquilo? La fiesta ha durado más que de costumbre— Adora ahogó su susto y le dedicó una sonrisa incómoda a Perfuma. No la había escuchado acercarse.

—No… Solamente necesitaba… uh, ¿Esto es una casa o algo así?— La sonrisa de Perfuma creció y le indicó a Adora que la siguiera hacia adentro. Quizá pudiera mostrarle.

Los árboles crecían más juntos en ese lugar, la clara luz de las lunas no llegaba nítidamente como en el claro principal rodeado de tiendas. Aquí en cambio, pequeños hongos luminosos y otras plantas trepaban por los troncos, proveyendo una luz suave y azulada. Había pequeñas tiendas y otros refugios, pero no se veía nada de sus ocupantes. El ambiente era sumamente tranquilo, tenía algo de nostálgico.

—¿Qué es este lugar?— Ni siquiera un soldado de la Horda, que nunca había conocido lugares naturales y mágicos, podía evitar la sensación de lo arcano. Adora no podía nombrarlo, solo lo sentía en la piel, y dentro de sí.

—Este es el lugar más sagrado de Plumeria… y yo creo que de todos los Bosques Susurrantes— Respondió Perfuma en voz baja y clara, reverente.

—Sagrado…— Adora saboreó la palabra. Significaba que esto era algo importante. Le habían dicho que el deber de la Horda era sagrado y lo había creído. Ahora no solo lo creía, sentía la palabra, con respecto a este lugar. Sabía que lucharía por defenderlo.

Siguieron avanzando y todos los sonidos de la gente desaparecieron, solo la respiración del Bosque las rodeaba. Pasaron un grupo de árboles y Adora vio un árbol inmenso, entre sus raíces retorcidas se alzaban pequeñas cuevas, las cuales estaban llenas de flores. Pero estas flores tenían algo diferente.

Mientras fuera de esta zona, las flores crecían en racimos y juntas las que eran iguales, aquí cada flor era diferente de todas las que la rodeaban y despedían un ligero fulgor propio, que no siempre coincidía con el color de la flor tal cual. Tampoco se parecía a la luz azul de los hongos luminosos.

En uno de los pequeños huecos entre las raíces, Adora vio lo que parecía un montón de… ropa. Sus pupilas se expandieron cuando comprendió que estaba viendo lo que quedaba de un cadáver. La ropa yacía en el polvo, cubriendo los huesos y lo que quedara de la carne. Del pecho surgía una gran flor violeta de destellos rosas y sus raíces se extendían por entre la ropa y una segunda flor salía más arriba, desde la quijada abierta del cráneo que medio ocultaban las hojas del abundante tallo. Adora volteó a ver todas las flores luminosas y su horror creció. Perfuma no pudo prever su reacción y cuando intentó confortar a Adora poniendo su mano en su hombro, Adora lanzó un grito de batalla y la espada salió de ninguna parte.

Adora se detuvo a centímetros de la cabeza de Perfuma, que se había quedado muy quieta.

—Princesa Perfuma… Lo siento tanto— Adora soltó la espada y se dejó caer de rodillas.

Recuerdos de susurros, de cuentos antes de dormir, de pesadillas y viejas leyendas le invadían la mente. Las flores que mataban. La enfermedad de los rebeldes; era cierta. La respiración de Adora era agitada. Perfuma se tragó el susto y se arrodilló al lado de Adora, con suma delicadeza la tomó del antebrazo y Adora se estremeció pero no se movió.

—¿Adora, estás bien? ¿Qué pasa?— La voz de Perfuma era suave y amable.

—Lo siento, es que…

—Puedes decirme… o podemos irnos de aquí— Ofreció la princesa.

—La flor… está muerto… La flor— Era lo único que podía decir.

—Oh— Perfuma se acomodó mejor sobre el lecho de musgo —A veces pasa eso. Es natural. La muerte siempre nos alcanza. Y algunos la vienen a encontrar aquí. Este es un lugar de reposo y despedida, She-ra. Tranquila— Adora escuchaba las palabras pero no podía comprenderlas. La muerte nunca era tranquila. Había que escapar de la muerte. Había que escapar de las flores de la muerte.

—¿No conocías las Hanahaki?— La mirada azul de confusión fue toda la respuesta que necesitaba.

—En la Horda… No hay ninguna flor… casi no hay plantas— Ante eso, Perfuma solamente podía querer llorar, pero guardó sus lágrimas para después.

—She… Adora— Y la volteó a mirar —No hay nada malo en las hanahaki, por eso este lugar es sagrado… y triste. Pero no es malo— Podía ver la incredulidad en el rostro de Adora.

Entonces Adora aprendió.

La gente llegaba desde toda Etheria a Plumeria, buscando el fin o la cura. La Flor de Corazón podía curar a alguien con el Hanahaki dentro, pero era una bendición que no todos conseguían. Las personas que habían perdido a un ser amado, o que no eran correspondidos del modo que necesitaban, germinaban una espina en el corazón, que va creciendo si el amor no es tratado. A veces una vida de entrega a la persona amada, aún sin ser correspondido, era suficiente para paliar la enfermedad. A veces las personas lograban superar el desamor entregándose a otras causas. Y cuando no podían olvidar, la flor los consumía.

La enfermedad no incapacitaba de ninguna otra forma, así que Plumeria acogía a los dolientes, que formaban parte de la comunidad tanto como cualquiera, y ellos trabajaban y vivían en comuna tanto como su tristeza se los permitiera. Cuando sentían llegar el momento, cuando los pétalos eran más abundantes, iban al santuario a pasar sus últimos días, y dejaban que el Bosque los tomara y que su hanahaki se alimentara de su carne. Cada tanto, otros dolientes entraban al santuario y recogían todo lo mundano que quedara de los otros.

Las palabras tranquilas de Perfuma relajaron e inquietaron a Adora por igual. ¿Qué pasaba entonces con los hordianos que escupían los pétalos? Era una de las cosas que imaginaba descubrir cuando ascendiera a Capitán de la Fuerza. Ya no estaba segura de querer saber. Era otra razón más para detener a la Horda. Había empatía, dignidad y posible cura para los pétalos de la muerte. Pero en su antiguo hogar solamente existía el repudio, el asco y el ostracismo.

Recordó a Catra, quien solía espantarla con las leyendas de la princesa flor. Hasta ahora se dio cuenta que había dejado de hacerlo en algún punto.

Catra.

Catra no podía creerlo. Estaba tan asustada. Por sí misma, por Adora. Sino se cuidaba, los rebeldes la contagiarían. Pero eso dejó de importarle cuando estaba cuidando que nadie molestara a Shadow Weaver en otra adoramisión, porque al estar aburrida del otro lado de la puerta, un solo pétalo azul la saludó en su mano después de estornudar.


N.A.

¿Ya saben que esto no puede acabar bien, verdad?

Carpe Diem