Kohaku abrió lentamente los ojos y parpadeó ante la cálida luz que se filtraba por la ventana, mientras sus ojos se acostumbraban a la misma. Se desperezó largamente, la sensación de sus músculos al estirarse al máximo sobre el blando y mullido colchón era agradable y cosquilleante. Bostezó sonoramente, una sonrisa satisfecha creciendo en su rostro, le encantaba despertar de esa forma tan relajada. Un brazo fuerte y pesado se apoyó sobre su cintura, envolviéndola y arrastrándola hacia atrás, hasta chocar contra un cálido y firme cuerpo que la acobijó. Ella prácticamente ronroneó de gusto, esa era otra sensación que no la cansaría nunca, ese fuerte y cómodo abrazo invitándola a seguir disfrutando del comienzo del día, despertando la sensibilidad en su cuerpo ante el roce de su piel contra la de él.

- Buen día –Susurró una voz acaramelada y a la vez ronca contra su oído, estremeciéndola agradablemente cuando la respiración caliente le cosquilleó la nuca.

La rubia se giró para quedar de frente y devolver el saludo mañanero. Otra de las cosas que se habían convertido en sus favoritas al comienzo del día, era encontrarse con el apuesto rostro y la siempre cálida mirada entrecerrada de esos ojos esmeralda, la sonrisa seductora de los labios cincelados y tersos que el sólo recuerdo de los diestros que eran la sonrojaban a toda hora. Aunque no era sólo una cara bonita -además de su cuerpo escultural-, Stan era un hombre de muchos talentos, y con quién ella compartía muchos días y noches junto a él, su pareja desde hacía medio año.

En ese día estaban en la cama de él, en una modesta casa cómoda y sencilla, a menos de un kilómetro de la base principal del reino científico. Los días en ese entonces eran pacíficos, aunque trabajosos, mientras todos y cada uno de los habitantes, así como el resto del mundo cooperando en conjunto se dedicaba día tras día a seguir reestableciendo y haciendo avanzar el que todavía por costumbre se llamaba "mundo de piedra". De lo primitivo y sencillo había quedado poco, las ciudades ya tenían una arquitectura y disposición muy parecida a lo que era el siglo XXI, incluso con algunos edificios y construcciones altas, aunque las zonas residenciales todavía eran casitas en la que vivían personas solas, parejas y familias completas. Para ese entonces ya había también algunos hospitales, escuelas, laboratorios, y centrales de policía y defensa, entre otros.

- Buen día –Le devolvió el abrazo, sonriéndole animada– ¿Dormiste bien?

- Contigo siempre, aunque es más la calidad que la cantidad de horas, nada mal.

Kohaku rió, sonrojada, no podían faltar los picantes y juguetones comentarios de Stan cada mañana. No sabía si todos los hombres eran así, pero era una característica del estadounidense, siempre tenía algún comentario o broma astuta o provocadora.

- ¡Ja! Anoche dormimos bastante, no trasnochamos tanto como otras veces.

- ¿Me estás diciendo que estoy perdiendo mi toque? –Preguntó, alzando una ceja.

- Lo dijiste tú, no yo –Bromeó, y recibió una sensualmente peligrosa mirada– ¿Quieres desayunar?

- Por supuesto, me despierto con hambre.

- Bien, voy a prepararlo.

Kohaku se sentó en la cama, pero antes de levantarse Stan le agarró la mano, llamándole la atención, y jaló para hacerla caer nuevamente sobre el colchón, ágilmente girando para quedar encima de ella. La forman en que la miró tuvo la reacción inmediata de provocarle una ola de calor que le recorrió el cuerpo entero, conocía muy bien esa mirada.

- ¿A dónde crees que vas? –Preguntó el soldado, con voz rasposa– El desayuno ya está servido, lo tengo delante de mí.

- Oh...

Desde que salía con Stan, Kohaku tenía siempre una sonrisa plantada en el rostro, y un ligero sonrojo solía teñir sus mejillas cuando caminaba por las calles o cuando volvía a cruzar su camino con él, y era que le costaba quitar de su mente las imágenes y sensaciones que le quedaban luego de pasar el día o la noche con ese hombre tan seductor. Claro que eso no era todo lo que hacían, también solían pasear y trabajar juntos, y las siestas más ricas que se hacía en los días de descanso eran con él. Aunque eso no quitaba lo insaciable que Stan era, había aprendido en modalidad intensiva con él lo que era estar en pareja, al menos en la parte íntima.

Habían empezado a salir después de la primera boda de Taiju y Yuzuriha, esa celebración había sido muy bonita y emotiva, todos habían sido invitados y se habían vestido para la ocasión. Durante la animada fiesta después de la ceremonia, entre bromas y diversión, había surgido un juego de alcohol y confesiones, en el cual Stan dijo sin timidez que encontraba muy interesante y atractiva a Kohaku. Luego de eso, Gen no perdió la oportunidad de preguntar a la rubia si le aceptaría una cita al soldado si él la invitaba, a lo que ella contestó con mucha confianza que lo haría. Fue irresistible para el mentalista y para Ryusui hacer bromas y guiños para acercar a los dos, hasta que Stan sacó a bailar a la joven, y dio el paso de volver realidad la propuesta.

La química y el buen complemento entre ambos era evidente, a pesar de que el estadounidense era más reservado y calculador, mientras que Kohaku más extrovertida e impulsiva, pero ambos eran directos, sencillos y recibían las provocaciones y desafíos de buena gana. Stan fue el que dio el primer paso en buscar algo más que una amistad y besarla, mucho más experimentado en el lado romántico, y la rubia lo aceptó y le correspondió, por lo que poco a poco empezaron a verse más seguido y las cosas se fueron poniendo más intensas y fogosas hasta que compartieron su primera noche juntos.

Stan había sido el primer hombre con el que Kohaku había tenido una experiencia romántica, tanto de besos como de intimar, se llevaban tan bien y lo pasaban muy a gusto, que la rubia no tardó en tener sentimientos más profundos por él, por más que no lo hubiera admitido nunca en voz alta, al menos no al soldado, sus únicas confidentes eran Ruri y Nikki. Su relación no era secreta, aunque tampoco habían hablado o confirmado un noviazgo formal, lo que llevó a algunos a darlo por sentado cuando después de medio año seguían juntos y se los veía tan bien.

Unos días después, Kohaku se despertó con una gran sonrisa. Finalmente estaba listo el regalo de cumpleaños que había planeado darle, aunque se había enterado de sorpresa el mismo día que Stan cumplía años, por lo cual estaba por entregárselo un mes más tarde. Había visto que el soldado disfrutaba de beber cerveza y siempre se le iluminaban los ojos cuando podía tomar un buen vaso, por lo que le pidió a Senku y François si la ayudaban a hacer una buena cantidad de forma casera como habían hecho una vez, y así regalarle el barril entero. La bebida había quedado muy buena, y en secreto Kohaku le pidió a Xeno que la saboreara, para ponerla a prueba al paladar estadounidense. El científico admitió que tenía un gusto muy elegante, a pesar de que él no era un gran bebedor de cerveza, lo cual alivió y entusiasmó a la rubia.

El plan iba a ser ir a buscarlo una mañana a la casa, para llevarlo de sorpresa a uno de los bares que Ryusui había construido, donde se estaba almacenando bien fría y lista para tomar. Era bien temprano en la mañana, sabía que Stan era un madrugador nato por costumbre, por lo que despertó con los primeros rayos de sol, se vistió y desayunó antes de salir. Caminó a paso rápido de lo entusiasmada que estaba, ya podía imaginarse la expresión de asombro y felicidad de él, que además solía ser atento y cada tanto le regalaba algunas cosas bonitas a ella.

Dobló en la esquina de la calle donde vivía el estadounidense, y sonrió cuando vio justo la puerta de su casa abrirse, y estuvo a punto de trotar para llegar más rápido, pero se detuvo bruscamente y quedó muy quieta al encontrarse con una escena que no esperaba: Una mujer desconocida estaba saliendo de la casa de Stan, seguida por él, y se detuvieron en la puerta para despedirse. Kohaku tuvo una sensación incómoda que no le gustó, aunque trató de ignorarla, hasta que de pronto sintió un intenso calor y un retorcijón en el estómago, con una expresión boquiabierta, cuando la mujer sonrió y se puso de puntillas para darle un beso en los labios. Podría haber pensado que era un atrevimiento solamente de ella, pero lo que le presionó horriblemente el pecho fue que Stan no se hizo a un lado, y le mostró una pequeña sonrisa, guiñándole el ojo y despidiéndola así.

El corazón de Kohaku martilló con fuerza contra su pecho, no podía creer lo que había presenciado. ¿Quién era ella, y por qué estaban besándose tan tranquilos? La rubia sintió su garganta cerrarse con una fea angustia, mientras sólo podía pensar en la traición que eso significaba. Sus pies se negaban a moverse, aunque tampoco lograba decidirse entre ir a encarar a Stan, o salir corriendo de allí, necesitaba una respuesta, pero no estaba segura de querer oírla. Justo cuando optó por la última opción, por primera vez necesitaba tranquilizarse y pensar en frío antes de actuar, el soldado miró en su dirección antes de cerrar la puerta, y él también se detuvo y se quedó muy quieto por unos segundos, hasta que se decidió por dar unos pasos hacia ella.

- Kohaku... –Dijo Stan con una expresión preocupada, levantando una mano en un gesto anticipado de que ella esperara antes de reaccionar.

- ¿Por qué...? –Musitó la rubia en respuesta, la sensación opresiva en su garganta no la dejó hablar más alto. Cuando él se frenó a una distancia prudente, se esforzó por hacer la pregunta que más le dolía hacer– ¿Ella es una novia a escondidas que tienes?

- ¡No! No es así para nada, ella no significa nada para mí –Se excusó.

- ¿Nada? –Preguntó contrariada– Salió de tu casa a primera hora de la mañana, se besaron, le sonreíste muy a gusto, lo vi. ¿Te... te acostaste con ella? ¿Lo hicieron?

Stan no iba a mentir, por lo que la miró a los ojos con seriedad antes de asentir.

- Eres un maldito... ¿Cómo pudiste traicionarme así? –Susurró con ira contenida, mientras los ojos se le llenaban de lágrimas, no sabía si estaba más dolida o enojada.

- ¿De qué hablas? No te traicioné.

- ¿No? ¿No, dices? –Replicó, indignada– Estamos juntos hace meses, y te encuentro besándote y que te acostaste con otra mujer. ¿Cómo le llamas a eso?

- Tú y yo no nunca hablamos de una exclusividad, Kohaku –Se defendió Stan.

- ¿Una qué? ¿Exclusividad de qué...?

- De relación, de no estar con otras personas. No somos novios.

- ¡Se supone que eso es lo normal cuando sales con alguien por meses! –Gritó en respuesta, sin poder creer la desfachatez de Stan.

- No para mí, ni para mucha gente que nació en el mundo moderno. De todas formas, ya te lo dije, es sólo una mujer con la cual tuve sexo una vez, nada más, y no voy a volver a verla.

- Eres de lo peor, maldito –Gruñó con rabia, odiando sus propias lágrimas por mostrarse dolida, cuando él no se veía ni un poco arrepentido– Y yo, toda feliz de que venía a sorprenderte con un regalo bonito que le puse tanto empeño en preparar, mientras tú estabas en la cama con otra mujer... Qué tonta fui en dejarme llevar, por pensar que...

Ese pensamiento le hizo un agujero más grande y doloroso en el pecho, la sola imagen de Stan besando, acariciando e intimando con otra mujer en la misma cama en la que ellos dos solían estar juntos haciendo eso, además de compartir otros bonitos momentos. Otra duda asaltó su mente, una que no quería ni imaginar, pero tenía que saberlo de una vez.

- ¿Es la primera vez que lo haces?

Bastó ver al rubio apretando los dientes y sin negarlo al instante, para saber la respuesta. Eso fue demasiado, simplemente demasiado. Se tapó la boca para contener el sollozo que amenazaba con salir, horrorizada, y sólo pudo dar unos rígidos pasos hacia atrás, antes de que su cuerpo la urgiera a salir corriendo de allí, y así lo hizo.

- ¡Kohaku, espera! –Exclamó Stan, echando a correr detrás de ella.

- ¡No! ¡Aléjate de mí! ¡No quiero volver a verte! –Gritó, sin detenerse.

- ¡Por favor, escúchame, no es como lo piensas!

- ¡NO ME TOQUES, MISERABLE! –Rugió, dándole un fuerte manotazo cuando sintió que él le había rozado el brazo casi alcanzándola, y dio un salto muy alto para trepar a un tejado, lejos de su alcance.

Kohaku corrió a toda velocidad, mientras las lágrimas caían por su rostro, liberando todo su dolor y bronca. Aunque le faltara el aire por la opresión que sentía, no dejó de correr, además que percibió con toda claridad que Stan seguía corriendo detrás de ella, siguiéndola a nivel del suelo. Su corrida encontró el final cuando llegó a una plazoleta, y se topó con Tsukasa, que estaba justo pasando por allí y ya se había alarmado al verla correr así, huyendo de Stan.

- ¿Kohaku? ¿Qué...?

- ¡Tsukasa!

El luchador no alcanzó a preguntar, cuando la joven se refugió en él, jadeando para recuperar el aire mientras trataba de controlar las emociones que sentía por la traición. Vio al soldado dejar de correr, aunque acercándose con cautela, y el instinto de proteger a su amiga lo hizo mostrarse imponente y de frente al otro, mientras abrazaba bajo su capa a Kohaku para mantenerla segura, al menos hasta saber qué había sucedido. Ella no era una chica débil, y nunca la había visto llorar así.

- Mantente alejado, Stanley –Ordenó con firmeza, alzando su puño en advertencia.

- No te metas en lo que no te incumbe, Tsukasa. Quiero hablar con Kohaku.

- Me incumbe desde el momento en que la vi huyendo de ti, llorando. Y tal parece que ella no quiere hablar contigo, o no estaría huyendo, así que voy a protegerla de que la agredas.

- ¿De qué mierda hablas? No voy a lastimarla, no soy así.

- ¿Que no me lastimarías...? ¡No con golpes, quizás! ¡Maldito! –Exclamó la rubia.

- Kohaku, ¿qué sucedió? Explícame para que pueda entender y ayudarte.

La joven dudó por un momento, era vergonzoso tener que contar algo así cuando ya era evidente que se estaba armando una escena y la gente cerca miraba con curiosidad. Confiaba mucho en Tsukasa, por lo que le contó en un susurro, sólo para que él oyera. Los ojos del castaño se abrieron mucho en un principio, y luego fulminó con la mirada al soldado, sus ojos cobrizos juzgándolo ya que podía entender los sentimientos de su amiga.

- ¿No lo niegas, Stanley? –Preguntó muy serio.

- No, pero no es como ella está pensando, y quiero explicarle.

- No creo que haya una explicación posible que te exima de tu infidelidad y de lo que la lastimaste con eso.

- No fue una infidelidad si nunca acordamos estar en una relación formal –Se defendió Stan, enojándose otra vez con eso.

- Fue la intención de una, Kohaku no sabía de eso, no fue algo que hubieran acordado tampoco. No la dejaste elegir si quería estar contigo en esas condiciones.

- Oh, ¿quién te crees que eres para darme sermones? No te metas, no es tu pareja. Por eso es que quiero hablar con ella como adultos, no contigo, no eres su padre.

- Pero soy su amigo, y sé que Kohaku es una mujer con un gran corazón, muy bella, y que no merece ser el plato de segunda mesa de nadie.

- No la considero así, es todo lo contrario.

- ¡Mentiroso! –Intervino Kohaku, que se había emocionado con la forma en que Tsukasa la había valorado– No te atrevas a decir eso, cuando estuviste con varias mujeres, lo admitiste. ¿Cuánto más hipócrita piensas ser?

Stan iba a replicarle, cuando el pelilargo estiró una mano para ponerla en medio de él y Kohaku.

- Déjala sola, Stanley. Ya hiciste suficiente, respétala si no quiere hablar contigo ahora.

- Kohaku, lo haré sólo si me das tu palabra de que lo hablaremos más tarde –Concedió el soldado, más calmo– No te voy a perseguir, tú ven a buscarme o mándame a llamar, por favor. Quiero arreglarlo, de verdad.

- Me cuesta creerlo cuando no te veo ni un poco arrepentido, sigues defendiéndote y creyéndote inocente. No oí tus disculpas ni una vez, ni una, en todo este rato. No te importó lastimarme.

- ¡Sí que lo hizo! ¡Por eso es que quiero hablarlo!

- Eres demasiado orgulloso.

- Kohaku, de verdad lo digo –Se llevó la mano al corazón, mirándola a los ojos– Perdóname, sé que no estuvo bien, pero no lo hice para lastimarte adrede, simplemente tenemos costumbres muy distintas, y no lo habíamos hablado antes, en eso Tsukasa tiene razón. Por favor, hablemos luego. ¿Puede ser?

La rubia lo miró fijo, y al fin empezó a reconocer en los ojos esmeralda del estadounidense un poco de lamento sincero, podía sentirlo, aunque no iba a dejárselo pasar tan fácil. Respiró profundo, considerándolo, y al fin asintió brevemente. Si trabajaban juntos y vivían en la misma ciudad, tampoco podría ignorarlo por siempre.

- Gracias. Y perdón, tampoco quise asustarte –Se disculpó, alzando las manos en un gesto conciliador– No quiero dejarte así, pero entiendo que no quieras verme. Te estaré esperando, Kohaku.

Sin más, para demostrar su buena predisposición, Stan miró a Tsukasa de reojo y luego se dio la vuelta, caminando con pesar de regreso, dedicando su mirada más fea e intimidante a quiénes lo regresaban a ver con curiosidad. Mierda, eso había estallado de la peor forma posible, no tenía dudas de que no tardaría en circular y con el chisme pronto lo sabrían todos, y sin dudas buena parte iba a juzgarlo igual que Tsukasa. Se jaló el cabello hacia atrás, reconociendo cuánto la había cagado. Una parte de él seguía pensando que en otro tiempo y lugar no hubiera sido un problema tan grande, a lo sumo un disgusto y tener esa charla para aclarar, pero por otro lado había empezado a sentirse culpable al reconocer que Kohaku venía de una generación mucho más primitiva e inocente, en la cual seguramente no conocían esas condiciones de relaciones abiertas hasta que alguno declarara sentimientos más profundos como para decidir ponerse en una relación de noviazgo más comprometida.

Regresó a su casa con mucha amargura, de seguro ese sería un día muy pesado y complicado, mientras esperaba que Kohaku se tranquilizara para poder explicarse. Para colmo, recordó en ese momento que la joven le había dicho que había preparado un bonito regalo para él, y eso le carcomió con curiosidad y una mayor culpa. Ese día, de entre cualquier otro, tuvo que encontrarlo con otra mujer. No iba a victimizarse, lo había hecho en plena consciencia por más que hubiera sido sólo porque la mujer lo había encarado con atrevimiento, asegurándole una candente noche, y él se había dejado llevar. Kohaku, por mucho que la apreciara, no habría podido hacer ni la mitad de las cosas atrevidas que la mujer sí hizo y se dejó hacer, justamente por lo que él la cuidaba y respetaba, la acompañaba en ir a su ritmo, todavía era muy dulce e inocente. Esa maldita descarga y satisfacción sexual de seguro le iba a costar muy caro.

Por su parte, Kohaku logró tranquilizarse gracias a la compañía y consuelo de Tsukasa, que la llevó a un lugar menos concurrido para dejarla desahogarse. Agradeció mucho el apoyo y la protección que el luchador le había dado, y las bonitas palabras con que la había reconocido. Le pidió que avisara a los demás que ese día no iba a ayudar ni trabajar, que se sentía descompuesta, ya que no tenía ganas de ver a nadie ni dar más explicaciones, estaba muy desganada. Tsukasa accedió, y la acompañó a la casa para garantizar que volviera tranquila, antes de seguir su camino.

Nunca en la vida Kohaku se había sentido tan mal por tantas horas, la tristeza y la bronca no parecían querer irse en todo ese día, ni un bocado pudo comer, y no podía evitar que la sensación de traición le provocara un agujero en el pecho, haciéndola volver a derramar lágrimas. Para colmo, su mente era demasiado cruel con ella, y no dejaba de mostrarle recuerdos de los bonitos momentos que había compartido con Stan, se preguntaba con angustia por qué tenía que pasarle a ella, que no había hecho más que confiar y entregar su corazón y su cuerpo al hombre por el que sentía más de lo que nunca había sentido antes por nadie.

Por momentos también se sentía demasiado tonta e ilusa, podía ser hasta obvio que un hombre tan apuesto y más "adulto" como era Stan, además de su evidente experiencia y pasión en la intimidad, era codiciado por muchas mujeres, y quizás él no quería contentarse con una chica simple e ignorante como ella, que apenas podía seguirle el ritmo en la materia y todavía se sonrojaba cuando él era más sensual o atrevido. Quizás por eso había buscado a otra mujer que pudiera satisfacerlo más. Lo único que tenía que reconocerle, y que por eso también le gustaba tanto, era que el estadounidense era muy gentil y considerado, cuando tenían citas o cuando intimaban, él hacía todo por complacerla, primero ella, su satisfacción y comodidad, siempre era paciente y le sonreía para animarla o desafiarla juguetonamente. Sí, quizás era demasiado bueno para ser verdad, y por eso no pudo ser cómo ella quería imaginar que siguiera así. Había sido como una polilla que se había acercado demasiado a la luz, y en su ignorancia se había quemado.

Luego empezó a enojarse consigo misma por estar hecha un ovillo en la cama, ella no era así, no tenía sentido lamentar algo que no podía cambiar. Tal vez sólo tenía que aceptar los buenos momentos que había pasado con Stan, y seguir adelante, algún día conocería a un hombre que sí la valorara, respetara y quisiera con todo su corazón, que no quisiera ni mirar a otra mujer, tal como había dicho Tsukasa. Ese pensamiento le dio un poco más de fuerza, y se obligó a levantarse. No tenía mucha energía, pero se esforzó para entrenar por su cuenta, le serviría para descargar lo que quedaba de su frustración.

A pesar de que había accedido a escuchar a Stan, no se sintió del todo lista para enfrentarlo y volver a abrir su herida, por lo que dejó pasar varios días, que se convirtieron en una semana. El pesar no terminaba de abandonarla, y se maldecía por eso, no podía entender por qué no podía simplemente olvidar y dejar atrás al maldito soldado. Odiaba tener esa pequeña esperanza de que él se sintiera profundamente arrepentido y le ofreciera volver a estar juntos, sin más engaños ni otras mujeres de por medio. No podía mentirse a sí misma, lo que más quería era que eso sucediera, por más que no sabía si se estaba correspondiendo con migajas. Quería a Stan, más que a su propio orgullo por haber sido traicionada por él. Y más que sólo quererlo, la pura verdad era que estaba enamorada de él, pero se sentía muy vulnerable de ser la primera de los dos que lo admitiera en voz alta.

Durante ese lapso, el estadounidense apenas podía manejar la bola de ansiedad e inquietud que sentía, mientras esperaba en vano ese aviso de Kohaku para que volvieran a hablar, tampoco le había visto ni la sombra. Cada día había sido más pesado y oscuro que el anterior, estaba fumando más cigarrillos que nunca, tanto que Xeno lo regañó porque había consumido unas cuatro cajitas por día, lo cual era mucho incluso para él. Como temía, muchos se habían enterado del escándalo, y aunque a él no le importaba que lo miraran con malos ojos, era una molestia tener que caminar todos los días con la sensación de tener que dar explicaciones, no a Kohaku solamente, a quién quería dárselas, sino a los demás.

También estaba molesto con la presión en su estómago, cada día la pena y la culpa haciéndose más grande, preguntándose si por ese estúpido y desconsiderado error tendría que olvidarse para siempre de Kohaku. No quería, había algo que le hacía desear volver con ella, esperar y esperar, hasta tener la chance de volver a hablar y tratar de convencerla de que le diera otra oportunidad, la haría valer. En esa semana no se había acercado a otra mujer ni siquiera por descarga o para liberar su frustración, simplemente no le apetecía ver a otra mujer, incluso sentía cierta repulsión cuando alguna se le acercaba, sabiendo de su posible "separación", para seducirlo.

Dormía poco y mal, revolviéndose en la cama con frustración por el insomnio, la comida le sabía insípida y tampoco tenía mucha hambre, además de que andaba con un humor de perros que provocaba que casi nadie quisiera acercarse a él. Nadie, excepto Xeno, que le ofrecía su silenciosa compañía mientras trabajaba, y veía de reojo cómo su amigo se iba consumiendo. No quería meterse a menos que Stan se lo pidiera, lo cual tampoco sucedía porque su compatriota estaba más huraño que nunca, hasta que un día fue más claro que el agua cómo el soldado rumiaba con sus pensamientos y trataba de buscar una solución que no encontraba, haciéndose preguntas sin encontrar las respuestas.

- Stan, no puedo verte más así –Resopló, cuando lo vio prender el tercer cigarrillo en veinte minutos durante esa mañana.

- No me mires entonces, Xeno –Replicó con un gruñido.

- ¿Puedo hacerte una pregunta? Quizás ayude a aclararte.

- Hasta que te dignaste a hacerlo, lo estabas pidiendo a gritos. Dispara.

- Stan, ¿te importa Kohaku?

- Por supuesto que me importa –Lo miró como si su amigo lo hubiera tratado de tonto– Lo pasamos muy bien juntos, es una buena chica, es con quién más me gusta estar.

- Entonces, ¿por qué estabas con otras mujeres también?

- Porque disfruto mucho el sexo, nada más.

- ¿Y no podías practicarlo con la misma mujer, simplemente?

- No lo haces con todas igual, esa es la gracia. Con Kohaku no está nada mal, pero no tiene mucha experiencia. Las otras mujeres son del mundo moderno, y no son nada tímidas, saben perfectamente cómo tocar y qué hacer con un hombre. Y no se niegan a nada.

- Stan, eso ya es una excusa poco elegante –Dijo Xeno, frunciendo el ceño– La experiencia viene con la práctica, y el conocimiento es otra cuestión aparte. Lo puedes resolver con teoría anatómica, qué es y cómo funciona cada cosa, y por otro lado es la comunicación de que le digas qué te gusta y qué no en el sexo, cómo tiene que tocarte o lo que sea. Si Kohaku carece de ese saber, puedes iluminarla un poco, si te interesa estar con ella más que con cualquier otra.

- Xeno, a ti te encanta hablar, pero no quiero hacer una clase de anatomía de cada cogida, prefiero ir al grano.

- Pueden hablarlo antes, o resolverlo en un solo encuentro con ese objetivo, tampoco eres una enciclopedia a conocer –Se mofó el científico– Estoy seguro que tú te tocas de una forma mucho más básica que la que pretendes exigirle a tu pareja.

- Bueno, por algo hay una diferencia entre jalármela solo, y tener sexo con otra persona.

- Ciertamente, pero me parece que sólo estás tomando el camino fácil y a tu conveniencia. Kohaku resultó emocionalmente herida, y tú tampoco eres indiferente, ya casi no te reconozco, no eres el elegante Stanley Snyder que conozco desde que tenemos diez años. Algo tienes que cambiar si quieres que funcione. Vuelvo a preguntártelo, ¿por qué no estar sólo con ella?

- No lo sé, no lo había considerado tampoco –Reconoció Stan, frustrado– Supongo que me siento un poco presionado a que se vuelva demasiado formal de pronto, para la mente de los aldeanos de aquí, un noviazgo y casarse está a un paso de distancia, ya siento esa mirada cuando su hermana o su padre nos ven juntos. Quiero disfrutar la vida y ser libre, ahora que puedo.

- No sabía que casarse con la persona que se supone que más amas en el mundo podía causar tanta desdicha –Replicó Xeno con sarcasmo.

- Ya sabes que no quise decir eso, no me jodas.

- Entonces te hago otra gran pregunta. ¿Estás enamorado de Kohaku? ¿La amas?

Stan se quedó en silencio un momento, con una expresión contrariada en el rostro.

- No lo tengo claro, ese es el problema. No sé si es amor, no tengo una novia formal hace más de diez años, y cuando la tuve era un mocoso hormonal que apenas sabía nada de la vida, el resto de mi vida fue lo mismo que esto, o peor, porque ni siquiera tenía una favorita, ninguna estaba en mi cama más de una semana –Suspiró– Me gusta Kohaku, cuando estoy con ella me olvido de lo demás, también pienso en ella cuando no nos vemos, o a veces me encuentro con algunas cosas y pienso "esto le gustaría", o de llevarla a algún lado nuevo que la emocione. ¿Pero eso es amor? Joder, esta semana apenas pude ocuparme de mí, de tanto que pensaba en ella, es insostenible. Admito que no sé diferenciar si eso es porque me gusta y la aprecio, o si la amo, más allá de la culpa que ahora siento.

- Podrías preguntarte cómo crees que sería tu vida sin ella. Si crees que te da más o menos lo mismo, rompieras con ella y sigues tu vida, ¿cómo te haría sentir eso? Si sólo te gusta, lo superarás luego de una pequeña desilusión. Si la amas, no creo que te sea tan ligero el proceso.

- Hmm, es buena.

Xeno se quedó callado, guardándose para sus adentros la observación de que lo que Stan estaba haciendo y sintiendo, estaba mucho más cerca de la segunda opción, no tenía que pensarlo tanto para darse cuenta. Tampoco quería presionarlo, menos aun cuando su amigo había abierto su corazón y expuesto sus dudas más claro que nunca, era raro que él hiciera eso, era signo de que estaba desesperado.

- Oye, Xeno... ¿Es demasiado cretino si voy a buscarla yo, en lugar de seguir esperando?

- No diría cretino, pero no es elegante.

- No aguanto más esta espera, y cada día que pasa, o ella me odiará más, o se estará olvidando de mí. Quiero hablar antes de que alguna de las dos, o las dos, sucedan.

- Escríbele un mensaje, y entrégaselo bajo la puerta de su casa. Si está dispuesta a hablar, que deje alguna señal para indicarte que eres bien recibido. Si no, te vas y esperas.

- Me gusta, nada mal –Asintió, sorprendido de que no se le hubiera ocurrido antes– Gracias Xeno, me siento más aliviado.

- ¿Puedo decirte algo más, Stan?

- Vienes con buena racha, así que suéltalo.

- Encuentro a Kohaku una joven muy elegante, de verdad espero que tarde o temprano se arreglen. Te hace bien estar con alguien como ella, puede que tú no lo veas, pero sonríes más de lo que te he visto hacerlo en años. Y fumas menos... O solías hacerlo antes de esta semana, lo sé porque yo recibo tu compra de la producción de cigarrillos. Es decir, estás menos ansioso y más feliz cuando ella está cerca de ti.

Stan no pudo contestar nada a eso, ya que una nueva sensación lo invadió, una que se sentía como un cañón de plomo atorado en su garganta, y su mirada se opacó.

- Entonces puede que no sólo la haya lastimado mucho a ella, sino que arruiné mi propia esperanza de disfrutar de una buena vida, por una calentura –Murmuró, sin poder levantar la mirada, le empezaban a escocer los ojos, y no era por el humo.

- ¿Estás arrepentido, Stan?

- Lo único que deseo con demasiada frecuencia es que tú y Senku hubieran terminado ya esa máquina de tiempo de ciencia ficción en la que están trabajando, para volver al pasado y no cagarla –Soltó con frustración– ¿Y sabes qué es lo peor? No sé de qué iba, pero esa mañana ella había venido a verme para darme un regalo en el que parece que se dedicó mucho. Eso me remuerde la consciencia el doble.

- Ah, eso –Dijo Xeno con una mueca– Sí, lo sé.

- ¿Lo sabes? –Preguntó sorprendido Stan, abriendo mucho los ojos– ¿Cómo lo sabes?

- Porque me lo mostró, y me pidió que lo probara para saber si iba a gustarte, a pesar de que ya estaba hecho y no había oportunidad de cambiarlo. No quiero hacerte sentir peor, pero fue un elegante y considerado regalo, fue muy atenta contigo.

- No... –Murmuró el soldado, tragando duro– Dime qué era.

- No sería elegante que arruinara la sorpresa, y la confianza del secreto.

- Xeno, es posible que Kohaku no quiera saber nada más conmigo, estoy casi seguro que no voy a recibir ese regalo. Prometo no decir nada, pero necesito saberlo.

El científico hizo una mueca, y ante la mirada suplicante de su amigo, cedió.

- Después de enterarse de tu cumpleaños, pasó un mes entero haciendo ella sola todo un barril de cerveza para ti, obviamente con las indicaciones de Senku y de François, además de mi aprobación. Y debo admitir que estaba acorde al exacto gusto tuyo, no sé si fue casualidad o no, pero fue todo muy elegante.

Stan quedó boquiabierto, con una mezcla de emociones entre que el corazón se le aceleró hasta sentirlo latir en sus oídos, y que sintió su alma caer hasta el piso. No pudo contestar nada, y sólo cerró los ojos por al menos un minuto entero mientras procesaba la magnitud de lo que había escuchado, sintiéndose más miserable, egoísta, y culpable que nunca. Cuando volvió a abrir sus ojos, tampoco pudo emitir palabra, y simplemente se dio la vuelta y salió de allí en silencio, su mandíbula tan apretada que podría partirse sus propias muelas.

Fue hasta su casa para escribir la nota que iba a dejarle a Kohaku para que ella considerara aceptar esa posibilidad de conversar, tenía que pensar sus palabras con cuidado. Caminó hasta la casa de ella, pasó la nota por debajo de la puerta, y justo cuando empezaba a irse levantó la mirada y la vio en la esquina de la calle, quieta y cautelosa, era evidente que había estado a punto de escurrirse para no ser vista, aunque no llegó a hacerlo. Stan no supo si darse la vuelta e irse, dándole espacio, o si acercarse para dar su explicación de por qué estaba allí. Sin embargo, para su sorpresa fue ella la que empezó a acercarse, con una expresión seria en el rostro.

- ¿Qué dejaste en mi casa? Te vi –Preguntó, su tono duro.

- Hola, Kohaku –Si ni siquiera ella lo había saludado, no era buena señal– Solamente una nota, para preguntarte si había posibilidad de tener esa charla pendiente, pero sin presionarte... Ya lo verás, cuando la leas.

- Hmm.

- Me voy, quédate tranquila.

- Espera, Stan. Si viniste hasta aquí... Tampoco podemos alargar esto demasiado. Hablemos.

- ¿Segura? No quiero que...

- No estoy segura, pero ya es hora de hacerlo, o esto será interminable.

Entraron a la casa de la joven, Stan a la espera de ver qué hacia ella, y cómo sólo se quedó parada cruzando los brazos, la imitó, aunque con los brazos en una actitud menos defensiva.

- Voy a dejarte algo en claro desde el principio, Stan –Advirtió Kohaku con un tono duro– Si no di lugar a esta conversación antes, es porque no sé si estoy lista para perdonarte. Me lo he preguntado varias veces, y hasta lo consideré mucho en el caso de que estuvieras honestamente arrepentido, pero... Tan sólo recordar lo que hiciste, esas malditas imágenes que me llegan y el hecho de que no hayas dicho nada de que algo no andaba bien entre nosotros como para que te hubieras acostado con otras mujeres, todavía me duele demasiado como para darte tan fácil otra oportunidad.

- Entiendo –Dijo Stan en voz baja, sintiendo su corazón comprimirse al tener en parte su respuesta– Igual tengo que decírtelo, realmente lo lamento, lo lamento con todo mi ser. Sólo hay verdad en decirte cuan arrepentido estoy de haberte causado ese dolor y de traicionar tu confianza, no te lo mereces, pero no puedo deshacer mis acciones, lo hecho, hecho está, y tengo que responsabilizarme por eso.

- El otro día no estabas nada arrepentido, incluso dijiste que como no éramos novios, no hiciste nada malo –Replicó, frunciendo el ceño.

- Lo sé, y eso es parte de lo que vengo a explicarte, pero en ese momento no alcancé a ver y sentir muchas cosas que me pasaron en esta semana. Ya dijiste que no vas a perdonarme, al menos no hoy, por lo que no insistiré sobre eso... Pero sí quiero decirte que me di cuenta del vacío que sentí al no volver a verte o estar contigo, te extrañé de verdad, y haré lo que sea necesario para redimirme, hasta que estés lista para perdonarme, al menos. Si algún día vas a darme o no otra oportunidad como pareja, es otra cosa.

Kohaku se mordió la lengua, manteniéndose en silencio. Quería decirle que ella también lo había extrañado, que perdonarlo también implicaría seguramente darle una segunda oportunidad si él prometía no volver a hacerle algo así otra vez, pero se contuvo, no quería abrirle su corazón ni darle esperanzas, no se las merecía todavía. Como ella no le contestó nada, lo vio mostrarse indeciso, y luego continuó hablando.

- Tengo que corregir algo que dijiste. No había nada que fallara entre nosotros, no fue por eso que estuve con esa mujer, fue sólo una calentura mía, me dejé tentar por una noche sexual, pero algo muy distinto a lo que tenemos nosotros. No la besé... –Se corrigió, cuando la rubia lo fulminó con la mirada– Quiero decir, no más allá de que sea parte de la excitación, y cuando tú nos viste fue ella que me besó, yo no la busqué ni pensaba besarla. Y en la noche, no la besé como lo hago y lo disfruto contigo, por eso te dije que ella no significaba nada para mí, fue la primera y la última vez que pensaba verla, te lo juro por mi vida.

Otro silencio se hizo entre ambos, mientras Kohaku procesaba las palabras de Stan, sin terminar de entender a qué se refería con "sexo muy distinto del que tenían ellos", pero tampoco ayudaba hacerse más imágenes de esas. Decidió confesar algo que la estaba carcomiendo, por más que la apenara.

- Lo que más me duele... Es que yo me entregué a ti, sólo a ti, y no sé cómo explicarte el desagrado que me dio saber que tu entrabas a mi cuerpo, habiéndolo hecho quizás la noche anterior con otra mujer. Lo mismo con tus besos, o dormir en tu cama, cuando vaya a saber si estaba tibia de haberla compartido con alguien más. No tienes idea lo horrible que fue para mí eso.

- Perdón –Stan apretó los labios, sintiendo vergüenza– Sé que no hace más liviano lo que ya hice, pero quiero que sepas que no era algo habitual pasar la noche con otras mujeres, sólo fueron un par de veces desde que empezamos a salir, puedo contarlas con una mano.

- ¿Por qué tuviste tanta necesidad de hacerlo? Si dices que te importo, de verdad que no lo entiendo.

- Como te dije el otro día, no fue con intención de lastimarte, ni te mentí a fuerza de ocultarlo. Cuando vivía en el mundo moderno, para mí y para muchas otras parejas de todo el mundo, era habitual que la relación fuese "abierta" y que uno pudiera tener sexo ocasional con otra persona, hasta que se hablara de un noviazgo o exclusividad. No digo que todos lo hicieran, por supuesto, pero no era visto con malos ojos, y no era una infidelidad en sí. Y en mi caso, tengo que confesar, era el único tipo de relación que tenía con las mujeres, una noche de pasión, quizás repetir un par de veces más, no estaba más de un mes con la misma. Incluso avisando antes que no tenía interés en un vínculo emocional, pero ellas lo aceptaban porque querían tener sexo conmigo.

- A mí no me lo dijiste, vamos varios meses juntos. No sé cómo interpretarlo, sinceramente. Duré más que otras, no sé tampoco si tomarlo como un consuelo o qué.

- No lo pienses así, y la verdad es que contigo se sintió bien desde el principio, por eso tampoco pensé nunca en decirte "hasta aquí llegamos", ni quiero hacerlo. Me gustas y me importas, Kohaku, y aún después de esto, sé que quiero seguir estando contigo, aunque sea egoísta.

- Tú quieres todo a tu conveniencia –Replicó, resentida. "Gustar", "importar", le había presionado el corazón que él no había dicho que la quería todavía, eso era lo que más anhelaba oír.

Kohaku se sintió contrariada con las explicaciones de Stan. No terminaba de entender ni de gustarle eso de que la fidelidad de las relaciones no era lo "normal" aunque estuvieran ya por varios meses juntos, ella ni siquiera concebía seducir o dejarse hacerlo por otro hombre. Sin embargo, le costaba seguir considerando tan despreciable a Stan por lo que había hecho, sus formas o sus costumbres no tenían por qué coincidir con las de ella, lo único que todavía podía reprocharle era que él no se lo hiciera saber antes. Podía no coincidir, pero no podía juzgarlo, y le pareció entender que él tampoco había tenido en su vida novias a largo plazo, con lo cual era más difícil guardarle rencor por algo que él había manejado mal, aunque sin aparente maldad.

Seguía molesta y dolida como para aflojar en ese momento, aunque había sentido genuino alivio cuando los ojos de Stan se veían sinceros cuando le había dicho que con ella había algo más cercano y cariñoso, que estaba profundamente arrepentido, y que la esperaría lo necesario para que ella lo perdonara, no había elegido el camino fácil que era hacerse a un lado y seguir con su vida inmediatamente. Ella creía en las segundas oportunidades, siempre y cuando la persona no fuera mala y quisiera redimirse. El problema era que de seguro era más fácil hacerlo cuando no se sentía tan traicionada a nivel emocional.

- Ya te expliqué que lo hice porque para mí era lo normal –Insistió Stan– Y por ponerte un ejemplo más cercano, el descarado de Mozu aún intentaba seducirte sabiendo que salíamos juntos, y si tú le hubieras respondido al juego...

- ¡NO ES A MOZU A QUIÉN QUIERO! –Gritó Kohaku interrumpiéndolo, luego de lo cual se dio cuenta que había hablado de más, y se arrepintió de ello.

Stan también se sorprendió de la involuntaria confesión de la joven por la conmoción que dejó ver, y quedó boquiabierto. No era algo muy alocado de pensar, menos con lo dolida que ella estaba y ese considerado regalo que le había preparado, allí había sentimientos más allá de gustarse o pasarlo bien. Sintió una ola de calor en el pecho, aunque a la vez le supo amarga porque sólo profundizaba su arrepentimiento. Y algo que había admitido para sí mismo después de la conversación con Xeno, le había llegado como un rayo de luz y consciencia, era que él también la quería, la joven había calado hondamente en su corazón, aunque no se había dado cuenta a tiempo, tan desconectado que estaba de sus sentimientos.

- Me quieres... –Susurró, mirándola con emoción– Kohaku, yo...

El intenso momento fue interrumpido por un sonido que los sobresaltó a ambos, era la radio que Stan llevaba en su bolsillo. La voz de Xeno se oyó, llamándolo, aunque el soldado lo ignoró, negando con la cabeza, no quería que interrumpieran justo entonces. Pero cuando el científico insistió, y su voz se oía con aprehensión, tuvo que contestar.

- Xeno, aquí estoy. ¿Qué sucede?

- Stan, ven de inmediato para aquí. Es urgente, surgió una misión.

- ¿En este preciso momento? Estoy ocupado.

- Esto tiene prioridad absoluta. Falló la diplomacia y hay un grupo de personas que está amenazando con violencia, Gen está volviendo a salvo, pero por poco, quisieron tomarlo de rehén.

- Entiendo, sí. Voy para allá.

- Te lo aviso para que te prepares, también vamos a convocar a Kohaku, además de Tsukasa y Ryusui, necesitamos un equipo de los cuatro más aptos para llevarla a cabo.

Stan miró de reojo a Kohaku, guardándose de decirle a su amigo que ya estaba con ella.

- Está bien.

Se cortó la comunicación, y los dos se miraron incómodos.

- Quedará pendiente otra conversación, hay algo que quiero decirte, Kohaku.

La joven asintió, y salió detrás de él, que entendiendo la urgencia corrieron a la par hasta la base científica. Llegaron unos minutos después, Tsukasa y Ryusui ya estaban ahí, además de Xeno y Senku, los cuatro mostrándose sorprendidos de verlos juntos, aunque no hicieron preguntas.

- Bien que llegas, no podíamos comunicarnos contigo, leona –Dijo Senku.

- La situación es la siguiente –Xeno tomó el mando de dar la información– Hay una ciudad a unas seis horas de distancia de aquí en la que hay una sociedad de las que más rápido avanzó científicamente por su cuenta desde que los revivimos. El problema es que parece que uno cuantos nos guardan rencor personalmente a Senku y a mí por ser los principales líderes científicos, por nosotros saben que pasan todas las informaciones y decisiones. Exigen ser parte del "comité científico privilegiado" como ellos lo llaman, y no aceptaron un no por respuesta, aunque la negociación del diplomático Gen fue muy elegante.

- ¿Tenemos que poner orden? –Preguntó Stan, con una media sonrisa– ¿Tomar una actitud como en los viejos tiempos, de demostrar nuestro poderío científico y militar?

- La intención no es lastimar a nadie ni empezar una guerra, Stan, por eso es que sólo irá un pequeño grupo –Advirtió Xeno– Aunque sí hacerles entender que no permitiremos amenazas ni violencia. Por las buenas, en lo posible. Irás como el capitán, ¿puedes hacerlo?

- Por supuesto que puedo, aunque te advierto que no me quedaré de brazos cruzados si ellos se rebelan.

- Está bien. Tsukasa también se presentará para desalentar sus intenciones agresivas, y Ryusui irá como navegante, tenemos un elegante y rápido barco, será más seguro que ir en avión y arriesgarse a un ataque aéreo.

Xeno de pronto se calló, mirando de reojo a Kohaku, incómodo. Se hizo un silencio más largo, en el que todos menos Stan miraron a la rubia, sin atreverse a hacer la pregunta de si ella estaría dispuesta a trabajar bajo el mando del soldado, con quién no estaba en buenos términos hasta donde ellos sabían.

- Por esto es que las relaciones románticas son problemáticas –Chasqueó Senku, directo y sin filtro.

- Te recomiendo que te calles y no hables de más –Gruñó Stan en advertencia, sus ojos esmeralda muy fríos y amenazantes– Menos cuando tú no puedes hablar desde la experiencia.

- Se equivocan si piensan que voy a poner mis asuntos personales por encima de algo tan importante para el mundo, claro que iré –Intervino Kohaku, mostrándose decidida– Stan será capitán, y yo le prestaré mi fuerza, eso basta, no voy a entorpecer la misión.

- Muy elegante, Miss Kohaku –Expresó Xeno con respeto, satisfecho– Bien, prepárense y partirán en la próxima media hora de ser posible. Nos vemos cuanto antes en el muelle.

Todos asintieron y salieron cada uno por su lado, Kohaku yendo a buscar su espada, escudo y cuchillos, Stan su arma, guantes y municiones, y Tsukasa su espadón doble, mientras que Ryusui avisó que iba directo al barco para ponerlo en marcha. A la hora acordada los cuatro estaban ya listos y arriba de la embarcación, con todos los detalles de la ubicación de la ciudad problemática. Como el viaje iba a ser bastante extenso por la lejanía del destino, se lo tomaron con calma, mientras Stan analizaba las posibilidades y planteaba distintos planes de acción para los tres guerreros, ya que Ryusui iba a quedarse a esperarlos en el barco, o a lo sumo a una prudente distancia ya que él no era un experto en armas, más allá de lo que habían mejorado sus disparos gracias al entrenamiento de astronauta.

Cuando ya no quedó más que hablar, se produjo un incómodo silencio. La conversación anterior de Stan y Kohaku había quedado inconclusa en un momento dramático, y la rubia se mantenía apartada y en silencio. El soldado no dejaba de mirarla de a ratos, mientras no podía evitar que su mente repitiera como un eco la última parte de esa charla, sus sentimientos empezando a abrirse paso y a revelarle lo que no había querido ver. Tsukasa también se mantenía quieto y callado, hasta que decidió acompañar a Ryusui en su cabina ya que era más tolerable que la incomodidad de la sala donde estaban los otros dos, y consideró mejor darles ese espacio por si querían hablar algo más.

A la media tarde llegaron a la ciudad, de la cual no se oían ruidos o voces alteradas. Ryusui acordó acercarse y resguardarse entre los árboles y arbustos, para estar al tanto y no quedar solo en el barco, por las dudas que intentaran secuestrarlo a él si las cosas se iban de las manos. Los otros tres siguieron avanzando, hasta que al mismo tiempo se detuvieron y se mostraron igualmente tensos y alarmados, cuando sintieron la cercanía de otras personas. De unas torres de vigilancia aparecieron varios, con una expresión muy poco amigable en el rostro, y también estaban armados con espadas y cuchillos. Stan miró con atención y al menos se quedó más tranquilo de que no tuvieran armas de fuego, él era quién tenía todavía la ventaja del combate a distancia. Se acercó con intención pacífica al no poner la mano sobre su arma, aunque su postura era imponente y sus ojos se veían gélidos.

- Vaya, qué honor, vinieron los legendarios guerreros más poderosos a poner orden –Dijo un hombre de forma burlona, parándose de frente y sin intimidarse ante el estadounidense, sólo él no llevaba armas– ¿Acaso el charlatán cobarde lloriqueó?

- Venimos a hablar y negociar una solución que nos convenga a todos –Contestó Stan muy serio.

- Claro, a hablar, y por eso vinieron los mejores y más conocidos luchadores.

- Siendo que ustedes intentaron secuestrar a nuestro diplomático, es lógico que tengamos que estar preparados para defendernos. Pero no vinimos a atacarlos, a excepción de que ustedes sean los que busquen romper el diálogo.

- Como le dijimos al charlatán, ya expusimos nuestras condiciones, y no hay negociación posible, no vamos a ceder. O somos parte del comité científico principal, o nos independizamos, por las malas.

- Admito que no dan muchas ganas de trabajar en equipo con gente tan caprichosa, pero no soy yo quién lo decide –Dijo Stan, con una mueca burlona.

- Entonces vuelvan a sus casitas con nuestras negativas, además de algunos recuerdos.

Ante un gesto rápido del hombre que lideraba, unos hombres con ballestas se asomaron al instante desde las ventanas de las torres de vigilancia. Con sus rápidos reflejos, Tsukasa y Kohaku bloquearon con sus espadas las flechas que tenían acero en las puntas, mientras Stan disparaba a los hombros y manos de los atacantes.

- Ustedes lo quisieron así –Gruñó Stan.

Los hombres armados con espadas y cuchillos no se demoraron en atacar, mientras se sumaban también otros desde atrás. A pesar de ser superados en número, el trío de guerreros se defendió con mucha destreza sin mayores dificultades, aunque no podían perder a nadie de vista. Los enemigos eran muchos, pero era evidente que muy pocos eran verdaderos luchadores o sabían manejar sus armas, era un ataque desesperado y en conjunto, por lo cual tenían aberturas demasiado obvias en sus defensas, y desde allí era donde el habilidoso trío los vencía uno por uno.

Sin embargo, empezaron a separarse entre sí, Tsukasa se había hecho a un lado para ocuparse con su largo espadón de varios enemigos a la vez, dejando que Stan y Kohaku se cubrieran las espaldas mutuamente, ellos tenían mucho más entrenamiento juntos gracias a lo que habían preparado en la misión lunar. El campo de batalla empezaba a llenarse de hombres heridos y sangrantes entre los tajos o golpes de Kohaku y Tsukasa, y los disparos incapacitantes de Stan, hasta que los enemigos empezaron a darse cuenta de la aplastante derrota que estaban sufriendo, volviéndolos más iracundos y desesperados ya con la cabeza puesta en la venganza.

El arma del soldado hizo un click cuando se quedó sin balas, y él chasqueó cuando tuvo que reponer la munición de uno de sus bolsillos, había agotado todas las demás al alcance en su cinturón. Ese momento fue rápidamente aprovechado por un enemigo, que en lugar de atacarlo a él, se lanzó a atacar a Kohaku por la espalda, que estaba cruzando espadas y defendiéndose de un ataque frente a ella.

- ¡KOHAKU! ¡CUIDADO, DETRÁS DE TI! –Gritó Tsukasa, demasiado lejos como para ayudarla.

Stan se volteó también. Estaba en el proceso de cambiar el cargador de su pistola, y sintió un frío repentino y horrible en cuanto vio lo cerca que estaba el hombre de atacarla, mientras ella estaba ocupada en defenderse del otro ataque. El problema era que, por más que él era rápido, en lo que tardaría en cambiar el cargador, apuntar y disparar con precisión, ya se habría producido el ataque, por lo que su instinto y velocidad pudo más, y dio unos largos y rápidos pasos para alcanzar a empujar con todas sus fuerzas a Kohaku a un lado, salvándola del doble ataque.

La rubia dio unas vueltas en el suelo, a causa de la fuerza del empujón, y cuando logró detenerse y arrodillarse para volver al ataque, sus ojos se abrieron mucho y jadeó con horror ante lo que tenía frente a ella: Stan había ocupado su lugar, la había salvado, pero no había alcanzado a defenderse a sí mismo. Dos espadas lo atravesaban de lado a lado, una a la altura del pecho, y la otra en su abdomen, sus atacantes con una sonrisa de victoria y puro odio al haber podido atrapar al militar que el mundo consideraba invencible, y que lideraba a sus colegas.

Kohaku no era la única que se percató de lo que había sucedido, Tsukasa tenía la misma expresión de sorpresa y horror que ella, mientras miraba a través del ataque del que se estaba defendiendo sin dificultades, pero no podía intervenir y ayudar hasta que se hubiera librado de sus enemigos. La joven quedó inmovilizada por unos segundos, reviviendo rápidamente en su mente la ocasión en la que Hyoga había hecho algo parecido para salvarla de una muerte segura, casualmente a manos de Stan cuando todavía eran feroces enemigos. Otra vez, alguien sacrificándose por ella, y precisamente él. Sintió un frío y una impresión horrible cuando los enemigos sacaron las espadas del cuerpo del soldado, listos para atacarlo otra vez y rematarlo, en lo que Stan todavía estaba conmocionado por el terrible dolor y el shock de las dos heridas mortales.

- ¡STAN! –Vociferó Kohaku.

Su instinto de protegerlo al fin venció su inercia, y corrió de un par de zancadas para alejar a los dos atacantes, que gruñeron y se hicieron a un lado, listos para defenderse. Sin pensarlo dos veces, Kohaku atacó con todas sus fuerzas, haciéndoles dos tajos en los cuerpos de los enemigos. Eso no los mataría, pero al menos los dejaría incapacitados hasta que ella pudiera noquearlos, lo cual hizo al instante con una fuerte patada a uno en la cabeza, y saltando y trepándose por detrás del más grandote para ahogarlo hasta que perdiera la consciencia. Sus pies parecieron de pronto de plomo cuando volteó a ver y Stan había trastabillado y caído de rodillas al suelo, nunca en su vida había visto a aquel magnífico guerrero caer, eso sólo podía evidenciar la gravedad de sus heridas.

Quiso acercarse a ayudarlo, pero tres enemigos más se acercaron para rodearla, y ella con ferocidad los rechazó y logró ocuparse de dejarlos fuera de batalla, mientras trataba de controlar la angustia y la vista borrosa por las lágrimas. Cuando al fin no quedó nadie a su alrededor, y mientras Tsukasa derrotaba a los últimos, también aplastándolos con todas sus fuerzas ya sin piedad, Kohaku corrió hacia Stan, arrodillándose a su lado. El rubio tosió sangre, y dejó salir un gemido, mientras sentía cómo la joven lo sostenía, por lo que se dejó caer atrás, en sus brazos.

Se miró el pecho, aunque no necesitaba hacerlo para saber el grave e irreversible estado en el que estaba, la sangre brotaba de allí ya que le habían perforado un pulmón y le empezaba a costar respirar, cuando para colmo su hábito fumador no ayudaba a aprovechar su máxima capacidad. La otra herida había sido en su estómago, y era igual de grave, si no le había perforado una arteria era por pura "suerte". Podría llegar a salvarse de esa, pero no de las dos, y no había ningún médico entre ellos como para ayudarlo a aguantar con primeros auxilios.

Vio a Tsukasa acercarse a toda velocidad, y sin dudar tomó el lugar de Kohaku y lo levantó en brazos, dispuesto a cargarlo hasta el barco para salvarlo, pero Stan negó con la cabeza y lo jaló de la capa, llamando su atención.

- No, bájame.

- Necesitas atención urgente, Stan –Replicó el luchador– He sufrido una herida similar, y...

- No. Bájame –Intentó respirar profundo, y volvió a toser– No quiero desmayarme en tus brazos, tengo algo importante que hacer antes.

- ¡Stan, por favor! –Sollozó Kohaku– ¡Tenemos que salvarte, tenemos que...!

- Tsukasa, es una orden como capitán, bájame al suelo –Insistió el soldado, mirándolo con intensidad.

Contrariado, pero entendiendo la férrea determinación de Stan, el castaño asintió y lo recostó en el suelo. Stan estiró una mano hacia Kohaku, pidiéndole que se acercara con el gesto.

- Necesito hablar contigo, por favor... –Susurró, tenía que bajar su voz al mínimo para poder durar más tiempo con su cuerpo maltrecho.

- Podemos hablar en el barco, mientras volvemos –Rogó la rubia, mordiéndose el labio para contener un fuerte sollozo.

- No llores, Kohaku... Perdón, parece que lo único que logro últimamente es hacerte llorar –Suspiró, e hizo una mueca con melancolía– Eres valiente y hermosa hasta cuando lloras, pero prefiero verte sonreír. No sé si pueda conseguirlo ahora...

- Shh, Stan, no hables. Guarda tus fuerzas, por favor, por favor, vamos...

- Si no hablo ahora, no podré volver a hacerlo otra vez –Dijo Stan con una sonrisa nerviosa.

- Stan... ¿qué dices? Vas a estar bien, vamos a salir de aquí para que te salven, Luna, Senku, Xeno, todos...

- Kohaku, no es la primera vez que recibo una herida fea, soy un soldado. Conozco mi cuerpo, sus límites, y ésta herida... es muy mala.

- Eres fuerte, lo sé. Tsukasa la resistió una vez, tú también puedes... "Tú puedes", ¿no?

- Perdón.

- No me pidas perdón, no hables como si...

- Perdón, Kohaku.

Estiró la mano para apoyarla sobre la de ella, mirándola con intensidad mientras sus ojos empezaban anegarse de lágrimas de impotencia. Trató de contenerlas, tenía que hacer lo posible por mantenerse tranquilo, que el esfuerzo no le quitara valiosos minutos de vida para decirle todo lo que tenía pendiente. Además de su cuerpo, le dolía ver a Kohaku tan angustiada, deshaciéndose en lágrimas.

- Perdóname por haberte lastimado, fui un tonto que no sabía lo que realmente importaba, y te hice daño, tanto como para que no volvieras a confiar en mí.

- Sí, fuiste un tonto... Pero ya está, no hables de eso ahora. Te perdono, pero por favor...

- Supongo que es verdad que el karma vuelve tarde o temprano a cobrar nuestros perjuicios. Me perdonaste y me permitiste redimirme una vez, hicimos un buen equipo, y hasta tuvimos algo bonito juntos, jamás lo hubiera imaginado. Hasta que volví a lastimarte, me abriste tu corazón y te lo rompí, no te lo merecías.

Stan respiró de forma ronca, tosiendo con fuerza y escupiendo más sangre espesa. Se sentía más ligero, de cuerpo y de mente, por lo que se esforzó en concentrarse.

- Merezco que me odies, quizás así sea mejor, te será más fácil si no me guardas tanto aprecio.

- No digas eso, Stan. No digas tonterías, no me lo hace más fácil, y no te odio, no podría hacerlo. Te quiero...

- Eres demasiado generosa.

El soldado respiró en silencio un par de veces, aunque cada vez le costaba más, y empezaba a sentir frío en todo su cuerpo. Tenía que ir al grano.

- Sabes, Xeno me hizo la pregunta una vez, cómo sería mi vida sin ti. Supongo que no podré saberlo –Tragó duro, conteniendo su angustia, y luego la miró, sonriéndole lo más que pudo– Pero de lo que estoy seguro, es que daría mi vida por ti, por verte bien y a salvo. Así que estoy satisfecho de haberlo logrado.

- Stan... No... –Sollozó fuerte, no podía ni decir que ella tampoco quería imaginar una vida sin él, porque sus lágrimas ganaban y su garganta se cerraba.

- Ya entendí que no "vales la pena", vales la vida.

El rubio levantó lentamente su brazo para secarle la lágrima, maldecía que hasta eso le estaba costando hacer, pero se esforzó en disimularlo.

- Quiero pedirte un favor, si puedes ser generosa conmigo una vez más. ¿Me darías un último beso?

Kohaku asintió, sorbiendo su nariz, y se inclinó para darle un sentido beso en los labios, acariciándole el rostro. Stan le correspondió con todo el cariño que pudo, deslizando sus dedos con suavidad por las hebras del cabello de ella. Volver a sentir sus tiernos y dulces labios era una buena sensación que lo reconfortaba, y pensó con amargura que lo hubiera disfrutado más tiempo si no la hubiera cagado con sus idioteces. No había ninguna otra mujer que se le comparara, sólo ella le hacía retumbar el corazón y darle felicidad, un poco tarde, pero podía al fin reconocerlo.

- Qué lindo. Se sintió como si me quisieras mucho, gracias.

- Lo hago, Stan... –Gimió, mientras las lágrimas recorrían su rostro sin detenerse.

- Hasta creo que siento un poco más de calor en el cuerpo ahora. Te pediría otro beso, pero... Mejor no –Negó con la cabeza, y sus labios temblaron– Si me das esa esperanza, no me voy a querer ir.

- Entonces quédate conmigo –Sollozó sin control– Por favor... Te lo ruego, resiste un poco más hasta que podamos curarte, tú puedes, sé que puedes.

El soldado volvió a toser con fuerza, su rostro reflejando dolor sin poder disimularlo ya, y respiró de forma esforzada y silbante. Se sacó los guantes de las manos y extendió una hacia Kohaku.

- Dame tu mano, por favor.

Entrelazó sus dedos con los de ella con fuerza por un momento, y luego guió la pequeña mano de la joven y la apoyó en su pecho sangrante. Parecía como si la mano de ella estuviera hirviendo de calor, al lado del frío que sentía él. La mantuvo allí, poniendo sus dos manos encima, sonriendo ante la sensación.

- Este pedacito de felicidad que me queda... Sí, es amor.

Kohaku jadeó boquiabierta, cuánto había querido escuchar eso antes, cuando también lo hubiera recibido con felicidad. Pero en ese momento le dolía como si le estuvieran clavando un cuchillo y retorciéndoselo en las entrañas, era demasiado cruel. No quería admitirlo, pero no podía ignorar que la voz de Stan perdía fuerza, y que los ojos esmeralda siempre tan brillantes parecían cansados, sus párpados adornados por esas largas pestañas daban la impresión de pesarle demasiado. No quería guardarse más sus sentimientos, y tenía la esperanza de que le dieran fuerzas al rubio.

- Stan, yo te amo. Te amo, así que, por favor, resiste y vive... junto a mí.

El soldado asintió, otra ola de calor recorriendo su cuerpo, y fue tal su emoción que una lágrima escurrió de sus ojos, eso era lo más bonito que podía llegar a oír y le dio una enorme paz interna. Sonrió una vez más, y estiró su mano lentamente para acariciarle el rostro a su amada. La vio sonreír también, qué regalo de la vida era contemplar esos ojos aguamarina tan cálidos y bonitos, esa sonrisa tan sincera y hermosa...

Sin embargo, el tiempo se detuvo para Kohaku cuando la mano se detuvo a poco de alcanzar a rozarla y cayó pesada, con demasiada rapidez, así como la otra que todavía sostenía su mano aflojó su agarre. Sintió un repentino vacío en su pecho, un escalofrío la recorrió y no pudo más que abrir la boca, sin alcanzar a respirar. Sus ojos sin parpadear ardieron imposiblemente, cuando los siguientes segundos miró con toda su atención y la fineza de su vista, y la realidad la golpeó como un mazazo. Empezó a temblar de pies a cabeza, y se llevó la otra mano que se sacudía incontrolablemente por el temblor a la boca. Cuando alcanzó a respirar otra vez, lo hizo para incorporar una gran bocanada de aire, y estalló en lágrimas.

- ¡No... No...! ¡Stan! –Gritó agudo, horrorizada– ¡No puede ser! ¡No...!

De pronto sintió unos fuertes brazos que la rodeaban, y no eran otros que los de Tsukasa, que se había arrodillado rápidamente para contenerla y consolarla, también muy tenso y boquiabierto por lo finalmente acaba de suceder. Kohaku descargó toda su angustia en gritos de llanto, cerrando sus ojos con fuerza porque no se sentía capaz de volver a ver lo que tenía delante sin que su alma se partiera en mil pedazos, aunque sí se inclinó hacia adelante para apoyar su cabeza en el cuerpo de Stan, demasiado quieto y laxo.

Ryusui, que había estado mirando todo desde la distancia, también se acercó con lentitud y se arrodilló junto a ella, apoyando su mano en el hombro de la joven, que estaba hecha un mar de lágrimas mientras sus gritos y sollozos hacían un eco triste en el aire. A pesar de la nefasta escena, Tsukasa estaba esperando que ella se calmara un poco, era el único allí que tenía una información decisiva, por lo que sólo la abrazó y la contuvo lo mejor que pudo, ella no iba a oírlo mientras estuviera en ese estado.

Era desgarrador contemplar esa escena, y podían entender el dolor de la rubia, hasta a Tsukasa se le había comprimido el corazón al oír los verdaderos sentimientos de Stan, y cómo había elegido confesarle todo eso a Kohaku con su último aliento. En el bello rostro del estadounidense podía verse una pequeña sonrisa apacible, como si su último pensamiento hubiera sido muy bonito y feliz, a pesar de su triste destino. Unos minutos después los gritos de pena de la joven se habían calmado un poco, aunque ella seguía hecha un ovillo apoyándose en el cuerpo del soldado, tomándole las manos y sollozando en silencio hasta que no le quedaran más lágrimas, sin importarle que se estaba manchando entera con la sangre de él. Tsukasa se animó finalmente a hablar.

- Kohaku, necesito que me escuches. Hay esperanzas para Stan –Le dijo con firmeza, sus ojos cobrizos mirándola serio y con intensidad.

- ¿Esperanza...? ¡¿De qué?! –Estalló– ¡Está muerto, Tsukasa! ¡No me puedes decir eso...!

- ¡Escúchame, Kohaku, lo digo en serio! –Dijo con voz imponente, y la agarró de los brazos para que lo mirara– Hay algo que sólo sabemos unos pocos, desde la última vez que se petrificó el mundo entero, cuando nosotros estuvimos al borde de la muerte.

- ¡Sí, al borde de la muerte! ¡Respirábamos! ¡Pero ya es demasiado tarde para Stan, su corazón no late! –Insistió la rubia, dolida.

- Hyoga murió ese día –Confesó de pronto, amargado– Sólo yo lo sé, tú no pudiste verlo. Murió con la balacera de Stan, había muerto unas horas antes de que nos petrificáramos.

- ¿De qué hablas? No puede ser...

- Sí. Por eso estaba tan nervioso cuando Senku le echó el líquido, porque no sabía qué iba a suceder.

- Hyoga está vivo, Tsukasa...

- Exactamente –Asintió el castaño– Lo guardamos como un secreto, solamente Senku, Xeno, Chrome y yo lo sabemos, nadie más, era una información demasiado sensible y peligrosa para hacerla conocer a nadie más. La medusa revivió a Hyoga de la muerte. Hasta el día de hoy tuvimos la suerte de que nadie más estuvo en esa situación, por eso quedó en secreto, ni él mismo sabe que murió durante esas horas.

- Yo tampoco lo sabía –Murmuró Ryusui, incrédulo– Tsukasa, ¿quieres decir que Stan puede salvarse?

- Tenemos que volver lo más rápido posible, no sé cuánto tiempo es el límite para que funcione, aunque seguramente unas cuatro horas. Tenemos seis por delante, con suerte... pero es nuestra única oportunidad.

Kohaku lo miraba con los ojos vidriosos y muy abiertos, sin terminar de creer lo que estaba oyendo. Lo más doloroso de todo, sin embargo, sería albergar esas esperanzas y que al final no funcionara, quizás a Tsukasa se le había escapado algún detalle. Pero si había al menos una mínima esperanza de devolver a la vida a Stan, no iba a cuestionarla.

- Vamos, ahora mismo –Murmuró– Cada minuto cuenta, ¿cierto?

Los dos jóvenes asintieron, y se mostraron igual de sorprendidos cuando Kohaku abrazó el cuerpo de Stan sin derramar ni una lágrima más, y lo levantó mientras se ponía de pie, este demasiado laxo. Sin embargo, era evidente el esfuerzo que hacía la rubia por cargarlo, estaba agotada por la lucha y el soldado no era tan liviano como Senku, hasta que Tsukasa la detuvo.

- ¿Puedo, Kohaku? –Preguntó con voz suave.

Kohaku asintió, sus ojos volviéndose a llenar de lágrimas mientras veía cómo su amigo lo recibía y lo cargaba de forma segura en brazos, todavía era una imagen demasiado dolorosa. Podía pensar que Stan estaba en un apacible sueño, esa era la impresión que daba su relajado rostro, y quería pensarlo así. Le tomó la mano, sabía que era en vano, pero quería hacerle llegar de alguna forma el mensaje de que ella seguía con él, y que no lo soltaría, así como no abandonaría la esperanza de volver a verlo vivo.

Decidieron dejar el campo de batalla tal como estaba, la única prioridad era Stan. Apuraron el paso y subieron al barco, Ryusui les prometió que navegaría al máximo de la velocidad posible. Una vez el barco ya estaba en alta mar, el capitán fue a buscar la radio, pero Tsukasa lo detuvo.

- ¿Qué vas a hacer, Ryusui?

- Decirles a los demás lo que pasó, para que estén preparados.

- No lo hagas. Recuerda que es un secreto.

Ryusui alzó las cejas, sorprendido, y Kohaku estalló con furia.

- ¡¿Secreto?! ¡Es la vida de Stan de lo que estamos hablado! ¡No me importa mantener el maldito secreto!

- No tienen por qué enterarse todos que vamos a revivirlo de la muerte –Aclaró el pelilargo– Así como está, parece que sólo hubiera perdido el conocimiento, Pueden ver que está herido de gravedad, y así ya saben que la medusa cura las heridas más graves.

- Podríamos decirle la verdad sólo a Xeno y Senku, los dos sabrán entender y disimular, y ya estarán preparados apenas lleguemos, ganaremos tiempo –Sugirió Ryusui

- ¡Es tal como dice, Tsukasa! –Apoyó Kohaku.

- Hmm, de acuerdo. Yo hablaré en código entonces, por si están con alguien más.

Mientras Tsukasa se encargaba de la comunicación, Kohaku apoyó el cuerpo de Stan a lo largo del asiento, con la cabeza de él descansando en su regazo, de verdad parecía estar tomando simplemente una apacible siesta, y ella se consoló con la idea de que algo así sería, si lograban revivirlo. Ese pensamiento le dio fuerzas y remitió sus lágrimas, mientras con mucho cariño le tomaba la mano, y con la otra le acariciaba el rostro, todavía medianamente cálido. Necesitaba pensarlo de esa forma para mantenerse cuerda.

No se movió durante todo el viaje que tomó unas cuantas horas, sin dejar tampoco de acariciarlo, aunque cada tanto sentía el escozor en sus ojos cuando no podía evitar la angustia de la absoluta quietud de él, y que cada vez lo sentía más frío y rígido, esa realidad ganándole a sus forzados pensamientos de que todo saldría bien. Tsukasa los había cubierto a ambos con su capa, y se quedó sentado al lado de la rubia, rodeándola en un abrazo por los hombros y en silencio.

Llegaron entrada la noche, lo cual fue una suerte ya que ayudaba a disimular la situación, y Ryusui fue lo más sigiloso que pudo en su manejo del barco para que pocos oyeran que habían regresado. Antes de levantarse, el castaño le ofreció un pañuelo a Kohaku, para que se limpiara la boca, rostro y las manos de la sangre de Stan. Ella lo aceptó agradecida, así como dejó que Tsukasa se encargara de cargar al estadounidense en brazos, si alguien preguntaba, dirían que estaba inconsciente por una herida de batalla.

Ni bien bajaron del barco, se encontraron con Senku y Xeno junto a un coche grande y muy espacioso dentro, como las ambulancias del mundo moderno, resolviendo de esa forma ser vistos por ojos curiosos. Los ojos negros del científico vacilaron con congoja e impresión al ver el cuerpo herido y cubierto de sangre de su amigo, al cual inocentemente siempre lo había imaginado muy lejos de morir en el campo de batalla, de tan habilidoso que era en lo suyo. Ryusui se ofreció a manejar de vuelta, lo consideró más seguro ya que Xeno seguramente iba a estar alterado por la situación que al fin se revelaba crudamente delante de sus ojos. Tsukasa les contaba a los dos científicos lo que había ocurrido, mientras repetir las imágenes del desgarrador evento en su cabeza hicieron volver a llorar sin consuelo a Kohaku, quién se sentía responsable del desenlace.

Nadie más dijo nada, y ni bien llegaron, entraron el coche por un gran portón, había un silencio sepulcral. El luchador cargó nuevamente en brazos a Stan hasta la sala médica, en la cual ya estaba preparada la camilla. Recostaron allí al soldado, y todos se alejaron varios metros mientras Senku sacaba a la medusa de su recipiente, y lo activaba, dando varios segundos de espera para alejarse también. Apoyó el dispositivo sobre el torso de Stan, y luego vieron cómo la luz verde brillaba y lo envolvía en una esfera luminosa, que en ese momento era una simbolización de la posibilidad de que fuera una luz de esperanza. Volvieron a acercarse, Kohaku apoyando la mano sobre el corazón de su amado, deseando y rogando para sus adentros que funcionara y que pudieran devolverlo a la vida.

Con mucha tensión y el estómago revuelto a la par para todos, Xeno echó el líquido de despetrificación sobre Stan, y esperaron esos interminables segundos hasta que hiciera efecto y la piedra empezara a resquebrajarse, lo cual comenzó a suceder unos segundos después. El corazón de todos se comprimió y aceleró a la par, con pura expectativa mientras volvían a ver el rostro y el color de la piel del soldado, todavía muy quieto y con los ojos cerrados. Kohaku dejó salir un lastimero gemido, dándole unos segundos para esperar que despertara, mientras su mano no dejaba de temblar y trataba de contener su desesperación. Sólo rogaba con todas sus fuerzas que no hubieran llegado demasiado tarde, si hubiera perdido toda posibilidad de salvarlo por unas horas de demora, su mundo se iba empequeñeciendo con cada segundo que pasaba sin que se oyera el más mínimo movimiento alrededor.

- Stan... Por favor... ¡Vuelve! ¡Stan! –Exclamó, sollozando.

Le agarró con fuerza una mano entre las suyas, y se la llevó a los labios, pidiéndole a todos sus dioses que le devolvieran a Stan, todavía tenían mucho por delante que vivir, juntos, se negaba a aceptar que eso fuera todo, sería demasiado cruel que tuvieran que separarse eternamente luego de haber confesado mutuamente cuánto se querían realmente, se amaban. Y fue entonces cuando su corazón se saltó unos latidos y pareció detenerse, mientras sus ojos se abrían mucho, rebosando de lágrimas.

Una repentina luz encegueció a Stan desde dentro, y sintió como si despertara abruptamente de un profundo sueño, su vista llenándose de formas y colores frente a él, así como sus otros sentidos incorporaban lo que había en su entorno. Inspiró brusco al incorporar una bocanada de aire, y luego miró alrededor con sorpresa y confusión, viendo que estaba en una camilla, en un espacio cerrado, y estaba acompañado por Kohaku, Xeno, Tsukasa, Ryusui y Senku, los ojos de todos mostrando una expresión aliviada, y la joven junto a él llorando a mares.

- ¡STAN! ¡ESTÁS VI... BIEN! –Gritó Kohaku entre lágrimas de alivio, corrigiéndose rápidamente, y se lanzó a abrazarlo con todas sus fuerzas. Había sentido junto a sus labios el suave calor de la mano de él, antes muy fría.

- Me petrificaron –Dijo sorprendido Stan, viendo los gruesos trozos de piedra a su alrededor.

- Sí, estabas muy malherido –Contestó Xeno, en voz baja, sin mirarlo. Por dentro sentía un alivio enorme, y a la vez creía que, si daba un paso, le podrían fallar sus fuerzas.

- No pude haber sobrevivido a eso, lo sé –Replicó, y luego de ver la cara toda roja e hinchada de Kohaku por llorar tanto, dijo contundente– Me había muerto.

Ninguno se atrevió a contradecirlo, y Kohaku asintió, sin dar más detalles.

- Vaya, sí que quedan algunos misterios en la vida, nada mal –Murmuró, shockeado– Gracias, medusa, te debo una.

- Recibido –Contestó el dispositivo, conservada nuevamente en su recipiente al vacío.

- Stan, nadie más sabe de todo esto, excepto los que estamos en esta sala –Advirtió Xeno– Algunos de nosotros ya sabíamos de las propiedades "inmortales" de usar la medusa porque pasó anteriormente con otra persona, lo revivió de la muerte. Tiene que seguir así, les confiamos a ustedes tres esa misma discreción.

- Bien, me uno al club –Asintió con una pequeña sonrisa, y luego se puso serio, mirando a Kohaku, hasta que cerró los ojos brevemente– Gracias.

El científico apoyó su mano sobre el hombro de su amigo, por un breve instante sus ojos negros se mostraron turbulentos y emocionados, pero luego sonrió brevemente.

- No diré que vayas a descansar porque al menos tú estás como nuevo gracias a las elegantes habilidades revitalizantes de la medusa, pero sí es algo que recomiendo a los demás, fue una tarde... agitada. Dejaré en la oficina un cambio de ropa para ti, Stan, no puedes salir así. Los dejaré para que puedan hablar en privacidad –Agregó, pasando la mirada de su amigo a Kohaku.

- Nosotros también nos vamos –Coincidió Ryusui– Me alegro que estés bien, Stan.

El soldado asintió, y vio como todos se iban de allí luego de despedirse, también sonriéndole llenos de alivio. Sus ojos bajaron hasta encontrarse con los de Kohaku, que todavía tenía los ojos aguados. Le acarició el rostro para secarle las lágrimas, también aliviado de verla bien y a su lado, y la joven se lanzó a darle otro fuerte abrazo, que él le correspondió igual, quedándose en silencio un largo rato de esa forma.

- Así que tengo otra oportunidad de vivir, ¿eh? –Dijo con voz suave.

- Tienes otra oportunidad de todo, Stan –Contestó Kohaku.

El rubio se sorprendió mucho cuando ella lo besó de pronto, un beso urgente y largo, como si no quisiera separarse hasta que la necesidad de aire se lo pidiera. Cuando al fin lo interrumpieron, los ojos aguamarina volvieron a brillar con lágrimas.

- Fuiste un idiota, pero te amo, y después de reconocer el vacío y la tristeza de lo que sería vivir sin ti... No quiero eso, si tú también me amas.

Stan jadeó por la emoción y por el vívido recuerdo de lo que habían confesado ambos en los últimos momentos de vida de él, y volvió a abrazarla, asintiendo con fervor. La inmensidad de su alivio y de cómo volvía a sentir calor en su corazón y se expandía por todo su cuerpo, le hicieron sonreír mientras también sus ojos esmeraldas ardían con lágrimas asomando. A pesar de que ya había oído lo que podía confirmar como un perdón, necesitaba tener esa conversación en limpio, como si continuaran después de lo que había quedado interrumpido en la casa de ella.

- Kohaku, quiero volver a decirlo, esperaré el tiempo que sea necesario para que me perdones con todo tu corazón.

- Ya te perdoné, Stan, de verdad.

- Sí, pero te lo pedí y dije todo eso cuando me estaba muriendo, no fue justo para ti. Quiero que lo hagas porque tú lo sientes así, sin dudarlo. Antes de la misión dijiste que no podías hacerlo todavía.

- Lo sé, pero eso fue antes... Y porque también lo estaba pensando desde el orgullo. Lo que yo quería oír antes de perdonarte era que tú me querías, que por eso pedías una segunda oportunidad, que desde ahí podíamos volver a estar juntos, y si me prometías que nunca más me volverías a hacer algo así. Eso era lo que me faltaba para considerar perdonarte. Prefiero darte mi voto de confianza otra vez, y espero que no me desilusiones.

- Por supuesto que no volveré a hacerlo, te lo juro por mi vida.

- Deja de jurar por tu "vida" –Replicó, nerviosa– La verdad es que, en esa semana que no nos vimos, recordé que nunca te había escuchado decir que me querías, ni una vez. Y yo sí te quería, mucho, pero no me animaba a decirlo porque... Bueno, soy una novata en todo esto, y me daba miedo de que fuera la única enamorada, tan pronto.

- El novato parezco ser yo, que no sabía que estaba así de enamorado hasta que te perdí. Yo no te lo dije porque no reconocía mis propios sentimientos, como te dije, tuve relaciones muy superficiales. Pero cuando al fin lo entendí... Fue como tener una luz que no podría volverse a apagar, tú eres esa luz.

Stan se acercó un poco más, tranquilo de saber que Kohaku lo había aceptado nuevamente. El que le dio un largo y sentido beso fue él, mientras entrelazaba sus dedos con los de ella. Luego respiró hondo, con una sonrisa llena de paz y contento.

- Esto es todo lo que se necesita en la vida, lo que de verdad importa. Es una pena que haya necesitado llegar al límite de la forma en lo hice para entenderlo, cuando siempre estuvo ahí al alcance para disfrutarlo.

- Lo aprendimos por las malas, los dos –Coincidió la rubia, con una sonrisa nerviosa.

- Te amo, Kohaku, y a partir de ahora voy a amarte como lo mereces.

La pareja compartió un último largo abrazo, olvidándose del tiempo y del lugar donde estaban, hasta que cuando se separaron Stan sonrió al ver los ojos adormilados de la joven.

- Yo estoy bien fresco gracias a la petrificación, pero tú necesitas un buen baño y luego descansar.

- Sí, ahora que me pude relajar, me cayó todo el cansancio encima.

- Te acompaño a tu casa, ¿vamos?

Kohaku asintió, y salieron de la base científica, la cual ya estaba desierta a esa hora, después de que Stan se cambiara de ropa. Las calles también estaban tranquilas, y para los dos fue un poco extraño mientras caminaban tomados de la mano el hecho de saber que nadie tenía idea de lo que había sucedido de verdad en esas largas horas, mientras que la vida de ellos había dado un vuelco muy fuerte. Cuando llegaron, la rubia no le soltó la mano, sino que se la apretó más fuerte.

- ¿Puedes quedarte conmigo esta noche? Si tengo sueños malos a raíz de lo de hoy, no quiero estar sola.

- No tienes que preguntarlo, me encantaría hacerlo. Y somos dos con imágenes y sensaciones que no se irán tan fácil, superémoslo juntos.

Con una sonrisa emocionada, Kohaku abrió la puerta y pasaron dentro. Realmente necesitaba darse un baño, no sólo para quitarse la suciedad y el sudor acumulados por la lucha, sino también para "lavar" los malos recuerdos y sensaciones del día. Stan le dijo que iba a aprovechar para cocinar, así recuperaba sus fuerzas antes de dormir. Un buen rato después la joven salió renovada, incluso más despabilada. Cenaron en un ambiente tranquilo, y luego de hacer tiempo, se fueron a acostar, durmiendo bien abrazados y entrelazados.

A la mañana siguiente, Kohaku se despertó primero, respirando profundo con una sonrisa amplia mientras contemplaba por unos minutos el bello y sereno rostro del estadounidense. Con su humor y su energía renovados, tuvo una buena idea que la entusiasmó. Sin darle un momento más de reposo, le acarició el cabello para despertarlo sin sobresaltos, y cuando vio los adormilados ojos esmeralda empezar a abrirse debajo de las largas y tupidas pestañas, se impulsó para girarlo boca arriba y ella recostarse encima.

- Buen día. Alguien se despertó con mucha energía hoy, nada mal –Musitó Stan mientras apoyaba sus manos en las caderas de ella, con una sonrisa atontada mientras se despertaba del todo.

- Buen día. Sí, quiero mostrarte algo, así que levántate.

- ¿Levantarme, ahora? No quiero. Cinco minutos más así contigo, por favor, extrañé mucho esto...

El soldado dijo eso y la volvió a girar para recostarla de lado junto a él, abrazándola fuerte y acurrucándose contra ella como si se tratara de un peluche. La rubia rió divertida, siempre le derretía cuando él hacía esas cosas tan adorables. Lo curioso era que recién en ese momento lograba conectar con el significado cariñoso tan tierno de esa actitud que no era nueva, pero que antes no lo había pensado considerarlo como una expresión de amor, sino simplemente consideraba que Stan era dulce y juguetón. Lo intentó convencer hablándole al oído.

- ¡Ja! Pero si no te levantas ahora, te perderás un regalo que tengo para ti, te lo aviso.

Los ojos de Stan se abrieron inmediatamente, preguntándose si se estaba refiriendo al considerado regalo de cumpleaños atrasado que Xeno le había contado. El corazón le latió acelerado al instante por la emoción, aunque tuvo que poner todo su esfuerzo en disimularlo y sólo mostrarse curioso y provocador como siempre.

- ¿Oh? Me intriga, aunque el único regalo que necesito lo tengo aquí bien agarradito. Puedo desenvolverlo y todo para disfrutarlo bien...

Llevó una mano juguetona hacia la espalda de la rubia, tironeándole del nudo del sostén, hasta que ella rió y le golpeó la mano.

- ¡No es eso! ¡Arriba, vamos!

Kohaku se escurrió de entre los brazos de Stan, levantándose de la cama rápidamente. Chasqueando con fingida desilusión ya que sólo estaba bromeando, el rubio se acostó boca arriba llevando sus brazos por detrás de la cabeza, usándolos de almohada y exponiendo tentadoramente su musculado torso mientras empujaba las sábanas con los pies para descubrirse hasta el bajo abdomen.

- Negociemos entonces, yo también tengo un regalo para ti –Le dijo en tono acaramelado, guiñándole un ojo.

La joven rodó los ojos mientras se cruzaba de brazos, aunque en el fondo le divertía mucho volver a tener esos juegos provocadores con Stan como siempre lo hacía antes de su breve separación. Era refrescante que pudieran estar ya relajados y cómodos como siempre, luego de todo lo ocurrido en esa larga y dura semana. Sólo para bromear y frustrarlo, se dio la vuelta y salió de la habitación, aunque no llegó muy lejos cuando se encontró rodeada desde atrás por los fuertes brazos de él, que se había levantado y la había seguido ágil y sigilosamente. El rubio se inclinó para hablarle al oído también.

- Hiciste bien en rechazar mi tentadora oferta, porque la verdad es que la próxima vez que nos abracemos juntos en tu cama o en la mía, quiero hacerlo mucho más especial y darte todo mi amor, va a ser un regalo nuevo para los dos. Te voy a hacer el amor como nunca antes.

Kohaku ahogó un jadeo y se estremeció agradablemente, sonrojándose con intensidad ante las apasionadas y a la vez románticas palabras que oyó. Sonrió un poco y giró la cabeza para poder mirarlo a los ojos, asintiendo y extendiendo su cuello para darle un beso en los labios, que él le correspondió felizmente.

- Ahora que lo pienso, podemos desayunar primero, ¿quieres?

Así lo hicieron, y prepararon un rico y nutritivo desayuno para empezar el día con energía. Luego salieron, ella guiándolo de la mano, guardándose como sorpresa a dónde estaban yendo. Stan sí sentía un cosquilleo de intriga y emoción, no tenía idea dónde iban a ir, aunque su intuición le decía que sí iba a recibir al final el dichoso regalo que imaginaba. Cuando finalmente se detuvieron, estaban delante de una casita que reconoció como uno de los bares "privados" de Ryusui, y ya no tuvo dudas que se trataba de eso.

- ¿Un bar? Hubiéramos venido a desayunar aquí, aunque no suelo hacerlo con alcohol. Sí lo he hecho con pizza fría cuando era joven...

Con una sonrisa misteriosa y emocionada, Kohaku no respondió, y abrió la puerta. El lugar estaba vacío, y lo llevó a una puerta trasera que daba al depósito.

- Voy a creer que estás por hacerme una propuesta indecente –Bromeó Stan– Dije que nuestro próximo encuentro íntimo iba a ser más romántico, pero técnicamente no estamos ni en tu cama ni en la mía, así que no se estaría rompiendo el acuerdo, nada mal.

- Oh, calla...

Se detuvieron al fin frente a un gran barril, y fue una lucha interna como ninguna antes para el soldado el disimular su emoción ya que sabía de lo que se trataba, esperaba que su actuación de fingir desconcierto fuera creíble. Lo más seguro era no hablar y sólo mirarla con esa expresión confundida, hasta que ella se explicara, lo cual sucedió enseguida.

- Stan, esto es algo que ya había preparado antes de que nos peleáramos. Lo hice yo para ti, como regalo de cumpleaños. Espero que te guste mucho.

- ¿Lo hiciste tú? Oh... Ooooh... Dime que es lo que creo que es –Dijo emocionado, abriendo mucho los ojos, al fin pudiendo ser honesto y revelar su entusiasmo.

- ¡Ja! Espero que estemos pensando en lo mismo.

Fue a buscar un vaso de cerveza de vidrio de la repisa, lo puso debajo de la canilla el barril y la accionó. Un líquido amarillento y espumoso empezó a brotar, hasta llenarlo por completo. Kohaku se lo entregó con una amplia sonrisa, al fin satisfecha y feliz de poder ver la reacción tan esperada de él.

- Está bien fría, el barril tiene una serpentina dentro y está conectado a un sistema de frío.

- Kohaku... Oh, Kohaku, gracias, ¡gracias!... No puedo creerlo, ¿me hiciste cerveza?

- ¡Sí! Ya que dijiste varias veces que es tu bebida favorita, todo este barril es para ti, aunque eres libre de compartirlo con quién quieras. ¡Pruébala!

- Lo que quiero compartir es la vida contigo –Dijo arrebatado por la emoción y la felicidad, abrazándola por la cintura con la mano libre y besándola– Y también quiero compartir esta cerveza contigo, voy a buscar otro vaso para que brindemos.

- Iré yo, espera.

Con una sonrisa radiante y las mejillas teñidas por un sonrojo, fue a buscarlo y lo llenó también, aunque un poco menos que él.

- Feliz cumpleaños, Stan. La hice con mis mejores deseos y todo mi cariño para ti.

- Gracias por todo, y, por tanto, mi amor.

Chocaron los vasos para brindar, un cristalino tintineo haciendo eco en la sala, y le dieron un buen sorbo. Stan cerró los ojos y sonrió mientras la saboreaba, mientras Kohaku también se relamía satisfecha, estaba mucho más rica que la primera que habían hecho años atrás.

- Es perfecta, me encanta, muchas gracias –Se inclinó sobre ella para levantarle delicadamente el rostro con sus dedos, y la besó profundamente– Pero tú eres más perfecta y me encantas más. Y... mmm, el sabor resultante entre tu boca y la cerveza no está nada mal, se va a convertir en mi favorito a partir de ahora.

- ¡Ja! ¿Te vas a emborrachar así?

- Sí. Sólo con tu cerveza, sólo con tu boca. Sólo contigo.

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Buenaaas! Otra probada de la caricia-nalgada... aunque con esta sí que pareció que llovía. Pido perdón por el sufrimiento y las lagrimitas si las hubo, fue duro, pero todo tuvo su motivo justo, y al menos lo de la "infidelidad", son cosas que pasan en la vida real. Y que la vida se lleve a los seres queridos, o cuando pasan cosas y quedan cosas no dichas, también. ¡Así que a aprovechar esta vida con amor y honestidad!

Gracias por leer y dar amor, espero que les haya gustado a pesar de lo triste y sufrido. Ahora sí renovada y lista para dar mucho amor en "Cautivos", voy a compensar con más felicidad en ese nuevo capítulo, jeje.

Hasta pronto! Buena semana!