CAPÍTULO 1.

"Odio"

18/Marzo/2002

(14 años antes de la Caída de Unova).

Laboratorio del Profesor Oak.

Pueblo Paleta, Kanto.

Por fin sucedió, Giovanni y el Equipo Rocket lo habían conseguido, hubo resistencia pero fue inútil ante el gran ejército que eran los Rockets, Johto cayó, su capital fue conquistada y la región ahora le pertenecía al ex líder de gimnasio tipo tierra. La batalla fue intensa, los líderes de gimnasio, el alto y mando y el campeón lucharon hasta el último aliento, pero les fue imposible detener la gran oleada de soldados de Giovanni, algunos fueron asesinados y los que no, lograron escapar o fueron atrapados y encarcelados, y posiblemente fueran torturados en los próximos días. Aunque Johto había caído lo más preocupante era la situación de su vecino Kanto, pues era el siguiente objetivo del Equipo Rocket, tardarían un tiempo en preparar su ejército y comenzar su ataque, no obstante, el peligro era inminente y Kanto tenía los segundos contados, sólo un milagro podría salvar la región.

Y mientras los altos mandos trataban de elaborar un plan para su desesperada situación, en un rincón del laboratorio del aclamado Profesor Oak ubicado en Pueblo Paleta se encontraba un sujeto, acostado sobre un sillón negro, su pierna y brazo izquierdo, y la parte derecha de su cabeza estaba cubierto de vendas y gasas, algunas manchadas de sangre que necesitaban urgentemente ser cambiadas. Vestía un uniforme completamente negro y con una gran "R" estampada en el pecho. Contrario a lo que muchos pensarían por el estado de su cuerpo, el sujeto se mantenía despierto mientras tarareaba una canción que al escucharla sonaba melancólica y conmovedora, cosa que, Daisy, notó mientras lo atisbaba, y aunque le dolía aceptarlo la melodía era hermosa y triste una vez que ponías atención en ella. Este hombre era extraño, en opinión de la joven, tenía quemaduras graves y varias contusiones en todo el cuerpo, pero no se mostraba preocupado, simplemente miraba el techo con un rostro inexpresivo mientras reproducía esa tonada en su boca que llevaba horas sonando.

Con un impulso aquel tipo logró sentarse en el sillón, Daisy fue tomada por sorpresa y volvió a ocuparse de sus asuntos, pretendiendo no haber estado viéndolo, pero esto no pasó por alto para el sujeto que, sonrió pícaramente ante la mirada penetrante que daba su "compañera".

—Parece que la señorita está interesada en mí —contestó sarcástico.

La joven no contestó nada hacia ese intento de provocación, solo lo ignoró y siguió con sus asuntos. El hombre había fallado, pero su sonrisa no desapareció en ningún momento, miró sus vendas y había sangre en ellas, razón más que válida para cambiarlas.

—Señorita, necesito un cambio de vendas por aquí.

Dándole la espalda, maldijo por dentro el momento en que Red y su abuelo lo trajeron al laboratorio, se mordió el labio con tal intensidad que, el interior de su boca comenzó a pintarse de rojo y un sabor metálico llenó sus papilas gustativas. Aún con esa pequeña herida, no mostró signos de dolor, tomó el botiquín que estaba en su escritorio y se dirigió hacia él ocultando la ira que sentía por dentro con un rostro inexpresivo. Colocó el botiquín en una mesita al lado del sillón, lo abrió, tomó tres rollos de vendas y un ungüento que estaba próximo a terminarse. Cogió un pequeño banco para sentarse y, sin avisar, comenzó a desprender las vendas usadas para poner las nuevas. Primero, inició con su brazo, posteriormente la pierna y para terminar su cabeza, a mitad de procedimiento el tipo se quejaba por la forma tan brusca en el que la chica retiraba las vendas.

— Aguantate que si fuera por mí, te habría dejado morir desde que llegaste, basura.

— Me llamo Dylan.

— Me importa una mierda tu nombre.

¿Esto lo molestó? La verdad es que no, él había soportado cosas peores en el pasado para que un par de palabras pudieran afectar en gran medida su estado de ánimo, simplemente lo ignoró, después de todo, no era inocente, en su vida cometió tantas atrocidades que, si fuera entregado a la policía, en definitiva, ameritara la pena de muerte. Sin decir nada más, dejó que la chica siguiera "atendiéndolo". El silencio se presentó durante los siguientes minutos, los únicos sonidos apreciables eran el movimiento de la tela, el corte de las tijeras, el roce de la piel con un fluido y los constantes quejidos de Dylan. Ninguno de los dos tenía la intención de iniciar una conversación, ni siquiera de mirarse la cara, la única razón por la que Daisy ayudaba a esa basura de ser humano, era porque su abuelo, Leaf y hasta el mismo Red se lo pidieron, de lo contrario, se lo hubiera dado a los pokémon para que jugaran con él, enterrarlo vivo, ahogarlo en un río, quemarlo con gasolina o alguna otra manera vil de morir. Detrás de esa amable y adorable chica, se encontraba un ser lleno de odio y sedienta de venganza. Ahora tocaba el turno de la venda en la cabeza, cuando estuvo a punto de cortarla, Dylan, le detuvo la mano derecha suavemente. Ante esa inesperada acción, la chica, con su otra mano, lo golpeó en el rostro con una fuerza potente y desmedida que mandó al tipo a besar el suelo.

—¡No me toques!

El hombre tardó en recuperarse de aquel duro tortazo, para ser una chica golpeaba como un Milktank, se levantó aún mareado y miró con enojo a Daisy.

— ¡Qué diablos te pasa mujer?

— Jamás me vuelvas a tocar ¡Me escuchaste! —el hombre estaba tan aturdido que tardó en contestar, pero Daisy no contaba con la paciencia necesaria para esperar su respuesta— ¡Me escuchaste!

— ¡Si! ¡Si te escuché! ¡Caray!

Aún tirado en el suelo, las heridas en su cabeza comenzaron a abrirse y la venda se teñía más y más de sangre a un punto donde la tela dejó de absorber el líquido que, empezó a derramarse por su rostro cubriendo nariz, boca y llegando hasta el cuello. Se levantó y tomó una toalla blanca, que estaba en uno de los sillones de la sala, para limpiarse, cubriendo el edredón rápidamente del líquido rojo y pegajoso. Daisy, simplemente dejó de observar al tipo y regresó a sus cosas. Por otro lado, Dylan se quitó la venda ensangrentada y se cubrió la cabeza con la toalla amarrandola de tal forma que funcionara como tapón, mientras conseguía vendas y calmantes para el dolor. La nieta Oak, que estaba sentada frente a un ordenador, se reía internamente de su sufrimiento.

Aún adolorido se sentó en el mismo sillón de hace un rato y continuó con su medicación, tomando dos pastillas para el dolor y cubriendo su herida en la cabeza con una pomada analgésica, para después colocar la venda y ajustarla. Terminado eso, se levantó, tomó un vaso, se dirigió a la tarja, abrió la llave y lo llenó de agua que procedió a tomar, repitiendo estos pasos 3 veces más, estaba muy sediento. Soltó un suspiro de satisfacción, lavó el vaso que usó y se acercó a un espejo que se encontraba cerca del librero, viendo como de la venda salían pequeñas gotas de sangre que comenzaban a extenderse por toda la venda.

— Tal parece que detrás de la fachada de buena gente, los Oak son gente despiadada —poco a poco iba conociendo el comportamiento de dicha familia— Un gran ejemplo es tu querido herma…

Su voz se detuvo en el instante que sintió un objeto filoso en su cuello, un cúter, perforando su piel levemente. Dylan se sorprendió de la velocidad de Daisy, era así de rápida o fue el arrebato de ira lo que le dio velocidad, lo más probable era la segunda opción. Solo bastó una pequeña mirada a sus determinados ojos para saber que si decía algo incorrecto o se movía repentinamente ella le cortaría el cuello sin dudarlo por lo que decidió callar y mantenerse inmóvil para evitar problemas.

— Una palabra más y estás muerto —su voz gruesa y carente de emociones confirmó sus sospechas.

En ese momento la situación no pintaba para nada bien.

Daisy empuñaba ferozmente aquel objeto filoso, arrinconó al hombre en la pared y tomando unas tijeras filosas, que guardaba en su bata de laboratorio que traía puesta, las encajo en la pierna izquierda del sujeto, el cual soltó un grito de dolor al sentir como atravesaba su piel, enseguida usando su mano libre tapo su boca para evitar que soltara algún sonido, no por temor a que la descubrieran, después de todo, nadie vendría a ayudarlo, sino porque odiaba escuchar su voz. Transcurrieron unos minutos que para Dylan parecieron más y sin importar cuánto tiempo pasase, Daisy no mostraba señales de ceder; solo buscaba un pretexto, una mínima excusa o un ligero movimiento para empapar el filo del arma blanca de un rojo intenso y viscoso, estaba más que dispuesta a hacerlo y no se arrepentiría de ello. A pesar de que, ella jamás lastimó o agredió a otra persona en su vida, sus padres y abuelo la habían educado con amor, cualquier conocido quedaría impactado por el comportamiento que la joven presentaba en estos momentos que, se alejaba de la personalidad simpática y amigable por la cual todos estaban acostumbrados. Lobo con piel de oveja.

Por otro lado, Dylan estaba en un dilema, la joven no parecía ceder en lo absoluto, y la tijera enterrada en su pierna solo empeoraba su situación. Observando la postura y forma de empuñar se dio cuenta que era una novata, o más bien, que nunca en su vida había sostenido un arma con la intención de matar, por lo que, no sería complicado quitarle el cúter, pero si hacía eso, la lastimaría y quería evitar más peleas innecesarias, después de todo el viejo Oak le dijo que no causará problemas, pero sobre todo, que no tocara a su nieta. Si otra persona se lo hubiera dicho, lo ignoraba; pero gracias al profesor él seguía vivo, lleno de heridas casi mortales, pero vivo. Nunca tuvo miedo de morir, la muerte era algo normal en su línea de trabajo, tanto aliado como enemigo, ninguno se salvaba de la huesuda, y él siempre estuvo consciente de ese hecho. Sin embargo, eso no significaba que quería morir, porque aún tenía asuntos pendientes por resolver.

—Señorita, si me quieres matar, adelante, pero si quieren derrotar al Equipo Rocket necesitarán de mi ayuda, los lacayos de ese imbécil son leales hasta la muerte, ninguno de ellos, por más que los torturemos, soltaran alguna palabra —tratándola de convencer.

—Jamás confiaría en un miembro del Equipo Rocket —contestó.

—Ex-miembro del Equipo Rocket —recalco —Y si tu memoria te falla, tu querido hermanito ahora es un pelele de Giovanni.

Este último comentario fue el límite de su paciencia.

—¡Todos ustedes pueden irse al infierno! Ustedes me han arrebatado todo lo que he amado, mis padres, mi hermano, mis amigos… y ahora quieren arrebatarme a mi pueblo —su voz se volvía más ronca y entrecortada —Yo ya no perderé… ya no —quiso contener su llanto, pero le fue imposible, sus emociones reprimidas por fin salían a flote, no quería llorar, no enfrente de él, se sentía patética e inútil. Todo lo que amaba fue desapareciendo conforme pasaban los años, lo único que le quedaba era su abuelo, que había cuidado de ella desde niña debido a la ausencia de sus padres. Cuando cumplió 14, descubrió la verdad sobre sus progenitores, ellos no murieron en un accidente de auto como le había dicho su abuelo, no, fueron asesinados por ellos. Desde aquel momento, juro que un día, de alguna u otra forma, acabaría con los Rockets, con todos ellos, ninguno se salvaría de su venganza. Sin embargo, ahora tenía a uno acorralado enfrente de ella, pero no podía matarlo. A pesar de su apreciable inestabilidad emocional aún conservaba la cordura, la suficiente para recordar que su abuelo necesitaba a ese hombre vivo como fuera posible, su corazón decía que lo matará, mientras su cerebro la detenía de cometer tal acción.

Mientras esto sucedía un invitado sorpresa llegó a la escena, Daisy, al estar inmersa en su mundo, no lo notó, pero Dylan sí. Aunque no representaba amenaza alguna, era peligroso estar ahí, considerando que el estado de la chica no era el adecuado y podría provocar un accidente fatal, primero tenía que calmarla y rezar para que el "invitado" no se acercará.

Aclaro su garganta y suavizó su voz —Señorita, podría soltar esa navaja, o lo que sea que esté usando, de mi cuello —sugirió.

— Dame una razón para hacerlo.

— El niño nos está viendo.

Al decir la palabra "niño", Daisy volteo de inmediato, y efectivamente se encontraba un infante de 3 años observandolos, parecía desconcertado, confundido y tenía la cabeza inclinada como tratando de averiguar qué estaba pasando. Instintivamente se alejó del hombre, guardó el cúter en el bolsillo izquierdo de su bata de laboratorio y se limpió sus lágrimas. Antes de poder acercarse al niño, Dylan se adelantó, no sin antes quitarse las tijeras de su pierna, y cargó en sus brazos al pequeño que no mostró resistencia alguna, incluso antes de que lo levantarán el mismo alzó sus manos con esa intención, se acurrucó en sus brazos y procedió a chupar su dedo pulgar derecho.

—¿De quién es ese niño? —habían pasado casi 2 horas desde que llegó al laboratorio y en todo ese tiempo jamás se dio cuenta de la presencia del menor, por un momento pensó que estaba perdido y entró al laboratorio en busca de refugio, pero en el momento que se dejó cargar por el hombre se dio cuenta que no era ajeno.

—Es mi hijo —contestó Dylan, dejando perpleja a Daisy—Yo no soy un monstruo —continuó—. Solo soy una persona que ha tenido una vida llena de tragedia y ha tenido que hacer cosas horribles para sobrevivir y proteger a los que amo.

—¿Dónde está su madre? —ignorando sus palabras, todavía le resultaba increíble que el hombre enfrente de ella tenía una familia y mostrará una mirada tan afligida en ese momento.

—No eres la única que ha perdido a alguien por culpa de Giovanni —ahí lo comprendió todo —Escúchame bien, tú y yo jamás podremos ser compañeros, mucho menos amigos, pero ahora compartimos un mismo objetivo. Ese imbécil anda suelto y con un gran ejército a la palma de su mano, y no dudará en usarlo para destruir Kanto y apoderarse de él, Johto es la prueba de eso, si no hacemos algo y pronto, miles de personas inocentes serán asesinadas como tus padres o… como mi esposa —tomó poco tiempo para que el niño volviera a dormir, por lo que, procedió a dejarlo acostado en el mismo sillón donde estaba hace un rato.

Ese último comentario referente a sus padres la enfureció, pero trató de calmarse, después de todo, tenía razón. El Equipo Rocket no era una simple pandilla que podías encontrar en los callejones de una ciudad, era una organización bien establecida y poderosa que dominaba el bajo mundo con un gran número de seguidores fuertes que eran leales a su líder hasta la muerte. Dylan era perfectamente consciente de ello, como Ex-miembro de dicha organización, sabía más que nadie el comportamiento de sus integrantes; sanguinarios, estúpidos, secuestradores, violadores, sin miedo a matar o a morir, basura de la más alta calidad. Ya conquistaron una región, quien les aseguraba que hasta ahí se detendrían.

—Quítate la venda del rostro —confundido el hombre pronunció un "disculpa" como respuesta ante las repentinas palabras de la chica—No escuchaste, que te quites la venda ¡Ahora! —digamos que la paciencia no era su punto fuerte—Escuché a mi abuelo decir que esa herida te la hizo mi hermano cuando escapaban de Johto, quiero verla.

Aún con dudas, accedió a quitársela, poco a poco los trozos de tela caían al suelo. Cuando todos cayeron, Daisy, por instinto retrocedió denotando asco y asombro por lo que veía, su ojo derecho ya no estaba, no solo eso, sus párpados también se habían ido, lo único que podías ver era una oscuridad profunda rodeada de cortaduras alrededor de esa área. Ella y su abuelo siempre cuidaron de su hermano y nieto respectivamente, dándole todo el cariño y amor que sus padres no pudieron darle por su ausencia, sin embargo, parece que eso no fue suficiente y esa herida reflejaba su maldad y lo despreciado que podía ser. Ya no era su hermano, ahora era el enemigo.

—Está bien —suspiró derrotada —te ayudaré, no, te ayudaremos en lo que necesites siempre y cuando sea para acabar con ellos —levantó su brazo con la mano extendida con la intención de estrechar manos —¿Trato?

Imitando su acción y sonriendo de satisfacción estrecho su mano conforme con el acuerdo—Trato.

—Una última pregunta

—Adelante.

—¿Cómo se llama el niño?

—Su nombre es Chano.