Disclamer: Todos los personajes y parte de la trama pertenecen a Thomas Astruc y Jeremy Zag. Este fic solo busca divertir a los posibles lectores que le den una oportunidad.

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Nota: Este pequeño fic contiene spoilers de algo que se reveló al final de la S4, si queda alguien que no haya visto esos capítulos, no leáis este fic… aunque yo aún tengo mis dudas de que "eso" sea cierto.

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Flores y Tormentas

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1.

Suavidad.

Como el tacto de la ropa húmeda pegada a la piel de sus brazos.

Tibieza.

Como su aliento al respirar grandes bocanadas de aire, convertidas en vaho cálido al dejar sus labios y ascender por el aire para desaparecer entre las gotas de lluvia.

La tormenta.

El cielo estaba plomizo, como las calles y el rostro sombrío de las gentes que arrastraban sus almas a lo largo de la acera. Apenas se molestaban en mirar a los lados antes de cruzar la carretera. Ella podía ver dos farolas; una cerca de la entrada y la otra, cruzando el asfalto. Ambas estaban encendidas, su luz era débil o estaba borrosa en medio de aquel paisaje de tonos grises y color carbón. Pero, era algo curioso, esas diminutas y tímidas lucecitas en medio de la oscuridad, parecían albergar en su centro chispas de luz naranja que saltaban, se revolcaban y querían crecer.

Algunas de esas chispas escapaban del frío de la lluvia y se reflejaban en la ventanilla de un coche aparcado en una esquina o regalaban sus brillos a los bordes de los charquitos de agua que se estaban formando a la orilla del bordillo.

Marinette vio otros brillos, más apagados, por aquí y por allá. O no los veía, pero sí los oía. Cada vez que una gota chocaba contra el suelo o sobre una arruga de su vaquero, ella oía un sonido que le recordaba al tañido del triángulo de una orquesta. Un golpecito inesperado, que parece estar fuera de lugar con el resto de ruidos, claro y limpio, que hace el silencio en el universo por una décima de segundo.

Retrocedió, con su cuerpo encogido, hasta guarecerse del todo bajo el tejadillo de la entrada del instituto. La frialdad del agua le picoteaba los brazos, los hombros tensos, las manos heladas… no así el rostro. El rostro, aún salpicado de alguna partícula de lluvia huidiza que había logrado alcanzarla, conservaba su calor natural envolviendo esa expresión de ingenuo asombro con que contemplaba los nubarrones, los remolinos de oscuridad, la masa de agua avanzando desde el sur de la ciudad.

Sabía que los alcanzaría, como sabía que sus dientes empezarían a castañear de un momento a otro. Notaba la incomodidad de la temperatura tan baja y desagradable azotando su cuerpo, pero la belleza que resultaba de ese momento era demasiado intensa como para pensar en otra cosa.

O al menos, prestarle toda su atención.

Otra persona, a su lado, solo un par de pasos más alejado de la puerta que ella, contemplaba también el cielo. O las formas irregulares de la calle. O el ir y venir de las figuras sin rostro que transitaban frente a ellos. O el modo en que el mundo exterior parecía derretirse por acción de la masa de agua.

Le había oído suspirar, aunque le resultó extraño. Después pensó que solo había respirado hondo para llenar su pecho con el olor de la lluvia y de la tierra mojada de los jardincitos que rodeaban a los árboles que decoraban la calzada. A la gente suele gustarle ese olor.

Adrien no se encogía, ni trataba de cubrirse sus brazos desnudos con las manos. Marinette se fijó en la piel de estos pero no le parecía que la tuviera de gallina. Sí que vio que la parte delantera de sus zapatillas estaba mojada, que los bordes de su camisa blanca se agitaban de vez en cuando por acción de una brisa invisible. Observó su postura, estirada con naturalidad, sin forzar la espalda. Trató de balancearse un poco para ver el perfil de su rostro, pero apenas podía ver su cuello, su oreja, la línea de la mandíbula que ascendía como un paisaje de rocas que culmina en un sobrecogedor acantilado.

Incluso sin poder verlo bien, Marinette sintió una encantadora calma porque él estaba allí. Había algo entre los dos, que giraba en torno a su cintura y a la espalda del chico, una energía que los ceñía juntos bajo ese tejadillo. Apartados del agua, pero ofreciéndoles aquella vista para reconfortarles.

Al menos ella se sentía reconfortada.

En su mano helada tenía una flor.

Llevaba tanto tiempo ahí parada, absorta por la lluvia que teñía la calle y sus edificios, que se había acostumbrado a su tacto y no recordaba que la sostenía. La alzó para mirarla y aunque trató de decir su nombre, la palabra se perdió en sus pensamientos. Sabía qué flor era, incluso oía el eco del sonido en su mente.

azo… aso…

Pero no podía decirla.

Era una flor muy bonita. La había encontrado en su taquilla antes de salir del instituto y sabía que había sido Chat Noir quien la había dejado allí. Porque él era el único que le regalaba flores. Se la llevó a la cara y cerró los ojos para aspirar, aunque fue incapaz de apreciar olor alguno. Sería porque el aroma almizclado de la lluvia y la tierra lo cubrían todo. O quizás había estado demasiado tiempo en su taquilla.

Azo… Asro… pensó, frunciendo sus cejas.

Seguía siendo una flor muy hermosa.

La delicadeza de sus pétalos aún firmes encontró sus labios, después su barbilla, la línea ascendente de su rostro que en ella era, más bien, como la curva suave de las dunas de una playa al atardecer. Esa suavidad alcanzó sus pómulos, su nariz, su frente, sus párpados cerrados…

—Mi lady…

Marinette abrió los ojos y se dio cuenta de que no era la flor lo que rozaba su rostro, sino la mano algo temblorosa de Adrien. La miraba desde arriba, con una sonrisa divertida en sus ojos solo un poco entornados. Se había vuelto hacia ella, se había acercado dándole la espalda a las gotas, a las chispas de luz, a la tormenta que se anunciaba tras ellos.

Ella respondió con incredulidad, con el más furioso rubor en sus mejillas.

—¿Cómo se llama esta flor? —preguntó, alzándola entre sus dedos—. Tengo su nombre en la punta de la lengua pero no consigo dar con él.

—Es un girasol —respondió él—. ¿No te gusta?

—¡Me encanta! —añadió a toda prisa, para que no hubiera dudas—. Es solo que, por un momento, no conseguía recordar su nombre.

—Los girasoles son alegres, bichito —Le informó, moviendo sus manos, como si una explicación tan sencilla como esa precisara de argumentos complejos. Una vez liberadas, una de ellas se apoyó en la pared que Marinette tenía a su espalda y la otra, alargando solo un dedo, se acercó a la cintura de la chica y recorrió con cautela el borde de la cadera hasta llegar a la espalda. Ahí fue que ella notó algún dedo más, posándose con delicada prudencia, ejerciendo una presión mínima—. Significa que el verano está próximo.

Verano… largos días de sol y de luz.

Marinette había vivido momentos tan duros últimamente que le costaba creer que el sol siguiera existiendo en alguna parte.

Girasol sabía por qué su gatito le había regalado esa flor en concreto. Se estaba volviendo un experto en la simbología de las flores, o quizás había descubierto que usar su lenguaje era más sencillo que utilizar palabras. Esperanza.

Ten esperanza…

—Ten esperanza, Marinette —susurró Adrien cerca de su oído, inclinando su boca hacia ella. La mano, en su espalda, se deslizó hacia arriba y su brazo ganó posiciones, estrechándola hacia él casi sin que ella lo notara. Al menos no hasta que el frío empezó a templarse en su piel.

Reconocía aquellas manos, aquellos brazos y hasta la forma en que esa otra respiración se pegó a su pelo. Cerró los ojos dejando que sus manos se aferraran a esa espalda, que sus rodillas rozaran con timidez las otras piernas. Desaparecieron el ruido de las gotas al golpear la superficie del agua amontonada, el triángulo se silenció. La tormenta estaba sobre sus cabezas, iluminando a los monstruos escondidos entre las formas de los nubarrones que, como una barrera blanda y débil, parecía no ser capaz de contenerlos.

Con la boca apoyada sobre el hombro de Adrien, contempló los mudos parpadeos de los relámpagos dibujando garabatos sobre el asfalto. Cuando se apartó y miró el rostro de su amigo, escuchó el primer trueno: el mundo se oscureció, relució un instante y ella pudo ver las orejas de gato, el antifaz negro, el remolino de cabello dorado expuesto en su rostro. Volvió la oscuridad y con ella, el rostro inmaculado de Adrien, sus manos blancas sosteniéndola como si fuera una niña pequeña que apenas logra equilibrarse sobre sus pies. Sonreía con seguridad, con esperanza, igual que el girasol.

Flores, truenos… y siempre, ellos dos. Con el rostro cubierto o no. Estuvo segura de que sería así el resto de su vida. Y por eso, lo contempló con el corazón a punto de explotar de miedo y anhelo.

—Chat Noir… —susurró con un deje de melancolía que no desentonó, después de todo. El chico la miró como si comprendiera, incluso hizo un gesto algo despegado, resignado. Y de nuevo, acarició su rostro que empezaba a enfriarse.

Se acercó a ella poco a poco, conquistando cada centímetro como si necesitara sentirse merecedor de aquello. Acercó sus labios que también estaban un poco fríos, pero Marinette suspiró de todos modos, agarrándose a sus hombros.

El girasol resbaló de sus dedos y ella no lo notó.

Se entregó al beso, desterrando todo lo demás de su mente y de ese pequeño lugar secreto bajo el tejadillo del instituto. Abrazó y saboreó, perdiéndose en algo que no eran recuerdos, ni fantasías; sino algo intermedio, nacido en su mente en algún momento, pero real.

Como si ya hubiera pasado.

Ellos dos, bajo el tejadillo, rodeados por los truenos y el agua.

El calor la invadió como si ya fuera verano y el sol brillara, protegiéndoles y brindándoles días eternos para disfrutar, para ser niños y jugar; y también para ser adolescentes y quererse.

Adrien la miró, justo después, feliz y con ternura empañando sus grandes ojos. Sostuvo su mano mientras la miraba y Marinette volvió a encogerse por la intensidad. Entonces notó que ya no sujetaba la flor. Revisó el suelo, buscándola, y vio que esta se había caído rodando por las escaleras de piedra que bajaban hasta la acera. La encontró abandonada junto a un charco de agua y quiso bajar corriendo a recuperarla, pero entonces un pie cayó sobre sus pétalos amarillos haciéndolos añicos.

Marinette sintió un escalofrío.

Alzó sus pupilas y a pesar de la pared acuática que desdibujaba todo, reconoció una figura alta, imponente y oscura.

Sombradóctero.

El villano hincó su bastón en la junta de un par de adoquines, haciendo un sonido ominoso que reverberó en sus tímpanos. Marinette, con el cuerpo rígido, vigiló asqueada la sonrisa terrorífica que dirigió hacia ella. Se echó a temblar, asustada, pero no pudo moverse. No pudo hacer nada. Ni siquiera cuando vio al hombre estirar la mano enguantada hacia ellos, levantarla como si fuera el arma más peligrosa de todos los tiempos y chasquear sus dedos.

Un solo chasquido que pareció detener el tiempo.

—¡No! —consiguió gritar la chica, una única y patética acción.

El cuerpo de Adrien, pegado a ella, se estiró en un espasmo rápido y lacerante, como si un latigazo hubiese golpeado su espalda. El chico retrocedió un paso, asustado y confuso, la miró pero ella sacudió la cabeza, culpable.

—No me atreví a decírtelo —murmuró—. Lo siento.

Es posible que él no comprendiera esas palabras y sintiera aún más miedo cuando sus piernas empezaron a descomponerse, deshaciéndose como la arena en el agua.

—Adrien —Le llamó, alargando una mano. El chico alargó la suya pero antes de que los dedos se tocaran, estos se deshicieron también—. Gatito…

—Mi lady… —La voz se cortó cuando el cuello se deshizo. Entonces, en el último segundo, pudo ver la expresión rendida del chico. Tan serena como si siempre lo hubiese sabido, o lo hubiese esperado. O ambas cosas.

Se desvaneció del mundo, como si nunca hubiera estado ahí.

Se llevó consigo las fuerzas de la chica que cayó al suelo, sobre sus rodillas, rodeada de agua y manchas grises. Se tapó la cara con las manos, sintiendo el desgarrón que hacía el grito atorado en sus costillas tratando de salir al exterior. Pero no tenía voz, no tenía lágrimas.

Al final, sin Chat Noir, Ladybug no tenía nada en absoluto.

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Hola Miraculers ^^

Nhymc9 me ha escrito en una review que le parece bien que suba el resto de mis fics de Miraculous, así que estoy de nuevo, jeje. Tampoco os vayáis a pensar que tengo fics ilimitados XD, pero mientras pueda os los compartiré.

Gracias Nhymc9 por responder a mi pregunta y comentar en "Tres Noches de Vendaval" y "Juego de manos", tus comentarios me han alegrado mucho el día de hoy y me encanta saber que mis historias te gustan y te amenizan la espera de nuevos episodios. Yo también estoy deseando saber lo que pasará en la serie a partir de ahora.

También quiero agradecer de nuevo a Aseneth por su comentario en "Juego de manos" , fue una review muy linda, no me puedo creer que sintieras las mariposas en el estómago, jeje, es tan bonito. A mí me gusta leer de todo, pero reconozco que cuando me pongo a escribir me encanta el romance y es de lo que más escribo. Sobre todo cuando amo tanto a los personajes como me pasa con los protagonistas de Miraculous Estaré encantada de saber cuál ha sido tu favorita.

Os mando muchos besotes y abrazos a los dos, gracias por vuestro apoyo.

Esta es una historia un poco más larga, con varios capítulos y en la que nada es lo que parece, jeje.

Espero que os guste.

¡Hasta la próxima!

EroLady