N/T Nada me pertenece. Hoy os presento un relato de un nuevo escritor. Se trata de la traducción-adaptación de 'The Definition of Home', el primer relato de la serie 'Redefining Life' del maravilloso escritor en lengua inglesa oliversnape. Si os animáis a leerlo en su idioma original, encontraréis una veintena de relatos suyos en FFN y AO3.

La serie consta de tres relatos, que publicaré a lo largo de las próximas semanas con actualizaciones un par de veces por semana. Espero que la disfrutéis.

N/A Habrá un (y sólo un) ejemplo de azotaina, pero eso será en un capítulo posterior y puede ser saltado fácilmente. Se hablará un poco del maltrato de los Dursley, pero no con mucho detalle y es canon en los libros, nada extra. Tiene lugar justo tras el desastre del Departamento de Misterios. La etiqueta de abuso de sustancias está ahí por sólo una única ofensa, y la reducción de edad se hace sólo como disfraz. Siento la necesidad de explicar eso, porque no quiero hacer desistir a la gente de la historia. ¡Espero que os guste!

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Un Trago en el Parque

El reloj era un viejo reloj de Mickey Mouse que Dudley había conseguido en Disney Land en París, durante un verano hace mucho tiempo en que Harry había estado atrapado en casa de la Sra. Figg. Había dejado de funcionar hace algunos años y había sido arrojado a la segunda habitación de Dudley con todos los demás juguetes rotos, y a Harry le había llevado tres horas arreglarlo cuando tenía diez años.

Aunque todo eso ahora era para nada, ya que Harry había hecho añicos el reloj veinte minutos antes.

La lluvia aporreando la ventana en la temprana tarde de verano, combinada con el maldito tictac del reloj, había hecho crisparse el ojo de Harry, dos palabras latiendo a través de su corazón con cada tictac.

Ce-dric. Si-rius. Ce-dric. Si-rius. Ce-dric. Si-rius.

Sabía que abajo Dudley estaba sentado con su tía y tío, mirando sus habituales programas de televisión del jueves. Probablemente compartiendo un gran barreño de palomitas, mientras reían de los estúpidos programas. Habían ignorado a Harry la mayor parte del verano que había estado en casa, prefiriendo dejarlo enfurruñarse en su habitación. Tío Vernon lo llamaba enfurruñarse; Tía Petunia lo llamaba lamentarse, aunque fuera lo que fuera, ambos exigían que lo superara pronto y comenzara a realizar sus tareas en la casa de nuevo.

Harry se quedó mirando el reloj que había roto por furia, furia que había disminuido sólo un poco. El número dos de la lista, resopló Harry para sí mismo. Las Cinco Etapas del Dolor – había estado rondando la ira durante bastante tiempo.

Harry se sentó en su cama mirando fijamente un pedazo de papel que había arrugado tantas veces en las manos que el papel se había vuelto suave. Calle Dale, en Stockport, Inglaterra – una dirección que había encontrado en una de las viejas cajas de su Tía arriba en el ático. Había pasado cuatro horas buscando a través de las cajas un día cuando había vuelto a casa desde Hogwarts por primera vez, buscando cualquier cosa que le conectara con su familia real, con sus padres. Y todo lo que tenía en la mano era una dirección.

Saltando de la cama, Harry se acercó furtivamente a su armario y sacó una mochila. Déjalos reír abajo, su pequeña familia. Iría a Stockport, y encontraría la suya. Harry metió algunas mudas en su mochila, y sacó su varita de debajo de las tablas del suelo. La capa de invisibilidad fue empacada en su mochila también, y dejó a Hedwig salir de su jaula, diciéndole que volara a la Madriguera por el momento.

Después de comprobar para asegurarse de que no quedara nada importante en su habitación que pudiera ser dañado por los Dursley, Harry se echó encima una sudadera y bajó las escaleras a pisotones. Dudley estaba, como era de esperar, pegado a la televisión. El Tío Vernon estaba sentado a su lado, todavía ignorando la existencia de Harry. Harry caminó hacia la cocina, donde sabía que su Tía estaría limpiando lo que ensuciaban Dudley y Tío Vernon.

Ella echó un vistazo a su mochila, y se cruzó de brazos con una mirada desagradable.

"¿Dónde crees que vas, chico?"

"A Stockport." Respondió Harry con tono uniforme, disfrutando la mirada de sorpresa en la cara de su Tía. De todas las respuestas, sabía que ésa era la que menos esperaría.

Petunia frunció el ceño y arrojó al fregadero el trapo que había estado cogiendo.

"No sé por qué querrías ir a ese vertedero."

"Para ver dónde creció mi mamá." Respondió Harry, manteniendo su cólera bajo control. Tía Petunia todavía era su tutora, así que en cierto modo se requería permiso para ir.

Petunia parecía estar evaluándolo, y no se le escapó notar que Harry estaba pasándose la mano sobre la manga izquierda del suéter, donde imaginaba había ocultado su varita.

"Debes quedarte en la casa. Protecciones de sangre o alguna burrada así." Era una excusa débil, y Harry sabía que a Petunia no le importaba mucho que se marchara.

"Voy al lugar donde creció mi mamá. Creo que estaré a salvo allí." Replicó Harry, en su voz más sarcástica. Incluso Snape habría estado orgulloso.

"Vale." Ella se dio la vuelta para hacerse un tentempié, despidiendo efectivamente a su sobrino. Él arrastró los pies hacia la puerta del pasillo, pero se detuvo cuando ella lo llamó.

"Harry. No regreses hasta el lunes. Estaremos fuera el fin de semana." Ella no se molestó en levantar la mirada, ni preguntar dónde se quedaría. La declaración simplemente significaba que debía comportarse lo suficientemente bien como para que no les enviaran más lechuzas.

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Harry tomó el bus a Londres, viajando al estilo muggle para evitar ser notado en el Autobús Noctámbulo. Una vez en Londres, deambuló por la estación de tren un poco, antes de por fin reunir suficiente coraje para entrar en Tesco y comprar un paquete de seis latas de cerveza. Se compró unas patatas fritas también, y un sándwich pre-empaquetado para el viaje en tren. La cajera de veinte años había inspeccionado su documento de identidad bastante vigorosamente, aunque Harry sabía que era perfecto. Le había llevado algunas horas en el colegio encantar la fecha para hacerlo mayor, pero estaba bastante orgulloso del resultado. Nadie podía discutir la cicatriz correspondiente en forma de rayo en la foto, era definitivamente el documento de identidad de Harry.

Su mochila ahora un poco más pesada, Harry se compró un billete de ida y caminó por los andenes en King's Cross, deslizándose a través de la multitud de turistas de veraneo. Sus piernas parecían estar en piloto automático, y esperó en silencio a que llegara el tren al andén 7. Harry cerró los ojos cuando familias ruidosas se reunieron a su alrededor como una tormenta a la espera; sus pies señalaban inconscientemente hacia la puerta de la plataforma 9 ¾.

Por fin llegó el tren, diez minutos tarde, y Harry lo abordó enseguida. Fruncía el ceño a cualquiera que mirara en su dirección, asegurándose en consecuencia de que nadie se sentara a su lado mientras el tren comenzaba a rodar. El billete a Manchester había sido más caro de lo que había pensado, y aunque había planeado este viaje mucho mejor que cuando había huido tras hacer volar a la Tía Marge, Harry se encontró contando cuidadosamente sus monedas. Quizá tendría que tomar el Autobús Noctámbulo de vuelta, ya que era mucho más barato y rápido por añadidura.

Harry se puso un par de auriculares en los oídos y encendió su reproductor de cd, o más bien, el viejo de Dudley. La música llenó sus oídos y se recostó contra el asiento. La lluvia no había amainado en Londres, y golpeaba las ventanillas del tren. Harry se estremeció cuando recordó su viaje en tren a Hogwarts durante tercer año. Se encontró mirando al otro lado del pasillo, buscando a Remus para que volviera a protegerlo, de los dementores de los que no podía sacudirse la sensación.

Remus no estaba allí. En cambio, vio un reflejo acuoso en la ventanilla, y Harry se dijo que no era el rostro de Sirius el que estaba viendo. Negación. Por un momento Harry quiso destrozar la ventanilla, destrozar el reflejo inexistente que se burlaba de él. Harry sabía que su cólera surgía fácilmente, después de pasar el último año siendo incitada por Voldemort, pero al menos la cólera era algo que podía sentir.

Cerró los ojos y subió la música, con la esperanza de hallar algo mejor en Stockport.

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El bus de Manchester a Stockport había estado lleno de adolescentes molestos, inflados con la emoción de salir por la noche. Ya eran las seis de la tarde para el momento que Harry había llegado, y cuando el bus los había arrojado a él y su mochila en el centro de la ciudad, lo primero que hizo fue detenerse para otro bocado de comida.

Ahora que estaba parado frente al hogar de infancia de su madre, sin embargo, Harry deseaba nunca haber tomado el poquito de cena. Su estómago estaba revuelto y el simple sándwich de pollo no estaba sentándole demasiado bien. El hogar de los Evans era una pulcra casa adosada en una larga calle, de ladrillo rojo con bordes blancos alrededor de las ventanas y un diminuto jardín delantero que tenía abundancia de flores decorándolo. El nombre en el buzón había cambiado, pero Harry imaginaba que la casa había tenido un aspecto similarmente acogedor cuando su madre había vivido allí.

Las ventanas estaban ocultas parcialmente por cortinas, pero Harry pudo ver a través de la ventana delantera donde una familia estaba sentándose a cenar. La luz que salía era de un cálido amarillo, y arriba Harry vio la luz que habían dejado en el dormitorio delantero también. Ociosamente, se preguntó si había sido la habitación de su madre.

Harry fue sacado de sus pensamientos con un sobresalto por una tos, y se giró para encontrar que un coche había aparcado junto a él. Harry mantuvo la postura suelta, no queriendo parecerle a la policía que era culpable de algo. No parecían pensar eso, sin embargo, por lo que se percató por sus tonos aburridos.

"¿De camino entonces, muchacho?" El conductor lo miraba con curiosidad, y Harry lo tomó como una advertencia de no demorarse ante casas de extraños.

"Sólo caminando a casa." Respondió Harry, cogiendo su mochila y marchándose, dirigiendo a los oficiales un amistoso saludo con la mano. Su sonrisa se borró cuando dobló la esquina, sintiéndose un completo idiota. Jueves por la noche al frío, y no tenía ningún lugar donde quedarse. Harry deambuló calle abajo hacia el parque que había visto antes, tejiendo su camino a través de los árboles y evitando los paseadores de perros nocturnos. Estaba siguiendo algo, un toque mágico ligeramente acogedor que podía sentir. Harry había sentido algo así antes, un pequeño consuelo que había estado allí cuando se había enfrentado a Voldemort en el cementerio.

A través del sendero hacia el campo de fútbol, Harry rastreó la sensación amistosa, llegando a detenerse por fin en un espeso grupo de árboles, cubiertos por arbustos de aspecto amenazante alrededor de los troncos de los árboles. Harry pinchó los arbustos con su varita, curioso de por qué se sentía bien estar allí. Apartándolos por fin, Harry vio que había un viejo hueco de árbol tallado allí, lo bastante grande para que cupieran una o dos personas pequeñas. Con una sonrisilla, se acomodó en el hueco, una manta sobre sus piernas y el paquete de cerveza a su lado.

Usando una linterna que había cogido de Privet Drive, Harry inspeccionó el interior de su nuevo refugio, comprendiendo de repente por qué se había sentido correcto acabar allí. Encima de la entrada Harry pudo distinguir un nombre grabado en la corteza, el nombre de su madre. Algo más estaba escrito bajo la Lily marcada, pero Harry no pudo leerlo ya que alguien había rascado sobre ello. Trazó la escritura despacio con el dedo antes de sentarse. Harry se envolvió en la manta que había traído, y levantó su cerveza hacia el nombre de su madre, haciendo un pequeño brindis antes de beber todo lo que pudo de un trago.

Una hora después, en la misma ciudad, un mago cansado regresó a su hogar para oír una pequeña alarma repicando en un dormitorio en desuso en el piso superior. La alarma fue estudiada, luego maldecida, y entonces el mago abandonó su casa, cerrando de un portazo la puerta delantera tras de sí mientras salía a paso enérgico.

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"Pequeño idiota." El hombre alcanzó dentro del hueco del árbol, y agarró un puñado de camiseta y manta. Sacó a Harry y lo levantó, pero Harry era como un peso muerto en sus manos.

"Levántese, Potter."

Harry se encontró siendo arrastrado fuera del pequeño tronco hueco del árbol por fuertes brazos. Estaban cubiertos de un tejido negro grueso, y por un segundo pensó que la policía había regresado por él. Después de ser puesto en pie, por fin fue capaz de ver el furioso rostro en silencio ante él, ojos negros reluciendo de furia a la luz de las farolas. Harry sabía que debería tener miedo, pero en lugar de excusas burbujeando en su garganta, Harry comenzó a reír.

"Oh, mierda, es Snape." Rió, a pesar de que el agarre de Snape en su brazo resultaba bastante doloroso.

"¿Por qué está borracho?" exigió Snape, dando una patada a una de las latas de cerveza a los pies de Harry.

Harry le dirigió una mirada divertida antes de desplomarse un poco en el agarre de Snape.

"Sirius me emborrachó. Y Cedric." Harry hipó, por fin libre del impulso de reír. Un destello de algo que Harry nunca había visto antes revoloteó por los ojos de Snape, pero antes de que Harry pudiera verificar si era preocupación, el cuerpo de Snape se puso rígido mientras miraba más allá de los hombros de Harry. Alguien estaba acercándose a ellos, y haciendo bastante ruido mientras lo hacía. Snape convocó la mochila de Harry del árbol, y con una mirada de pura molestia, llevó a Harry hacia la entrada del parque.

Harry trastabilló bastantes veces tratando de mantener el paso de Snape, perdiéndose irremediablemente mientras Snape lo conducía por unos pequeños callejones y finalmente se detenía en una vieja puerta de madera negra. Harry vio que la pequeña calle estaba limpia, pero en mal estado, y la casita adosada en que estaban tenía un aspecto completamente insignificante y parcialmente abandonado. Snape abrió la puerta con una llave y puso la mano en el hombro de Harry para empujarlo hacia delante.

"Adentro." Gruñó Snape ante la reticencia de Harry.

La bruma borracha de Harry se levantó el tiempo suficiente para que recordara que odiaba a Snape, sin importar cuán cálida pareciera la casa comparada con la fría noche de afuera.

"¡De ningún modo! Intentará matarme, como hizo con Sirius." Harry arrastró en voz alta, empujando la mano contra el marco de la puerta.

"Bellatrix Lestrange mató a Black, y si no entra en la casa en los próximos cinco segundos, Potter, lo maldeciré y lo meteré yo mismo."

Harry iba a abrir la boca de nuevo, pero la varita negra de Snape estaba de repente apuntada entre sus ojos y la mano en su espalda era tan fuerte como el acero. Harry entró reticente en la casa y caminó por el pequeño vestíbulo. Tragó ante la pequeña escalera estrecha que pasaron y apenas echó un vistazo al despacho a su derecha mientras era empujado a través de un pequeño umbral y acababa en una habitación rodeada de libros. Harry imaginó que esto debía haber sido originalmente el comedor, porque había una cocina al fondo de la habitación, con un amplio umbral abierto conectándolos. Snape lo empujó en una vieja silla de linóleo en la cocina, y Harry pellizcó el borde del asiento donde el material de la esquina estaba aflojándose. Snape estaba ocupado llenando un gran vaso de agua, y sobresaltó a Harry cuando dejó el vaso de golpe sobre la mesa de cocina de formica desconchada.

"Beba esto, si desea conservar una mediocre cantidad de funcionalidad mañana."

Harry entrecerró los ojos hacia Snape, que estaba apoyado contra el banco amarillo desvaído.

"¿No tiene una poción para la resaca? Ya sabe, bebe, olvida, sin dolor." Dijo Harry, agitando la mano como explicación. Su otra mano estaba envuelta alrededor del vaso, pero no hizo movimiento para sorber el agua.

"Cuando bebo, bebo para sufrir, Potter." Respondió Snape tras un momento de consideración.

Harry creyó ver desafío tras la pétrea mirada fulminante de Snape, y decidió beberse el agua. Se sentía sediento, e imaginó que pedir otra cerveza probablemente no acabaría bien.

"Explique cómo llegó al parque." Preguntó Snape en tono serio, después de que Harry hubiera dado dos grandes tragos de agua.

"Tomé un bus." Disparó Harry de vuelta a la defensiva. Esta vez bebió el agua por molestia.

"¿Por qué tomó un bus aquí, Potter?" El énfasis en su apellido hizo estremecerse a Harry.

"¿Conoce la definición de hogar?"

Snape se detuvo y miró fijamente a Harry, intentando seguir la conversación. "Un lugar donde alguien reside en un momento en particular." La respuesta de Snape llegó despacio, y esperó a ver lo que Harry haría de ella.

"No, no es lo que estoy buscando." Harry sacudió la cabeza con pesar, casi golpeándola sobre la mesa. Volvió a levantar la mirada cuando Snape golpeteó la mesa con el dedo.

"Por qué, Potter."

"Quería ver dónde creció mi mamá." Dijo Harry, intentando enfocar los dos Snapes borrosos que de repente aparecieron ante él. Algo agrio pasó por las caras de ambos.

"Misión cumplida, una vez esté sobrio puede tomar un bus de regreso a dondequiera que venga." Dijo Snape con desprecio, chasqueando los dedos en la cara de Harry para llamar la atención del muchacho.

"Entonces me marcharé ahora, ya que soy tanta molestia." Escupió Harry, antes de empezar a levantarse. Aunque de repente descubrió que no podía, ya que Snape lo había pegado a la silla con un encantamiento de pegado.

"¿Qué demonios?" Gruñó Harry, tirando de las perneras de sus vaqueros.

"Sobrio, Potter. No le tendré borracho y merodeando arriba y abajo por el costado de Inglaterra. Mañana sus parientes pueden recogerle del bus." Las cejas de Snape estaba fruncidas, y Harry podía ver su varita sostenida floja en su mano.

Harry comenzó a reír de nuevo. "Eso es bueno."

El ceño de Snape se frunció más, y pareció estar calculando algo.

"¿Cuál es su número de teléfono, Potter?" Se movió hacia el costado del armario de cocina, donde un pequeño teléfono muggle estaba enchufado a la pared. Harry lo miró como un pez que acabara de ser aturdido.

"¿Cómo sabe lo que es un teléfono?"

"Soy un hombre de misterio." Sentenció Snape. Fueron una declaración y un tono que Harry encontró ridículamente graciosos. Después de dejar de reír, Harry le dio a Snape el número e intentó grabar la imagen de Snape sosteniendo un teléfono en su mente, ya que sabía que Ron nunca le creería.

No hubo respuesta en el número, como Harry sabía que no la habría, así que descansó la cabeza en la mesa mientras Snape llenaba otro vaso de agua.

"No se moleste. Ella me dijo que no regresara hasta el lunes." Harry estaba hablando hacia sus manos, y sintiéndose muy cansado ahora.

"¿De qué está hablando ahora, Potter?" Preguntó Snape con exasperación en la voz.

"Se marcharon el fin de semana. Me dijeron que no regresara." El agua fue empujada en sus manos, pero de repente se sentía muy lleno. Demasiado lleno. Snape estaba mirándole atentamente, pero Harry no podría haber mentido si quisiera, y sospechaba que Snape sabía eso. Todo lo que quería hacer ahora era dormir en cualquier caso, y no le importaba que su odiado enemigo estuviera en la misma casa.

"Tiene quince años. Vaya a casa y espere hasta que lleguen." Dijo Snape, observando la reacción de Harry.

"Nunca me dieron una llave." Dijo Harry, como si ese hecho debiera ser obvio. El rostro de Snape permaneció impasible, así que Harry sólo se encogió de hombros. Esto resultó ser un error, porque la habitación comenzó a tomar una inclinación inusual.

"Ugh. Pare los giros." Se quejó Harry. De repente se encontró siendo levantado bruscamente de la silla por un maestro de pociones muy silencioso, empujado a través de la biblioteca sala de estar, y arriba por un tramo de desvencijadas escaleras de madera. En el pequeño segundo piso Snape dejó caer la mochila de Harry junto a la puerta de un dormitorio antes de conducirlo al baño.

Harry comenzó a protestar bajo el agarre de Snape, parcialmente por deseo de controlar sus propios pasos, y parcialmente porque tenía ganas de vomitar por el mareo. No obstante, fue metido en el baño antes de tener la oportunidad de mirar mucho al pasillo de arriba en penumbra por el que habían caminado.

El baño no era nada mejor, sin embargo, ya que estaba pintado del mismo monótono color pergamino que el pasillo, y Harry se quedó mirando la vieja porcelana color crema de los accesorios del baño. De haber sido azul claro el inodoro, Harry habría jurado que había entrado en una de esas espantosas revistas de decoración de interiores de su Tía Petunia de los '70. El armario del baño era un viejo espejo con una estantería tras él, y curiosamente Harry encontró que la visión del cepillo de dientes de Snape metido en una taza a un lado del lavabo era el artículo más desconcertante de la habitación. Snape, su malvado profesor mortífago, se cepillaba los dientes cada noche, como cualquier persona normal. Harry se sintió desequilibrado.

La sensación, y el cepillo de dientes, no duraron mucho. Harry apenas lo notó siendo desterrado al dormitorio, o a algún lugar fuera del cuarto de baño, antes de verse abrumado de repente por el aroma a cebollas fritas. Mirando locamente detrás de él a Snape, que estaba parado en el umbral con una burbujita de aire alrededor de la nariz y la boca, Harry sintió su estómago comenzar a retorcerse por el olor. Cayó de rodillas e ignoró la mirada de asco de Snape cuando todo lo que había bebido esa noche volvió a subir de repente. La cabeza de Harry estaba comenzando a palpitar, y no sabía si iba a desmayarse o a seguir vomitando, y de repente había comenzado a arrepentirse de haber comido en absoluto aquel día. Parecía como si su estómago tuviera mayor capacidad de lo que sabía, y tras diez minutos sus ojos estaban lagrimeando y su nariz escociendo, al igual que su garganta.

Snape también pareció pensar que esto era suficiente, porque Harry de repente descubrió que el olor a cebollas había desaparecido, y que Snape había abierto la ventana del pasillo. Aunque el olor en su propia nariz era terrible, y a falta de pañuelo Harry tanteó en busca de papel higiénico para sonarse la nariz. Sabía que Snape estaba observándole, y Harry ignoró la vocecita en su cabeza recordándole que este episodio de borrachera era definitivamente su propia culpa.

Tras sentarse en el inodoro y recobrarse por un momento, Harry dio un bote cuando oyó el grifo de la ducha comenzando a echar agua. Snape seguía en el umbral, pero no había dicho una palabra desde que Harry había comenzado a limpiarse.

"A la ducha, Potter." La voz de Snape fue fría y autoritaria, el mismo tono que Harry había oído con alarmante regularidad en detención.

La cabeza de Harry se levantó de golpe, algo que lamentó al instante. "¡No quiero una ducha!" El 'con usted parado ahí' quedó sin decir, pero Snape lo oyó de todos modos y se mofó.

"No me importa si quiere ahogarse. Huele, y tomará una ducha. Déjese la ropa interior si es tan mojigato."

Snape se acercó un paso más a Harry y levantó la varita, deteniendo su movimiento cuando Harry se levantó de un salto y se quitó la camiseta.

"¡Vale! No sé por qué a usted entre todas las personas le importaría…" Murmuró Harry, intentando desatarse las zapatillas y no teniendo mucha suerte. Cada vez que se agachaba para quitárselas, casi acababa tirado sobre su estómago.

"¿Quizá le gustaría explicar ese comentario, Sr. Potter?" El tono de Snape era peligroso y Harry recordó de repente el excelente oído del hombre.

"No estoy tan borracho." Replicó Harry, entrecerrando los ojos y por fin arrancándose las zapatillas dolorosamente. Todavía sintiéndose molesto, se levantó con un indigno balanceo y se bajó los vaqueros, dejándose el bóxer. Con una sonrisa auto-satisfecha se golpeó los pies contra el borde de la bañera antes de entrar y pararse bajo el espray de agua, los brazos agarrándose a las paredes de azulejos por su vida. Fuera de la cortina de ducha podía oír a Snape moviéndose por ahí, sacando algo de un paquete.

Harry cerró el agua después de estar debajo por unos minutos, y una toalla casi le arrancó la cabeza cuando volvió a abrir la cortina de la ducha. Snape se la había arrojado, pero Harry sólo se quedó mirando atontado la toalla remontándose por el aire y le golpeó en la cara. Aturdido, Harry había luchado con la toalla como si fuera un lethifold, finalmente percatándose de que era para secarse con ella tras amenazar incorporeidad y no recibir respuesta del tejido de algodón.

"Intrigante." Comentó Snape con sequedad, contemplando a Harry mientras se estremecía en la toalla y su bóxer mojado. "Informaré al Señor Tenebroso de que simplemente necesita comprar ropa de baño para incapacitarlo. Cepíllese los dientes después, y luego venga a la puerta contigua que está abierta." Con eso, abandonó la habitación, y Harry vio un cepillo de dientes sin estrenar en una segunda taza sobre el lavabo.

Tras diez minutos de lavado y evasivas, Harry atravesó con los hombros caídos la puerta del dormitorio para encontrar a Snape escarbando en su mochila, al parecer buscando algo.

"Oiga, eso es mío." Arrastró Harry, dejando caer las zapatillas a los pies de la cama.

"¿Tiene alguna idea de cómo hacer el equipaje, Potter?" Preguntó Snape, sin molestarse en reconocer lo que Harry había dicho.

"Duermo con mi ropa." Dijo Harry, todavía demasiado achispado para parecer muy indignado. Snape simplemente sacudió la cabeza, dirigiendo a Harry su mejor mirada Potter-Es-Usted-Un-Idiota. Entonces se incorporó y abrió de golpe el armario del rincón, rebuscando entre ropas que estaban colgando antes de sacar una camiseta larga hasta los muslos y arrojársela a Harry.

"Póngase eso." Snape le dirigió una mirada mordaz.

"No me mire cambiarme."

"No tiene nada que quiera ver, Potter. Y créame, está borracho. No lo recordará por la mañana."

Harry se encontró con la mirada de su profesor y pudo jurar que había diversión en los ojos. Como resultó, había necesitado ayuda tras casi caerse de culo intentando cambiarse el bóxer. Al final de su paciencia, Snape había echado la camiseta sobre la cabeza de Harry él mismo, murmurando por lo bajo sobre cuánto tiempo le llevaría estrangular a Harry con ella.

"¿Por qué me hizo vomitar?" Murmuró Harry, subiéndose sin gracia a la cama que había contra la pared.

Snape conjuró un hechizo de secado sobre la toalla y el bóxer mojado de Harry, antes de doblarlos sobre la silla de escritorio que había al otro lado de la pequeña habitación. Se volvió a mirar a Harry, que era reticente a tumbarse de espaldas y por lo tanto estaba sentado incorporado con la cabeza en un ángulo incómodo contra el cabecero. Los ojos de Harry estaban luchando por permanecer abiertos, y estaba murmurando por lo bajo.

"Ahogarse en su vómito en medio de la noche es un modo indigno de morir, Potter. Estoy seguro de que puede ser mucho más creativo que eso." Snape subió la colcha de la cama y la echó ligeramente sobre Harry, conjurando un cubo también para dejarlo en el suelo junto a la cama.

"Ja ja. ¿Por qué le importa?" Murmuró Harry, no del todo consciente de lo que estaba diciendo. "No es que sea mi papá, de cualquier modo. Ja. Harry Snaaaaaape. No, Harry Ssssssssnape. Como una serpiente. ¿Alguien le llamaba Snake de niño?"

"Potter," dijo Snape, su tono estricto, "Si yo fuera su padre, habría sido echado sobre mi rodilla en cuanto lo hubiera traído a casa esta noche."

Los ojos de Harry se ensancharon en shock por el significado, y su mente corrió con una ráfaga de pensamientos mientras se convencía de que no, su profesor no podía azotarlo.

"¡No soy un niño!" Farfulló Harry, haciendo un movimiento para huir de la cama. Aunque su cuerpo estaba perezoso y luchó por sentarse por completo.

"Su comportamiento es atroz, independientemente de su edad." Respondió Snape, poniendo una firme mano sobre el hombro de Harry, y empujándolo todo el camino de vuelta a una posición tumbada sobre la cama. Cuando su cabeza alcanzó la almohada, Harry se vio abrumado por una sensación de mareo, y por unos segundos el pánico pasó por su cara mientras combatía el impulso de volver a vomitar. En cambio, se agarró al colchón como si fuera una línea de vida y se desmayó.

Snape sacudió la cabeza y volvió a enderezarse, retirando las gafas de la cara de Harry y dejándolas sobre la mesilla de noche. Cerró las cortinas de la habitación y miró alrededor, recordando todas las noches que había permanecido despierto en esa misma habitación, evitando los efectos del alcohol en otros. Mañana tendrían una larga charla quisiera Potter o no.

Snape se detuvo mientras volvía a pasar junto a la cama, poniendo la mano sobre la de Harry y murmurando un bajo encantamiento con voz melodiosa. Su varita pulsó contra su palma, y tras unos minutos soltó a Harry. Las protecciones estaban establecidas; el muchacho sería invisible para la mayoría de las alimañas que se atrevían a visitar Spìnner's End.

Desde el umbral, Potter parecía bastante joven y perdido mientras se acurrucaba de costado y gemía en sueños. Snape conjuró un rápido encantamiento sobre él para asegurarse de que si vomitaba de noche, Snape oiría la alarma. No tenía sentido dejar que el mocoso se eliminara a sí mismo, ya que el sermón que el director le dedicaría sería demasiado largo y acribillado de declaraciones de culpabilidad que golpearan su conciencia.

Apagando la luz, Snape caminó hasta el baño en la puerta contigua para inspeccionar el desastre que el chico había dejado allí.