Este fragmento es de parte del o de la creador(a) original, con unos cambios:

ADVERTENCIA. El suicidio es conocido y sucede alrededor de nuestra vida. Si conoces a alguien, o incluso si tú mismo estás lidiando con pensamientos o tendencias suicidas, es razón suficiente para buscar ayuda profesional. Este fanfic es más que una representación del fandom que proyecto en mis personajes. La salud mental se debe tomar con toda seriedad. Si eres sensible a este tema y sus relacionados, recomiendo no seguir la lectura porque llega a tener mucha carga emocional. Por otro lado si entiendes la gravedad de los escenarios y el vocabulario que se llega a usar, entonces espero que disfrutes y aprendas algo conforme pasen los capítulos.


Estabamos en la entrada a unas oficinas de ladrillo. La mano de papá se siente cálida a pesar del frío invernal que sopla sobre las capas de ropa. Animales con ropa robusta, botas y otras cosas encima paseaban a nuestro alrededor. Las ramas se movían sin las hojas y la respiración era visible como pequeños trazos de vapor. Un cielo cubierto de nubes grises bloquea el sol. Una brisa fresca pasó por mi nariz haciéndome estornudar, sacudir mis orejas y arrugar la nariz. Papá me miró y levanto mis patitas para agarrar sus astas. Reía un poco mientras me estiré tanto como mis brazos me permitían. Agarra mis brazos y los agita en el aire.

-Déjalo por ahora, ¿está bien? agarra mis brazos y los agita en el aire. -Mamá olvidó cortarte las garras, y no queremos que lastimes a alguien por accidente. -entonces él miró un cuadro que se iluminaba con una luz azul.

"Dra. Sherman y Dra. Howells. Psiquiatría y Terapia Pediátrica".

No entendí ninguna de esas palabras, nadie me ha dicho por qué papá me trajo aquí en primer lugar. El aprieta un poco mi mano y me lleva hacia la puerta de cristal, una campana sonó tras nosotros al pasar.

La sala de espera tenía mucho espacio, niños de todas las especies jugaban juntos; unos agarraban Legos y carros, otro corrían por el cuarto jugando atrapadas. El suelo estaba hecho de lona azul con mantas de Twister dispersos por el área de juego. Las paredes estaban cubiertas con un azul que simulaba un cielo en madrugada y los padres esperaban pacientes en sillas marrón alineadas a la pared.

Mi papá asintió dándome permiso de juntarme con los demás, pero me aferro a su mano, no quería moverme. Siento mis piernas petrificarse, no ceden por más que lo intentaba. Papá baja a mi altura al notar mi inseguridad, desabrochando mi chamarra gris que asimilaba mi pelaje.

-¿Sabes una cosa? Está bien sentirte asustado. Es una emoción normal. No tienes que sentirte avergonzado por eso. -sacudió mis orejas, lo que me hace reír aún si no quería. -Ahí está, la sonrisa que estaba buscando. Anda, busca unos asientos mientras lleno unos papeles, ¿sí? -asentí con la cabeza y aparté dos asientos juntos.

Papá regresa de hablar con la señora en el escritorio quien era una jirafa. Ella voltea a verme un par de veces cuando papá me señala. Se sentó en la silla a mi costado, sus lentes bajaron un poco en cuanto empezó a leer las letras pequeñas en el papel. Me acerco un poco presionado mi hocico en su brazo.

-Solo son un par de preguntas sobre ti. -dijo agitando el pelo en mi cabeza. -No te preocupes por eso. -escribió mi nombre en la primera línea con su escritura impresa y revisó los cuadritos.

Jugueteaba con los pies, esperando pacientemente que papá terminará con el papel. Los padres me miraban de forma sutil. Algunos lo ocultaban tras una revista, otros lo hacían de reojo, mirando a otro lado cuando lo notaba.

-Siento que todos me están mirando. -en ese momento suelta el bolígrafo y la tabla en la que escribía, mirándolos de vuelta. No era físicamente imponente, pero tiene un aire de autoridad donde quiera que fuera, tal vez por ser un ciervo rojo. Solté una risilla a la vez que suspiró y continúo con el papel.

-Creo que te tienen miedo. -le susurré.

-¿Crees eso? Bien. -Papá se levanta y le pasa el papel a la jirafa en la computadora, sonriéndole. Entonces se sentó junto a mí, palmeando sus piernas.-Bueno, gracias a Dios se acabó. En serio saben cómo hacer a uno creer que saben más sobre tu hijo. -levanto una ceja, ladeando la cabeza. -No es importante ahora.

-¿Dónde estamos, papá? -pregunté mirando a mi alrededor. Su expresión muestra preocupación por un momento antes de dejarme su teléfono para distraerme. Olvidando la pregunta que hice cuando miro el rectángulo de metal que los santos bajaron a estas manos. Lo agarro sin dudar y empiezo a jugar con la pantalla, teniendo cuidado con mis garras.

El tiempo voló mientras estaba alegre en el celular de mi papá. -¿Alex? -Una coyote caminó tras las puertas cafés, con tabla en mano. Vestía un saco rosa claro con pantalón gris claro. Sus ojos eran azules y su rostro era radiante. Me pego más con papá. Él reposó su mano en mi hombro.

-No puedo ir contigo. Esto es algo que debes hacer sólo. -me abraza de costado. -Estaré aquí cuando salgas.

-¿Lo prometes?

-Lo prometo.

Salté de la silla marrón, mi calzado toca la alfombra azul. Papá me decía "tienes que ser fuerte", y eso es lo que haré. Mis piernas me fallaban a cada paso, los otros niños parecían no distraerse del juego. Ser fuerte era más difícil de lo que pensé.

-Me da gusto conocerte, Alex. -ella dijo agarrando mi patita, sonreí un poco pero siento mis orejas bajar. -La doctora Sherman es una loba gris como tú, estoy segura que se pueden llevar muy bien.

Caminamos por un pasillo verde claro. Imágenes de animales en mesas adornaban el lugar. Había puertas con nombres pegados, pero íbamos tan rápido que no era capaz de leerlos. Animales me saludaron con expresión suave, carnívoros y herbívoros por igual. Apenas levanté la mano para responderles, era incómodo por mis garras sin cortar.

La coyote me dio una sonrisa amplia y paramos frente a una gran puerta oscura, el nombre de la doctora estaba inscrito en la placa dorada. Entonces tocó la puerta.

-¿Doctora Sherman? Su cita de las 3 está aquí. -tras abrir la puerta, una loba gris estaba de pie con una sonrisa de lado a lado, sus ojos verdes miraban a través de mi.

Su suéter gris cubre una camiseta azul oscuro. Sus tacones color azul la hacían parecer más alta. Giro un poco para ver el cuarto desde afuera, pero se para de forma que no me permite mirar.

-Gracias Shannon, -la doctora dijo, su voz era suave y segura; "fuerte" era lo que pensaba. Ella se agacha conmigo. -Si no me equivoco, tú debes ser Alex. -entonces ella se movió, dejándome ver en el cuarto.

Me quedé parado con ojos muy abiertos. El sol parecía reflejarse en todo el cuarto amarillo, olía como naranjas y lavanda, irritando mi nariz. Una alfombra verde estaba en el centro con juguetes esparcidos sobre este: un trenecito, carros deportivos y varios peluches arrugados y descosidos... Tal vez de niños que suelen morder cosas.

Dibujos y pinturas adornaban las paredes como si fuera parte de estas. Cojines del tamaño de una silla estaban guardados bajo una mesa de centro en la que había papeles. La doctora Sherman se puso detrás de mi y con la mano me indicó que pasara.

-¿Cómo te va en este día? -me mordí el labio, sintiéndome abandonado sin mi chamarra y la mano de papá. -Está bien, no tienes que responder, suelo apreciar el silencio -ella dijo.

Pasé la mirada por cada lado del cuarto, tratando de no hablarle. No sabía qué otra cosa hacer, así que me mordí las garras. Mi mamá me dijo que no debía hacerlo, pero no me podría regañar en este momento. No entendí porqué sentí tantos nervios, quizá porque era mi primera vez que me encontré con otro de mi especie. La doctora dio palmaditas en el cojín azul que estaba cerca de ella.

-No te preocupes, no muerde. -se reía de su propio chiste y me miró como si esperara que hiciera algo. Me quedé quieto, asustado mejor dicho, ni el brillo del sol no me hacía sentir más cómodo. Sólo quería tumbarme en el suelo y llorar, pero recordé a mi papá. Cerré los puños y levanté la mirada, caminé con paso apresurado al cojín.

-Está bien si te sientes asustado. Cambié el ambiente en el cuarto para hacerte sentir cómodo. Algunos no son tan valientes como tú. -el pelaje de la doctora Sherman era liso y brillante. Sus ojos buscaban los míos, y la miré de vuelta.

-¿Sabes? -ella dijo, cruzando sus piernas. -Hacia mucho tiempo desde que venía un lobo gris aquí. Muchos de los que vienen son niños herbívoros o adolescentes "problemáticos".

-¿Dónde estamos? -pregunto con una voz chillona, siento mi garganta seca. La doctora suspiró acto seguido mira por la ventana.

-No me es difícil decir que eres diferente de otros carnívoros. Para tener 9 años, eres inteligente y observador. -voltea a mirarme, su cola dejaba de moverse. -¿Dónde piensas que estás? -recordé la placa, aunque sólo lo de "Dra." era lo que quedaba.

-¿Eres doctora? -pregunto. Ella me dio una sonrisa.

-Ciertamente. Soy psiquiatra, quiere decir que estudio las emociones y el comportamiento de un animal. Aunque mayormente soy terapeuta por ahora.

"¿Terapeuta? ¿Psiquiatra? ¿No son de esos doctores que trabajan con los que tenían o daban problemas? ¿Soy un problema?" En mi cabeza buscaba algunas de las cosas que tal vez fueran por lo que mamá o papá me mandaron aquí. Nada, por lo que sabía no hice nada malo.

-¿Hice algo malo? -pregunto bajando la cabeza.

-Nada de eso, sólo tus papás están preocupados. Siendo que un lobo criado por herbívoros es todo menos típico. Les preocupa que eso te pueda afectar psicológicamente. -me dijo mientras agarraba mis patas, luego me levantó del cojín. Era mucho más fuerte que mi mamá, y mi papá.

-Es mi trabajo asegurarme que te sientas seguro, y que te sientas aceptado. Ser carnívoro no es nada fácil, sobre todo en la actualidad. Vamos con tu papá.

La doctora me guía fuera del cuarto, hacia la sala de espera. Papá estuvo esperando en el mismo lugar en el que dijo que estaría y fui corriendo hacia sus brazos. Quería llorar, pero no frente a todos.

-¿Cómo fue todo? -me muerdo una garra para no contestarle. La doctora le tendió la pata a mi papá y se presentó, aunque tal vez ya se conocían.

-Me da gusto verte de nuevo, señor Kingston. -mencionó ella.

-Lo mismo digo. -papá dijo con la sonrisa, esa que suele poner cuando está cerca de carnívoros, aunque a mi me trata diferente. La doctora suspiró.

-Bueno Alex, nos vemos luego, ¿de acuerdo? -le sonreí para después salir con papá de la sala de espera.

-Me imagino que no te dijo lo que pasará cuando cumplas doce, ¿o lo hizo? -moví la cabeza mientras voltee para mirarlo, aunque la luz que atravesaba las nubes grises me hacía apretar los ojos. -Bueno, vas a crecer tanto que te harás muy grande. Tus patas van a ser más grandes que las mías. Tus dientes van a crecer y tu mandíbula se hará más fuerte.

-Eso es bueno, -dije con ánimo -quiere decir que podré protegerlos, a ti y a mamá. -papá me sonríe mientras caminamos al auto.


Cabe recalcar, desde este punto tiene que ser consciente del cambio que la vida de Alex va a tener a largo plazo.

Podría incluir las canciones que inspiraban al autor intelectual para cada capítulo, pero prefiero reemplazarlo con recordatorios, recomendaciones o updates de mi parte.