Harry dormía en su habitación a pierna suelta. Incluso diría que había llegado hasta ese punto donde un hilito de saliva se le escurría por la comisura de los labios cuando dormía bocabajo. Estaba en la gloria cuando escuchó un duro golpe en la ventana de su habitación.

Fue al segundo golpe y por el aleteo en el exterior pensó que era Hedwig tratando de entrar.

Pero la lechuza estaba mirando a la ventana con la misma expresión de sorpresa que él mismo.

Otro golpe más y una enorme ala blanca impactó contra los barrotes de su habitación en Privet Drive.

¿Buckbeak? ¿Sirius? Harry se enredó entre las finas sábanas que había estado usando hasta el momento salvándose de besar el suelo por los pelos.

Pero cuando llegó a la ventana no vio a un hipogrifo, no. Era una forma humana con alas que parecía brillar a la luz de la luna.

Unas alas enormes volvieron a golpear los barrotes, regalo de su tío Vernon.

Cuando Harry miró al rostro de aquella impresionante criatura se cayó de culo.

Otro golpe más, iba a despertar a sus tíos.

Se levantó como pudo y se acercó despacio mientras, ese, eso, le miraba con ojos brillantes encaramado a los barrotes de su ventana.

—¿Malfoy? —preguntó sin querer que aquello en verdad fuera cierto.

Era rubio, con una melena larguísima, ojos brillantes como la luna y los rasgos inconfundibles de su compañero de escuela.

Pero a la vez era una criatura mágica espeluznantemente hermosa y quería colarse en su habitación.

Al decir su apellido giró su cabeza, como hacían esos perros tan monos cuando sus amos les llamaban. Aunque también podía ser que fuera a atacarle si se ponía cerca.

—¿Eres tú? ¿Qué haces aquí?

Si antes hacía ruido ahora era la fiesta de "vamos a despertar a los vecinos".

—No, no, por favor —suplicó Harry—. Vas a despertarlos a todos. Estate quieto.

Malfoy con alas y, joder, completamente desnudo, se quedó quieto.

Harry enrojeció intentando no mirar "ahí".

No podía ser él, era imposible. La cosa con cara de Malfoy metió la mano entre los barrotes, los cristales no estaban cerrados.

Harry no supo que hacer, quería tocarle al parecer, pero Harry había aprendido en sus años en el mundo mágico que no todo lo bonito era necesariamente bueno.

Pero se le veía tan desesperado por tocar a Harry que le dio un poco de pena.

Se acercó pasito a pasito, hasta que sus dedos estaban casi rozándose. Sintió una leve descarga cuando finalmente se tocaron y un suspiro de paz y satisfacción por parte del rubio con alas.

No le arrancó el brazo de cuajo y tenía aún todos sus dedos intactos.

—¿Qué haces aquí? —Le miraba del mismo modo que antes con su rostro ladeado—. Draco.

—Harry. —Su voz era como esas de las voces de ultratumba de las películas muggles, y Harry casi se mea del susto. Pero su voz y su rostro eran cosas distintas. Y esta versión criatura malfoyesca parecía tener verdadera necesidad de estar a su lado.

—Tienes que bajar de la ventana, ahí, al césped —le pidió Harry, si no llamaban la atención de los muggles lo harían de los magos—. Voy a bajar.

Cuando se separaron sintió el lamento del rubio, estaba claro que quería su contacto.

¿Por qué le tenían que pasar a él todas las cosas raras?

—Harry.

La voz daba miedo pero su cara era demasiado desconsolada por tener que separarse.

—Ya bajo, espérame allí.

Su tío jugaba a que le encerraba y Harry jugaba a que le dejaba creer que no podía salir. Total, tampoco tenía nada que hacer fuera.

Pero bajó las escaleras lo más rápido que pudo sin romperse la crisma y sin hacer ruido.

Cuando abrió la puerta trasera y le vio en medio del pequeño jardín trasero, parecía que brillaba más que la farola recargada que su tía había comprado ese verano.

Malfoy le estaba esperando con los brazos extendidos y Harry se le acercaba muy despacio, como lo había hecho en su día con Buckbeak, que al punto le parecía mucho menos peligroso que un Malfoy con alas y desnudo en el jardín de sus tíos.

"Harry, haz contacto visual, no le mires abajo" se repetía una y otra vez.

Pero no tuvo opciones a pensar nada más, la cosa alada más impresionante que había visto en su vida alzó el vuelo y llegó hasta él agarrándolo y subiéndolo en el aire.

Harry no tuvo ni tiempo a sacar la varita y atacarle, pero Malfoy no le soltaba y Harry no tuvo más remedio que agarrarse de su cuello y pasar las piernas por su cintura en modo Koala para no caerse y matarse en mitad de cualquier lugar de Surrey.

—¡Bájanos, Malfoy! —le pidió con la voz entrecortada.

Harry estaba sobreviviendo por los pelos curso a curso, y esperaba llegar al siguiente. Pero Malfoy batía las enormes alas rítmicamente, y emitía un sonido de extremo placer mientras frotaba su rostro contra el de Harry.

Si aquello era un hechizo o alguna maldición que le habían lanzado al rubio, iba a morirse cuando se diera cuenta de lo que estaba haciendo.

Parecía que Harry le gustaba, que le gustaba mucho, por los besos que le estaba dando en el cuello.

Harry se estaba dejando, porque a ver, si una criatura mágica que te llevaba en volandas por mitad de Londres, en pelotas, súper bonito, y que te ronroneaba en el cuello, dándote besos pues tú te dejabas hacer, tampoco era tan malo.

—¿A dónde vamos? —le dijo mirándole a los ojos de plata, y sin poderlo evitar, le acarició el pelo que se movía como si tuviera vida propia.

Debía ser por cosas de la magia que le había hecho eso a Malfoy, estaba claro, pero este se veía muy contento con las caricias de Harry.

—Nido.

La voz seguía siendo aterradora, pero el contenido de la frase le dejó desconcertado.

¿Iba a incubarle como a un huevo? ¿Creía que Harry era su cría?

Harry lo tenía claro, ponía un pie en tierra y salía corriendo, aún no podía desaparecerse, le quedan todavía tres años para presentarse al examen, pero tenía piernas y les iba a dar buen uso.

Pero no contaba con que llegaran a una mansión enorme y que el Malfoy alado le dejara en una torre, donde literalmente había un nido. Un nido enorme.

Malfoy lo dejó allí con sumo cuidado, y procedió a tumbarse, y apretarlo contra su cuerpo cerrando cualquier punto de escapa con sus alas.

14 años, tenía 14 años recién cumplidos y ese iba a ser su regalo de cumpleaños.

Harry suspiró, cuando se dio por vencido y aceptó que no iba a salir de aquella prisión de alas. Así que se durmió dejándose abrazar por aquella criatura. Total, no era lo peor que podía ocurrirle después de todo.

—¿Qué demonios haces aquí, Potter? —El grito colérico le despertó de golpe.

Se le debían de haber caído las gafas en algún momento, y las notó clavándosele de cualquier modo. Le dolía a cara, y cuando pudo enfocar se dio cuenta de que ya no había alas, ni un Draco Malfoy de pelo largo y bonito, bueno, no es que no fuera bonito, mierda, lo que fuera, que era el Malfoy de siempre, pero tapándose las partes nobles, algo que le agradecía profundamente.

—Me secuestraste y me trajiste aquí —se defendió Harry, pero era muy ridícula toda aquella situación. —¿Podrías vestirte?

Draco enrojeció hasta las orejas, y miró a todos lados.

—No tengo varita —Y aquello le pareció más humillante que el estar desnudo delante de su supuesto rival consumado.

—Accio pantalones —dijo Harry sacando su varita y unos finos pantalones negros llegaron corriendo por la cornisa, Malfoy los tomó al vuelo y Harry trató de mirar a otro lado, le salió regular.

—¿Qué haces en mi casa? —Con pantalones el rubio parecía mucho más seguro de sí mismo.

—Ya te lo dije, viniste a casa de mis tíos, me secuestraste, y me trajiste volando hasta aquí al nido este asqueroso.

—Yo no fui a por ti, ni siquiera sé donde vives y no veo escoba...

—Tenías alas, unas alas enormes, y llegaste volando.

La cara de Malfoy ahora estaba completamente blanca y acabó sentándose en el nido.

—Mierda.

Harry asintió, sí, aquello era una mierda.

—Quiero volver a casa, a mis tíos les da igual, pero Dumbledore se va a poner hecho una fiera.

—Mierda —repitió Draco metiendo la cabeza entre sus rodillas.

—¿Estás bien? —preguntó Harry, la verdad, es que lo prefería como pajarraco bello, el Malfoy humano nunca le había caído muy bien.

—Mi padre va a matarme —dijo el rubio sin mirarle.

Esperaba no tener nada que ver con Lucius Malfoy si podía elegir, sinceramente.

—No tiene porqué enterarse, pero déjame irme.

Malfoy chasqueó los dedos y un elfo viejo con orejas hasta el suelo apareció de inmediato, pues podría haber hecho eso antes y que le trajera ropa.

—Trinkle, lleva a Harry Potter a su casa y no me digas donde es —Malfoy le miró—, ni a mi ni a nadie.

Eso fue un detallazo, debía reconocérselo a Malfoy, el elfo le agarró de la muñeca y Harry no tuvo tiempo ni de decir adiós. Estaba dentro de su habitación en Privet Drive, como si toda aquella noche no hubiera ocurrido.

En el alféizar de su ventana había varias lechuzas con cartas para él, y las despidió con un par de chucherías lechuciles, eran de Hermione y Ron, y la noticia de que iban a ir a recogerlo para ir a la final del Mundial de Quidditch fue el mejor regalo de cumpleaños de su vida.

Él nunca había visto un partido de Quidditch profesional y aunque Ron se lo había contado, verlo en persona iba a ser impresionante.

Hagrid le mandó un pastel completamente destrozado, y Sirius un juego de Snap explosivo que había sido de su padre.

Estuvo tentado de incluir en las cartas que mandó de vuelta a Ron y a Hermione lo que le había pasado con Malfoy, pero él había dicho que no lo contaría, y Malfoy que no revelaría su dirección.

Las promesas había que cumplirlas, y después de pasar todo el día de su cumpleaños encerrado con solo un plato de comida dejado en la puerta por parte de sus tíos, no pudo dejar de pensar qué era lo que le había sucedido a Malfoy.

Al parecer, no tenía ni idea de lo que había pasado, y temía que su padre se enterara. Así que a lo mejor no era un hechizo, sino algo que a Lucius Malfoy no le gustaría conocer de su hijo.

Se quedó dormido viendo a las cartas saltar como locas, e imaginando qué es lo que le ocurría a Malfoy.

Pero de nuevo, un golpeteo de alas le despertó. Y allí estaba, Draco Malfoy, desnudo, con alas, melena de anuncio de champús, y queriendo meter su cuerpo en la habitación a través de los barrotes.

—Harry.

Diría que cuando escuchabas esa voz par de veces uno se medio acostumbraba, pero la verdad es que no, seguía acojonando.

—¿Qué haces aquí, Malfoy? ¿Por qué has vuelto?

Pero aquello solo provocó que la versión alada de Malfoy intentara agarrarle con más ímpetu.

—Tranquilo, tranquilo —le dijo, pero no pensaba acercarse ni un poquito más.

—Harry.

—Cállate, vas a matar del susto a cualquiera que te vea.

Y entonces se dio cuenta, ¿el Ministerio no había detectado por segunda vez consecutiva que él supiera lo que estaba pasando?

A él, el año anterior que le atacó un dementor y casi lo meten en Azkaban y Malfoy modo criatura allí tan tranquilo.

Y entonces recordó el "accio" que había realizado por la mañana y que tampoco había tenido consecuencias.

Eso era raro, muy raro.

Tenía claro que si salía acabaría en una de las torres de la casa de Malfoy, y sino, este despertaría a todo el barrio, y seguro que sería él el que pagaría los platos rotos con el Ministro.

Así que le hizo gestos para que dejara de darle golpes a la ventana con sus alas, y de arañar la pared de su habitación.

Bajó, aunque ya sabía lo que iba a pasar, cuando pisó el jardín, sus pies se elevaron y ya estaba de paseito por el cielo de Londres agarrado al cuerpo desnudo de Malfoy. No, ese punto era incapaz de obviarlo.

Los besitos y ronroneos en su cuello, Harry decidió que no estaban tan mal, así que se aventuró acariciar él también el cuello de Malfoy, al día siguiente no iba a acordarse, o eso esperaba.

En la torre lo abrazó en el nido, y se quedó dormido hasta que un nuevo grito lo despertó.

—Por Salazar, otra vez no. —Harry se había guardado las gafas esta vez, y se frotó los ojos antes de ponérselas.

—Tienes que dejar de venir a buscarme —dijo Harry, pero mucho más tranquilo que la vez anterior.

—Esto es una locura —gimió Draco pesaroso.

—¿Por qué vienes a por mí y me metes aquí? —Harry estaba lo suficientemente cómodo en el nido como para tomarse la molestia de salir, no era un lugar tan malo.

—Mierdas veelas —contestó Draco.

—¿Velas? —le preguntó Harry— ¿Eso qué es?

—Es veela, y es una criatura mágica.

—Eso lo he supuesto al verte con alas, melena y con tu voz de acojonadora.

Draco le miró espantado.

—Es bonita la criatura.

—Cállate, Potter —le pidió Draco, aún desnudo.

—¿Puedes vestirte? —le pidió Harry, no es como si no le hubiera visto desnudo toda la noche, pero eso era la criatura y esto era Draco Malfoy.

—Trinkle —dijo Malfoy, y el elfo apareció—. Tráeme una túnica.

Con algo de ropa por encima, Harry vio como el elfo se acercaba hasta él, dispuesto a aparecerlo en su casa.

—¿Vas a venir esta noche? —preguntó Harry, y Draco solo se encogió de hombros.

Eso sonaba a que sí, así que Harry esa noche se quedó esperándole. Y cuando escuchó el aleteo, bajó directamente, y la criatura alada le agarró y le abrazó fuertemente, suspirando en su cuello como si le hubiera echado mucho de menos.

El nido los estaba esperando, y aunque trató de hablar con él, solo sabía decir Harry, mío y nido, así que se quedó entre sus brazos y durmió, pero despertó esta vez antes de la transformación. Los primeros rayos de sol, disolvieron las alas como si fueran solo espuma, el pelo se evaporó, dejando aquella cabellera que él conocía, y el rostro de Draco se suavizó hasta uno más humano. Un rostro relajado y sereno que Harry, en realidad, no conocía tan bien.

Cuando despertó, ya no había tanto espanto, sino resignación.

—Buenos días —le saludó Harry, mientras Malfoy le soltaba.

—Buenos días —suspiró— creo que no lo puedo controlar, ayer me encerré en las mazmorras de la mansión, pero pude salir a buscarte.

—¿Por qué necesitas ir a por mí? —le preguntó Harry.

Pero Draco ya se estaba distanciando, Harry se levantó y le tomó de la mano más fuerte de lo que creía.

—Me merezco una explicación.

Y aquello pareció convencerle.

—Si se lo cuentas a alguien —le amenazó un Draco aún desnudo— te mato.

—Ok.

Harry le tendió una de sus túnicas que se había llevado consigo para ese momento, no quería que llamara al elfo y le largara como los días anteriores.

—Eres un enano, Potter —se quejó al ponérsela y ver cómo el dobladillo le quedaba excesivamente corto.

—Se dice gracias, de nada —se quejó— explícamelo.

—En mi familia hay sangre de veela. —Aquello parecía ser algo horrible por su expresión mortificada— En mi familia la mezcla de sangres no está muy bien vista.

—Me lo creo. —Y luego iba llamando a la gente sangre sucia, la hipocresía personificada.

—Habitualmente solo la desarrollan las descendientes Malfoy, por eso hace generaciones que no hay una heredera mujer.

—¿Las matan al nacer? —dijo Harry espantado.

—No, animal, hay un hechizo para que las madres solo tengan varones.

Harry le miró casi igualmente espantado, pero no dijo nada, quería respuestas.

—La cuestión es que está claro que conmigo la criatura ha hecho una excepción, y me transformé.

—Entiendo, pero ¿qué tiene eso que ver conmigo?

Aquello parecía costarle aún más a Draco.

—Pareja destinada —dijo después de un rato muy bajo.

—¿Qué?

—Que eres mi pareja destinada.

—¿Y eso que significa? —No era tan imbécil, eso sonaba horrible, pero prefería confirmación.

—Mi criatura te ha elegido como su pareja, y va a ir a buscarte estés donde estés.

—Eso es imposible.

—Ojalá.

Draco volvió al nido a sentarse, y Harry le miró, salvo los minutos en los que había estado dormido, nunca habían estado así de cerca.

—¿Qué vamos a hacer?

—No contárselo a nadie, obviamente —dijo Malfoy.

—¿Y cómo esperas que nadie se entere si vienes a secuestrarme todas las noches?

Draco se tiró en el nido hacia atrás con un brazo sobre los ojos.

—Esto es una mierda.

—Estoy de acuerdo.

Draco se giró a mirarle, y Harry se puso por primera vez nervioso.

—No pareces ni remotamente sorprendido, ni te está entrando un ataque de pánico ni de rechazo.

Harry decidió que aquel era un excelente momento para limpiarse las gafas, porque tenía completamente razón. Ni le sorprendía ni le molestaba.

—¿A ti te molesta que sea yo? —Y entonces, fue Draco el que esquivó su mirada súper concentrado en las ramas y telas que conformaban el nido mullidito.

—No, yo ya sabía que eras mi pareja.

—¿Cómo? —Harry se coló sobre él, para que le mirara— ¿Cuándo?

—El curso pasado, cuando el pajarraco ese te aceptó.

—¿Buckbeak? —se sorprendió Harry— ¿Por eso hiciste el imbécil con él?

Draco asintió, y Harry sonrió, desde luego todo estaba mal, porque a Harry le tendría que estar molestando, y no lo estaba pasando para nada.

—Supongo que si tu criatura me eligió, debe ser que no es solo unilateral.

Draco le miró de hito a hito, y sonrió, por primera vez siendo Draco Malfoy sin alas le sonrió, y Harry hizo una cosa muy tonta.

Bajó y le dejó un beso en los labios, Draco se quedó impactado, pero en nada elevó un poco su rostro para devolverle el gesto con otro beso.

Esta vez el elfo doméstico no se llevó a Harry, sino que les subió un desayuno estupendo.

De cómo uno pasa de tener un enemigo, a besarse con él en una de las torres de su mansión, era algo que Harry solo podía considerar como mágico.

Cerca de la hora de la comida, Harry se marchó, pero Draco le detuvo un segundo.

—Esta noche...

—Te estaré esperando en el jardín de mis tíos —contestó Harry.

Draco asintió, y vio como Trinkle se lo llevaba.

Tenía que hablar con su padre, estaba casi seguro de que le iba a desheredar y repudiar, pero no tenía que estar transformado en un veela, lo podía sentir. Él acabaría donde estuviera Harry, y no había familia ni mundo mágico que pudiera cambiar eso.

Quizás hubiera tenido que contárselo antes de ir al Mundial de Quidditch, pero cuando todo se volvió un caos y un grupo de encapuchados empezaron a atacar, Draco se transformó y se fue directo hacia su pareja, un veela macho era único, y el mundo mágico obvió el hecho de que unos supuestos mortífagos habían intentado sembrar el pánico.

Lo que nadie entendería, ni siquiera ellos dos, fue que con ese gesto habían cambiado el rumbo de la historia, una donde Voldemort volvería; donde el mundo mágico correría de nuevo peligro; y donde demasiadas personas a las que ambos querían morirían de no haber sido por haberse elegido.

Lucius Malfoy sí lo sabía, el giratiempo que Hermione Granger había utilizado nunca fue devuelto al Departamento de Misterios.

Y lo que vio le hizo tomar la decisión de desactivar la restricción veela de su hijo.

Draco no conocía toda la verdad, pensaba que solo pasaba a las mujeres de la familia, y que por eso, ninguno de ellos lo poseía, pero no era cierto, en su familia, nunca había habido descendientes femeninas, y la sangre veela circulaba por sus venas fuerte y potente, igual que por la des Lucius, Abraxas, y todos sus antepasados, pero lo que sí utilizaban era un hechizo para bloquearlas.

La limpieza de su sangre se vería completamente desprestigiada, serían expulsados de los sagrados 28, pero el otro futuro era mil veces peor.

Y si había algo que Lucius Malfoy quería, era a su familia y a su único hijo, aunque tuviera que cedérselo a Harry Potter, ese mocoso insolente liberador de elfos domésticos.


Tenía ganas de escribirle algo a Harry por su cumpleaños, así que:

¡Feliz cumpleaños, Harry!

Espero que os haya gustado.

Besos

Shimi