Muy buenos días, tardes y noches (dependiendo del momento en que lean esto) queridísimos lectores!

Cómo están disfrutando este día? Si están bien, pues me alegro mucho por ustedes. Si es el caso contrario, espero que esto los anime un poco.

Qué me motivó a escribir esto? Pues simple, mi incapacidad de contener el desprecio que me generó Netflix con sus adaptaciones Live Action de esta franquicia…como si las otra películas no hubiesen sido agonía suficiente.

Al menos están las películas animadas.

En fin, esta será mi venganza contra lo que me hicieron ver con falsas expectativas. Espero que les guste.

Sin nada más que aportar, solo aclararé que ningún personaje me pertenece ya que para eso están sus respectivos creadores.


WELCOME TO RACCOON CITY, AGAIN?

Lloraba el cielo azabache sobre la fantasmagórica ciudad, barriendo a duras penas con sus constantes lágrimas la suciedad que empañaba lo que alguna vez, en un tiempo muy remoto, una idílica comunidad donde la gente podía vivir tranquilamente y sin pensar que algún día la catalogarían como basurero.

Estridente sonido, generado por el choque intrépido de cada peculiar gota contra la cubierta metálica de los vehículos, conseguía aturdir a más de uno. Mas esto solo servía como reemplazo de los truenos y relámpagos que rasgaban el obscuro firmamento, contentando al mundo retorcido con un paisaje cuya iluminación sepia dependía de empobrecidas farolas que habían visto mejores épocas, bañando calles y viviendas con un ambiente mediocre y atestado de malas vibras.

Aun así, adentrándose a la maraña de pasillos alfombrados que guiaban de manera ciega a diversas puertas donde la pintura en capas demostraba diferentes tonos, un repetitivo timbre de alarma resonaba con suficiente fuerza como para hacerse eco en la habitación extrañamente limpia, acoplando todo ruido externo como si de una cápsula se tratara.

~BEEP! ~

~BEEP! ~

~BEEP! ~

-Ugh! Pero qué demonios…? – una figura envuelta en sábanas blancas almidonadas se irguió con rapidez, girando lo que parecía ser su cabeza de lado a lado, como si buscase la fuente de tal disturbio que perturbó su sueño.

~BEEP! ~

~BEEP! ~

~BEEP! ~

-Ya deja de sonar, por favor…! – consiguiendo guiarse a través del sentido auditivo, la ronca voz masculina habló de nuevo, comenzando a virar el cuerpo y acercándose al despertador que reposaba apaciblemente sobre una mesa de luz aledaña.

~BEEP! ~

~BE…! ~

-Agh! Por fin! Silencio…Adorable silencio…- farfulló el varón, extendiendo el brazo diestro para así tantear la superficie barnizada hasta percibir un botón en la parte superior del reloj.

Objeto que accionó al instante, generando en consecuencia un suspiro de alivio. En vísperas de estar sentado ya, el hombre llevó ambas piernas afuera de la cama, asentando las plantas de los pies en el rugoso suelo en simultáneo que tomaba un puñado de la blanquecina tela con la mano derecha, halándola hacia abajo hasta revelar una despeinada melena blonda que cubría una gran proporción del rostro.

-Última vez que bebo con los demás- continuó monologando el rubio luego soplar un rebelde mechón que se le había metido en la boca mientras dormía.

Liberando un cansino gemido, como si hubiese dormida nada más que meros minutos, el sujeto procedió a entrelazar los dedos con las áureas hebras que continuaban cubriéndole el rostro, enseñando unas orbes color cian que estaban siendo decoradas por el momento con unas violáceas ojeras.

Enfocando la mirada en un punto fijo de la pared mientras buscaba reorientarse, el extraño individuo soltó unas tres exhalaciones previo a girar la cabeza en dirección a la mesa de luz, lugar una botella de vidrio descansaba y que pronto se convirtió en un objetivo a asir.

Un ligero trago de la templada bebida sirvió para esclarecer el agrio sabor en la boca, mas esto no evitó que un gesto de asco se realizara al permitir que descendiera por la garganta, demostrándose sonoramente con un chasquido de lengua.

-Dónde carajos estoy? – volvió a hablar solo el rubio, masajeándose las sienes en lo que intentaba ponerse de pie y caminar directo a un baño cercano.

Tambaleándose, la figura desgarbada atinó a evitar su caída sujetándose del umbral, oprimiendo inconscientemente con las falanges de las mano diestra el interruptor de luz. Una maldición fue siseada por el ingenuo error cometido al pisar mal, enderezándose de nuevo y continuando con su andar, solo para frenarse abruptamente al apreciar lo que el espejo frente a él reflejaba.

Grande los ojos se abrieron al apreciar lo que tenía delante, dando lentos pasos hasta afirmar ambas manos sobre la losa del lavabo y acercarse más aun al bruñido objeto adherido a la pared, empañándolo con cada segundo que pasaba por la errática respiración que ejecutaba debido al pánico.

-Pero qué…? Esto no puede ser cierto, es un sueño nada más…Sí tiene que ser solo un mal sueño- musitó el ojiazul, alejándose milimétricamente del espejo.

Sin embargo todos los ruegos cayeron en oídos sordos, ahogados por el estruendosa cacofonía externa que atentaba con desarmar el techo que le cubría de momento, como si de un aviso divino para que se marchara del diluvio universal fuese. Temeroso, la mirada cerúlea observó minuciosamente los detalles que para su mente parecían perdidos en el tiempo, aproximadamente dos décadas, en un lugar que fue abandonado por Dios y borrado del mapa por el hombre que creó.

Pese a todo ello, el terror serpenteó fugazmente por la espalda del joven adulto, cual animal rastrero de sangre fría que en un centelleo devoraba a su inamovible presa. Acomodado sobre un aparador que sostenía botellas de acondicionador y jabón, una figurilla con aspecto de mapache que alrededor de su cuello tenía un pañuelo rojizo.

-Mr. Raccoon…? No. Maldición, no. Esto es un sueño! Un maldito y condenado sueño! Esto es un…es…es una pesadilla- reconociendo la pequeña estatua que parecía burlarse de él, el rubio escapó veloz del sanitario con el propósito de llevar a cabo un pesquisa, localizando sobre un sofá un conjunto de ropa policial.

Una cuya chaqueta azul oscura tenía bordado en el pectoral izquierdo unas pequeñas letras en blanco.

LEON S. KENNEDY

Acto seguido, el joven sujeto no perdió tiempo en vestirse, pues sueño o no él tenía cero deseos de estar allí. No de nuevo. No cuando el horror que cambió para siempre su vida estaba a punto de iniciar luego de ver un periódico al lado del reloj despertador y las botellas de cerveza.

Una hora y trece minutos restaban para que Octubre de 1998 comenzara. Siete horas y cincuenta minutos para que una bomba termobárica eliminara para siempre del mapa norteamericano a Raccoon City.

Tras realizar un presuroso recuento de municiones, las cuales contaban apenas con quince balas 9mm Parabellum, y agradecido primordialmente de tener un arma reglamentaria junto a un cuchillo, Leon meditó mientras recorría los pasillos del motel sobre sus siguientes acciones. Fácilmente podría irse del pueblo en el primer coche que viese, pero esa idea fue abismalmente derribada cuando un par de rostros emergieron entre la bruma de pensamientos, determinando así lo que en verdad era su deber civil, moral, y personal.

-Debo encontrar a Claire y Sherry. Tengo que sacarlas de aquí pronto- en un susurro monologó Kennedy, viendo periféricamente a través de unas persianas cómo algunos residentes de otros habitáculos parecían estar estáticos.

El conteo regresivo hace tiempo había comenzado, y ni siquiera tenía una idea clara de dónde estaba parado el varón desfasado cronológicamente, intentando con todos sus esfuerzos orientarse en una ciudad que solo conoció por menos de un día completo la primera vez.

Tenaces las gotas de lluvia resultaron ser, empapando en cuestión de instantes a quien de nuevo personificaba un policía en su primer día de labor, obligándolo a reacomodar con apuro el cabello para que no estorbara el rango visual. Ignorar la fría ventisca acompañada de la precipitación fue fácil para Leon, acostumbrado por las misión en lugares recónditos con objetivos cuasi idílicos, por lo que sereno caminó rápido hasta el parquímetro en busca de un vehículo con el cual transportarse mejor.

-Mmh…No. Mejor vamos por algo que no chocaré. Juro que si lo hago, las chicas nunca me dejarán olvidarlo- deteniéndose a ver un patrullero aparcado a un costado de la calle, Kennedy meció de manera negativa la cabeza previo a retomar el paso hasta donde unas motocicletas aguardaban.

En vísperas de que ninguna poseía una llave, aquel que en su mente todavía se reconocía como un agente gubernamental extrajo el cuchillo de su funda y procedió a cortar los cables de un ciclomotor que se asimilaba bastante en aquella que Chris Redfield le había prestado durante el incidente de New York, realizando un presuroso contacto con los filamentos de cobre con intención de encenderla.

Ansioso por empezar a trasladarse a puntos más reconocibles de la ciudad, Leon montó el vehículo de dos ruedas y aceleró por las desoladas calles nocturnas con gran habilidad, llevando inclusive el arma reglamentaria sin el seguro en la mano izquierda para así disponer de los posibles infectados que aparecerían en cualquier momento para devorarlo.

-Maldición, no solo no reconozco nada de este lugar. Y lo poco que recuerdo, ni siquiera es como tal- farfulló el rubio, ignorando los lacerantes y gélidos aguaceros que parecían tomar más ímpetu con la velocidad que llevaba.

Carteles enormes al costado de las calles publicitaban la fatídica farmacéutica con el logotipo de un paraguas rojiblanco, provocando que la ira del experimentado hombre se encontrara en alza nada más, acelerando a vertiginosas velocidades y superando en consecuencia un camión que transportaba combustible para llegar así más rápido a lo que creía que sería el centro de la ciudad.

En una especie de broma poco agraciada, el rubio creyó que aquel laberíntico motel había trasladado sus sinuosos caminos a la ciudad, pues con cada giro que ejecutaba una nueva encrucijada se manifestaba. Hogares deshabitados a simple vista en conjunto a pocos que era iluminados por centelleantes focos en sus pórticos, enviaban escalofríos al hombre que poco podía hacer para suprimir recuerdos de España, subyugándolo de manera mental por unos breves instantes para luego sacudir la cabeza y continuar con la marcha.

Desde lejos, las orbes azuladas atisbaron un patrullero del cual descendieron dos oficiales a Emmy's Diner. Lugar que ante cualquier predicción apocalíptica continuaba trabajando con normalidad, pues incluso música se escuchaba de manera sutil, posiblemente aplacada por los vidrios que dejaban entrever el interior del local. Declarándolo objetivo para buscar información, Kannedy aminoró la velocidad de la motocicleta hasta estacionar a metros del patrullero.

Obvias miradas se enfocaron en su persona una vez que entró a la cafetería, completamente mojado por la lluvia y con un rostro que alejaría hasta el más temerario de los hombres existentes en dicha época. Solo su interna voz de la consciencia, que sonaba extrañamente como un fémina de cabellos rojizos, le hizo guardar el arma antes de entrar.

-Querido, estás empapando mi piso- una mujer de recogido cabello azabache y uniforme de mesera habló desde la cocina, masticando entre palabras un chicle.

-No se preocupe, dentro de unas horas no será más que un recuerdo- rápida fue la respuesta que salió de la boca de Leon, viendo cómo dicha dama tenía un notable derrame en el ojo derecho.

Sin prestar atención en un inicio, al menos para la compresión de los demás comensales, el hombre que debía revivir su primer día de trabajo tomó asiento frente a la barra, observando con desgano un pequeño revistero donde una variopinta clase de lectura, solo para esbozar una pequeña sonrisa triunfal cuando halló un mapa de la ciudad que indicaba puntos importantes.

-Oye, tú debes ser…el novato- un robusto hombre de barba roída interrumpió la concentración del rubio, aproximándosele mientras gesticulaba una amarillenta sonrisa burlona.

Tal apodo generó un sentimiento de nostalgia en el aludido, recordando que en los últimos años solo una personal especial le decía de tal forma sin invocar un ánimo apático que finalizaba en la recepción de mordaces comentarios.

-Cómo estás, novato? Así que, he oído…que le disparaste a tu compañero en el trasero, durante el entrenamiento. Es eso cierto? – apoyándose en la barra y reduciendo la distancia entre ambos, el corpulento varón continuó con su instigación.

Una ceja enarcó el ojiazul, resignado a soportar lo que posiblemente fuesen las últimas palabras del policía frente a él. En retrospectiva, no sentía pena por él, pues de haber sido otro el destino de su primer día, seguramente hubiese tenido numerosos compañeros con actitudes nefastas.

-Y que tú papá, un pez gordo de la Fuerza, tuvo que pagar tu fianza. Ahora, es por eso que te transfirieron a esta…ciudad de mierda? – el monólogo del policía de Raccoon City prosiguió al punto de querer sonar condescendiente, pero terminando con una irónica risotada.

Esta vez un semblante de suma confusión invadió el rostro de Leon, discerniendo todo lo que acababa de escuchar. Nada más alejado de la realidad pudo haber sido tal comentario previo, ya que él recordaba muy bien que sus padres habían fallecido años antes de pedir su traslado. Incluso mucho antes de su noviazgo adolescente con Rachel, por lo que poco a poco iba descubriendo que la ciudad no era lo único que había sufrido modificaciones en lo que sea que estuviese reviviendo.

-Leon S. Kennedy. Qué es la "S"? De "sonso", verdad? – leyendo el bordado de la campera, el oficial de gran porte quiso tener una última broma a costa del rubio, quien periféricamente memorizaba el mapa para alcanzar la estación de policía.

Una risa soltó el segundo policía, cuyo cabello rapado era la mayor cualidad física por el cual describirlo, jactándose del humor de su compañero. Un sonido bastante molesto para el agente de la DSO, quien daba gracias por no tener una migraña con todo lo transcurrido, mas aquello no le salvaba de maldecir el haber dejado de beber ya que una botella de alcohol fuerte le vendría muy bien para la situación.

-Terminaste? – incapaz de retener el tono ácido, Kennedy realizó su propio interrogante.

-Vamos, solo estamos jugando contigo, chico- rápidamente el robusto policía optó por finalizar la plática, dándole una malintencionada palmada en el hombro derecho a Leon mientras persistía con la idea de mantener su sonrisa lúdica.

Definitivamente esa acción casi desató un reacción física violenta. Un fugaz dolor fantasma llegó al cerebro del ojiazul, producto del balazo que Annette Birkin le dio al querer proteger a Ada Wong. Un sufrimiento que prefirió acarrear con los años, y que paulatinamente aminoró cuando el cariño de quienes amaba le daban el obsequio de mejores memorias por las cual vivir.

Sin saber lo que estuvo a punto de provocar, el corpulento oficial volteó y caminó hasta donde un trío de personas cenaba en silencio.

-Estarán trabajando en el cementerio? – inquirió en lo que tomaba un puñado de patatas fritas de un plato que anteriormente la mesera dejó en la barra.

-Sí. A dónde se dirigen ustedes? – afirmó un hombre de corto cabello claro volteando un tanto mal agestado tras perder su emparedado a manos de la mujer frente a él.

-Bueno, alguien encontró un cuerpo en la vieja mansión Spencer…está todo masticado- totalmente ignorante de lo desagradable que lucía al masticar con la boca abierta, el policía robusto prolongó un poco más su diálogo.

Leon, quien se proponía a pararse con el fin de salir del local, detuvo abruptamente hasta la respiración. Era imposible, desde su punto de vista, que la localización previamente mencionada existiera aún, no cuando debería de haber sido destruida en Julio del mismo año que revivía.

-Creí que ya no había nada por allá- habló el hombre que estaba sentado a la izquierda de la dama que comía, mostrándose verdaderamente confundido.

-Por mí podrían borrar todo este maldito pueblo del mapa- desestimó el policía, limpiándose los dedos llenos de aceite con una servilleta de papel antes de arrugarlo y lanzarlo a un costado, costándole una mala mirada de la mesera.

-Oye, oye! Es mi ciudad natal de la que hablas! – reclamó la dama que atendía con diligencia el local, depositando con enfado un par de vasos descartables con café caliente.

-Pues te la regalo…- haciéndose de las bebidas, el verborreico oficial aludió irónico.

-Okay, vamos. Es hora de irnos- anticipándose a lo que posiblemente podría escalar a una discusión por el amor al lugar donde vivían, el segundo policía declaró en simultáneo que simulaba ver el tiempo en su reloj.

Aceptando la sugerencia del compañero que tenía en la labor policial, el robusto agente de la ley marchó pomposo hasta la puerta del local. En el preciso instante que iba a cruzar el umbral, Leon tuvo un pequeño atisbo de piedad por lo que el hombre iba a sufrir en los próximos minutos si su destino en verdad era real y no un producto de su imaginación.

-Grandulón…- llamó Kennedy, sin siquiera voltear, al sujeto que había disfrutado vilipendiarle verbalmente.

-Me hablas a mí, novato? – sorprendido por el tono grave que poco parecía pertenecer al joven adulto de ojos azules, el policía robusto volteó.

-Dispara a la cabeza, no malgastes balas- aconsejó de manera críptica el blondo, comenzando a plegar el mapa.

-…Vale, tú por otro lado no me dispares en una nalga. Estoy desarmado! – en silencio se mantuvo el policía, intentando comprender lo que dijo el "novato", para después bufar y responder en una entonación que demostraba la nula concientización ante la recomendación.

-Realmente no extrañaré para nada tu presencia…- escuchando cómo la puerta de vidrio se cerraba a su espalda, Leon negó apenas con la cabeza, soltando en un suspiro una personal opinión sobre lo que acababa de vivir.

No quería pensar demasiado en hipotéticos escenarios donde la infección nunca hubiese existido y hombres como el que acababa de irse a su muerte fuese su compañero de trabajo, porque en verdad dudaba mucho que le gustara el traslado que había pedido gracias a su mente ingenua que se dejaba sugestionar por noticias y rumores.

Volviendo a mecer en sentido negativo la cabeza, Kennedy depositó el mapa en el revistero de la barra, irguiéndose luego con el claro plan de seguir su camino para salvar a quienes más cercanos a su corazón eran. Ansioso y temeroso por los cambios que también podrían haber sufrido ellas, y preguntándose si solo él era el que recordaba, de una manera distinta, todo. Pero pese a todo esto, los sentidos del agente gubernamental se mantenían alertas, percatándose cómo la mujer que antes comía gustosa un emparedado se detuvo a centímetros de él.

-Oye. No les hagas caso. Somos gente agradable una vez que nos conoces- la dama de ensortijado cabello castaño oscuro que combinaba con su tez trigueña le habló al desorientado "novato".

-Creo que me reservaré comentarios al respecto de eso último- esbozando una sardónica mueca, él respondió con una verdad a medias.

-Eres gracioso. Soy Jill Valentine- tras adoptar una sonrisa, la fémina se presentó.

Provocando que de nuevo el rubio se paralice en el interior.

-Leon…Kennedy- tropezando con la presentación, el aludido regresó la cortesía.

-Encantada en conocerte, Leon Kennedy- con un tono que fácilmente podía interpretarse como coqueto, Valentine guiñó el ojo derecho para luego abrir la puerta y salir del local.

Desconcertado de lo que fue receptor, ya que nunca se esperó algo así en un momento donde su mente solo tenía una meta fija, el agente de la DSO optó que lo mejor era marcharse también. Sin embargo la introducción de la mujer que iba delante le dio una nueva idea, una que quizás podría sacar provecho.

-Aguarda un segundo. Por casualidad los nombres Chris y Claire Redfield te suenan? – bajo un alero que evitaba el empaparse con la torrencial lluvia, preguntó el poseedor de una cabellera áurea oscura.

-Los conoces? – sin saber que su rostro reflejada sorpresa, la mujer que también era policía gracias a la placa en su cintura, respondió con otra interrogante.

-A ella sí. Vive aquí? – nuevamente haciendo gala de verdades a medias, Kennedy quiso saber algo que podría cambiar sus planes.

-No según su hermano. Algo de ir a estudiar arte fue lo que mencionó tiempo atrás- negó Jill en tanto gesticulaba un semblante pensativo para contestar.

-Bien…al menos no todo está mal- aliviado, un susurro semi audible huyó de entre los labios masculinos, siendo aplacado por el golpeteo de la lluvia contra el pavimento.

-Dijiste algo? – inclinando milimétricamente la cabeza hacia la derecha, la fémina de llamativos ojos interpeló.

-No. Nada importante. Mejor dejo que sigas tu camino- apurándose en agitar la mano diestra en sentido negativo, Leon alentó a que ella siguiera con su camino.

-Necesitas que te llevemos a la estación? Vamos para allá nosotros- atisbando que la precipitación no intentaría amainar por varias horas, la policía ofreció mientras apuntaba a la camioneta en que la viajaba con sus dos compañeros.

-…No. Mejor no- presintiendo que algo raro había en ellos gracias a su paranoia y estrés post traumático, el ojiazul alegó.

-Vale. Entonces hasta la próxima, novato. Albert y Richard están esperándome- levemente decepcionada por el rechazo, ella procedió a despedirse.

No sin antes decir los nombres de pila de aquel dúo que esperaba con paciencia en el vehículo, causando que aquel que revivía su primer día de trabajo etiquetara velozmente los rostros del par con unos que conocía.

Cimentando así que, si todo estaba enmarañado y no como rememoraba, cambiaría entonces algunos detalles por capricho. Principalmente para evitar ver a cierto Redfield todo melancólico y volviéndose un obsesivo del gimnasio.

-Oye- llamó el rubio, sujetándole el antebrazo izquierdo a la mujer que con apuro caminaba hasta el coche para no mojarse.

-Pero qué…? – siendo tomada desprevenida por la acción del "novato", la mujer de tez morena giró con intenciones de hacerle saber cuán mala fue esto.

Solo para quedarse en silencio ante sus siguientes palabras.

-Dispárale a la cabeza sin dudarlo. Te sacará de muchos apuros- mirando fugazmente al rubio de pelo corto que estaba sentado en el lado del conductor, Leon S. Kennedy comunicó, soltándola posteriormente y encaminando a la motocicleta.

Por el espejo lateral vio cómo ella intentó responderle, mas un bocinazo le hizo retractarse, dando un sucinto trote hasta la camioneta que sin esperar un segundo más se puso en marcha, alejándose de la cafetería en cuestión de parpadeos, siendo solo un borrón de luces rojas perdiéndose en la oscuridad.

-Carajo…si no fuese por sus ojos, hubiese dicho que era cualquier otra mujer y no Jill. Dónde demonios estoy en verdad? – monologó el sobreviviente a incidentes como España, República Eslava Oriental, y Tall Oaks.

Cruzando los filamentos de cobre una vez más, el motor del a motocicleta se encendió para bendición del entrenado por órdenes del gobierno, aplicando de forma inmediata el acelerador y yendo en la misma dirección que la camioneta de Valentine.

Cuatro intersecciones atravesó como un bólido, en pleno conocimiento que los semáforos serían una distracción. Las gotas de lluvia volvían a ser pequeñas cuchillas, golpeando furiosas las congeladas mejillas por el frío que conseguía debido al viento que soplaba, sacándole inconscientes siseos de ardor en cada ocasión que una particular lágrima del firmamento hacía diana en los ojos.

Una quinta encrucijada estuvo a punto de atravesar el motociclista, pero rápido tuvo que aminorar la marcha cuando el mismo camión que tiempo atrás rebasó estaba deteniéndose en una esquina para permitir el descenso de una llamativa figura femenina, quien bajo la lluvia se apresuró en cubrir los largos cabellos oscuros con una capucha negra. Sin embargo esto fue lo que principalmente llamó la atención del rubio, pues con esa última acción de ella una distintiva silueta bordada en la chaqueta bermellón que vestía se dejó entrever bajo la luz amarillenta de las farolas.

Y con ello, una frase que resaltaba en letra cursiva la muletilla que él usaba para indicarle cuán preciada era, así como una burla para decirle que su origen era distinto al de cualquiera.

MADE IN HEAVEN

-Claire…- a sabiendas que solo una persona en toda su vida usaría ropa con dicho mensaje, Leon musitó en voz alta.

-Eh? Dijiste algo acaso? – aún si el chaparrón, junto al motor del camión, vociferaban en armonía, la mujer de chaqueta rojiza cruzó su mirada oscura con la del rubio.

-Lo siento, no. Yo…Maldita sea- insultándose internamente por el desliz que tuvo, el agente de la DSO buscó disculparse.

Solo para abrir grande los ojos y extraer el arma reglamentaria que había colocado en su cintura antes de ingresar a la cafetería, quitándole el seguro y apuntando exactamente a donde la fémina estaba de pie.

-No dispares! – viéndose como objetivo del cañón de la pistola, aquella que había cubierto sus cabellos con una capucha exclamó asustada por la instintiva reacción del motociclista.

-Agáchate! – fue todo lo que Kennedy exclamó.

Casi como si de un constante memento se tratase, la aludida acató inmediatamente el imperativo comando, permitiéndole así al propietario del arma policial realizar un único y perfecto disparo a un cánido de nublosas orbes que derramaba saliva sin control alguno y parecía listo para atacar por la espalda a la mujer.

Con el cráneo atravesado limpiamente, el animal cayó como peso muerto por la puerta del camión, terminando desparramado sobre la acera a meros centímetros de la dama de chaqueta color sangre. Mujer que elevó la mirada cuando unas botas se posicionaron frente a ella, siendo un indicativo de que el rubio había bajado del ciclomotor.

-Estás bien? – viendo la fas del hombre, constantemente golpeada por las lágrimas del cielo nocturno, ella le oyó cuestionarle en un tono de suma preocupación.

-Sí. Creo…Qué hiciste? Le disparaste al perro? – aceptando la mano que le ofrecía para ponerse de pie, la fémina mostró intriga por el desquiciado acto que se llevó a cabo segundos atrás.

-Dudo mucho que lo haya sentido mucho. Mira sus ojos- negando con el gesto de mover de manera lateral la cabeza, Kennedy indicó el rasgo más notorio en el animal muerto.

Asombro y terror invadió en simultáneo a la joven dama, recordando demasiado bien los brillantes ojos marrones del cánido durante todo su viaje. No obstante, su estado anímico empeoró cuando receptó el quejido gutural del chofer, persona que acunaba contra el pecho una ensangrentada extremidad superior diestra.

-Oh dios. Estás bien?! Tienes la mano herida! – interrogó la joven mujer al barbudo hombre lastimado.

-Bastardo, le disparaste a mi amigo! Chiflado de mierda, quién te crees para hacer eso?! – vociferó feroz el chofer, intentando alcanzar a la dupla por medio de la puerta abierta.

La cual se cerró abruptamente ya que Leon se le anticipó, para luego tomar con suavidad el brazo de la muchacha adulta y guiarla hasta donde la motocicleta aguardaba aún en marcha, despidiendo un condensado vaho en el frío clima de Raccoon City.

-Vámonos- dijo el "novato" de la RPD, aligerando el asir y montando el ciclomotor.

-Qué? – anonadada por todo lo ocurrido en un corto lapsus de tiempo, la dama de ojos claros inquirió.

-Súbete, es demasiado tarde para él. Y sujétate, esta vez no quiero terminar separado- bajando la muñeca derecha y girando hacia atrás para que el motor continúe en marcha, el rubio le indicó con un cabeceo antes musitar por lo bajo algo que no deseaba repetir por segunda vez.

-Qué rayos está pasando? Ese perro no tenía los ojos nublados antes- sin más opciones que acatar el pedido del policía, la mujer se aferró a la campera azul del conductor mientras hablaba en voz alta para ponderarse ante la lluvia interminable.

-Es un virus, se está esparciendo rápidamente y todos posiblemente estén contagiados por beber el…- eligiendo ser medianamente sincero con ella, el agente gubernamental respondió mientras conducía presuroso por el camino que memorizó en la cafetería.

-...El agua de la ciudad. Ben dijo eso en el video que me envió. Tienes que llevarme con mi hermano! – interrumpió la contestación del ojiazul aquella mujer que rápidamente iba uniendo sus propias sospechas en una idea clara, afianzando con ímpetu el agarre al hombre para suplicarle ser llevaba a la casa de su familiar.

Tal modificación en lo que recordaba de su primera vez en el pueblo poco a poco iba haciéndose más notorio, mas eso no aplacaría su deber en ayudar a quien tenía cien por ciento seguro de que era la misma persona de cabellos cobrizos oscuros que conocía a la perfección.

-Vive cerca? – avanzando por una desolada calle que aumentaba más la tensión en el blondo, este averiguó.

-Yo te guiaré- después de un rápido asentimiento que el conductor divisó por el espejo lateral, la joven mujer respondió.

El viaje pudo haber sido corto en términos de tiempo, algo que el "novato" agradecía ya que estaban a contrarreloj, pero aun así resultaba entrañable tener la compañía de alguien conocido cerca. Incluso si tal persona era una completa extraña en términos físicos.

Direcciones fueron pronunciadas entre el diluvio nocturno, obligando a virar en numerosas esquinas pertenecientes al laberíntico lugar condenado a la desaparición, hasta finalmente alcanzar un pequeño vecindario cuyas casas se parecían unas a las otras. Excepto que la indicada por la mujer tenía una camioneta estacionada a un costado.

-Así que…eres un policía? – bajando de la motocicleta y viendo curiosa cómo el rubio desenlazaba los cables de cobre que mantenían en marcha el vehículo, la joven mujer cuestionó.

-Sí. Leon Kennedy. Y tú…? – a sabiendas que sus acciones eran cuestionables, el aludido respondió mientras le regalaba una sonrisa.

-Claire. Claire Redfield- se presentó la mujer, tendiendo la mano derecha para sacudirla.

Ignorante para ella, el agente que revivía su primer pesadilla sintió que un peso le era quitado de encima al tener la última confirmación de algo que ya sospechaba. Manteniendo el alzamiento de las comisuras en los labios, el par de ojos azules siguió con diligencia los movimientos de la mujer, quien pegaba la cara contra el vidrio de la puerta y luego le indicaba que caminaran hasta la puerta trasera.

-Sabes, por lo general te diría algo por forzar la cerradura de la puerta. Pero teniendo en cuenta que yo básicamente tomé prestada una motocicleta, sería bastante hipócrita- divertido, Leon comentó con respecto al acto vandálico e ilícito que llevaba a cabo su compañera de supervivencia.

-No eres el policía promedio, sabes? – emulando el gesto facial del blondo, Claire alegó sardónica.

-Es mi primer día, creo tener justificado cierta cantidad de fallos- se excusó Kennedy, volteando luego de ver que la casa aledaña tenía las luces encendidas y un niño con los ojos inyectados en sangre le saludaba.

Un sabor a hiel subió por la garganta del implicado, maldiciendo a los horrores del mundo y las víctimas que tomaba por predilección antes que nadie. Durante su primera vivencia no vio a muchos menores de edad entre el caos, suponiendo instantáneamente que habían sido devorados en lugar de infectados por zombies y demás armas biológicos. No obstante, parecía ser un caso contrario lo de este Raccoon City, pues detrás de tal niño una mujer se asomó con semblante retorcido y ojos en igual estado, procediendo a cerras las cortinas.

-Esa mujer…- murmuró Redfield mientras guardaba una navaja que cargaba escondida en la bota derecha.

-Está infectada, al igual que su hijo- confirmó él, preparándose para cualquier inconveniente que surgiera ya que existía la posibilidad que el resto de los habitantes cercanos estuviese en un estado similar.

-Mierda. Por qué no les disparas? – abriendo con apuro la puerta e ingresando, la castaña preguntó.

-Son humanos todavía. Prefiero abstenerme a matarlos cuando aún tienen consciencia- no queriendo revivir la culpa que sintió luego de su misión en España, el "novato" contestó en simultáneo que husmeaba la propiedad de Chris Redfield.

Tomando en consideración la postura del hombre, la dueña de la chaqueta roja emuló de manera inconsciente la inspección que dicho varón realizaba, al punto de tomar una porción de pizza que había en un plato para darle un mordisco antes olfatearla y dejarla donde estaba antes.

-Hace mucho que no vienes por aquí? – percatándose que la mayoría de las fotos implicaba a un hombre de corto cabello castaño y no a la mujer que tenía cerca, Leon inquirió.

-No tuve la mejor infancia, y hace unos años decidí marcharme de este "hermoso" pueblo- reveló Claire, llamando la atención del rubio pues antes le habían dicho algo distinto.

Segundos antes de que el ojiazul pudiese hacer otro comentario, una serie de pasos se escuchó provenir desde unas escaleras, poniendo en alerta al dúo.

Teniendo el arma lista para disparar en caso de alguna desgracia, Leon se paró frente a la castaña en lo que la luz de la sala era encendida, demostrando que el culpable de tanto ruido era el mismo tipo que había visto en las fotografías con anterioridad.

-Pero qué rayos…? – sin esperar ser el objetivo de un posible disparo mortal, el hombre de corto cabello castaño y que llevaba una camiseta en la mano izquierda inquirió.

-Es Chris. Y veo que te depilas el pecho ahora…- reconociéndolo al instante, Claire puso su mano derecha en el hombro del rubio para calmarlo, dando luego su opinión respecto al aspecto físico de su hermano.

-Muy graciosa. Quién es él? Acaso no sabe que esta es la casa de un policía? – gesticulando una apócrifa mueca de diversión, el mencionado respondió, procediendo luego con preguntas propias al mismo tiempo que señalaba al rubio.

-Para serla debo decir que tu seguridad es bastante patética. Claire necesitó solo una navaja para forzarla- bufando lúdica ante la prepotencia del Redfield mayor, Leon hizo mención.

Retirándose luego en dirección a la puerta por donde ingresó para tener una mayor noción del terreno que le circundaba, hallando en el proceso que el hogar aledaño, donde la mujer y el niño infectados los observaron a través de una ventana, tenían la puerta abierta por completo. Siendo este un claro indicativo de que algo harían pronto.

-Era necesario que rompieras mi seguridad? – dejando de mirar con desdén al "novato", Chris le dirigió la palabra a su hermana.

-No me abriste- encogiéndose de hombros y con una pequeña mueca de superioridad, ella replicó.

-Así que te metiste? – acusativamente indicó el varón de corto cabello castaño.

-Era eso o ser devorada- tras asegurar la puerta, el agente gubernamental regresó a la sala, manteniendo aún el arma desenfundada.

-Qué? De qué estás hablando? Y quién demonios eres para comenzar? – absolutamente desconcertado por lo dicho, el hermano mano de Claire soltó numerosas interrogantes consecutivas.

Cerrar los ojos y mecer a modo negativo con la cabeza fue todo lo que el rubio se dignó a hacer, perpetuando un interno soliloquio donde señalaba cuán tozudo era aquel que sería miembro fundador de la BSAA. Una clara demostración que si bien cambiaría físicamente, su mente era prácticamente la misma de una forma u otra.

-Leon Kennedy, gusto en conocerte. Ahora volvamos al tema, no sabes lo que está pasando afuera cierto? – resignado con la actitud de quien tenía delante, aquel que revivía su primer día de trabajo giró los ojos exasperado, teniendo consecuentemente la mano para saludar.

Acto que emuló por reflejo el castaño, bosquejando segundos después una duda abismal en la fas, siendo esta la respuesta que necesitaban el dúo empapado por la lluvia helada. Un fugaz intercambio de miradas entre el par más joven presente decidió quién tendría la palabra para explicarle todo al ignaro policía de camiseta blanca con siglas de la RPD.

-Chris, allá están pasando cosas raras! La gente tiene derrames en los ojos y están actuando violentas. Incluso vi a un perro morder a su dueño luego de que sus ojos se pusieran nublosos- dejando entrever un resquicio de nerviosismo que quebraba poco a poco su actitud repleta de sorna, Claire se dispuso a expresar lo último que vivió.

-Están desvariando, y principalmente tú novato. Le debo todo a esta ciudad…Le debo todo a Birkin y Umbrella. Ellos me criaron, me pusieron en la escuela, en la Academia. Estuvieron para mí. Dónde estuviste tú? Hace cinco años que no sé nada de ti- alzando las manos y apretando los párpados con fuerza, el mayor de los Redfield negó con vehemencia a todo lo que escuchaba, defendiendo a quienes en su vida le dieron sustento para seguir adelante.

Mientras la disputa verbal se llevaba a cabo, Leon no concebía que el par frente a él tuviese tal relación. No cuando los que él conocía se defendían aguerridamente contra todo inconveniente que exista. Incluso recordaba con claridad la insistencia que ejerció la fémina de cabellos cobrizos en querer ir a buscar a su hermano, para que luego este mismo hiciera el mismo favor cuando ella fue secuestrada.

-Mira…lo siento. He vuelto por ti. Porque me preocupo y no quiero que te suceda algo. Este lugar está totalmente malo por dentro- dolida por la cruda verdad que fue anunciada en su cara, la mujer de ojos claros alegó.

-Qué quieres decir? – notando lo genuina que era la disculpa de su hermana menor, Chris le brindó el beneficio de la duda.

-Que aquellos a los que le debes tanto, William Birkin y Umbrella, están intentando jugar a ser Dios. Pero en su lugar están abriendo las puertas del infierno. Por esto es que debemos de salir lo más pronto posible de aquí- quien habló fue Leon, revisando en sincronía los relojes de la casa para controlar el tiempo que le restaba.

Lo que le valió ser objetivo de miradas escudriñadoras ya que en su descuido reveló el nombre del científico que conocía por convertirse en una aberración tras inocularse el Virus-G y perseguir por toda NEST a Sherry.

-Birkin? El hombre tiene esposa e hija. Qué te hace pensar que haría tal cosa? – continuando con su enfoque en la acusación del hombre que le apadrinó durante años, el castaño defendió.

-Porque trabajó junto a Marcus y Wesker para Oswell E. Spencer en la fabricación de diversos virus. Uno de ellos es el que está suelto en Raccoon City ahora mismo, y si seguimos perdiendo el tiempo un segundo tipo será liberado incontrolablemente gracias al hombre que tanto aprecias- enfatizó intensamente el rubio, incapaz de suprimir los recuerdos de terror que tuvo durante los enfrentamientos contra el BOW que Birkin se convirtió.

Las palabras de este último sembraron dudas en el par de hermanos, germinando segundos posteriores una confusión descomunal que únicamente variaban en los conocimientos previos que cada uno poseía, trayendo así diferentes reacciones. Ante los cerúleos, pero ancianos, ojos del "novato", el mayor de los presentes quería rebatir cualquier querella, mientras que la menor tenía un dejo de esperanzas.

-Es un chiste, no? Para esto viniste a mi casa, Claire? – reacio, Chris explayó locuaz su disgusto.

-No! Yo…- bajo la creencia de que su hermano negaría todo lo que saliese de sus bocas, la fémina exclamó.

-Dios, eres tan estúpido sin importar el lugar o la época…- murmuró entre dientes Kennedy, hastiado con la pérdida de tiempo.

-Tienes que ver esto. Está relacionado a lo que Leon acaba de decir. Conocí a un tipo en una sala de chat…- desconociendo las apenas audibles palabras del rubio, la dueña de la chaqueta bermellón se dispuso a extraer un cassette de la mochila que aún cargaba.

-Qué demonios es una sala de chat? – cuestionó extrañado por el término usado, el mayor de los Redfield.

-Puedes cerrar la boca y dejarla hablar por al menos cinco segundos sin interrumpirla? Entre tus peroratas y los infectados que tienes por vecinos, estoy a punto de gastar mis balas en ti- harto de las interlocuciones que malgastaban preciado tiempo de supervivencia, Kennedy explotó en defensa de la joven mujer que estaba a meros metros de distancia.

-Sabes que soy tu superior, no? – bufando ante la advertencia de quien creía un policía sin experiencia, Chris Redfield contestó sardónico.

-Qué harás? Arrestarme? – hallando hilarante la prepotencia que ansiaba ejercer el castaño, Leon acotó con ironía desbordante.

-Ya dejen de discutir ustedes dos! Chris, solo…solo mira esto. Se llama Ben Bertolucci- deteniendo su tarea en colocar la cinta en el reproductor que estaba conectado a un televisor de tubo, la mujer de ojos claros los regañó.

Procediendo segundos después a terminar su acción, oprimiendo el botón de encendido seguido del que necesitaba para poner en funcionamiento el video.

-Está en el agua, Claire. Están en el maldito agua. Toda la ciudad ha sido envenenada. Lentamente, durante años y años, y la gente está enfermando. Verás…Umbrella solo pensó que podían empacar sus maletas e irse de la ciudad para que se pudra mientras ellos tienen un nuevo inicio en otro lugar nuevo y brillante. Casi lo consiguen, pero…hace un par de días tuvieron un pequeño accidente. Y no hablo de pequeños derrames en el agua. No, estoy hablando de una fuga realmente mala. Al nivel de Chernóbil, si sabes lo que quiero decir. Y…están tratando de contener esta mierda, pero la caja de Pandora ya está abierta. Tengo miedo Claire, yo…tengo miedo de lo que van a hacer con esta ciudad, y a la gente que hay en ella- habló en un tono de sumo terror el hombre de cabello rojizo y gafas, mientras a su espalda tenía numerosos diagramas e hipótesis de desapariciones ligadas a la farmacéutica.

Ausente del silencio que los hermanos manifestaron tras la grabación, Leon meditó sobre dicha persona que envió el cassette, pudiendo recordar a la perfección de quién se trataba. Y con ello, del final que tuvo la única vez que lo conoció, llevándolo a debatirse si era sensato salvarle. Tal vez si fuese aquel ingenuo e inocente policía novato, lo haría sin dudarlo ni un segundo, poniendo en riesgo inclusive su propia vida. No obstante, en la actualidad solo estaba reviviendo una secuencia de eventos que apenas si se asemejaban a lo que recordaba.

Por lo que decidiría en el futuro cercano qué hacer sobre Bertolucci en el instante que sus caminos se crucen. Quizás esto era egoísta de su parte, pero tenía prioridades, y estas solo involucraban la supervivencia de gente relevante para su día a día.

-No he podido contactarme con él desde entonces- relató la joven mujer adulta a su hermano.

-Eso es genial. Está loco y posiblemente sea peligroso- celebró el mayor de los Redfield, pues aquella era su forma de demostrar preocupación por la única fémina presente.

-En qué te basas para decir eso? – enarcando la ceja derecha, antes de girar la cabeza en dirección a la puerta, trató de averiguar Leon.

-Son locuras. Mi hermana hacía conspiraciones de niña también sobre el orfanato, no te lo dijo?! – alegó un desinteresado Chris en tanto le dirigía una mirada cansina a la implicada.

A pesar de estar convirtiéndose en una costumbre el sorprenderse por personificaciones o eventos extraños para su persona, Kennedy no pudo retener el sentimiento de inquietud por lo último que había escuchado. La Claire Redfield que él conocía no se caracterizaba por inventar sucesos con tal de llamar la atención.

Malinterpretarlos tal vez, pero inventar jamás.

Pese a esto, la ojiazul notó el cambio en la postura del rubio, respondiendo con un gesto alicaído y bajando los hombros al suponer que la confianza que había ganado del "novato" se estaba esfumando.

-Saben algo? Tengo que irme, aún hay trabajo por hacer en la comisaría- eligiendo no querer escuchar más sobre lo que pensaba como desvaríos, el dueño de la vivienda parló en tanto caminaba hacia atrás en dirección a la salida.

-Yo que tú no me acercaría a la puerta- avisó inmediatamente el rubio, quien alzó su arma en dicha dirección.

-Qué quieres decir? – estupefacto por el atrevimiento del "novato" al apuntarle bajo su propio techo, el castaño cuestionó en sincronía que alzaba las manos.

-Voltea- indicó el agente gubernamental, demostrándole al hermano de Claire que el arma no estaba siendo apuntada hacia su persona.

Algo en la mente del castaño le decía que no lo hiciera. Un grito de alerta primitivo e instintivo que poseía todo humano al sentir que un depredador estaba cerca, acechándolo, listo para saltar y devorarlo sin dudarlo ni un segundo. Mas esto fue en vano para él, ya que la curiosidad pudo contrarrestar aquellas alertas, tentándolo a ver por encima del hombro izquierdo lo que tanto el rubio como su propia hermana parecían ver fijamente.

Hecho que le hizo arrepentirse en el acto.

Carmesíes manchas se dibujaban en el vidrio de la puerta, donde aquella vecina de ojos sangrantes les observaba con diligencia. Su tono pálido de piel, antinatural, en conjunto a la llamativa alopecia que presentaba, generaba una fantasmagórica silueta que enviaba pulsos de terror en lo más profundo de ambos hermanos Redfield.

-Pero qué mierda…!? – habiendo girado involuntariamente su cuerpo para apreciar el macabro espectáculo que se reproducía en el pórtico de su casa, el castaño balbuceó audible.

-Hazte a un lado! Ahora, Chris! – desesperada por la falta de reacción física que su hermano tenía, Claire exclamó imperativamente.

Aún pasmado por la visión, el castaño solo giró la cabeza para ver a su hermano, siendo así totalmente ignorante de que la infectada vecina que tenía había retrocedido unos metros de la puerta, esbozando en el proceso una sonrisa espeluznante y colmada de saliva antes de que correr contra lo único que le separaba de sus víctimas. Vidrios volaron en numerosos pedazos, uno más puntiagudo que otro, clavándose en muebles o simplemente desperdigándose por el suelo junto al resto de la puerta que fue sacudida de sus bisagras.

Un claro eco estruendoso resonó en la vivienda, perteneciente al directo disparo ejercido por Leon S. Kennedy, el cual no esperó que la mujer se acercara demasiado al mayor de los Redfield. No obstante, debido a que estaban en un estrecho pasillo y el castaño estaba paralizado en el medio, aquel agente gubernamental no tuvo más solución que jalar del gatillo y dejar que la bala viajara a centímetros del oído derecho, aturdiéndolo en consecuencia.

-Agh! Caraj…! – el desgarrador grito de Chris no se hizo de esperar mientras su hermana se apuraba en abrazarlo con intenciones de empujarlo contra una de las paredes.

Permitiendo así que el "novato" tuviese la libertad de movimiento necesaria para sobreponerse a los obstáculos que tenía delante y disparar una tercera vez en el día su arma reglamentaria, quedando así con solo una docena de balas en el cargador. Su objetivo, el mismo niño que minutos atrás divisó junto a Claire en la casa aledaña, excepto que en la actualidad mostraba una desorbitada mirada nublosa y hendiduras en la cara producto de habérsela desgarrado con las uñas en un desesperado acto de liberación.

Tras verlo caer al suelo con un orificio en la cabeza, Leon se mantuvo en guardia durante medio minuto, totalmente silencioso. Satisfecho con la ausencia de sonido externo que no sea la lluvia constante, el blondo bajó el arma y fijó la vista en los oscuros ojos del castaño.

-Ya cambiaste de opinión? – con una ladeada mueca burlona, el ojiazul inquirió.

-Tienes que ser tan bastardo? – separándose del abrazo que su hermana le había dado, Chris alegó con una interrogante propia.

-Es parte de mi encanto, gorila- se mofó el "novato", lanzándole unas llaves que descansaban en una mesa aledaña.

-Gorila? – repitió el aludido en un tono ofendido, atrapando en pleno vuelo el objeto arrojado con anterioridad.

-Ese apodo te viene bastante bien, hermano- fallando en la batalla de disimular una sonrisa por encontrar jocosa la similitud, Claire refutó.

-Qué rayos? Es tu novio acaso? – desconcertado por el apoyo que la dueña de la chaqueta roja le brindaba al rubio, el mayor de los Redfield acusó.

Siendo contestado con un silencio apabullante. La fémina de ojos claros entreabrió minúsculamente los labios, sorprendida con lo que le fue atribuido, mientras que el varón de cabellos áureos resopló con sorna por lo mencionado, deseando confesar algunas verdades.

A pesar de ello, la creciente vergüenza que la joven adulta sentía fue aplacada cuando sirenas empezaron a sonar en toda Raccoon City y un mensaje se transmitió por los altoparlantes que estratégicamente se posicionaban en cada esquina.

'Esta es la Corporación Umbrella. Por su seguridad, por favor permanezcan en sus casas y esperen por más instrucciones. Esta es la Corporación Umbrella. Por su seguridad, por favor permanezcan en sus casas y esperen por más instrucciones. Esta es la Corporación Umbrella. Por su seguridad, por favor permanezcan en sus casas y esperen por más instrucciones.'

-Qué está pasando? – preguntó la menor de los hermanos Redfield.

-Ha comenzado. Umbrella reconoció que hubo una falla en sus experimentos y se les está saliendo de las manos- chasqueando la lengua, un molesto Kennedy espetó, anticipándose a los problemas que surgirán en las siguientes horas.

-Si es así, tengo que ir a la jefatura de inmediato- sin notar el rotundo vaivén de emociones que el blondo padecía, dijo el hermano de Claire.

Provocando que esta misma quebrara un poco más su semblante regio, derramando preocupación por el castaño ya que era el último lazo familiar que le restaba desde hace varios años, y perderlo en una pesadilla como la que se desarrollaba era inadmisible.

-Qué…? No, Chris! No puedes ir! – sin medir el tono de su voz, la muchacha adulta clamó, apresurándose en asir la mano derecha del implicado.

-Y cuál es tu idea, irnos de la ciudad? – arisco, el mayor de los varones presentes inquirió.

-Sí! Esa es una buena idea! – haciendo caso omiso por el momento al fluctuante humor del castaño, la dama de chaqueta roja afirmó ante la escueta idea.

Algo que dibujó una pequeña mueca misericordiosa en el rostro de Leon. A pesar de las diferencias físicas y las historias de trasfondo que poseían, tanto Chris como Claire se asemejaban demasiado a los que conocía, principalmente ella. Una actitud explosiva cuando el momento lo ameritaba, como así también un semblante tímido cuando el ambiente era calmo y estaba en confianza con alguien que quería.

-Morirían en el intento. Escapar de aquí significaría fugas de información vital, y eso es algo que Umbrella no permite. Nuestra única opción es tomar una vía alternativa- despabilando del corto soliloquio que padecía, el agente de la DSO confesó el posible destino que tendrían en caso de huir por las rutas convencionales.

-Cómo es que estás tan jodidamente calmo con todo esto? – el experimentado policía que tenía la RPD quiso saber debido a la intriga que le causaba la postura del "novato".

-Ben no fue el único investigando. Todo esto es mucho más grande de lo que te puedes imaginar. Y ni siquiera es algo reciente, en Europa comenzó mucho antes- con una máscara de calma que había practicado hasta la perfección en el pasado, Leon mintió.

-Entonces cuál es tu plan? – continuó interpelando el Redfield mayor.

-…Vayamos a la estación de policía. Tienes armas aquí? – dedicándole unos segundos para pensar en el mejor método para sobrevivir, el rubio supo que no tenía más remedio que repetir los eventos tales como los conocía.

Sin embargo eso no descartó que su preocupación por la única mujer presente entre ellos.

-Por qué? – frunciendo el ceño, Chris preguntó.

-Claire, sabes disparar? – obviando la desconfianza que promovía el castaño, Kennedy le dirigió esta vez la palabra a la joven adulta.

-Sí- afirmó la fémina de ojos claros, soltando en el proceso a su hermano ya que parecía más calmado y concentrado en la plática.

-Dale algo para que se defienda, pues yo no tengo muchas balas. Y antes de que preguntes, dispara a la cabeza. Evitarás perder munición preciada si todo el pueblo se infecta como tus vecinos- de inmediato el ojiazul viró su atención en dirección a Chris, indicándole en un tono que no dejaba margen de discusión.

Además de darle el mejor consejo que podría alguien tener en una noche como la que vivirían, pues a diferencia del rubio, el par de hermanos sufrirían las horas más largas que jamás hayan experimentado.

Con su interrogante justificada, el dueño de la vivienda subió las escaleras que usó con anterioridad, oyéndose la clara cacofonía de muebles abriéndose y murmullos que simulaban ser insultos cuando se equivocaba de lugar. A pesar de esto, un sonoro clamor de júbilo hizo que el dúo más joven se diese cuenta que la búsqueda había dado sus frutos, demostrándose cuando Chris descendió una vez más con un arma en la mano derecha mientras que la opuesta estaba cerraba como si contuviera algo.

-Toma- haciendo entrega del arma y lo sostenía en la extremidad superior siniestra, el Redfield mayor dijo.

Solo para que Claire receptara lo que parecía ser un pequeño revolver calibre .38 y apenas un puñado de balas, valiéndole al castaño ser fuente de miradas escudriñadoras.

-Solo cinco balas? – intercalando vistazos entre las municiones y los ojos de su hermano, la mujer de chaqueta roja cuestionó.

-Es lo único que tengo en casa. No soy Kendo- percibiendo que le acusaban de tacaño, el policía especial de la RPD enunció.

-Servirá. Ahora vamos- posando su mano sobre la de Claire, el rubio le hizo cerrarla para que no las pierda por descuido.

Obedeciendo, los hermanos siguieron los comedidos pasos del blondo que vigilaba diligentemente los alrededores de la casa, listo para despachar a cualquier infectado que intentara atacarlos. Algo que ellos emularon rápido, con Chris desenfundado su arma reglamentaria y Claire colocando las balas en el tambor.

-Dijiste que Wesker estaba involucrado con Umbrella. Te referías a Albert Wesker? Como el jefe de mi equipo? – sujetando con ambas manos el arma para tener mayor estabilidad, el castaño cuestionó mientras empezaba a empaparse por la torrencial lluvia.

-Sí. Pero si tienes pensado hacerle frente, vete olvidándolo. El objetivo de los experimentos creados por Spencer radicaban en la creación de un humano perfecto que lo viesen a él como si fuese Dios. Wesker fue uno de esos experimentos siendo niño- contestó de forma positiva el interrogado "novato", mas luego esclareció un detalle importante en caso de que intentara hacerse el héroe.

Pues muy en claro tenía el dolor que sufrieron el dúo Redfield y Jill Valentine por culpa del "Proyecto W". Algo que incluso le generó ira incluso a él, ya que sus actos vanidosos y dementes pusieron en jaque la estabilidad mental de los que apreciaba.

-Tiene que ser una puta broma…- parándose de manera brusca, el poseedor de una corta cabellera castaña oscura parló.

-Ya desearías. Pero como te dije, no te fíes de él. Si te lo topas, actúa normal. Cuando el momento llegue, revelará sus verdaderos colores…y solo necesitarás dispararle a la cabeza como el resto- alegó Leon S. Kennedy, apiadándose de los hermanos y dejando de caminar ya que había llegado hasta donde una camioneta estaba.

-Lo haces sonar tan fácil- sin disimular la apatía que le generaba por momentos aquel que veía como nueva incorporación a la RPD, Chris acotó.

-Acabo de dispararle a un niño. Crees que fue fácil? Soy un maldito policía en mi primer día- recordando vívidamente el objetivo de su último tiro, el ojiazul escupió venenosamente la culpa que sentía por hacer algo así contra alguien posiblemente tenía la misma edad que Sherry en la actualidad presente.

-Leon…- tomándole de la manga izquierda de la campera azul oscuro, la poseedora de ojos claros y actitud temeraria le llamó para que se calme.

Algo que consiguió casi al instante, pues en la mente del rubio aquella joven mujer era solo una versión distinta de la que conocía. Y solo por esos pequeños detalles es que no odiaba al cien por ciento la experiencia de revivir su primer día como policía.

-Lo siento. Pero no perdamos más tiempo, vayan a la comisaría. Los seguiré en mi motocicleta desde atrás- se disculpó apresurado el blondo, encaminando hacia la misma motocicleta que tomó prestado del motel.

-Iré contigo- viendo cómo el "novato" montaba el ciclomotor, la joven adulta sintió que sería mejor viajar con este mismo.

Convirtiéndola instantáneamente en foco de dos pares de ojos que lucían suma sobreprotección para su persona.

-No! – en sincronía el par de hombres brindó en voz alta sus opiniones.

-Creo que no necesito sus opiniones al respecto. Además Chris, tú necesitabas ir urgente verdad? Que yo esté contigo hará que muchos se pregunten sobre nuestra relación, o no recuerdas que hasta hace unos minutos nos llevábamos mal? – resoplando por el espectáculo que montaron los varones frente a ella, Claire le hizo ver al castaño su válido punto de vista.

-Yo…En verdad lo siento, hermana- como si fuese una realidad dura de tragar, el mayor de los Redfield se sinceró.

-Está bien…gorila- feliz de ver que el castaño estaba demostrándole que podía confiar uno con el otro todavía, le respondió la fémina, para terminar con el mote que cierto rubio le dio.

-Eres una mala influencia para ella, novato- acusó Chris a Kennedy, matándolo por décima vez en la noche con la mirada.

-Ya deja de perder el tiempo y vete. Nosotros iremos detrás- sacudiendo la mano derecha en un además para que se marchara, el "novato" dejó en claro que no quería malgastar más minutos.

Consciente de la situación que les envolvía, aquel que era mayor de los tres presentes subió a su camioneta, poniendo en marcha el motor sin pensárselo dos veces, saliendo a toda marcha por la carretera desolada. El dúo más joven, al menos en aspecto físico uno, emuló la acción previo, donde la muchacha se posicionó detrás del rubio antes de sujetarse con fuerzas a la cintura de este.

La lluvia solo parecía empeorar con cada segundo, bañando el asfalto con una fina película acuosa que se alzaba cuando las ruedas del vehículo a toda velocidad pasaba sobre ella, partiéndola en dos como si de una simulación bíblica se tratara, donde ellos buscaban huir de las pesadillas que les perseguían lentamente desde las penumbras, aguardando con paciencia antes de inundar la ciudad con sus figuras quebradas y sanguinolentas.

-Estás bien? – manteniendo su frente apoyada contra la espalda del rubio para evitar que la lluvia le golpeara en la cara, Claire preguntó en un tono audible.

-Eso debería de preguntarte yo. Llegaste a un pueblo que está por explotar en cualquier momento, querida. Si eso no te pone a dudar sobre tus metas de vida, entonces no sé que lo hará- respondió el agente gubernamental sin quitar la vista del camino y sus alrededores, soltando por instinto un cariñoso término entre sus sentencias.

-Oh, vamos. Ni que tú fueses tan distinto a mí. Mejor concéntrate y no te distraigas- pasando por alto aquel apodo que sonaba tan natural en la boca del blondo, la fémina de ojos claros replicó sin saber que él no necesitaba que le recordaran su tarea.

Una mueca jubilosa se bosquejó en las facciones masculinas, contento de saber que a pesar de los rasgos sobrios que la joven mujer intentaba usar aún había una racha vivaz que le permitía gozar de los pequeños momentos.

-…Mujeres- soltando su habitual muletilla que conseguía molestar a más de una conocida, Leon musitó por lo bajo, aprovechando el ruido de la lluvia y el bramido del motor.

-Dijiste algo? – creyendo haberle escuchado, la dueña de la chaqueta roja separó apenas de la espalda masculina para cuestionar.

-No. No dij…Maldición, me olvidé de él- meció negativamente su cabeza el ojiazul, mas las palabras perecieron cuando por el espejo lateral notó algo importante.

-Qué estás habland…Es el sujeto que me trajo hasta aquí! – exclamó la Redfield luego de oír lo que dijo el conductor de la moto y voltear para confirmar con sus propios ojos.

-Corrección. Es el sujeto que fue mordido y está infectado- corrigió Kennedy la oración anteriormente pronunciada, resaltando los datos de mayor relevancia que debían ver.

Al volante del camión transportador de combustible, el mismo chofer atacado por su mascota aceleraba desenfrenado mientras derramaba lágrimas de sangre a partir de los ojos inyectados, siendo notorio cómo sus previas orbes marrones iban perdiendo color para cubrirse con una fina capa nublosa.

Analizando rápido el escenario que enfrentaba, Leon atisbó cómo Chris Redfield ya había desaparecido de un rango de visión debido a que previamente ellos se detuvieron cuando un coche que transportaba una pequeña familia de tres integrantes pasó por delante de ellos sin cuidado alguno. Sin embargo, los azules ojos del agente divisaron que la estación de policía no estaba demasiado lejos, dándole así un factible plan que consistía en deshacerse del camión antes de cruzar el enrejado que rodeaba a la comisaría.

-Qué demonios!? Nos está persiguiendo? – clamó la joven mujer adulta, viendo por encima del hombro derecho cómo el chofer del camión giraba sin control alguno el volante de izquierda a derecha.

Golpeando en consecuencia los coches estacionados a cada lado de la calle.

-Sujétate del asiento, Claire! – comandó el rubio, extrayendo el arma reglamentaria de la funda.

-Qué!? – girando bruscamente la cabeza en dirección a Kennedy, ella no pudo evitar exclamar.

-Hazlo! Ahora! – en vísperas de que estaban aproximándose a velocidades vertiginosas a la estación de policía, Leon gritó imperativamente.

Soltando su agarre a la cintura del policía con el fin de aferrarse a los bordes del acolchado asiento de cuero, Redfield avistó con fascinación cómo su compañero actual de supervivencia cambiaba de manos el arma para sostenerla con la extremidad superior diestra, lo que le obligó a dejar de acelerar por unos segundos mientras tiraba su propio cuerpo hacia la izquierda.

Miedo sintió la mujer ante el intrépido movimiento de Leon, no obstante su eximio control sobre el peso distribuido la calmó, pues vio cómo en plena traslación vertiginosa el rubio consiguió apuntar con precisión a la cabeza del infectado conductor del camión, para después gastar una bala más en la rueda delantera derecha. Conseguido sus objetivos, el blondo retomó presuroso su postura original, guardando el arma en la funda y acelerando mucho más hasta las puertas de la delegación policial del pueblo.

Tentada a ver los resultados de Kennedy, los claros ojos de Claire se abrieron cuando observó el instante en que el camión que transportaba combustible volcaba sobre su lado derecho, lanzando chispas por el roce del metal contra el asfalto sin importar que estuviese mojado, yendo incontrolablemente contra ellos en colisión directa.

-Carajo! – gritó la muchacha adulta, aferrándose de nuevo a la espalda de Leon por temor a que el camión explotara en cualquier segundo.

Profecía que se cumplió al cabo de unos momentos, cuando dicho transporte de carga chocó contra el enrejado de la estación que ellos acababan de traspasar, manteniéndose calmo en un falso sentimiento de finalización, para consecuentemente estallar y hacer volar trozos de vidrio provenientes del parabrisas y faroles.

Esquirlas que nunca pudieron herirlos ya que la velocidad que ejerció el rubio en la motocicleta los mantuvo a una distancia considerable, lo suficiente como para atravesar el corto tramo que existía entre las rejas y las puertas abiertas de la comisaría, subiendo luego las escalinatas y frenar en medio del gran salón frente al escritorio de recepción bajo la firme mirada de la pulcra estatua femenina de mármol.

-Bueno…debo admitir que nunca imaginé llegar a mi primer día de trabajo de esta manera- pensó en voz alta Leon, desligando los cables de cobre mientras escuchaba lejanos pasos aproximándose con apuro a su ubicación.

-Estás loco de remate, lo sabías? – respondió Claire, intercalando miradas entre el camión en llamas y el calmo rubio, creyendo por un segundo que era un sociópata en potencia.

-Era esto o dejar que avanzara sin control alguno, estrellándose aquí dentro- usando la lógica para rebatir la acusación de Redfield, el ojiazul hizo mención.

Lo que silenció con gran efectividad a la muchacha de cabellos castaños. Bajando de la motocicleta en simultáneo que liberaba un suspiro cansino por las altas emociones que estuvo experimentado en las últimas horas, la dueña de la chaqueta rojiza desenfundó con asombrosa velocidad el revólver que su hermano le había dado, apuntando fijamente a un regordete hombre de bigote canoso.

-Qué carajos está pasando aquí?! Y quiénes son ustedes dos?! – inquisitivamente, el corpulento sujeto con vestimenta policial habló, descendiendo por una de las dos escaleras que guiaban al primer piso del establecimiento.

Optando por asegurar las entradas de la comisaría en lugar de platicar, ya que valoraba mucho más su vida y la Claire, el rubio pudo ver cómo desde lejos una pequeña turba de gente tambaleante se aproximaba en tanto emitían lastimeros gemidos y se arrancaban el cabello. Indicándole así a Kennedy que el preludio al apocalipsis había finalizado y la obra principal comenzaba.

-La explosión los atrajo…- aterrorizada por la escena, la fémina musitó luego de acercarse a las puertas de la estación y ver a través del vidrio en tanto Leon procuraba poner llave, para luego arrastrar la moto hasta el mismo lugar.

-Bien, eso dejará el resto de las calles libres para poder circular- analizó el ojiazul, sujetando el brazo izquierdo de la mujer para evitarle más pesadillas futuras, detalle que conocía demasiado bien por cierta pelirroja.

-Oigan! – exclamó el hombre de bigote, hastiado por la falta de atención que recibía.

Dignándose a voltear para enfrentar al sonoro sujeto que parecía impacientarse a medida que los segundos avanzaban, el agente gubernamental se percató de que posiblemente se tratara de una sola persona en particular, esto debido a que varios de sus rasgos se asimilaban a quien recordaba de las historias que Sherry le contaba, poniéndolo en alerta nuevamente.

-Buenas noches, Jefe Irons. Soy Leon Kennedy, presentándome a mi primer día de trabajo- sin más remedio que comportarse de manera formal, el susodicho brindó su nombre y motivo de estar allí.

-Oh, el novato. Menuda suerte tienes. Y la muchacha? – alzando las ceja en reconocimiento, el adulto a cargo de la RPD soltó aquel apodo que parecía perseguir al rubio donde sea que fuese, para luego enfocar penetrantemente su vista en la castaña.

-Claire Redfield. Dónde está mi hermano? – bajando por fin el arma con el cual apuntaba a Brian Irons, la fémina respondió, sumando también su propia interrogante.

Principalmente porque le parecía extraño que a pesar de la poca diferencia de tiempo que tuvieron durante el viaje hasta la comisaría, él ya no estuviese allí para recibirla con tanto escándalo en la periferia del establecimiento.

-Así que eres la hermana pequeña de Chris? No creí que los dos se hablaran- mencionó el jefe de policía, acercándose a la puerta para ver por el vidrio cómo decenas de personas bajo la lluvia estaban a meros metros de las rejas.

Oyendo un poco de disturbio a su espalda, el varón de bigote canoso husmeó curioso por encima del hombro derecho, descubriendo cómo su nuevo recluta estaba hurgando minuciosamente en los cajones del escritorio.

-Está en las Montañas Arklay con el resto del equipo Alfa- atisbando que la joven mujer aún le observaba como si esperara algo de él, Irons contestó tras recordar la interrogante que le fue hecha.

-Juro que este día solo me está dando más dolores de cabeza que en toda mi otra vida- Leon musitó a medida que se alejaba del mueble que servía como recepción, disgustado con la carencia de elementos útiles para la supervivencia.

Un antinatural silencio se produjo en el salón principal del edificio, siendo quebrado solo por los lamentos aullados que los infectados hacían a medida que sus fisionomías se desfiguraban por laceraciones auto infringidas, así como también de aquellos que fueron atacados imprevistamente, presentando porciones faltantes de carne en regiones como cuello y rostro. Brazos se sacudían entre los barrotes, anhelando desgarrarlos con desespero para saciar sus impulsos primitivos, expandiendo el contagio hasta que nadie quede impoluto y la vida sea solo un recuerdo vago en el tiempo.

-Necesitamos más munición y armas- rompiendo el tétrico ambiente, Claire dijo con determinación.

-La armería está abajo- Brian Irons contestó, a sabiendas que la situación no estaba para juegos, para después dirigirse escaleras arriba.

-A dónde va? – rápida, la muchacha que apenas había cumplido la mayoría de edad cuestionó.

-Trataré de contactar a tu hermano. Dudo mucho que podamos salir de Raccoon por tierra, pero tal vez por aire si con el helicóptero- alegó el corpulento jefe de policía, retirándose apresurado al primer piso.

Totalmente ignorante de que Leon había estado vigilándolo en silencio, totalmente acomplejado ya que no parecía actuar como Sherry le había relatado. Aunque esto lo dejó de lado por un momento, atribuyéndolo a otro de los tantos cambios que tenía esta macabra aventura de revivir su primer día como policía.

Sacudiendo la cabeza en un acto reflejo para despejarlo de dichos pensamientos, el blondo llamó con un suave silbido a su compañera de supervivencia, guiándola por una de las puertas laterales en búsqueda de la armería. Por supuesto esto hizo que Kennedy soltara maldiciones entre dientes al no poder reconocer con facilidad el establecimiento, cuyos cambios eran demasiado notorios a lo que recordaba, algo que corroboró en un inicio al ver la estatua en el salón que no poseía aberturas en la base, sino que era una sólida pieza de mármol.

-Estás bien, Leon? – preocupada por el cambio de humor que el ojiazul presentaba, Redfield inquirió.

-Sí, es solo que…Olvídalo mejor- comenzó a responder el agente gubernamental, solo para detenerse tanto verbal como físicamente frente a una habitación aledaña, alejándose en consecuencia con rapidez mientras le indicaba que no quería profundizar en el tema.

Intrigada por la acción previa, Claire continuó caminando hasta donde el rubio se había parado, girando la cabeza hacia su derecha con el fin de ver lo que le hizo callarse. Mas esto consiguió que sencillamente adoptara un semblante de tristeza por él, así como un impulso de abrazarlo para darle apoyo en lo que era posible su peor día en la vida.

La recámara, amueblada con varios escritorios y pizarras llenas de datos, demostraba ser el lugar donde los oficiales se reunían durante los momentos de inactividad. Sin embargo, un complemente decoraba tal habitáculo desde el techo, siendo este un improvisado panfleto azul con letras doradas que se proponía darle un cálido recibimiento a la nueva incorporación que la RPD tendría ese fatídico día.

BIENVENIDO LEON

-Claire! – el grito que pronunciaba el nombre de la mujer terminó despabilándola.

-Eh? Qué sucede? – tomada por sorpresa, la aludida dejó de mirar la habitación para enfocarse en el rubio.

-Vienes o qué? – a punto de abrir una puerta que dirigía a unas escaleras, si el cartel aledaño significaba algo, Leon inquirió mientras sostenía su arma reglamentaria.

-Sí. Perdón, solo vi algo…- afirmó la joven adulta de ojos claros, disculpándose por su fugaz demora.

-Está bien. No me siento mal por ello- alzando apenas las comisuras de los labios, Kennedy regaló una fantasmal sonrisa de resignación, indicándole que el tema en cuestión era banal a estas alturas.

Siguiéndolo peldaños abajo, la mente de la muchacha adulta no pudo desviarse de los pensamientos relacionados al varón que tenía delante, hallando curioso cómo nada parecía perturbarle. Como si todo lo que le rodeaba fuese algo natural, algo que ya vivió y solo seguía adelante por impulso. Inclusive en sus ojos algo extraño había, un brillo opaco de alguien anciano y experimentado, dándole un aire de madurez juguetona al rubio.

-Bien, creo que llegamos- el anuncio del "novato" trajo a Claire de nuevo a la realidad.

-Esta es la armería? – ingresando a la pequeña habitación, murmuró la castaña.

A lo cual Leon no pudo evitar empatizar con el tono escéptico que utilizó ella, pues el habitáculo era bastante reducido en cuestión de espacio. Con las paredes pintadas de blanco, algunos estantes en las paredes circundantes, una estantería metálica, dos siluetas para tiro al blanco y una mesa, el rubio no pudo evitar sentirse decepcionado con lo poco preparado que lucía el lugar.

-Ponte uno de los chalecos- fue lo primero que dijo el agente gubernamental, descolgando uno que estaba en la estantería y entregándoselo a la dama de chaqueta roja.

-Pero…- viendo dicha protección e intentando buscar una excusa.

-No discutas. Ponte uno antes que nada- con insistencia Kennedy sacudió la mano izquierda, donde sostenía dicho artículo.

Viendo que sería una lucha perdida, la hermana de Chris Redfield acató la orden, colocándose el chaleco sobre sus ropa en tanto veía como el rubio se quitaba la campera para colocar un peto también, para consecuentemente tomar unas riñoneras y enlazarlas a la cintura, tendiéndole otra cercana a ella con el fin de prepararla.

-Mis padres murieron en un accidente hace mucho tiempo, cuando yo tenía ocho años. Chris y yo crecimos en un orfanato, cerca de aquí. Como era de esperar, salí corriendo al cabo de unos años, así que tuve que aprender a defenderme- la muchacha adulta quiso revelar un poco de su historia pasada, no gustosa con el silencio perturbador que la noche gratificaba.

-Toda una luchadora- esbozando una mueca ladeada divertida, las palabras del agente sonaron más orgullosas de lo que ella pudo imaginarse alguna vez.

-Y tú? Alguna historia de trasfondo? – interpeló ella, viendo cómo su compañero arrojaba varias armas sobre la mesa junto a diversas piezas que desconocía su uso a simple vista.

-No mucho. Padres asesinados debido a que tenían conexiones con gente que no debía, dejándome huérfano a los nueve años y sobreviviendo dos meses en las calles hasta que un policía me ayudó de buena voluntad. Esto, por supuesto, me inspiró para ser un oficial de la ley también…y heme aquí hoy, queriendo cumplir mi sueño- relató el ojiazul algo que pocos sabían de él, pues le había pedido a Ingrid el borrar su historial de los archivos del gobierno.

Entre tanto la historia era narrada, la castaño observaba diligentemente cómo las piezas sobrantes encajaban perfectamente en las armas que tenían sobre la mesa, dando como resultado pistolas con cargadores más largos, un subfusil con una culata que reduciría la patada al momento de disparar, una escopeta a la que le fue modificado la cadencia de tiro, una pistola mágnum a la que también se le agrandó la carga de balas, y otro revólver cuyo cañón fue alargado además de tener un tambor más grande.

-Cómo es que todo esto está a disposición de la policía? – trató de averiguar la fémina, aceptando la ametralladora pequeña y el revólver.

-No me sorprendería que fuese confiscado de maleantes- replicó el "novato", ya que también le pareció extraño la primera vez teniendo en cuenta que había un lanzagranadas y un pistola de descargas.

-Oigan! Que alguien me saque de aquí! – una voz masculina se escuchó provenir de una puerta cercana, haciendo el dúo con chalecos antibalas se miren.

De inmediato, el rubio llevó su dedo índice derecho a los labios en señal de silencio, indicándole posteriormente que siguiera guardando los cargadores que había preparado para las distintas armas que lo requiriesen. Algo a lo que ella obedeció, introduciéndolas con apuro en la riñonera en simultáneo que él se dirigía a la puerta con su pistola lista.

-Sáquenme! Me han metido en el maldito sótano! Sé que están ahí arriba! Sáq…Ay, gracias a Dios! – los gritos desaforados continuaron, mas estos cesaron cuando Leon bajó nuevamente por unas escaleras que guiaban a donde las celdas se localizaban.

Lugar en el que un hombre de gafas se aferraba a las rejas.

-Ben? – sorprendido ya que con tantos cambios en la ciudad no se lo esperaba cruzar, el "novato" balbuceó audible.

-Tienes que sacarme de aquí, viejo- suplicó cansino Bertolucci.

Previo a que Kennedy pudiese pronunciar algo más, un tos rasposa se hizo eco en el sótano, proveniente de donde unas camas se ubicaban, muy cercano a donde el hombre de cabello rojizo estaba.

-Es uno solo? – elevando el arma con el fin de orientar el cañón a la figura sentada que se ocultaba en las sombras, el agente de la DSO inquirió.

-Sí, por qu…? – viendo a dónde el policía apuntaba, Ben alegó, solo para ser interrumpido cuando intentó hacer una pregunta.

El estruendoso sonido de un disparo aturdió al poco experimentado periodista y teórico de conspiración, tapándose por reflejo los oídos cuando cerca suyo cayó el cadáver de un hombre cuya tez se había vuelto cenicienta y derramaba cuantiosas cantidades de sangre por la boca.

-Pero qué carajos!? – asustado por la acción tomada con anterioridad, Bertolucci clamó.

-Leon! – el grito de la Redfield resonó desde la armería, bajando a toda prisa para ver lo que había pasado.

Ignorando la preocupación de la joven adulta, el rubio hurgó apurado entre los cajones de un escritorio cercano, extrayendo un juego de llaves con las cuales abrió la celda luego de dos intentos, liberando así al periodista apresado.

-Parece que tendremos más compañía en el grupo, querida- se mofó el agente, haciéndose a un lado para que la muchacha adulta y el hombre de gafas pudiesen verse las caras.

-Ben/ Claire! – en simultáneo gritó el par, felices de saber que el otro estaba con vida en una ciudad que estaba a punto de desaparecer.

Poco le importaba al rubio que hubiese modificado algo más a lo que conocía, pero aquello no quitaba que algunos temores persistieran, por lo que no iba a arriesgar el bienestar de alguien al dejar la puerta de dicha celda abierta. No cuando existía la remota posibilidad de que un Tyrant apareciera a través del muro con inmensas intenciones homicidas.

Volteando, Kennedy apreció cómo el buen corazón de Claire era el mismo en cualquier lugar, pues frente a él pudo ver cómo la fémina intentaba calmar a un paranoico periodista que padecía de un ataque de pánico e hiperventilaba, murmurando de manera poco entendible sobre los virus que Umbrella tiene a disposición.

-…O como él! De seguro le pusieron una inyección, o una cápsula de vitaminas! Es la única manera con la que se mantiene con vida! – escapando del soliloquio que mantenía por dentro, el rubio alcanzó a escuchar la acusación que Bertolucci hacía en su contra.

-Me mantengo con vida porque no malgasto balas. Además, hoy es mi primer día en la ciudad y como policía- estoico, el agente de la DSO ni siquiera se molestó en enfadarse, atribuyéndolo a que el pelirrojo de gafas estaba nervioso por encima de todo.

Esto silenció por completo a Ben, quien queriendo corroborar todo ello buscó respuestas en Redfield, quien solo atinó a asentir para luego dar un pequeño agradecimiento al rubio cuando este la aseguró las correas del chaleco antibalas con las siglas RPD.

-Vamos, tenemos que salir de aquí- indicó Leon, subiendo primero por las escaleras con su arma preparada.

-Acaso la gente no está infectada ya? – inquirió el hombre de gafas, yendo por detrás de la castaña que emulaba las acciones del rubio.

-Sí, están agolpándose contra las rejas de la jefatura. Sabes disparar, Ben? – confirmó la hermana de Chris Redfield, para posteriormente hacer formular su propia duda al ver cómo Kennedy guardaba en su riñonera varios cargadores y enfundaba la pistola mágnum.

-Un poco- admitió el hombre cuestionado, pues bajo presión era capaz de hacer lo necesario.

-Bien. Ten esto. Tienes quince balas en el cargador. Quitas el seguro, deslizas la corredera, tienes una bala en la recámara, apuntas a la cabeza y dispara. Una vez vacío el cargador, lo sacas y colocas uno nuevo. Entendido? – dejando tan solo una pistola 9mm sobre la mesa y tres cargadores, el "novato" brindó un curso exprés al teórico de conspiraciones.

-S…Sí. Ahora qué hacemos? – estupefacto por la sobrecarga de información dada, Ben trastabilló con sus palabras en un inicio.

-Subimos. El jefe de la comisaría dijo que trataría de contactarse con alguien- llevando consigo un escudo antidisturbios para que su amigo lo usara como método de defensa ya que no habían más chalecos, Claire respondió.

Presurosos y sin deseos de detenerse a pesar de los constantes comentarios que Bertolucci podía llegar a hacer sobre cómo las altas autoridades de Raccoon City tenían la culpa, el trío realizó todo el camino de vuelta al salón principal. Lugar donde los aullidos lastimeros pusieron en alerta máxima al periodista y a la fémina, alzando sus armas en dirección a la puerta principal, donde decenas de brazos habían atravesado el vidrio.

-Ay, no es cierto…- el varón de rojizo cabello anunció con temor al ver la gran cantidad de muertos, así como Brian Irons observando patidifuso el espectáculo macabro.

-Pudo contactarse con mi hermano? – inquirió la menor de los hermanos Redfield tras acercarse al jefe de la prefectura, en simultáneo que apuntaba fijamente a los infectados con el Virus T.

-No- meciendo en sentido negativo la cabeza, el regordete hombre acotó.

Las bisagras rechinaban sin control alguno, sacudiendo los dos bloques de madera que separaban a los sobrevivientes de los muertos sedientos de hambre. Dos opuestos extremos que se miraban con diferentes intenciones a pesar que el medio con el cual se comunicarían sería uno mismo.

La muerte.

-Necesitamos ese helicóptero para salir de aquí. Tenemos que llegar a las Montañas Arklay- quitando la vista de la puerta que iba a ceder en cualquier instante, Irons dijo.

-Y cómo haremos eso? La entrada está bloqueada- desconfiado, pues lo habían apresado desde hace varios días en el sótano, Ben quiso saber.

-Creo que sé una manera. Vamos- dando medio giro y se encaminándose hacia la puerta que estaba en la derecha, el robusto varón de bigote canoso alentó a que le siguieran.

De inmediato, el par de hombres más adultos presentes marcharon en lo que las puertas del salón iban perdiendo resistencia entre tantos golpeteos que realizaban los contagiados ciudadanos del pueblo. Sin embargo el sonido de la corredera de una escopeta hizo que se detuvieran, volteando para apreciar cómo el rubio "novato" apuntaba a la motocicleta que trababa las puertas.

-Leon? Qué haces? – retrocediendo unos pasos, Claire quiso constatar lo que ocurriría.

-Ganar tiempo- fue todo lo que el ojiazul dijo antes de darle un simple ademán con la cabeza a la castaña para que se alejara.

-Oh, mierda. Rápido, salgamos de aquí! – habiendo confirmado su sospecha, la hermana de Chris Redfield exclamó al dúo que se detuvo en la puerta lateral.

Un brusco empujón a las puertas venció definitivamente a las bisagras que realizaron con anterioridad una eximia tarea, dejando pasar la avalancha de cuerpos cenicientos a trompicones, cayendo uno por encima del otro ante la falta de coordinación en lo que respectaba a sus extremidades inferiores, bañando el suelo con la sangre infecta que desperdigaban de sus orificios.

El disparo se efectuó de manera perfecta, como si su tirador lo hubiese hecho infinidad de veces, demostrando que ni el retroceso o el tiempo para deslizar la corredera le afectaban. Los perdigones del cartucho proyectado se dispersaron a vertiginosa velocidad, expandiéndose a medida que los metros avanzaban, cubriendo un mayor radio y con ello afectando a más de los infectados. Aunque el detalle a tener más en cuenta era que más de una pequeña esfera de plomo atravesó el tanque de gasolina de la motocicleta, generando una exotérmica reacción en consecuencia.

El rubio no malgastó tiempo apreciando el resultado de sus actos, corriendo tras los demás en tanto colocaba la escopeta en su espalda gracias a la correa de cuero que en la armería halló, para luego cargar en la mano derecha su mejorada arma reglamentaria, listo para defender a la joven mujer adulta que iba delante de él.

-Apresúrense! El muelle de carga está por aquí! – Irons exclamó mientras guiaba al reducido grupo por varios pasillo de luz titilante y sombras hambrientas.

Cuyo único sonido envolvente era el arrastrar de unas piernas y el desconsuelo gutural de algunos infectados que rondaban por el interior de la prefectura.

Pormenor que Leon tuvo muy en cuenta, girando noventa grados hacia su izquierda con el propósito de quedar frente a un corredor oscuro que apenas era iluminado por los focos de emergencia, procediendo a disparar con mortal puntería las cabezas de cinco infectados.

-Rápido, sigan corriendo! – oyendo el problema que lidió Kennedy, la fémina de ojos claros y cabellera castaña clamó.

Frenándose a tiempo cuando Ben Bertolucci cayó al suelo con un contagiado arañando su escudo antidisturbios, bosquejando abstractas figuras con sangre en simultáneo que fulminaba con sus nublosas orbes al asustado periodista.

-Ah! El cabrón está encima! Quiere comerme! – intentado empujar al literal peso muerto que anhelaba devorarlo con desespero, el pelirrojo sollozó audible.

-Quédate quieto, maldito idiota! Y deja de gritar! – en pánico, el propio jefe de policías ignoraba sus propias advertencias, dudoso de dispararle al muerto debido a la posición en que estaba.

Problema solucionado por Claire, la cual pateó el hombro diestro del infectado, quitándoselo de encima a Ben y hacer que ruede a los pies de Brian, quien sorprendido por la acción se paralizó. Pese a ello, la fémina no detuvo sus actos, apuntando con gran velocidad a donde suponía que la cabeza del arma biológica se hallaba, gatillando en simultáneo que veía cómo Leon se paraba a su lado y disparaba a un infectado que estaba detrás del jefe de la prefectura, salvándolo de una muerte segura ya que de los presentes era el que menos protección tenía.

Solo porque el rubio daba un paso al frente, el resto entendió lo que intentaba hacer, apresurándose para ayudar a Bertolucci en pararse y continuar corriendo. Inevitable era que se frenaran ante las embestidas inesperadas de los contagiados, cuyos aspectos bajo las luces de emergencia les demostraba que la vida se había esfumado de ellos hace bastante tiempo, dejándolos como meros cuerpos maltrechos que se movilizaban gracias al retorcido Virus T que Umbrella creó.

-Sigan, no se detengan…- en un tono moderado habló Leon, cubriendo las retaguardias de todos ya que era el más experimentado en las situaciones que él estaba reviviendo.

Pronto las sirenas fueron haciéndose más audibles, siendo un indicativo de que estaban llegando a donde Irons deseaba. No obstante esto también significaba un gran contrapunto al escape que realizaban, pues debían de elevar un portón que bloqueaba la salida que debían atravesar al mismo tiempo que los demás zombies que provenían desde el salón de la jefatura se aproximaban, abultándose en los estrechos pasillos.

-Suelta ese escudo y ayúdame. Tenemos que salir de aquí ya- comandó sin gritar Brian al periodista, pues si debía de confiarle la vida a alguien esos sería los más jóvenes del grupo.

-A dónde piensas llevarnos por aquí? – acatando el pedido, aquel asustado hombre de gafas haló de unas gruesas cadenas, provocando que el bloqueo se izara.

-Ben, solo tira de la maldita cadena así podemos irnos! – perdiendo la compostura, Claire le gritó a su amigo, escuchando con claridad cómo Leon disparaba sin detenerse a los cuerpos que caminaban por el pasillo.

Vaciando ya un cargador.

-Vamos, vamos, vamos! – el robusto hombre de bigote canoso exclamó al conseguir su objetivo, sosteniendo de lo único que impedía que el portón cayese de nuevo en tanto Bertolucci y Redfield salían del edificio para terminar en un estacionamiento trasero.

-Leon! Apúrate! – la fémina clamó por el hombre que más de una vez en la noche la ayudó.

-Voy! – se escuchó con claridad el grito del rubio, quien corriendo saltó del borde en simultáneo que su jefe soltaba la cadena.

Sellando así el muelle de carga, donde segundos posteriores varios golpes secos contra el metal les informó que los infectados se habían topado con un metafórico callejón sin salida. Aliviados por esto, el cuarteto se dispuso a huir de las inmediaciones, cruzando el estacionamiento hasta donde otra puerta de rejas electrificadas se encontraba, emitiendo constantes chispas gracias a la lluvia que parecía querer disipar las manchadas calles de Raccoon City.

-Por favor díganme que está abierta…- el pelirrojo suplicó a sus acompañantes.

-Por supuesto que sí, Bertolucci. Dejamos nuestras puertas abiertas para que cualquiera venga y se lleve nuestras cosas. Tú qué demonios crees? – esbozando una engañosa mueca de gentileza, Irons procedió a ironizar, pateando luego la bloqueada puerta metálica.

-Juro por Dios que ustedes serán mi muerte…- viendo desde unos metros de distancia la discusión generada espontáneamente, Kennedy murmuró entre dientes, siendo escuchado nada más por Claire.

Quien no pudo evitar sonreír con complicidad ya que sentía lo mismo.

-A un lado! – compadeciéndose de la paciencia que se tornaba cada vez más frágil en el ojiazul, la castaña anunció mientras apuntaba directamente al revólver a la cerradura.

Haciéndola estallar tras recibir el contundente golpe de la bala a velocidad abismal, rompiendo el cerrojo y permitiéndoles el pase libre. Claro, sin olvidar que tal cacofonía era una sencilla alerta para los infectados que aullaban como bestias bajo la luz lunar.

-Ahora pueden dejar de quejarse? – con obviedad, la joven mujer adulta habló en dirección al par de hombres que discutían.

-Mi salvadora- se mofó Leon, llevándose la mano izquierda al pecho y soltando un apócrifo suspiro enamoradizo.

-Camina y deja de burlarte- dándole un puñetazo en el brazo siniestro, la fémina declaró en tanto luchaba contra una sonrisa propia.

Algo que alegró al rubio, pues poco a poco iba acostumbrándose a ella, recordándole otra de las tantas similitudes que existían ocultas entre tantas discrepancias físicas y antológicas.

Permitiendo que Irons los guiara por las desoladas calles de la ciudad condenada a la muerte, los cuatro sobrevivientes se movilizaron lo más rápido que podían a pie, procurando eludir coches e incluso vidrieras, pues varios de estos estaban rotos y con cuerpos de gente muerta atravesándolos. Asco se dibujó en el semblante de muchos, siendo primerizos en los horrores que las farmacéuticas crearon en sus deseos de alcanzar divinidades, ignorantes de los demonios que soltaban en las calles y daban rienda suelta a sus impulsos escabrosos.

-Hombres y mujeres. Niños, ancianos…incluso mascotas! – impulsivo, el periodista exclamó por todo lo que atestiguaba.

-Deja de gritar, carajo- molestándose ya que cualquier sonido ajeno a la lluvia le ponía paranoica, la hermana de Chris acusó.

-Demasiado tarde…- deteniéndose de forma brusca, Brian Irons señaló con su revólver a donde un par de autobuses habían chocado contra automóviles en lo que suponían que era un escape frustrado.

Gruñidos roncos provenientes de todas direcciones puso de los pelos a los menos experimentados, obligándolos a ponerse espalda con espalda para cubrir rango visual en tanto siete cánidos de similar aspecto, totalmente rabiosos y con trozos faltantes de carne en algunos sectores de sus cuerpos.

Más rápido de lo que ninguno podría haber reaccionado, Leon apuntó a uno de los perros que se posicionaba sobre el techo de un automóvil, disparando dos veces seguidas ya que dichos seres eran más ágiles e intuitivos, consiguiendo derribarlo mientras emitía un lastimero aullido. Pese a esto, el resto de los sobrevivientes se percató al instante que la caída del primer animal hizo que los demás saltaran directo a ellos, poniéndolos en el deber de defenderse como podían mientras intentaban movilizarse.

-Son capaces de esquivar los disparos?! – asombrado con el hecho que podría haber sido maravilloso si el perro no quisiera devorarlo, Ben clamó entretanto gatillaba en vano.

-No te pongas nervioso. Si no puedes asestarles un tiro, espera a que se acerquen a ti- dijo Leon, viendo cómo Brian remataba a uno de los animales que hirió en la pata delantera derecha para que tropezara.

-Por todos los cielos, hazte a un lado! – fastidiándose, si el ceño fruncido indicaba algo, la castaña se encargó de un perro que había brincado para colisionar contra el escudo antidisturbios de Bertolucci.

Solo para que este mismo aprovechara el segundo en que uno de los canes quería atacar a la Redfield, hiriéndolo en la sección media y sacándole un furioso gruñido. El cual rápidamente fue ahogado con el estruendo de un disparo en la cabeza que Kennedy llevó a cabo.

Con la adrenalina corriendo a través de las venas de todos, el reducido grupo continuó moviéndose entre trompicones en simultáneo que se enfrentaban a los tres perros restantes. Lamentablemente, el pavor y la lluvia jugaron una mala pasada, pues solo un flaqueo en las piernas del periodista bastaron para que cayera de espaldas, empujando consigo a la única mujer del improvisado equipo.

Algo que puso desesperado al rubio, teniendo que dividir su enfoque en gatillarle al perro que se acercaba rápido a la castaña o fulminar al que estaba a punto de morder la pierna del pelirrojo. Sabía que, si bien vestía un uniforme de policía, su balanza moral tenía una notable inclinación cuando ciertos factores se presentaban, siendo este la supervivencia de alguien que atesoraba demasiado, inclusive si era totalmente distinta a como en verdad la recordaba.

El primer disparo atravesó el ojo izquierdo del perro infectado que se dirigía a una asustado Claire Redfield, mientras que el segundo terminó por dejarle un orificio en la frente. Cuando el tercer disparo, proveniente del arma reglamentaria de Leon S. Kennedy, se efectuó, Ben Bertolucci ya había sido contagiado con el Virus T debido a que las fauces del cánido se hallaban hundidas en la pantorrilla diestra del mismo.

-Qué ocurrió?! – interpeló Brian Irons, quien no pudo voltear ya que estaba encargándose del último perro, al mismo tiempo que se quedaba sin balas.

-Ah! Maldita sea! Hijo de puta! – vociferó el hombre de gafas, soltando su arma y escudo para agarrarse la pierna desgarrada sin importarle si se manchaba con sangre o sus gritos atraían a más infectados.

-Está infectado…Tú estás bien? – respondió Leon, para después ayudar a Claire en ponerse de pie.

-Él…? – intentó hablar ella, viendo a su amigo agonizado por el dolor.

Como así también el cómo las venas comenzaban a resaltar de un color oscuro en la pierna, simulando una gangrena y causando espasmos incontrolables en el periodista. Un sentimiento de pena se produjo en ella, atestiguando lo que posiblemente eran los últimos lamentos de Bertolucci, mas furia también se generaba en su interior ya que casi estuvo a punto de perecer.

Perdiendo de tal manera el reciente lazo fraternal que logró componer con Chris.

-Claire! Ayúdame por favor! Ese cabrón me mordió! – suplicó el periodista, empezando a revelar un notable sangrado ocular.

-Mira Redfield. No soy experto en medicina, pero creo que ese tipo podría estar más allá de la salvación. Además, sus gritos podrían atraer a más de esos perros- viendo el estado que presentaba Ben, cuya infección se propagaba velozmente por su cuerpo, el jefe de la RPD parló.

-Cla…ire…Cla…- con voz entrecortada, el teórico en conspiraciones trató de llamar a la dama, hundiendo sus uñas en las botas que ella usaba.

-No mires- advirtió el rubio, dándole un abrazo a la castaña con el fin de desviarle la visión mientras apuntaba a la cabeza del pelirrojo.

Asestándole un perfecto tiro a corta distancia que puso freno a los lamentos, y ahorrándole en el proceso el convertirse en otra arma biológica que rondaría por la ciudad.

Queriendo evitarle el lamento, Leon empujó a la mujer en dirección a Irons, indicándole que caminaran para retirarse del lugar ya que el tiempo continuaba corriendo y el peligro real se avecinaba. Algo que el regordete varón comprendió, echándose a correr por callejones y más lugares estrechos donde, en caso de pelear otra vez, ellos tuviesen la ventaja.

-Lo siento por tu amigo- aún si la había puesto en peligro, el agente de la DSO se expresó con genuinidad.

-Está bien. Había sido mordido e iba a terminar como ese conductor del camión- desestimó ella, agradecida con la ayuda que intentaba brindar Kennedy.

Sin saber qué decirle en un momento como el que vivían, ya que no podía demostrar la misma confianza que con cierta mujer de cabello cobrizo oscuro, el varón de ojos azules reconoció el lugar al que se dirigían ya que lo había visto en el mapa de la cafetería horas atrás.

-Por qué estamos yendo al orfanato? – preguntó de inmediato, y con suma seriedad, el agente gubernamental.

-Espera, qué? – interrumpió Claire, adelantándose unos metros y apreciando en shock unas puertas de madera que tenían pintado un mapache celeste y una jirafa marrón con motas blancas.

-Este lugar tiene un pasaje secreto que lleva a la Mansión Spencer- fue todo lo que el jefe de la RPD comentó, abriendo el bloqueo que les impedía ingresar al establecimiento a cargo de cuidar infantes sin tutores.

Tiesos en sus lugares se encontraron el dúo más joven de adultos, inmersos en sus pensamientos propios. Aún si el exterior de Leon lucía centrado en su tarea de sobrevivir, por dentro tenía una tormenta de emociones que poco a poco se iba tornando más violenta al ver que Sherry no aparecía por ningún lado, sucumbiéndolo a solo pedir que nada le hubiese pasado. Claire, por su parte, tomaba grandes bocanadas de aire, nerviosa por la decena de recuerdos reprimidos que tenía al ver el edificio al que debían de entrar.

Esto último fue percatado por el rubio tras salir de su propio estado de parálisis emocional, actuando por reflejo al acercarse a la castaña y colocar con gentileza ambas manos en las mejillas de ella, obligándola a que cruzara miradas con él.

-Tranquila. No pasará nada. Tú hermano nos espera en el otro lado del orfanato- musitó para que solo ella le escuchara entre la constante lluvia, Kennedy.

-Cómo puedes estar tan seguro? – serenando la respiración, la menor de los hermanos Redfield trató de averiguar.

-Si él es al menos la mitad de valiente que tú, entonces es un hecho irrefutable- esbozando una suave sonrisa que paulatinamente se acostumbraba a recuperar para otras personas, el agente que revivía su primer día de trabajo alegó.

Las palabras consiguieron su objetivo, haciendo que la fémina de chaqueta rojiza emulara el gesto facial a lo que ella creía un vago intento de flirteo en medio de un caos sacado de una película terrorífica. Sin embargo no podía negar que el tono usado y la ligera caricia indicaban algo más profundo e inentendible para ella.

-Venga, sigamos. No quiero ver cómo Irons se larga sin nosotros- indicó el "novato", apresurándose a cruzar el umbral que separaba el edificio con la acera, procurando cerrar a su paso las pintadas puertas.

Algunas hamacas se mecían por la imperceptible brisa que acarreaba la precipitación, generando un metálico rechinido innecesario a causa de los eslabones herrumbrados. A varios metros de distancia, el par de sobrevivientes que usaba chalecos antibalas vieron cómo Brian hurgaba entre los bolsillos del pantalón como si tratara de encontrar algo. Lo cual terminó siendo un pequeño juego de llaves, las cuales usó para quitar el seguro y girar el picaporte.

Siniestras sombras, reptando por las paredes apenas iluminadas por los focos sepias del exterior, contorneándose al son de la lluvia golpeando los vidrios, orquestando así una peculiar sinfonía que les anticipaba los peores escenarios o resultados a enfrentar, ya que lo último que deseaban hacer frente era a niños infectados.

Antes de que alguien pudiese abrir la boca, el interruptor de la luz fue activado por Irons, ocasionando que una consecuente seguidilla de tubos fluorescentes iluminara en tonos claros los pasillos que componían el establecimiento, trayendo así pequeños recuerdos poco agradables a la castaña.

Divisando que los hombros de la misma estaban tensándose, la mano del blondo salió disparada para asir la mano izquierda de la fémina, ocasionando que gire su cabeza y vea cómo él realizaba un movimiento lateral negativo, casi como si pudiese leer su mente.

-Qu…? -trató de hablar Claire, mas guardó silencio al ver que el ojiazul se llevaba un dedo a los labios en señal de silencio.

Un leve cabeceo en dirección al techo hizo que la mujer prestara atención cómo las lámparas comenzaban a mecerse de atrás hacia delante en forma consecutiva, de la misma forma que lo haría si alguien estuviese balanceándose encima de estos.

-Piensan caminar o qué demonios?! – el grito deslucido de Irons se hizo eco en todo el orfanato, quien había llegado al primer piso mientras sus acompañantes estaban detenidos en un rellano intermedio.

Lamentablemente para el hombre de bigote canoso, su voz fue todo lo que un despellejado ente cuadrúpedo necesitó para saber dónde estaba, lanzándose directo a la espalda con sus garras listo para despedazarlo. No obstante, los reflejos del rubio fueron más rápidos, consiguiendo darle un disparo en la cabeza al BOW y hacer que caiga al suelo.

-Muévete, no está muerto! – viendo que guardar silencio ya era en vano, Leon exclamó mientras se apresuraba en terminar de subir las escaleras e intercambiaba su pistola por la escopeta.

-Pero qué carajos es eso! – obedeciendo por instinto la orden del "novato", Brian no pudo evitar cuestionar el origen del ser con cerebro expuesto y boca repleta de colmillos.

-Algo que te va a matar si no lo matamos rápido- murmuró Kennedy, consiguiendo llegar al primer piso y aplastar enfáticamente la extensa lengua del Licker que quiso atacarlo.

Rematándolo luego a quemarropa con la escopeta en la cabeza.

-Cuidado, hay más! – notando cómo las lámparas se sacudían violentamente, Claire gritó tras ver que en el techo posicionado sobre la entrada habían varios de aquellos monstruos que el rubio acababa de asesinar.

-Corran! Ya, ya, ya! – previendo que la falta de experiencia podría jugarles una mala pasada, Leon tomó del hombro a su jefe y lo empujó en dirección al único pasillo que tenían delante.

Solo maldecir su suerte podía el agente gubernamental, pues aquellos seres deformes siempre eran un problema difícil de solucionar, principalmente cuando se movían en grupos y podían incluso caminar por las paredes desafiando la gravedad. Aun así, estaba agradecido consigo mismo por mejorar las armas en la estación de policía, ya que de esa manera la cadencia de tiro le permitía mantener a raya a los Lickers.

-Oh, carajo! – la maldición de Brian le hizo saber a Kennedy que más de los BOWs estaban en la otra punta del orfanato, dándole a entender dónde estaban los niños en verdad.

-Yo me encargo! – enfundando el revólver para tomar el subfusil, la hermana de Chris exclamó mientras apoyó su espalda en la de Leon.

Brian Irons nunca sintió tanto pavor en su vida como en el segundo que aquellos vestidos con chalecos antibalas dieron rienda suelta a sus municiones contra los infectados seres antropomórficos sin ojos. Casquillos de balas y cartuchos caían al suelo junto a trozos de vidrios pertenecientes a los focos fluorescentes, sumergiendo en oscuridad el pasillo poco a poco, hasta que solo los destellos de las armas era lo único que iluminaba el rostro de los sobrevivientes que poco a poco y con mucho esfuerzo iban exterminando a las armas biológicas que Umbrella había soltado en Raccoon City.

-Camina, Claire! Tenemos que salir de aquí ya! – habló el hombre de cabellos áureos, recargando la escopeta mientras daba unos pasos hacia atrás con el fin de incentivar a la joven adulta a que le obedeciera.

-Pero aún hay más de ellos! – respondió ella, moviéndose por impulso hacia delante donde el jefe de la RPD intentaba abrir una puerta en particular.

-Claire, por favor! Sigue moviéndote! – suplicó el rubio, escuchando cómo más de los Lickers parecían provenir desde las habitaciones aledañas, maldiciendo por primera vez el que los infantes no hubiesen tenido un final rápido en lugar de ser usados para experimentos.

Pero lo que más perturbó al experimentado agente de la DSO no eran los reptantes Bows que parecían multiplicarse con cada uno que caía, sino la solitaria figura encorvada de una mujer delgada cuyas manos estaban apresadas con esposas de madera y en la cabeza parecía tener una desfigurada máscara hecha con el rostro de una mujer agonizando. El único ojo visible era de un tono amarillento enfermizo, rebosante de locura y desquicio.

Y parecía estar sumamente enfocado en las orbes azules del policía "novato".

-Abre la puerta! Ábrela ya! – reconociendo a la perfección quién era aquella mujer por las historias de Chris, Jill y Barry, el rubio ordenó con urgencia al ver cómo la figura maltrecha empezaba a aproximársele.

El único alivio fue que en su marcha, Lisa Trevor comenzó a pelear contra los Lickers que se le entrometían, aventándolos contra las paredes e inclusive ahorcándolos con ayuda de las esposas, quebrándoles el cuello tras aplicar la fuerza necesaria.

-Ya está, rápido entren! – al escuchar el cliqueo de la llave destrabando el cerrojo de la puerta, Irons clamó en simultáneo que permitía el paso de Claire y Leon.

Donde este último le arrebató la llave correspondiente para volver a ponerse seguro a la puerta, esperando ganar unos minutos de respiro al menos. Tal vez haya enfrentado a muchos experimentos fallidos en su larga vida, pero algo en la precursora de los Viru le volvía desesperado. Quizás porque era un ente capaz de adaptarse y sobrevivir a las mutaciones que terminaron por darle fuerza más allá de lo común, o a lo mejor sea porque su historia era una verdadera tragedia donde aplicarle eutanasia era la mejor opción.

-Qué pasó? Por qué empezaste a apurarnos? – agitada y observando cómo el jefe de la RPD corría en lo que era una sala de juegos infantiles hasta el muro donde un cielo estaba pintado, haciendo a un lado una pequeña tapa donde había otro cerrojo.

-Algo más apareció. Y créeme, era mejor salir de allí o íbamos a terminar mal- respondió Leon, tomando uno de los cargadores que la castaña tenía en su riñonera para que reemplazara el usado que su subfusil tenía pues ella no se había percatado de eso en los últimos momentos.

-Y crees que una maldita puerta detendrá a lo que sea que hayas visto allá? – volteó el hombre de bigote canoso para preguntar, habiendo ya introducido la correspondiente llave en el orificio.

Apenas la interrogante finalizó en los labios de Irons, la única porción de vidrio que la puerta tenía en la parte superior estalló en pedazos gracias a un potente golpe por parte de Trevor, la cual aullaba cual animal herido.

-Quiere quedarse a comprobarlo, "jefe"? – en un tono que derrochaba sarcasmo, el rubio preguntó, apuntando directo a la puerta que en cualquier segundo sería derribada.

-Al demonio con todo. Umbrella nunca me dijo que me dejarían a mi suerte…- refunfuñando, y clarificando una de las sospechas que la hermana de Chris empezaba a tener sobre su persona, el hombre que estaba a cargo de la jefatura policial musitó audible.

Dándole así medio giro a una llave con diseño de trébol, lo que consecuentemente generó el deslizamiento lateral del mural, enseñándoles al dúo más joven que siempre había sido falso, pues detrás había un elevador con solo tres botones. De los cuales, una vez los tres dentro, Irons presionó el que notablemente enviaba a los pisos subterráneos.

Con una nueva pausa donde el trío pudo respirar y calmar sus inquietos corazones que bombeaban sangre sin cesar, lo único que quebró el silencio establecido fueron las correas deslizándose en el techo del ascensor, dándoles a entender que la distancia bajo tierra era bastante larga.

-Kennedy- llamó el robusto hombre de bigote canoso.

-Sí? – con mejor taza de recuperación que los demás, el aludido contestó.

-Cómo es que el sujeto enviado a mi prefectura, bajo el aviso de que le habías disparado a un compañero en el trasero, tiene tan buena puntería en realidad? – inquirió con curiosidad y sospecha, Brian Irons.

-Creo que no está en posición de interrogarme. No cuando usted le debe respuestas a la verdadera persona importante entre nosotros- dándole un leve indicativo obvio a Claire tras señalarla, Leon refutó mordaz.

-En realidad ya no necesito saber algo de él. Después de todo vi cómo tenía un juego de llaves específica para este elevador. En un lugar donde experimentaban con niños. O me dirá que el nombre de Lisa Trevor no le suena? – empleando un gesto amargo por lo se iba enterando tras años de ser acusada por su hermano como paranoica, Redfield realizó su propia pregunta.

Aturdido se sintió el agente de la DSO al receptar auditivamente aquella data, girando con brusquedad la cabeza en dirección a la fémina de agraciados rasgos y ojos claros. De no ser porque la parte racional de su cerebro aún funcionaba, habría engullido en un sobreprotector abrazo a la homónima de su persona más preciada.

-No seas ingenua, Redfield- amonestó con sorna el jefe de la policía.

-Acaso no teme que alguien quiera tomar represalias contra usted? – comentó de inmediato la dama de chaqueta bermellón, asiendo férreamente el subfusil al punto de palidecer los nudillos.

-Y quién lo hará? Solo nosotros estamos con vida. Ni siquiera sabes si tu preciado hermano está con vida junto al resto del equipo Alpha- sin temor alguno de que su vida esté al borde del abismo, Irons parló, intentando acortar la distancia en el estrecho elevador.

Mas se detuvo rápido al sentir el cañón de la escopeta, que Leon sostenía, hundiéndose en la barriga.

-Suficientes motivos me ha dado ya para usarlo como escudo en caso de toparnos con más de esos monstruos. Háganos un favor y simplemente llévenos a la Mansión Spencer- en un tono muerto que no se adecuaba al rostro joven que poseía actualmente, el hombre sobreviviente a catástrofes biológicas como Raccoon City, España y Tall Oaks habló.

Lo que sea que Brian iba a decir por el temerario acto de su subordinado murió cuando el ascensor se detuvo en su totalidad, indicando que habían llegado al piso deseado. Compartiendo un tácito momento donde concordaron que continuarían avanzando bajo un trato de pseudo amnistía hasta que finalmente estén a salvo.

Despegando milimétricamente la escopeta del estómago de Irons, Leon permitió que su jefe se volteara y deslizara las puertas, dejando ver un apenas iluminado pasillo desolado cuyas dos primeras habitaciones guiaban a una sala de operaciones con utensilios para infantes y otra donde un proyector de cintas 8mm reposaba junto a varios carretes cubiertos de polvillo.

Pecando de curiosidad, la hermana de Chris Redfield se acercó a la máquina reproductora, quitándole un fino velo plástico que le protegía de la tierra y presionando un botón para que se encendiera, eyectando un haz de luz sepia contra una blanca pared que tenía delante. Ella no fue la única que se guio por la intriga, pues el regordete oficial a cargo de la RPD analizaba con horror el video donde un par de niños con cabellos rubios platinados y ojos anormalmente analíticos le quitaban las alas a una libélula antes de dejarlas en un terrario para que las hormigas la devoraran.

-Los gemelos Ashford- reconociendo al par de niños, el agente de la DSO habló desde el umbral de la recámara, vigilando que nada ni nadie se acercara.

-Aquí es donde quisieron traerme…- con los ojos llenándose de lágrimas por la impotencia que los recuerdos le daban, la castaña enunció hastiada.

-Dios. Qué hemos hecho en este lugar? – reconociendo las consecuencias de sus actos en conjunto a Umbrella, Brian Irons dijo mientras hojeaba una bitácora.

Totalmente ignorante de que esto atrajo la atención de Claire, haciéndolo a un lado para ver estupefacta una página en la que se detallaba todo lo que habían hecho con Lisa Trevor, como así también en las siguientes páginas los resultados de todos los niños experimentados.

-Claire- sabiendo leer la ira que estaba por soltar la homónima de la mujer que conoció durante años, el rubio dejó su lugar para intentar tomarle los brazos.

-No! No! Esto no está bien! – sacudiendo las extremidades superiores, ella clamó entre sollozos, arrancando hoja tras hoja del libro.

Para después formar puños con las manos, sin saber qué más hacer además de llorar por la rabia que le invadía. Permitiendo así, por fin, el ser abrazada por el ojiazul que detestaba verla en tal estado.

-Por qué…? Por qué lo hicieron? – sin despegar los ojos de los sellos que indicaban "muerto" en las páginas arrancadas, el jefe de la RPD quiso saber.

-Spencer tenía una peculiar visión del mundo. Quería crear una forma humana más avanzada. Capaz de adaptarse y sobresalir, de conquistar y recuperar el planeta que creía ver morir poco a poco. Y todo mientras él se autodenominaba Dios- relató Kennedy, soltando apenas a la fémina mas luego tomándole la mano izquierda en tanto procuraba abandonar la habitación para seguir caminando.

El camino aún era largo y apenas iluminado, por lo que el rubio le dedicó una fija mirada a su "jefe" para que les guiara.

-Cómo sabes todo eso? – suspicaz, Irons preguntó en lo que continuaba su marcha, pues tras él ambos jóvenes sostenían sus armas.

-Se lo dije antes a Claire. Ben Bertolucci no era el único investigando a Umbrella. Pero a diferencia de él, sé cuán lejos han llegado con sus experimentos- haciendo caso omiso del tono que su "superior" usaba, Leon prosiguió con su diálogo.

-Entonces tú sabes sobre Lisa Trevor, no? – a pesar de no haberse liberado del agarre que el rubio mantenía con ella por medio de sus manos, la menor de los hermanos Redfield inquirió.

Por un breve instante, Kennedy meditó en sus opciones, comprendiendo muy bien lo afectada que aquella muchacha de trágica vida dejó a la joven adulta. Sin embargo era demasiado tarde ya, habiendo dicho detalles con mentiras como excusas para evitar levantar sospechas sobre su persona.

-Fue secuestrada junto a su madre años atrás por Umbrella, donde se les fue inoculadas cepas del Virus Progenitor. Como podrás haberte dado cuenta, solo una persona sobrevivió a esto- explicó de forma resumida el "novato" de la RPD.

-Lisa…- las palabras escaparon en un susurro desde los labios de Claire.

-Exacto. Su cuerpo se adaptó al virus, sin embargo su mente se dañó por completo. Aunque esto no detuvo para nada a los científicos, quienes continuaron en sus tareas de fabricar más y mejores virus. Algunas veces creadas por ellos mismos y otras al tomar muestras de Trevor- en el silencio del pasaje desolado, tanto Leon como Brian oyeron lo que la dama dijo, permitiéndole así asentir al rubio.

-Eso explica muchas cosas de esa mocosa. Principalmente con su cara deforme y aspecto escuálido- el hombre de bigote canoso no se abstuvo de hablar, expresando así desprecio por la trágica mujer experimentada.

-Esa no era su cara- recordando el cómo se veía Lisa cuando ella misma era una niña y vivía en el orfanato, la castaña dijo molesta.

-Qué? – deteniéndose para ver al dúo por encima del hombro izquierdo, Brian cuestionó con una mera palabra.

-Lo que ella tenía encima de su rostro era la piel de su madre muerta- sentenció, para horror y asco del dúo que le escuchaba, Leon.

Cualquiera sea la oración que uno de los dos oyentes fuese a pronunciar en los siguientes segundos, quedó en la recuerdo ya que un sonoro estruendo metálico se hizo eco en todo el pasaje secreto que caminaban. Aquello los puso alerta, preparando rápidamente sus correspondientes armas mientras pensaban avanzar a paso lento y cuidadoso por lo que sea que estuviese causando tanto escándalo.

Algo que terminó siendo en vano cuando un masculino quejido de dolor le reveló a alguien de quién se trataba, empezando a correr presurosa por el pasillo, empujando sin importarle a Irons contra un muro aledaño.

-Maldición, Claire! – defenestrando en su mente a la testarudez que tenían en común las mujeres Redfield que conocía, Kennedy haló del brazo al jefe de la RPD para que corriera también y no se quedara atrás.

-Qué le pasa? – agitado, ya que no tenía el rendimiento físico óptimo gracias a la edad, Brian averiguó.

-Encontramos a Chris…y también algo más- replicó el blondo, apurando el trote y dejando atrás al regordete varón.

Igualando con facilidad el ritmo de la castaña, Leon vio con sus propios ojos cómo un hombre rubio sujetaba con su brazo derecho mutado a un convaleciente Redfield, el cual poco a poco iba quedándose sin aire, atinando únicamente a golpear cada vez con menos fuerzas la monstruosa extremidad repleta de ojos que giraban en todos sentidos.

-No te atrevas a tocar a mi hermano! – cruzar por fin el último umbral que le separaba de su hermano, Claire apuntó el subfusil a la espalda del infectado hombre.

Procediendo consecuentemente a disparar un total de cincuenta balas del cargador modificado que el rubio le había colocado durante su estadía en la armería. Pequeños orificios en la espalda del contagiado se generaron, impregnando de carmesí la blanca camiseta que vestía, consiguiendo su objetivo cuando el punzante dolor le obligó soltar el asfixiante agarre sobre Chris.

Pero tal daño no fue lo suficiente como para ponerlo de rodillas al ser monstruoso, quien volteó con asombrosa rapidez e intentó asestarle un mortal zarpazo a la fémina de chaqueta roja que trataba de recargar su arma.

-Agáchate! – por segunda vez en la noche infernal que vivían, Leon le gritó a la menor de los hermanos Redfield.

Orden que acató por instinto la joven mujer adulta, permitiéndole al rubio apuntar su escopeta directamente al brazo repleto de ojos del transformado hombre, y disparar tres veces consecutivas hasta derribarlo contra unos tubos de contención.

-Saca a tu hermano! Birkin no está muerto todavía! – tomando a la mujer por la parte posterior del chaleco para alzarla, Kennedy habló imperativamente.

Algo que ella quiso protestar, hasta que vio con claridad el rostro del monstruos y cómo estaba poniéndose de pie con un brazo al que le crecían filamentos óseos más grandes a cada momento.

Viendo que debía ganar tiempo para ellos, Leon disparó de nuevo contra los ojos del hombro derecho de William Birkin, obligándolo a que se enfoque en su persona mientras lo guiaba ciegamente por el laberinto enrejado que era aquel laboratorio subterráneo.

-Hablar contigo no servirá de nada, cabrón- masculló el rubio, agachándose y rodando hacia la derecha cuando las garras enormes del contagiado quisieron arrancarle la cabeza.

-Ah! Acabaré contigo! – grave resonaba la voz de Birkin, tomando un tubo de metal de una máquina cercana e intentando golpearlo.

Lo que consiguió por culpa del espacio reducido, aventando al rubio contra el suelo mientras gemía de dolor. Mas no pudo quejarse demasiado, teniendo que apuntar directo a la cabeza del creador del Virus G para que retroceda por el dolor, dándole tiempo a erguirse.

-Cáete, hijo de perra! Cáete! – entre dientes siseó Kennedy, disparándole los cartuchos restantes en los ojos del brazos.

La agonía aumentó en el esposo de Annette Birkin, de rodillas en el suelo mientras la extremidad deforme crecía al punto de no permitirle una postura cómoda, sino que estaba reclinado contra una de las rejas. Detalle que aprovechó el agente de la DSO, desenfundando el arma reglamentaria con el brazo derecho y vaciándole el cargador en la cabeza hasta dejar solo una masa sanguinolenta irreconocible e inmovible.

Él sabía muy bien que la pelea no había terminado aún, pero el tiempo estaba acabándose al revisar su reloj, por lo que optó en abandonar el lugar por el mismo recorrido que usó para atraer a Birkin, pudiendo escuchar lejanos gritos de Claire que le llamaban con urgencia.

Cuando alcanzo la zona donde el tren de emergencia estaba, el ojiazul pudo ver cómo lo habían puesto en marcha ya, lo que le hizo correr hasta las asas metálicas de un vagón mientras todo el lugar empezaba a cimbrar y derrumbarse, sujetándose a último segundo cuando una roca del techo casi le aplasta.

-Odio esta condenada ciudad…- reposando la espalda contra el lateral interno del vagón para soltar un suspiro, el rubio no pudo evitar confesar lo que sentía por Raccoon City.

Recuperado, se propuso a ingresar a la sección del tren que tenía delante, descubriendo cómo los hermanos Redfield y una pequeña de largo cabello rubio oscuro estaban recostados en el suelo bajo una iluminación rojiza, los cuales abrieron grande los ojos al verlo con vida aún.

-Leon! – exclamó la castaña, feliz de saber que el hombre con quien sobrevivió toda la noche estaba a salvo.

-Novato? – reconociendo al fin de quién se trataba la persona que su hermana mencionaba y llamaba con desespero cuando el tren arrancó, Chris murmuró.

Una sonrisa se esbozó en la fas agotada del rubio, contento con verlos tan sanos como se podía. Inevitable fue el inclinarse frente a la niña, reconociéndola por instinto, pero conteniéndose para abrazarla como muchas veces lo hizo con su homónima cuando esta era una niña asustada.

-Un gusto, pequeña- en el tono paternal que habituaba usar con ella, y sorprendió a los adultos presentes, Leon saludó mientras tendía la mano derecha.

-Sherry, señor. Sherry Birkin- un tanto intimidada en un comienzo por el aspecto que tenía Kennedy, la niña respondió relajada al sentir que sería protegida con el policía que le ofrecía un saludo cordial.

El contacto apenas duró unos segundos antes de que los vagones se sacudieran violentamente, haciendo que el "novato" reaccionara inconscientemente al querer proteger a la infante, abrazándola contra su pecho en simultáneo que todo el tren se movía como si algo estuviese encima de este.

-Están todos bien? – Chris inquirió, poniéndose de pie con dificultad ya que las luces parpadeaban intermitentes.

Un gruñido gutural en el vasto silencio fue la contestación dada, para luego ver cómo el final del vagón empezaba a ser comprimido por decenas de garras monstruosas.

-No puede ser…- asustada, ya que atisbó algunos ojos girando aleatoriamente, Claire murmuró.

-Chris, Claire! Saquen de aquí a Sherry! Birkin la quiere a ella! – entregando la niña a los brazos de la fémina con chaqueta roja, Leon clamó previo a recargar velozmente sus armas.

-Qué? Por qué? – envolviendo protectoramente a la niña contra el pecho, preguntó la menor de los hermanos Redfield.

-El Virus G busca compatibilidad del ADN! Es la única manera de tener un contagio perfecto! – el agente del gobierno clamó, reviviendo a la perfección el ocaso de su primer día como policía.

Su revelación obtuvo los resultados esperados, pues Chris en un impulso de cuidar a su hermana y la inocente párvula le terminó arrebatando el revólver que cargaba antes de empujarlas en dirección al vagón próximo, siendo este un tácito aviso de que se alejara.

-Ve con Jill! Estarán a salvo allá! – el integrante del equipo Alpha comandó, poniéndose a un lado del "novato" para hacer frente al convertido Birkin que paulatinamente destruía la sección que habitaban.

Oyendo cómo a regañadientes la castaña escapaba, Leon vio de reojo a Chris. Cansados estaban ambos por la larga aventura terrorífica que vivieron, más no lo suficiente como para caerse de espaldas y respirar tranquilos. No con la aberración que William Birkin era, aun si este básicamente había salteado todas las mutaciones que recordaba haber atestiguado en la base NEST de Umbrella.

-Creí que lo habías matado- dijo Redfield, apuntando el revólver directo a la antropomórfica cabeza grotesca que emergía por encima de una enorme boca con dientes alargados.

-El Virus G repara las células muertas. Yo solo pude deshabilitarlo por unos momentos para ganar tiempo- con la escopeta listo para volar los zarcillos de carnes que se mecían de lado a lado, Kennedy alegó.

-Eso es una mierda. Estás listo? – farfulló el castaño, preguntándose luego.

Nada dijo Leon, pues por dentro solo repetía infinitas veces que lo que tenía delante no le quitaría a su hija. A la que cuidó incluso si le habían mentido. A la que amaba a pesar de que esta le hubiese ignorado y odiado por años. A la que quería ver feliz, casada y con hijos a los cuales amar en un mundo sin bioterrorismo.

Deslizando la corredera del arma para cargar el cartucho en el cañón, el agente vio cómo los perdigones despedazaban una protuberancia carnosa junto a varios de los ojos que emergían entre los deformes músculos. Esto fue una clara advertencia para el policía especial de la RPD, quien emuló las acciones previas, acertándoles varios disparos en la cabeza del monstruo, escuchándole gritar horrorosamente en sincronía que abría la boca y devoraba una parte más del vagón.

-Vamos, bastardo! – clamó Chris, vaciando el tambor del arma y desenfundando su propia arma reglamentaria.

-Jesús, tan solo muérete! – en una condición similar, Leon descartó la escopeta para continuar con la pistola mágnum.

Excepto que por la potencia de tiro que poseía desde fábrica, las balas fueron directo a la boca de Birkin, obligándolo a crear un gigantesco ojo amarillento que casi hace vomitar al Redfield por la imagen que nunca podría borrar de su cabeza.

-Cómo carajos es que sigue vivo! – cansándose de dispararle en el ojo, el hermano de Claire cambió de cargador mientras retrocedía unos pasos.

-Importa?! No le muestres piedad! – extrayendo de la riñonera otro cargador más, Leon se ponderó sobre los bruscos movimientos y continuó con su avasallante ataque.

-Me agrada esa frase! – esbozando una mueca ladeada, Chris gritó entre disparo y disparo.

Un aturdidor alarido de sufrimiento emitió el biológico padre de Sherry Birkin, moviendo con violencia los zarcillos y destruyendo las paredes del vagón, provocando chispas cuando el metal chocó contra el hormigón del túnel debido a la vertiginosa velocidad que llegaban.

-Oye! Maldita cosa horrible! – el grito femenino se escuchó claramente a pesar de las condiciones que existían en el lugar, siendo una furiosa Jill Valentine la culpable.

Fémina que, acompañada por Claire y Sherry, cargaba un lanzacohetes cuyo objetivo era William.

-Ay, no! – los ojos de Chris se abrieron grandes, soltando su arma para correr hasta donde ellas estaba con el fin de escapar del radio de fuego.

-Mujer loca! – imitando las acción del hombre mayor a él, Leon saltó hasta el vagón siguiente a un lado de Sherry.

-Vete al demonio, fenómeno- susurró Jill, jalando del gatillo y viendo cómo el cohete daba en el enorme ojo del monstruo.

Estallando apenas hizo contacto, creando así una enorme explosión que terminó por deshacer el destruido vagón de carga. Esto hizo que el dañado lugar se sacudiera aún más, bañando todo el túnel en una nube de polvo que segundo a segundo empeoraba cuando una detonación se escuchó pobremente bajo tierra, significando así solo una cosa para los que estaban informados.

-Se terminó? – la niña preguntó, habiendo tomado la mano del rubio que gemía de dolor por caer sobre su brazo herido.

-Sí…- sentándose en el frío metal del tren que continuaba moviéndose, Claire respondió, observando con diligencia a los dos hombres que acababan de hacerle frente a Birkin.

-Oye, Valentine- Leon habló mientras trataba de sentarse, pero fallando en el intento cuando una mano en el pecho se lo impidió.

Siendo la culpable cierta mujer de chaqueta roja.

-Qué sucede, novato? - dejando de atender las heridas de Chris, Jill respondió.

-Le disparaste a la cabeza? – inquirió crípticamente, ganándose la atención de todos.

-…Sí. Aún si era mi jefe y me dijo sus planes antes, lo hice- guardando silencio por unos segundos antes de comprender a lo que se refería, la integrante del equipo Alpha alegó.

-Bien…No quiero ver al gorila todo deprimido dentro de unos años- cerrando poco a poco los ojos por la fatiga que le consumía, el rubio no pudo contenerse de pronunciar una burla a costa de Chris.

-Qué quiso decir con eso? – mirando extrañado al "novato", el aludido trató de averiguar.

-Ya déjalo, hermano. Está cansado- defendiendo a su compañero de aventuras por causa del estado que tenía, comentó Claire.

-No lo estoy- testarudo, quiso refutar Kennedy.

-Sí lo estás, idiota. Ahora duerme mientras Irons conduce este tren- quien habló esta vez fue la mujer de tez morena, empujándole la cabeza contra el suelo para que le hiciera caso.

-…Mujeres- fue la última queja que el rubio dio antes de desmayarse por el estrés acumulado.


Calidez percibía el varón de áureos cabellos, en conjunto a una rítmica respiración que parecía mimar su torso con una ligera brisa angelical, relajándole de sobremanera al punto de querer cerrar los ojos nuevamente y disfrutar del momento.

Sin embargo un profundo sentimiento de confusión le invadió, sintiéndose obligado a abrir los ojos de par en par y bajar la mirada para saber el origen de tal comodidad, topándose con una lacia melena cobriza oscura perteneciente a una adulta mujer que dormía encima de suyo con solo una sábana cubriéndoles la mitad inferior del cuerpo.

-Claire? – ya sin entender lo que pasaba, el hombre habló sin medir el tono de voz.

Lo que terminó por perturbar el sueño de la bella mujer, la cual frunció el ceño y quiso profundizar el abrazo que mantenía sobre él para no perder el calor corporal compartido. Algo que resultó infructuosa ya que una mano sumergiéndose en las hebras rojizas la despabiló.

-Vuelve a dormir, Leon. Estuviste toda la noche moviéndote de lado a lado y hablando cosas incomprensibles- adormilada, Claire mencionó, para luego estirarse y depositar un beso en la línea de la quijada.

-Qué? – atinó a pronunciar el agente, girando apenas la cabeza para ver sobre una mesa de luz aledaña un cuadro.

Uno que contenía una fotografía en la que salían él, Claire, Sherry y Elza.

-Era una pesadilla nada más. Ahora sigue durmiendo, recuerda que tenemos cita con Rebecca para tu revisión semanal. Además de llevar a Sherry y Elza a la tienda de mascotas- dijo la pelirroja, volteándose para darle la espalda a su pareja mientras usaba el brazo derecho de este como almohada.

A pesar de lo realista que lucía aquella Raccoon City que le obligó a revivir su primer día de trabajo, Leon S. Kennedy no halló fallas en la lógica de la mujer que amaba desde un inicio. Tanto la mala disposición de eventos como falta de personas importantes para dar relevancia a otros que murieron rápido en verdad, era desconcertante. Mas aun así, aceptó sin reclamo alguno lo que le fue dicho, prefiriendo continuar con su vida como ya la conocía y no tener que realizar desde cero una lucha perdida contra farmacéuticas y líderes ebrios de poder.

Calmo, y viendo que el sol recién intentaba aparecer por el este a través de su ventana, el viejo novato de la RPD apreció con cariño la postura que había adquirido la madre de sus dos hijas adoptivas, esbozando una satisfecha sonrisa previo a envolverla en un abrazo por la espalda, reduciendo al máxima la distancia entre ambos y depositando un beso en la coronilla.

-Te amo tanto, Claire Redfield- musitó él.

-Siempre me proteges, no? Yo también te amo, Leon- con un pequeño alzamiento en las comisuras de los labios, la aludida reveló algo que le había escuchado decir entre sueños, para finalmente devolverle los sentimientos que se negaron por más de dos décadas.


Final de este one-shot, gente querida!

Qué opinan al respecto de lo que leyeron?

Se esperaban algo similar?

Les decepcionó un poco la película?

Gustó como Leon demostró ser el hombre entrenado que es al momento de enfrentarse a los BOWs?

Alguien más halló confuso cómo la película junto los eventos de Raccoon City con la Mansión Spencer?

Sorprendió el final que les di? (Imagino que reconocieron la referencia)

DATOS IMPORTANTES:

1 – Iba a poner al Leon moreno como un infectado, pero luego de releerlo no supe dónde colocarlo para que tuviese relevancia. Así que lo descarté.

2 – Incorporé más Cerberus y Lickers para que las escenas de acción fuesen más entretenidas…porque seamos honestos, la película falló al poner solo uno de cada uno.

3 – Algunos diálogos entre Leon y Claire (castaña) fueron adaptados de RE2 Remake.

4 – Cuando el rubio asesina al chofer del camión, ejecuta el mismo movimiento que cuando se enfrenta a los Cerberus en Vendetta.

5 – Decidí mejorar las peleas contra Birkin, salteándome de la etapa 1 a la 5 (pues en la película dio bastante pena ajena lo que hicieron…).

6 – Básicamente este fic está en el mismo universo que hice con "Fixed in Heaven" y "Too Much Love Will Save You". Fue cuando estuve escribiendo la parte final, que me di cuenta que perdí la oportunidad de expandir este mundo al no unir "Anybody Seen My Baby?".

FIN DE DATOS IMPORTANTES.

Bueno, no tengo nada más que decir. Solo espero que la historia le haya gustado. A cambio les pido un simple comentario acá abajo diciéndome sus opiniones (esto ayuda muchísimo en la aplicación de celular).

Saludos y hasta la próxima!