Hace demasiado tiempo no lo ves. Te preguntas qué le ha sucedido. Preparas su comida favorita todos los días, sabes que iba a la panadería sólo por eso y quieres agradecerle adecuadamente lo que hizo por ti la última vez.
Realmente, no entiendes qué sucedió. Solo te pidió que te acercaras e hizo algo, movió su brazo y como si fuera magia, todas tus molestias desaparecieron. Sin embargo…
—Quisiera al menos saber tu nombre —dices al aire mirando al cielo.
Han pasado cosas inexplicables desde el 31 de octubre. Te preguntas si él está bien, si le ha pasado algo. Tú has sobrevivido cómo podías y aún esperas verlo una vez más, aunque sea para preguntarle su nombre adecuadamente. Te intriga saber si él se acordará de ti ¿Lo hará? Sientes un cosquilleo en la punta de los dedos. Te queda poco ahí, algo de comida y abrigo… preparas un último sándwich y ves llegar a un muchacho con una mochila: ha encontrado un refugio. Tomas tu bolso y le entregas todo lo que has podido rescatar de tu local. No es mucho, apenas servirá para pasar un par de días y quizá no llegué a eso. Pero tienes esperanzas. Estás viva y tienes un deseo que cumplir y quieres con todas tus fuerzas que Japón recupere la majestuosidad que alguna vez presumió no hace mucho.
Vives con la ansiedad derramándose en tus poros, saturando tu aliento y revolviendo tus nervios. En cualquier momento, pueden ser ustedes los siguientes.
—¿Quieres que te ayude? —Te pregunta el muchacho al ver tu bolso.
—Estoy bien.
Te niegas a dárselo. No llevas nada valioso, sólo el último sándwich especial que preparaste pensando que podías volver a verlo. Aunque sea una tonta esperanza… aprietas la mano.
Andan más de media hora caminando. Se te seca la garganta y hacen una parada para tomar agua y recobrar energías. Te quedas viendo las ruinas de un edificio que antes era un centro comercial y se estremecen tus recuerdos al recordar que alguna vez tus preocupaciones solo eran por conseguir mercadería y llegar temprano a abrir la panadería. Nunca pensaste que ibas a extrañar tanto la rutina.
Una hora más de viaje y finalmente, llegaron. Un campamento subterráneo en dónde alguna vez fue un refugio contra catástrofes, ahora, son ruinas, pero están más escondidas que otras y es una buena forma de pasar desapercibidos.
Ayudas a descargar la comida y el olor a medicamento te llena la nariz. A tu derecha está el campamento de heridos. La imagen que ves a través de la cortina roída y sucia te deja sin aliento. Niños, ancianos, hay personas de todas las edades, algunos con heridas leves, otros a los que les falta un miembro o que están acostados y vendados profiriendo un gemido ahogado de dolor.
—Te mostraré el lugar —te agarra del hombro haciéndote reaccionar y de esa manera, aquella visión desoladora desaparece momentáneamente de tu vista, son embargo, no de tu corazón. Te asusta pensar en todo lo que pasaron, en las personas que aún quedan afuera buscando sobrevivir o los que murieron en peores condiciones—. Intenta no pensar en ello. Una vez que acomodemos todo, no te hará falta venir aquí, la cocina está por allá —te señala un camino que al igual que otras "salas" está separado por telas, algunas yapadas así nomás por dar un poco de "privacidad" al espacio en el que están.
Te deja en un sitio al que llamaras "habitación" de hoy en adelante. No es mucho, hay un par de futones en el suelo lo que te da a pensar que compartirás el lugar con otras dos personas. No ves a nadie más ahí, así que supones que salieron o todavía no han llegado tus compañeros de cuarto. No te importa de momento y solo vas y te sientas un rato a descansar. Lo cierto es que es mejor que dormir en el suelo y a la intemperie. Cierras los ojos y recuerdas a las personas que viste apenas llegar y es cuando te pones de pie de nuevo y sales.
—Lo cierto es que me sentiré mejor si hago algo —le dices al chico que te ha llevado hasta ahí. Él te sonríe y a pesar de que insiste en que debes descansar, te revelas y sigues terca en mantenerte ocupada.
—Tengo que volverá salir a inspeccionar la zona, puedes ayudar sacando la basura. Ve por ahí, es más seguro salir por esa zona —te señala un camino más estrecho que nada tiene que ver por dónde llegaron. Aceptas sin dudarlo y tomas las bolsas que hay a un costado y al hacerlo, ves a un par de personas cocinando. Ojalá pudieras hacer más.
—Volveré enseguida —dices alegre y te vas por dónde te indicó. Tal como sospechaban, el camino es más estrecho y está hecho por un derrumbe que abrió ese sitio. Te preguntas cuánto les habrá llevado dejarlo habitable después de eso. Hay algunos hierros que mantienen la estructura para que no se caiga, sin embargo, es precario y no crees que resista un ataque.
Ves la luz al final del camino y subes por tres escalones de escombros asegurándote de que no haya nada a tu alrededor. Lo cierto es que hace tiempo has dejado de preocuparte por encontrar personas y tú miedo es ver a un monstruo que pueda ser capaz de matarte. A lo lejos, ves unos contenedores. Te preguntas qué pasará cuando se llenen y mientras vas pensando en las posibilidades, sientes un ruido tras de ti. Tragas saliva con miedo de voltear a mirar ¿Acaso será uno de esos monstruos? ¿Has sobrevivido a tanto para morir ahí? Aprietas los ojos y volteas a ver. Es una persona y ni siquiera esta caminando hacia ti. Lo ves herido y ni lo piensas, llamándolo mientras te desvías de tu camino.
—¡O-oye! Espera, por favor —gritas y él se detiene y te mira. Las bolsas resbalan de tus manos y te tapas la boca evitando gritar: es él, aquella persona que has estado esperando tanto tiempo. Su cuerpo está herido, la piel roja por las quemaduras, sangre seca alrededor del pecho y del rostro y en su rostro, una marca roja horrenda alrededor del que antes fue su ojo. De solo verlo, sientes como si el dolor fuera a apoderarse de ti ¿Cuánto lleva andando en esas condiciones? ¿Cómo lo soportaba?
—Lo siento, no quise asustarte —te dice él y lo ves con intención de marcharse. Quieres decirle que no te asustó, que estás bien, pero las palabras no salen de tu boca.
Camina y tú te obligas a hacer algo y logras que tus piernas respondan y corres agarrándolo de la muñeca.
—¡Espera! —logras gritar sacando tu voz de tu interior y de pronto, lo sueltas de golpe preocupada—. Lo siento —dices revisando su muñeca con la mirada creyendo que lo has lastimado aún más de lo que está— p-puedes quedarte y recibir tratamiento. Estás… —No sabes cómo continuar. No sabes qué hacer ahora. Lo cierto es que nunca pensaste que podías estar en una situación como esa. Las películas de acción que tanto te gustaban son geniales de ver, pero no de vivir. Tú no eres como la heroína que hace una muñeca, manda a todos al carajo y sigue su misión como si nada sucediera. No, tú no tienes esa fortaleza. Eres una chica común y corriente intentando sobrevivir y no llorar en ese momento—. No te vayas —logras balbucear y decides guardar silencio solo para no quebrarte. Necesitas ese momento para tomar aire, juntar coraje y seguir con esa fachada al menos, por otro momento.
—Está bien —dice colocando una mano en tu hombro. Alzas la vista y lo ves sonreír ¿Cómo lo hace? En ese estado lamentable aún encuentra fuerzas para sonreír.
Asientes rápido con la cabeza y frotas tus ojos con toda la intención de llevarlo al refugio y es cuando recuerdas cuál era tu misión en primer lugar. Te tomas un tiempo para tirar todo rápido y luego, vuelves con él para llevarlo al interior.
Lo llevas a la enfermería y te dispones a curarlo. Él, al igual que tú, se quedó mirando con el corazón compungido a todos los heridos. Lo entiendes, es doloroso solo mirar sin saber qué hacer. Aunque supones que él ha hecho más que tú. No sabes qué, pero hay algo que te dice que seguramente ha sido de mucha más ayuda que tú.
Buscas el botiquín y ves que hay pocas cosas, al menos, para desinfectar sus heridas y vendarlo alcanzara. Necesitas buscar más insumos y no solo alimentos.
—Te arderá un poco —le adviertes. Habrías pedido ayuda, pero sabes que esa es una imagen que te toparas seguido y te dices mentalmente que debes acostumbrarte, aunque no tengas la fortaleza y el valor para hacerlo, si te esfuerzas lo suficiente, eventualmente lo tendrás.
Él permanece en silencio. A pesar de ver su piel en carne viva y que algunas quemaduras parecen más serias de lo que serán capaz de tratar en el refugio, él no dice nada. No sé queja y no te atreves a preguntarle si le duele. Es obvio que le duele y que debe estar cansado.
—¿Hace cuánto estás así? —le preguntas con miedo de oír la respuesta ¿Cuánto habrá sufrido?
—Tres días —te responde y no dice más al respecto—. El refugio se ve bien, pero es peligroso que esté bajo tierra —aclara y lo miras preocupada— es más fácil que lo destruyan y los sepulten aquí abajo. Sería hasta mejor un edificio —te explica—, aunque tiene las mismas posibilidades de ser destruido, es más fácil escapar que solo con dos salidas sin posibilidad de hallar una más —. Te explica, aunque él sabe que una maldición puede destruir todo en segundos, no te lo dice.
—No pensé en eso —dices mirando el camino hacia la salida. En su momento, te pareció bien, sin embargo, nunca pensaste que podía ser una trampa para todos. Y él apenas llegar, ya analizó el lugar completo y apenas lo vio. Eso solo demuestra que están a niveles demasiado diferentes— yo…
—Está bien. Sé que hace rato quieres decir algo y no te animas —te dice y te avergüenzas. No quieres decir algo ¡Hay un montón de cosas por decirle! No sabes cómo empezar ni cómo encararlo. Quisieras ser más hábil en esta situación.
—¿Me dirías tú nombre?
Él se sorprende y tú aprietas los labios cambiando un algodón por otro limpio para seguir por su rostro ahora que has terminado con su pecho y brazos. Tienes miedo de que sea lo que más le duela, pero guardas silencio por respeto.
—Nanami Kento.
Te mira expectante y entiendes que debes responderle igual.
—Soy Fukui Saori.
—Gracias, Fukui-san.
Te sientes extraña. Tu corazón revolotea como una mariposa queriendo escapar de tu pecho y te sonrojas.
—¡E-esto puede arder! —dices nerviosa y él cierra su ojo dejándote hacer su trabajo— ¿No le duele?
—Tus manos son muy suaves —te dice y te pones más nerviosa todavía. Quieres decirle que no te referías a ti, pero tienes que diga algo más que te altere y no puedas terminar de curarlo.
Tragas saliva y ves que sonríe levemente. Pareciera que lo ha hecho a propósito. Tú sonríes de la misma manera y te atreves a seguir limpiando su herida. Su ojo es lo que más impresión te ha dado ¿Cuánto habrá sufrido al ser herido así? Lo ha perdido, pero no pareciera afligido por ello. Al verlo, te dio la sensación de que estaba resignado a morir así y te dio miedo al ver esa expresión ¿Tan fácil se dejaría llevar por la muerte? Entiendes que ha pasado por mucho y que probablemente no sepas cómo se hirió de esta manera y todo lo que hizo, pero aún así…
Vendas su cuerpo y haces un parche con las vendas en su cabeza.
—Gracias, me iré ahora —te dice. Toma su arma y se levanta y es cuando te aferras a su mano, evitando que avance.
—¡Quédate! Tienes que descansar — le dices como una orden. De nuevo, el miedo se apodera de ti ¿Y si es la última vez que lo ves? No quieres arriesgarte. No puedes—. Por favor.
Sientes que vas a llorar. Él se suelta de tu mano y un temblor te recorre la espina hasta que su mano se posa en tu cabeza. Él asiente y en esta ocasión, ya no contienes las lágrimas.
Lo llevas a tu habitación y ves que sigue vacía, ofreciéndole tu futon para que duerma cómodo. Entonces, recuerdas tu bolso y lo abres ansiosa.
—Es el último que he podido preparar —le dices entregándole el sándwich. Él te mira con asombro, se pasa la mano por la frente y rasca sus cabellos.
Es todo lo que tienes, ¡Tu bien más preciado! Quien iba a pensar que alguna vez ibas a decir eso de la comida. Y sucedió. Algo tan cotidiano ahora era tan valioso.
—Deberías…
—¡No! Lo he hecho pensando en volver a verte… desde la última vez. No es lo mejor, pero...
—Es perfecto —dice recibiendo la comida. Quita el film del sándwich y lo parte a la mitad y te da una parte a ti. Lo miras darle un mordisco y te sientes feliz después de tantas cosas. Es una tontería que disfrutes tanto de ver a alguien comer, pero lo haces. Y luego, tú pruebas la comida y se quedan conversando un rato hasta que lo mandas a dormir.
Nanami está cansado, hace días que lo está, pero sigue luchando y dando todo por los demás. Mientras hablaban, viste como se le iban cerrando los ojos y solo lo empujaste suavemente sobre el futon y lo tapaste. Te quedaste ahí, a su lado un largo rato hasta al fin, te acostaste a su lado, en el suelo. Quizá, lleguen tiempos más oscuros todavía, sin embargo, crees que podrás soportarlo. Si él ha podido aguantar tanto hasta llegar a un lugar donde descansar, tú también lo lograrás.
¡Hola, gente linda! ¿Cómo están? Hace mucho no subía ningún reto del club ¡Y tocaba ya! En sí, me enfoqué tanto en este que dejé de lado los otros que iba a subir XD cosas que pasan (?). Pero necesitaba escribir sobre ellos dos de una buena vez. Al principio, pensé en hacer algo fluff, pero cuando vi la viñeta donde Nanami sale quemado en el manga de nuevo, me dije que iba a hacer algo crudo con ello. Y es que yo creo que se merecía vivir y tener un encuentro más con la panadera.
Sé que no tiene nombre y como he visto que el fandom tampoco le ha puesto nombre, la he bautizado yo. Alá, me encanta su nombre, es suave y bonito. Como ella 3
El reto a cumplir era escribir en segunda persona. Y me extendí más de la cuenta con ello, lo sé XD
Espero les haya gustado.
¡Un abrazo!
