Notas de Autora:

Se trata de un Universo Alternativo basado en "Legend of Zelda", el lector puede imaginar con libertad a qué reencarnación de Link, Zelda, etc. se parecen los personajes, aunque en mi mente tendrían el mismo aspecto que en Breath of the Wild 2 - La secuela que nunca llega.

La historia está estructurada en 2 Libros, el primero de ellos se llama "Hijas de Hylia", como el primer capítulo de la historia.

Disclaimer - Legend of Zelda y sus personajes no me pertenecen.


1. Hijas de Hylia

Nadie sabe cómo es Ganon. Algunas no se atreven a pensarlo, lo sé, les da tanto miedo que salen corriendo hacia el templo, se meten en la pila de meditación y se mojan hasta la cintura. Y rezan, rezan palabras que no entienden para que la diosa borre la idea de hacerse la pregunta de sus cabezas.

"Ganon es el horror, la encarnación del Cataclismo, la Oscuridad, el Mal…"

"Vale, pero ¿qué forma tiene? ¿Es de carne?, ¿es un humo pestilente?, ¿es una especie de jabalí gigante?, ¿qué es?"

"Eso suena a sacrilegio, Tetra, deberías callarte y rezar."

Conclusión: nadie sabe cómo es. Si no sabemos cómo es, ¿cómo se espera que podamos llegar a derrotarle? Si tiene carne y huesos pueden ser quemados, atravesados por millones de flechas, lanzas y espadas. Si tiene órganos vitales podríamos cortarlos con un buen acero. Si conociésemos su anatomía podríamos crear venenos potentes, de manera que ni siquiera tendríamos que andar cerca para poder derrotarle. Pero decir que es el Mal o la Oscuridad es tan inútil como los rezos.

Nunca he sido buena para rezar ni para todo lo demás, así que con los años he perdido el miedo a hacerme todas esas preguntas. Porque me cuesta creer a ciegas como las demás. De todas formas no soy la Elegida, lo tengo bastante claro. Para empezar me llamaron Tetra (pues todas somos Zelda aquí, tenían que idear una manera de distinguirnos). Tetra significa "cuatro", "cuadrado". Muy original lo de numerarnos como si fuésemos cabras en un establo. Soy la número cuatro. Si me hubieran puesto Tría representaría lo divino, la sagrada Trifuerza, el poder de las diosas. Pero según los sacerdotes, Tría "tiene más posibilidades", más dones, de ahí que sea una de las especiales. Dúa siempre me dice que en realidad las diosas eran cuatro y que si me fijo bien, en la Trifuerza hay cuatro triángulos, no tres, y que el triángulo invertido y vacío se parece mucho a mí, somos diferentes, igual de cabezotas y vamos en dirección contraria a los demás. Ella es de mis pocas amigas aquí, al ser de los zora, es casi una certeza que no es una hija de Hylia así que nos marginan a ambas por igual. Pero Dúa es hija del rey zora y mostró dones desde que era muy niña, Dúa puede sanar, un don maravilloso de nuestra diosa. Los sacerdotes decidieron traerla a la Meseta de los Albores por si acaso, pues nunca se sabe de qué manera pueden manifestarse los poderes divinos, la sangre de la diosa podría correr mágicamente por las venas de otras criaturas de este mundo.

Penta es la mayor de todas las hylianas (no me molesto en saber la edad de Dúa y me parece horriblemente descortés preguntarlo). El caso es que Penta ya ha cumplido treinta y fue la primera en ser traída al templo. Primero la llamaron Huna, luego Dúa, Tría y Tetra… pero al no aparecer ningún don visible en ella, fue pasando de número como el que descarta una manzana arrugada para elegir otra más nueva y brillante. Es seria y reservada y yo tengo la teoría de que ha desarrollado un oscuro rencor hacia los sacerdotes y la Orden de la Luz, pero no se atreve a decir lo que piensa, pues sigue empeñada en creer que es la elegida. Es la que más medita, la que más estudia, más se esfuerza, más obedece… todo eso en un ciego empeño en volver a recuperar su estatus perdido de Huna. A veces nos juega malas pasadas y todas terminamos guardándole respeto, distancia en mi caso. Nadie quiere a Penta de enemiga.

Y Huna. Bah. Es que la odio. De verdad, si ella es la Elegida entonces prefiero fabricarme una lanza con un serrucho oxidado e ir yo misma a cazar a Ganon, fin de la historia. Huna la perfecta. Todos los sacerdotes babean a su alrededor y se deshacen en alabanzas por su increíble belleza, modales y grandes opciones de heredar los dones. Casi pueden afirmar que su sangre es la de Hylia, sin duda alguna. Huna nació justo cuando los astros vaticinaban el regreso de la heredera de la diosa, todos los oráculos coinciden en eso. Y tiene sangre real de primera línea, es la hija del rey de Hyrule, Huna la princesa, mientras que las demás somos hijas de algún primo lejano de un tipo panzudo que alguna vez fue rey en un pueblo de granjeros, hace miles de años. Yo estoy aquí sólo porque mi padre tenía un título de Conde de Mabe, y a veces pienso que papá consiguió ese papel jugando a los dados en la taberna. Tengo a mi favor ese título en papel arrugado de dudosa procedencia, y también tuve la mala suerte de que algún estúpido astro se alineó cuando nací. Al morir mamá, papá a duras penas podía mantenerme a mí y mis hermanos. Yo no podría trabajar igual que los hombres (según él), la única forma que tenía de darme una buena vida era enviarme a la Meseta o acabaría teniendo que casarme con algún leñador viejo y borracho. Y si para eso mi padre tenía que comprarse un título de conde y un vínculo de sangre, lo haría sin dudarlo.

Huna es tan engreída que se hace llamar Zelda, y los sacerdotes ya no la corrigen, ella es Zelda y las demás somos sólo números. Debería darme igual, en serio, ojalá sea ella la jodida Elegida y nos dejen en paz a las demás. Pero es que se me revuelven las entrañas al pensarlo porque Zelda era el nombre de mamá, y siento como si ella lo ensuciase con sus aires de superioridad. Sé que nuestra aversión es mutua, ella siempre me trata peor que a las demás por una estúpida coincidencia estadística: las dos tenemos dieciséis años, yo sólo nací un día después que ella. Se empeña en repetir este dato como si fuera la clave de todo, que por un día me quedo fuera del juego y ella es la princesa, la diosa absoluta. La dueña del nombre de mi madre.

No entiendo por qué hemos de competir, si los dones no aparecen puede que no lo hagan nunca y habrá que buscar otros remedios. Tría puede invocar al viento, igual que hacen los orni, y eso también es una manifestación divina. Es atlética y muy hábil en la lucha. ¿Por qué no combinar nuestros dones y averiguar de qué está hecho Ganon? Así podremos matarle en el momento en el que decida aparecerse. Pues no. Competimos de un modo absurdo por ser las elegidas, sometidas día y noche a vigilancia, a las órdenes y lecciones de los sacerdotes de la Luz.

Y yo empiezo a estar harta, y a soñar que vuelo y regreso a casa, planeando desde lo alto de la Meseta hasta que mis pies descalzos acaricien otra vez la hierba de la llanura.

—¿Pensando otra vez en saltar al vacío?

Sonreí sin darme la vuelta. Como siempre, Dúa me encontró sentada en el borde del precipicio, viendo cómo el sol se hundía como la yema de un huevo entre las montañas lejanas.

—Saltaré cuando encuentre la forma de aterrizar sin peligro.

—¿Cómo va el prototipo de planeador? —Dúa se sentó junto a mí, descolgando los pies en el aire.

—Con retraso… tengo que encontrar un sitio alto para poder probarlo bien. Pero no tan alto como esta meseta.

—Puedes subir al Pico Nevado, en la ladera el aterrizaje dolería menos, supongo. Aunque prométeme que no lo harás ahora, el deshielo hace que la subida sea peligrosa, podrías resbalarte y-

—Sí, sí —la interrumpí, sin evitar resoplar —todo es peligroso aquí. Y eso que se supone que este es el lugar más seguro del mundo.

—Yo también echo de menos mi hogar, pero debemos estar aquí, ya sabes.

—No lo tengo tan claro. Cuando era una cría todo esto de la Meseta de los Albores me parecía fascinante. Pero ahora estoy bastante segura de que se trata de una cárcel con barrotes de oro. Tú no deberías haber venido nunca aquí —dije con seriedad, buscando sus enormes ojos dorados —tú vales para mucho más que para estar obedeciendo a esa panda de abuelos.

Dúa soltó una carcajada y yo terminé riendo también. Pero lo mantengo, los sacerdotes solo son unos viejos inútiles.

—Ya has olvidado todo lo que aprendiste desde que llegaste aquí —dijo ella, volviendo la vista al horizonte —todos los conocimientos, los libros…

—Sí, cierto. Si hubiera seguido en la aldea no habría podido más que leer los libros de mamá. No hay muchos libros en el norte, y mucho menos en las aldeas de la montaña. Pero ahora que sabemos que esto es una farsa podríamos marcharnos tú y yo, ¿no crees? Podríamos ir a vivir al Dominio Zora. Tú ocuparías el lugar que te corresponde como princesa y yo podría ser la jefa de investigación. Tu mano derecha.

—Eso conlleva muchas responsabilidades. Es otra especie de cárcel de oro —suspiró —pero no me importaría visitar a mi hermano y a papá. Y por supuesto me encantaría tenerte de ministra de investigación.

—Esto suena a pacto formal —sonreí, alargando la mano para sellar el trato. Dúa la aceptó y aprovechó para tirar de mí y obligarme a ponerme en pie.

—Tenemos que ir a la plaza central. El canciller quiere contarnos algo.

—¿Y cuándo no? —protesté, poniendo los ojos en blanco.

—Han venido las gerudo.

—¿En serio? ¡Haber empezado por ahí!

—Tetra —Dúa soltó una carcajada mientras intentaba alcanzarme —no van a dejar que te unas a ellas…

—Ellas me aceptan. Urbosa es amiga mía, es mi mentora. Ya sabes que ella es quien me trajo aquí, así que podría llevarme de nuevo con ellas. Puedo unirme a su ejército, ya tengo edad más que de sobra para eso.

—Pero los sacerdotes no lo permitirían.

—Venga ya… si no hacen más que regañarme. Lo raro es que no me hayan nombrado Penta aún, no significo nada para ellos ni tienen la más mínima esperanza de que yo tenga dones. Ojalá hubiera nacido en Gerudo.

—Espera, para un momento.

Quise volver a soltar alguna broma, pero Dúa de repente estaba seria, casi abatida.

—¿Qué pasa? ¿Te han hecho algo?

—No es eso…

—Vamos, puedes decírmelo. Si me entero de que las otras te han hecho algo, o los sacerdotes, créeme, pienso vengarme de alguna manera.

—No se trata de los demás —dijo, y noté cómo me invadía la culpa. Cuando Dúa me mira a veces… bueno. Es como cuando te regaña una madre.—Debes creer tú, Tetra. Si estás aquí, aunque no haya ningún don visible, debes creer que puedes conseguirlo y ayudar cuando todo ocurra. El don podría ser tuyo tanto como de las demás, por eso estás aquí. Y sólo es posible si una parte de ti, por pequeña que sea, cree que es posible.

—¿Sabes? —suspiré y agarré sus manos, tratando de animarla —ayudaría con lo que fuese aunque no haya ni una chispa de magia dentro de mí. Ayudaría a patadas y mordiscos si hiciera falta… pero para eso tendríamos que saber de qué está hecho Ganon.

—Vamos, hablo en serio… —sonrió, agitando la cabeza —puedes ser tú tanto como las demás.

—Yo también hablo en serio. Pasan los años y no siento nada, y creo que todo esto que hacemos de alguna manera es inútil. Siento que no es como debería ser. Creo que deberíamos investigar más, averiguar cosas de Ganon, como hacen los sheikah, por ejemplo.

—Los sheikah son un pueblo oscuro —negó, liberando sus manos de la mías —no son de fiar. Juegan demasiado cerca del límite.

—Por eso son los únicos que pueden llegar a entenderlo. ¿No crees que es mejor averiguar en qué consisten todas esas profecías de Ganon y el Cataclismo en lugar de rezar con una túnica blanca en una altiplanicie lejos del mundo y de la realidad? No creo que por haber nacido en una fecha sea especial en algún modo. Pero sí sé con certeza que existen otras maneras de estar preparados.

—No es sólo lo que dictan las estrellas, también puede ser la sangre de la Diosa, o su espíritu.

—Porque eres mi amiga, una de las pocas personas que me importa de verdad, aquí te diré lo que pienso: estamos solas ante ese peligro.

Ambas dejamos la conversación en ese punto, un cuerno lejano nos llamó a la plaza central. Nos tocó correr y escabullirnos, ninguna de la dos deberíamos estar a esa hora en el precipicio, sino acabando el ritual de purificación del ocaso. Así que cuando el sacerdote Pintus me preguntó si había estado meditando, le respondí que por supuesto, que había meditado muchísimo y me sentía tan pura como la luz de luna que se refleja en las cristalinas aguas del estanque de las hadas. Pintus puso cara de asco, retorciendo la boca como un pez moribundo. "Péinate, anda", fue lo único que acertó a decirme, demasiado acelerado como para reprenderme por desaparecer y mentirle a la cara.

La primera vez que vi la plaza central me pareció hermosa. Me pareció como uno de esos lugares que aparecen en los cuentos, donde sucede algo mágico, donde se toman decisiones o desde donde parten los viajes increíbles. Un lugar donde los druidas de tribus de las montañas celebrarían sus concilios secretos, haciendo brillar con una luz azulada las miles de runas e inscripciones talladas sobre piedra ancestral. Hay columnas fuertes y altas que se elevan hacia las estrellas rodeando la plaza. Algunas resisten, aún guardan sus capiteles. Otras han sido mordidas por el tiempo y son como los dientes de un viejo.

Con el tiempo, el lugar pasó de ser un lugar mágico a ser un lugar de castigo. Una especie de patíbulo. Si una de nosotras incumplía alguna norma o si, según el criterio de esos abuelos que se creen sabios, necesitaba un correctivo, era enviada a la plaza central. Pasaría el día entero de rodillas, en el origen del círculo, meditando por qué está mal lo que se supone que está mal. El día entero, sin comer, sin agua. Bajo un sol que quemaba hombros y mejillas. Y la lección que yo aprendí fue a cerrar la boca más de lo que me gustaría… y que crecer significa intercambiar la magia por el dolor.

Esa noche, el canciller llevaba su túnica de gala. Es la que se pone cuando viene de visita algún miembro de la realeza, o alguien importante. Es de un azul oscuro casi negro, pero está bordada en hilo de oro y en el pecho luce el símbolo de la Trifuerza de las diosas y las alas de un ave. Es el escudo de la casa real de Hyrule. El canciller no tiene nada de real… ni títulos nobiliarios. Incluso yo, con mi título falso de heredera del condado de Mabe tengo más de noble que el panzudo del canciller. No. Él es sólo alguien de confianza del rey de Hyrule, un criado que consiguió escalar hasta esa posición por su buena labia y sus permanentes adulaciones. De alguna forma es para mí un déspota, un cacique que hace y deshace en la Meseta. Un rey profano.

El canciller se aclaró varias veces la garganta, tosió. Había murmullo a su alrededor, no sólo el de otros sacerdotes de la Luz, nosotras también susurrábamos inquietas. Los aldeanos, los pocos que viven en la Meseta, también habían acudido a la llamada del cuerno. El canciller intentaba iniciar su discurso sin éxito, su voz de pito nunca ha impuesto autoridad.

—¡Silencio!

Urbosa, líder de las mujeres gerudo, se alzó alta como la más poderosa amazona y el golpe de su lanza en el duro suelo de piedra fue un "tac" que se clavó dentro de los huesos de los que estábamos allí. Se hizo el silencio para mirarla a ella, yo con toda mi admiración… y sé que muchos otros con miedo.

—Gracias, lady Urbosa —comenzó el canciller, con la voz de pito —esta noche llegan noticias inquietantes del castillo de Hyrule.

—¿Es un mensaje del rey? ¿Podemos leerlo? —interrumpió el idiota de Pintus. Le temblaban las carnes del cuello como si fueran gelatina.

—Ejem —el canciller alzó la barbilla e ignoró a Pintus —como decía, espero que sin más interrupciones, ha llegado un mensaje del castillo. Y sí, pertenece a su honorable majestad. Él en persona me ha pedido a mí que lo lea.

Bla, bla, bla. Sólo era un estúpido papel. Leerlo no hacía importante a nadie, no conocía a nadie más descerebrado que el canciller. Cara de oveja.

—Dice así: —el canciller desenrolló un largo pergamino —"mis más queridos amigos, nuestro reino se ve amenazado. Hay algo conspirando entre las sombras y la amenaza ha llegado hasta el mismo interior de nuestro castillo…"

Se oyeron murmullos que volvieron a interrumpir el discurso del oveja. Se aclaró la garganta, tosiendo para que su voz de pito volviese a reunir las fuerzas suficientes.

—Tetra… —Dúa reptó con su mano para agarrar la mía.

—No es nada, no te preocupes —le apreté la mano —es literalmente imposible entrar en el castillo. Es el lugar más seguro del universo —susurré.

—¡Silencio! —dijo el sacerdote Raris a mi lado. Mierda, no sabía que nos estaba vigilando.

—"Ya no hay ningún lugar seguro en el reino, y la amenaza que está por llegar se hace cada vez más patente. Es por eso que hemos de proteger nuestro más preciado tesoro: las hijas de Hylia. Sé que están en buenas manos, que la Meseta de los Albores es un lugar casi inexpugnable. He redoblado las tropas en el paso, y lady Urbosa y sus amazonas custodiarán el acceso. Pero no es suficiente, la Espada sigue sin ser reclamada y eso nos deja con menos posibilidades ante el venidero resurgir de Ganon. Es por esto que he decidido establecer una tropa de guardias reales en la Meseta, con el objetivo de custodiar, vigilar… y también defender en la lucha, en caso de ser necesario. Es una medida suficiente, por el momento. Recomiendo la prudencia, doblar la vigilancia, alertar ante la más mínima sospecha. Que las diosas os cuiden y bendigan."

Si el mensaje del rey decía algo más, cara de oveja se lo guardó. Después de eso los sacerdotes querían celebrar su propio concilio, y nos empujaron a mí y mis "hermanas" a ir a la cama casi sin probar bocado. Yo no terminaba de creerme eso, tenía que haber algo mal. Tal vez querían imponernos más vigilancia para evitar que escapásemos y se inventaron esa excusa ingeniosa. Dúa y la demás parecían tener miedo. Penta vino a darnos lecciones antes de ir a dormir: "ya sabéis, nada de tonterías, las cosas se están poniendo serias de verdad." Como si esto no fuese con ella y ella también fuese la canciller.

Tendría que escaparme esa noche y hablarlo con Urbosa antes de que se marchase, ella me diría la verdad.