2.- Música: La mayor felicidad

Asami amaba la música y era obvio que, al ser una alfa de personalidad fuerte, su carácter se viera reflejado en el tipo de música que escuchaba.

Desde muy joven se vio atraída por infinidad de canciones de Rock, Hard Rock, Metal y Heavy Metal; todas las cuales le sirvieron como medio de liberar la energía de su impetuosidad adolescente y desestresarse ante el gran peso de lo que simbolizaba ser la única heredera de la familia Sato, la cual era dueña de Sato Motors: La empresa número uno del sector automovilístico a nivel mundial.

Ahora, no la malinterpreten. Ella amaba ser una Sato: amaba estudiar y dar lo mejor de sí, amaba asistir a reuniones de planificación estratégica con su madre y aprender de su pericia, y amaba diseñar y armar complejos motores con su padre… pero sin duda, sin la música en su vida, habría enloquecido.

Bandas emblemáticas como AC/DC, Metallica, Kiss, Megadeth, entre otras; fueron sus fieles acompañantes en las largas horas de estudio del colegio y siguieron protegiendo su cordura ante el stress por los duros años de estudios universitarios hasta graduarse de Ingeniera.

Y hasta ahora esta música fuerte, vivaz y a veces un poco incomprendida seguía siendo su fiel guardiana, ayudándola a liberar tensiones entre reuniones laborales o a concentrarse al elaborar planos, armar los componentes de modernos vehículos o para estudiar minuciosamente un tema previo a las reuniones.

Sus padres aún no comprendían como "Pese a todo ese ruido estrambótico podía concentrarse" Y ella simplemente les respondía que así funcionaba ella, así se agilizaba su mente y recargaba fuerzas. Lo bueno es que ellos, pese a no entenderla, nunca la instaron a cambiar y mas bien la apoyaron en sus gustos e incluso a algunos conciertos la fueron a acompañar.

Claro que eso no evitaba que desde hace un par de meses, de ella no se dejaran de burlar.

No podía culparlos ¡En verdad no podía! No después de que le recordaran cientos de veces cómo ella en sus años más jóvenes demostraba su descontento hacia su música tranquila de antaño con frases como "No sé cómo pueden escuchar eso tan aburrido sin dormirse" o "Les juro que, aunque sé que hay diferentes gustos musicales y los respeto, para mi esa es la peor música que puede existir. Nunca me encontrarán disfrutando de algo así".

Bien decían los dichos que "El pez muere por su boca" y "Nunca digas de esta agua no he de beber", pues la lengua castiga y la vida da mil vueltas que muchas veces no se llega del todo a comprender.

Así es como la CEO Asami Sato, por cuyas venas corría orgullosamente música pesada (e incluso algo de estridente electrónica cuando quería bailar y sentirse animada), acababa de apagar el motor de su Satomovil, acallando con eso Ace of Spades de Motörhead para coger su maletín, salir del vehículo, cerrar el garaje y dirigirse a la puerta de su casa.

Su llavero de Linkin Park tintineó al abrir la puerta y anunció su llegada saludando en voz alta; sin embargo, ambos sonidos fueron aplacados por la música que venía de la sala. Este hecho, lejos de molestarla, la hizo sonreír.

Como de costumbre dejó el maletín en una mesilla del recibidor, se sacó los tacones y comenzó a avanzar hacia el origen de la música, mientras tarareaba al ritmo de la delicada y algo perezosa melodía.

Con cada paso hacia su destino sentía como sus cansados músculos por el trabajo del día, se relajaban. Quizás era por la música calmante, o quizás por la causa del origen de la misma. Tal vez ambas.

Cuando llegó a la sala, como siempre, sonrió ante la vista.

Ajena a su llegada estaba su esposa, Korra, balanceándose suavemente al ritmo de las gráciles notas del jazz que se reproducía en el parlante Bluetooth del cuarto. Entre la música se escuchaba levemente el tarareo de su relajada voz y alguno que otro susurro amoroso hacia aquellos pequeños seres que, apoyados en su pecho, descansaban.

Dos delicados bultitos gemelos, fruto del amor de ambas.

Nacidos hace menos de tres meses y que junto a su omega se habían convertido en el más profundo amor de su corazón y alma.

¿Cómo no serlo? Eran perfectos. La mezcla ideal de ambas, con el hermoso tono canela de la piel de su pareja, pero el cabello negro y ojos verdes de su propia herencia.

Tan hermosos,

tan frágiles…

tan delicados como la misma música que los arrullaba.

La omega había estado absorta en el cuidado de sus retoños, pero finalmente captó el ansiado aroma de su alfa y mirando hacia el umbral de la sala, sonrió con infinito amor.

—Bienvenida mi Sami, te hemos extrañado mucho.

Sin dejar de sonreír dulcemente ante la escena y las palabras, la ojiverde se acercó hacia su pareja y con cuidado de no lastimar a los cachorros, le dio un amoroso beso a su esposa en aquellos suaves labios que le encantaban, y luego dio delicados besitos en la cabeza de los nuevos pequeños amores que ahora complementaban su vida.

—Yo también los extrañé mucho. ¿Otra vez estaban inquietos mis pequeños traviesos? ¿Quién comenzó esta vez a poner el mal ejemplo?

—Sí amor, esta vez fue Sennsuko nuestra pequeña revoltosa y su hermano Hirraq no podía quedarse atrás en brindarle apoyo a su hermana. -comentó Korra, con una risilla que Asami compartió y encontró divina.- Menos mal la sugerencia que Pema nos hizo sobre el Jazz fue acertada o sino estaría desesperada.

—Permíteme ayudarte, cariño. -La pelinegra tomó con cuidado a uno de los bebés, mientras su esposa reposicionaba al restante de forma más cómoda entre sus brazos y suspiraba estirando un poco la espalda y cuello al ser aliviada de una de las cargas. Esto hizo fruncir levemente el ceño de la alfa por la preocupación- En serio Kor-Kor, si quieres podemos contratar a alguien para que te ayude, solo debes pedirlo y…

—No amor, ya hablamos de esto, no te preocupes. -interrumpió la omega, intentando calmar a su alfa – Los cachorros son muy pequeños y no quiero encargárselos a nadie extraño, quiero pasar el mayor tiempo con mis pequeños, con ambos por igual.

—Pero cariño, me preocupa que te sobrecargues… sé que Senna viene de vez en cuando a ayudarte, pero aun así dos bebés son mucho trabajo. Es más, no sé cómo le haces para poder coger a ambos y arrullarlos sin riesgo a que se te caigan.

—Habilidades maternas, supongo. No lo niegues, te he visto a ti también hacerlo los fines de semana.

—Pero no por tanto tiempo como para arrullarlos, solo es para transportarlos de un sitio a otro… cariño, vamos, sé que necesitas ayuda, no puedes con todo tú sola… si gustas yo puedo dejar a alguien encargado de Satomotors y…

—Amor…

La alfa suspiró frustrada ante el regaño en el tono de su esposa. Su movimiento hizo moverse al bebé entre sus brazos, por lo que comenzó a arrullarlo nuevamente mientras seguía hablando en voz baja con su pareja, agradecida de que la cercanía les permitiera hacerlo aún con la agradable música de fondo.

—Sí sé, sí sé… Con lo de que el último empleado que dejé al mando por el mes en que nacieron me estuvo robando es difícil confiar en alguien nuevamente…Sólo por eso es que estoy trabajando cuando lo que en verdad quiero es estar con ustedes todo el tiempo…-La alfa se desanimó un poco, pero al sentir una de las manos de su esposa dar un ligero apretón sobre su brazo y ver su mirada amorosa, tomó aire y con ello renovó su espíritu. - Solo resiste ¿Sí? Mamá y papá vuelven la siguiente semana de su viaje por el mundo, y accedieron gustosos a tomar la batuta de la empresa nuevamente por unos meses para yo poder dedicarme a los cachorros en cuerpo y alma 24/7.

—¡Oye! ¿Solo a los cachorros? -Rezongó la omega, dando un puchero con fingido resentimiento.

Asami rió por lo bajo y volvió a inclinarse a darle un beso a su amada, esta vez en la nariz.

—No, no solo a ellos. Por su puesto que también me daré totalmente a mi omega adorada.

La piel morena de las mejillas de Korra adquirió una tonalidad más oscura por el rubor y sonrió ante las dulces palabras de su alfa. Con su mano aún en el brazo de la mujer más alta, las guió a ambas hasta el sofá y con cuidado de no despertar a los cachorros, ambas se sentaron, una pegada a la otra, y pusieron a los plácidamente dormidos bebés en sus respectivos regazos.

Korra apoyó su cabeza en el hombro de su pareja y esta la abrazó de lado mientras ambas observaban a los gemelos, encarnación viva de su amor, sumidos en el mundo de los sueños.

El aroma encantador de su omega, la calidez de su presencia y la de sus hijos en conjunto con los preciosos sonidos del piano, violín y saxofón, envolvieron a Asami en una confortable atmósfera. Debía admitir que, aunque sus gustos musicales eran abismalmente diferentes, esta música que preferían sus hijos y que se había convertido en la preferida de su esposa, no era tan mala… de hecho era muy buena, relajante, disfrutable y con su delicadeza al oído deleitaba y al corazón encantaba.

No le importaba que sus padres, mediante llamada, se le burlaran por la ironía del ritmo que terminó escuchando y apreciando de forma diaria.

De hecho, su pecho se llenaba tanto de orgullo como de amor al saborear momentos tan mágicos como el que ahorita estaban viviendo; todos decorados con las magníficas notas de jazz, y que sin su suavidad seguramente carecerían de ese detalle de mágico esplendor.

Sí, Asami era una alfa que amaba la música… más aún cuando esta ensalzaba las dulces experiencias que a futuro se convertirían en amorosos recuerdos con su familia.

Dándole un beso a su pareja en la coronilla, agradeció mentalmente a la música por siempre estar presente; en especial en esta etapa, que sin duda era la más maravillosa de su vida.