Capítulo 02.
Las luces de la ciudad brillaban intensamente, lo que hacía imposible el visualizar las estrellas del cielo. El ruido de los numerosos coches que transitaban por la concurrida avenida llenaba por completo el ambiente. Hastiado de este escenario monótono, cerró la ventana con fuerza y se dirigió hacia dentro de la habitación. Una cama de gran tamaño dominaba el centro de la habitación y frente a ella un tocador bellamente decorado lucía en completo abandono. En la esquina derecha se encontraba una pantalla que rara vez se encendía y en el lado opuesto un gran armario. Pese a llevar ya varios meses instalado en esa habitación de hotel, aún no se sentía completamente cómodo en ella. Con pesar se sentó en el borde de la cama mientras tomaba su celular para verificar que no hubiera ninguna información nueva, justo en el instante en el que éste sonaba anunciando la llegada de un mensaje.
"Información completa enviada."
Con satisfacción se levantó para tomar la computadora portátil que estaba en el buró a la izquierda y tras encenderla, la pantalla de iluminó con una fotografía de una joven castaña de lentes y su información personal a un costado.
-Hanako Yamada, 27 años. 60 kg, 1.70 mts. Contadora asociada del despacho Liberio. Dirección…
Continuó leyendo en voz alta la información que Erd le había enviado. Cuando terminó miró fijamente la pantalla con un dejo de incredulidad.
-Hanako… no parece tener ascendencia asiática. Aunque la elección del nombre es ecuánime.
Un parpadeo de la pantalla le indicó que había una carga de información nueva. Tras cerrar la ventana emergente comenzó a leer.
-"Hange Zoë, 27 años. 60 kg, 1.70 mts. Médico forense en el departamento de análisis de la Procuraduría de Investigaciones y actualmente agente en campo…" Lo sabía. -Una sonrisa apareció en sus labios. -La fachada de Hanako era demasiado sosa para alguien con esa mirada.
Desde que la había visto entrar en ese bar, algo en su presencia le había llamado la atención, posteriormente al verla conversar con aquellos sujetos pudo apreciar aquel fulgor juguetón en sus ojos. Y aunque se descolocó al verla caminar en su dirección, pudo mantener la serenidad para notar que pese a su fingida embriaguez ese brillo, ahora de curiosidad, continuaba bailando en sus orbes.
-Así que una agente encubierta. Me pregunto si estará relacionada con la rubia aquella.
Cerró la computadora y tomó el móvil para hacer una llamada.
-Erd, recibí la información que me enviaste. Sí, eso ví. Debemos de mantenerla vigilada para saber exactamente qué es lo que busca. Mañana le envías a la dirección de Yamada un atuendo adecuado para la reunión del miércoles. No creo que tengas problema averiguando su talla. Sí, mantenme informado de todo.
Minutos después de haber colgado recibió varios mensajes uno tras otro. Al abrirlos vió que eran fotografías de distintos atuendos femeninos, una sola frase los acompañaba, "Escoga el indicado". Estuvo a punto de responder que cualquiera estaba bien, cuándo vino a su mente su descuidado cabello castaño, su piel ligeramente morena, sus brillantes ojos color chocolate y esa personalidad que escondía tras sonrisas tontas. Tomando una decisión, escribió un par de palabras "El segundo".
Hange despertó más tarde de lo habitual. La noche anterior se había quedado despierta pensando en aquel desconocido de mirada intensa, ni siquiera en su primera misión se había sentido tan nerviosa. De alguna manera inquietante podía jurar que él conocía su verdadera identidad, y el motivo de su infiltración. Y por si fuera poco alguien le había enviado una invitación para algún tipo de reunión para mañana, definitivamente tenía que acudir a esa cita, ya que el nombre de su misterioso invitante coincidía con parte del mensaje de Nanaba.
Mientras pensaba en eso, recibió una llamada, con suma pereza rodó sobre la cama y levantó el auricular.
-Diga. ¿Sí? Claro, voy para allá. Muchas gracias Moblit. Y por favor, no digas nada.
Rápidamente se vistió y salió rumbo a una serie de departamentos que la agencia usaba cómo bodega. Acababan de informarle que había llegado un paquete dirigido al nombre de la identidad falsa que usaba para sus misiones. Afortunadamente Moblit había interceptado el mensaje antes que Erwin lo viera, se suponía que ahora mismo estaba de baja y el hecho de estar usando sus documentos falsos suponía un delito muy grave. Veinte minutos más tarde, llegó al sitio y tras cerciorarse que nadie la veía, ingresó dentro y se dirigió a su compartimiento postal. Tomó la caja y deshizo el camino lo más rápido que pudo.
Cuando regresó a su departamento, cerró la puerta y hasta entonces se dió cuenta de que le temblaban las manos. Le resultaba absurdo lo nerviosa que la ponía toda ésta situación siendo que ya llevaba poco más de tres años en misiones, y antes de eso había tenido que enfrentarse a diversas situaciones extremas e incluso macabras. Obligándose a controlar sus nervios, abrió la caja y al ver lo que había sintió un deje de decepción. Dentro había un bonito vestido de color morado y unas zapatillas a juego, claramente su desconocido amigo quería que usase ésto para la dichosa reunión. Tuvo que fingir no sorprenderse al ver que tanto el vestido cómo las zapatillas eran exactamente de su talla, afortunadamente habían llegado al domicilio de Hanako, de lo contrario ya hubiese entrado en pánico.
Se preguntó si a esa fiesta también asistiría aquel hombre del té. ¿Se sorprendería al verla ahí? ¿Conocería a su misterioso invitante? ¿Cómo reaccionaría al verla con él? ¿La recordaría siquiera? Sacudió su cabeza intentando alejar esos pensamientos, era mejor que se pusiera a investigar todo lo que pudiese del dichoso L. Ackerman.
Al día siguiente, se encontraba hecha un manojo de nervios mientras se acercaba la hora de la cita. Había hablado con Moblit para saber qué noticias había en la agencia con respecto al caso de Nanaba, y se había enterado que los desencriptadores que estaban analizando el mensaje no habían llegado aún a ninguna conclusión al respecto. Al menos ella podía considerar haber encontrado lo que parecía ser el hilo de la madeja, sólo esperaba no toparse con algún engaño o coincidencia desafortunada. También aprovechó para comunicarse con Mike e informarle sobre lo sucedido, él la regañó por aceptar asistir a ese lugar con un desconocido y tras varios minutos de discusión ninguno había cedido, cómo última instancia el rubio amenazó con contarle todo a Erwin, Hange le gritó que nunca lo perdonaría si hacía eso y le colgó.
Ahora se encontraba nerviosa, molesta y llorosa. Quería a ese tonto grandulon cómo si fuera su propio hermano, y aunque sabía que él también la apreciaba y se preocupaba por su seguridad, no podía evitar sentirse traicionada ante el amago de Mike. Decidida a alejar esos pensamientos de su mente, se dispuso a repasar nuevamente todo lo que había investigado sobre el enigmático L. A.
Levi Ackerman, ese era su nombre. Era miembro de uno de los clanes más famosos del bajo mundo y el segundo en la línea de sucesión tras su tío Kenny. Quedó huérfano a la edad de 5 años, creció en un orfanato hasta que sus familiares lo contactaron cuando era un adolescente y desde entonces ha vivido dentro del mundo de la mafia.
-Es un pez gordo. Me pregunto por qué razón se interesó en alguien cómo yo. Sólo soy una humilde contadora sin escrúpulos que se ha involucrado con maleantes de poca monta en lavado de dinero y fraudes fiscales. -Se acomodó los lentes sobre el puente de la nariz. -Que mal suena esa descripción, pero esa es mi verdad ahora.
Había buscado también alguna fotografía de él, sin embargo no pudo dar con ninguna ni siquiera en la base de datos de la agencia, solamente encontró una página escaneada de un viejo periódico que mostraba el escenario de un accidente automovilístico, los forenses levantando dos cuerpos y un paramédico cargando a un pequeñito de cabello negro y rostro manchado con la sangre de sus desafortunados padres. Al menos sabía de qué color era su pelo, claro a excepción de que se hubiese teñido o rapado.
Sin más que hacer, y en un intento de calmar su ansiedad, decidió darse un baño de lujo. Aún guardaba aquellas pompas de jabón de vainilla que Nifa le había obsequiado en su cumpleaños, y pese a que se había prometido usarlas para alguna ocasión especial, era la única manera de apartar su mente de la vorágine de pensamientos que la atormentaban. Se metió a la tina y dejó que el narcótico aroma invadiera todo su ser. En cuestión de instantes se encontraba completamente dormida.
Soñó con tiempos muy lejanos, memorias que el subconsciente guardaba. Se vió de nuevo siendo una niña que caminaba de la mano de sus abuelos, ella brincaba cada tiempo mientras los tres reían. Su adorado pappoús había prometido comprarle un helado si se aprendía el abecedario, en tanto que su giagiá secundó la promesa si tomaba un baño. Cumplidas ambas condiciones, la pequeña castaña solicitó muy atentamente que la deuda fuera pagada, de modo que ahora los tres se dirigían a la heladería. De regreso cruzaron un pequeño parque, dónde Hange se soltó de la mano de sus mayores para correr libremente, llegando junto a otros niños que parecían jugar en la arena. Sus piecitos se detuvieron en seco al ver al niño más pequeño levantarse, todo su cuerpo estaba cubierto por moretones y rasguños, y en su frente una cortada manaba sangre manchando el infantil rostro. Con pasó firme se acercó a ella y dio un manotazo arrojando el sorbete al suelo.
-Aléjate de aquí. -Los fríos ojos azules la obligaron a bajar su carita mientras sus lágrimas caían sobre la derretida nieve de chocolate en el suelo.
Se despertó de golpe, sorprendida por aquel extraño sueño ¿Hace cuánto había sucedido eso? Ella debía tener unos cinco años. Miró la hora y rápidamente salió de la tina, faltaban dos horas para la cita y aún no se arreglaba. Cuarenta y cinco minutos después se encontraba lista y en espera de un taxi, había verificado la dirección diez veces y sabía que el trayecto duraba cincuenta minutos sin tráfico y hasta lo doble en hora pico. Afortunadamente no tardó en encontrar transporte y la circulación no parecía tan congestionada, por lo que en poco más de una hora ya estaba en su destino.
Ingresó al hotel mirando discretamente a todos lado para ubicar los puntos estratégicos, de la misma manera lo iba a hacer en la entrada del salón pero el hostess la nterrumpió al solicitarle su identificación.
-Señorita Yamada, acompáñeme por favor. -Tras verificar la lista de invitados la guío hasta la mesa 104.
Caminó en silencio mirando a los rostros de los ocupantes de las mesas, sea lo que fuere está reunión, había congregado a los peces gordos del bajo mundo. Una vez que llegó al sitio se quedó sin palabras.
Su enigmático invitante se levantó de su silla y caminando hacia ella la ayudó a sentarse, para después regresar a su lugar. Permaneció en silencio mientras la miraba fijamente. Hange sintió que su alma se le iba al cielo al sentir el escrutinio de aquellos ojos azules. Era el hombre del té.
-Ho-hola, yo soy Ha… -Maldición, estuvo a punto de decir su verdadero nombre. -Hanako Yamada.
¿Dónde se había ido toda esa seguridad con la que le coqueteó descaradamente la otra noche?
-Hmm… Levi Ackerman. -Respondió escuetamente.
Ambos permanecieron en un silencio incómodo mientras él seguía mirándola fijamente. Poco después un hombre alto que llevaba un gran sombrero raído (quién usaba un sombrero en una cena elegante, dentro de un salón) se acercó a ellos y saludó con una gran sonrisa.
-Ho Levi, veo que por fin te decidiste a asistir a la reunión de nuestros socios. -Le palmeó la espalda haciendo un gran ruido. -Y no sólo eso, también conseguiste que una linda señorita aceptará acompañarte. ¿Acaso esté enano malhumorado la amenazó para que accediera?
Al sentir la mirada de aquel hombre, la castaña sintió un escalofrío recorrer su espalda, tragó saliva y se obligó a responder.
-No, no, claro que no. Levi amablemente me invitó y yo acepté.
-Qué descortés de mi parte el no presentarme. Kenny Ackerman, a sus pies encantadora dama.
-Hanako Yamada, es un placer. -Extendió su mano y el hombre la tomó depositando un beso en ella. Otro estremecimiento de terror la invadió.
-Señorita Hanako, ¿me permite llamarla así? -Ante el asentimiento continuó. -Le estoy infinitamente agradecido por haber conseguido que éste ingrato sobrino mío viniera hoy a socializar con los amigos.
-Hey Kenny. -Una voz los interrumpió.
Hange vió cómo el rostro hasta ahora estoico de Levi se había deformado en un gesto de repulsión. Un hombre rubio, de lentes sobre sus ojos azules y con una tupida barba cubriendo todo su mentón se acercaba a su mesa. La castaña tuvo un mal presentimiento, sabía que conocía a éste sujeto de algún lado.
-¿A qué dios debemos agradecer el que nuestro pequeño Levi haya venido hoy? -El semblante del aludido se iba oscureciendo cada vez más.
-A nadie más que a ésta adorable jovencita. -El mayor puso su mano sobre el hombro de Hange. -Señorita Hanako, él es Zeke Jaeger…
-Usted es Yamada, ¿cierto? -Interrumpió el rubio. -Claro, recuerdo haberla visto en varias ocasiones con Nick, algo me comentó que usted le ayudaba con ciertos asuntos financieros.
El énfasis en las últimas palabras no pasó desapercibido por nadie.
-Sí, así es. -Hizo su mayor esfuerzo por no mostrarse nerviosa.
-No la reconocí en seguida dado que última vez que la vi, tenía otro color de cabello y no usaba lentes.
En cuestión de milisegundos, el rostro afable de Kenny cambio a uno de sospecha. Levi la miró fijamente con un deje de ansiedad en los ojos.
-Me hice un cambio de look para evitar el acoso de la policía.
-Entiendo, es una lástima lo que le sucedió al buen Nick. Aunque usted corrió con mucha más suerte que él. ¿Sabe que muchos aquí pensamos que fue traicionado por alguien cercano a él?
Hange estaba a punto de abrir la boca para responder, cuando el sonido de una silla siendo arrastrada por el suelo la interrumpió. En un abrir y cerrar de ojos, Levi se había puesto de pie y sujetando a Zeke del cuello de su camisa lo obligó a inclinarse un par de centímetros hasta quedar de frente.
-¿A qué has venido pedazo de imbécil? ¿A acosar a mi chica?
El ruido alertó a los demás invitados y poco a poco se estaba formando una multitud a su alrededor. Kenny tomó el hombro de su sobrino y lo obligó a soltar al rubio.
-Ya, ya Levi, controla ese mal genio. O qué va a pensar la señorita Hanako, qué éste tío tuyo no te enseñó modales.
-Tsk, lárguense de una buena vez.
-Vamos Zeke, recordemos el onceavo mandamiento. -Ambos hombres se alejaron de la mesa, dejando nuevamente a Levi y Hange sumidos en el mutismo.
-Gracias por haberme ayudado. -La castaña aún no lograba controlar el sonrojo que le habían provocado las palabras de su acompañante.
-Hmm… -Levantó la vista e inmediatamente la volvió a bajar. -Maldito simio.
Los meseros acudieron con los platos de la cena y ambos comieron en silencio. Más tarde un hombre se levantó de su mesa y tras hacer un brindis, agradeció a todos por su asistencia, al parecer está había sido la fiesta de cumpleaños de su esposa. Posteriormente se dió por terminada la cena y algunos cuantos se comenzaron a retirar, mientras que otros se reunieron en grupos dispersos para hacer negocios. Levi y Hange se levantaron y tras presentar sus respetos a los anfitriones también se retiraron. Caminaron hacía el estacionamiento y al llegar vieron a Kenny y otros sujetos parados frente a un coche.
-Tenemos que hablar. -La amabilidad en la voz del mayor se había esfumado por completo.
-Primero voy a enviarla a su casa…
-No, tenemos que hablar, los tres. Conduce, yo te guiaré. -Volviéndose hacía quienes lo acompañaban, les dijo. -Tras nosotros.
Con el corazón en la mano, Hange se subió al asiento trasero mientras que los dos hombres hacían lo mismo en los de al frente. Hicieron el trayecto en silencio absoluto hasta que llegaron a un páramo solitario en las afueras de la ciudad. Discretamente metió la mano en su bolso y tras activar la alarma silenciosa buscó a tientas su gas pimienta. Si tenía una sola oportunidad no la perdería.
Bajaron del vehículo y Kenny sacó una pistola que apuntó hacía la castaña.
-¡Qué demonios haces Kenny! -Levi rápidamente se interpuso entre ambos.
-Levi, aún eres un niño y yo cómo tu tío debo de cuidar de ti y tus intereses. Dime, ¿dónde conociste a ésta señorita? ¿Qué sabes de ella?
-Eso es algo que a ti no te importa.
-Claro que me importa. Sabes que el abuelo está pensando en retirarse por fin, y yo soy el candidato para heredar el liderazgo. Pero si te soy sincero, tener que lidiar con esos vejetes es algo que no me apetece, así que hemos estado hablando y lo mejor sería que el nuevo jefe fuese alguien joven y con nuevas ideas. Así que en un futuro próximo, tu serás…
-No me interesa. -Lo interrumpió tajantemente.
-No me estás entendiendo Levi, esto no es algo que esté a discusión. Es una decisión tomada y punto. Entonces yo estoy en la obligación de protegerte de quiénes te quieran hacer daño, cómo esta encantadora dama. ¿O me equivoco, Hange Zoë?
La joven, que había permanecido en silencio, sintió el terror más puro apoderarse de todo su cuerpo. Durante su entrenamiento, había enfrentado hipotéticas situaciones similares, sin embargo nada la podía haber preparado para semejante momento.
-Es una maldita agente encubierta. Ella fue la responsable de la caída de Nick, y estoy segura que ahora mismo estaba apuntando a ti.
-¡No! Yo…
-¡Silencio! O te vuelo los sesos ahora mismo.
-Basta ya, Kenny. Yo me haré cargo de ésto. -Sujetó la mano que empuñaba el arma.
-Sabes que no puedes dejarla ir, sin importar lo que sientas por ella. De todas formas, siempre te mintió.
-Lo sé, ahora déjame solo.
El hombre, junto con los otros sujetos, se alejaron unos metros y les dieron la espalda. Hange sabía que no tenía forma de escapar, así que se jugó su última carta.
-Levi, te juro que esa noche en el bar, no sabía quién eras. Yo no estoy tras de ti ni de tu familia, ni siquiera estoy de misión.
-Silencio.
-Te lo juro por mi vida, una amiga desapareció y yo vine a buscarla. Te lo juro.
-¡Qué guardes silencio, maldita sea!
En un gesto cargado de desesperación, se pasó una mano por el rostro, para después llevarla hacía su espalda y sacar una pistola. Cortó cartucho y la apuntó en dirección de la castaña. Ella se dejó caer sobre sus rodillas mientras que ahogaba sus desesperados sollozos.
Kenny y los otros guardaban silencio, atentos al menor ruido. Si la chica intentaba escapar, ellos lo evitarían tirando a matar, su mayor prioridad era el preservar la seguridad de Levi.
Hasta ellos llegó el apagado sonido del llanto de la joven, cuando un sonido sordo rompió la quietud. Todos se giraron en un gesto de alarma, conocían a la perfección ese sonido, era el de un disparo.
Pappoús: En griego, abuelo
Giagiá: En griego, abuela.
