Capítulo 03

Hange se encontraba llorando, presa del pánico. Levi apuntaba un arma directo a su cabeza, y en cualquier momento dispararía. Pensó en lo ingenua que había sido al aventurarse a esta misión sin la preparación adecuada. Ahora no sólo estaba a punto de morir, si no qué no había sido capaz de averiguar nada sobre el paradero de Nanaba. Le había fallado a su amiga, a Mike, a Erwin y a ella misma. Decidida a enfrentar su destino, levantó la cabeza y miró fijamente al joven.

En el rostro de Levi se leía la ansiedad de la que era presa en esos momentos. Miró a su alrededor, sopesando las opciones que tenía y tomó una decisión. Con un rápido movimiento de la mano, golpeó la frente de Hange con la culata del arma al tiempo que accionaba el gatillo. Cuándo Kenny y los otros se giraron, vieron el cuerpo inserte de la castaña caer al suelo. Antes de que acortarán la distancia que los separaba, abrió la cajuela de su coche, tomó a Hange en brazos, la depositó en el pequeño espacio susurrando un "Lo siento" para después cerrarla con un portazo.

Sin dejar que su tío le dijese nada, rodeó el vehículo y subiéndose al asiento del conductor, arrancó rápidamente.

Kenny lo miró alejarse con una sonrisa de satisfacción en sus labios. Cuándo su sobrino había levantado el cuerpo de la joven, había visto la sien bañada en sangre.

-Un disparo certero en la cabeza. -Orgulloso dió su veredicto.

Levi manejó sin detenerse hasta llegar al hotel. Se estacionó en un punto ciego del sistema de cámaras, con sumo cuidado tomó a Hange y subió por las escaleras de servicio, evitando miradas curiosas de los demás huéspedes y personal. Llegó a su habitación, y tras cerciorarse de que no había nada fuera de su lugar, acomodó a la joven en la cama. Asegurándose que estaba completamente cómoda, buscó en el baño algunos antisépticos para limpiar su herida. Miró el golpe que le había dado, quizá usó demasiada fuerza. Bajó la vista hacia su rostro, sus mejillas estaban manchadas con el maquillaje corrido por las lágrimas, polvo y sangre, todo su cuerpo se había cubierto de tierra.

Suspiró y la levantó de la cama para llevarla al cuarto de baño. Con sumo cuidado le quitó aquel maltrecho vestido dejándola sólo en ropa interior. De forma furtiva la observó, su complexión era delgada pero también se notaba que solía ejercitarse a menudo, ciclismo tal vez por lo tonificadas que eran sus piernas. Por respeto le colocó una toalla sobre su cuerpo, la sentó en la ducha y procedió a limpiar toda la suciedad. Cuando terminó le colocó una mullida bata y con ayuda de ésta le retiró la ropa húmeda, ya aseada la recostó en la cama nuevamente y le trató la herida, definitivamente había usado demasiada fuerza y tal vez debido a eso era que aún no recuperaba el conocimiento. Sólo esperaba no haberle causado alguna contusión o algo peor. Le puso unos puntos, cubrió la herida con una gasa y por último le vendó la cabeza. Se dió cuenta de que su lago pelo estaba demasiado húmedo para dejarla así, por lo que tuvo que llamar a la recepción para solicitar un secador.

Después la dejó dormir tranquilamente mientras él se acomodaba en un sillón junto a la ventana, al tiempo que repasaba todo lo sucedido durante el día. Aún dudaba de haber tomado la decisión correcta pero de algo estaba seguro, el dejarla morir no era una opción, después de todo se había visto involucrada en ésta situación por su culpa. Él sólo quería usar la fiesta cómo pretexto para acercarse a ella y brindarle algo de información que le sirviera en su búsqueda, pero nada había salido conforme a sus planes. Ahora debía mantenerla oculta de Kenny y sus esbirros tanto por su seguridad cómo por la de él. Y luego estaba el asunto de la sucesión, debía hallar alguna forma de poder lidiar con ello sin tener que enfrentarse a su bisabuelo, el viejo podía ser muy problemático, incluso más que Kenny.

-Sí tan sólo hubiera una manera de salirme de una vez por todas de todo esto. -Expresó con pesar.

Su miraba vagó por la habitación, hasta detenerse en la joven que dormía plácidamente en la cama. Quizá después de todo, por fin había encontrado una salida.

Hange se despertó sintiendo una horrible punzada en la cabeza. Intentó emitir un quejido de dolor pero su lengua se encontraba pegada al paladar, conocía ésta sensación, la horrible resaca de haber tomado medicamentos para dormir. Abrió sus pesados párpados y se llevó las manos a la cabeza, tenía una venda cubriéndole la zona dónde se originaba aquel dolor. Cuándo logró encontrar sus lentes en una mesa al lado de la cama pudo observar dónde se encontraba, la habitación era amplia y bastante elegante, nada comparable a la pequeña habitación de su departamento. Aún sintiendo que su cabeza se partía en dos, se levantó de la cama y entró en pánico. La única prenda que cubría su cuerpo era una bata de baño.

-¿Qué diantres pasó?

Intentó reordenar sus pensamientos y recordar todo lo sucedido la noche anterior. Recordó la invitación a la cena, el encuentro con Levi Ackerman (quién resultó ser el mismo hombre del bar a quién le había coqueteado), la conversación con Kenny y Zeke, el viaje hasta ese sitio desolado, el que su identidad había sido descubierta y el disparo que debió haberla matado.

Aún procesando toda ésta información, escuchó una puerta cercana abrirse y vió salir a Levi. Acababa de bañarse, era algo obvio porque su pelo aún estaba húmedo y porque solo llevaba una toalla atada alrededor de su cintura dejando su torso al descubierto. La castaña se quedó ahí, de pie observando fijamente al hombre que acababa de aparecer.

-Veo que ya estás despierta. ¿Aún te duele?

A pesar de que sus oídos habían captado a la perfección las palabras, su cerebro fue incapaz de procesarlas ya que se había quedado embobada mirándolo. Era un par de centímetros más bajo que ella y tenía un cuerpo muy bien definido, no era típicamente musculoso cómo Mike, si lo más bien delgado. Por un par de segundos se permitió fantasear con la idea de deslizar sus dedos sobre su pecho húmedo, hasta que un carraspeo la sacó de su ensoñación.

-Oi.

-¿Eh?

-Pregunté si te sientes mejor.

-Ah, si. Me duele la cabeza.

-Es por el golpe, te daré unas pastillas y en poco tiempo te sentirás mejor.

-Antes que nada. ¿Podrías explicarme cómo terminé herida y en una habitación de hotel contigo?

-Sí pero primero debo vestirme, y ¿podrías dejar de mirarme cómo si quisieras devorarme?

-Tú me quitaste la ropa, y supongo que aprovechaste para mirarme mientras estaba inconsciente, así que estamos a mano.

-Hmm.

Lo miró caminar hacía el gran armario y sacar un par de prendas para después volver por la puerta que suponía llevaba al baño. Echó un vistazo dentro del mueble, camisas y pantalones perfectamente doblados, la organización de toda la ropa pondría muy orgullosa a Marie Kondo. Ahora que lo notaba, todo dentro del cuarto se veía demasiado ordenado. Caminó hacia el tocador y miró su reflejo en el espejo esperando ver los rastros del maquillaje en su cara, pero en su lugar su rostro perfectamente limpio le devolvió la mirada. ¿Levi se había tomado la molestia de quitarle también el maquillaje? Aclarando su mente un poco más, notó aún más irregularidades en su persona, cómo el hecho de que recordaba perfectamente que ayer su piel emanaba un dulzón olor a vainilla y ahora en su lugar toda ella olía a jabón. Un pensamiento escalofriante cruzó por su mente, él no sólo la había desvestido sino que también la había bañado, lo que significaba que había tocado su cuerpo por todas partes. Su primitivo instinto de supervivencia le ordenó huir de ahí lo más rápido posible, y mientras pensaba en hacerlo, la puerta del baño volvió a abrirse.

-¿Ibas a algún lado?

-No. Yo solo… -El temor hacía que las palabras se le atoraran en la garganta. -Quiero ir a mi casa.

-Mira Cuatro Ojos no sé si entiendes la situación en la que nos encontramos, pero allá afuera hay unos tipos que te dan por muerta y si tú de pronto apareces en tú casa, sabrán que yo los engañé. Y entonces vendrán a por los dos.

Hange no tuvo tiempo para sentirse ofendida por aquel apodo, sabía que de alguna manera Levi la había ayudado para sobrevivir, pero nunca había considerado que él también se había puesto en riesgo por ella.

-Entonces…

-Entonces nada. Te quedarás aquí, dónde pueda vigilante, hasta que todo esto termine.

-Pero Nanaba, yo vine a buscarla. Y en mi trabajo también se darán cuenta de mi desaparición. -A su mente llegó un detalle importante que había olvidado. -La alarma, anoche antes de bajarme del carro la activé. En la agencia debieron darse cuenta y quizá ya nos han rastreado.

-No te preocupes por eso. Anoche la desconecté y también me hice cargo del rastreador de tu teléfono.

-¿También hurgaste en mis cosas? -Su voz estaba teñida por una mezcla de indignación y reproche.

-¿Quién te asegura que tus dispositivos no estuvieran intervenidos por los secuaces de Kenny? Tanto él cómo yo pudimos investigar sobre tu verdadera identidad.

La joven no respondió, permaneció en silencio un par de minutos intentando encontrar la mejor manera de expresar la duda que la carcomía por dentro.

-Hay otra cosa que quiero aclarar. Anoche yo… Hmm, bueno quiero decir… -Tomó valor y se lanzó. -¿Por qué amanecí completamente desnuda bajo está bata?

Levi la miró mientras fruncía el ceño.

-Maldita sea, Gafas de mierda. ¿Estás pensando en que me aproveché de ti? ¿Das por hecho que porque soy un delincuente también soy un maldito bastardo que abusa de mujeres inconscientes? No, para tú tranquilidad no te toqué, no de ese modo.

Hange bajó la mirada, avergonzada por haber pensado de esa manera. Aunque no lo conocía en lo absoluto, había algo que la hacía sentirse en total y completa confianza con él. Iba a disculparse, cuándo un suave golpe en la puerta los puso en alerta.

-¿Quién? -Levi preguntó mientras le indicaba a la castaña que se ocultara en el baño.

-Servicio a cuarto.

-Permanece ahí hasta que yo te diga. -Susurró antes de abrir la puerta.

Un joven mozo venía empujando un carrito de servicio con diversos platos. Llevó todo hasta el centro de la habitación y girándose hasta el pelinegro le entregó una bolsa de papel.

-Esto se lo envía la señorita Petra.

-Hmm, toma. -Le dió un par de billetes cómo propina y el joven se retiró tras una reverencia.

Tras asegurarse de cerrar perfectamente bien la puerta, regresó llamó al cuarto de baño.

-Oi Cuatro Ojos. Toma esto. -Tendió la bolsa de papel. -Cámbiate y ven a almorzar.

Hange lo aceptó y vió que dentro había un par de pantalones de deporte y algunas playeras de algodón, además de un par de conjuntos de ropa interior. Para evitar volver a pensar en lo mismo, escogió unos al azar y se vistió con ellos. Cuando estuvo lista, dejó la bata en el perchero de la pared y salió a la habitación.

Levi se había sentado frente a la pequeña mesa que estaba en la esquina, y al lado tenía en carrito con los platos aún ahumantes. En cuándo él delicioso aroma llegó a sus fosas nasales, su estómago gruñó en señal de hambre. Avergonzada se acercó y tomó asiento en la silla disponible.

-Come lo que gustes.

En la bandeja, había varios platos con huevos revueltos, tocino frito, rebanadas de jamón y queso, fruta con yogurt, pan y dos jarras con café y jugo de naranja. Un poco dubitativa tomó el plato con los huevos y dió un bocado, una nube cremosa explotó en su boca. En ese momento se dió cuenta de lo hambrienta que estaba, y con gran voracidad comenzó a comer. Cuándo ya iba por el plato de frutas, levantó la vista y vió al pelinegro mirarla fijamente con un esbozo de sonrisa en sus labios. Se golpeó mentalmente, había devorado el desayuno cómo una bestia.

-Lo siento, me da mucha hambre cuándo estoy nerviosa. Por favor, toma un poco.

-No, eso es para tí.

-¿Ya desayunaste antes? -Ante la negativa del hombre, continuó. -Pero, no puedes solo tomar un té. Es malo para tu salud, debes desayunar algo.

-Nunca lo he hecho, además ya comeré algo más tarde. Ahora debo salir un momento. No salgas y tampoco le abras a nadie, ¿Entendido Cuatro Ojos?

-Pero si vienen a hacer la limpieza.

-Nunca vienen, he hablado con el gerente al respecto. Puedes encender el televisor, o si lo prefieres ahí hay una computadora. -Señaló la mesa junto a la cama. -Está de más decir que aunque quisieras contactarte con algún conocido o amigo, no podrás.

Hange permanecía en silencio escuchando las indicaciones, se sentía de nuevo en el colegio.

-Puedes pedir que te suban la comida más tarde, habla directamente con Niccolo. Nadie más excepto él puede entrar a la habitación si no estoy yo, ¿Entendido?

-Sí.

-Bien, trataré de volver por la noche. Antes de dormir o meterte a bañar, asegúrate que la puerta esté perfectamente cerrada. En caso de que notes algo raro, no dudes de tu instinto y actúa. En el primer cajón de la derecha hay una pistola, úsala sin dudarlo. También hay un celular, enciéndelo y en automático me avisará. Yo vendré lo más rápido que pueda, mantente a salvó hasta entonces.

La castaña había vuelto a ponerse nerviosa ante todo lo que estaba oyendo.

-A mi regreso continuaremos con la conversación que tenemos pendiente.

Sin decir nada más, tomó un maletín que estaba sobre el tocador y se marchó.

-¿Qué conversación? -Hange no había entendido a qué se refería con ésto último.

El resto del día se la pasó con una mezcla de intriga e inquietud, al menor ruido se ponía alerta. Ya había caído la tarde cuándo su estómago volvió a reclamar por comida, de modo que miró el teléfono de la habitación y vió al lado una tarjeta con un par de números y el nombre de "Niccolo" al lado. Lo marcó e inmediatamente del otro lado de la línea la voy de un joven le respondió.

-¿En qué le puedo ayudar señorita? El señor Ackerman ha dejado indicaciones de que le sirvamos lo que desee.

-Bueno, yo quería ver si es posible que me trajeran un pollo frito con ensalada y pasta. Por favor.

Momentos más tarde tenía frente suyo un apetecible plato, con gran apetito comenzó a degustar aquél platillo, preguntándose cómo había llegado a ésta situación.

Levi no regresó durante los siguientes dos días, mientras los cuáles Hange se dedicó a holgazanear comiendo todo lo que le traían a la habitación, y mirando los canales de cable que daban en la televisión. Esa noche, ella ya se había acomodado en la mullida cama y comenzaba a dejarse arrastrar hacía el mundo de los sueños, cuándo escuchó la puerta abriéndose. El pánico la invadió y permaneció inmóvil bajo las cobijas, escuchando atentamente. El click de la cerradura al ceder fue seguido por una serie de pasos, y después las luces se encendieron.

-Oi Cuatro Ojos, ¿estás dormida?

-¿Levi? -Se levantó rápidamente al oír la voz. -¡Volviste!

Comenzó a dar vueltas a su alrededor mientras lo atosigaba con preguntas.

-Déjame de terminar de llegar. -Se sentía un poco incómodo ante tan repentina atención. Estaba acostumbrado a la soledad.

-Sí, sí. ¿Tienes hambre? Le marcaré a Niccolo para que nos mande algo ¿Quieres bañarte primero? Si quieres entra de una vez y yo te llevo la ropa limpia.

-Tsk. -La familiaridad con la que lo trataba le era bastante inquietante, hasta hace un par de días eran completos desconocidos, y ahora ella tenía actitudes demasiado domésticas para su gusto. Sin embargo, algo dentro de él se sentía demasiado a gusto con la situación. -Voy a tomar un baño primero. Pide la cena.

-Claro. -Lo miró atenta mientras tomaba una muda de ropa del armario y de dirigía al cuarto de baño. -Levi, bienvenido a casa.


Marie Kondo: Consultora de organización, oriunda de Japon, famosa por haber desarrollado el método KonMari para aprovechar al máximo los espacios en la casa